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Todo a su tiempo, y el mío es hoy. por Mariposa23

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Notas del fanfic:

Mariposa: para y por todas las personas, q nos pidieron una continuación. Fue muy complicado porque. Esta historia no fue hecha para una continuación. Pero intentamos hacer lo posible aun q no sea lo suficientemente bueno. Espero y les guste.
23-gracias por comentar y por leernos.

“Un vez, Bruce reencarno en una hermosa dama. Tan alta q intimidaba, pero esas dulces curvas eran todo lo gentil q ella no quería ser. En esa realidad, Clark siguió siendo fotógrafo. Al cual la señorita iba constantemente para ser fotografiada. Con su garbo y su distinguida presencia, con el rostro hermoso y natural, de ojos profundos y azules de cejas espesas y perfiladas, el fotógrafo; consideraba un arte el retratarla.”

La gente podría considerar banalidad y soberbia o hedonismo, el ir a fotografiarse constantemente. Pero lo cierto es q para ella, la fotografía, era algo más q retratar su cuerpo o su rostro.
Era la expresión, en un arte, q le permitía utilizar otros ojos, para hallarse a sí misma.
Las fotos q le hacía, aquel fotógrafo en particular, capturaban mucho más de sí.
Era su alma translucida impresa en sus ojos, mezclada entre la piel blanca, y los largos cabellos. Lo que veía reflejado en esas fotos. Y ese trozo de alma suya, la orientaba. Le hacía darse cuenta de q era mucho más q una prospera mujer, independiente y brillante del año 1895. Donde una mujer no podía ser mucho si no estaba a validada por una poderosa familia o un marido influyente; ella destacaba por sus propias cualidades. Y no por la sombra de alguien más.
Demostraba su indiscutible liderazgo en la compañía de mensajería de la cual era dueña y fundadora. Ciertamente era una mujer soltera ya entrados en sus 25 años, pero era soltera no por falta de pretendientes, si no por convicción propia. La elección de una pareja para ella era algo muy personal. El candidato debía tener como cualidad y requisito, el sentido de igualdad, de justicia, y de familia. Si en alguno de estos tres el candidato fallaba, estaba descartado para siempre, en cuanto a ella se refería. Y tarde o temprano sus pretendientes demostraban ser, profundamente machistas, deshonestos y codiciosos hasta con su propia familia, poniendo antes sus angurrientos intereses, o el q dirán. Eso es algo con lo q ella no estaba de acuerdo.
El bien era algo universal, la igualdad también debería serlo porque todos con capacidades diferentes, no es q fueran inútiles, al final resultaban ser complementarios o buenos para otras cosas. Y además la familia era familia, no importa lo q hieran o lo q fueran, la familia era algo q trascendía todo en absoluto.
Ella pensaba así y mantenía esos principios, de la misma manera q mantenía su soltería. Con una disciplina increíble, y digna de un guerrero.
Aun q también estaba lo q pensaba el resto sobre ella.
Para los demás, Brunilda West, era una mujer muy hermosa, muy liberal y demasiado orgullosa.
Y cada aspecto no solo de su personalidad, sino de su cuerpo también, reforzaban esta impresión.
Porque para empezar, le sacaba 1 cabeza hasta 2, a la mayoría de las mujeres. No era para nada pequeña, y hasta incluso era más alta q algunos hombres, y a otros los podía mirar de frente. Esto puede parecer una nimiedad. Pero combinadas con su carácter y su forma de ser, tenían una armonía con su comportamiento imponente. Estaban también sus caderas, y su pecho, y su posterior; no por ser alta era desgarbada, sino todo lo contrario, era una mujer terriblemente proporcionada, asique si contaba con una gran altura, sus atributos era de la misma magnitud. Un pecho elegante y aun así robusto, unas caderas perfectamente ovaladas, amplias y prestas para la “futura descendencia, al igual q para la fertilización”. Sus posaderas eran igualmente grandes, considerando sus torneados y carnosos muslos. Y aun q los vestidos y la tela de ellos cubrían la mayor parte de su magnífico cuerpo, la estructura al fin resalta, con ropas o sin ellas. Y para rematar aquel cuatro, estaba su cara. Su bellísimo rostro. Refinado y estilizado, contaba con un mentón muy fuerte, pero mandíbulas y pómulos muy delicados, su tono de piel tan blanco y esplendoroso, la asemejaban a una pintura muy finamente detallada, sus mejillas jamás portaban color alguno, era como si fuera imposible verla sonrosada, ese rostros jamás se manchó con maquillajes, ni coloretes para la fina piel, ni labiales, en sus labios carnosos pero siempre serios, y estaba también el negro cuervo de su cabello largo, sus cejas de un color similar, y sus larguísimas, almendradas y tupidas pestañas; le daban una expresión serena, armoniosa y neutral. Fría. Su rostro no mostraba mucho de sus emociones, no más de lo q ella te quisiera dejar saber. Sus ojos eran azules oscuros, con pequeños destellos de un celeste puro, q solo se notaría si la mirabas mucho o muy de cerca.
En este caso. Si, mirabas, su foto. Aun en el blanco y negro, la luminiscencia de sus ojos, no se debía a ninguna foto. Eran solo los matices claros en su mirada lo q iluminaba.
Brunilda obligatoriamente había tenido q ir a retratarse, cuando le pidieron una foto suya junto a las escrituras de su compañía de mensajería, para así documentar mejor sus propiedades. Cortésmente había aceptado. Ella no era una mujer risueña, toda sonrisas y voz cantarina.
Ella era serie, adecuada para cada ocasión, y q no andará todo el tiempo sonriendo no significaba q no supiera como hacerlo o q su sonrisa fuera fea. De hecho era hermosa, sus labios delgados y rosados, se estiraban hasta mostrar dientes perfectamente blancos y bien alineados. Ni muy grandes ni pequeños. Solo justos, junto a toda la proporción de su rostro. Su personalidad de por si era taciturna, era una mujer callada, q más q hablar gustaba de escuchar y aprender de todo cuanto oía.
Era cortes y educada, no muy gentil. Pero aquello no resultaba ser más q un requisito momentáneo dependiendo de la situación, era una herramienta q utilizaba cuando debía pero no más.
Aquella vez no iba precisamente apurada, más bien con el tiempo justo. Entre compras de un nuevo sombrero y un nuevo tomo de libros sobre filosofía. Por esas mismas calles, apartado casi en una esquina, encontró este sitio de fotografías.
Entro, realizo su pedido, y muy amablemente. Aquel hombre la acomodo para poder retratarle.
Al principio fue algo complicado hablar con él. Parecía no ser de la ciudad, por su asentó. Como si migrara de una ciudad diferente, del campo. No por eso era ignorante o menos capaz, se dio cuenta de ello, cuando lo vio acomodar todos los implementos para hacer funcionar la cámara. A una sí, el hombre estaba muy nervioso; ella notaba cierto temblor ente sus manos enormes y callosas, tibias también. Y notaba cierta reticencia en sus extraños ojos ¿azul metálico?, aquel azul era imposible, aquello le llamo la atención. Aquel hombre con todo lo grande q era, con todo lo torpe q se veía. En realidad era alguien sencillo y cuidadoso. Alguien cuya presencia te hacia confiar.
Quizá por eso, o por algo más. Ella decidió volver.
Otro día, otra vez. Por algo más.
A la segunda foto q se retrató junto al mismo camarógrafo. Se supo como nunca antes, comprendida. Por si misma, sobre todo.
Porque durante muchos años no estuvo segura de quien era realmente. A veces sentía q podía ser más, q podía ser alguien más. Que detrás de sus valores, había una necesidad, un deseo de, ser mejor, de proteger al desvalido. ¿Cómo? ¿A quién? ¿De quién? O ¿Por qué?, no estaba segura. Pero estas sensaciones, la conflictuávan, la confundían sobre sí misma, la hacían sentir pérdida.
Pero cuando vio sus fotos, se dio cuenta q tras su cuerpo, estaba su alma. Y su alma era libre de todo. Y podía ser lo q sea, lo q ella quisiera. Esa sensación le provocaron todos las fotos, q le tomo aquel hombre. Sencillo pero bueno. Torpe y cuidadoso.
Esa paz, esa satisfacción de saberse sin límites, y verse a sí misma como era realmente, retratada en una foto. Le convencieron para verse más, para saber más de ella.
Bajo el escrutinio visual de ese camarógrafo en particular.
Se sentía libre con él, para mostrarse como era realmente. Y permitirle q la fotografié así.
Esos sentimientos la hacían volver una y otra vez, a fotografiarse.
A dejarse ver, y a conocerse ella misma, también.

Hasta q un día. El fotógrafo se armó de valor y le pregunto.
“-Porque estoy interesado en el arte q veo en usted, en esa alma suya, q parece imprimir en cada foto cuando le enfoco los ojos, me gustaría saber, si ¿le gustaría tomar un té conmigo? Deseo conocerla aún más…”
Y entonces ella. Acepto.
Y otra vida comenzó para ambos.

“Bruce también fue un niño. Un niño muy pobre, cuya ropa gris, avejentada y teñida de tierra, solo resaltaban más la inexplicablemente fina piel, tan clara q hasta luces parecía desprender, también destacaba su seriedad, la experiencia en dos enormes zafiros en un cuerpo pequeño, el ingenio la habilidad en sus movimientos. En esa vida Clark era un hombre prominente de negocios q siempre pasaba por el mismo barrio, un barrio pobre y marginal. Donde con facilidad, en las aceras de las calles veías gente durmiendo, gente q no tenía casa. Entre ellos, el señor Kent, siempre distinguía a un pequeño, de cabello negro y piel blanca, de ojos azules, q dormía en las azoteas, de las “casas” de ese barrio. Una vez tuvo el valor de hablar con él, le dio unas monedas, el chico, desconfiado y precavido a duras penas las aceptó, con el tiempo Clark le llevo comida y ropa. Un día le propuso q se fuera con él. Lo q le sorprendió, fue la inmutable expresión q tuvo, para llamarlo, pervertido, en la cara sin hacer un escándalo. Sus ojos color mar a media noche, le hablaron sin palabras del orgullo y dignidad q podía mantener, aun en pésimas condiciones.”

La primera vez q noto al adulto, fue en uno de sus muchos trabajos. Estaba saliendo de un teatro después de ser apuntador y recibir, por lo menos una sopa por su trabajo. Aquel adulto debió de haberse equivocado de calle. Parecía buscar una ubicación. Hasta q sus miradas chocaron, y entonces aquel adulto no pudo dejar de mirarle.
Bryce, dejo de mirarle cuando le llamaron para recibir la comida prometida.
Y así siguió por un tiempo, hasta q de nuevo volvió a verle. Esta vez, en otro de sus rubros. Donde ayudaba al bolero a sacar grasa de zapatos para lustrarlos. El sujeto no parecía necesitar sacar lustre a sus ya de por si brillantes zapatos nuevos. Pero fue deliberadamente a sacarles brillo, justo donde estaba él. No hablaron, solo se miraron, o bueno más bien aquel sujeto no dejo de mirarle durante los 10 minutos en los q le pulieron los zapatos. Cuando terminaron, el hombre quiso darle el dinero a él, pero fue el bolero quien cobro. Después de todo, él no estaba trabajando por una paga, él lo hacía por un trueque, de 2 mantas y unos guantes, a cambio de ayudarle. El hombre q le miraba, pareció sorprendido, pero se fue.
Y otras veces más, Bryce lo vio coincidir en cada uno de sus trabajos. Eh incluso le dejaba monedas cuando se ponía a bailar Tap por unas limosnas en las aceras.
Le empezó a preocupar cuando lo vio ir y ver por su calle, cuando noto q le espiaba en los momentos q se dormía junto Charles un gato arrabalero con el q compartía tejado.
Bryce ya sabía sobre los niños callejeros q desaparecían, muchos de los niños de su edad habían desaparecido también, niños q el conocía. Por eso había decidido mudarse, de los callejones a las tejas; era más difícil capturarle si estaba en altura, y a cambio a sus “vecinos de abajo” él no les molestaba, era pequeño y flexible, además pesaba muy poco. Asique no hacia ruido y fácil se acomodaba entre las chimeneas. Y aun q hacia mucho frio y él no contaba con mucha ropa, su piel nívea parecía contar con una doble protección. Había llegado a sus 8 años sin morir de pulmonía, aquello era todo un logro considerando sus condiciones de vida. Asique aquel adulto, estaba comenzando a preocuparle. Lo veía frecuentemente merodeándole.
Aprovechando una vez, q no lo vio cerca. Fue a preguntarle a un gendarme si sabía quién era. Ese gendarme en especial era alguien muy bueno. Que protegía todos, sobre todo a los niños de la calle. El gendarme Jim, pelirrojo eh irlandés, q muy gentilmente prometió investigar sobre el hombre q le seguía a todas partes. Cuando Jim pudo identificarlo, le dijo q se trataba ni más ni menos q del señor Kent, un hombre q exitoso por salir ileso después de la gran depresión, tanto así q para hombres como el, esa quiebra económica monumental no eran más q mitos. A Bryce esta noticia le preocupo aún más alarmante.
Savia de los ricos y sus raras aficiones, una vez trabajando como ayudante de cocina en una casa de verano, había visto q a algunos les gustaba hacerles, cosas. A los niños.
Los ricos los utilizaban como “juguetes”, y eran los pobres, los q les vendían a estos ricos, niños de la calle, pequeños q no se pudieran defender y nadie reclamara sus ausencias. Era un circuito peligroso, al q niños como él estaban expuestos. Parte de la vida de las calles q el afrontaba como realidad, día con día.
El señor quiso comunicarse con él varias veces, hasta q logro hablarle. Y hablaron muchas veces, durante largas horas.
Aun q Bryce le permitiera hablarle. Estaba tratando de entender q clase de hombre era el señor Kent. Para saber, asía donde y q tan rápido correr. Nada mejor q conocer de q esta hecho tu enemigo.
Bryce le conto sus experiencias y el señor Kent las suyas, cada uno aprendiendo del otro.
Aun q Bryce solo fuera un niño, tenía mucho q decirle al mundo. Sobre donde estaba la verdadera maldad, o donde estaba la verdadera bondad. Y q la belleza estaba en poder comprenderlo, sin estar en una situación, extrema como la suya.
Bryce no era ajeno a sus condiciones, sabia q era un niño muy pobre, q estaba expuesto a lo peor del mundo, q había perdido a sus padres para siempre y quedado completamente solo y en la calle. Bryce sabía demasiado como para solo tener 10 años.
En otoño. Kent le “regalo” un suéter enorme de color rojo. Suave y caliente. Bryce volvió a asustarse. Porque un regalo tan, fino y costoso, no podía ser gratis.
Bryce lo evadió por casi un mes, temeroso de q Kent fuera a “cobrarle” el suéter de otra forma.
Pero cuando ambos volvieron a hablarse Kent por todos los medios, trato de explicarle a Bryce q era solo un regalo, q no quería pedirle nada a cambio. Pero al final ambos decidieron q lo mejor era pagar aquello q se les daba. Bryce trabajo para Kent cocinándole, y de paso comiendo un poco de lo q le preparaba.
Para cuando llego el invierno.
De manera muy delicada Kent sugirió q tal vez podría pasar, ese mal tiempo en su casa, q a él no le importaba y q confiaba en q Bryce encontraría la manera de pagarle.
Entonces Bryce lo supo. Y en vez de correr asustado, como supondría q estaría. Solo sintió q miles y miles de emociones se desconectaban, y pronto solo era un recipiente vacío, solo lleno de latidos y sangre.
Y con toda la frialdad q sentía por dentro. Exteriorizo. En un simple argumento, todo lo q pensaba.

B-pervertido.
Le acuso sin ánimos de ser juicioso, solo hablando de lo q ve, de lo q percibe, con una espectacular mueca inclasificable en el rostro.
El señor Kent al principio no pareció entender, pero a los segundos, le entendió.
Y se excusó de toda forma, asegurando q no era así, q no pensaba en nada pecaminoso con él, porque lo q en verdad quería, era su compañía. Porque en vez de sentir lujuria por él. Lo q Kent en verdad sentía era, era amor. El más limpio y puro amor.
Pese a ello, le dijo, te amo.
Pese a ello, Bryce acepto vivir con él, por q nadie, después de sus padres, le había dicho aquello, porque nadie nunca le miro así, de nuevo, en ninguna parte, aparte del señor Kent.

“En alguna vida, Bruce fue un hombre adulto q trabajaba en servicios sociales. Viendo los peores maltratos q el mundo le podía ofrecer a un niño. Su trabajo le llevo a una impróspera granja, muy alejada de Kansas, donde le habían notificado explotación infantil. Asique él y un equipo más, se desplegaban por los terrenos buscando a los niños en un operativo de emergencia. Bruce fue el primero en encontrarlos, cuatro niños. Kon el menor, Kara la única mujercita, Lex el del medio y Clark el mayor. Los cuatro hijos de una pareja de granjeros q los obligaba a trabajar en las estériles tierras, en las peores condiciones. Sin los derechos básicos para todo niño. Como el derecho al estudio, al cuidado de la salud y al buen trato. Los niños obviamente fueron separados de los padres y llevados a una casa hogar en lo q se desidia su futuro. Durante ese tiempo y para el juicio de responsabilidad hacia la pareja de granjeros. Bruce fue todos los días, a hablar con el mayor de los Kent y preguntarle sobre detalles q podrían usar en el caso de explotación, testimonios. Bruce descubrió con agrado q aun a pesar de todo lo q el chico había sufrido, era amale y de buen corazón, virtudes q los chicos de maltrato perdían. Y ya posteriormente cuando todo acabo, cuando adoptaron a los 4 niños, una familia q gracias a dios los quería a todos juntos. Clark pidió habar con el señor q trabajaba en servicios sociales, el q los encontró. El hombre q parecía severo pero solo era serio, endurecido por q le trabajo así lo condicionaba o se derrumbaría a la primera de cambios al saber las historias horribles de los niños. El hombre con místicos ojos azules, de cabellos siempre bien peinados y del color de la noche, el q tenía la piel más clara y suave q hubiera visto el chico Kent, en toda su vida. Cuando hablaron, Clark juro crecer muy rápido. Para poder casarse con él.”

Le llego la visita, cuando ya se encontraba en su departamento arrendado.
Y parado en medio de su sala, tuvo q preguntarse ¿Por qué estas cosas le pasaban a un hombre como él?. …l era alguien tranquilo, aburrido. De su monótona rutina. De lunes a viernes de 8 a 8 trabajaba, en el departamento de servicios sociales. Y salía de 12 a 3 a la hora del almuerzo a comer siempre en la misma cafetería, lo mismo de todos los días.
Pero ahí estaba en un lio gordo. Podrían acusarle de pedofilia. Aun q no hubiera tenido nada q ver con el chico.
Pero Kent lucia feliz, orondo. Con las mejillas asaltadas de pecas infantiles q se borrarían en la madurez y la bronceada piel, y el cabello azul eléctrico y los ojos fluorescentes.
Le acaba de confesar su amor, de hacer un juramente en nombre de él.
Pero, ¿Por qué él? Precisamente. Pudo, ser cualquier otro. Alguien más.
Pudo ser una mujer…
Si, cierto, él había sido el primer rostro amable q vio quizá en años. Pero, aun así no justificaba esos sentimientos.
Ninguno. Menos los suyos propios.
Quizá tenía miedo de ser enjuiciado. Por q se sentía culpable.
Porque, ciertamente nunca paso nada entre él y el chico Kent. Pero, pero.
Tenía sentimientos por él.
Sentimientos q jamás debió tener por nadie.
Porque quería creer en sus palabras y esperarle mil años si era necesario con tal de ser verdaderamente amado. Por el chico Kent.
Porque vasto unos días para q pensara, q realmente podía enamorarse de un niño…
Pero esto no era correcto.
Lo q sentía no podía ser. Lo q sentía, debía erradicarlo.
O esperar.
El tiempo q fuera necesario. Alrededor de casi 10 años.
Y solo entonces, ambos tal vez. Podrían estar juntos, y preparados para intentarlo…
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En estas realidades, uno estuvo cerca del otro. Casi queriéndose.
Pero en ninguna se pudo. O no completamente.
Porque aun q una historia, tenga los inicios correctos. No siempre tiene los finales q se merecen, aquellos q son los predestinados.
La suerte de sus vidas, q es q la historia misma, les permitió rehacer una y otra vez, dibujar y borrar, su historia.
Hasta q al fin, fue, como siempre debió ser.
Como el destino lo tenía escrito, de principio, a fin. Cuando las piezas encajaran en su lugar. Y el tiempo, por fin, saldría de ese bucle interminable. Hasta q ambos por fin coincidieran, en una libertad unánime. Para amarse…
Solo entonces. Bruce Wayne, pensó q estaba listo. Que ambos lo estaban. Porque las cosas tienen su ritmo natural.

Bruce solo se dijo.
B-Todo a su tiempo. Y el mío. Es hoy…

“Una vez, en un mundo alterno. Clark y Bruce, fueron hombres de casi la misma edad. Uno periodista el otro un empresario. Ambos héroes q salvaban el mundo. En esa realidad se amaron.”

Fin.

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