Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Perdona si digo que te amo por Parepi_

[Reviews - 196]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Nuevas amistades. Nuevos problemas.

Justo cuando estaban dispuestas a reanudar la conversación con algún otro tema pudieron escuchar como unas voces conocidas para ambas comenzaban a acercarse. Se miraron entre ellas intrigadas, luego dirigieron expectantes su atención hasta la puerta.

Las voces poco a poco iban haciéndose más fuertes, indicador de que se acercaban al aula. Al cabo de unos segundos ambas chicas pudieron divisar a Marcelo, Antonio, Camila, Fernanda, David y Joseph cruzando la puerta del salón hablando y riendo animadamente entre ellos.

– Hey Emily –la saludó Joseph en cuanto sus ojos se toparon con los azules de su amiga. Caminó hasta las dos chicas seguido por los demás–, hey Tat. ¿Ya te sientes mejor?

– Sí, ya estoy mejor –contestó sonriendo, por primera vez con el pelirrojo, de manera sincera–, solo necesitaba descansar un momento.

– Lo siento –dijo apenado sobándose la nuca–, creo que me pasé con las vueltas.

– No importa, en serio, ya pasó –le restó importancia al asunto–. Solo procura no volverlo a hacer.

– Tu enemigo mortal siempre han sido las vueltas –dijo David riendo–. Bueno, eso y el levantarse temprano.

– ¿Recuerdan la vez que fuimos al parque de diversiones y nos subimos a las tazas esas que giraban? –preguntó Fernanda divertida.

– Como olvidarlo –contestó Camila–. Tatiana no pudo subir a ningún otro juego durante una media hora.

– La gente que la miraba pensaba que estaba borracha, incluso una señora nos gritó que éramos unos ebrios –contó Marcelo sin evitar mofar divertido–. Menos mal que estaba el gran Antonio para salvar el día cargando a la mareada damisela en su espalda.

– No fue la gran cosa, solo era hasta que se le pase el mareo –respondió el aludido desviando la mirada algo sonrojado–. Además, era eso o dejar que la sigan arrastrando como un cadáver.

Todo el grupo comenzó a reír, exceptuando por Tatiana quien miraba a sus amigos con el ceño fruncido fingiendo molestia, aunque en realidad recordar aquello también le hacia gracia; y por Emily quien solo estaba sonriendo, aunque un sabor algo agridulce se hizo presente en su boca cuando mencionaron lo que pasó con Antonio.

– ¿En serio pasó todo eso? –preguntó Joseph divertido mientras intercalaba la mirada entre Tatiana y sus amigos.

– Afirmativo –respondió Fernanda riendo– ¿No es cierto, Tatiana?

– Desgraciadamente, sí –confirmó en un suspiro–. No es un día que me agrade mucho recordar.

– Me hubiera gustado verlo –no pudo evitar que una ligera risa se escapara de sus labios–. Un día de estos hay que ir al parque de diversiones.

– Iremos –aseguró Marcelo–. Es una tradición ir cada fin mes.

– ¿En serio? Genial –pasó su brazo derecho por los hombros de Emily–. Dejadnos unirnos la próxima vez.

Se escucho una respuesta afirmativa, asegurando que entre más eran, más divertido sería. Siguieron hablando un rato, haciendo planes para cuando el día llegara, decidiendo a que juegos debían subirse sin importar que; sin embargo, tanto Tatiana como Emily no participaban en aquella animada conversación, solo de dedicaban a mirar curiosas como aquella charla se realizaba tan fluidamente.

– Oigan –comenzó a decir Tatiana ganada por su curiosidad. Todos posaron su atención en ella–, no es que me moleste, pero… ¿Desde cuándo son amigos?

– Desde hace unos minutos –respondió Fernanda sonriendo.

– ¿Cómo…? –esta vez fue Emily la que indagó.

– Pues… –Joseph pensó en cómo resumir lo acontecido minutos atrás– Cuando salí corriendo del salón me dirigí al comedor, pero cuando llegué un profesor gritó a lo lejos que no estaba permitido correr dentro del edificio, y justo cuando volteo momentáneamente para verlo no me di cuenta de que justo alguien se cruzaba en el camino.

– Chocó conmigo y derramó mi jugo –continuó Camila señalando una ligera mancha en su blusa como prueba irrefutable–. Él se disculpó y entonces vinieron los demás para ver qué pasaba. Cof chismosos cof –simuló que tosía–. Les dije lo que había pasado y entonces Joseph dijo que podía darme un jugo puesto que el siempre traía unos dos o tres.

– Lo que me recuerda –el pelirrojo cogió su mochila y sacó de esta un jugo de naranja que, por su marca, se notaba que no era un producto de aquel país–. Toma, un nuevo jugo tal y como lo prometí –le tendió el envase a Camila con una sonrisa, quien no demoró en tomarlo con el mismo gesto.

– Cuando veníamos para acá nos contó cómo una vez mezcló leche con Coca-Cola para un trabajo de investigación, y después de un día se lo tomó –siguió contando David riendo al recordar nuevamente aquella anécdota.

– Se intoxicó, pero sacó la nota máxima en su trabajo al explicar a fondo que pasaba si ingerías leche con Coca-Cola –terminó de decir Antonio.

Al terminar de escuchar lo que había pasado, Tatiana y Emily intercambiaron miradas, luego intercambiaron miradas con los demás y no pudieron evitar soltar una ligera risa.

– Joseph –lo llamó Emily divertida–, tú en serio no cambias.

– ¿Quién se tomaría eso? –cuestionó Tatiana aun riendo.

– Tenía curiosidad de saber cómo sabía –se defendió, aunque él también sabía que había hecho una tontería–. Además, valió la pena: saqué la nota máxima en mi trabajo.

– No sé si puedes considerarlo un triunfo teniendo en cuenta que te intoxicaste –dijo Emily.

– Hey, todo en esta vida cuesta.

Todos no pudieron evitar reír ante aquella respuesta del pelirrojo. Siguieron hablando animadamente entre ellos por un par de minutos más hasta que sonó el timbre que anunciaba el final del recreo.

Las clases transcurrieron con normalidad con la típica rutina del profesor y los estudiantes.

Ahora tanto Tatiana como Emily estaban un poco más animadas pues, sin saber exactamente cómo, las cosas volvían a ser como antes, incluso un poco mejor; sin embargo, a Tatiana le seguía incomodando el hecho de que Joseph estuviera tan pegado a Emily durante la clase, pero no le quedó de otra más que aceptarlo, al fin y al cabo, ¿qué podía decir? Para empezar, no era nada de Emily como para actuar tan posesivamente. Además, Joseph no era mala persona, era amable y divertido, y realmente desprendía carisma, pero aún así no lograba digerirlo del todo.

Al cabo de tres horas finalmente sonó la campana anunciando la hora del almuerzo.

«¡Bien! Hora del almuerzo», pensaba alegremente Tatiana levantándose de su asiento. «Finalmente podré hablar con ella de nuevo».

Pero justo antes de que pudiera dar un paso, una imperativa voz se hizo escuchar en el aula.

– Tatiana –la llamó Alejando, su tutor, con una severa mirada en su rostro–. Oficina, ahora.

– ¿Qué? Pero-

– Sin peros –la cortó–, hay cosas de los que tenemos de hablar. Te salvaste el viernes por la improvisada reunión de tutores que hubo, pero hoy no será el caso.

Al escuchar aquello Tatiana no pudo evitar tragar grueso: se le había olvidado por completo que una llamada de atención la estaba esperando desde el viernes por haberse saltado los últimos minutos de la penúltima clase. Pensó en replicar de nuevo, pero sabiendo que sería en vano solo acató la orden de Alejandro. Con la cabeza gacha y sus ánimos por los suelos, siguió a su tutor.

Sus amigos la miraron divertidos, pero a la vez con algo de compasión: de alguna u otra forma, la ojimiel siempre terminaba siendo llamada por sus tutores, parecía como si fueran un poco más estrictos con ella. En cuanto perdieron a Tatiana de su rango de visión, le preguntaron a Joseph y a Emily si querían ir al comedor con ellos, pero Emily se negó diciendo que se quedaría en el salón, y Joseph tampoco aceptó diciendo que se quedaría con Emily, así que solo agradecieron la invitación y dijeron que sería en otra ocasión. Sin insistir más, se despidieron de ellos dos antes de dirigirse al pasillo.

– Son personas muy agradables, ¿no crees?

– ¿A quiénes te refieres?

– Camila, Fernanda, Antonio, Marcelo y David. Los amigos de Tatiana –dio un mordisco a su trozo pizza–. Me caen bien.

– Pues sí, son agradables –respondió sin darle mucha importancia al asunto mientras comía una mandarina–. No he hablado mucho con ellos, pero veo que son buenas personas.

Se quedaron un momento en silencio. Joseph examinó a Emily con su verde mirada, sonriendo satisfecho cuando terminó su inspección.

– Has cambiado –dijo repentinamente.

– ¿Yo? –giró su mirada hasta posar sus ojos en el pelirrojo, viéndolo confundida– ¿Por qué lo dices?

– Antes no eras así.

– ¿Así cómo? –cuestionó alzando una ceja.

– Pues… –buscó las palabras más adecuada para expresarse– supongo que antes eras más cerrada y reacia a relacionarte con los demás.

– Lo sigo siendo.

– Pero en comparación con antes te has vuelto más sociable.

– Ahm… ¿Gracias?

– No me estás entendiendo tía –negó con su cabeza mientras reía por lo bajo–. Quiero decir que ahora hablas más que antes.

– ¿En serio lo crees? Yo me estoy comportando como usualmente lo hago.

– Tal vez tú no lo notes, pero yo sí –la miró directamente a los ojos–. Te conozco mejor que nadie, y por lo mismo te puedo asegurar que has cambiado. Y la verdad me alegro mucho de que lo hayas hecho.

– ¿Y eso por qué?

– Bueno…–desvió la mirada, dudando si poner en palabras lo que estaba pensando– Es que después de eso, lo que pasó con…

– Entiendo –lo cortó abruptamente entendiendo sobre lo hablaba: aquel tema que ella siempre era reacia a tocar porque la hacía recordar cosas que no quería–, ¿qué con eso?

– Pues, luego de eso te volviste prácticamente muda. No hablabas, no te expresabas, no sonreías, si te saludaba yo o alguna otra persona tú simplemente no reaccionabas, parecías una muñeca andante.

– Lo sé…lamento mi mal genio de aquel entonces.

– No te preocupes por eso, tenías motivos para estar como estabas –sonrió apenado al ver a su amiga con una mirada arrepentida–. Lo bueno fue que después pudiste recomponerte, aunque seguías algo seca y reacia, al menos comenzaste a hablar de nuevo con la gente.

– Después de toda tu insistencia no me quedaba de otra.

– Entonces hice bien en insistirte –aseguró mofando ligeramente–, aunque aun así nunca volviste a ser la misma.

Emily no respondió, quedó inundada en los recuerdos de su niñez, específicamente en aquellos en que se veía a sí misma rechazando cualquier tipo de contacto. Se le venían a la mente largas noches llorando, rostros difusos de personas que la miraban con pena, un pequeño Joseph que no se separaba de su lado, las primeras noches de borrachera de su padre y los primeros golpes de éste.

– ¿Sabes? –la pregunta de su amigo la regresó a la realidad, algo que agradeció mentalmente–  Cuando tuve que irme a Europa tenía miedo, pero no por mí. No quería dejarte sola pues yo era una de las pocas personas con las cuales podías hablar libremente.

– Lo sé –sonrió nostálgica–, tuve que insistirte bastante para que te vayas. No quería que desaprovecharas esa oportunidad, siempre quisiste estudiar en el extranjero.

– Si no tú no hubieras insistido como lo hiciste lo más probable es que me hubiera quedado contigo.

– Por eso mismo lo hice –dijo riendo por lo bajo–. Tiendes a preocuparte más de la cuenta por los demás, quería que por una vez pusieras primero lo que tú querías. Además…–pensó un poco sus palabras antes de continuar– después de lo que pasó tú siempre me has estado cuidando, siempre tratabas de hacerme reír y me defendías de mi padre. Sentía que hacías mucho por mí, y por eso quería que tú fueras a estudiar a donde siempre quisiste, quería apoyarte de la misma forma.

– Yo no creo que haya hecho gran cosa –confesó–, pude haber hecho más cosas para ayudarte, pero-

– Hiciste más de lo que debías –aseguró posando su mano sobre la de Joseph en un intento de hacer que su amigo no se siente culpable–, estuviste conmigo, y eso fue más que suficiente. Gracias Joseph.

Las mejillas del chico no tardaron en igualar el color de su cabello. Sostuvo la azul mirada de Emily por un par de segundos, pero tuvo que cortar el contacto para evitar que su corazón se aumentara más sus latidos.

– Creo que me preocupé por las puras –susurró negando para sí mismo.

– ¿A qué te refieres?

– Una de las razones por las que volví era porque estaba preocupado por ti –confesó rascándose la nuca con su mano libre–. Pensé que seguías siendo como antes, pero ahora me doy cuenta que no es así.

– Te preocupas demasiado –lo regañó con la mirada, aunque no estaba en serio molesta–, te dije que estaría bien.

– Lo sé, lo siento –se disculpó riendo ligeramente–. Aun así, no creo que haya hecho mal en regresar, ahora estoy contigo y me siento más tranquilo, pude ver tu cambio, incluso pude conocer a una amiga tuya –la miró directamente a los ojos– ¿Cómo se conocieron tú y Tatiana? ¿Cómo se hicieron amigas? Tengo bastante curiosidad en saber cómo pasó.

– Pues… –ladeó ligeramente su cabeza intentando encontrar la mejor manera de responder aquellas preguntas, pero por alguna razón se le hacía algo difícil de explicar– Si te soy sincera, no estoy muy segura de cómo sucedió. Ella fue la que se acercó, al principio traté de alejarla pues no me agradaba para nada, pero ella es demasiado insistente, terca y cabeza dura, a pesar de que la ignoraba ella seguía ahí; y en cierto punto simplemente llegué a acostumbrarme a estar con ella –una indescifrable sonrisa se formó en sus labios–. Poco a poco la fui conociendo, y fue más agradable de lo que pensé, dejé que ella me conociera un poco más también, pasaron muchas cosas y…

Su voz se apagó quedando el salón en completo silencio, su azul mirada se perdió en algún punto del piso, del mismo modo su mente se perdió en algún lugar ajeno a la realidad.

– ¿Y…? –la voz de Joseph animándola a continuar la sacó de su extraña ensoñación.

– Y, pues, nos… volvimos más cercanas, supongo –contestó finalmente con un ligero rubor en sus mejillas.

– Pues ahora tengo algo claro.

– ¿Qué cosa? –preguntó con un ligero e inexplicable temor.

– Para poder hablarte hay que ser muy insistente –respondió riendo.

– Tonto –dijo suspirando y volviendo a sentarse recta en su carpeta.

– ¿Y sus amigos? ¿También has hablado con ellos?

– No en realidad. Hubo una vez en que tuvimos una corta conversación, pero fue debido a un pequeño problema.

– ¿Un problema? ¿Qué sucedió?

– Fue hace poco. Tatiana se peleó con ellos por algunas cosas que dijeron de mí, pero al final pudieron hacer las paces, luego se disculparon conmigo por decir cosas de mí sin conocerme.

– ¿Qué dijeron? –cuestionó con molestia.

– Lo que dice todo el colegio –suspiró desinteresada–: que soy fría, cortante y esas cosas.

– ¿Todo el colegio? ¿Todos piensas que eres así?

– No los conozco a todos, pero no me sorprendería que así fuera. Pero no le des importancia, la verdad me importa poco lo que digan.

– Eso lo sé, pero… –se quedó callado con el ceño fruncido, negó para sí mismo tratando de calmar su fastidio– Entonces Tatiana te defendió.

– Pues sí, supongo que puedes verlo de esa manera.

– Realmente has hecho una buena amiga –sonrió sinceramente un poco más relajado.

– Sí –inevitablemente sonrió al recordar cuando todo lo sucedido hace poco–, creo lo mismo.

En ese momento, en la sala de tutores

– Ah… Ah… ¡Ah-chuu!

– Salud –dijo Alejandro– ¿Estás resfriada?

– Gracias –respondió sobándose superficialmente la nariz–. No, para nada.

– Bueno, aun así abrígate, ya está cambiando el clima.

– Sí, lo haré.

– Bien. Como te estaba diciendo, deberías empezar a tomar consciencia de tus acciones, el que te duermas en clase…

«Mátenme»

Volviendo al salón

Pasó un largo rato en que el silencio los invadió. Emily absorta en algunos recuerdos y una inconsciente sonrisa; y Joseph admirándola ensimismado.

– Sí –afirmó más para sí mismo que para la ojiazul–, realmente has cambiado.

– Sigo creyendo que no lo he hecho.

– Créeme, lo hiciste.

No respondió, en vez de eso giró sus ojos con una sonrisa divertida. El pelirrojo la siguió observando por unos cuantos segundos, y en cierto sus mejillas se pintaron de un muy ligero carmín.

– También…–dudó un poco antes de seguir– También has cambiado físicamente.

– Es lo normal, estamos en pleno crecimiento –contestó–. Tú también lo has hecho, estás más alto y fornido que cuando te fuiste, incluso tu voz se ha vuelto más grave.

– ¿De verdad? De hecho, me han dicho que me veo más sensual.

Ambos se quedaron mirando fijamente por unos segundos y comenzaron a reír.

– No sé si sensual –dijo todavía riendo–, pero de que has cambiado, has cambiado.

–Gracias –paró de reír y volvió a mirar fijamente aquellos ojos azules, pero ahora con un poco más de intensidad–. Tú también te has hecho más alta, y de alguna forma pareces más madura.

– Gracias –sonrió sincera, algo que hizo acrecentar el rubor en las mejillas del chico.

– En serio, tú…–en su tono de voz se podía notar su nerviosismo– Tú te has vuelto más hermosa de lo que ya eras.

– Ah… –tal vez era porque no estaba a que la halagaran, pero escuchar aquello le hizo sentir una ligera presión en el estómago, una que le incomodaba– Gracias, supongo.

Hubo un silencio entre ellos, pero diferente a los anteriores pues esta vez se sentía cierta tensión en el aire.

Luego de tomar un poco de aire y una gran porción de valor, Joseph comenzó a hablar.

– Emily.

– ¿Qué pasa? –sin saber muy bien porque tragó grueso, tenía un mal presentimiento.

– Yo… Tú… Bueno –se quedó callado tratando de calmar sus nervios y ordenar sus palabras, miró a Emily quien lo observaba atenta. Giró su cuerpo de tal manera que ambos quedaron frente a frente y sin previo aviso tomó su mano, sorprendiéndola.

– ¿Joseph? –lo llamó confundida y desconcertada– ¿Pasa alg-

– Me gustas.

El aula quedó en silencio nuevamente, pero esta vez con la incomodidad y la tensión mucho más palpable en el aire. Tal vez fue gracias a aquel sepulcral mutismo en el ambiente que Emily, quien tenía sus azules ojos abiertos de par en par, podía escuchar tan fuerte y claro sus propios acelerados latidos.

 – Siempre –prosiguió el pelirrojo–, siempre me has gustado. Desde que éramos niños. Yo… yo en serio estoy perdidamente enamorado de ti.

Finalmente alzó por primera vez su mirada en toda su confesión, posando su fijamente sus verdes ojos en los de Emily, quien sintió como su respiración se le cortaba al no poder soportar toda la intensidad con la que era vista.

No sabía que decir, estaba todavía procesando lo que acababa de suceder, terminando de entender cada palabra dicha por la boca de su amigo, encontrando el significado más profundo detrás de cada una de ellas. Sintió como el corazón se le estrujaba al ver en la mirada del pelirrojo su estado completamente vulnerable y frágil, pero a la vez algo inseguro y temeroso.

– Joseph, yo…

A pesar de que quería, las palabras simplemente no le salían. ¿Qué se supone que tenía que decir? ¿Cómo debía seguir aquella conversación? A pesar de que pensaba en ello, no encontraba la manera de expresarse como quería, y es que ni siquiera sabía que era lo que quería expresar en primer lugar. Tenía tantas cosas en su cabeza, se repetían algunos recuerdos del pasado que había vivido junto a su pelirrojo amigo, algunas imágenes de un posible futuro cercano que variaba según la respuesta que daba, y sobre todo y lo que más la hacía pensar, aunque no tuviera nada que ver con lo que estaba sucediendo, unos dulces ojos color miel que la hacían confundirse más de lo que ya estaba.

«Él… Él es mi amigo, quien siempre me ha apoyado y me ha cuidado. ¿Yo…debería corresponderle? Estoy segura de que él no me haría daño, pero algo en mí no me deja decirle que sí, algo en mí no quiere decirle que sí», pensó mientras desviaba su mirada al suelo. Su mente entonces trajo a su memoria una dulce sonrisa, unos tiernos pucheros, un agradable aroma, una cálida piel, unos suaves labios, unos dulces ojos color miel. ¿Por qué estaba pensando en Tatiana en ese momento? No lo sabía, y tampoco tenía muchas ganas de averiguarlo, al menos no en ese momento.

Volvió a alzar la mirada y posó sus azules ojos en Joseph, quien seguía observándola expectante, pero paciente a la vez. Quiso concentrarse en él, en responderle adecuadamente y como él se lo merecía, pero por mucho que lo intentaba, en cada latido de su corazón solo podía resonar un nombre, y ese no era el del chico que tenía en frente.

Suspiró resignada pues, por mucho que quisiera corresponderle, aceptar aquellos sentimientos solo sería engañarse tanto a ella como al pelirrojo. Sabía que lo tenía que hacer, y aunque había rechazado a chicos antes, hacerlo con alguien que ella conocía y quería era mucho más difícil.

– Lo siento –contestó finalmente luego de lo que parecía una eternidad–, pero yo nunca he pensado en ti de esa forma.

Puedo ver como los verdes ojos de su amigo reflejaban una clara aflicción, y la forzosa sonrisa que se formó después solo comprobó que realmente lo había herido.

– Entiendo, no te preocupes –respondió con su voz apagada retirando su mano de la de Emily–. Mas bien, disculpa por todo esto, sé que fue algo repentino.

– No, está bien, no tienes que disculparte por nada, debería ser yo la que esté pidiendo perdón.

– No, no tienes por qué disculparte, en serio.

– Pero...

– Está bien –afianzo más su sonrisa, pero esta solo reflejaba melancolía–. Si te soy sincero, me esperaba esa respuesta.

– ¿De verdad?

– De verdad, no sé si fue pesimista o realista de mi parte, pero no podía imaginarme obteniendo un sí.

– ¿Por qué no? –curioseó, aunque luego de formular la pregunta se arrepintió.

– Pues –la miró de reojo y sonrió, esta vez de una manera más sincera–, porque sería demasiado bueno y probablemente moriría de la felicidad.

Las pálidas mejillas de Emily se pintaron en carmín delatando completamente su vergüenza, algo que hizo reír ligeramente a Joseph.

– Lo siento –susurró apenada.

– Que pares de disculparte tía, que no has hecho nada malo.

Lo sabía, sabía que aquello no era en realidad algo malo, pero no dejaba de sentirse realmente mal sabiendo que había lastimado, aun sin querer, a su amigo.

Joseph la miró de reojo un par de segundos y luego volvió la vista al frente, tomando un semblante serio y meditativo: al parecer en su mente estaban pasando muchas cosas las cuales no sabía si era bueno mencionar.

– Hey.

– ¿Mm? –levantó la mirada para fijar sus azules ojos en Joseph.

– Tengamos una cita.

Aquello sonó tan fuera de lugar y la tomó tan desprevenida que demoró un par de segundos en contestar.

– Pero yo no-

– Lo sé –se apresuró a decir, interrumpiéndola–. No debería estar pidiendo esto, pero…bueno, supongo que soy algo terco y realmente quiero estar contigo –miró fijamente aquellos azules ojos–. Será mi última oportunidad, después de esto no volveré a insistir.

– No lo sé Joseph…

– Prometo hacerlo divertido –aseguró con una sonrisa–. Además, será una manera para que tanto tú y yo veamos las cosas un poco distintas.

– Pero aun así –dudaba en que aquello fuera una buena idea, pero al ver aquellos ojos llenos de suplica del pelirrojo le fue inevitable no ceder ante él–. Bien, tú ganas.

La luz e ilusión no tardaron en volver a adornar el rostro de Joseph. Sin poder contener su emoción ante aquella oportunidad, se levantó de su asiento y cargó a Emily entre sus brazos.

– No te arrepentirás –dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras comenzaba a girar–, lo prometo. Será la mejor cita de tu vida.

– ¡Espera! ¡No de nuevo! –comenzó a decir, más que molesta, divertida– ¡Para!

Comenzaron a reír dejando de lado todos esos incómodos y melancólicos sentimientos de los cuales eran presos hace unos momentos, concentrándose ahora en el agradable sentimiento que florecía en su pecho. Sin embargo, lo que no que no sabían es que alguien había sido testigo de aquello, alguien que estaba fuera del salón y que pudo escuchar una parte de la conversación.

Se dio media vuelta y comenzó dar grandes pasos para alejarse lo más rápido posible de ese lugar. No le importó que en ese mismo instante la campana haya sonado, lo único que Tatiana quería era ir a algún lugar donde pudiera dejar de contener el llanto.

Notas finales:

Disculpen la demora, he estado escribiendo para poder tener más capítulos listos antes de entrar a la universidad y que esta consuma todo mi tiempo uu
Espero que les haya gustado, ha sido más largo de normal así que agradezco su tiempo por haber leído todo <3

Saludos, nos leemos pronto. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).