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Centinela por Mascayeta

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Hiyori se negaba a hablar con cualquiera que pudiese recordarle la situación con su abuelo. Tras haber sido dada de alta del hospital, se recluyo en la habitación que su padre le asigno dentro de la casa que desde ahora sería la suya. Solo había salido al entierro de Kisa, y escasamente compartía con los dos hombres que la cuidaban.


Cuando sintió que Yokozawa no estaba en la habitación, se levantó encaminándose al balcón. El apartamento era propiedad de unos amigos de su padre que estaban en Estados Unidos, Kirishima le prometió que tan pronto ella lo quisiera, irían a buscar un lugar para vivir que se ajustara a sus gustos. Se le hizo hasta divertido que por primera vez le pidieran su consentimiento para comprar algo, normalmente aceptaba lo que su abuelo decidiera sin hacer un reclamo. Pero ahora las cosas eran distintas, él había tratado de matarla como lo hizo con su madre...


- No es cierto lo que dices, Yokozawa-san no mato a mamá.


- Si lo hizo, él la confundió, ¡la engaño para que lo dejara escapar!


- Ojiisan – se aproximó al hombre que la había criado, pero ahora era un completo desconocido para ella. Hiromi coloco su mano en la mejilla de su nieta. Era tan distinta a la imagen de la fiesta…y lo recordó, su traición. Su rostro se endureció, el sonido de la cachetada y la rudeza de la misma la hizo caer.


- Y a ti también – saco el arma del escritorio apuntando – y por eso debo limpiar tu pecado como limpie el de ella…


El recuerdo le provocaba pesadillas cada vez que quería dormir. Fue cuando se percató de la figura en la habitación. Yukina se sentó al lado de la niña. Tomando su mano, la beso tiernamente. Hiyo sonrió sonrojándose, era tan propio de él saludarla como una princesa que en varias ocasiones se preguntó si acaso eso no era más que una formalidad por su relación con Shouta, pero al verlo repetir la acción entendió que ese vampiro, al igual que Yokozawa eran sus amigos, parte de su familia. Abrazándolo, poso su cabeza en el pecho del castaño comenzando a llorar. Los sollozos se hicieron más fuertes en la medida que pudo expresar sus sentimientos, Kou la dejo seguir acompañándola en su dolor.


Kirishima se paró del sofá dirigiéndose hacia el cuarto de la niña, sentía la presencia de la criatura. Poco antes de llegar Yokozawa lo detuvo. Con un gesto le pidió que se marcharan. El peliazul le explico que era lo mejor para ambos, debían superar ese trance juntos. No muy convencido, se dejó llevar abandonando el apartamento.


Ese fue el primero de los eventos que en esa semana tendría que hacer en contra de su voluntad. El segundo estaba por iniciar. Miraba los tiquetes a Sapporo con una mezcla de resignación y aburrimiento, lo único valioso de ese viaje sería el tiempo que pasaría con su pequeña. Poco después de salir del hospital, la niña había aceptado cambiarse el apellido y ahora ostentaba el Kirishima con satisfacción, algo que se podía apreciar cuando se presentaba a propios y extraños.


La voz ordenando disponerse para subir al avión, hizo que Yokozawa le diera un último abrazo a Hiyo-chan, así como pedirle que trajera tantas fotos como le fueran posibles del Sapporo White Illumination; la castaña asentía mientras se dejaba terminar de arreglar por quien parecía más su madre que un amigo. Una vez paso por el registro, Zen se dispuso a realizar la tercera acción que lo indisponía: Apartarse de su amante.


Los celos estaban actuando más que el amor en lo que estaba por hacer. Tomo la cara de Takafumi entre sus manos besándolo dulcemente, el ojiazul le respondió a pesar del sonrojo, el problema fue cuando apreció una de estas en su trasero. El mordisco en la lengua de Zen hizo que el ojicafe se separara de inmediato ¿Por qué tenía que ser tan salvaje?


- ¡Papá! Por favor deja a “okaasan” tranquilo – el grito de Hiyori fue acompañado por una mirada del peliazul que no sabía bien si agradecerle o reprocharle por la forma como le había llamado. – Nos dejara el vuelo si no lo sueltas. Yokozawa-onnichan nos veremos en una semana. Saludos a Yukina.


Y ahí iba el nombre del otro tipo que no tenía ni idea quien era pero que aparentemente poseía un vínculo especial con su pareja. ¿Es que no entendían que él ya tenía dueño? El puchero solo logro que la criatura le gritara para obligarlo a abordar. Sería una larga semana para Kirishima.


Mientras conducía hacia Mascarade S.A., Yokozawa oía el reporte que Ijuuin le había pasado sobre los movimientos del grupo de centinelas que lo buscaba. Aunque amaba a Zen, necesitaba libertad para buscar a Kuro, además el saber que ellos no estaban a su alrededor le daba cierta tranquilidad, ya que no estarían tan expuestos en caso de un ataque directo.


Finalizo la llamada, recordando a Hiyo. Después de la visita de Yukina la niña parecía haber retomado su dirección al poder expresar sus sentimientos sin miedo de ser juzgada y, sobre todo, entender que no era la culpable de la muerte del hombre a quien considero como su hermano. 


En su mente apareció el rostro de Kirishima, sabía que no estaba contento por dejarlo, pero antepuso la felicidad de su hija a la propia. Se convertiría poco a poco en un gran padre, de eso estaba seguro. El cariño como bien se lo había dicho a Hiyori el día que le dio su apellido, surgiría con la afirmación de ambos, y a su debido tiempo podrían formar el lazo que les había sido arrebatado años atrás. Todavía recordaba la hermosa sonrisa que le brindo. De repente la imagen de Sakura llego a su mente, quizás desde el cielo ella disfrutaba verlos al fin juntos.


Reviso con Yasuda la información de los operativos realizados, ubicando los sectores en el mapa, se dieron cuenta de las coincidencias, eran los sitios que Kisa y Hiyo-chan frecuentaban. La pregunta que los asaltaba desde que inicio ese proceso brillaba con más intensidad: ¿Qué quería realmente el padre de Sakura? La respuesta vino de quien menos esperaban. Yukina apareció en la habitación dando la noticia. Takafumi cayó al suelo como el día que encontró a Takano con Onodera:


- ¡Kuro los atrapo!


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