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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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El sonido de una rama rompiéndose la hizo reaccionar en el último momento y salir de aquel trance al cual había entrado al no poder entender del todo la repentina situación en la que se encontraba. Emily se percató de la corta distancia que separaba sus labios con los de Joseph y, en un intento de evitar aquel contacto, comenzó a inclinarse hacia atrás, pero al ver que el pelirrojo no se detenía atinó en empujarlo levemente por ambos hombros con sus manos.

– Lo siento –dijo una vez la mirada de Joseph finalmente estaba posada en sus ojos–, no puedo.

– Ah, claro, disculpa –susurró apenado y ocultando sus mejillas ruborizadas por la vergüenza–. Mi error, no debí hacer eso.

Un incómodo silencio los envolvió, acompañado de una tensión tan palpable en el aire que podría ser cortada con unas viejas tijeras.

– Perdón Joseph –comenzó a decir Emily–, pero esto no va a funcionar.

– Descuida, lo entiendo –forzó una sonrisa, aunque en sus ojos se podía ver un notable desconcierto y melancolía.

Nuevamente el silencio los envolvió, era la primera vez que un silencio entre ellos no era agradable, era la primera vez que la presencia del otro no era grata y que la conversación no fluía por sí sola. Realmente estaban maldiciendo el momento en que el amor se interpuso en la amistad que tenían.

– ¿Puedo…preguntarte algo? –se animó a hablar Joseph.

– ¿Qué cosa?

– ¿Hay alguien que te guste?

Las pálidas mejillas de Emily no tardaron en teñirse de carmín y, sin quererlo, la imagen de Tatiana apareció en su mente de manera casi instantánea.

– ¿Entonces? –insistió Joseph al ver la mudez de su amiga, intrigado– ¿Hay alguien?

– ¿Por qué me preguntas esto?

– ¿Por qué desvías el tema? –sus mirados chocaron luego de haberse estado evitando por unos largos minutos, el ambiente se había relajado un poco.

– No hay nadie que me interese, no entiendo por qué lo preguntas.

– Y yo no entiendo por qué mientes.

– No estoy-

– Te conozco, Emily, no puedes engañarme –la ojiazul frunció el ceño, algo que hizo que Joseph riera por lo bajo–. ¿Y? ¿Quién es?

Emily desvió la mirada y la fijó en el mantel sobre el que estaba sentada, aunque más que no querer contestar, parecía que ella simplemente no sabía que era lo que tenía que contestar. Joseph lo notó y, luego de suspirar resignado, levantó su mano derecha y desordenó los negros cabellos de su amiga.

– Está bien, no tienes que responderme, no te estreses tía.

– ...Gracias.

– Supongo que hasta aquí llegué – dijo tirándose de espaldas y clavando su verde mirada en el cielo nocturno, la lluvia de estrellas ya había terminado–, no podré estar contigo.

– …Lo siento.

– ¿Por qué te disculpas? –preguntó riendo por lo bajo, aunque el tono de su voz delataba su desánimo– Está bien, en serio, así que no pongas esa cara de culpa.

Aunque sabía que aquello no había sido realmente su culpa, el hecho de haber sido la causante de que Joseph pusiera un rostro tan melancólico la hacía sentir de lo peor, su amigo no se merecía eso. Levantó tímidamente la mirada y la posó sobre el pelirrojo, éste tenía la mirada perdida en el cielo nocturno con un semblante apagado.

– ¿Nos vamos ya? –preguntó Joseph volviéndose a sentar– Se hace tarde, no quiero que tengas problemas con tu padre por mi culpa.

– Claro.

Recogieron en silencio el picnic del que solo habían comido una cuarta parte, lo guardaron en la canasta y caminaron hasta donde se encontraba el vehículo que los llevaría de regreso. No se esforzaron en crear un tema de conversación mientras regresaban, no tenían ganas de hablar, ambos tenían muchas cosas en sus cabezas como para pensar en mantener alguna conversación.

En otro lado del parque…

– Tatiana ya se tardó –dijo Christina mirando la hora en su celular–, ya terminó la lluvia de estrellas.

Buscó a la ojimiel en sus contactos para marcarle a su celular, pero antes de que pudiera darle a la opción de llamar escuchó el sonido de los arbustos y, seguidamente, vio la cabellera castaña de Tatiana salir de ellos.

– ¿A dónde fuiste? La lluvia de estrellas ya-

No pudo terminar de hablar puesto que Tatiana se abalanzó hacia ella y la abrazó con tal fuerza que a Christina comenzó a dificultarse la tarea de estar de pie. La rubia miró confundida a su amiga, percatándose al instante de las lágrimas que salían raudas de sus mieles ojos y el tiritar de su cuerpo el cual, en ese momento, parecía estar en su estado más débil e indefenso. Sintió su corazón estrujarse al ver a Tatiana en aquel estado, la tomó por los hombros y, con ligera fuerza, la alejó para poder mirarla a los ojos.

– ¿Qué pasó?

La pregunta fue sencilla y directa, pero a pesar de eso Tatiana no pudo responderla dado que el llanto no la dejaba articular algo entendible. Christina estrujó su mirada molesta e impotente, agachando la cabeza tratando de pensar en algo, pero al bajar la vista vio el pantalón jean de la ojimel con manchas y una ligera coloración rojiza en las rodillas.

Shit –gruñó. Pasó su mano por los hombros de Tatiana y, luego de tenerla sujeta firmemente, comenzó a caminar con ella–. Vamos a tu casa, ahí hablaremos más tranquilamente.

Tatiana asintió débilmente y, cojeando un poco, dejó que Christina la guiara hasta su camioneta. El recorrido fue rápido. En el tiempo que estuvieron en el carro Christina tenía abrazada a Tatiana y le hacía ligeros mimos en la cabeza, dejándola libre de tanto en tanto para que le diera sorbos a la botella de agua que había comprado.

Cuando llegaron al departamento lo primero que hizo Christina fue mandar a Tatiana a ponerse alguna falda o short para poder tratar la herida de su rodilla mientras que ella preparada un té de naranja. Mientras que Tatiana tomaba el té Christina se encargó de su rodilla, aunque solo se trataba de un raspón; luego se enderezó en el sillón y esperó a que su amiga terminara su té.

– ¿Entonces? –se animó finalmente a preguntar –¿Qué pasó?

Espero una respuesta por un par de segundos, pero Tatiana se encontraba muda mirando su taza de té, parecía perdida en sus pensamientos y luchando porque las lágrimas no vuelvan a salir raudas de sus ojos.

 – Tati-

– Se acabó –dijo rotundamente con una ronca voz–. Ya todo acabó.

What? No entiendo, ¿a qué te refieres con eso?

– A eso, se terminó.

– Es que no lo entiendo, ¿a qué te refieres con qué todo-

– ¡Emily y Joseph están juntos! ¡Por eso todo ya terminó! –gritó impotente y con las lágrimas nuevamente rodando por sus mejillas– Ellos dos...están juntos.

– ¿Emily y Joseph? –su mirada expresaba claramente la confusión que tenía– ¿Ellos estaban en el parque? –Tatiana asintió levemente– Pero, ¿por qué dices eso? Incluso si estaban juntos no quiere decir que-

– Estaban besándose –la interrumpió de golpe haciendo que su amiga la mirara anonadada–. Emily y Joseph estaban besándose.

Al recordar en palabras aquello que quería olvidar comenzó a sollozar de nuevo, trataba de callar sus propios lamentos poniendo el envés de su mano sobre su boca, aunque era en vano intentar ocultar su dolor. Christina la miraba apenada sin saber muy bien qué hacer o qué decir, lentamente la rodeó con sus brazos y la atrajo a su cuerpo, haciendo que la ojimiel apoyara la cabeza en su pecho.

– Te dije que no me hicieras tener falsas ilusiones –susurró con voz ahogada, algo que hizo que Christina la aferra con más fuerza hacia ella.

Sorry –dijo contra su castaña cabellera–. I’m really sorry.

Se quedaron calladas, Tatiana sollozando en silencio y Christina haciéndole mimos y dejándole suaves caricias en su cabeza en un vano intento de consolarla, de hacerle saber que ella estaba ahí y no la iba dejar sola, nunca la iba a dejar sola. Esa noche la rubia se quedó a dormir, aunque más que dormir, se la pasó consolando a Tatiana hasta que el sueño finalmente la venciera.

El domingo se la pasaron viendo películas o jugando uno que otro videojuego mientras terminaban la bolsa de golosinas del día anterior, algo que venía como anillo al dedo en aquella situación. Christina hacía de todo para poder distraer a Tatiana, pero no estaba funcionando, se notaba a la distancia que la mente de la ojimiel estaba en otro lugar muy lejos de la realidad.

Ya en la noche Christina se fue, aunque no fue su decisión, sino la de Tatiana. Ella le había pedido que la deje sola para poder pensar en algunas cosas, prometiendo que iba a estar bien, y a pesar de que no estaba del todo de acuerdo, terminó por ceder y dejar que la ojimiel tuviera tiempo para ella.

Lunes

Emily se encontraba sentada en su carpeta leyendo un libro como siempre habituaba, pero estaba vez no se concentraba realmente en la lectura sino en la entrada del aula, dirigiendo su mirada a esta cada diez segundos, esperando que por aquella puerta cruce cierta ojimiel.

Pasaron los minutos y la gente iba llegando, pero Tatiana no daba indicios de aparecer. Al cabo de unos minutos pudo escuchar unas voces conocidas para ella. Dirigió su mirada disimuladamente a la puerta para fijarse si ella venía con aquellas personas, pero se desilusionó al ver que no era así. Justo cuando iba a volver la mirada a su libro escuchó la voz que tanto quería escuchar, su corazón dio un vuelco completo y, sin disimulación alguna, miró la puerta esperando verla.

Tatiana entró al salón riendo con un par de chicos que le sonreían divertidos, no eran de su típico círculo de amigos, pero de vez en cuando se encontraba con ellos en algunas salidas o fiestas. Se despidió de ambos chicos con una sonrisa y luego se dirigió a su asiento, sin girar en ningún momento su miel mirada hacia Emily, algo que últimamente se le había hecho costumbre cada que llegaba.

Algo había cambiado en ella, y Emily pudo notarlo desde el momento en que la vio: volvió a tener aquella máscara, esa que ocultaba todo detrás de una sonrisa y una mirada desinteresada por la vida.

– Buenos días, Emily –la saludó Joseph, sacándola de sus pensamientos.

El pelirrojo llevaba su ya característica sonrisa y un semblante animado, pero a pesar de eso, Emily lo miró incómoda para luego desviar la mirada hacia algún otro lado. Aún no sabía cómo comportarse con él después de todo lo que había pasado entre ellos.

– Buenos días –atinó a responder por lo bajo.

– Estoy bien –dijo Joseph repentinamente–. No te voy a mentir, me siento algo triste, pero no es nada que no pueda superar, así que no te preocupes Emily. Lo que menos quiero es que nuestra amistad se torne incómoda.

Emily volvió la mirada hacia él y, al ver la amable sonrisa que le regalaba, sonrió ligeramente y asintió. Hablaron por un rato hasta que Joseph se dirigió donde unos compañeros para iniciar una conversación pues, a pesar de todo, a él también le costaba un poco estar con Emily luego de ser rechazado.

En el salón entonces se hizo presente una rubia cabellera que, sin demora alguna, se abalanzó contra Tatiana y seguidamente se colgó de su cuello.

My love, I miss you! –exclamó Christina– Me sentía muy sola sin ti.

– Entiendo eso, pero ¿podrías dejas mi mejilla en paz? –preguntó con una cínica sonrisa. Christina la miró desconcertada ante su reacción mientras que, lentamente, se alejaba de ella como si se alejara de un extraño– Gracias.

Tatiana no esperó alguna respuesta por parte de la rubia y volvió la atención a la conversación que estaba teniendo con sus amigos, comentando algunas cosas triviales y riendo de vez en cuando; todo bajo la azul mirada de Christina, quien la estaba examinando de pies a cabeza para tratar de descifrarla, aunque todo fue en vano.

La campana sonó dando inicio a un nuevo día, y también nueva semana, escolar.

Durante las clases Tatiana no cambió su actitud, seguía teniendo aquella sonrisa fingida en su rostro. Sus amigos no lo notaron, pero Cristina y Emily no dejaban de examinarla con sus azules miradas, aunque la segunda solo lo hacía de tanto en tanto dado que era incómodo estar girando su cabeza a cada rato.

Las horas de clases se pasaron prácticamente volando y, en un abrir y cerrar de ojos, el primer recreo empezó. Tatiana junto a sus amigos abandonaron y se dirigieron hacia la cafetería, pero a mitad del camino Christina repentinamente tomó el brazo de Tatiana y la detuvo haciendo que los demás las dejaran atrás. Luego de que pudo perderlos de vista y cerciorarse de que el pasillo estaba desolado, miró a su amiga a los ojos de manera seria.

– Muy bien, vas a decirme que ha pasado.

– No entiendo, ¿de qué hablas?

– No finjas Tatiana, sé cuándo tratas de mentir.

– Enserio no tengo idea de lo que-

– ¿Por qué estás sonriendo de esa manera?  – Tatiana se quedó en silencio por unos segundos, aún manteniendo su cínica sonrisa.

– ¿Está mal sonreír?

– Está mal si no es sincero –espetó con un tono que, desde lejos, sonaba desaprobatorio– ¿Es por lo que pasó el sábado? ¿Por eso estás así? –preguntó y, finalmente, la sonrisa en el rostro de Tatiana desapareció, algo que hizo a la rubia suspirar– Así que si era por eso. No tienes que forzarte a poner buena cara, ¿sabes?

– No, voy a seguir sonriendo.

– ¿Por qué? Si sonríes así solo–

– Voy a sonreír y dejar todo atrás –dijo agachando la mirada–, aunque tenga que fingir mi sonrisa, voy a seguir haciéndolo hasta que haya olvidado todo.

– Así solo te harás daño, idiota –Tatiana la miró y volvió a sonreír, pero ahora su expresión era de tristeza.

– Está bien, estoy acostumbrada.

No esperó respuesta alguna, simplemente no quería seguir hablando del tema, así que dio media vuelta y se dirigió a la cafetería a reunirse con sus amigos.

Christina, sin embargo, no la siguió. Se quedó quieta en su sitio sintiéndose impotente e inútil al no poder hacer nada por Tatiana, al no poder detener su dolor a pesar de que ella se había prometido a sí misma no permitir que Tatiana volviera a poner una cara como esa. Apretó los puños con odio, un odio dirigido hacia sí misma y hacía la persona que era la que causó todo.

La campana sonó, los alumnos volvieron a sus aulas y las clases fueron retomadas; pero Christina, lejos de atender las explicaciones, se la pasó observando a Emily durante las tres horas que faltaban para el almuerzo. Pensaba en las palabras que le diría, la manera en la que la miraría, la forma en la que la haría sentir algo del dolor que estaba sintiendo Tatiana. Entonces, en medio de su observación, pudo notar el extraño y ligeramente incómodo ambiente que había entre Joseph y Emily, los notaba más distantes que de costumbre, y eso la extrañó puesto que, si ahora estaban saliendo, imaginaba que el ambiente entre ellos sería más íntimo y agradable, pero parecía ser todo lo contrario.

Al empezar la hora del almuerzo los alumnos salieron raudos de sus aulas a por algo de comer y aire fresco para sus pulmones. Tatiana junto a sus amigos se dirigieron hacia la cafetería, pero Christina logró separarse de ellos con alguna vaga excusa y se dirigió al baño, allí esperó unos 10 minutos para luego volver al salón y encontrarlo medio vacío, pues esperaba que Emily y Joseph aún sigan ahí. Mientras regresaba sobre sus pasos buscaba alguna excusa convincente que darle al pelirrojo para poder quedar a solas con Emily, pero al llegar al aula se topó con la sorpresa de que allí solo se encontraba la ojiazul.

Emily estaba comiendo un sándwich mientras que mantenía la vista en un libro, pero solo aparentaba estar leyendo pues su mente se encontraba pensando en Tatiana y el porqué de su actuar, la razón de que nuevamente sonriera falsamente. Por mucho que pensaba en eso, no podía encontrarle alguna explicación, y eso la molestaba porque, de una u otra manera, la hacía preocuparse por ella.

– ¿Comiendo sola? –preguntó Christina parada frente al asiento de Emily, quien no la había notado puesto que estaba inmersa en el mundo de su cabeza.

– ¿Algún problema con eso? –respondió cortante y sin tratar de disimular la molestia en su voz.

– La verdad no –se cruzó de brazos–, solo me pareció raro que Joseph no te acompañara.

– Había quedado en almorzar con unos amigos.

– Es raro verlo alejado de ti, normalmente paran juntos.

– Él tiene su vida, yo tengo la mía.

– No digo que no sea así, solo que es raro verlos separados.

– ¿A qué has venido? Si solo querías decirme eso ya te puedes ir, quiero comer tranquila.

– Tengo que hablar contigo.

– Yo no tengo nada que hablar que contigo.

– ¡Pues yo si! –exclamó golpeando la carpeta de Emily con la palma de sus manos y mirándola con gran rencor. Respiró hondo y, luego de un par de segundos, se alejó– ¿Qué tipo de relación tienes con Joseph?

– Solo es un amigo –la miró confundida sin tomarle importancia a lo que acababa de pasar–. Si era todo lo que querías saber entonces–

– ¿Solo un amigo? ¿Segura?

– Sí, ¿por qué debería mentir respecto a eso? –Christina la examinó con la mirada, pero no encontró un indicio de que Emily estuviera mintiendo.

– Bien, te creo –suspiró, ligeramente aliviada–. Ahora, solo una última pregunta –clavó sus ojos sobre los de Emily–: ¿Qué sientes por Tatiana?

Aquello fue tan repentino y la tomó tan desprevenida que tanto los pensamientos como el corazón de Emily comenzaron a alborotarse. No entendía por qué le había preguntado eso de, pero había logrado con la guardia baja; sin embargo, no permitió que la rubia se percatará de ello.

– No estoy obligada a responderte –contestó. Christina la observó un par de segundos hasta que desvió la mirada y mofó de manera irónica.

– Tienes razón, no tienes por qué responderme –dijo comenzando a caminar hacia la puerta y quedarse bajo el umbral de esta–. Yo tampoco tengo la obligación de decirte esto, pero lo haré de todas formas –giró sobre sus pies y volvió a posar su mirada en Emily, quien la mirada sin entender nada–. Hoy será el día en que Tatiana se enamore de mí, la voy a hacer completamente mía.

Emily pudo sentir un ligero pinchón en su corazón a la par que un sentimiento de inexplicable rabia comenzaba a crecer dentro de ella.

– ¿Por qué me estás diciendo esto? –preguntó con odio.

– Para que entiendas que, si el día de mañana Tatiana y yo somos felices como pareja, es por el simple hecho de que yo no soy una cobarde que niega lo que siente, ni alguien que solo espera que las cosas se resuelvan por sí solas –se dio media vuelta–. Yo no soy como tú porque, para empezar, yo no huyo de lo que siento. Eso era todo lo que tenía que decirte.

Y con esas últimas palabras, Christina abandonó el salón.

Emily se quedó atónita en su sitio, como si quisiera terminar de procesar la extraña conversación que acaba de tener con la rubia. Su cabeza le daba vueltas mientras que su corazón oprimía su pecho, pues las palabras de Christina se clavaron en ella como dagas que la herían por la verdad que había en cada una de ellas. Y luego estaba lo de Tatiana, que era lo que más la molestaba. ¿Cómo se suponía que debía actuar en esa situación? No tenía ni idea, estaba hecha un desastre.

Entonces la campana sonó: el almuerzo había finalizado.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado<3 

¡Nos leemos la próxima semana! 


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