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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, finalmente volví<3

La música resonaba con tal fuerza en aquella casa que lograba hacer que los vidrios de las ventanas retumbaran. Las luces rojas, azules, amarillas y blancas, las cuales estaban colocadas estratégicamente en cada rincón, eran lo único que brindaba algo de visibilidad en aquel lugar.

La fiesta abarcaba casi toda la primera planta de la casa, siendo la sala y el patio donde había más concentración de gente, sobre todo en este último dado la gran piscina que había allí, aunque siendo pleno otoño eran pocas las personas que se animaban a darse un chapuzón.

Los presentes variaban sus acciones entre bailar, sentarse en alguno de los sillones de la sala o en algunas sillas del patio, tomar algo en uno de los tres mini-bares que había ahí o comer algo de la mesa de centro que estaba llena de deliciosos y elegantes piqueos. A pesar de que la fiesta había comenzado hace poco más de una hora, ya se podía ver como algunos ya estaban en su límite, ya sea por bailar demasiado o haberse sobrepasado con los tragos.

En uno de los sillones se encontraba Tatiana sentada junto a sus amigos, cada uno con un trago en una mano y un mazo de dos cartas en la otra. David, quien era el que tenía toda la baraja, cogió dos cartas al azar y dejó el resto en la mesa de centro que estaba frente a ellos.

– ¿Listos? –preguntó gritando para hacerse escuchar. Todos asintieron– ¡Ya!    

Todos voltearon las cartas al mismo tiempo. Comprobaron primero las que ellos tenían en sus manos antes de pasar a ver la de los demás, comparando las sumas y buscando entre todos quien era el que tenía la más alta.

– Maldición, ya van tres veces seguidas –gruñó Tatiana arrojando las cartas sobre la mesa

– Es lo que hay –dijo David riendo–, ¿trago o reto?

– Trago –respondió sin dudar. Llevó su vaso hasta su boca y, rápidamente y sin pensarlo mucho, le dio un gran sorbo. Cuando el líquido pasó por su garganta no pudo evitar arrugar el rostro ante el desagradable sabor, sintiendo más el vodka que el juego de naranja en su bebida.

– ¿No deberías escoger reto? –le sugirió Marcelo riendo– Si sigues así no durarás mucho.

– ¿Y arriesgarme a que me manden a hacer alguna cosa rara? Paso.

 – Nunca te mandaríamos a hacer algo raro –aseguró Fernanda– O bueno, no tan raro.

– No quiero arriesgarme.

– ¡Sigamos! – exclamó David ansioso, este tipo de juegos de azar realmente le gustaban. Cogió las cartas de todos y las devolvió al mazo, barajeó unas cuatro veces antes de volver a repartir dos cartas a cada uno– ¿Listos? ¡Ya!

Todos voltearon sus cartas a la vez y, al igual que la ronda anterior, primero vieron sus resultados antes de comenzar a ver el mazo de los demás. Compararon las sumas un buen rato hasta que finalmente dieron con la más alta.

– ¡No puede ser! –gritó frustrada Tatiana al notar que de nuevo tenía la suma más alta– ¡Ustedes definitivamente están conspirando contra mí! ¡Boicot! ¡Traición!

– Solo acéptalo Tat, eres pésima en los juegos de azar –Camila posó una mano en su hombro, divertida–. ¿Trago o reto?

– Trago –contestó resignada.

Estaba a punto de darle un sorbo a su cuando sintió algo vibrar dentro del pequeño bolso de mano que tenía. Sacó su móvil y, luego de fijarse el nombre en la pantalla, se apresuró en contestar.

– ¡Emily! ¿Dónde estás? –comenzó a hablar entre gritos para hacerse escuchar– ¿Afuera? ¡Entiendo, saldré a buscarte! ¡Espérame!

Volvió a guardar su celular en el bolso, luego le encargo éste a Camila para que lo cuidara en lo que ella a por los recién llegados.

– ¿Emily y Joseph?

– Sí –contestó mientras se ponía de pie y comenzaba a rodear la pequeña mesa–. Están afuera, quieren que los salga a buscar.

– ¡Hey! –la detuvo David– ¡Aún no tomas el trago!

– Lo siento –le regaló una sonrisa, aunque más que apenada se le veía triunfante–, será para después.

No se molestó en esperar una respuesta, estaba segura que solo obtendría reclamos de David para que tomara su trago antes de irse, por eso se fue a paso veloz hacia la entrada antes de que su amigo pudiera si quiera decir la primera letra del abecedario.

Comenzó a atravesar todo el gentío que había de pie moviéndose al son de la música que sonaba. Tuvo que dar y recibir un par de empujones y rechazar a uno que otro chico que la invitaba a bailar o a beber algo hasta que finalmente llegó a la puerta de entrada, algo que le hizo suspirar aliviada. Arregló un poco su cabello, acomodó ligeramente su vestido y procedió entonces a abrir finalmente la gran puerta de madera. Lo primero que hizo ni bien sintió una fresca brisa en sus mejillas fue dirigir su mirada hacia el alto y fornido hombre en traje que se hallaba fuera a un costado, diciéndole que iba a recoger a dos personas; luego de que éste asintió con la cabeza dirigió al fin su atención al frente para buscar a los recién llegados. No pudo evitar que su quijada se callera un poco, dejando sus labios entreabiertos, ni esconder la sorpresa en sus ojos.

A tan solo unos cinco pasos se encontraba Emily, acomodándose el rebelde mechón de cabello que se había salido de su lugar debido al viento; aunque estaba haciendo una acción tan insignificante, a los ojos de Tatiana no podía verse más perfecta. Llevaba puesto un elegante vestido azul noche sin tirantes, lo que hacía resaltar sus firmes hombros y clavículas. El escote de éste era mínimo, pero al ser algo apretado hacía que sus pechos se sostuvieran firmes, pasando lo mismo con su cintura y caderas. El largo era hasta un poco más debajo de la rodilla, ligeramente suelto ya por esa parte para brindarle un mayor y cómodo movimiento. A juego, iba con unos tacos de alto 7 negros, un collar de plata alrededor de su cuello, unos aretes cortos negros y un bolso negro que sostenía en la mano derecha. El vestido en sí era simple, tal vez con uno que otro ajuste de algún costurero en las partes con curvas, pero a Emily le quedaba tan bien que parecía haber sido hecho solo para que ella lo vistiera.

Estaba tan perdida en sus ensoñaciones contemplando a Emily que no notó que, cuando ésta finalmente enfocó sus ojos en ella, se quedó con la misma mirada ensimismada contemplándola.

Tatiana llevaba un vestido de dos colores, siendo la parte superior blanca y la parte baja de un anaranjado pálido, ambos separados por un elegante y brillante cinturón negro. La parte superior se asemejaba a una blusa, tenía las mangas casi cayéndosele por los hombros, así que dejaba estos a la vista; un escote que dejaba a la vista parte de su espalada y casi nada de sus pechos, también unos tres de botones grises oscuros de adorno. La parte baja era suelta hasta la rodilla, tenía una doble capa de tela, la primera más transparente que la segunda. A juego, tenía unos tacos de alto 7 color piel, unas pulseras doradas en su muñeca derecha y unos aretes de perla blancos.

Ambas estaban tan concentradas contemplado a la otra y tratando de guardar en sus memorias hasta el más mínimo detalle de sus imágenes para luego reproducirlas en sus sueños que no notaron cuando alguien más se hizo presente en la escena.

– ¡Tatiana! ¡Qué bien te ves con ese vestido! –Joseph apareció detrás de Emily, finalmente había de terminado de hablar con el chofer.

– ¿Qué? –demoró unos segundos en procesar el cumplido que acaba de recibir y volver a la realidad– Ah, sí, gracias, tú también te ves muy bien hoy.

Joseph vestía el típico esmoquin negro, llevaba solo un botón abotonado y una camisa celeste pálida que hacía juego con la corbata azul oscuro casi negra que tenía puesta. En conjunto iba con unos zapatos de vestir negros que, por como brillaban, se notaba que fueron recientemente bien lustrados.

– ¿Verdad? Me preparé para la ocasión –dijo fingiendo soberbia y apretándose la corbata–. ¿Ya llegaron los demás?

– Sí, ya estamos todos, solo faltaban ustedes. Y bueno, Christina, pero ella ya se unirá más tarde supongo.

– Entonces vamos, ¡la noche es joven y debemos aprovecharla!

Tatiana se hizo a un lado para que ambos pudieran entrar a la gran casa. Joseph fue el primero en adentrarse, estaba notablemente emocionado, se le notaba en sus ojos; luego le siguió Emily, quien llevaba su rostro serio e inexpresivo, aunque en el fondo compartía parte de la emoción del pelirrojo.

– Te ves muy linda con ese vestido.

Las mejillas de Emily se pintaron de carmín a la par que la piel de su cuello se erizó luego de escuchar aquel susurro tan cerca a su oreja. Giró bruscamente para mirar a Tatiana con el ceño fruncido, pero al ver la sonrisa juguetona que tenía, decidió devolvérsela.

– Y tú te ves hermosa vestida así –respondió sonriéndole coqueta, provocando que ahora sea Tatiana quien tenga las mejillas sonrojada.

– ¡Hey! –las llamó Joseph a unos pasos de ellas– ¡Vamos, apúrense!

Intercambiaron miradas y, luego de sonreírse con complicidad, se apresuraron en llegar donde Joseph. Tatiana se colocó frente a ambos y empezó a recorrer de regreso todo el camino hacia donde estaban sus demás amigos, nuevamente teniendo que dar y recibir algunos empujones por aquí y por allá. Tardaron unos cinco minutos en llegar a la mesa, saludaron todos a los recién llegados y entonces reanudaron el juego de antes.

– ¿Listos? –preguntó David, todos asintieron– ¡Ya!

Voltearon las cartas para comprobar los números. Luego de una rápida examinada de todas las manos, fue Antonio quien esta vez había perdido.

– Maldición. Elijo tra... ¡Au! –gritó adolorido y se giró hacia Fernanda molesto– ¡¿Por qué demonios me pisaste?!

– No sé de qué hablas. En fin, volviendo al juego, elegiste reto, ¿verdad?

– No, elegí…

– Reto, ¿verdad?

– En realidad… ¡AU!

– Entonces, ¿reto?

– Sí, sí, reto.

– ¡Bien! Entonces, besa a Tatiana –ordenó provocando que la ojimiel se atorara con la bebida que estaba tomando.

– ¿¡Qué?! –gritaron ambos involucrados al unísono.

– ¿Qué? –los miró haciéndose la desentendida– ¡Hay que ponerle retos difíciles!

 – ¡No pongas mis labios en juego! –protestó Tatiana.

– ¡Hey! ¡No lo digas como si no lo hubieran hecho antes!

– ¡Eso fue…hace tiempo! Además, quedamos nada de besos.

– Tch, sabía que no debimos aprobar esa regla. Bien, entonces en la mejilla, no habrá problemas así, ¿cierto?

– Bueno, supongo que no, pero…

– ¡Bien! ¡Decidido! Antonio, besa su mejilla.

– El reto lo tienen que decidir todos –respondió Antonio queriendo mostrarse indiferente, pero su sonrojo delataba que solo estaba fingiendo.

– ¿Hay alguna objeción con este reto? –preguntó Fernanda. Espero un par de segundos, pero no hubo respuesta– Todos están de acuerdo, así que hazlo.

Antonio mascullaba entre dientes maldiciones para Fernanda, pero ésta solo lo miraba divertida. Se giró hacia Tatiana, pues se sentaba justo a su derecha y, con un gran y notable sonrojo, besó su mejilla. El contacto fue efímero, menos de un segundo, pero fue suficiente para que ambos se sonrojaran de la vergüenza.

– ¡Listo! Reto cumplido, sigamos.

– Ya me cansé de barajear y ser el réferi, ¿no quieren bailar? –propuso David dejando el mazo de cartas en la mesa– ¡Necesito estirar mis piernas!

– Es que estas canciones realmente no…–comenzó a decir Fernanda desanimada, pero entonces la música que sonaba pasó de ser electro-pop a reguetón antiguo. Se puso de pie de un brinco y, sin importarle nada, jaló a David para que también se parara– ¡ESTA SÍ ES MI MÚSICA!

Ambos se abrieron paso y se unieron a las demás personas que estaban bailando, las cuales aumentaron notablemente en cuanto la canción cambió. Todos miraron con gracia como Fernanda y David se movían al son de la música, pronto Camila y Marcelo pasaron de ser simples observadores a unírseles en el baile.

– ¿Ustedes no quieren bailar? –preguntó el pelirrojo.

– Vayan ustedes si quieren, yo no soy muy buena en eso del baile.

– ¿En serio? ¿Y eso? –indagó interesado, pero antes de que Tatiana pudiera contestar un chico se sentó a su lado y le pasó el brazo por los hombros, interrumpiendo la conversación.

– ¡Hey Tati! – gritó sonriéndole y acercándose a ella para poder ser escuchado– ¿Qué tal?

– ¡Hey Dan! Todo bien, ¿y tú?

– Genial, genial, pero, ¿qué haces sentada? ¡Vamos a bailar!

– No soy muy buena en eso, así que…

– ¡No me interesa! ¡Te daré clases ahorita!

El chico no esperó una respuesta, agarró a Tatiana de la muñeca y la arrastró con él hacia la pista del baile. Todo pasó tan rápido que a Tatiana no le dio tiempo siquiera de replicar o quejarse, para cuando se hubo dado cuenta ya estaba de pie junto a los demás. Dan empezó a bailar y, con la mirada, le decía Tatiana que lo imitará; pero ella torpemente le seguía el ritmo.

Desde los sillones, Joseph y Emily observaban la escena en silencio. El pelirrojo se lo había tomado con gracia; sin embargo, Emily bufó por lo bajo y apartó la mirada molesta: la razón por la que había ido a la fiesta acababa de serle robada.

– ¿Bailamos también? –preguntó Joseph animado, en realidad a él sí que le gustaba moverse con la música– ¿Emily?... ¡Emily!

– ¿Qué? Ah, ¿me decías?

– ¿Bailamos?

–  Ah, claro, ¿por qué no? –A Emily no es que le encantara bailar; es decir, había recibido un par de clases, aunque no de esa clase de música. Sin embargo, no quería quedarse ahí sentada de mal humor, prefería distraerse bailando o haciendo cualquier otra cosa.

No supo cuánto tiempo estuvo bailando, pero Tatiana logró escabullirse de las clases de baile de Dan cuando éste se distrajo. Caminó entre la gente yendo de un lado para otro hasta que llegó a una mesa de centro llena de comida y piqueos, cogió un canelé y comenzó a buscar a sus amigos entre la multitud, pero su búsqueda fue en vano. Al parecer, se había separado más de lo que creía de los demás.

–  Hola –la saludo un chico alto y de cabello mostaza que repentina llegó a su costado–. ¿Te perdiste o qué, princesa?

– Muy gracioso Ryan –mofó girando los ojos y cogiendo otro canelé–. Ya te dije que no me llames así.

– Lo sé, pero es divertido molestarte –confesó riendo por lo bajo–. ¿Y los demás?

– Es lo que también me gustaría saber.

– ¿Entonces sí te perdiste?

– Claro que no, ellos son los perdidos.

– Eres un caso –negó riendo–. Dale, te acompaño a buscarlos, había algo que quería hablar con David.

– ¿Finalmente te le vas a confesar?

– JA. Solo es algo sobre las prácticas del equipo. Además, sabes perfectamente en quién estoy interesado –la miró fijamente y le sonrió–, ¿o no?

– No sé de qué hablas –se encogió de hombros, haciéndose la desentendida.

– ¿En serio? –se acercó a ella, invadiendo todo su espacio personal– ¿Necesitas que te haga memoria?

– No, gracias –ágilmente se escapó del acorralamiento del chico y le regaló una sonrisa–. Estoy bien así.

Ryan la quedó viendo un rato, negó para sí mismo sonriendo y caminó hasta quedar a su lado nuevamente.

– Que difícil eres mujer –dijo riendo y, seguidamente, le ofreció el vaso que llevaba a la par que le pasaba el brazo por los hombros–. ¿No quieres un poco? Tal vez eso me da una oportunidad.

Tatiana iba a negarse y deshacer el contacto con el rubio, pero antes de que ella pudiera decir algo sintió como alguien la cogía de la mano y tiraba de ella con ligera fuerza. Al volver la vista se topó con unos azules ojos que la miraban serios, provocando que una corriente eléctrica recorriera toda su espina dorsal.

– Hasta que al fin te encuentro –suspiró Emily, como si en ese momento se hubiera quitado una presión de encima–. Te he estado buscando un buen rato. Ven, vamos con los demás.

– Claro, está bien –respondió embobada separándose automáticamente del rubio que la tenía abrazada. Miró a Ryan y le sonrió con fingida pena–. Lo siento, será para la otra.

– ¿Para la otra tendré una oportunidad? –preguntó sonriéndole vanidoso.

– Claro que no –el chico rio.

– ¿Cómo lo sabes?

– Porque yo lo sé todo, soy Dios.

– Ya, vámonos, nos esperan –tiró de su mano y, sin esperar respuesta o dejarla despedirse, comenzó a jalar de Tatiana, alejándola del rubio.

– Ah, esperen, ¡Yo necesito…! –su voz fue perdiendo fuerza al ver que la ojiazul le hacía oídos sordos y se alejaba con ímpetu junto a Tatiana hasta que ambas desaparecieron entre la gente– Hablar con David… Bueno, me lo encontraré tarde o temprano supongo.

Volvió a acercarse a la mesa de centro llena de comida dispuesto a coger un canelé, y justo cuando estaba llevándose el dulce a su boca pudo divisar al capitán de su equipo más adelante, junto al minibar. Observó un rato a David y luego miró la dirección por donde habían desaparecido las chicas, preguntándose si simplemente se trataba de una muy mala orientación y memoria de la princesa de hielo.

Mientras tanto, Emily caminaba entre la gente, dando y recibiendo algunos empujones de quienes bailaban, llevando a Tatiana consigo de la mano. Sin embargo, luego de unos cinco minutos Tatiana paró en seco, deteniendo el andar de Emily.

– ¿A dónde estamos yendo?  

– Con los demás.

– ¿Y dónde están?

– Por ahí.

– ¿Por ahí, donde?

– …No lo sé.    

En un principio no entendió del todo su actitud, pero luego de darle un par de vueltas y encajar cada pieza en su lugar no pudo evitar que una sonrisa aflorara en sus labios pues, si estaba en lo correcto, se trataba de una escena de celos. Observó detenidamente a Emily buscando algún indicio que comprobara su suposición, encontrándose con un ligero y apenas perceptible rubor en esas pálidas mejillas. Rio por lo bajo y, seguidamente, se acercó hasta quedar cerca de su oreja.

– Gracias por rescatarme antes, Emily –susurró. Dada la distancia, no era necesario alzar demasiado la voz para hacerse escuchar. La piel del cuello de Emily no tardó en erizarse, aunque Tatiana no lo notó debido a la escases de luz que había en el lugar. Entonces, repentinamente, la movida música que sonaba fue cambiada a una mucho más lenta y tranquila: un conocido vals comenzó a sonar. Tatiana notó como todos, aunque extrañados, comenzaron a bailar en parejas, sonrió y se separó de Emily lo suficiente para verla a los ojos–. ¿Quieres bailar?

– Pensé que no se te daba bien.

– No se me da nada bien –aseveró riendo–, pero eso no es un impedimento ahora.

Emily sonrió enternecida, cogió la mano de Tatiana dispuesta a guiarla en el vals, un baile que conocía bien dado que había tomado un par de clases cuando era niña. Sin embargo, antes de que si quiera pudiera tomar la posición inicial, Tatiana fue tomada de la cintura por alguien y lanzada, literalmente, lejos de ella.

– ¡Cambio de parejas! –gritó David. Cuando comprobó que Tatiana había caído exitosamente en los brazos de Antonio, se giró hacia Emily e hizo una leve reverencia– ¿Me concede esta pieza, madam?

Dudó un poco entre si aceptar o golpearlo por lo que acababa de hacer, pero luego de respirar hondamente optó por la segunda. Tomó la mano que David le ofrecía y comenzó a bailar con él a un paso acompasado. De tanto en tanto desviaba su azul mirada hacía Tatiana, quien también la volteaba a mirar de vez en cuando, ambas con una sonrisa resignada en sus rostros. Cuando terminó la canción, volvió a sonar la misma música movida de antes. La extrañeza y duda no tardó en aparecer en el rostro de todos, pero la curiosidad fue solo momentánea, pronto se olvidaron de ella y siguieron bailando.

– Que raro que hayan puesto un vals de la nada –comentó Tatiana acercándose junto a Antonio a Emily y David.

– Es que Antonio pidió que la pusieran para poder bailar conti…

– ¡Bien! Suficiente información –lo cortó Antonio asentándole un codazo en el estómago, dejándolo sin aire–. ¿Entonces? ¿Seguimos bailando?

– De hecho, me gustaría sentarme, ya he estado de pie un buen rato.

– Entonces volvamos con los demás, están sentados en unos sillones por allá.

Comenzaron a caminar entre la gente que seguía bailando, siendo los chicos quienes guiaban l camino. Pasaron un par de minutos hasta que Antonio se detuvo en seco, ocasionando que todo el grupo se detenga junto con él.

– Vayan yendo, yo iré por algo de tomar.

– Oh, yo también tengo sed, ¿me traes algo?

– Si no lo olvido –sonrió divertido y, luego de un gesto de mano, partió en dirección opuesta rumbo al minibar.

Siguieron caminando un poco más hasta que pronto dieron en los sillones donde estaban los demás. Sin embargo, a Camila, Fernanda y Marcelo los estaban acompañando dos muchachos que ninguno reconoció.

–¡Hablando del rey de Roma! –gritó Fernanda en cuanto notó a Tatiana acercarse– Justo estábamos hablando de ti.

– ¿De mí?

– Ellos dos –Camila señaló con la mirada a ambos muchachos– estaban preguntado por ti.

– ¿En serio? –miró a ambos y les regaló una sonrisa a la par que tomaba asiento junto a Camia– ¿Me buscaban para algo?

– Escuchamos mucho hablar de ti en la escuela, solo teníamos algo de curiosidad.

– Queríamos conocerte –agregó el otro–. Ya sabes, charlar y todo eso. Claro, si no te molesta.

– Claro que no molestan –aseguró ampliando su sonrisa logrando sonrojar a ambos muchachos.

Comenzaron entonces a hablar de cosas triviales, comentando cosas del colegio o de la fiesta, y de cualquier tema en realidad. La charla era amena, ambos chicos se aseguraron de que así sea pues en serio querían agradarle al grupo y, sobre todo, agradarle a Tatiana.  

– ¿Estás bien? –preguntó uno de los chicos al notar como Tatiana carraspeaba por tercera vez.

– Sí, sí, solo se me ha secado un poco la garganta.

– ¿Quieres un poco? –le tendió el vaso que llevaba en la mano. La bebida, a primera vista, parecía una simple limonada frozen.

– ¿Puedo?

– Claro, adelante.

Tatiana cogió el vaso que le ofrecía y, sin pensarlo mucho, bebió de él, pero su rostro no tardó en arrugarse cuando sintió un amargo sabor recorrer la garganta. Primero pensó que se trataba de una limonada bastante insípida, pero luego reconoció que era el alcohol lo que amargaba el sabor.

– ¿Qué es? –preguntó mientras devolvía el vaso.

– Pisco sour, ¿nunca lo habías probado?

– Sí, creo que sí, pero está muy fuerte.

– Es que pedí que le echaran una tanda más de pisco. Lo siento, debí decírtelo, pero es que yo no le sentía tanto el alcohol.

– Eso es porque tú eres un ebrio, y amas tanto el pisco que ya lo sientes como agua –respondió su amigo riendo.

– Bueno, no importa, gracias.

En ese momento las luces se apagaron y la música dejó de sonar. El lugar quedó inundado por la oscuridad y un silencio sepulcral, pronto susurros y murmullos confusos se comenzaron a escuchar, nadie entendía qué era lo qué estaba pasando. El silencio volvió a hacerse presente cuando un reflector se encendió, brindando algo de visibilidad, apuntando hacía una persona que vestía un enterizo mitad dorado y mitad blanco. La anónima persona dio un par de saltos y volteretas con una sorprendente agilidad; entonces, luego de realizar un mortal hacia atrás, sacó un silbado y, seguidamente, lo hizo sonar con todas sus fuerzas.

El sonido fue un detonante de todo lo que sucedió a continuación. La música volvió a sonar, dejando a escuchar una animada melodía que parecía sacada de un desfile; otras personas con el mismo uniforme enterizo salieron de la multitud realizado acrobacias y saltos; otros hicieron acto de presencia sobre un monociclo o sobre una pelota de gimnasia; aparecieron también otras en unos zancos bailando al son de la música. Y fue cuando aparecieron estos últimos que Christina también apareció, cargada por uno que llevaba los zancos y vistiendo un elegante vestido color rojo vino. Empezó entonces lo que parecía ser un espectáculo de acróbatas, realizando diferentes maniobras y armando pirámides humanas mientras que luces de colores y una máquina de humo hacían del show algo realmente mágico.   

Los aplausos y gritos no se hicieron esperar, todos estaban emocionados y encantados con el espectáculo que estaban realizando, aclamando con más fuerza cada que Christina participaba en alguna de las acrobacias. Sin embargo, nadie esperó que el acto final de aquellos acróbatas fuera lanzar pintura fluorescente y nieve artificial a todos los que los veían. Todos se alborotaron mientras huían entre risas de los uniformados, pero fue inútil, ellos eran tan ágiles que el escapar de ellos era imposible; sobre todo de los que estaban en zancos, ellos te tiraban la pintura desde arriba sin que uno si quiera se percate.

Cuando la pintura fluorescente y la nieve artificial se hubieron acabado, los acróbatas procedieron a retirarse a través de saltos y acrobacias. Todos los aclamaron y aplaudieron, les había encantado el show que habían dado. Entonces Christina, quien también tenía manchas de guerra en su vestido, cogió un micrófono.

– La fiesta recién empieza. Come on, let’s dance!

Todos gritaron emocionados y eufóricos, parecía como si la reciente guerra de pintura les hubiera renovado todas sus energías. La música volvió a sonar y todos comenzaron a bailar, luciendo como luciérnagas moviéndose gracias a la pintura.

– Pues, realmente no esperaba –Tatiana trataba de limpiar la pintura de su brazo, pero fue inútil, ésta ya había secado–. Maldición, esto no sale.

– No gastes tu tiempo, la pintura ya secó –le sugirió Marcelo riendo. Su traje tenía varias manchas de pintura también, pero no parecía importarle.

– No quiero brillar en medio de la calle y parecer una luciérnaga cuando vaya a mi casa.

– ¿No te quedarás a dormir? –preguntó Camila extrañada mientras rascaba las gotas de pintura seca que tenía en la parte superior de su vestido– Pensé que Christina te habría dicho que te quedaras a pasar la noche.

– Sí me dijo, pero no tengo idea de hasta qué hora será la fiesta. Incluso si solo subo y duermo en alguna habitación, con toda la bulla no podría pegar ojo.

 – Hello my sweet love! –saludó Christina apareciendo de la nada abrazando a Tatiana por espalda– ¿Qué tal la fiesta?

– ¡No me abraces! ¡Estás llena de pintura!

– Son manchas de guerra –aseguró entre risas mientras y separaba–. A que no se esperaban la pintura fluorescente.

– Para nada.

– Fue algo que se me ocurrió a último minuto, me pareció divertido.

– Sí, sí, fue genial, pero a todo esto, ¿esta pintura sale? –preguntó Camila rindiéndose con quitar las manchas secas de su vestido.

I guess, maybe –respondió encogiéndose de hombros, restándole importancia al tema. Notó entonces que unos conocidos ojos azules oscuros acercándose hacia ellos– ¡Emily! Me alegra que hayas podido venir.

– Dije que lo haría.

– Me alegra que hayas cumplido –la examinó de pies a cabeza, pero se topó con la sorpresa de que Emily no tenía ni una mancha de pintura–. That’s weird, ¿cómo es que estás intacta?

– Solo tienes que mirarme para comprobarlo –dijo Joseph apareciendo detrás de Emily. Estaba completamente cubierto de pintura de pies a cabeza: su cabello, su cara, su traje y sus zapatos, todos brillaban a causa de la fluorescencia. Su imagen tan deplorablemente brillante hizo que todos se soltaran a reír con ganas.

– ¿Qué demonios te pasó? –preguntó David con lágrimas en los ojos de tanto reír.

– Pues, estaba volviendo del baño cuando el espectáculo comenzó, me quedé mirando un buen rato y luego comencé a buscarlos. Cuando finalmente los vi comenzaron a lanzar la pintura, y en medio de todo el alboroto que se formó me topé con Emily. Ella al verme me uso como su escudo humano, literalmente –todos volvieron a soltarse a reír con ganas–. No me hace gracia tío, tendré que lavar este traje o mis padres me matan. ¿Esta pintura sale?

– Eso creo –respondió Christina.

– ¡¿CREES?!

It’s okay! Just relax and enjoy –lo calmó entre risas y le tendió una bebida–. Toma, algo para relajarte.

– Eso me recuerda –Marcelo comenzó a mirar a su alrededor–, ¿dónde está Antonio?

– Fue por algo de tomar antes de que el espectáculo comenzara–recordó Tatiana–. Tal vez sigue por alguno de los minibares.

– ¿Vamos a buscarlo? –preguntó Fernanda. Se miraron entre ellos y, luego de que todos hayan intercambiado miradas, respondieron al unísono con un ‘nah’, simplemente dejarían que sea su amigo quien los encuentre a ellos.

A pedido de Christina todos fueron a bailar, pues ella recién se había acoplado a la fiesta y quería liberar toda la energía que tenía. Comenzaron a bailar entre ellos primero, pero luego otras personas no tardaron en acoplarse en su círculo y bailar con ellos.

– Parece que encontraste a tus amigos.

– ¿Mm? –se giró sobre sí misma hasta que sus mieles ojos se toparon con un chico de cabellos color mostaza– Ah, Ryan, me asustaste.

– Lo siento, fue sin querer –se disculpó riendo–. ¿Bailas?

– Solo porque estoy de buen humor –respondió sonriendo amable.

Ambos comenzaron a bailar. Al principio había una distancia prudente entre ambos, pero pronto Ryan quiso acortar la distancia entre sus cuerpos, cosa que Tatiana impedía disimuladamente. Cuando acabo de sonar la canción, Tatiana se despidió de él y luego se acercó al sillón donde estaban David y Camila sentados, necesitaba darse un descanso.

– ¿Otro corazón roto? –preguntó David burlón.

– Claro que no, solo un baile.

– Eres cruel con mi subcapitan, tenle algo de consideración –pidió con fingida aflicción haciendo reír a Tatiana.

– Hasta que al fin los encuentro –Antonio apareció con una bebida en la mano. La parte inferior de su traje estaba lleno de pintura–. He estado dando vueltas y vueltas.

– Te demoraste la vida en llegar a esta esquina. ¿Tienes mi bebida?

– A penas y pude tener la mía luego de esa guerra de pintura.

– Te detesto, entonces invítame que me muero de sed –tomó el vaso que llevaba y le dio un buen sorbo–. Esto está buenísimo, ¿qué es?

– A ver, ¿puedo probar yo también? –preguntó Tatiana y, en cuanto Antonio le asintió, tomó el vaso y le dio un buen sorbo. Sintió un dulzor, seguido de una leve acidez y, por último, el amargo sabor del alcohol– Sí, está rico, ¿qué es?

– Maracuya sour. Un amigo me invitó un poco y me gustó, así que conseguí una para mí.

La bebida gustó tanto que David y Tatiana no se resistieron de ir a un minibar y conseguir uno para ellos. Al volver, se sentaron junto a Antonio y Camila y comenzaron a conversar entre ellos; la charla, en un principio tranquila, terminó volviéndose un reto entre Tatiana, Antonio y David por ver quien terminaba más rápido su bebida en un seco y volteado. A pesar de que fue Antonio quien ganó y Tatiana quien quedó en último lugar, ésta última pronto comenzó a arrepentirse de haber aceptado el reto por un mísero pedazo de pizza.

Cuando comenzó a sonar una nueva canción un chico se acercó a Tatiana y la invitó a bailar. Ella aceptó amablemente, pero en cuanto se paró notó que tal vez era mejor quedarse sentada; sin embargo, el chico la tomó de la mano y la guio hasta la pista de baile para comenzar a moverse.  El alcohol comenzaba a hacerse presente en el cuerpo de Tatiana con sus pasos torpes y sus ojos medios adormilado, el chico notó eso y no desaprovechó la oportunidad, se acercó poco a poco a Tatiana hasta que sus cuerpos quedaron a una muy corta distancia.

– ¿Quieres ir por algo de tomar? –le preguntó acercándose a su oído. Tatiana lo miró y le sonrió, pero no porque haya aceptado, sino porque no lo había entendido del todo. El chico no se molestó en preguntarle de nuevo, la cogió de la cintura y comenzó a caminar hacia el minibar.

Notas finales:

Hola a todos, finalmente regresé. Terminé finalmente mis cursos y, luego de una semana de descanso para mi cerebro, finalmente puedo centrarme en la histoira. Quiero agradecerles la paciencia que me han tenido, realmente lo valoro<3 Para recompensarlos, habrá un capítulo cada día hasta Navidad, ¿a poco no es un buen regalo? Las actualizaciones serán en cualquier momento, pero tengan por seguro que las habrá. 

Eso es todo por ahora, nos leemos mañana, ¡saludos!<3


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