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Centinela por Mascayeta

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Regreso a su apartamento después de visitar a Hiyori. Cuando llegó, noto que la soledad que lo había invadido días anteriores, ahora le brindaba paz. Todo lo que ese apartamento guardaba en sus paredes, eran una muestra del amor que compartieron con el pelinegro.


Sentándose en el sofá se dio cuenta del celular que había olvidado. Procedió a conectarlo, tenía otras cosas que ordenar, además no eran muchos los contactos con los que no se había visto en eso días que estuvo perdido. No tenía ningún afán en revisarlo.


Así fue como hasta ocho días después comenzó a mirar el aparato, la infinidad de llamadas del número de Kisa le asombró. La última era de hacía pocos minutos, devolviéndola recibió una noticia que nada le gustaría a Yokozawa. Continuo la conversación en la medida que observaba el reloj, era demasiado tarde para detener a Kuro.


Agradeció la información finalizando la llamada. Inmediatamente marco el número de Hiyo, la voz que le contesto le indico que todo lo dicho por la mujer era verdad. Hiromi solo le pidió dar un mensaje a Yokozawa, antes de apagar el aparato. Yukina cumplió con el encargo.


- ¡Responde! – mantenía a la mujer sujeta del cuello a cierta altura del piso. Un mes desde la desaparición de los Kirishima y no había podido hacer ningún tipo de contacto con su pareja. El hambre estaba minando su cordura. Esa era una de las consecuencias de haberlo mordido.


- Si vas a pedir un favor, por lo menos hazlo de una manera más dulce – la burla de su madre hizo que el agarre fuera más fuerte, las uñas enterradas en el frágil cuello comenzaron a lacerar la carne brindando unos delgados hilos rojos. Separó sus labios dejando ver los colmillos. Lilith se esfumo entre sus manos para aparecer detrás de él. – Bien te ayudare, pero debes prometer que me darás lo que te pida.


- ¡Habla! – Takafumi limpio sus manos, odiaba el olor de la sangre de cualquiera que no fuera Zen.


La mujer manejaba muy bien las oportunidades que le brindaban y no iba a desperdiciar la que su hijo le ofrecía. Hablo de lo que sabía con relación a Kuro, para sorpresa del peliazul su madre no había hecho ningún pacto con el hombre, solo era un acuerdo de mutua colaboración, Hiromi la alimentaba mientras ella lo ayudaba a capturarlo. Sin embargo, como le dijo, no tuvo que mover un solo dedo, ya que él se le entrego de la manera más patética posible: Enamorándose de su centinela. Takafumi gruño, si tenía tiempo para burlarse era porque sabía más de lo que quería contarle, la mujer entendió la indirecta. Sacando un papel apunto los datos del lugar donde se encontraban los castaños.


- Recuerda hijo, los humanos son seres volubles, ahora tu corazón duele porque has conocido lo que para nosotros es imposible, el amor; pero Zen es un centinela y su instinto lo puede convertir en alguien cruel, prometeme que te cuidaras, dame el gusto de volver a verte... – las palabras sonaron como las del día que le advirtió de Takano. Desde esa ocasión comprendió que su madre no advertía, solo afirmaba los posibles resultados de su futuro, así mismo entendió que esa era su petición por la información suministrada.


Lilith quedo paralizada por la reacción de Yokozawa, abrazándola le dio un beso en la frente para desaparecer.


Llego de noche al lugar que señalo su madre, las sombras amigas de los seres de la oscuridad, en esas circunstancias eran sus enemigas, los centinelas las perseguían para matarlas, por eso la luz sería desde ese día su aliada, corrompiéndola.


Envió el mensaje reportándose con Henmi, era el único que sabía dónde se hallaba. Con una leve sonrisa recordó la cara del pelinegro cuando le hizo jurar que por nada debía contar a Kyou y Gou su ubicación, que solo les avisaría si al llegar el 23 de diciembre no tenía ningún mensaje de él. Casi con lágrimas Henmi acepto.


Esa esencia tan propia de él y de Kisa, era su legado como descendientes puros de la raza de Abel con los ángeles de luz. Llamados en algunas culturas como los “virtuosos”, estos individuos poseían la habilidad de ver entre dimensiones, pero eran vulnerables al ataque de los demonios y de las criaturas de la oscuridad, como consecuencia podían caer en la locura o morir muy jóvenes. En el caso de Shouta y de Kazuma, por alguna razón sus poderes habían sido sellados, logrando que su existencia fuera normal, más su particularidad podía ser evidenciada con sus acciones.


Sobando su frente se dispuso a descansar, necesitaba de todas sus fuerzas para el trabajo a realizar, no solo era combatir con Kuro, ahora se enfrentaba a no saber la reacción que tendría Kirishima. Apretando la joya en su pecho, trato de conciliar el sueño.


El lobo rondo por fuera de las instalaciones del bunker donde estaba su familia. Durante dos días vigilo con calma el comportamiento de los que allí se encontraban. Las guardias, el número de personas, las entradas y salidas de los carros, y ante todo trato de identificar que había imposibilitado su comunicación con su amante; los sortilegios alrededor de la construcción eran propios de la magia antigua y el olor era testimonio de los ángeles caídos. Kuro había hecho el pacto con ellos.


El grito lo saco de sus pensamientos, los hombres lo habían visto y estaban tratando de espantarlo, dando media vuelta se camuflo entre los árboles. La cámara de seguridad lo siguió hasta perderse, cuando juzgó encontrarse fuera del campo de visión, retomo su forma humana. El blanco cuerpo desnudo fue cubierto por la capa con el símbolo de la casa Drakull, su padre evito que se arrodillara, tomándolo del brazo saludo al guerrero.


Por primera vez, Yokozawa se sintió digno ante su progenitor, además, supo que no estaba solo.


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