Tres son los días que debo ir a clases en la semana.
Tres es el nombre de mi gato, curiosamente.
Tres es mi número favorito.
Y tres es el número de suerte de Andrew.
Te preguntarás, quién es él... (o no), y pues déjame decirte que no es importante por los momentos. Lo importante es quien soy yo. Mi nombre es Rem, el único, el más grande, el que ahora mismo está llegando tarde a su último día de instituto. No soy una persona muy responsable ¿qué te puedo decir? Tiro mis cuadernos al llegar a casa, no hago mis deberes, mi hermano mayor me molesta continuamente... ¿y yo? Simplemente me dejo hacer, vivo la vida con tranquilidad, para mí es más sencillo eso que estar todo el tiempo haciendo cosas “productivas” como dice mi madre, ojalá pudieses escuchar cómo la imito, me sale a la perfección.
—¿De nuevo con esa cara de idiota?
Sí, ese es Andrew, mi estúpido hermano que cree que por ir dos años adelante que yo es la gran cosa, él siempre me ha mirado desde arriba y una vez incluso me lo dijo “Ramsés, eres un estúpido. Ríndete ante el sistema y mejor vete a vender naranjas a la plaza” Yo sé que él me tiene envidia, es normal... ¡después de todo él no es como yo! Soy de lo mejorcito que hay, es que pues...verás. Yo soy un semidiós, hijo de Apolo y él es un simple mortal.
Cuando cumplí, 10 años mi madre me dijo la verdad. Recuerdo claramente que me sentó junto a un hombre de cabello dorado que llevaba unas gafas de sol diciéndome: “Rem, este es tu padre, o sea... tu papá no es tu papá, tu papá es este tipo guay de las gafas que es tan hermoso” vale, vale... No dijo eso, pero sí me presentó a ese hombre que ni me miró. Solo sonrió y me medio dejó ciego. La cuestión es que somos semidioses, hijos de dioses y bla bla bla. Nuestros padres se volvieron idiotas (o se pusieron muy calenturientos) y terminamos naciendo nosotros. Hoy (como ya te dije) será mi último día de instituto, el tres de marzo... Y por eso dije que es el número de la suerte de Andrew ¡porque él se quedará con todas mis cosas!
—Ya, deja de soñar y mejor salgamos... Ya llegamos. —Él dijo eso mientras golpeaba mi cabeza con una de sus usuales “galletas” que no era más que un cocorrón mal disimulado. —Voy, voy.
Después de decir eso caminé fuera del auto sin despedirme de mamá, estaba molesto con ella... Es que, era mi último día de instituto porque iría al Campamento Mestizo. Se suponía que ese era un campamento (dah) en Lond Island donde nos mantenían a salvo a nosotros los semidioses porque atraíamos monstruos. El campamento estaba al mando de Quirón quien era mitad caballo ¡que genial! Y también me dijeron que había algún dios o no sé, sería divertido...Pero no quería dejar atrás a mi madre que había trabajado tan duro para darnos educación. Ella se quedaría con ese simple mortal llamado Andrew.
Finalmente, después de ingresar a las instalaciones de mi escuela que por las paredes de mal ver y la horrible decoración que decía: ESCUELA PÚBLICA, a todo pulmón, me escapé del dominio de mi hermano y corrí hasta mi salón; mi clase era bastante normalita, a decir verdad... y pues, había un aura de celebración que parecía ser navidad (en marzo, sí). Decía en la pizarra: Felicidades clase 2b, nos hemos librado de Rem, yay! —Lo único que faltaba... Creí que solo era mi hermano, pero ya veo que es toda la ciudad
—Que tonto. Sabes bien que algunos te extrañaremos por aquí, eres mi mejor amigo... Claro, siento mucho que te tengas que mudar a México pero bueno ¿qué se le hace? Así es la vida.
—No me voy a México —Refunfuñé ante las palabras de Kim, mi mejor amiga
—Pues... a Perú, disculpa
—No hay cuidado... —(Sí, demonios, le dije que me iba a Perú ¡no se me ocurrió nada mejor!) —Es solo que me es difícil dejarlos, sé que no muchos me quieren porque he hecho cosas... tontas
—Rem... —Me interrumpió mi genial y dramático discurso —No “hiciste cosas tontas” —Repitió aquello con su voz nasal, que era un copia barata de la mía. —Es que quemaste el aula de ciencias con ... bicarbonato y sal
—¡era algo muy complejo! —Lo que me sucedía ella no lo podría entender, la verdad es que cuando me ponía nervioso o me quedaba concentradísimo... Tendía a calentar demasiado las cosas. ¡Oye, que mi padre no es el dios del sol por nada!
El resto del día transcurrió normal, comí una pizza recalentada, dormí en algunas clases y luego regresé a casa escuchando de fondo las historias de Andrew. Cuando comencé a casa fue que inició el suplicio. Aquello comenzó cuando me vi en el espejo y supe que hasta los semidioses me iban a hacer bullying por esa cara mía que solo mi madre amaría (mi papá insiste en que diga que soy hermoso como él, pero es que él es inmortal, yo... famélico). Suspiré contra el espejo y llevé mi maleta hasta la parte baja de nuestro viejo departamento. Allí me esperaba un auto, el de mi madre quien estuvo con lágrimas en los ojos durante todo el camino, he de resaltar (también se comió dos semáforos).
Ni siquiera me despedí de mi hermano, ni siquiera pude llamar a mi amiga... Simplemente nos metimos por un bosque muy feo y terminé por decirle a mi madre que todo estaría bien... Pero creo que me adelanté demasiado porque, aquello acababa de empezar, y hasta ahora... hasta ahora han pasado cuatro años en donde he vivido en el paraíso tanto como en un martirio.