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Hoy me Levanto por LovelessMidori

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Notas del fanfic:

Pues este one shot lo llevo escribiendo mucho tiempo. Lo tenía a la mitad y luego mi computadora murió, segundos antes de que lo guardara, entonces perdi las ganas de terminarlo y apenas hoy que escuchaba la canción, me dije "oye, pues escribelo de nuevo!" 

 

Éste es el resultado.

 

Enjoy <3

Notas del capitulo:

Debo decir que esta pensado para One-Shot pero dependiendo de mis ganas de escribir mas sobre ésta pareja podría hacer una continuacion de hasta uno o dos capitulos más. Pueden ser song tambien o no.

Una serie de eventos desafortunados

Parke

.

Casi sin saliva y un poco alcoholizado, desperté sin mi cartera y mis amigos se marcharon.

 

Su garganta estaba totalmente seca, la cabeza le daba vueltas y las nauseas no tardaban en aparecer tampoco. Se levantó del sucio suelo del bar, el simple hecho de mantener abiertos los ojos se volvía una tarea totalmente imposible. Tardó todavía un par de segundos más en mirar a su alrededor y comprobar que ninguno de los desgraciados que tenía por amigos estaba en el bar, tan solo el dueño se encontraba recogiendo las botellas vacías que habían quedado en las viejas mesas de madera, al parecer el viejo aún no se percataba de su presencia. Era buena noticia, eso le daba la oportunidad de un par de minutos más para examinar su situación.

 

Ya está amaneciendo y de la calle me levanto, luego me percato: No están mis zapatos.

 

Se puso de pie tan pronto como su resaca se lo permitía y al dar el primer paso sintió el suelo pegajoso bajo sus pies, fue entonces que se dio cuenta de que no llevaba calzado. ¿Qué demonios había ocurrido la noche anterior?

 

Recordaba el rostro de Su diciendo que llevaban días sin salir a divertirse y a decir verdad no le había apetecido en ese momento pero su amiga se había puesto tan insistente que terminó siendo arrastrado al interior de ese lugar de mala muerte junto con Kim, Armin y Violeta. Ni si quiera le hablaba mucho a esos chicos. En fin, para su mala suerte el haber terminado recientemente con aquel pelirrojo, que ni siquiera se atrevía a mencionar aún su nombre, había sido razón suficiente para aceptar embriagarse tanto. Nunca fue muy tolerante al alcohol, pero después de la cuarta cerveza ya no le importaba si terminaba como una masa babeante en el suelo. Grave error.

 

El anciano dueño del bar le miraba con desaprobación mientras manoteaba de un lado a otro diciendo obvias cosas que Nath no tenía ni las ganas ni el tiempo de escuchar. Salió del bar sin detenerse a mirar que había dejado olvidado su saco sobre un desgastado sofá.

 

Respira tranquilo, camina despacio y olvida las veces que te hicieron daño.

 

La luz del sol le golpeó de lleno en el rostro, cerró los ojos sintiendo nuevamente el dolor en su cabeza y las nauseas volviendo a su estómago. Revisó sus bolsillos, faltaban sus llaves y cartera y estaba casi seguro de que le había dejado encargado el teléfono Sucrette. En el bolsillo trasero encontró algo de efectivo, lo suficiente para comprar un vaso de ramen en un mini-súper mas no para volver en transporte publico hasta su casa. Tenía que elegir que hacer y siendo sinceros, el hambre le había ganado.

 

Pagó su comida, le sabía a pura gloria… hasta que sintió la necesidad de devolver.

 

Cerró los ojos mientras respiraba profundo, buscando controlar el asqueroso impulso, siempre había odiado vomitar. A su mente llegó el rostro de Castiel, se encontraban en su departamento, una noche antes pidieron comida china y algo tenían los rollos primavera que le hicieron enfermar y por la mañana tenía al pelirrojo sobando su espalda mientras él regresaba gran parte de la cena al inodoro. Las arcadas eran horribles pero dentro de todo eso, podía presumir lo atento que su novio se había portado con él… aunque también podría ser el miedo del pelirrojo a que le sucediera lo mismo. Muchas cosas buenas habían tenido que Castiel dejara de lado su orgullo y por fin aceptara que gustaba del delegado. Muchas cosas buenas, entre ellas que ahora no vivía con su padre. Veía a su madre en ocasiones, también saludaba de lejos a su hermana, pero el departamento que rentaba al otro lado de la ciudad era mil veces mejor que la vida que llevaba anteriormente, y eso gracias a la ayuda que le había dado el pelirrojo. Le había conseguido un trabajo de medio tiempo en una tienda de música en el centro comercial, le llevaba comida de vez en cuando y le había dado la confianza que llevaba años necesitando para hacerle frente a sus problemas.

 

Sacudió su cabeza, despejando aquellos buenos recuerdos que en ese momento le resultaban dolorosos y siguió caminando, era pasado el medio día y el sol estaba más fuerte que cuando salió del bar. Aún le quedaba mucho rato para volver a su casa.

 

Creo que fue en el centro que un perro me ladraba. Se rompe la cadena y lo pierdo entre cuadras.

 

Tres calles llevaba corriendo de un maldito perro que se había soltado de su casa, y es que en serio ¿quién rayos dejaba atado a un perro tan peligroso con una cuerda tan delgada? Tenía la sensación de que ya no le perseguía pero ni por las piedras que se enterraban en sus calcetines ni por los charcos que había pisado se detendría a mirar.

 

Otro recuerdo le venía a la mente mientras doblaba la esquina y recuperaba el aliento. Una palmada fuerte en su hombro y Castiel llamándole “rubia sin condición” cuando habían sacado a Demonio a pasear y Nathaniel le había soltado la correa, o más bien, atado mal. El perro se dio a la fuga y a él le había tocado perseguirle por todo el parque, tras la tercer vuelta cayó sobre el frío pasto mientras sentía el peso de su pareja sobre su cadera. Le escuchó reír y le devolvió el beso que el otro había iniciado. No se percató de que al caer se lastimó el tobillo y tuvieron que regresar al departamento de Castiel. “Puedo llevarte cargando, princesa” le decía, pero de ninguna manera le daría más material de burlas. Recordó como le ayudaba a recostarse en el sofá. Recordó el beso suave sobre su pie. Recordó la caricia en su cabello. A simple vista, Castiel podía parecer un chico rudo, y un idiota. Sin duda eso último sí que lo era, pero también era todo un romántico, un sobreprotector.

 

Sintió cierta humedad en su mejilla que le volvió a regresar a la realidad. De primeras miró hacia arriba e imaginó que era una gota de lluvia, el cielo se veía gris, pero aun no caían las gotas. Si alguien le mirara en ese momento, afirmaría que es la inexistente lluvia antes de aceptar que la gota que escurría por su mejilla era más bien salada.

 

Maldita está mi suerte, largo el camino a casa. Gris y nubes en el cielo y yo con mi resaca.

 

Siguió caminando, lo último que necesitaba era llegar empapado también. Seguramente andar sin zapatos medio día le haría coger un tremendo resfriado, no tenía necesidad de empeorarlo.

 

Gracias a ese estúpido perro la sed que tenía había comenzado a despertar nuevamente y le atacaba haciéndole sentir como su garganta le quemaba y la maldita sensación de que todo a su alrededor daba vueltas. Ya no estaba ebrio, eso era más que obvio pero solo Dios sabía cuánto tiempo más le duraría aquella tremenda resaca. Maldita resaca.

 

Cuando Castiel tenía resaca, Nathaniel salía a la tienda más cercana y le compraba sal de uvas, pero en ese momento, sin cartera, sin teléfono, ¡sin zapatos! Imposible conseguir sal de uvas. Podía escuchar la voz del pelirrojo en su cabeza: “no seas idiota, ya se me pasará, el buen sexo todo lo cura”. Sus mejillas se sonrojaron poco a poco al recordar aquellas noches, al terminar de hablar, Castiel le tomaba de la muñeca y sin darse cuenta sus labios eran devorados por el pelirrojo. Era aplastado suavemente por todo su cuerpo y siempre se sentía de alguna manera más diminuto debajo de él. Se abrazó a sí mismo, cerró los ojos y dejó que su imaginación le hiciera sentir aquellas grandes manos abriéndose camino bajo sus prendas, aquellos dedos rozando con suavidad sus costados y aquellos dientes mordiendo con fiereza sus labios. Como le echaba de menos, como extrañaba sentirle, sentir ese trato brusco en la cama, a la par que cuidadoso. Así era Castiel, pasión, fuerza, ternura, todo a la vez. Podía dejarse hacer totalmente por él. Se dejó llevar, recordando los labios de su pareja bajando por su pecho, repartiendo cortos besos sobre su lechosa piel hasta llegar con tortuosa lentitud al borde de sus pantalones.

 

Hubo una temporada en que ni si quiera se le antojaba llevar puestos los calzoncillos, llego a pensarlos como un maldito estorbo. Sin ellos, más pronto llegaba Castiel a su miembro y lo envolvía con sus labios. Lo succionaba un poco y le torturaba con esa maldita lengua, le humedecía. Si Castiel estaba de buen humor le dejaba terminar en sus labios y que excitante resultaba cuando subía entonces y le besaba, le embriagaba y lo dejaba sin aliento. Debajo de su cuerpo, se sentía débil y seguro, indefenso y cuidado, se sentía derretir, se sentía temblar, se quemaba internamente y explotaba también de placer cuando abrazado a su cuello era embestido con fuerza contra el colchón. Sus cabellos jalados con fuerza, su cuello marcado, su interior inundado y su vientre pegajoso.

 

Y de nuevo, respira tranquilo, camina despacio y olvida aquella noche, el pasado ha pasado.

 

Pero claro que todo eso debía terminar de algún modo. Cuando el pelirrojo sintió que todo se ponía realmente serio entró en pánico, y Nathaniel fue un maldito imbécil al creer que Castiel no quería continuar con aquello, Nathaniel tenía que protegerse y proteger aquel orgullo estúpido e innecesario y terminar antes que el pelirrojo. Así es como no sales herido, ¿no? Y no le quiso creer a su novio cuando le decía que no estaba seguro de si aquello era amor o no, pero que esperaba pasar mucho tiempo a su lado para descubrirlo.

 

Pasaron un par de días, tal vez si hubiera aceptado hablarle habrían buscado la manera de hacer que aquello funcionara, pero no se esperaba entrar al centro comercial y verlo al otro lado de una banca con aquella bruja que los había puesto de enemigos antes. No esperaba que Castiel siquiera aún se hablara con ella, con Debrah. Pero al final “son cosas que pasan, no las controlas, Nath” es lo que Su le decía.

 

Hoy me levanto, ya estoy al tanto.

 

Sí, son cosas que pasan. Ya lo sabía. Era de esperarse.

 

Hoy me levanto. Hoy yo me levanto.

 

Encontró una banca. Tuvo que regresar varias cuadras más para encontrar el camino que le llevaría a su casa. Estaba harto, estaba cansado. Le dolían horrores los pies, se sentó y decidió que descansaría algunas horas antes de continuar. Dejó caer su rostro entre sus manos y ahí, entonces sí, acepto que las lágrimas que no había derramado en aquellas tres semanas comenzaran a descender por su rostro y mojaran sus manos y su pantalón sobre las rodillas.

 

Tocar el fondo se siente morir.

 

-          ¿Te sientes bien?

 

Al abrir los ojos, solo resta subir.

 

Al levantar la vista se encontró cara a cara con un sujeto que no había visto nunca antes. Alto, rubio, bronceado y lleno de tatuajes. Le dirigía una cálida sonrisa y Nath estaba seguro de lo patético que se veía ahí sentado, sucio, descalzo, con aliento a borracho, con el pelo despeinado y los ojos rojos e hinchados. El muchacho le tendió una botella de agua. “Me llamo Dakota, puedes decirme Dake.

 

 

 

Hoy me levanto.

Notas finales:

Pues eso, repito la cancion en la que esta basado es Una serie de eventos desafortunados de Parke


Aqui les dejo el link por si la quieren escuchar:
https://www.youtube.com/watch?v=SgAANiNc53Y

 

Eso es todo, si les gustó por favor háganmelo saber, tosos sus comentarios son bien recibidos.


Gracias a todos los que se tomaron el tiempo de llegar hasta aquí, son un amor <3


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