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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Tercer día del especial "semana navideña", disfruten<3

Ya había pasado una semana desde la fiesta de Christina, pero aun así el evento seguía siendo el principal tema de conversación en toda la escuela. Ya sea en los salones, en los pasillos, en el comedor o hasta en el mismo baño, todos comentaban acerca de la fiesta.

Incluso en este momento, en plena clase de música, se escuchaban los murmullos acerca de la fiesta. Tatiana, quien estaba también en esa la clase, de vez en cuando era interrogada acerca de algunas confesiones que supuestamente recibió durante el evento, pero ella negaba todo con su habitual sonrisa.

– Bien alumnos, dado que este mes y el siguiente trabajaremos los instrumentos de cuerdas espero que todos hayan cumplido con la tarea de la semana pasada y hayan traído la historia del instrumento con el que han decidido trabajar–indicó la profesora–. Y si alguien no ha cumplido, espero que en esta clase decida su instrumento ya que empezaremos hoy las prácticas. Si ya han escogido el instrumento procedan a cogerlo; y si no, escojan uno rápido.

Los alumnos acataron la indicación de inmediato. Se levantaron de sus asientos y de dirigieron al gran camarín de madera donde se solían guardar los instrumentos; algunos no tardaron en tomar el instrumento que había elegido, pero otros se tomaban su tiempo hasta dar con el que más llamara su atención. En este último grupo se encontraba Tatiana, vacilando entre si coger un violín, una viola o un violonchelo; todos le parecían iguales quitando la diferencia de tamaños.

– ¿No cogerás la guitarra? –preguntó Christina mirándola de reojo con una sonrisa a la par que cogía una viola.

– No, ni pienso hacerlo –contestó secamente mientras cogía un violín.

– ¿En serio? ¿Un violín? No va para nada contigo.

– Me da igual –giró los ojos. Fue a acomodarse en la sección del salón donde iban los violines, acercándose rápidamente al asiento que estaba junto a Emily.

– Pensé que elegirías una guitarra –comentó la ojiazul al verla llegar con un violín, el mismo instrumento que ella había elegido.

– Quería probar algo diferente –se encogió de hombros a la par que sonreía levemente. Alzó el violín y trató de acomodarlo entre su mano y su mejilla, tal como había visto en un programa hace algunos días–. ¿Esto es así? –aunque logró sujetar el violín, la postura que tenía era demasiado tensa. Emily negó con una sonrisa y se acercó a ella para ayudarla.

– Definitivamente no va contigo –volvió a decir Christina divertida, quien se encontraba a su costado, la sección de las violas estaba justo al lado de la de los violines.

– No pedí tu opinión.

Luego de cada alumno se haya separado por el instrumento que quería tocar, la profesora comenzó a dar la clase práctica. Lo primero que enseñó fue la manera correcta de sujetar cada instrumento, algo que ayudó bastante a Tatiana quien aún se mantenía con una tensa postura; luego procedió a enseñar las notas básicas y el cómo tocar con ellas una simple melodía.

Una hora y media después la clase llegó a su fin. Dado que era la última del día para ese grupo, los alumnos llevaron con anterioridad sus mochilas al salón de música, por lo que lo único que tuvieron que hacer al sonar la campana fue guardar instrumento en su respectivo estuche y dejarlo en el camarín de madera antes de retirarse. Sin embargo y como ya era costumbre en aquella clase, se designó a dos personas para hacer un inventario de los instrumentos y asegurarse de que no faltara ninguno; en esta ocasión fueron Tatiana y Emily las elegidas para esta tarea. Sin embargo, lejos de fastidiarse, ambas aceptaron encantadas, pues significaba un momento solo para ellas dos.

– Están los 20 violines y las 20 guitarras –dijo Tatiana señalando con su dedo índice dichos instrumentos–, también los 15 violonchelos y los 10 ukeleles.

– Entonces todo está completo –conforme, terminó de marcar con un check la última línea de la hoja del inventario–. Solo nos queda darle esto a la profesora y habremos acabado.

– Vale –sonrió. Entonces su mirada se posó en un estuche de guitarra que estaba mal cerrado, quedándose viendo el instrumento con una indescifrable expresión en su rostro, lanzado un suspiro luego de unos segundos. Se acercó hacia donde estaba el instrumento para guardarlo de manera adecuada.  

– ¿Por qué no elegiste una guitarra? –preguntó repentinamente Emily luego de verla tan ensimismada mirado aquel instrumento.

– ¿Tan raro es?

– Sí, se te da muy bien tocarla.

– Solo quería probar otra cosa –se encogió de hombros queriéndole quitar importancia al asunto.

– Aunque el violín realmente no parece lo tuyo –comento riendo por bajo recordando como era que a Tatiana le costaba mantener el violín equilibrado en su brazo, la cantidad de veces que se le había caído el arco y lo desafinado que sonaban sus notas.

– Hey, en serio me esforcé para tratar de tocar algo decente.

– ¿Eso era decente?

– ¡Lo era! –exclamó con un tierno puchero que logró hacer reír a Emily– O bueno, lo era para mí.

– ¿Por qué no cambias de instrumento? Estoy segura que la profesora no tendrá problema, solo ha sido la primera clase.

– No quiero, me quedaré con el violín –sentenció cruzándose de brazos, mostrándose reacia a cambiar de opinión–. Solo tengo que practicar más y podré tocar tan bien como tú.

– Vaya, eso es una pena –se recargó sobre la pared, una afligida sonrisa se dibujó en su rostro.

– ¿Por qué? –la miró con ligera molestia. El hecho de que todos le dijeran que debía tocar la guitarra le fastidiaba–. ¿No puedo tocar el violín?

– No, no lo decía por eso–negó suavemente, alzó la cabeza y miró fijamente aquellos dulces ojos color miel–. Es solo que me gusta mucho la forma en que tocas la guitarra, cada nota suena tan…sincera y cautivadora. No sé si te has dado cuenta, pero cuando tocas la guitarra, e incluso antes cuando te quedaste mirando la funda hace un momento, tienes una esotérica sonrisa; pareces nostálgica y…un poco triste.

No supo que responder, no pudo responder nada ante lo que le había dicho. ¿En serio sonreía cuando tocaba? Si era así, no se había percatado para nada de ello. Las palabras de Emily comenzaron a resonar en su cabeza, como si acabaran de describir algo que ella trataba de ignorar. ¿Cómo hacía para poder leerla tan fácilmente? Era como si esos azules ojos pudieran ver a través de ella, a través de todo ese muro que había construido alrededor de sus sentimientos del pasado.

– Pero si quieres aprender a tocar el violín entonces te ayudaré –continuó Emily luego de unos segundos de silencio al percatarse de que la ojimiel no parecía tener la intención de contestarle–, siempre es bueno intentar cosas nuevas.

La tierna sonrisa que se formó en el rostro de Emily logró hacer que sus mejillas se ruborizaran y su corazón golpeara con fuerza su pecho. Admiró la belleza y perfección de su novia unos segundos más hasta que desvió la mirada avergonzada, preguntándose como es que una persona podía ser tan linda. Volvió a toparse entonces con el estuche que anteriormente había cerrado y, luego de darle un par de vueltas al tema, lo tomó y sacó de él la guitarra acústica.

– ¿Qué haces? –preguntó Emily viendo confusa como es que Tatiana tomaba asiento y acomodaba la guitarra entre sus piernas.

– Dijiste que te gustaba como toco, ¿no? Estás de suerte, esta será una presentación solo para ti.

Acomodó la yema de sus dedos izquierdos sobre los trastes mientras que con su mano derecha comenzaba a rasgar las cuerdas marcando un ritmo acompasado y suave, comenzado a emitir una agradable melodía. Pronto, su voz se unió al suave sonido de las cuerdas.

Como cuchillo en la mantequilla
Entraste a mi vida, cuando me moría
Como la luna por la rendija
Así te metiste entre mis pupilas
Y así te fui queriendo a diario
Sin una ley, sin un horario
Y así me fuiste despertando
De cada sueño donde estabas

Y nadie lo buscaba, y nadie lo planeó así
En el destino estaba que fueras para mi
Y nadie le apostaba a que yo fuera tan feliz
Pero cupido se apiadó de mi

Como la lluvia, en pleno desierto
Mojaste de fe mi corazón, ahogaste mis miedos
Como una dulce voz en el silencio
Así nos llegó el amor, amor del bueno

Cada tanto Tatiana buscaba los azules ojos de Emily, diciéndole solo con la mirada que esa canción era para ella, que cada nota la estaba tocando para ella, que cada verso lo estaba cantando para ella. Le estaba diciendo con cada uno de sus gestos y expresiones que su corazón era solo de ella.

Al terminar la canción el salón se inundó de un completo silencio. Tatiana aún no sabía si realmente sonreía sin darse cuenta cuando tocaba, pero ahora sí era consciente de la satisfactoria sonrisa que estaba dibujada en ella. Alzó la mirada y posó sus mieles en Emily, no pudiendo evitar mofar ligeramente al percatarse de que estaba sonrojada hasta las orejas, algo que le causó una ternura infinita.

–Entonces –comenzó a decir Tatiana luego de un largo silencio apoyándose en la guitarra–, ¿le gustó mi canción, señorita Klett?

Emily no respondió, al menos no inmediatamente, su corazón seguía palpitando velozmente y sentía su rostro arder con fuerza. Simplemente había quedado maravillada, sintiéndose encantada y dichosa de poder oír a Tatiana cantar, la voz que tenía era simplemente mágica, podía quedarse horas y horas escuchándola y nunca se aburriría de ello.

– Tierra llamando a Emily, ¿me copias, Houston? –la llamó comenzó a llamar la ojimiel divertida agitando una mano frente a ella. Finalmente pudo reaccionar y, con los sentimientos a flor de piel, se acercó rápidamente hasta ella y, sin previo aviso, cogió su rostro y la besó con una dulzura infinita.

– Te quiero – susurró separándose de ella y juntando sus frentes.

– Yo también te quiero –correspondió sonriendo completamente enamorada–. Pensé que no habría nada de besos en el colegio.

– Este momento es una excepción –sonrió traviesa y la volvió a besar–. Además, dudo que alguien esté por aquí a estas horas.

– ¿Entonces puedo besarte de nuevo?

– No –se alejó de ella y volvió a tomar su semblante serio–, debemos llevarle la lista del inventario a la profesora.

Tatiana comenzó a hacer pucheros y pedir más besos, pero Emily se negaba mostrándose firme. Tenían su pequeña “discusión” con el pensamiento de que en ese momento solo se encontraban ellas dos en aquel lugar; sin embargo, más equivocadas no podrían estar.

Al otro lado de la puerta del salón de música se encontraba un chico alto y de cabello color mostaza que se asomaba por la pequeña abertura de la puerta ligeramente abierta, teniendo una visión limitada, pero suficiente para haber podido observar todo lo sucedido con anterioridad. Una altanera y perversa sonrisa afloró en sus labios mientras comenzaba a caminar a la par que observaba la foto que había logrado capturar hace apenas unos segundos.

– La princesa de hielo y la princesa de miel, parece que me he enterado de algo grande. Y ahora, ¿cómo podemos sacar ventaja de esta situación?

Una semana después

Era la hora de almuerzo, la mayoría de alumnos se habían dirigido a la cafetería a por algo de comer y charlar con sus amigos en una de las mesas. En una de estas tantas, se encontraba David contándole a sus amigos una divertida anécdota de su infancia, logrando sacarles risas a todos, incluso a Emily.

Parecía un jueves como cualquier otro, incluso mejor. El clima era bueno, los profesores estaban de buen humor e incluso habían tenido pizza en la cafetería. El aire que se respiraba ese día era simplemente bueno, había un buen humor en el aire y todos parecían desprender buenas vibras, como si todos hubieran empezado con el pie derecho esa mañana.

La campana sonó anunciando el fin del almuerzo, haciendo que tanto alumnos como docentes y tutores retomen sus labores escolares. Al volver a su salón y sentarse en su carpeta, Tatiana procedió a sacar el cuaderno del curso que tenía en ese momento, pero en medio de su búsqueda se encontró con algo que antes no estaba ahí: un sobre blanco. Observó curiosa el pedazo de papel, pero justo cuando lo iba a abrir fue interrumpida por el ingreso de su tutor al aula; sin querer arriesgarse a que el sobre sea arrebatado de sus manos, decidió abrirlo luego.

Pasó una hora hasta que finalmente Tatiana se dispuso a averiguar el contenido del sobre, aunque suponía que sería una carta de amor, no sería la primera vez que le dejan una en su mochila. Sacó con cautela el objeto y lo posó sobre su carpeta, buscó el nombre del emisor, pero lo único escrito que tenía era el nombre de ella.

Is it a love letter? –preguntó Christina inclinándose para poder mejor claridad lo que Tatiana tenía entre las manos.

– Shh, no digas nada, el profesor me va a ver y me va a gritar.

Ok, ok –se enderezó en su carpeta, pero seguía con la mirada puesta sobre el sobre–. Entonces, ¿quién es ahora?

– Es lo que trato de averiguar…

– ¡¿Otra carta de amor?! –exclamó Fernanda asomándose sin discreción alguna; sin embargo, la emoción que tenía desapareció al instante cuando cayó en cuenta de lo había hecho, dándose cuenta que la había cagado. Todos, incluido el profesor, voltearon a verla causa de aquel grito.

– ¿Pasa algo, Fernanda? –cuestionó el profesor mirándola con el ceño fruncido.

– Nada profesor, disculpe –aseguró nerviosa volviéndose a enderezar rápidamente en su carpeta.

– ¿Desea retirarse del aula?

– No, por favor, quiero quedarme...

– Una más y entonces te tendrás que retirar –Fernanda asintió apenada. El profesor la miró una última vez antes de continuar su explicación.

– Serás tarada –la regañó Tatiana.

– Lo siento, me emocioné de más.

– ¿Por qué tú te emocionas?

– Es que hice una apuesta con Marcelo acerca de que esta semana ibas a rechazar alguien.

– Por favor, dejen de apostar sobre mi vida amorosa.

– Pero es divertido.

– No soy su payaso –gruñó–. En fin, quédate callada antes de que el profesor te vuelva a gritar, si viene por aquí y ve la carta me la quitará.

Fernanda asintió y acató la orden, manteniéndose quieta y firme en su asiento. Con cautela, Tatiana comenzó a sacar la hoja del sobre, cuidando de que el profe no la descubriera distraída, y comenzó a leer.

<<Princesa de Miel, reúnete conmigo detrás del edificio de artes luego de que acaben las clases. Hay un tema importante que quiero hablar contigo.>>

Eso era lo único que había escrito. No había palabras dulces, poemas, pedazos de canciones ni nada de lo que normalmente contenía una carta de amor, ni siquiera un nombre; incluso si solo se trataba de una forma para citarla y luego poder confesarse cara a cara, era extraño que no hubiera un nombre o alguna frase sentimental escrita ahí tal como en anteriores cartas que había recibido. Volvió a revisar cada espacio de ambas caras, pero aquel corto mensaje era lo único que estaba escrito. Extrañada, volvió a guardar el papel en el sobre y suspiró, su estomagó comenzó a revolverse y un escalofrío le recorrió la espalda, tenía un mal presentimiento de todo esto. Aquella carta parecía tan…fría, parecía que, más que pedirle que se reunieran, se lo estaba ordenando.

– ¿Entonces? –preguntó Fernanda curiosa– ¿Otro rechazo?

Tatiana no le respondió, ni siquiera le dirigió la mirada, su mente seguía intrigada por aquella carta y el cómo su cuerpo se había tensado por ella, como queriéndole advertir de algo. Christina pudo notar el desconcierto y la preocupación en el rostro de Tatiana, pero por el momento decidió no preguntarle nada y esperar a la hora de salida, pues hablar en plena clase las podría meter en problemas.

La campana sonó indicando que ese día académico había llegado a su fin, luego de unas palabras de los tutores los alumnos finalmente procedieron a retirarse. Tatiana bajaba las escaleras junto a sus amigos, pero su mente ahora mismo solo se concentraba en lo que pasaría cuando se encontrara con el anónimo que le escribió la carta.

– Tengo algo qué hacer –dijo una vez llegaron al primer piso y haciendo además de alejarse–, ya los veo mañana.

– ¿Qué cosa? –preguntó David.

– Solo un asunto pendiente, no sé cuánto tiempo lleve, así que váyanse ustedes primeros.

– ¿Segura? –intervino Camila– Podemos esperarte.

– Segura –asintió sonriendo–. Ya mañana nos vemos, adiós.

Se despidió de todos con un gesto y partió entonces hacia el edificio de música. Caminó con paso apresurado, dentro de ella había una mezcla de ansiedad y nerviosismo que le estaban revolviendo el estómago, una reacción involuntaria que no llegaba a entender y solo le daba mala espina. Cuando ya solo estaba a unos pasos del lugar se detuvo para calmar su respiración y su corazón, el cual comenzó a latir con más velocidad a cada paso que daba; inhaló y exhaló un par de veces y finalmente dio la vuelta para llegar detrás del edificio de artes.

No había, ni un alma parecía rondar si quiera por ahí. Caminó un poco más mirando a todos lados, pensando que de la nada iba a parecer la persona que la había citado; sin embargo, eso no pasó, en aquel sitió solo se encontraba ella.

– Eres realmente puntual.

Asustada, se giró rápidamente en cuanto aquella grave voz le habló, topándose con la sorpresa de reconocer al chico que se acercaba a paso lento y tranquilo hacia ella.

– Ryan…–susurró desconcertada.

Ryan Reed era un alto de cabello mostaza y corte militar, tenía unos ojos verdes oliva, unas facciones ligeramente maduras y un cuerpo fornido a causa de todo el ejercicio que hacía. Era el subcapitán del equipo de básquet, jugando codo a codo con David en cada partido, alguien bastante popular por su apariencia y físico, pero también con unos cuantos rumores acerca de una reputación de mujeriego. Tatiana lo conocía, compartieron salón el año pasado y solían hablar con bastante frecuencia, pero dado que ahora estaban en salones distintos ya no mantenían tantas conversaciones como antes; además, con anterioridad el rubio ya se le había confesado y pedido salir con él en más de una ocasión, pero Tatiana siempre se negaba, lo cual también enfrió un poco la relación.

– Llegaste más rápido de lo que pensé –comentó riendo–, ¿estabas emocionada o qué?

– No exactamente emocionada –se sobó el brazo, incómoda–. Ehm… ¿Fuiste tú el de la carta?

– ¿Estaría aquí si no fuera así?

– Si, tienes razón –negó con una sonrisa para sí misma, un poco más calmada porque se tratase de alguien que conocía–. ¿Entonces? ¿Para qué querías verme?

– Para pedirte lo mismo que te vengo pidiendo desde el año pasado: sal conmigo.

– Ya te dije que no te veo de esa forma Ryan –suspiró cansada, lo miró y le sonrió apenada–, solo te quiero como un amigo.

– Disculpa, me expresé mal –su blanca dentadura quedó a la vista en la ladina sonrisa que se dibujó en su rostro–. Te exijo que salgas conmigo.

– Ja, ja. Muy gracioso, pero así no…

– No te estoy dando a elegir –la cortó abruptamente, la forma en la que hablaba derrochaba egocentrismo por todos lados–, te estoy diciendo que salgas conmigo.

La verde mirada del chico se volvió dura y siniestra, perdiendo el brillo que habitaba en sus pupilas, y la sonrisa que tenía se amplió más, dándole una retorcida apariencia. Tatiana sintió sus músculos tensarse, nunca había visto a Ryan con esa expresión tan…perversa, podía sentir que su cuerpo comenzaba a reaccionar como si se tratara de una situación de peligro.

– Estás siendo más molesto que otras veces –endureció su mirada y frunció su ceño, queriendo mostrarse segura y firme–. No voy a salir contigo, no importa cuántas veces me lo pidas, no me gustas Ryan, y en estos momentos no quiero estar con nadie.

– Oh, ¿en serio es por eso? –cuestionó divertido y mirándola recelo– ¿No es por qué ya estás con alguien?

_ ¿De qué hablas? Yo no estoy saliendo con…

– Emily Klett –la interrumpió de golpe logrando que el corazón de Tatiana deje de latir por un segundo–, mejor conocida como la Princesa de Hielo.

– ¿Qué tiene que ver ella aquí?

– No te hagas la inocente, sé muy bien que ustedes dos tienen algo.

– No sé de lo que estás hablando –se cruzó de brazos mostrándose escéptica, aunque también para disimular el temblor que comenzaba a apoderarse de ella–, Emily es solo una buena amiga.

– ¿En serio? –sacó su celular del bolsillo y, con toda la paciencia del mundo, buscó una imagen en su galería mientras sonreía ladinamente. Luego de unos segundos finalmente mostró la pantalla– Pues deben ser unas amigas muy cariñosas para que estén besándose por ahí.

En cuanto vio la foto el mundo se le vino abajo. Ahí estaban Emily y ella besándose, se veía totalmente claro, la posición en que había sido tomada simplemente las dejaba al descubierto a las dos, ni siquiera podía inventarse alguna excusa, el beso se veía claramente sin necesidad de hacer algún esfuerzo.

– ¿D-Dónde tú…?

– ¿Conseguí la foto? La tomé yo mismo –confesó orgulloso–. Fui al aula de música buscando a la profesora y terminé encontrándome con su espectáculo de besos.

– Borra la foto.

– ¿Por qué debería?

– ¡Bórrala!

– Tranquila, no te alteres. No pienso hacerla pública ni nada, al menos no si tú cumples mis condiciones para no hacerlo.

– ¿Qué condiciones?

– Es algo realmente fácil –aseguró guardando su celular–. Solo tienes que salir conmigo, ¿ves? Nada de otro mundo.

– ¡No pienso salir contigo!

– Entonces puedes prepararte para la oleada de rumores que habrán de ustedes dos. Claro, tal vez a ti no te afecte tanto; pero de seguro que Emily, al venir de una prestigiosa familia, tenga algunas…dificultades para manejar todo lo que dirán. Y he oído que su padre es bastante estricto, no quiero ni imaginar qué pasaría si llegara a ver la foto.

– ¡No metas a Emily en esto!

– No lo estoy haciendo, solo estoy diciendo que de ustedes dos, seguro es ella quien peor lo pasaría si la gente comenzara a hablar.

– Eres un imbécil.

– Uy, es tan raro verte insultando a alguien con tanto odio.

– Pide otra cosa, no pienso salir contigo.

– Mira, te lo pondré fácil. Solo será durante el colegio, actuaremos como una pareja, me dejarás abrazarte y besarte. Cuando acaben las clases, cada quien a su casa como completos extraños.

– Si quieres una relación de esas, ¿por qué no se lo pides a otra? Estoy segura que varias te dirán que sí.

– Tienes que ser tú.

– ¿Por qué?

– La chica más popular del colegio, la que todos admiran y quieren. Eres la mejor candidata para ser mi chica, lo mejor debe estar con lo mejor, ¿no lo crees?

– Esa es una estúpida razón; además –lo miró con odio y asco–, tú estás lejos de ser lo mejor de lo mejor.

– Escucha, ya me cansé de ser bueno –se acercó peligrosamente a ella con aires de que iba a lanzar un golpe en cualquier momento con una cara de irritación–. O sales con conmigo o todo el maldito colegio se entera de que Emily Klett es una puta lesbiana.

– ¡No metas a Emily!

– ¡Si quieres protegerla entonces sal conmigo! ¡¿No la amas?! ¡¿No quieres evitarle problemas?!

– ¡Claro que sí!

– ¡¿Entonces?! ¡Si dices que no en este mismo instante publico la foto en todas mis redes y se las mando a todos mis contactos!

– ¡Está bien! ¡Acepto! –gritó impotente y al borde del llanto. Respiró hondo y se alejó de él, tenía la mirada pegada al suelo– Voy…voy a salir contigo, así que, por favor, no hagas pública esa foto.

Notas finales:

Gracias por leer, espero les haya gustado<3

¡Nos leemos de nuevo mañana!


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