Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Encuentro por Cristabelle

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Una de las ideas más locas que creo haber tenido hasta ahora xd y hasta donde sé los personajes no tienen nombres, así que decidí agregar ese detalle

Había una vez, en un pequeño poblado que ya nadie recuerda, a lado de un bosque que nunca tuvo nombre, una casa rustica donde vivían una pareja de ancianitos que siempre tuvieron una vida tranquila, colmada por el trabajo arduo y honesto. Jamás tuvieron hijos, pero eran muy dichosos.

Era otro día más cuando la mujer quiso hacer algo especial para su esposo y sabiendo cuanto le gustaba el jengibre decidió prepararle unas galletas con ese ingrediente.

Mezclo con cuidado los componentes en las medidas exactas, amaso tranquilamente tarareando una canción, estiro la masa con un rodillo y decidiendo hacer algo entretenido, formo una sola galleta de tamaño considerable con la silueta de un hombrecillo, le esculpió un rostro con algunos utensilios de cocina y metió su creación al horno, pero acabado el tiempo de cocción se escuchó desde el brasero:

 —¡Déjenme salir!

La viejita se acercó corriendo al horno para escuchar mejor, abrió la puertecilla del artilugio y el hombrecito de jengibre salió con un salto de ahí, poniéndose a correr por toda la casa, mientras la mujer intentaba saber qué acontecía, hasta que la galleta se las arregló para salir por el resquicio de la puerta principal en el momento justo que el marido de la señora ingreso a la casa.  

El hombrecillo ya estaba corriendo por el camino antes que lo viejecitos alcanzaran a salir de la vivienda, ellos no podían correr tan rápido como él. 

—¡Alto Hombrecito de Jengibre!— gritaron sofocados, sin que el aludido les hiciera caso, respondiendo tan sólo con un pequeño canto:

—¡Corran, corran todo lo que puedan, a mí no me podrán agarrar! ¡Soy el Hombrecito de jengibre!

La pareja se encontraba sorprendida, pero no tanto como se pudiera imaginar, ya que vivían en una zona muy alejada donde se rumoreaba que había presencia de cierta magia, sin contar que en el bosque vivían seres que se creían místicos y algunos animales antropomorfos.

Detuvieron su marcha cansados, intentando asimilar lo que acababa de suceder. La mujer solía preparar galletas a menudo, pero nunca podría haber imaginado que en esa ocasión ocurriría algo así.

—¿Qué le pusiste a esa galleta?— hablo al fin el hombre

—Nada que le hiciera correr de esa forma, de eso estoy segura— respondió la mujer.

Pero entonces la mujer tomó una actitud reflexiva y con calma continuo:

—¿Crees que podría ser una señal del destino? ¿Un regalo…? Siempre quisimos tener hijos…

—¿Acaso no somos felices de esta forma? Y creo que ya estamos muy viejos para algo así.

—Si… pero…

—La impresión te afecto, volvamos a casa y olvidemos esto, al fin que sólo es una galleta impertinente.

—Aunque yo no esté en lo correcto… ¿no te da curiosidad saber algo más sobre lo que sucedió? ¿Por qué cobro vida de repente?

—Yo me comería la galleta de todas formas— expreso el hombre con una risita, a lo que su esposa le reprocho con la mirada.

Mientras tanto, el hombrecito de Jengibre escapaba sin notar la belleza del bosque que lo rodeaba y se halló con una vaca comerciante, esta iba de camino al pueblo para una pequeña feria que se realizaría en un par de días, vio a la galletita y quiso comérselo porque había hecho un viaje muy largo, pero él sólo se puso a correr más rápido diciendo:

—¡Eres muy lenta, no me podrás agarrar! ¡Soy el Hombrecito de jengibre!— expreso riéndose de los intentos de la vaca por atraparlo.

Luego se topó con un señor caballo, a quien no le había ido bien en el trabajo del huerto, sus cultivos no estaban retoñando como esperaba, estaba desanimado y viendo un hombrecito de jengibre con el hambre que cargaba, quiso comérselo, pero la galleta, sólo se puso a correr más rápido y por más que el caballo galopo, no pudo alcanzarlo.

—¡Me escape de unos viejos y de una vaca! ¡Tú tampoco podrás atraparme! ¡Soy el hombrecito de jengibre!— se burló la galleta.

Siguió corriendo, cada vez más lejos y cada vez más rápido, sintiéndose orgulloso de su rapidez, pero a la vez comenzó a preguntarse de qué servía poner a salvo una vida con la que no sabía qué hacer.

En medio de la persecución, el hombrecito de jengibre se encontró ante un obstáculo que le pareció infranqueable, un extenso y profundo río de aguas cristalinas, en cuya orilla quedo meditativo, sin notar que cerca de ahí dormitaba un zorro, recostado en las gruesas raíces de un frondoso árbol que a la vez le brindaba sombra.

Por puro azar, el zorro se desperezo y miro alrededor encontrándose con el huidizo impertinente.

—Así que los rumores son ciertos, hay un postre viviente causando estragos por aquí— menciono estirándose y dando un bostezo.

—No soy un postre, soy un hombre de jengibre ¿y cómo…?

El aludido miro al zorro de arriba abajo demostrándole su desconfianza, este apenas llevaba un overol de tela tosca en azul decolorado y un sombrero de paja.

—Es un bosque pequeño, los chismes se esparcen con el viento y por medio de los árboles, que son más locuaces de lo que parecen.

—¿Cómo puedes escuchar a los árboles?

—Tal vez por haber vivido aquí el tiempo suficiente— respondió el zorro restándole importancia al asunto.

Sin embargo el muñeco de jengibre ignoro el comentario, volviendo a  cavilar sobre cómo cruzar el torrente.

—Veo que te encuentras en un predicamento, si quieres puedo ayudarte a pasar el río.

—¿Y por qué serías tan amable conmigo? ¿No querrás atraparme para comerme?

—Porque de todas formas cruzaré el rio, mi cabaña está al otro lado y llevarte no me cuesta nada, además con sólo una galleta no se podría saciar mi hambre.

El muñeco de jengibre se enfadó un poco al no ser considerado una merienda digna por el zorro, lo cual era muy contradictorio contando las circunstancias por las que había estado pasando, pero luego suavizo la desconfiada expresión que llevaba en el rostro y aunque el extraño no le terminaba de agradar, se sinceró, porque atravesar el afluente no era lo único que le preocupaba y no tenía a quien más decirle lo que se alborotaba en su cabeza.

—Es cierto, estoy escapando, pero empiezo a dudar de si debería seguir haciéndolo, existo desde hace muy poco… sólo aparecí y ya, así que no tengo idea de por qué debería seguir viviendo…

—Pues yo creo que podrías averiguarlo si no permites que te capturen, los arboles rumorean que quienes te buscan están cerca —comento el zorro moviendo las orejas para escuchar mejor y al ver al hombrecillo dubitativo agrego— te propongo esto, luego de cruzar el rio puedes quedarte conmigo hasta que las cosas se calmen un poco.

—De todas formas no tengo más alternativas— acepto desanimado.

El zorro se acercó al río y lo observo un momento. Últimamente no había llovido y las aguas mantenían un calibre regular de aspecto tranquilo, así que ingreso al agua, para luego alzar a la galleta, poniéndolo en su cabeza, sobre su sombrero de paja.

—Sostente.

—Sí.

Ninguno dijo nada más en el acto, pero el zorro pensaba en toda la curiosidad que le provoco el sujeto de jengibre, comenzando con que su voz profunda contrastaba con su baja estatura, siguiendo con el misterio que envolvía a un ser seguramente mágico, tanto como para ayudarlo de forma impulsiva y en caso de que las cosas no salieran bien, tenía un refrigerio asegurado, así que era un ganar o ganar.

Luego de pasar el río, ambos se internaron mucho más en el bosque, con el muñeco de jengibre aún sobre la cabeza del zorro.

—¿Cuál es tu nombre?— inquirió de pronto el canino.

—No tengo uno todavía…

—Lo imagine.

—Pero estuve pensando en Jengi.

—Me suena a algo falto de imaginación

—¿Y qué propones?— reto socarrón y divertido.

—Jengi… suena a Henry ¿qué tal?

—Podría ser peor —afirmo encogiéndose de hombros— y ya que estamos en eso ¿cómo te llamas?

—Theo.  

—¿Y cómo es la vida en este bosque?

—Reconfortante y tranquila, perfecta para un vago como yo.

—¿Vago?

—Sí, aunque también me dedico a pescar y a hacer algunas artesanías.

—Para ser un vago pescador… no hablas como uno. Tu voz es suave y elegante.

Theo suspiro.

—Ya que me contaste algo personal hace un momento… te confesaré que yo no siempre fui un zorro vagabundo… alguna vez viví en una gran ciudad, tenía un trabajo en una elegante oficina aburrida y usaba lujosos trajes incomodos… pero entonces me sentí perdido, no sabía por qué seguía viviendo así que lo dejé todo para ecapar muy lejos… a este lugar que parece detenido en el tiempo donde se dice que aún existe la magia y al verte a ti al fin puedo decir que eso último es verdad. Aquí me di cuenta de que mi verdadero camino en la vida es ser un desobligado, pero necesito comer así que aprendí a pescar también a recolectar bayas y hongos, claro que me gusta ocupar mi ocio con manualidades aparte de leer y escribir.

El zorro menciono todo aquello con gran tranquilidad, pero de todas formas podía intuirse que él sentía cierta desazón respecto a su pasado.

Más pronto de lo que imaginaban llegaron a una cabaña muy modesta, mucho más sencilla que cualquiera de las casitas del pueblo del que escapo Henry, se notaba que Theo la construyo con sus propias zarpas. El interior del lugar también era sencillo y estaba bastante embebido a olor de pescado, pero era mucho más espacioso de lo que se podía imaginar, tenía algunos muebles de madera, como un par de estantes donde se apreciaban pequeñas artesanías hechas con huesos y escamas de pescados, ciertos libros, un ropero a lado de una mesa de trabajo con algunas herramientas, pinceles y barniz, además de un catre con colchón de paja y algunas cobijas de algodón. Más allá estaba la cocina, donde en una cuerda extendida yacía carne de pescado salada curtiéndose para ser almacenada, lo que explicaba el olor y algún otro ambiente más que no se podía apreciar desde la puerta.

Al ingresar a la vivienda el zorro bajo de su cabeza al hombrecito de jengibre dejándolo con cuidado en el suelo, momento en que se dirigió al ropero, dejando ahí su sombrero, mismo lugar de donde saco unos pantalones holgados, una camisa envejecida y una toalla desabrochando los tirantes de su overol dejándolo deslizarse sin más por su pelaje húmedo, quedando desnudo.

Theo sacudió de forma estrepitosa el agua que aún goteaba de su cuerpo, salpicando a Henry que se fue a un rincón para evitarse una vista indecorosa junto a una ducha innecesaria, pero espiando de rato en rato, porque innegablemente sentía curiosidad.

El zorro se veía un poco famélico y su pelaje estaba bastante descuidado, pero a pesar de eso sin malicia alguna, Henry igual lo considero atractivo.  

Al acabar de cambiarse el zorro, el hombrecillo pregunto:

—¿Y qué haremos ahora?

—No sé tú… pero yo iré a dormir.

—¡Pero dormiste hace rato! Y si lo haces me dejaras muriendo del aburrimiento.

No era un misterio que Henry era por demás hiperactivo.

—El sueño siempre me seduce y yo no puedo resistirme —expreso el zorro con gestos dramáticos— pero ya que lo pones así…

Tomó de pronto a Henry entre sus zarpas y comenzó a examinarlo de forma casi sugerente.

—¡¿Qué haces!?

—No te alarmes, sólo te reviso.

—¡¿Por qué?! ¡Bájame!

—Hay muchas cosas que no entiendo sobre ti, entre ellas cómo funciona tu cuerpo ¿a ti no te intriga? Y se supone que comenzaste a existir hoy, pero ya eres un adulto. Son demasiadas interrogantes.

—Es magia ¡ahora suéltame!

—Eres demasiado flexible para ser una galleta —comentó estirándole las piernitas, acto seguido paso el cuerpo de Henry por sus mofletes, notando un agradable resabio picante, similar a la menta— y muy suave, la superficie de la masa cocida no es así, pero hueles tan bien.

A lo que Henry se calmó y con irritación agrego:

—¿Qué esperabas? Puedo correr, hablar y tengo consciencia, lo demás es lo de menos.

—¿En serio? Digo… ¿no te preocupa no ser correctamente anatómico? Falta algo entre tus piernas— indico el zorro con picardía.

Un hecho muy curioso a resaltar en el hombrecito de jengibre es que aunque existía desde hace muy poco, por alguna razón ya tenía una noción muy amplia sobre muchas cosas, saberes que no podían ser simplemente considerados instinto o simple intuición, como si hubiera nacido con esos conocimientos, algo muy conveniente o tal vez no tanto, ya que una gran vergüenza lo invadió luego de escuchar lo que insinúo el canino.

—¿Y eso qué? No necesito esas cosas.

—Tener esas cosas puede ser divertido si se trata de…— el zorro dejo incompleta la oración, podía ser un ladino, pero esa conversación estaba tomando un rumbo muy incómodo, hasta para él.

—Creo que mejor voy a dormir, perdona las molestias.

Theo soltó a Henry cuando este le dio un certero golpe en la nariz.

—¡Auch…! —sobando la zona afectada agrego— está bien, me lo merezco.

De esa forma el muñeco de jengibre dio por terminado aquel asunto y se carcajeo en la cara del canino.

—¿Entonces qué puedo hacer?

—Tengo algunos libros por ahí…

—Pero no sé leer.

—En ese caso aprovecha para aprender.

—Pero…

Henry no consiguió objetar suficientemente rápido, porque Theo ya se encontraba en su austera cama, debajo de sus cobijas de algodón.

Pasaron unos momentos cuando el zorro sintió que alguien más se subía al catre, así que se incorporó un poco.

—¿Qué haces?— pregunto al ver trepar a Henry con dificultad por la manta hasta llegar a la superficie del lecho.

—Me dijiste que aprenda algo nuevo, pero ya que no puedo leer aún, mejor aprendo a dormir.

El zorro arrugo el entrecejo, pensando en que sería el momento ideal para comerse al hombrecillo de jengibre, pero era consciente de que él no tenía derecho a truncar la existencia de alguien que se sentía tan perdido como él lo estuvo en el pasado y dejo acomodarse a su acompañante a lado suyo.

—¿Cómo se duerme?

—Sólo debes cerrar tus parpados y guardar silencio… tienes parpados ¿no? con todo lo que ya sabes, imaginaba que ya entendías eso.

—Pero todo lo que sé… se sienten como conocimientos vagos y necesitan que me los confirmen, más o menos es la manera en que entiendo todo lo que me rodea y ha estado sucediendo…— expreso Henry examinando su rostro.

—Así que de esa forma entendiste mi broma sobre la anatomía y lo demás.

—Si.

—Aclarado eso, hora de dormir.

Todo parecía ir bien, cuando Theo no pudo evitar notar como Henry se movía inquieto en la cama.

—Dormir es más difícil de lo que suena. 

—Tal vez para ti porque aún no es de noche, pero inténtalo.

—¿Cómo?

—Comienza quedándote quieto… pero lo cierto es que ya entiendes todo esto y sólo quieres hacer conversación…

—Más o menos…

El muñeco de jengibre hizo una mueca nerviosa, suspiro y menciono:

—Quería preguntarte sobre lo que mencionaste acerca de que nunca es tarde para hallar tu camino en la vida… porque yo no tengo metas… ni motivaciones… excepto no ser devorado horriblemente… y siento que si no resuelvo esas dudas pronto… sería mejor dejar que me coman.

—No me tientes, tengo un frasco de mermelada de uva guardado por ahí y no dudaré en usarlo— comento Theo con una sonrisa marrullera.

En medio de eso por un instante, vino a la mente del zorro la extraña imagen de él lamiendo mermelada de uva de todo el cuerpo del hombre de jengibre, mientras este le sonreía avergonzado, pero se despabilo al ver a Henry preparándose para darle otro golpe en la nariz, casi como si hubiera sabido lo que estaba pensando, pero por fortuna no recibió el golpe ya que el muñeco de masa era mágico, no telepata.

—Tranquilo, actualmente yo tampoco tengo una razón para existir, ni metas o motivaciones, sólo me hace feliz haber dejado mí pasado atrás y disfruto la vida como viene.

—Gracias por los ánimos… pero… ¿por qué decidiste darle un cambio tan brusco a tu vida?

—Yo…

Por primera vez en mucho tiempo, el astuto zorro sintió trabarse las palabras en su boca, pero la suerte estaba de su lado y no tuvo que responder a esa pregunta.

De pronto se escuchó ruido afuera, unas voces que llamaban a alguien.

—Hombrecito de jengibre ¿dónde estás? No vamos a comerte, queremos hablar.

Henry y Theo se asomaron por la ventana y vieron a un par de viejecitos.

—Ahí están ellos… ¡Escóndeme!

Henry ya estaba listo para ponerse a correr, aunque ni siquiera hubiera disponible una salida.

—¿Qué? ¿Ellos te crearon?

—Si…

—Pero son unas personas muy buenas, todos en el pueblo y el bosque les adoran… creo que se llaman Matilde y Bartolomé.

—¿A ti te agradan?

—No los conozco lo suficiente para dar una opinión, pero en las veces que me compraron pescado fueron muy cordiales.

—Bueno… yo sólo sé que me persiguieron en cuanto me puse a correr.

—Tal vez lo hicieron por eso… ¿no podrías darles una oportunidad? Mira, sus ropas están mojadas, se nota que esta situación les importo lo suficiente como para decidirse a pasar el rio.

—No estoy seguro

—Si aún quieres encontrar la razón de tu existencia podrías hacerlo mejor con una familia y ellos me parecen los indicados.

—¿Y si tu fueras mi familia?

—¿Yo? No… sólo soy un vago y no creo ser una buena influencia para ti, además también pensé en comerte, así que intentemos hablarles.

Ante la confesión Henry sintió un escalofrío, pero viendo lo delgado que se veía Theo, pensó en que sólo a él le hubiera permitido comérselo.

—¿Qué tal si atacan?

—Seriamos dos contra dos, así que calma… sin contar el tema de la edad.

Theo se asomó a la puerta con Henry escondido detrás de él, siendo divisado de inmediato por la pareja de ancianitos, momento en que Matilde tomó la palabra.

—Disculpe señor zorro, sé que sonara extraño ¿pero no vio a un  hombrecito de jengibre correr por aquí?

—Sí, está conmigo… pero él… teme que lo dañen y no desea salir.

—Sal por favor, no vamos a lastimarte, queremos arreglar las cosas- afirmo ella

—Sólo estábamos impresionados— agrego Bartolomé, algo más sensibilizado respecto al asunto.

—Aunque suene repentino… queremos que vengas a vivir con nosotros, porque te creamos es nuestra responsabilidad cuidarte, sin contar que eres asombroso, jamás habíamos visto correr a alguien de esa forma, ¿no es cierto querido?

—Por supuesto, no cualquiera tiene la habilidad de correr así, serías un buen aditamento a la familia— comentó sobándose la espalda y la cadera.

Pensaron que estaban bien sin tener hijos, pero la posibilidad surgió de forma repentina y luego de reflexionarlo decidieron aceptarla.

—¿De verdad?— inquirió Henry atreviéndose a salir de la casa, pero sin soltar el pantalón del zorro, al que se aferró en su momento de temor.

Los esposos asintieron, entonces Henry miro a Theo y este le sonrió, instándole a aceptar la propuesta.

—Bien, pero ante la más mínima acción sospechosa correré y tampoco seré su bebé, aclaro que soy un adulto aunque hay mucho de la vida que debo entender— aclaro el hombrecito de jengibre.

—Supusimos que dirías eso, nosotros te guiaremos así que también es mejor que sepas ahora que al volver al pueblo iremos a arreglar las cosas con la comerciante Leopolda y Don Jerry, ellos nos dieron pistas de hacia dónde te dirigías, pero también nos comentaron que no te portaste bien con ellos— aclaro el hombre.

—¿Qué esperaban? Ellos quisieron comerme, sin detenerse a pensar en si yo tenía sentimientos o algo así…

—Las personas somos complicadas, por eso mismo es bueno conversar para arreglar las cosas y no simplemente evadirlas, pero ya verás que aclararemos todo— añadió la mujer con amabilidad.

—¿Y qué hay de él? —Henry señalo a Theo— ¿No puede venir con nosotros?

La pareja no supo qué decir, pero entonces el zorro intervino.

—Es una agradable propuesta, pero mi lugar está aquí.

—Oh…— susurro Henry tristemente.

—No te pongas así, puedes venir a visitarme cuando quieras.

—¿Tú también lo harás?

—Por supuesto ¿no te mencione que a veces voy al pueblo a vender pescado o alguna de mis artesanías?

Se despidieron de forma más extensa de lo que esperaban, aunque fuera inverosímil que pudiera darse algún vínculo entre ellos en tan poco tiempo, pero verlos hablar con tal amenidad hizo pensar a la pareja de ancianitos que había algo curioso entre ese muñeco de jengibre y ese zorro, aunque ni los aludidos lo notaran aún.

Todavía habría mucho que resolver, misterios e incógnitas que merecían una respuesta, pero es que ese encuentro, fue sólo el comienzo de mucho más y sin embargo eso ya es otra historia.

Notas finales:

Gracias por leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).