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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Lamento la demora, ayer el sueño simplemente me ganó uu

Al día siguiente, en el colegio Nerethia Seal…

Se encontraba a unos pasos de la puerta del salón sin saber muy bien qué hacer exactamente. Por un lado, tenía ganas de ir y simplemente entrar, pero por el otro quería simplemente dar media vuelta y largarse.

¿Por qué tenía ese dilema? Porque sabía que Emily ya se encontraba ahí presente. Estaba segura de ello pues la vio entrando antes que ella por el portón de la entrada, y con tan solo verla a la distancia su corazón se aceleró. Saber que Emily, la causante de todas sus dudas y nuevos sentimientos, se encontraba a tan solo unos pasos de distancia la ponían sumamente nerviosa.

Pasaron varios segundos sin que Tatiana se moviera de ese lugar. Suspiró. No se podía quedar así toda su vida. Tomó algo de aire y valor antes de decidirse a avanzar. Dio un paso, solo un mísero paso, pero, ¡hey! Era algo, ¿verdad?

– ¿Qué se supone que estás haciendo?

– ¡AHH!

Gritó asustada ante lo repentino que vino esa pregunta. Al voltear la mirada, se encontró con Fernanda, Camila y Marcelo quienes la miraban entre intrigados y divertidos.

– ¿Eran ustedes? ¡Casi me matan de un infarto!

– No es nuestra culpa que andes tan despistada desde temprano –contestó Marcelo.

– Exactamente, deberías prestar más atención a tu alrededor –habló Fernanda con fingida seriedad–. ¿Qué pasaría si hubiera sido un psicópata obsesionado con las chicas castañas? ¿O el fantasma del obrero que murió en este colegio? ¿O UN ALIEN?

– Dudo mucho que alguno de esos personajes ronde por aquí a esta hora de la mañana, pero si hubiera sido el caso – Tatiana adoptó una posición de pelea –, entonces hubiera aplicado mis clases de defensa personal.

– Y lo dice la que le da pena matar una hormiga –comentó Camila con burla.

– ¡Hey! ¡Eso es diferente! Las hormigas también deben tener sus familias, no es justo que las matemos simplemente porque están llevando un pan a su mesa.

– Claro que sí, campeona – dijo Marcelo sarcástico –. En fin, volviendo al tema, ¿Qué se supone que estabas haciendo?

– Sí, ¿por qué tanta cautela para entrar al salón? –Camila se sumó al interrogatorio.

– Pues…

– ¿Pues…? –Fernanda la animó a continuar.

Se quedó callada. ¿Qué se supones que les diría? ¿Qué se había besado con Emily el día de ayer y ahora no sabía cómo encararla? Pues sí, les podría decir eso, pero no lo haría. ¿Por qué? Por el típico miedo que surge cuando te das cuenta que te has enamorado de alguien de tu mismo sexo: El rechazo de la sociedad. Sí, Tatiana tenía miedo de lo que dirían sus amigos sobre eso. Sabía que ellos no eran homofóbicos ni juzgaban a alguien por sus gustos, pero aun así le asustaba la reacción que fueran a tener.

Así que, simplemente, optó por mentir.

– Es que...creo que vi el fantasma del obrero entrando al salón, y me dio algo de miedo…

Sus amigos la quedaron mirando incrédulos.

– ¿Qué? –preguntó Marcelo.

– Pues eso –dijo inocente–, creo que vi una sombra…

– Tati –la llamó Fernanda–, te aseguro que ningún fantasma es tan madrugador.

– Pero es un obrero, ellos suelen despertarse muy temprano.

– Yo creo que a ti el levantarte temprano te está afectando –dijo Camila sonriendo divertida–, ya estás viendo cosas.

– Y eso del obrero es solo un mito de la escuela –agregó Marcelo–, las personas que dicen haberlo visto siempre señalan el edifico de artes como su punto.

– Bueno, haya ustedes si me creen –se cruzó de brazos con fingido enfado–. Tarados.

Ante esto sus amigos no pudieron evitar soltarse a reír. Tatiana pronto se vio contagiada y comenzó a reír con ellos. Cuando finalmente se calmó iba a hablar nuevamente, pero algo, o mejor dicho alguien, se lo impidió.

– ¡HOLAAAAAAA TAATIAANAAA!

– ¡AHHHHHHHHHHHHH!

Al sentir unos brazos acorralándola la primera reacción que tuvo fue lanzar un fuerte codazo al estómago de la persona que se encontraba detrás de ella. Para cuando se dio la vuelta pudo ver a David con el cuerpo doblado y adolorido.

– ¡Joder David! ¿Eras tú? ¡No me asustes así!

– ¿P-por qué la violencia? –logró preguntar en medio de su dolor.

– Me tomaste desprevenida y por la espalda, mis reflejos actuaron solos.

– Solo q-quería saludarte.

– Pues para la próxima procura saludarme de una manera más normal.

David iba a volver a replicar, pero una fuerte palmada en su espalda le hizo perder el poco aire que había recuperado.

– No te quejes –dijo Antonio –, es tú culpa por asustarla.

– Yo s-solo quería saludarla.

– Lo siento David –se disculpó apenada Tatiana–, fue sin querer.

– E-esto no es nada, solo un pequeño rasgu-

– No te preocupes por él –lo interrumpió Antonio volviendo a tirar una gran palmada en su espalda–, se lo tenía merecido.

– ¡TÚ! ¡AHORA VERÁS!

David se reincorporó y se abalanzó contra Antonio, quien solo reía divertido.

Luego de hablar un rato más finalmente entraron al salón. Tatiana dudó un poco antes de seguir a sus amigos, pero luego de tomar un poco de aire y valor les siguió el paso. Intentó parecer casual conversando y riendo con sus amigos; sin embargo, le fue inevitable que en cierto momento su mirada buscara a aquella ojiazul que no salía de su cabeza. Sus mieles ojos se dirigieron disimuladamente al asiento de Emily y, para su sorpresa, ésta también la estaba mirando de reojo.

Cuando sus miradas se cruzaron las mejillas de ambas se tornaron de un color carmín a la par que sus latidos aumentaban. Incapaces de seguir manteniendo el contacto visual y soportar aquellos nuevos sentimientos que florecían en sus pechos, apartaron la vista de la otra y siguieron en lo suyo.

Emily sabía que Tatiana se encontraba todo el tiempo fuera del salón, lo notó cuando escuchó su voz junto con la de sus amigos. Y, por mucho que lo negara, cuando se percató que la ojimiel se hallaba tan cerca de ella su corazón se aceleró y una rara sensación en su estómago se hizo presente. Una parte de ella quería salir y hablar con Tatiana, pero se reprimió a sí misma obligándose a sumergirse, sin mucho éxito, en su lectura.

La campana que anunciaba el inició de las clases sonó.

Esa mañana Tatiana y Emily no intercambiaron palabras, únicamente cruzaron miradas las cuales también estuvieron presentes durante las horas de clase.

Cuando sonó la campana de recreo, Tatiana, después de mucho, salió con sus amigos con dirección al comedor. Éstos estaban algo sorprendidos, pero encantados con ello. Al estar a punto de abandonar el aula, Tatiana miró fugazmente a Emily quien, para su sorpresa, también la estaba observando. Le pareció ver que aquellos azules ojos le pedían que se quedara, pero aunque ella quisiera permanecer en aquella aula junto a Emily, su corazón aún no estaba preparado. Así que cortó el contacto y siguió el camino hacia la cafetería junto a sus amigos.

Emily al verla marchar soltó un suspiro cargado con cierta melancolía. Sacó un sándwich de su mochila y comenzó a leer en completo silencio, tal y como no lo hacía hace un tiempo.

La campana volvió a sonar anunciando esta vez la finalización del recreo.

Las clases pasaron con naturalidad hasta que la campana de inicio del almuerzo sonó.

Pasó lo mismo: Tatiana se fue con sus amigos, no sin antes dedicarle una mirada a Emily, quien también la observaba fugazmente. Ésta al ver que Tatiana se había marchado con sus amigos nuevamente, suspiró resignada. Recorrió el salón vació con su mirada, percatándose del absoluto silencio que la rodeaba.

«Que diferente es el salón en comparación cuando es hora de clase. ¿Siempre ha sido así de silencioso? Es la primera vez que lo siento tan vacío», miró la carpeta donde normalmente se sentaba Tatiana cuando hablaba con ella. «Creo…que ya me había acostumbrado a tener un dolor de cabeza cerca».

Dirigió su vista hacia el asiento vacío de Tatiana.

– “La soledad se siente cuando ya has tenido a alguien cerca” –susurró y, al cabo de unos segundos, sonrió melancólicamente –. Después de mucho tiempo que le encuentro sentido a esa frase.

Posó su vista hacia la puerta del salón, meditó por unos segundos antes de levantarse y coger su merienda.

– Creo que hoy podría comer afuera.

Mientras tanto, Tatiana se encontraba sentada en una de las mesas del comedor, hablando y riendo con sus amigos. Sin embargo, en medio del animado ambiente surge una pregunta que hace que todos por un momento estén ligeramente serios.

– Hey Tatiana –la llamó David–, es solo curiosidad, pero… ¿Has discutido con Emily?

Al escuchar aquella pregunta casi se atraganta con el pedazo de pan que estaba comiendo.

– ¿Q-qué? ¿P-por qué lo preguntas?

– Pues, hoy no has hablado con ella. Y normalmente pasaban los recreos y almuerzos juntas. No digo que este mal que estés con nosotros, pero… Parece que algo hubiera pasado algo entre ustedes.

Cuando escuchó eso no pudo evitar contener la respiración por una fracción de segundo.

– Sí, la verdad yo también las noté algo raras –se sumó Camila–. ¿Discutieron?

– ¿Todo bien? ¿Pasó algo entre ustedes? –preguntó Marcelo.

– ¿Qué dicen? ¿Qué pudo haber pasado? –trató de sonar tranquila y restarle importancia al asunto.

– Algo como pelearse o discutir, o cosas por el estilo –contestó Fernanda–. ¿No ha pasado nada?

«Sí, nos besamos y ahora no tengo idea de cómo hablar con ella sin ponerme nerviosa ni sin que mi corazón parezca un tambor de desfile», fue el pensamiento que cruzó su mente al escuchar las preguntas de sus amigos, pero obviamente no les diría eso.

– No, no, no es nada de eso –dijo mientras tomaba un poco de su jugo –. Es que como ustedes una vez me dijeron que los tenía abandonados, le dije que hoy estaría todo el día con ustedes. Por eso heme aquí ahora.

Todos la miraron, casi como inspeccionándola, luego se miraron entre ellos.

– ¿De verdad es por eso? –preguntó Antonio.

– Sí –afirmó sonriendo –, de veras de veritas.

Decidieron creerle, aunque no estaban convencidos del todo.

– Por cierto –dijo David–, ¿te puedo preguntar algo acerca de Emily, Tatiana?

– ¿Qué cosa?

– Sabes… ¿Sabes si a ella le gusta alguien? –preguntó con un ligero rubor en sus mejillas.

Tanto su corazón como su respiración se detuvieron por un microsegundo.

– ¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?

– Solo es curiosidad… –susurró desviando la mirada y desordenando su oscuro cabello.

– ¡MENTIRA! –gritó Marcelo llamando la atención de todos en esa mesa – Ayer cuando estaba hablando con David me dijo que Emily le había parecido muy linda.

– Sí, a me dijo esta mañana que todo el día de ayer no pudo dejar de pensar en la sonrisa de Emily –añadió Antonio con una sonrisa maliciosa en su rostro.

– ¡CALLEENSEEE! –exclamó David más sonrojado que antes.

– ¡¿Es en serio?! –preguntó Camila con una mezcla de emoción y sorpresa en su rostro – ¡¿Te gusta Emily, David?!

–¡OH! ¡Crecen tan rápido! –gritó Fernanda abrazando al ruborizado chico– ¡Mi pequeño ya se enamoró!

– ¡QUE NOO MALDITA SEA! –David se levantó abruptamente de la mesa– ¡Y TÚ NO ERES MI MADRE, FERNANDA! ¡SOY DEMASIADO HERMOSO PARA SER TU HIJO!

Todos comenzaron a reír, todos excepto David y Tatiana. Ésta última en vez de sentirse divertida por las bromas de sus amigos, solo sentía una desagradable opresión en su pecho.

– Lo siento David –habló finalmente tratando de ponerle fin a ese momento–, pero no sé si a ella le gusta alguien, aunque la verdad lo dudo.

– ¿Eh? –lo tomó desprevenido pues aún estaba siendo fastidiado por los demás– Ah, bueno, entiendo. No era tan importante, pero gracias.

– ¡Parece que tienes un chance! –le gritó Fernanda– ¡Puedes conquistarla!

– ¡Exacto! –lo animó ahora Marcelo– ¡Sigue el consejo de Luis Fonsi y no te des por vencido!

Acto seguido Marcelo comenzó a cantar la canción de Luis Fonsi, y los demás no tardaron seguirle. David trataba de callarlos, pero cada uno de sus intentos era en vano.

Tatiana solo los observaba con el ceño ligeramente fruncido. Aquella desagradable sensación en su pecho seguía ahí, y el no saber por qué se sentía así la tenía fastidiada. Desvió la mirada y suspiró cansada, pero al levantar un poco la vista todo rastro de molestia se esfumó. Se levantó rápidamente de la mesa llamando la atención de sus amigos, estos le hicieron diferentes preguntas pero lo único que ella atinó a responder fue un “ahora vuelvo”, y sin esperar si quiera una respuesta comenzó a caminar con dirección al patio.

Su paso era rápido, casi como un trote disimulado, cuidando de no chocar con nadie en su camino. Luego de unos cuantos segundos finalmente se encontraba cerca de aquella cabellera negra, y sin pensarlo dos veces tomó su muñeca para impedirle seguir avanzando.

– ¡Ah!

Emily dio un pequeño salto por el susto. Rápidamente giró su cabeza con intención de enfrentar a la persona que la había detenido de aquella manera tan repentina, pero todo rastro de molestia e intención de pelear se esfumó al ver aquellos ojos color miel. Sus mejillas se tiñeron de un ligero carmín a la par que sus latidos comenzaban a ser un poco más acelerados.

Tatiana también estaba con un pequeño rubor en las mejillas, y el contacto visual con aquellos profundos ojos azules le estaba dificultando el pensar con claridad. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Por qué fue a buscar a la persona que ese día quería evitar? Últimamente, su cuerpo estaba actuando por sí solo. Con gran fuerza de voluntad pudo desviar su mirada al piso y, lentamente, soltar la muñeca de la ojiazul.

Se quedaron en silencio, un incómodo silencio.

– Al menos podrías saludarme antes de detenerme tan repentinamente –dijo Emily tratando de terminar aquel momento.

Luego de un par de segundos en silencio, Tatiana finalmente habló.

– Hola Emily… –susurró.

– Hola Tatiana –contestó con el mismo tono de voz.

Nuevamente el silencio reinó entre ellas.

– ¿Se te ofrecía algo? – preguntó Emily – Me detuviste de la nada así que…

– No, nada en particular.

– ¿Entonces? ¿Ha pasado algo?

– Nada fuera de lo normal – se quedó callada un par de segundos –… ¿Vas a irte de nuevo?

– ¿Qué? No, no, ni siquiera traigo conmigo mis pertenencias, solo…quería respirar un poco de aire fresco antes de seguir las clases.

– Ah, entonces era eso –soltó un ligero bufido forzoso –. Siento haberte detenido solo por eso.

– No te preocupes.

Y por tercera vez, el silencio volvió a hacerse presente.

– Tatiana.

– ¿Sí?

– ¿Podrías ya mirarme a la cara?

Esperó por una respuesta o alguna reacción, pero la ojimiel solo se quedó callada y estática en su sitio.

– Tatiana, por favor.

Aunque el tono de suplica la hizo flaquear, ni su mente ni su corazón estaban listos para enfrentarse a esos profundos ojos azules.

– ¿Es…por lo que sucedió ayer?

Al tocar ese tema, tanto Tatiana como Emily sintieron una extraña sensación en el estómago.

– ¿Podemos hablar sobre eso?

Con aquello Emily finalmente logró que Tatiana levantara la mirada y la observara. En sus mieles ojos se podía observar una ligera pizca de pavor. Esto hizo que a Emily se le encogiera el corazón; en ese momento, Tatiana parecía una pequeña niña asustada. Tomó un poco de aire antes de seguir hablando.

– Lo que pasó ayer fue-

– ¡EEEEEMMIIILYYYYYYY!

Ambas chicas, y todas las demás personas que se encontraban en el patio, dirigieron la mirada hacia el lugar de donde provino el grito. Pero justo antes de que Emily pudiera si quiera girar la cabeza, apareció una persona de la nada corriendo hacia ella para luego abrazarla con tal fuerza que la hizo caer sobre el césped.

– ¡OYE! ¡¿SE PUEDE SABER QUÉ DEMONIOS TE PASA?! –gritó mientras trataba de librarse del abrazo – ¡OYE! ¡HAZME CASO! ¡SUÉLTA-

Pero se calló al instante en que la extraña persona que la había arrollado se separó un poco de ella, lo suficiente para que Emily pudiera ver su rostro. Sus azules ojos no tardaron en abrirse de par en par por la sorpresa.

– ¿Joseph?

Notas finales:

Espero que les haya gustado beios, ya saben que cualquier duda, sugerencia y/o crítica y bienvenida en los comentarios, a mí también me gusta leerlos a ustedes <3 

Saludos, ¡nos leemos pronto!


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