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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Emily caminaba con la mirada gacha, algo raro en ella puesto que solía ir siempre con la frente en alto, y un semblante que daba a entender a cualquiera que por su mente pasaban mil y una cosas a la vez.

Ya habían finalizado las clases y, aunque quiso e intentó, no encontró alguna manera de poder acercarse a Tatiana para poder hablar, menos con Christina pegada a ella. Aunque, incluso si hubiera podido hablar con la ojimiel, de seguro no habría sabido que decir; solo tenía claro que quería hablar con ella, que quería estar con ella y no dejar que la rubia interfiera. Al momento que sonó la última campana del día, logró escuchar como ambas se ponían de acuerdo para reunirse más tarde, y eso le había enervado completamente sus ánimos; y aunque quería hacer algo, simplemente no tenía idea sobre cómo actuar en esa situación.

Subió en la camioneta que la esperaba y, cuando esta arrancó, se dedicó a mirar el paisaje que se mostraba a través de la ventana. Reflexionaba sobre todo lo que había pasado en su vida hasta ahora, las cosas que habían cambiado, las personas que había conocido, los nuevos sentimientos que habían comenzado a brotar en su corazón. En medio de sus pensamientos, no pudo evitar soltar una ligera y casi inaudible risa al percatarse que muchos de los cambios que había hecho eran gracias a Tatiana. Desde que esos dulces ojos color miel entraron a su vida todo había dado un giró de 180°, y empezaron los problemas junto a los líos sentimentales.

«Fue un dolor de cabeza desde el principio», pensó mientras negaba con una sonrisa. A pesar de todo, si volviera en el tiempo, dejaría que Tatiana entrara en su vida sin pensárselo dos veces. No cambiara nada: ni las sonrisas, ni las miradas, ni sus abrazos, ni sus besos. Todo, absolutamente todo, era invaluable para ella.

Los recuerdos de todo lo que había pasado con Tatiana comenzaron a reproducirse en su memoria, uno tras otro como una película; y cada que la sonrisa de la ojimiel aparecía no podía evitar que una cálida y grata sensación le llenara el pecho para después salir como un rebelde suspiro. Sabía que estaba sonriendo como estúpida, aunque no estuviera viendo su reflejo en la ventana, pero esa sonrisa no le duró mucho. Recordó entonces lo de la rubia, lo que habían hablado y lo que le había dicho al final. ¿Qué se suponía que hiciera en ese momento? Estaba hecha un lío, hace mucho -por no decir nunca- que no se complicaba así por alguien y no tenía idea de qué hacer.

– ¿Pasa algo, señorita Emily? –preguntó el chofer luego de escucharla soltar un largo y pesado suspiro.

– No es nada Michael, perdón por preocuparte –le regaló una leve sonrisa a través del espejo retrovisor y luego volvió su mirada al paisaje fuera de la ventana. El hombre mayor la observó un par de segundos más antes de volver su atención al frente.

– ¿Sabe? –comenzó a decir– Usted se parece bastante a la señora Emma en este aspecto.

– ¿Eh? ¿A qué te refieres? –lo miró curiosa, sobre todo porque el nombre de su madre había sido nombrado.

– Ella solía tener la misma expresión preocupada y pensativa que usted está poniendo ahorita mismo cada que le daba vueltas a un tema –sonrió, nostálgico tal vez–, pero nunca decía que era lo le molestaba.

– ¿En serio? –sus azules ojos brillaron, ella no sabía muchas cosas acerca de su madre, cada que se enteraba de algo nuevo no podía evitar sentirse feliz– Supongo que está en la sangre.

– Debe ser –concordó con una ligera risa–. Solo le recuerdo que, si hay algo que le moleste, tenga por seguro que puede contar, no solo conmigo, sino con todos los de la casa. Y también está el joven Joseph, él de seguro estará encantado de ayudarla.

– Sí…sí, lo sé –miró la punta de sus dedos y, con una débil sonrisa, juntó sus manos–. Sé que cuento con ustedes.

Michael asintió y, luego de regalarle una última sonrisa por el espejo retrovisor, volvió toda su atención a la pista. El silencio los volvió a envolver, solo se escuchaba levemente el bajo sonido del locutor de radio que advertía a los conductores que calles estaban concurridas o cerradas.

Emily se volvió a perder en sus pensamientos, pero ahora ya no pensaba en Tatiana, sino en su difunta madre. Podía recordar a la perfección su rostro, su amable sonrisa y la calidez de su mirada; antes incluso podía recordar a perfección su aroma y el sonido de su voz, pero el paso de los años había deteriorado poco a poco esos recuerdos hasta volverlos nada. Aunque, de vez en cuando, le venía el dulce sonido de la voz de su madre a los oídos de manera fugaz, y más de una vez terminaba llorando cuando pasaba.

«En serio la echo de menos», pensó con el corazón estrujándole el pecho a casusa de la nostalgia infinita en la que se estaba sumiendo. «Si estuviera aquí tal vez pudiera hablar de esto con ella, pedirle consejos de amor o algo». No había caído en cuenta de lo que había pensado hasta que sintió su corazón golpearle el pecho con fuerza y un ligero calor brotando en sus mejillas.

¿Amor? Sí, eso es lo que inconscientemente había pensado, pedirle consejos de amor a su mamá. Y entonces recordó, no supo si de manera voluntaria o espontánea, algo que su mamá le había dicho hace mucho tiempo, cuando Emily tenía casi unos siete años.

"Cuando estás con alguien que amas sientes una calidez en el pecho y una agradable sensación en tu estómago. Algún día conocerás a alguien a quien quieras hacer feliz, así como yo quiero hacer feliz a tu papá y él quiere hacerme feliz a mí."

No pudo evitar que una desconsolada sonrisa se asomara en su rostro. Elevó su mirada y fijó sus azules ojos en el celeste del cielo. Sintió como si su madre, sea cual sea el lugar donde se encontraba, la estuviera mirado y velando por ella, cuidándola aun sin estar ahí. Susurró mentalmente un “gracias” y, con ánimos recargados y una mirada decidida, entendió que era lo que tenía que hacer.

– Espera Michael, tengo que ir a otro lugar.

– ¿Eh? Pero ya estamos a punto de llegar –frenó ante un semáforo en rojo y la miró por el retrovisor–, además su padre…

– Es algo importante, ya hablaré yo con él después –dijo con tal seguridad que Michael, discretamente, sonrió satisfecho–. Pero necesito que me lleves ya.

– Muy bien, como usted diga señorita Emily. ¿A dónde desea que la lleve?

– ¿Recuerdas la casa de Tatiana Vernacci?

– Sí, la recuerdo.

– Llévame ahí.

En el departamento de Tatiana, mientras tanto, se encontraba ella tirada de espaldas sobre el gran sillón de la sala, con el celular pegado a su oreja y su miel mirada puesta sobre el televisor de manera desinteresada.

– Ya te dije que no hay problema con que vengas más tarde, solo asegúrate de esta vez tocar la puerta como la gente normal, la otra vez casi me matas del susto –comenzó a pasar los canales tratando de encontrar alguno que le interesara–. Sí, puedes quedarte a dormir, pero si intentas algo raro te dejo en la calle, y hablo en serio. Vale, te espero entonces, nos vemos.

Colgó la llamada y tiró a un lado el celular. Se concentró de lleno en tratar de encontrar algún programa que le interesara, pero al minuto tres simplemente se resignó y apagó el televisor. Fijó su mirada en el techo de la sala y, casi al instante, sintió sus párpados pesados y cansancio en su cuerpo. Christina llegaría todavía en una hora u hora y media, tenía tiempo para echarse una pequeña siesta. Se acomodó en el sillón, relajó sus músculos y cerró sus ojos, quedándose dormida casi al minuto.

No supo cuanto durmió con exactitud, pero supo que no fue mucho dado que las manecillas en el reloj de pared apenas se habían movido. Se sentó y, luego de estirarse, volvió a escuchar aquel sonido que la había despertado, ese agudo y molesto timbre de su departamento. «En serio debería cambiar su sonido por uno menos chillón», pensó mientras se dirigía a la puerta principal. No se molestó en arreglar su cabello o lavar su rostro, pues supuso que quien tocaba era Christina.

– Pensé que ibas a-

Se calló al instante en que sus ojos chocaron con ese profundo azul noche, los cuales la miraban tímidamente, pero con un brillo escondido. Sintió su corazón darle un vuelco y, de manera involuntaria, contuvo la respiración por un segundo.

– Hola –murmuró Emily con una leve sonrisa.

– Yo, bueno, esto…–la sorpresa y su mezcla de emociones no la dejaba hablar claramente– ¿Qué haces aquí?

– Quiero hablar contigo, ¿puedo pasar?

Tatiana no contestó al instante, en realidad tuvo que pensárselo unas tres veces antes de hacerse a un lado y dejar a Emily entrar. Ambas se adentraron en el lugar y caminaron hasta quedar frente al sillón más grande de la sala, mas no se sentaron en él. Se mantuvieron en silencio un largo rato, sus miradas estaban posadas en distintos puntos y, de vez en cuando, observaban a la otra de reojo.

– ¿De qué quieres hablar? –preguntó Tatiana, hastiada del pesado y silencioso ambiente.

– Pues…–pensó bien sus palabras, las ordenó y, luego de tomar una boconada de aire, prosiguió– De nosotras, quiero hablar de nosotras. Ha-

– ¿Qué tenemos de hablar de nosotras? –la interrumpió, en su tono se distinguía clara ironía.

– Todo –contestó suspirando, no tomándole importancia al tono con que había hablado–, debemos hablar de todo.

– No hay nada que hablar, Emily –decir su nombre le era difícil, como una poesía que le dolía recitar.

– Hay mucho de que hablar, y sabes a lo que me refiero.

– Solo pasaron cosas insignificantes, cosas sin importancia –se cruzó de brazos y apartó la mirada, sentía que el cualquier momento se rompería.

– No fue insignificante para mí –dijo con una voz que solo expresaba firmeza y seguridad. Tatiana la miró, confundida ante sus palabras–, y estoy segura que tampoco lo fue para ti –caminó hasta ella y, con delicadeza, acarició su mejilla derecha–. No vuelvas a decir que ese beso fue algo sin importancia, porque no es verdad.

Su corazón le latía extremadamente rápido, sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho y sonaría tal como una campana de colegio. Sabía que sus mejillas, y su rostro en general, estaban cual tomate, podía sentir el ardor en ellas. Los ojos de Emily la veían con una ternura infinita, y eso la estaba derritiendo. Quería abrazarla y besarla ahí mismo, pero en cuanto su mente trajo a sus recuerdos aquel día en el parque todas las mariposas que estaban sintiendo pasaron a volverse nudos en su garganta.

– Ya basta –giró su cabeza provocando que la cálida mano que la acariciaba dejara su mejilla–, deja de hacer esta clase de cosas.

– ¿Qué cosas? –preguntó confundida, ¿se refería a acariciar su mejilla?

– Esto, lo que estás haciendo ahora.

– ¿Ahora? –entonces no, no se refería a los mimos de antes.

– ¡Esto! –gritó exasperada dando un paso atrás– Mirarme así, acercarte tanto a mí, decir esta clase de cosas. Si haces todo eso solo haces que yo…

– ¿Qué tú qué? –la animó a continuar, ligeramente emocionada.

– Haces que yo…–su mirada melancólica se clavó en el suelo un par de segundos, luego negó para sí misma con la cabeza– Simplemente deja de hacerlo. ¿Eso era todo? Tengo cosas que hacer.

– No, no es todo. Quiero hablar de nosotras de…esto, de todo lo que ha pasado.

– Ya te dije, no hay nada que hablar.

– Hay mucho de que hablar –dio un paso para encararla, le molestaba que dijera que lo había pasado entre ambas no era nada–. Y cosas por aclarar.

– ¿Qué cosas Emily? –preguntó cruzándose de brazos, queriendo parecer escéptica ante lo que hablaban– Si no me lo dices claramente no lo entenderé.

Se miraron fijamente, estudiando a la otra con los ojos y tratando de adivinar qué era lo que pensaba. Ninguna quería dar su brazo a torcer, Tatiana haría todo para terminar aquella conversación lo más pronto posible, mientras que Emily no pensaba irse de ahí sin haber hablado de lo que pasaba entre ellas.

Luego de un par de segundos de silencio, Emily soltó un sonoro. Desvió la mirada y, con sus pálidas mejillas teñidas con un discreto carmín, finalmente se dispuso a hablar.

– ¿Quieres que lo diga de manera clara? Bien –posó sus profundos ojos azules sobre Tatiana–. Me he enamorado de ti, Tatiana, eso es lo que pasa –su voz era firme, sin una pizca de duda en las palabras que acaba de mencionar–. Todo lo que ha pasado entre nosotras…no quiero hacer como si nunca hubiera sucedido.

Tatiana se quedó en silencio. Tenía los ojos abiertos de par en par y la boca ligeramente entreabierta, todo junto con una incrédula expresión en su rostro. Pero, en medio de su asombro, pudo sentir como una lágrima recorría su mejilla, luego otra, luego otra, hasta que finalmente comenzó a llorar.

En un principio estaba feliz, estaba inmensamente feliz, sentía que podía hacer cualquier cosa en ese momento, que podía comerse el universo entero; pero luego toda su alegría se esfumó, ya que el recuerdo de Emily y Joseph besándose en el parque la invadió. Se le vino todo abajo, sintió su corazón estrujarse y múltiples golpes de realidad en su alma.

– Ya basta –murmuró con voz quebrada–, deja de jugar conmigo, por favor, estás matándome.

No entendía lo que pasaba, ya no podía entender nada. ¿Por qué había comenzado a llorar? ¿Por qué tenía una expresión tan dolorosa en su rostro? Su corazón se estrujo, le dolía ver a Tatiana en aquel estado, y le dolía pensar que ella había sido la causa. ¿Por qué siempre terminaba dañando a los que quería?

– Tatiana…–trató de acercarse, pero la ojimiel retrocedió negando con su cabeza mientras trataba de limpiarse las lágrimas.

– Solo…solo déjame, olvidemos todo y sigamos con nuestras vidas.

– Yo no quiero eso–se estaba conteniendo para no llorar, pero cada vez sentía más el nudo en su garganta–, quiero estar contigo, Tatiana.

– ¿Por qué? –preguntó levantado la mirada y clavándola sobre aquellos azules ojos– ¿No te basta con Joseph?

– ¿Joseph? –la miró confundida, sin entender que tenía que ver el pelirrojo en todo esto.

– Estás saliendo con él, ¿no? –no pudo evitar poner una mueca de dolor al recordar aquello que quería olvidar– Solo se feliz con él y déjame tranquila.

– Yo no estoy saliendo con Joseph.

– Los vi besándose en el parque –refutó molesta–, no trates de engañarme.

– No estoy tratando de hacerlo –contestó, ahora estaba más calmada, pues tenía una imagen más clara de la situación–. Salí con él a una cita, pero en ningún momento nos besamos. Él se me confesó, pero lo rechacé, ¿y sabes por qué? –se acercó a Tatiana, quien había dejado de llorar y la escuchaba más calmada, y posó una mano en su mejilla, borrando el rastro que una lágrima había dejado– Porque no podía dejar de pensar en ti.

Sus mejillas se ruborizaron y sus ojos, ligeramente rojos por su reciente llanto, se iluminaron. Quiso decir algo, pero sentía que estaba en un sueño y que en cualquier momento despertaría.

– ¿De verdad? –preguntó luego de un rato de silencio.

– ¿Disculpa?

– ¿De verdad no estás saliendo con Joseph?

– No, es solo un buen amigo, no lo veo como algo más que eso –Tatiana no pudo evitar que su llanto volviera a brotar–. ¿¡Pero por qué estás llorando de nuevo?!

– Lo siento, solo estoy demasiado feliz –dijo apenada limpiándose las lágrimas. Emily no pudo evitar sonreír y, tiernamente, la ayudó a limpiarse.

– ¿Sabes? No es justo que solo yo haya hablado –miró de reojo a Tatiana–. ¿Tú no tienes nada que decirme?

– Pues…–la miró y, al notar sus azules ojos expectantes, sonrió– ¿Qué quieres que te diga?

– No sé –contestó encogiéndose de hombros y quitando las manos de sus mejillas–, tal vez una respuesta, o alguna confesión –sus mejillas se ruborizaron, algo que hizo a Tatiana reír por bajo.

– Estás pidiendo que te diga lo obvio –cogió las manos de Emily entre las suyas y las llevó hasta sus labios–. Estoy tan feliz en este momento que siento que no es real, me da miedo que sea solo un sueño y que despierte en cualquier momento –bajó sus manos y le regaló una sonrisa–, porque no puedo creer que la persona que me gusta sienta lo mismo por mí.

Sin poder resistirlo más, Emily se abalanzó hacia ella y la rodeó con sus brazos, estrujándola con fuerza, como si quisiera fundirse con ella en ese preciso momento. Tatiana no dudó en corresponderle el gesto, pasó los brazos por su cintura y la atrajo más hacia ella. Aquel abrazo era algo que ambas necesitaban hace mucho, el sentirse así de cerca, aspirar el aroma de la otra y, sobre todo, con sus corazones unidos.

No supieron cuánto tiempo pasó hasta que finalmente se separaron, pues aquel abrazo las hacía sentir tan completas que simplemente no querían alejarse. Se miraron fijamente con un brillo especial en sus ojos, sonrieron de manera cómplice y, con las mejillas ruborizadas, comenzaron a reírse. Les parecía que irónico que, después de todo el drama que tuvieron que pasar, solo era necesario intercambiar un simple “me gustas” para aclarar todo lo que sentían.

– ¿Entonces…? –comenzó a decir Tatiana.

– ¿Entonces…?

– Esto quiere decir que nosotras, bueno…

– ¿Sí? –sonrió, ver a Tatiana nerviosa le parecía algo demasiado tierno.

– Tú sabes –jugó con un mechón de su cabello–, estamos…¿saliendo? –Emily soltó una ligera y delicada risa para luego acercarse a Tatiana y, sin previo aviso, juntar sus labios en un sorpresivo beso; y, aunque al principio Tatiana se sobresaltó, no tardó en cerrar sus ojos y disfrutar de aquel dulce contacto.

– ¿Tú que crees? –preguntó juntando sus frentes y pasando los brazos alrededor de su cuello.

– Sigo creyendo que estoy en sueño, y espero nunca despertar.

El sonido del timbre de su departamento hizo que ambas pegaran un salto. Se quedaron en silencio mirándose a los ojos, dudando si aquel sonido en serio lo habían escuchado o solo lo había imaginado. Pero no, no lo habían imaginado. A los pocos segundos volvió a hacerse presente, y esta vez venía acompañado de unos golpes en la puerta.

– ¡Tatiana! –gritó a los lejos una voz– ¿Estás? ¡Si no respondes voy a entrar!

– ¡Ya voy! –exclamó rápidamente Tatiana– ¡No entres Chris, espera un rato!

Ok! –Tatiana soltó un ligero suspiro, aliviada porque su rubia amiga le haya hecho caso.

– ¿Christina? –preguntó Emily lo obvio, separándose de la ojimiel.

– Sí, quedamos en estudiar juntas esta tarde, aunque pensé que vendría un poco más tarde –se rascó la nunca por unos segundos, pensando–. Te verá cuando entre, ¿no hay problema?

– ¿Por qué debería de haberlo?

– Sí, bueno, tienes razón –negó para sí misma–. Es Christina, solo hará un gran escándalo.

– Yo ya me retiro entonces, no quiero interrumpirlas.

– ¿Ya te ves? –su cara de cachorro abandonado delataba que no quería se fuera– Pensé que te quedarías un poco más.

– Si me quedo más tiempo, entonces Christina terminará con un tenedor clavado en el cuello.

– … ¿Qué? No entiendo –Emily la miró y le regaló una dulce sonrisa. Se acercó hasta ella y, sin previo aviso, la tomó del cuello de la camisa de su uniforme hasta que los labios de ambas se juntaron en un beso, uno que expresaba claros celos y posesividad.

– Solo evita que se te pegue demasiado –susurró contra sus labios una vez se hubieron separado–, que realmente me irrita cuando pasa.

Aunque al principio no lo captó, sobre todo porque aquel beso tan repentino la había dejado medio tonta, luego pudo entender a lo qué se refería. No pudo evitar que una sonrisa de oreja a oreja se formara en su rostro.

– ¿Estás celosa de Christina?

– Sí –sus mejillas estaban ruborizadas y su mirada en algún punto del piso. No notó cuando Tatiana, de la felicidad, se acercó hasta ella para darle un tierno beso en la mejilla.

– Te quiero –le susurró.

– Yo también te quiero.

Se miraron a los ojos y sonrieron de manera cómplice, como si acabaran de compartir el secreto del siglo entre ellas. Caminaron hasta la puerta y, luego de respirar hondo, la abrieron. Ahí estaba Christina mirando su celular, aunque ahora las miraba a ellas; su rostro, el cual al principio denotaba su típica alegría, cambió a uno incrédulo y confuso en cuanto notó a Emily a las espaldas de Tatiana.

– Oh, yo…–comenzó a decir, ligeramente incómoda–¿llegué en mal momento?

– No, para nada –contestó Emily dando unos pasos hasta quedar al lado de la ojimiel–, yo ya me iba, solo vine a hablar un par de cosas con Tatiana.

– ¿Un par de cosas…? –murmuró para sí misma. Fijó sus claros ojos en Emily, intentando leer su rostro y entender a lo que se refería, pero no fue necesario que hiciera gran esfuerzo en ello, pues Emily le regaló una ladina sonrisa que le decía todo.

– Un asunto que teníamos pendiente, pero ya está todo aclarado –aseguró posando su atención en Tatiana–, ¿cierto?

– Sí –contestó apartando la mirada y con las mejillas ruborizadas–, ya se aclaró todo.

Christina intercalaba su mirada entre ambas, no sabía muy bien cómo sentirse ni cómo reaccionar. Tenía claro que la relación de ambas finalmente había avanzado, y aunque se sentía alegre por su amiga, tampoco podía evitar que un sentimiento de pesar y melancolía la embargara. Bufó irónica por lo bajó, ¿acaso no había sido ella quien había provocado indirectamente aquel desenlace?

– Entonces yo ya me retiro –dijo Emily dando unos pasos fuera del departamento–. Igual que ustedes, también tengo que hacer un par de cosas esta tarde. Nos vemos mañana.

Se despidió de ambas con un gesto de mano y, luego de intercambiar miradas con Tatiana, finalmente abandonó el lugar.

Al quedar solo las dos, Christina tomó a Tatiana por los hombros y la obligó a ir dentro del departamento, la guio hasta el gran sofá donde la sentó de un empujón.

CAN YOU EXPLAIN ME WHAT THE HELL HAPPENED? –exclamó poniendo las manos en la cintura en un intento de darle seriedad a su pregunta, pero Tatiana solo la miró embobada y con una estúpida sonrisa en su rostro– ¡QUITA ESA TONA EXPRESIÓN Y COMIENZA A CONTARME QUE HA PASADO EN TODA ESTA HORA QUE ME HE DEMORADO! RIGHT NOW!

Notas finales:

Lo sé, me demoré, lo siento mucho. Probablemente suene a excusa, pero recientemente he retomado mis clases en el gimnasio y eso, sumado a la universidad y los trabajos, me deja exhausta. Cuando intentaba escribir terminaba dormida sobre mi laptop.
Nuevamente, lo lamento u-u
Trataré de seguir con las actualizaciones de todos los viernes, pero no quiero prometerles nada dado que empezaré a estudiar inglés en las noches y no sé si me alcance el tiempo y las energías uu 
No pienso abandonar la historia de nuevo, así que tranqui, aunque demore y cueste, la terminaré xD 
Avisé en mi twitter que iba a demorar, probablemente nadie me siga por ahí, pero intenté avisar (?) Jajaja en fin, gracias por su paciencia, espero nos volvamos a leer pronto


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