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Centinela por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Tactica y Estrategia

Lo que siento por ti no es amistad, voy por ti y esto va en serio. Una declaración de amor.
Mi táctica es mirarte, aprender como sos quererte como sos.
Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible.
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto, pero quedarme en vos.
Mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros, para que entre los dos no haya telón ni abismos.
Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple.
Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto, por fin me necesites.

Poema de Mario Benedetti

- ¿Qué haces aquí? – la pregunta fue casi escupida por el sarcasmo que Yokozawa puso en la última frase. Solo obtuvo que el cuestionado alzara los hombros totalmente despreocupado. Fijando su mirada en los ojos cafés, sonrió señalándole la cadena que colgaba del cuello de Kirishima. - ¿Esto?


- Bueno, pienso que ya no te interesa mi respuesta a tu propuesta, así que no veo la necesidad de que mantengas algo mío – se irguió estirándose casi con movimientos felinos para ubicarse más cerca del castaño, - aunque no es lo único que vengo hacer, pero lo otro no es contigo.


La mano de Takafumi se posó en el zafiro por encima de la camiseta del publicista. Zen trago saliva, el solo tacto de la criatura le traía más de un recuerdo, consciente del efecto que causaba, el ojiazul deslizo su mano hasta los hombros de su centinela, se preguntó hasta donde podría evitar dejarse llevar por las sensaciones que su propia acción le estaban generando. Cuando Yokozawa llego al cuello de Kirishima, paso la mano a la parte posterior del mismo para poder desabrochar la joya.


Sin perder el contacto visual, Zen empujo al hombre frente a él impulsándolo a un lado de su cuerpo y estrellándolo contra la pared. Takafumi se encontró con su brazo forzado en la espalda, provocándole un gran dolor en el instante que trato de deshacer el agarre. Kirishima recostó su cuerpo contra él presionándolo con su cadera. Este movimiento de por más sensual sumado al dolor que sentía, obligo inconscientemente al peliazul a soltar un gemido. El centinela aumento levemente la fuerza, poco a poco se dejó llevar por el aroma de su presa, susurrando a su oído, decidió incitarlo un poco más:


- Para alguien que tiene tanto tiempo en la Tierra, definitivamente te falta mayor malicia en este "juego" – la frase fue acompañada con una risita socarrona que enfureció a Yokozawa. En un arranque de fuerza, trato de separarse logrando solo ser nuevamente estampado contra la pared. – Algo de violencia en la cama es bueno, pero a mí – dijo besándolo en el cuello – me gusta empezar con otros juegos.


- ¡Imbécil! ¡Suéltame! – el cuerpo de Takafumi se tensiono ante la burla, el olor al igual que su aura cambio para darle un giro interesante a la situación. Kirishima retrocedió ante la energía desprendida, los ojos rojos de la criatura señalaron el enfrentamiento. - ¿Qué...Nn... nnn...!


- No sabes cuánto lo extrañaba.


Por instinto de conservación Yokozawa desapareció ante la divertida contemplación del ojicafé; el hombre nuevamente le había ganado en astucia.


Esa noche mientras dormía bajo el manto protector de la presencia de Yasuda, recordaba la sensación del beso de Kirishima. Sobando su frente pensaba que el día no había podido ser peor. Al llegar al apartamento de Shouta se encontró con Hiyori. La adolescente escasamente le había dado tiempo de justificar su presencia, cuando ya lo tenía convertido en su “paño de lágrimas”. 


Aunque no podía decir que la había pasado mal con la chica, inconscientemente ella sumo a su ya confundida existencia, un cuestionamiento cuyo trasfondo no entendía muy bien.


Durante años siempre le había sido más fácil alimentarse con los de su género, ya que en su condición de incubo, el juego mental con que engatusaba a sus víctimas era algo que como descendiente de Lilith, manejaba a la perfección. Era así como creaba la fantasía perfecta para satisfacer a quien le brindaría su energía vital. No obstante, cuando comparaba los resultados, con las mujeres siempre existía ese deseo de vincular el placer carnal a la necesidad de unirse sentimentalmente con la persona que ocupaba sus deseos, lo cual transformaba en pocos segundos la situación en algo incomodo e insatisfactorio. Por su parte, los caballeros no se limitaban en poder complacerse con el objeto de sus sueños, lo cual daba como resultado la liberación sin remilgos o tabús. De esta manera, el resultado era una gran experiencia.


Entonces ¿por qué la pregunta de Hiyori le había causado tanta conmoción? Yokozawa nunca se había preguntado si era homosexual o heterosexual, gozaba de la belleza simplemente. Pero si hacía un balance de su vida, su primera ilusión había sido Takano, ahora se encontraba abrazado por Yasuda, y su corazón latía desaforado cuando pensaba en Zen. Entonces…el sonido del celular hizo que evadiera la respuesta.


Suspirando, trato de moverse lo menos posible para no despertar al pelinegro que dormía a su lado. Sonrió cuando leyó el mensaje de Chiaki. Después del fingido entierro de Gou y Ijuuin, había viajado junto con Hatori a Estados Unidos por cuestiones de trabajo. Sus dibujos llamaron la atención de una editorial y por lo visto, por la forma como había amoldado su estilo al pedido de prueba, le estaban ofreciendo un contrato por tiempo indefinido. Tras responderle pensó que bien se lo merecían, la pareja era realmente un ejemplo de superación, constancia y, sobre todo, de ese sentimiento que lo apartaba de su raza: Amor.


No quiso pensar más, bostezo acercándose al cuerpo de Yasuda. El hombre se había convertido en su soporte; al igual que Tori y Chiaki, lo consideraba su amigo, bien podía asegurar, que quizás entraba en lo que ellos denominaban hermano.


Pasando los brazos por su cintura, coloco su cabeza en el pecho del ojinegro, el sonido de su corazón lo tranquilizaba generándole seguridad. Los hechiceros contaban que cada centinela poseía un don dado por el ángel que les había dado la vida. Era así como bien podía asegurar que el de Kyou era la fortaleza, el del animador era la Justicia… por más que buscaba el de Kirishima, la única palabra que se le venía a la cabeza era lujuria.


-        ¡Idiota! Seguro eres hijo de un ángel caído. – Susurrando, cerró los ojos para quedar poco a poco dormido.


Cuando la respiración se hizo profunda, Gou se separó de él. Era claro que sus sentimientos por el ojiazul no eran correspondidos. Estaba jugando con fuego y se quemaría si no paraba esa nociva relación que sostenía con Yokozawa, pero el maldito deseo de poseerlo le estaba ganando la partida, y escenarios como este, solo le alentaban a creer que tenía una leve oportunidad.


Salió de la habitación buscando refugio en la alcoba de Ijuuin. No obstante, sus pasos solo alcanzaron la cocina. Derrotado regreso a la cama con el peliazul. Acariciando su rostro, poso un beso en su frente. Recordó la pregunta hecha por Zen tiempo atrás, suspirando, lo rodeo nuevamente con sus brazos siendo correspondido de inmediato.


Le había dicho la verdad, no sentía celos por quien estuviese al lado de Yokozawa, era el temor de perderlo para siempre. El sinsabor de luchar una guerra que sabía tenía perdida. De tener que hacerse a un lado porque él le pertenecía a su mejor amigo.


No obstante, al sentirlo, pensó que nada de aquello importaba. En ese instante, dentro de esas cuatro paredes, Takafumi era de su propiedad…


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