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Centinela por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Recuerdas cuando tenias un amigo imaginario? ¿Alguna vez pensaste que no lo era? Dicen que los espiritus se unen a las familias pasando de generación en generación. Por eso, aunque aparentemente no tengan la intención, todos los miembros terminan vinculados.

Tapaba sus oídos tratando de desviar la atención de lo que pasaba en el piso superior. Había prometido al boticario esconderse hasta que todo pasara, ni un grito, ni un movimiento, nada hasta que se sintiera solo.


Cada golpe, cada disparo, cada grito, le recordaban los días de guerra. No quería el mismo final para el anciano que lo protegió desde su llegada a Nueva York, ya había visto a muchos morir. Tendría que perdonarlo por no cumplir su promesa, pero él también lo defendería. Fue cuando lo sintió, el olor de la sangre del herbolario era clara evidencia de que su vida se acortaba.


Como pudo salió de su escondite. Dio vuelta para encontrarse con el cañón de un arma apuntándole en medio de los ojos. Nunca tuvo miedo de morir, incluso ahora que era consciente del porqué de su existencia, ese sería un honroso fin. Se vio en las trincheras en Europa recordando las palabras de los niños-soldado que estaban con él en las zanjas "si vas a matar a alguien, solo hazlo, no pienses" ... entonces, tal vez no era aún su hora.


- Solo eres un niño, ¿Cuántos? ¿20 años? – suspiro desconcertado. Su eterna juventud era una maldición.


- Muchos más te lo aseguro – la mujer bajo el arma. Tembló al ver la castaña quitarse el guante para dirigir la mano desnuda a su cara. El toque era tan dulce que deseo se extendiera por más tiempo. Se estremeció por el contacto, los ojos brillaron con algo de deseo – los pondría a tus pies si pudiera... – Sakura con cara de picardía le mostró el anillo. Despeinando su cabello, le ayudo a salir del escondrijo. Mientras lo hacía, la mujer se preguntó si era correcto, quizás era el instinto maternal que despertaba su embarazo, pero al verlo se vio impulsada a protegerlo.


- El boticario murió. Este ya no es sitio para que te quedes – la tristeza invadió a Yokozawa, volteando la cara dejo escapar una lágrima. La voz de la castaña lo sorprendió, - ¡Marchate! – la orden fue un susurro. Su padre la reprendería, sin embargo, en ese instante comprendió lo bizarro de la orden que recibió. - ¿No entendiste? ¡Ve.. – dijo más fuerte, pero la frase se cortó por un disparo. La criatura solo vio la silueta a contraluz del hombre que a gritos avisaba que su hija estaba herida; observó a la chica que le acaricio nuevamente, mientras le sonreía. Depositándola con suavidad hizo lo que mejor sabía, desaparecer...


Yukina reía entre dientes viendo a los pobres hombres revisar los escombros de la casa. Comprobar como Takafumi utilizaba los elementos, había sido un deleite para alguien como él que amaba el fuego y el aire. Literalmente no dejo piedra sobre piedra, todo estaba carbonizado, para los que habían conocido la antigua mansión, solo quedaban algunos vestigios de su época de grandes fiestas e invitados.


Algunos minutos después vio llegar la camioneta que transportaba a los dueños de Mascarade S.A. Yasuda e Ijuuin descendieron tranquilos, parecía que ya conocían los alcances del ojiazul, así que no hicieron ningún aspaviento. Al igual que los otros, vestían los uniformes negros. Antes de entrar a las ruinas les entregaron un arma a cada uno. El castaño observaba el lenguaje corporal de los hombres, era notable el entrenamiento que tenían, pero también que habían compartido más de una misión. Luego de escuchar al jefe de la cuadrilla, se despidieron tras un guiño.


Se estaba aburriendo, los humanos podían ser tan predecibles. No compartía con Yokozawa la paranoia de tenerlos ahí; para sí, era la confirmación de su lealtad a una causa perdida. Bostezando, se ubicó donde pudiera controlar el recorrido de ambos, el peliazul le había advertido que el objetivo del abuelo de Hiyori era mostrarlo como un asesino. Por eso, tal vez la presencia de los creativos era la excusa perfecta para inculparlo por...las ... sus ...muertes. Yukina rio, por fin tendría un poco de acción.


El auto se detuvo frente a lo que debió ser una lujosa residencia. Kirishima descendió acompañado por su exsuegro. Apoyándose en el caminador, el anciano hizo el recorrido con el publicista. Las cenizas mostraban las huellas de los diferentes hombres que habían ingresado con anterioridad al lugar. Zen escuchaba el reporte de la destrucción ocasionada por Yokozawa.


- ¿Bajas? – el soldado observó a Kirishima con lastima ante la pregunta de su jefe.


- Solo dos – señalo los cuerpos que pasaron a su lado. No hubo necesidad de ver los cadáveres, los objetos personales que llevaban los paramédicos fueron fáciles de reconocer – Yasuda Gou e Ijuuin Kyo, – miro al ojicafe antes de marcharse, – lo siento.


Regresaron al carro sin pronunciar palabra, Zen recapacitaba sobre lo que acababa de ver. ¿Tanto había bajado la guardia? Definitivamente no había forma de saber la verdadera personalidad del hombre que tanto le excitaba. Ahora solo quedaba saber si la decisión que tomaría era la correcta. Años atrás había huido buscando su tranquilidad, pero ¿Cuántos más debían morir? Lo estaba dejando solo, su esposa, su hija, sus amigos... De pronto pensó en Chiaki y Yoshiyuki, ¿estarían bien?


Pidió ir a visitarlos, pero el mayor solo le concedió una llamada. La alegre voz del dibujante que tantas veces los acompaño, le causo una sensación de arrepentimiento frente a todo lo que había perdido por culpa de su egoísmo. Yoshino sintió la voz entrecortada de Zen. Preguntándole si estaba bien, le pidió que fuera a verlos, realmente lo extrañaban. No supo que decir, solo se disculpó prometiendo que, al regresar de su viaje de trabajo, sin duda lo tendrían en el restaurante. La última frase de pequeño ojiazul le dejo un amargo sabor en la boca. Definitivamente no era el único que había sido engañado. Cuando corto la llamada, el padre de Sakura asintió con beneplácito, era hora de aceptar su destino. La imagen idílica del hijo de Drakull se había ido.


Yukina y sus acompañantes esperaron hasta estar plenamente seguros de que todos se habían marchado. No entendían bien el cambio en el plan de Yokozawa, pero lo seguirían al pie de la letra. Por ahora, analizaron las opciones que tenían: Dejarse ver por los que constantemente vigilaban a Hatori o involucrar completamente a Kisa. Sin vacilar, Kou llamo a su pareja.


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