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The Only One por Nova22

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Notas del fanfic:

N/A: los personajes no me pertenecen, pertenecen a Furudate Hauichi, autor del manga Haikyuu. 

Notas del capitulo:

Bueno, como uno de mis fic (el más largo) está a punto de terminar decidí permitirme el pequeño capricho de publicar uno de los fics entre mis borradores. Espero que les guste. 

Cero


.


.


Sentado sobre el suelo, cuyo frío le traspasaba el delgado pantalón del pijama, Tsukishima observaba, sin parpadear la pequeña grieta que se extendía desde la bonita bombilla circular ubicada en el centro del techo hasta una esquina de la habitación. Nunca había prestado mucha atención, se había mudado a ese dormitorio hace un año aproximadamente, pero no estaba seguro de que hubiera estado ahí antes, no lo recordaba, sin embargo no parecía que se tratara de algo que requiriera de una atención especial o que valiera la pena su preocupación, solo le había parecido curiosa...solo no tenía muchas ganas de pensar.


Cerró los ojos, frunciendo el ceño y apretando la mandíbula al mismo tiempo, como si estuviera siendo víctima de un terrible sufrimiento que pareció cesar cuando los tensos músculos de su pálido rostro se relajaron. Volvió la calma y el vacío, sin embargo continuó con los ojos cerrados y en completo silencio, como si el tiempo no importara, como si se tratara de un inanimado objeto abandonado en un rincón solitario. Fue entonces cuando fue capaz de apreciar un pequeño sonido, algo que podía confundirse fácilmente con el tic-tac de un reloj. Incesante, mecánico y tranquilo, y aun así diferente. No había relojes en el interior de ese minúsculo baño, lo sabía...aun así, se sintió como si marcara la cuenta regresiva hacía un terrible destino final.


¿Dónde estaba? ¿Qué era? ¿Por qué se burlaba de él? Abrió los ojos y su cabeza se movió perezosamente hacia el origen de ese sonido; el lavabo. Su mirada ausente y perdida en cada pequeña gota que pendía de la boca de este hasta ser finalmente liberada. Una y otra vez. Segundo a segundo. Minuto a minuto. Sin cesar, a un ritmo lento, hipnótico y sin final. No se detenía, las gotas caían y Tsukishima permaneció observando pasmosamente aquel vano espectáculo sin sentido, en silencio, en una calma que no era calma.


— Que insignificante — pequeñas gotas se formaban con rapidez, para después caer y desaparecer por siempre. Como si fuera nada, con si no importara, desaparecían sin dejar un solo rastro de su existencia. Era de verdad insignificante, no parecía que tuviera sentido y aun así, una a una, lentamente y sin cesar, todas y cada una de estas, juntas formarían algo mucho más grande y tarde o temprano terminarían por superar la capacidad del lavabo...rebalsaría.


Le pareció de pronto que era más interesante de lo que había imaginado.


Esa cotidiana y aburrida visión también podía verse de una forma más filosófica y aplicarse a la vida ¿No? Porque, tal vez, estaba ocurriendo lo mismo con él; su cuerpo estaba llegando al límite y cada una de las emociones que fueron acumulándose en su pecho, gota a gota y sin cesar, todas y cada una de ellas estaban a punto de desbordarse...de romperlo.


Apretó los labios. Sollozó, ahí estaba, como una tortura eterna...otra vez — Por favor...no de nuevo...


Ya no más, por favor. Por favor. Por favor. Sin embargo esa súplica desesperada no fue escuchada. Entonces, como queriéndose burlar de él, como atendiendo a su desesperación, como un recordatorio implacable y cruel de su realidad, su abdomen se contrajo y, tan inmediato y violento como hace unos minutos, sintió el impulso desesperado e incontrolable de vomitar. Su débil cuerpo se arrastró sobre el suelo. Su piel tan fría como un cubo de hielo, temblaba, sudor frío se deslizaba por su frente, finas lágrimas derramándose de sus dorados ojos y un amargo líquido caliente quemándole el esófago sin piedad, hasta encontrar su final en el retrete. Era una agonía, una tortura sin final.


Una cruel penitencia a su pecado.


Volvió a apretar los párpados y con molestas lágrimas aun corriéndole por las mejillas y el cuerpo temblando en el suelo, Tsukishima se abrazó a sus rodillas. Fuerte, con toda su desesperación, con cada gramo de angustia, deseando despertar de esa pesadilla y descubriendo la realidad sobre uno de los tres pequeños rectángulos plásticos sobre el suelo...pruebas de embarazo que marcaban un único y terrible veredicto; positivo.


Negó con la cabeza, tembló, sollozó...imploró a los cielos, suplicó por un deseo imposible — No, no, no, no...— repitió una y otra vez, apretó su abrazo, la mandíbula, los ojos, los dedos sobre su piel, pero fue contraproducente, las náuseas volvieron y segundos después lo poco que quedaba en su estómago se fue de viaje por las cañerías.


No podía volver atrás ¿Verdad? No podía cambiar nada.


Frustrado, ocultó la cabeza entre las rodillas y se mordió el labio inferior, tan fuerte que percibió el sabor de su propia sangre, tan desesperadamente que no fue capaz de percibir dolor. Las pruebas yacían aún en el suelo, burlándose de él y de su suerte con ese veredicto unánime. Cómo una sentencia cruel. Ahogó un sollozo. No podía ser real, era imposible, un sueño...una maldita pesadilla ¿Por qué estaba pasando esto? ¿Cómo podía ser siquiera posible? De todas las personas en el mundo ¿Por qué él? ¿Por qué? Maldita sea ¿Por qué?


Esto tenía que ser imposible y aun así, Tsukishima Kei, siendo un Beta, estaba embarazado. Esperaba un hijo.


— ¿Kei? — jadeó, sus ojos siguieron rápidamente la dirección de la puerta, su cuerpo en tensión. Una suave y preocupada voz le llamaba detrás y Tsukishima no pudo evitar desear desaparecer para siempre — ¿Estás bien? — apretó los labios, angustia le atravesó el estómago. Conocía a la perfección esa voz, pertenecía a su hermano mayor después de todo...el hermano al que habría deseado con toda el alma no decepcionar jamás — ¿Kei? ¿Estás ahí?


— S...si...espera un momento — se apresuró a levantarse, tropezando en cada uno de sus débiles movimientos. Se sujetó de la pared, el mundo se distorsionaba ante sus ojos. Apretó los párpados, náuseas nuevamente viviendo a él. Contuvo en aliento, no tuvo más remedio que aferrar ambas manos al lavabo y respirar para tratar de calmarse, implorar porqué fuera así.


Cuando el mundo volvió a la normalidad y las náuseas disminuyeron hasta un mínimo tolerable, observó su reflejo en el espejo. Se permitió descubrirse y lo que vio fue a una imagen irreconocible de sí mismo; su tez alguna vez de un hermoso blanco inmaculado había adquirido un tono amarillo verdoso que lo hacía ver demacrado y cansado, tenía los labios resecos, ojeras tan oscuras como la noche y deslucidos y cansados ojos...como un zombi.


Como un desastre.


Jadeó. Escuchó el sonido de la puerta ser golpeada nuevamente. Su cuerpo volvió a tensarse. Segundos después, la voz preocupada de Akiteru se hizo escuchar — Kei ¿Puedo pasar?


— Ya voy, solo dame un segundo...por favor.


Sumergió el rostro en la helada agua del lavabo, su frío penetrándole la piel y envolviendo sus ideas, hasta que la necesidad de respirar le hizo sacarla, entonces volvió a contemplar su reflejo. Suspiró, no podía hacer mucho al respecto, esa imagen reflejaba exactamente como se sentía, no podía cambiarlo aunque quisiera, aun así se forzó a sonreír, se forzó a sí mismo a fingir que nada estaba pasando.


Si tenía suerte podría engañarse a sí mismo.


Abrió la puerta e inmediatamente fue recibido por un rostro infinitamente preocupado. Fue abrumador y tuvo deseos de bajar la cabeza por la vergüenza de su pecado, de ocultarse, de desaparecer para siempre — ¡Oh! No...— el joven rubio, poseedor de unos ojos tan dorados como los suyos llevó una mano a su frente en un gesto maternal y suspiró — Te escuché vomitar hace un momento, así que te traje un Té...pero...— el mayor miró fugazmente hacia la humeante taza qué sostenía y luego a él, cada segundo parecía más preocupado — Tal vez debas tomarte la mañana para descansar o para ir al médico...tal vez estás...


— ¡No! — exclamó repentinamente y casi con violencia, asustando al rubio mayor — Es...es solo una resaca, ayer algunos chicos me invitaron a beber...y...no sé, creo que el alcohol no me sentó muy bien.


— ¿Alcohol? — Kei asintió. El mayor suspiró, casi aliviado y lo miró con fingido reproche — Una resaca...debí suponer que era eso, nunca fuiste bueno manejando el alcohol — volvió a suspirar, su expresión había cambiado a una más relajada — Bien, supongo que ese Té no va a servirte de mucho, voy a prepararte mi licuado especial ¿De acuerdo? Es una de mis especialidades y funciona mejor que un analgésico.


— El Té bastará, no es tan malo como parece — el estómago se le apretó. Sabía de lo que su hermano estaba hablando y en su estado actual ese horrible licuado iba a enfermarlo más de lo que ya estaba. Solo necesitaba un minuto para componer su semblante y encontrar la fuerza para fingir que eso no estaba pasando. Solo un minuto — Pasará...pasará pronto — murmuró tratando de convencerse a sí mismo de que así sería.


Akiteru sonrió y, como desde que era un niño pequeño, le revolvió el cabello haciéndole fruncir el ceño — Bien, toma él Té, ponte tú uniforme y sube en cinco, no...— hizo una pausa y sonrió — Quince minutos, hoy tenemos mucho trabajo que hacer...una fiesta no se organiza sola, tengo que supervisar la cocina, que las flores lleguen a tiempo, la decoración del salón, los meseros, las mesas...— comenzó a enumerar mientras caminaba hacia la puerta — Hay tanto trabajo que hacer y tan poco tiempo...— suspiró con fingido dolor.


Akiteru parecía muy feliz y animado; él amaba su trabajo, lo hacía siempre con una sonrisa. Tener que supervisarlo todo debía ser realmente estresante, sin embargo él estaba muy emocionado; era un momento único en el que podría demostrar a todos lo  bien calificado que estaba para ostentar el mejor puesto de la casa. Lo merecía, no había duda de ello, trabajó muy duro para conseguirlo; aún seguía haciéndolo.


Y ahora estaba a punto de arruinarle todo...por su estupidez.


— Perdón — susurró con un nudo en la garganta ¿Por qué tenía que hacerlo todo mal? ¿Por qué tenía que arruinarlo todo? ¿Por qué era tan inútil? ¿Por qué no fue más sensato? — De verdad...lo lamento.


— ¿Por qué? — su hermano volteó a verlo, volvía a caminar hacia él — ¿Por beber cuando sabías muy bien que debías trabajar el día siguiente? — dijo con fingido enojo, entonces su rostro se suavizó — Escucha, no voy a aplaudirte esto, fue muy irresponsable de tu parte, pero...también me alegra que lo hicieras — sonrió melancólico — Has estado muy solo desde...desde aquel incidente y me preocupaba que terminaras aislándote de todos...no lo sé, me gusta que puedas divertirte un poco más. Cómo tú hermano, lo único que quisiera es que puedas ser muy feliz.


Porque lo amaba ¿Verdad? Akiteru siempre creyó en él, siempre confió, siempre trató de cuidarlo y ¿Qué era lo que Kei había hecho? Simplemente arruinarlo todo, él no merecía algo como esto, no lo hacía — Hermano, yo...


El mayor negó con la cabeza — Está bien, pero no vuelvas a hacerlo, por el bien de tu salud...toma esa terrible resaca como un escarmiento y reflexiona sobre lo que hiciste — se acercó a él y nuevamente le revolvió el cabello — El alcohol es malo, Kei...


— No soy un niño...


— Lo eres para mí...el pequeño hermano al que adoro — susurró, sus dedos esta vez deslizándose por su mejilla — Ahora prepárate, nos espera un largo día de trabajo — dicho esto, él se marchó cerrando la puerta con suavidad, entonces Kei suspiró, ya se sentía a punto de un colapso.


Definitivamente iba a ser un muy largo día. Se dejó caer pesadamente sobre la cama y se cubrió los ojos con el dorso de la mano. Tenía ganas de llorar, quería gritar de desesperación, sin embargo solo pudo permanecer ahí. Solo ahí. — Idiota — murmuró para sí mismo.


No pudo decírselo, no tuvo el valor de hacerlo...era un cobarde ¿Qué iba a pasar a partir de ahora? ¿Cómo se suponía que iba a manejarlo? Akiteru iba a estar muy decepcionado y ¿Cómo no estarlo después de haber hecho lo que hizo? Ni siquiera sabía si podría volver a verlo a la cara cuando se enterara de la verdad...o si él volvería a sonreírle como siempre lo hacía, tenía miedo de que lo odiara, de lo que esto podría significar para él, de todo lo que podría provocar si esa verdad salía a la luz. Estaba aterrado, solo quería que fuera una mentira, pero...


Alzó la mano y, temblorosa, la dirigió hacia su vientre, sin embargo se detuvo a medio camino, no podía hacerlo. Aún no podía aceptarlo, todavía quería seguir creyendo que esto era solo un mal sueño. Ocurrió algo similar en el baño, las pruebas aún permanecían en el suelo. Sabía lo que eran y lo que significaban para él, pero tocarlas habría significado aceptar una realidad que aún se negaba a creer y de la que deseaba desesperadamente escapar.


— Hay tanto trabajo por hacer...— murmuró, no podía quedarse todo el día aquí...Akiteru lo necesitaba, sus tareas le habían sido asignadas ayer, necesitaba apresurarse si quería terminar a tiempo — Rápido.


Se levantó con el rostro inexpresivo y movimientos rígidos y automáticos. Bebió todo el contenido de la taza e inició la tarea de vestirse, no podía seguir perdiendo el tiempo aquí. El reloj continuaba corriendo incluso si no lo deseaba. Era momento para reflexionar. Sí. Las pruebas habían dado positivas, lo quisiera o no tenía que aceptarlo, pero no debía olvidar que era un Beta ¿Qué probabilidades tenía de llevar a término ese embarazo? Muy pocas, por no decir ninguna, necesitaba ser un poco más sensato aquí. La mayoría de los embarazos en Betas varones terminaba antes del tercer mes. Era verdad que no era imposible, sin embargo las probabilidades de éxito eran tan escasas que no era extraño llamarlo imposible, razón por la cual las parejas optaban por la adopción.


Quizá, no, definitivamente iba a ocurrir lo mismo con él ¿Por qué preocuparse por algo que iba a resolverse solo? Antes no estaba pensando muy claramente, la verdad era que todo había sido un shock muy difícil de asimilar y terminó siendo abrumado por el torbellino de pensamientos en su cabeza ¿Para quién no lo sería? Sin embargo, ahora, después de pensarlo detenidamente, comenzaba a darse cuenta de que había sido una tontería. Simplemente tenía que esperar el tiempo necesario para que la naturaleza de su raza siguiera su curso, resistir los síntomas y entonces todo estaría bien.


"Todo va a resolverse y a terminar muy pronto" sin embargo ese pensamiento, acompañado de sus profundas reflexiones, en lugar de hacerlo sentir mejor, le provocaron un nudo en el estómago y garganta ¿Qué estaba mal con él? ¿No debería estar aliviado? Pensaba que esto podría hacerlo sentir mejor, que podría tranquilizarlo, pero ¿Porque se sentía tan miserable?


Tal vez, y esto era solo una loca teoría suya. Era posible que no tuviera ningún sentido, pero, quizá, parte de su malestar se debía a que esta misma noche iba a ser testigo de cómo el hombre que, tal vez, había robado su corazón, el padre de la criatura que estaba esperando, se comprometía en matrimonio...porque quizá la idea de perder para siempre a alguien que nunca estuvo destinado a ser suyo estaba destrozándolo.


Era una teoría estúpida ¿Verdad?

Notas finales:

>3< gracias por leer >3< 


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