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Centinela por Mascayeta

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El agua caliente resbalaba por su cuerpo como un bálsamo. Trato de quitarse el olor de Kisa. Apoyando la frente en la pared pensó en lo rápido que había sucedido todo, nunca los tragos le habían jugado una mala pasada.


Se vio parado en el corredor del piso donde Shouta estaba a punto de besarse con otro hombre. Bastaron un par de golpes para dejar a su oponente en el suelo con la nariz rota. Abrió la puerta arrastrando al tembloroso pelinegro hacia el interior del apartamento.


Siempre fue exigente con sus parejas, las mujeres le sobraban y de ellas pudo seleccionar lo más excelso. Igual siempre las vio como "ganado" y como tal, nunca se quejaron del juego que les imponía. Era su esencia, una partida macabra de sensualidad donde la sangre era el premio para su total satisfacción... entonces ¿por qué con un hombre tuvo que llegar al límite? Jamás sus instintos tocaron su irracionalidad al punto de mostrar la bestia que era; no obstante, anoche con el pelinegro las cosas se salieron de control. Fue un milagro no haberle desgarrado el cuello. Tal vez el mismo deseo de escucharlo aceptar que era suyo, hizo que su control no se perdiera por completo.


¿Cuántas veces le exigió decir que le pertenecía? Lamio sus labios tratando de rememorar el sabor de la sangre de Kisa. El sonido del celular lo saco de sus pensamientos, era el mensaje que esperaba de Yokozawa indicándole el lugar donde debía recogerlo. Termino de ducharse para cambiarse de ropa. Antes de abandonar el apartamento dejo una nota sobre la mesa de noche. Después aclararían lo sucedido.


El ojinegro espero a escuchar la puerta cerrándose, completamente adolorido se sentó para poder tomar la tarjeta que el castaño había escrito. Sonrió acomodándose para seguir durmiendo, hoy nada iba a perturbar su día libre. El papel resbalo por entre las sabanas mientras la respiración del que las ocupaba iba volviéndose más lenta. La hermosa caligrafía le daba la oportunidad de sentirse por primera vez único y preciado...


"Solo mío" Yukina Kou


...Como siempre su madre había dado con él. Ahora estaban hablando en un lugar neutral, no quería involucrar más de lo que ya había hecho a Yoshino y a Tori. No obstante, era difícil mantenerse fuera de la atención de las pocas personas que estaban en el restaurante, cuando la mujer elevaba de vez en cuando la voz tratando de convencerlo de la idiotez que estaba por cometer. El espectáculo de sobreprotección lo irritaba en demasía, tratando de contenerse golpeo la mesa haciéndola retomar su compostura.


- ¿Cuál es el afán de ponerte en riesgo? Es que eres imbécil o ¿qué?


- ¿Y a quién se lo debo? ¿a ustedes o al laboratorio? – la mujer apretó la mandíbula. No contaba con esa respuesta. Volteando la cara trato de respirar lo más calmada posible, nuevamente escucho al peliazul – Te respeto, al fin y al cabo, llevo tu sangre. Pero no quiero que interfieras más.


- No sé a que te refieres – los ojos rojos brillaron buscando despertar algo de miedo en su hijo. Como siempre su impavidez la desconcertó, en eso era igual a Drakull.


- No soy estúpido, conozco los alcances de un pacto y aunque no sé que relación tienes con ellos, esta vez no vas a malograr mis planes. - Su tono plano cambio por uno totalmente enérgico y asfixiante - No juegues conmigo Lilith, si los otros se enteran de tu trato con los centinelas, la que lo pasara mal serás tú – con una risa disimulada le demostró lo poco que le importaba su amenaza. Sin embargo, al ver a Yukina entendió que no eran solo palabras. El hibrido rodo los ojos al ver a su abuela, con un gesto enseño a Yokozawa que lo esperaría afuera. La mujer con una frase llena de sorna lo despidió.


- Cria cuervos...- el ojiazul tomándola de la barbilla la miro desde su posición de pie al lado de la mesa.


- Y te aseguro que te sacare los ojos madre. Repito ¡No te metas!


La criatura lo vio marcharse. Nunca había comprobado el poder de su hijo, todo lo que sabía era por los relatos de la noche en la casa del Samurái siglos atrás. Esta vez no tenía intención de perderse el espectáculo. Algo tramaba y lo dejaría actuar libremente, necesitaba solo que el estúpido del humano le brindara todo aquello que permitiría percibir a Takafumi en su máximo esplendor. Marcando el número del hombre, aviso del rumbo que sus descendientes habían tomado.


Por el momento era esperar, y ella tenía todo el tiempo del mundo…


…El apartamento desocupado era llenado por las hojas secas de los árboles que le rodeaban. Las cortinas se movían por el viento proveniente del comienzo de otoño, en el centro de la habitación, en la cama cubierto a medias por la sábana blanca estaba Yokozawa. Solo podía ver una de sus largas piernas al igual que su espalda desnuda. La sola imagen le envío un corrientazo a su entrepierna, la necesidad de poseerlo provoco que se mordiera su labio inferior.


- ¿Lo deseas? – esa voz la conocía, pero a pesar de saber que estaba mal no pudo mentirle. Asintió con la cabeza sin poder mirarla - ¿Lo amas como a mí? – no supo que contestar. Con él todo era diferente, nunca pensó en querer tener a alguien de la forma que sentía debía hacerlo con Takafumi.


- Soy su centinela. Me pertenece desde que nació – las palabras brotaron incluso sin proponérselo. – Su vida es mía al igual que su muerte.


- Y cuando lo tengas ¿qué? – Zen le dio la cara. Ahí estaba su hermosa Sakura, su amiga, su esposa, su amante, pero también quien le había mentido, quien había preferido sacrificar su amor por su trabajo. Acaricio su mejilla, nunca dejaría de amarla, pero era un bello recuerdo, ahora el hombre en esa cama era su realidad. Quiso contestarle, pero las palabras fueron opacadas por otras...


Kirishima despertó sobresaltado, el hombre al lado de su cama le entrego un uniforme ordenándole que se lo pusiera. Eso solo podía significar una cosa:


- Encontraron a Yokozawa.


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