Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El día que fuimos sombras por Lady_yuu

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

El cuarto fic para el SagitarioFest. Este si me costo mucho escribirlo, bien sea porque la historia no me convencía y porque Kanon rebelde no quería. A veces los personajes como la historia se nos van de las mano y eso es lo divertido de escribir.

Queda mencionado, este es otro headcanon entre Kanon x Aioros, no, no hay romance, no es yaoi ni hard lemon. Siento que no sea de su gusto mis historias porque son más enfocadas al canon y porque va implícito. Lo que si tiene es shonen ai.

Kanon reconoce sus sentimientos atreves de su hermano en una bonita reflexión.

Advertencias: Shonen Ai, posibles sentimientos entre chico x chico

Disclaimer: Los personajes son propiedad de su respectivo autor, Masami Kurumada.

El día que fuimos sombras

Esta mañana no hace tanto calor como las otras. Hasta la brisa marina refresca. Se siente cierta paz. Es uno de esos pocos días donde despierto de buen humor. Un poco positivo, un poco pensativo. No me gusta filosofar, soy malo para esas mariconadas, pero siempre se da en la vida de todo hombre. Y mi hermano mayor solía decir que me hacía bien leer pero nunca le hacía caso. Mi hermano siempre fue un aburrido, insufrible e inmamable.

Aunque gracias a eso consiguió lo que quiso pero no era él, nunca fue él, siempre supe que él por sí mismo era un fracaso, necesitaba una fuerza extra porque si no, fracasaría, como yo. Porque nos rigüe la misma estrella. Que por cierto, desde aquí se ve muy bien. Y la puedo maldecir con toda tranquilidad antes de que muera.

Reconozco que ser gemelos tiene sus  ventajas. Burlarte de la gente, nunca saben quién es quién. Para lo que les importa. Se les engaña con facilidad. Puedes ocupar el lugar de tu hermano mayor de los desastres que hacías en Rodorio a los diez años. Con desastres me refiero a pasar corriendo con los amigos y tirar puestos de comida. Ser perseguido por el dueño de la tienda de verduras por tomar una fruta sin permiso. No lo hacía diario, sólo cuando Saga me hacía enojar.

Cuando se le ocurría ir al pueblo tenía que pedir disculpas por mi culpa, antes de que lo golpearan o lo acusaran con el Patriarca.

Yo desde una esquina, me moría de la risa. Tal vez era una sombra, un muro, un mueble pero sabía cómo divertirme. Ya después Saga me retaba y terminábamos peleando en la sala de la casa de Géminis. Entre gritos, tirones de cabello, moretones en el cuerpo, para después tomar leche tibia con pan.

Siempre me decía que tuviera cuidado y no me metiera en problemas. Aunque no se puede detener un puberto de catorce años. Yo podía moverme sin problemas en Rodorio y los pueblos vecinos. Hacia lo que me daba la gana. Tenía ese derecho por ser el apestado. Es por eso que retaba siempre algún arrogante gañan y de esa forma practicaba. Hasta que ya no fue suficiente y me iba a entrenar a solas, cerca del mar. Donde nadie me viera. Otras veces cuando Saga estaba de buen humor me acompañaba y enseñaba lo que él aprendió.

La relación con mi hermano era buena, a pesar de todos los conflictos que él tenía. Yo estaba siempre ahí. Ayudando con sus crisis. Aliviando sus recaídas. Preparando sopa caliente. La compañía de sus demonios. Porque solo nos teníamos a nosotros. Sangre y espejo. Finalmente estábamos hechos de la misma sustancia. Malditos por la misma familia. Y todo estaba bien hasta que… Aioros se nos atravesó en el camino.

Literalmente se atravesó en mi camino. ¿Cuál era la posibilidad o porcentaje de encontrarte justamente con el diablo vestido de ángel? Con su cara feliz como si todo estuviera bien. Su sonrisa de amanecer y los ojos vivarachos. No sabía dónde andaba metido mi hermano y tuve que hacer la mejor representación de él. Con el cuerpo rígido y su estúpida cara estoica.

Atravesaba el mercado de Rodorio, pensaba tomar camino a la playita solitaria donde solía entrenar. En medio de la muchedumbre escuché el nombre de Saga y tonto de mí, giré en busca de quién.

Los ojos verdes de Aioros tenían un brillo magnético. Transparentes y fulminantes. Como si hubiera encontrado un tesoro. Sus pupilas dilatadas revelaron la sorpresa de encontrar al reflejo de Saga.

La amabilidad con la que habló, la forma de dirigirse a mí como si lo conociera de años, me dio escalofríos. A pesar que creía que era mi hermano mayor, me hizo sentir bien. ¿Hace cuanto tiempo que alguien no tiene esas atenciones conmigo?

Su cosmo pacifico, con la habilidad de abrazar sin tocar. ¿Qué demonios era ese muchacho? Saga nunca hablaba de él y cuando lo hacía no terminaba de relatar. Quedaba en silencio, mirando la nada. Pensaba con tristeza. Conocía a la perfección lo que pensaba o sentía, obviamente, el lazo único que nos otorgó el universo.

¿Había algo más que asustaba a mi hermano y no eran sus voces? Comprendí al escucharlo porque Saga mantenía su distancia. Tenía miedo que percibiera los latidos de su corazón.

Por mi parte, hace mucho tiempo que no tenía contacto con alguien y Aioros parecía tan familiar, casi cercano. Lástima que creyera que era mi hermano.

- ¡Saga! ¿Qué haces aquí? - preguntó con voz entre cortada por la agitación- se supone que irías con el “El trio desastres” a entrenar cerca del bosque.

Lo miré con curiosidad. ¿Era real? No me moví ni respondí. Si abría la boca podría notar nuestra diferencia de voz.

- ¿A caso los has dejado solos?

Hablaba sobre  los tres mocosos que apodaron de esa manera por ser cómplices de travesuras. Los conocía como conozco todo el Santuario, de lejos y en silencio.

Miré en todas direcciones, buscando una salida de emergencia. Atravesamos la plaza. Aioros no paraba de hablar. No sé cómo lo soportaba mi hermano.

Trague saliva. ¿Cómo escaparía de esa? Sí Saga nos encontraba sería un gran problema. No sólo por que debo permanecer oculto, sino porque Aioros pudiera hacer un escándalo. Algunas personas pasaban alrededor de nosotros comentando que estorbamos el paso. El mercado no era lugar para jovencitos. Yo seguí sin reaccionar. Ante la negativa, Aioros tiró de mi mano y no tuve más remedio que dejarme arrastrar fuera de la multitud.

- ¡¿Qué sucede?!- exigió una explicación. Yo seguí en silencio.

Una vez en la plaza, lejos del mercado, solté la mano Aioros. Nos miramos.

- ¿Estás bien?- preguntó con ese suave tono de voz que empleaba en Aioria cuando se lastimaba.

Obviamente no estaba bien. Seguí buscando por los alrededores un escape. Rogué a Zeus que no apareciera Saga.

- Andas raro - la mirada inquisidora del sagitario recorrió mi rostro, pensé que se daría cuenta que no era Saga, ¿cómo? No sé, Aioros era igual de curioso que un mapache- ¿te has cambiado de ropa?

Cerré los ojos. Estaba a punto de empujarlo y escapar. Ya después Saga se encargaría de justificarse por mí. Debía hacer algo para distraer su mente. Rápidamente pase mi mano por su cabello, simulando quitarle una basurita.

- ¿Qué haces?- preguntó, seguí en silencio. Lo que fue sospechoso porque frunció el ceño.

Así que pase mis manos por sus mejillas con el mismo gesto de quitarle basuritas. Aioros se estremeció como lo haría un perro al ser acariciado por su dueño. Sé que le gustó el contacto de mi mano en su cara, la forma de sonreír fue familiar, como si estuviera acostumbrado. Saga era un enfermo.

-Me haces cosquillas, Saga- Al instante lo solté. Pude haberlo golpeado en la cara pero me contuve. Detestaba que me confundieran fuera por error o ignorancia- Volvamos.

Aioros miró en todas direcciones sin dejar de sonreír. Era jondamente inocente. Jamás descubriría la diferencia entre Saga y yo. El Sol calentaba y no podía echarme a correr o de lo contrario lo tendría tras de mí como laca. ¿Qué podía hacer? Si aparecía algún conocido y me veía, iba a empeorar todo. Así que tuve que seguirlo.

Comencé a sudar por la presión. ¡Van a descubrirme! ¡Van a descubrirme! El Patriarca me va a encerrar en un sótano. ¡Maldito Aioros, desaparece! Caminaba a mi lado. Era más bajito que yo por uno centímetros y olía a hierbas. Su cabello castaño se movía suave con el aire al igual que los listones de su cinta.

Había algo en el ambiente que me hacía sentir misteriosamente cómodo. Pese a entrar en pánico, existía una calma extraña. Asumí que provenía de Aioros. ¿Qué clase de cosmo era ese?

- Siempre haces cosas extrañas-dijo sin dejar de mirar el caminor13; no es la primera vez que te veo rondar el pueblo o entrenar a solas en la playa afueras de Rodorio. ¿Por qué tanto misterio?

Me paralice, mis pies se enterraron en la tierra. Aioros me miró de una forma compasiva, casi mutilando mi alma. ¿Esto es lo que vivía Saga todo el tiempo? ¿A caso ya nos había descubierto?

- Tengo que volver- hable imitando a mi hermano, pero no salió del todo bien, parecía que estaba enfermo de la garganta.

Aioros negó con la cabeza. ¿Por qué tenía que ser chinche? Eres un pegote Aioros, estuve a dos de decirle. Tenía motivos para arrojarlo al suelo y correr. A diferencia de mi hermano, yo no me engañaba. No me escondía tras máscaras. La hipocresía no era mi amiga. Estuve a tentado a decirle la verdad con tal de no tener problemas. Porque sabía que sí Saga descubría que salí de las sombras pelearíamos y luego el Patriarca me encerraría. Muchas veces Saga me amenazó con eso. Vivir encerrado era mi mayor miedo.

- Me largo- dije entonces dando la vuelta. Camine aprisa, intente mezclarme entre la multitud pero fue imposible.

Aioros me detuvo. El contacto de su mano en mi hombro quemó igual que un hierro caliente.

- ¿Este es de esos días en qué no me quieres cerca?- No había forma de escapar- Debería hacer una tabla con los días y pintar cada uno del color de tu estado de ánimo. Azul estas de buen humor y verde para cuando huyas de mí.

Cobardemente desvié la mirada. Suspiré resignado. Una chispa en sus ojos invitándome a decir la verdad. Fue una esperanza momentánea. ¿Y si le contaba todo? Aioros no era malo. Lo había visto ayudar ancianos en el pueblo, dar dinero a los pobres, alimentar a las aves. Por un momento lo pensé. Quise que fuéramos sombras y entendiera el significado de no ser nadie. Así, podría tener otra visión de la vida. Conocer a los desafortunados. Aprender del hambre, la soledad y la muerte. Por un momento pensé que Aioros podía comprender el lado oscuro de la realidad. Sus ojos exponían su nobleza. Era un maldito santo.

- La verdad es que… yo no soy Saga, soy su gemelo. Me llamó Kanon.

Un impulso o una necesitad me incitó a hablar. De mis labios salió el pecado más grande. Apreté los parpados a la espera de un golpe. Sin embargo, lo que obtuve fue una sonora risotada del centauro. Se llevó las manos al estómago mientras se doblaba de risa. Reí igual. Vaya idiota más grande.

- No pensé que tuvieras tan buen sentido del humor- decía entre risas, limpiaba con su dedo las lágrimas de los ojosr13; espera que los niños oigan este chiste.

- Por eso debes dejarme ir, Aioros. Sí alguien descubre que me viste, Saga podrá tener muchos problemas.

- Vaya que me has hecho reír. ¡Que ocurrente! - afloje la tensión de mi cuerpo. Su risa me contagió y reí-  de verdad te desagrada mi compañía. Hubieras empezado por decirme que este no era de esos días bonitos que paso contigo- volvió a reír.

Otras de las ventajas que poseemos los gemelos es esa conexión inexplicable de sentir o saber lo que sucede al otro. Generalmente sabía cuándo Saga estaba preocupado. O sus dolores de cabeza llegaban a mí, una hora después. Estaba cien por ciento seguro de lo pensaba y sus emociones. Por ése entonces las hormonas pueriles hacían de las suyas. Yo estaba seguro que estaba enamorado de alguien porque dos veces lo descubrí masturbándose en la noche. De quién, ¿no sé? No había muchas amazonas y las criadas eran mayores. En el Santuario no se hablaba de esas cosas. Yo por mi parte no estaba interesado en nadie, más que de la muchacha que atendía la joyería en Rodorio pero era mayor.

- No imagino un mundo con dos Sagas- comentó pensativo- sí así fuera, sería divertido tener otro chico de mi edad con quien hablar. ¿Te imaginas? Saldríamos al mar todas las tardes o visitaríamos la dulcería.

¿Cómo puede un ser humano romperte en miles de pedazos? Era más diabólico que Saga y yo. A pesar que sus palabras salían del corazón. Yo estaba quebrándome como un espejo. Tenía una grieta en la frente, en las manos, de las piernas comenzaron a caer pedazos. Cada uno mostraba mi reflejo o el de Saga.

- Sería divertido vivir en un mundo con dos como tú. Quien sabe, el otro puede que si me quisiera.

La sangre se atoró en mis puños. Mi cabeza estaba hirviendo. Sentí pena por mi hermano, tener que convivir con este raro ser. Abrazaba el mundo como si supiera de lo que tratara todo. Y lo entendí. A través de las palabras y la energía de Sagitario. Reconocí mis propios sentimientos a través de los de mi hermano.

- Bueno, no te quito el tiempo. Disculpa, es que fue extraño encontrarte aquí- se alejó un poco de mí- no dejes al “trio desastres” solos. Te veré en la merienda.

Ahora no quería que se fuera. Su compañía reconfortaba como una fogata en el invierno. Sin embargo, no hubo forma de retenerlo. Quise contar un chiste idiota como los que contaba a Saga cuando estaba triste, no salió nada de mi boca. Susurré su nombre pero él ya había agarrado camino al Santuario. Su andar era torpe o parecía bailar en cada paso.

- Yo si hubiera querido ser tu amigo- dije. Las alas de Aioros se divisaban cada vez más lejos. Lo vi tropezarse y sonreí.

Tal vez sí Aioros hubiera estado con nosotros nada malo hubiera pasado. Pero eso son sólo cuentos de mi cabeza. Pendejadas que pienso porque no tengo nada mejor que hacer en esta celda. Porque de tanto mar me vuelvo histérico y entre delirios lo llamó. A lo mejor no está muerto. Puede que aparezca con sus alas gigantes y me diga si quiero jugar con él. Aunque sé muy bien que mi hermano también lo está buscando, porque le duele. Maldito Saga, por su culpa, siempre termino como el otro extremo del teléfono descompuesto. Quien sabe, nunca lo voy a saber. Sí ese día no hubiera tenido miedo y mi confesión no sonara a chiste, Aioros habría salvado nuestras almas de su destino. Aunque, tampoco es algo que deseará, de lo contrario lo hubiera intentado. Sí, yo pienso mucha tontería. La sal me hace divagar.

Notas finales:

Cualquier error o detalle que se note en el texto, puedes hacérmelo saber con toda confianza. De ante mano muchas gracias por el tiempo de lectura y si alguien deja un comentario, millones de gracias por el tiempo y el detalle.

Saludos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).