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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Todos los alumnos comenzaron a regresar a sus salones para dar inicio a las últimas tres horas de clases. Tanto Emily como Joseph solo guardaron algunos envases en lo que habían traído sus alimentos pues ellos ya se encontraban en sus asientos; ambos habían acordado no decirle a nadie acerca de lo que acaba de suceder, iban a mantenerlo en secreto por petición de Emily, aunque no tuvo que insistir mucho ya que al pelirrojo tampoco le gustaba estar divulgando su vida privada.

Cuando los amigos de Tatiana ingresaron al salón Emily no pudo evitar poner su atención en ellos, buscando con su mirada a la ojimiel, pero no la encontró.

– ¿No está Tatiana con ustedes? –preguntó sin poder contener su curiosidad acercándose a ellos simulando ir a botar algo al tacho.

– No, no la hemos visto en todo el almuerzo –contestó Camila su duda–. Pensamos que estaría con ustedes dos.

– Nosotros tampoco la hemos visto desde que terminó la clase.

– ¿No seguirá en la oficina de tutores con Alejandro? –sugirió Marcelo– Tal vez se metió en un problema más grande del que imaginamos.

Sin embargo, descartaron esa opción al ver como Alejandro entraba al aula sin Tatiana a sus espaldas. Se miraron entre ellos confundidos, pero no pudieron seguir hablando puesto que su tutor comenzó a exigir que todos fueran a sentarse; cada quien fue a sus respectivos lugares sin despegar la mirada de la puerta para ver si entre alguno de esos alumnos que entraban al salón se encontraba la ojimiel, pero esta simplemente no se apareció. Alejandro al parecer no había notado la ausencia de Tatiana en el salón pues al ser muchos alumnos era difícil diferenciar quien faltaba y quien no, así que sin más empezó la clase.

Los amigos de Tatiana miraban su asiento extrañados y algo preocupados: sabían que para que su amiga se saltara una clase era porque algo había pasado. Emily también desde su asiento volteaba de tanto en tanto disimuladamente y fijaba su azul mirada en aquel asiento sin ocupar, sintiendo en su pecho cierto vació al no encontrar esos dulces ojos color miel.

Mientras tanto en alguno de los tantos cubículos del baño para mujeres del segundo piso se encontraba Tatiana con la respiración agitada, su corazón acelerado y rebeldes lágrimas cayendo de sus mieles ojos. Sollozaba de la manera más silenciosa que podía para evitar que algún tutor o profesor la descubriera y no terminar metida en algún problema, pero sobre todo para evitar que alguien la viera en aquel estado tan débil y vulnerable.

No era su plan terminar en el baño, ella quería ir a aquel lugar detrás del edifico de artes para poder desaparecer un momento y llorar tranquila sin controlar el ruido que hacía, pero el tiempo jugaba en su contra y sabía que, aunque hubiera corrido, no hubiera llegado sin que antes algún profesor o tutor la detenga. Así que simplemente se apresuró a ir a aquel lugar más “privado” que tenía a su alcance: el baño.

No supo cuánto tiempo le tomó calmarse, pero calculó que fue entre unos 10 a 15 minutos. Cuando su llanto finalmente cesó se dispuso a salir, afinó su oído lo más que pudo hasta que estuvo completamente segura que nadie se encontraba cerca en ese momento. Abandonó el cubículo que la vio llorar y se aproximo al lavado para echarse agua en la cara y limpiarse el rastro que las lágrimas dejaron en sus mejillas, pero cuando estaba sintiendo por segunda vez el agua fría en su rostro tuvo que agarrarse con fuerza del lavado para evitar caer.

«Mierda, no justo ahora», maldijo cerrando con fuerza sus ojos y tomando grandes boconadas de aire, podía sentir como el sudor comenzaba a hacerse poco a poco presente en su frente. Se lavó por última el rostro y abrió los ojos, concentrándose en el piso el cual le parecía cada vez más distorsionado.

Se apoyó en la pared y, con gran esfuerzo, comenzó a caminar hasta la salida. Vio las escaleras las escaleras a su izquierda que daban directamente a la cafetería, dudó un poco antes de comenzar a bajar agarrada firmemente del pasamanos.

«Necesito agua, necesito agua», se repetía mentalmente, como queriendo asegurarse que aquello no se mezcle con sus pensamientos que también comenzaban a volverse difusos.

Luego de un buen rato, y un gran esfuerzo, llegó a la cafetería; sin embargo, su mano seguía sujeta firmemente al pasamanos, su respiración cada vez era más agitada y ronca, el sudor ya era más visible en su rostro y sus ojos estaban cansados. Veía todo difuso, volviéndose de un color oscuro por momentos, sentía que en cualquier momento desfallecería ahí mismo.

– ¿Tatiana? –al escuchar su nombre presintió que le esperaba algún llamado de atención, pero su estado deplorable solo le permitió mirar a aquella persona sin alguna otra reacción– Oh por Dios, estás toda pálida.

Aunque quiso, no pudo pronunciar el nombre de la persona que se encontraba frente a ella, sentía la boca demasiado seca. Rápidamente la mujer mayor que vestía con una bata blanca se acercó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos y observándolo detenidamente.

– Estás a punto desfallecer –dijo tomando un brazo de la ojimiel y pasándolo por sus hombros–. Necesitas acostarte. Ven, vamos a la enfermería.

No respondió, se limitó en seguir torpemente los pasos de la doctora mientras que con todas sus fuerzas intentaba no cerrar sus ojos ahí mismo, pero cuando estaba cruzando la puerta de la enfermería ya se encontraba inconsciente.

Al abrir nuevamente los ojos lo primero que vio fue un blanco techo, sintió una fría y delgada tela debajo de ella y al instante supo que se encontraba sobre una camilla. Finalmente todo había dejado de dar vueltas y su respiración se había normalizado, pero pudo sentir como su blusa estaba ligeramente mojada, seguramente a causa de todo el sudor que expulsó su cuerpo; se quedó mirando a la nada ordenando sus pensamientos pues aún se hallaba algo confundida. Al cabo de un par de minutos quiso reincorporarse, pero una voz la detuvo antes de que pudiera enderezarse del todo.

– No te levantes –ordenó una mujer con bata blanca sentada en su escritorio–, sigue descansado por un rato.

– Vale –acató sin rechistar.

– ¿Te sientes mejor?

– Sí, gracias Amanda –dijo con confianza pues no era la primera vez que ella terminaba en esa situación, ya antes había terminado bajo los cuidados de aquella doctora.

– Solo hago mi trabajo –contestó mientras se levantaba y caminaba hasta la camilla para luego tenderle una botella de agua–. Ten, debes hidratarte.

Sin demora alguna Tatiana aceptó la botella que le tendían, bebiendo de ella con ligera desesperación pues su boca estaba realmente seca.

– ¿Has comido apropiadamente estos días?

– Sí –contestó una vez terminó de beber, casi se había terminado la mitad del contenido de la botella.

– ¿Qué comiste ayer?

– Pollo frito.

– ¿Y anteayer?

– …También pollo frito.

– Te he dicho miles de veces que debes balancear tus comidas –la regañó soltando un suspiro–. ¿Hoy has comido apropiadamente?

– Pues…no –respondió sincera desviando la mirada–. Tuve que salir rápido de casa y no me dio tiempo para desayunar, tampoco he comido a lo largo del día.

– ¿No has ingerido nada desde esta mañana? –sus ojos detonaron sorpresa al principio, pero luego pasó a mirarla con desaprobación– Ahí está el problema. ¿Tu jarabe? ¿Lo has estado tomando?

–…No, estos últimos días he olvidado beberlo.

– Con razón colapsaste hoy.

Se alejó momentáneamente de la camilla para buscar algo en algún cajón de su escritorio, al cabo de unos segundos ya se encontraba al lado de Tatiana nuevamente.

– Ten, alimenta tu estómago –dijo imperativamente tendiéndole un triple–. Cuando termines me avisas, te daré un poco de jarabe.

– Gracias –cogió el sándwich mientras se sentaba sobre la camilla, apenada por causar tantos problemas, y comenzó a comer.

Amanda volvió a su escritorio para seguir revisando algunos papeles. La habitación estuvo en silencio durante un par de minutos hasta que Tatiana se animó a hablar.

– ¿Cuánto tiempo he estado aquí?

– Has estado dormida más de una hora –contestó mirando el reloj que colgaba en la pared–. Ya le avisé a Alejandro que estás aquí, así que tranquila, no te meterás en problemas.

Al escuchar eso un alivio se apoderó de ella: lo que menos necesitaba ahora era algún otro problema respecto a las clases, Alejandro ya le había dado un sermón y no le apetecía recibir otro. Guardó silencio puesto que no se le que ocurría que más preguntar, solo se concentró en el triple que estaba degustando, al menos hasta que sintió su celular vibrar. Comprobó que Amanda se hallaba concentrada en su trabajo y entonces sacó su teléfono, extrañándose al instante al averiguar quién le había mensajeado.

Fernanda: ¡Oye! ¿Dónde estás?  D:
Tatiana: ¿Tú no deberías estar prestando atención a la clase?

A los pocos segundos el mensaje tuvo el visto azul.

Fernanda: ¿Y tú no deberías estar en clase?
Tatiana: Jajaja touché
Fernanda: ¿Dónde estás? c:
Tatiana: En la enfermería
Fernanda: Khe, ¿POR QUÉ?

Pensó un poco su respuesta antes de contestar.

Tatiana: Los cólicos no tuvieron piedad conmigo esta vez, estoy agonizando.
Fernanda: JAJAJA el parte de ser mujer, lamentablemente.
Tatiana: No es como si nos quedara de otra de todas maneras xd
Fernanda: Pues no :’v bueno, al menos estás viva, me siento un poco más tranquila ahora xd
Tatiana: ¿No deberías estar atendiendo la clase?
Fernanda: Tú lo has dicho, debería ;v
Tatiana: Te quitaran el celular :v

Apareció el visto el azul en el chat seguido de un “escribiendo” de parte de Fernanda, pero aunque esperó la respuesta esta simplemente nunca llegó. Se extrañó ante aquello y el molesto sentimiento de ser ignorada se apoderó de ella, decidió no darle más vueltas y guardar su celular antes de que Amanda la descubra; sin embargo, otro mensaje llegó a su bandeja antes de que siquiera pudiera cerrar la aplicación.
 
David: ¡Hey fugitiva! ¿Pasándola en grande cuando deberías estar en clase?
Tatiana: No quiero escuchar eso de la persona que se supone debería estar prestando atención en clase
David: Jajajaja ¿te hablo y así me respondes? Que mala eres u-u
Tatiana: La verdad duele u-u
David: Jajajaja púdrete xD Bueno, solo te quería dar un mensaje de Fernanda.
Tatiana: ¿De Fernanda? Pero hace un rato estaba hablando con ella. Por cierto, dile que me siento ignorada por su visto c:
David: Jajajaja no lo hizo queriendo, es que a la muy genia le quitaron el celular xD
Tatiana: Jajajaja no me lo creo, ¿es en serio?
David: Sí xD No se dio cuenta de que el profesor estaba a su costado cuando te estaba respondiendo xD
Tatiana: Jajajaja que tarada, ¿cómo no se dio cuenta que estaba a su lado? xd
David: Ahorita mismo está reclamando que se lo den xD
Tatiana: Pobre xd Mándale mis buenas vibras <3
David: Se las haré llegar xD Bueno chica fugitiva, como sabrás soy un hombre estudioso, así que me tengo que despedir para poder prestar atención a la clase.
Tatiana: No sé si eres hombre, pero sé que no eres estudioso D:
David: Jajaja púdrete xD Ahora sí me voy, el profe me está mirando, no quiero que me quite mi cel a mí también :’v
Tatiana: Okay, hablamos después<3

Para cuando mandó el último mensaje su amigo ya se había desconectado, suspiró negando con una sonrisa. Cuando estaba a punto de cerrar la aplicación, nuevamente le llegó un mensaje, realmente comenzaba a creer que sus amigos no se tomaban para nada en serio el estudio, pero cuando revisó su bandeja se dio cuenta era de un número desconocido.

N. desconocido: ¡Hola! ¿Estás bien?
Tatiana: Hola, ahm…sí, supongo.
Tatiana: Y tú eres… ¿?
N. desconocido: Cierto, no tienes mi número guardado. Soy Joseph :)
Tatiana: ¿Joseph? ¿Cómo tienes mi número?
Joseph: Se lo pedí al chico que se siente a mi costado. ¿Estuvo mal? C:
Tatiana: No, no, para nada. Solo me pareció raro que lo tengas :v
Joseph: Lo siento, es que te quería enviar algo xd
Tatiana: ¿Qué cosa? c:
Joseph: ¡Esto!
Joseph: (Imagen)
Tatiana: Eso… ¿habías tomado una foto?
Joseph: Sip, y te la quería enviar :)
Tatiana: … Gracias…
Joseph: No hay de que x3 Por cierto, ¿por qué no has venido a clase?
Tatiana: Cosas de mujeres, ¿sí me entiendes? xd
Joseph: Jajajaja eso creo xD Bueno, al menos no es nada grave.
Joseph: Estábamos un poco preocupados. Emily quería salir a buscarte xD
Tatiana: ¿De verdad?
Joseph: Sí, no lo dijo, pero se notaba que quería salir, en serio estaba preocupada c:
Tatiana: Lo siento :/
Joseph: Tranquila, no pasa nada ;) Bueno, me voy, sino el profesor me quitará mi celular, me la estoy jugando mucho hablándote cuando me siento en la primera fila xd
Joseph: ¡Nos vemos!
Tatiana: Okay, hablamos luego :)

Nuevamente su mensaje fue enviado cuando el otro ya se había desconectado. Suspiró sin saber porque, aquella conversación la había hecho sentir extraña e incómoda, pero cuando Joseph le mandó aquella foto no pudo evitar hacer otra cosa que no sea sonreír. Buscó aquella imagen en su galería y la observó ensimismada, rozando por sobre la pantalla el rostro de Emily. De manera inevitable de sus ojos comenzaron a brotar algunas lágrimas y en su pecho volvía a nacer aquel sentimiento desgarrador que la había atormentado cuando había sonado la campana.

A ella no debería afectarle tanto que Joseph y Emily empiecen a salir, ya tiene amigas que se han conseguido algún novio y ella no reaccionaba con lágrimas como lo estaba haciendo en ese momento. ¿Entonces porque no podía ser igual con Emily? ¿Por qué su corazón se estrujaba cuando imaginaba a Emily y Joseph en alguna situación comprometedora? No debería importarle, pero joder, sí que le importaba, y realmente le dolía.

Siguió mirando la foto un poco más aferrándose a aquel cálido sentimiento que había sentido en aquel abrazo, tratando de que su memoria recuerde exactamente el agradable aroma que desprendía del pálido cuello de Emily. ¿Era masoquista? Pues sí, al igual que el resto de las personas que no pueden evitar coger una rosa a pesar que las espinas lastimen sus dedos.

– ¿Ya terminaste tú…? –la doctora habló de improviso mientras giraba su silla, asustando a una llorosa ojimiel quien, por impulso, escondió su celular y se secó rápidamente las lágrimas. Amanda se quedó observándola en silencio un par de segundos– ¿Qué pasó?

– N-Nada.

– Claro, típica respuesta adolescente para decir exactamente que pasa todo –giró los ojos, acostumbrada a esa respuesta. Caminó hasta la camilla y se sentó al borde de esta, luego le alcanzó un pequeño envase a Tatiana con un líquido amarillo–. Tu jarabe, tómalo.

Sin rechistar tomó el pequeño pomo y bebió aquel líquido, arrugando al instante el rostro por el desagradable sabor. Devolvió el envase y se apresuró a tomar un poco del agua que quedaba en la botella.

– Entonces –comenzó a hablar la doctora–, ¿por qué llorabas?

– No estaba llorando –contestó fingiendo interés en la tapa de la botella.

– Hey, puedo usar lentes, pero no estoy tan ciega.

– No es nada –aseguró con voz apagada e incapaz de hacer contacto visual–, solo tonterías.

– Alguien no llora solo por tonterías –acercó su mano la mejilla de la ojimiel y la acarició con suavidad, limpiando el recorrido seco de una lágrima–. ¿Qué pasó?

– Yo…no lo sé…

– ¿Tiene que ver con el porque llorabas antes de que te desmayaras? –cuando dijo aquello Tatiana levantó la vista con sorpresa– ¿Qué? ¿Esperabas que no me diera cuenta? Tenías los ojos ligeramente hinchados y la nariz roja, era imposible que no lo notara.

– Los doctores son bastante perceptivos, ¿cierto?

– Sí –contestó sonriendo y volviendo a sentarse derecha–, lo somos.

«Igual que Emily», pensó mofando irónica. «Ella podría ser una excelente doctora considerando lo perceptiva e inteligente que es».

– Entonces –volvió a hablar Amanda–, ¿ya me dirás que sucedió?

Miró directamente a la mujer, quería poder contestarle pues sentía que hacerlo liberaría un gran peso de su cuerpo, pero ¿Cómo explicar algo que ni si quiera ella entendía?

– No lo sé –contestó finalmente luego de unos segundos de silencio–, a mí también me gustaría saber qué es lo que pasa.

– Suena a una pantomima de hormonas.

– ¿Una qué?

– Que tu hipotálamo está bajando sus niveles de dopamina.

– ¿Qué mi qué?

– Que tu glándula pituitaria está teniendo algunos problemas segregando la oxitocina, y por ende tu hipotálamo está bajando el nivel de dopamina en el cuerpo.

– Es un hecho, yo no serviría como médica.

Amanda no pudo evitar soltar una risa.

– ¿Estás enamorada?

– ¿QUÉ YO QUÉ?

– Oh vamos, ¿tampoco entiendes eso?

– No, la pregunta la entiendo, pero –sintió como el calor subía a sus mejillas–, ha sido demasiado repentino.

– Tal vez si alguien pusiera más atención a sus clases de biología hubiera entendido desde un principio –dijo sonriendo divertida–. ¿Entonces? ¿Lo estás?

– ¿Por qué me está preguntado esto?

– Porque a tu edad ese suele el problema más común –contestó mirando hacia el frente, recordando la época en la que ella pasó por lo mismo–. Las hormonas están más alborotadas y los sentimientos a flor de piel, enamorarse es lo más normal, pero también algo que hace que mucha gente se rompa la cabeza.

– ¿Le ha pasado?

– Por supuesto –respondió sin tapujos ni vergüenza–. Yo también me he hecho un lío a la hora de enamorarme de alguien. “¿Será que le gusto?” “¿Pensará en mí?” “¿Por qué de todas las personas, él?”. Me hacía infinidad de preguntas, negaba lo que sentía y miraba para otro lado para evitar afrontar mi realidad.

Tatiana no pudo evitar sentirse identificada.

– ¿Y cómo dejó de hacerse un lío? –preguntó curiosa, algo que hizo que Amanda la mirara y sonriera.

– Tomé al toro por los cuernos –dijo con orgullo en sus ojos café–. Una vez dejé de huir de lo que sentía mi cabeza volvió a tener su paz, y lo mismo pasó con mi corazón. Por eso te aconsejo que hagas lo mismo.

– Yo en ningún momento dije que esté enamorada –contestó frunciendo el ceño con las mejillas ruborizadas.

– No tienes que decirlo, tus ojos te delatan –aseguró mientras se levantaba de la camilla–. Tranquila, te guardaré el secreto. Ahora descansa un poco más.

Le guiñó un ojo de forma cómplice y volvió a su asiento junto al escritorio.

– No es justo que los doctores sean tan perceptivos –susurró.

– ¡Te escuché!

– Ni que tengan buen oído –susurró está vez bajando mucho más su voz.

Cuando quedó nuevamente sola, o al menos en privacidad, se tiró de lleno en la camilla con la mirada perdida en la blancura del techo. Su reciente conversación con la doctora daba vueltas una y otra vez en su cabeza, sobre todo los consejos que le había dado.

«Dejar de huir», repitió mentalmente. «¿He estado huyendo?». Recapituló todo lo que había sucedido, hasta el más mínimo detalle trató de traerlo a su memoria, entonces se percató que inconscientemente lo había hecho, había huido de todo lo que pensaba y sentía, haciendo caso omiso, fingiendo que no estaba ahí.

– Supongo que tengo que tomar al toro por lo cuernos –habló para sí misma, con el tono de voz justo para no ser oída por terceros.

El vibrar de su celular la distrajo de sus pensamientos. Sacó su teléfono de su escondite y se fijó en la pantalla: nuevamente un número desconocido. Se extrañó, mas aun así abrió el chat.

N. Desconocido: Hola.
Tatiana: Hola… ¿Quién eres?
N. Desconocido: Ah, disculpa. Soy Emily.

En ese preciso instante sintió su corazón dar un brinco y no pudo evitar reír por lo irónico que era el destino.

Tatiana: ¿Emily? ¿De verdad?
Emily: Sí, de verdad. ¿Por qué preguntas?
Tatiana: Es que me pareció raro que tengas mi número, y además aún estamos en hora de clase…
Emily: Le pedí tu número a Joseph. Y sobre la clase… dije que iría al baño.
Tatiana: Jajajaja ¿en serio? Pero casi nunca dan permiso para ir durante hora de clase, menos faltando poco para que toque la campana c:
Emily: Era la primera vez que pedía permiso así que me dejó ir sin problema.
Tatiana: Bueno, supongo que era de esperarse xd
Tatiana: Y… ¿había algo que querías decirme?
Emily: ¿Por qué no has venido a la clase?
Tatiana: Por nada importante, solo me sentía un poco…indispuesta, por decirlo de alguna forma.
Emily: ¿Estás bien?
Tatiana: Sí, ahora sí :)
Emily: ¿Dónde estás?
Tatiana: … En la enfermería nn’
Emily: ¿Qué? ¿Por qué?
Tatiana: Ya sabes, el problema de cada mes.
Emily: ¿Solo eso?
Tatiana: Sí
Emily: No creo que solo por eso te hayan dejado ausentarte las dos últimas horas de clases.
Tatiana: Bueno, supongo que habrán visto que en serio me dolía.
Emily: ¿En serio es eso? No quiero que mientas respecto a tu salud.
Tatiana: No es nada, en serio.
Emily: ¿Pero estás bien?
Tatiana: Lo estoy ahora, lamento haberte hecho preocupar :/
Emily: Descuida, tú no tienes la culpa de nada.
Tatiana: Aun así siento que debo disculparme jaja
Tatiana: Creo que deberías regresar al salón, sería raro que te demoraras tanto en el baño xd
Emily: Supongo que tienes razón. Te iré a ver luego, cuídate.
Tatiana: Lo haré, nos vemos.

Justo cuando mandó el mensaje Emily ya se había desconectado. No podía ver su rostro puesto que no había un espejo cerca, pero sabía que la sonrisa que se había formado en su rostro era la de una estúpida enamorada.

¿Para qué negarlo más? Ella estaba perdidamente enamorada de esos misteriosos ojos azules.

Notas finales:

Espero que les haya gustado<3 

Saludos, nos leemos pronto nn


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