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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, espero que se encuentren bien y se estén cuidando en casita. Este capítulo es un poco extenso, espero que difruten la lectura<3

Cuando era pequeña odiaba cuando su padre se dedicaba a su trabajo todo el día, encerrado en su oficina y sin volver a casa por un fin de semana entero y un par de días más, pero en ese momento lo agradecía infinitamente, no soportaría que su padre la viera en aquel estado, con los ojos rojos e hinchados y el recorrido de lágrimas secas en sus mejillas. Hubiera preferido más que absolutamente nadie la viera así, pero era imposible que el personal de su casa no la notara, en especial Natalia y Michael. Agradeció infinitamente cuando Michael no le hizo preguntas mientras la llevaba a casa y cuando Natalia, en lugar de comentar su apariencia, solo atinó a acompañarla a su habitación y dejarle una taza de té de naranja.

No era la primera vez que se regresaba temprano a casa, con anterioridad su padre a veces la mandaba a llamar, pero si era la primera vez que ella volvía por su cuenta, por lo general prefería estar en la escuela que en aquel lugar que llamaba hogar; sin embargo, no tenía la valentía de volver a aparecer en el salón sumida en el caos en el que estaba y viéndose como un desastre con patas. Christina, por mucho que odie decirlo, realmente fue su salvadora. No solo la había consolado y escuchado su desahogo, sino que la ayudo trayendo sus cosas a la enfermería donde Amanda y ella estaban esperando. De alguna manera Amanda la había ayudado en justificar su ausencia temprana, así que no tendría problemas con su tutor, pero mientras más personas la veían en aquel deplorable estado en que se encontraba, peor se sentía.

Se acercó a su cama y tiró su mochila, no estaba muy segura de qué hacer, así que decidió cambiar su uniforme por ropa más cómoda y luego enterrarse en sus sábanas para dormir y olvidar toda la mierda de ese día. Se acercó a su armario mientras se iba quitando sus prendas, siendo la primera la blanca bufanda que envolvía su cuello, una vez la tuvo en sus manos no pudo evitar perderse en los pliegues de lana. Su corazón le dolió, aquella prenda desprendía el olor de Tatiana, aquel aroma con el que el día de ayer se había embriago hasta caer dormida ahora solo era veneno para sus pulmones. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y, sin poder contenerlas, comenzaron a caer raudas de sus ojos.

Tiró la prenda con impotencia lo más lejos que pudo, esperando que la oscuridad de la esquina en donde había caído se la trague y la desaparezca. Lloró en silencio en su sitio, pues no quería que alguien la escuchara, y prosiguió a quitarse las demás prendas. Cuando quedó solo en ropa interior una inexplicable fuerza la hizo llevar su mirada hacia el espejo que se encontraba a su derecha, se paró frente a él y se sintió completamente frustrada al ver su piel: en ella estaban las marcas de besos y mordidas que le había hecho Tatiana el fin de semana cuando habían hecho el amor, algunos por su cuello, otros por su abdomen y sabía que había otro bajo su brasier.

Lo odió. Se odió. Quiso arrancarse la piel y cambiarla por una nueva, una completamente intacta de la boca de Tatiana, una que no conociera sus caricias, una que no se erizara con la yema de sus dedos. Quería cambiar todo de ella, pues todo de ella le recordaba a Tatiana, ¿qué parte de su cuerpo estaba libre de aquellos ojos color miel? Ninguna que ella recordara, le había entregado todo de ella, incluso su corazón tenía grabado su nombre. ¿Si se hiciera un trasplante dejaría de sentir todo eso? Si alguien pudiera confirmárselo entonces se lo haría lo más pronto posible.

Una brisa helada la hizo temblar y la apuró a ponerse alguna ropa para abrigarse. Una vez estuvo cambiada se apresuró a la cama y se metió entre las sábanas, normalmente se pondría a estudiar o a leer algo, pero en ese momento no tenía cabeza para nada, incluso esta le estaba doliendo luego de llorar tanto. Cerró sus cansados ojos y esperó a quedarse dormida, sintió su celular vibrar, pues estaba justo a su lado en la cama, pero no quería saber nada del mundo en ese momento, así que se dio media vuelta e ignoró la realidad.

En el colegio Nerethia Seal, Christina veía ansiosa su celular, sabía que Emily no iba a tener cabeza para atender a nadie ni nada en este momento, pero eso no evitaba que se preocupara por ella. Nunca esperó ver aquella chica tan fría y seria llorar de una manera tan dolorosa, pero lo entendía, cualquiera en su lugar hubiera estado igual de destrozado, hasta podría decirse que Emily aguantó bien para no explotar en plena cafetería, si hubiera sido ella hubiera roto en llanto frente a todos. Soltó un suspiro resignado y apagó su celular, estaba claro que no iba a tener respuestas ahora.

Miró sin real interés la clase, su mente trataba de acomodar todo lo que había sucedido y tratar de darle una explicación lógica, pero por más vueltas que le daba no comprendía porque se dio ese desenlace. Estaba más que segura que la persona de la que Tatiana estaba enamorada era Emily, era obvio, ella misma las ayudó para que estuvieran juntas, ¿en qué momento aquel rubio si quiera se volvió un interés para su mejor amiga?

La respuesta era obvia: no lo era.

Tatiana no estaba interesada en Ryan, menos sentía atracción hacia él, lo podía decir con solo ver la mirada que tenía Tatiana cuando anunció su relación, no tenía ese brillo especial como cuando se refería a Emily ni esa sonrisa de estúpida enamorada, sino solo una completamente rígida y forzada. Tal vez alguien que no la conociera mucho se lo hubiera tragado, pero ella no, algo estaba pasando e iba a averiguarlo.

Giró su mirada hacia donde se encontraba sentada Tatiana, la castaña miraba sin interés la clase manteniendo su libro abierto y un lápiz en la mano, pero estaba completamente inmóvil. Sus mieles ojos se hallaban perdidos y sin brillo, tenía una mueca de desgano total y cada tanto su ceño se fruncia y su mirada se apretaba. Christina estaba más que segura que algo le pasaba, le preguntaría ahí mismo que sucedía, pero no era el lugar ni el momento; además, estaba molesta con ella, si le hablaba ahora mas que conversar, solo discutiría con ella. Esperaría hasta que termine la escuela y entonces la llevaría consigo para hablar.

Las horas pasaron tortuosamente lentas, por ello agradeció infinitamente cuando tocó la última campana del día. Guardó sus cosas lo más rápido que pudo y, ni bien su tutor dio por terminada su charla de despedida, se levantó y tomó a Tatiana de la muñeca.

– Tú y yo tenemos que hablar.

No le permitió negarse, objetar o siquiera terminar de cerrar bien su mochila, Christina comenzó a jalar de ella para dirigirse lo más rápido posible a donde estaba esperándola William junto a su camioneta, necesitaba hablar con ella lo antes posible. Sin embargo, cuando estaban atravesando el pasillo se vio abruptamente detenida por alguien que tomó a Tatiana de la otra muñeca. Se giró molesta, no estaba de humor para tratar con nadie.

– ¿A dónde llevas a mi novia tan desesperadamente? –ahí estaba Ryan con su típica sonrisa ladina, al parecer se dirigía justo a su salón.

– Necesito hablar con ella.

– ¿Y no puede ser en otro momento? Tenía la ilusión de pasar un rato con ella luego de clases.

– No, es importante.

– Bueno, supongo que las charlas de chicas son más importantes que el novio –bromeó encogiéndose de hombros–. Al menos déjame despedirme de ella.

Antes de siquiera responder, Ryan jaló a Tatiana hacía sí para envolverla en sus brazos, alejándola completamente del lado de Christina quien apenas pudo reaccionar. Suspiró exasperada, pero prefirió no intervenir, tan solo observar y analizar lo que pasaba en silencio.

– Nos vemos mañana amor, te escribo más tarde –se acercó a su mejilla y depositó un suave beso–. Y no olvides nuestra promesa, bebé.

Luego de haber estado desconectada de la realidad, finalmente Tatiana reaccionó, sintiendo su cuerpo temblar ante la advertencia de Ryan. Tragó grueso y, aguantándose las ganas de golpearlo y llorar, asintió con sumisión.

– Tan solo llevan un día y ya están así de cariñosos, no quiero pensar como estarán al mes –se escuchó a David decir apareciendo detrás de Ryan junto a todos los demás.

– Me darán diabetes si siguen así –agregó Fernanda riendo.

– Déjennos en paz, metiches –Ryan golpeó juguetonamente el hombro de su capitán en son de broma, dejando finalmente libre a Tatiana.

– ¿Vamos a dar una vuelta? –propuso Marcelo– Hay que celebrar a la nueva pareja.

– Pensaba hacerlo, pero al parecer Tat y Chris ya tienen planes.

Todos posaron la mirada en la rubia quien, hasta ese momento, había permanecido en silencio con el ceño fruncido. Suspiró hastiada y, sin tener fuerzas ni ganas de conversar o inventar alguna excusa, solo asintió. Tomó la mano de Tatiana otra vez, se despidió y volvió a encaminarse junto a la ojimiel a la salida, dejando a todos confundidos y desconcertados.

– Bueno, nosotros podemos ir a dar alguna vuelta igual –sugirió Marcelo rompiendo el tenso ambiente que se había formado–. ¿Vamos a comer pizza?

– Yo paso –dijo Camila volviendo la mirada del pasillo hacia sus amigos–, tengo que ayudar en casa.

– Yo tampoco voy –se sumó Joseph–, tengo algo que hacer.

Luego de tildarlos de aguafiestas, ambos finalmente se fueron. Camila sí tenía que ayudar en casa, o mejor dicho en el restaurante de su familia, pero por alguna razón se sentía una incomodad en su estómago, una que comenzó a sentir al ver la cara cansada y frustrada de Christina, era inusual ver a la rubia así, tenía un mal presentimiento por ello. Joseph, por su parte, si bien no había dicho una mentira, tampoco era totalmente verídico, tenía algo que quería hacer: ver a Emily. Estaba preocupado por ella desde que la vio desaparecer en medio del receso, no era común en ella, menos el saltarse las clases; algo le pasaba, algo malo, estaba seguro y quería estar ahí para ella.

Mientras tanto, Christina finalmente había llegado con William y ahora ella y Tatiana estaban en camino a la casa de la segunda, ahí tendrían mucha más privacidad. Estuvieron en completo silencio todo el viaje, algo raro e inusual en ellas, la tensión del ambiente se sentía en el aire y el más abrumado en aquella situación era sin duda el chofer. William no tenía idea de lo que había pasado, pero hasta él se sentía intranquilo.

Tardaron poco más de 20 minutos en llegar, cuando lo hicieron ambas bajaron en silencio y Sebastián pudo soltar todo el aire que estaba conteniendo. Tatiana y Christina permanecieron en silencio hasta que entraron en el departamento, una vez la puerta fue cerrada empezó la verdadera cuestión.

Can you tell me what the fuck are you doing? Why are you dating with him? What happened with Emily? Are you don't love her? What happen with you, Tatiana?!

Christina no pudo evitar explotar, estaba molesta, confundida, decepcionada, era una mezcla de todo que, sumado al recuerdo de Emily llorando, se volvía un torbellino de emociones. Comenzó a hablar en inglés sin parar, soltando miles de preguntas e insultos dirigidos al aire. Tatiana solo la escuchaba encogida con la mirada pegada al suelo, no se atrevía a levantar la cara y enfrentarla, no quería ver otros ojos azules que apreciaba mirarla con decepción, ya se estaba sintiendo lo suficientemente basura desde que Emily se fue de la cafetería y no volvió para la clase.

Can you answer me?! Shit –negó para sí misma, exasperada. Sabía que se estaba dejando llevar por las emociones, pero le costaba activar su lado racional en ese momento–. I need water.

Se dio media vuelta y se dirigió a la cocina, dejando su mochila en un sillón. Tatiana la siguió en silencio y se quedó en la sala, tomando asiento en un sillón y colocando su mochila a un lado. Se quedó mirando fijamente el piso, pensando en alguna forma de poder explicarle a Christina la situación. Ya había perdido la oportunidad de hablar con Emily, dudaba que ahora siquiera la escuchara, pero Christina podía ayudarla.

Si no actuaba en ese momento, ¿Cuándo entonces?

 No podía hablar, ese maldito micrófono pegado en su pecho grababa cada una de sus palabras, pero podía escribir. Tratando de hacer el mínimo ruido, sacó de su mochila una hoja de papel y un viejo plumón, escribió de la manera más resumida y corta posible lo que le pasaba, resaltando las palabras “Ryan”, “foto” y “Emily”. Se levantó y guardó la nota en la mochila de Christina, mostrárselo en ese momento era arriesgado, Christina podría no entenderlo y comenzar a preguntar por ello, sabía que su amiga no era la mejor actriz. Era mejor que le gritara y se molestara con ella, Ryan entonces no tendría razones para sospechar, o al menos eso esperaba.

Cuando Christina salió de la cocina se hallaba con un vaso de agua y la cara mojada, parecía más tranquila, realmente se había tomado su tiempo. Se acercó hacia Tatiana y dejó el agua en la mesa de centro, pensó en sentarse, pero prefirió quedarse de pie, sentía que de esa forma pondría más presión en Tatiana para hablar.

– ¿Ya me vas a decir que pasa? –se cruzó de brazos y frunció su ceño, pero Tatiana no la miraba– Look at me!

– No pasa nada, solo…decidí salir Ryan, eso es todo.

– ¿Y Emily?

– Yo…–sentía sus ojos aguarse y espinas en su garganta, pensar en Emily le dolía, que la mencionara era hundir más el puñal que tenía clavado en el pecho– Me gusta Ryan ahora.

Lie.

– No estoy-

– Puedes engañar a otras personas con tu actuación, pero no a mí. Te conozco desde hace años, tú no sientes nada por él.

– ¿Cómo puedes saberlo?

– Entonces mírame a los ojos y dime que no sientes nada por Emily –se tensó al oír aquella prueba, sabía de antemano que no la pasaría–. Come on, levanta la mirada y dímelo, si lo haces te creeré.

– No tengo que probarte nada.

– ¡Solo quiero entender porque haces lo que haces! –gritó frustrada, exasperada y molesta. Bufó negando para sí misma y se pasó una mano por el cabello, buscando calmarse– Si no me lo explicas, no puedo entenderte Tat.

– Ya te lo dije, me gusta Ryan ahora.

– ¿En serio Emily ya no significa nada para ti? ¿Me vas a decir que, después de todo lo que pasaron, simplemente ya no sientes nada por ella? No lo entiendo –rio sarcástica negando para sí misma–, yo misma vi como llorabas por ella Tatiana, y vi lo feliz que eras cuando finalmente estuvieron juntas. ¿Y ahora te gusta Ryan? ¿En qué momento ese tipo si quiera comenzó a interesarte?

– A veces las cosas solo pasan –sentía ganas tremendas de llorar, pero se estaba mordiendo el interior de la boca para evitar derramar lágrimas frente a Christina, no podía revelarle nada en ese momento.

– Es tan fácil decirlo –susurró irónica y con una clara decepción en su voz–. ¿Y qué te costaba decírselo a Emily entonces? ¿Qué te costaba darle fin a su relación antes de empezar a salir con Ryan? –no quería comenzar a alzar la voz, pero los recuerdos de Emily llorando azotaron su mente y la rabia e impotencia la consumieron– ¡No tienes idea de lo destrozada que estaba! ¡Preguntándose una y otra vez que había hecho mal, culpándose a sí misma de todo! Su llanto era tan…tan triste y lleno de soledad, nunca imaginé verla tan rota alguna vez.

Tatiana parecía escéptica ante lo que decía, pero se estaba clavando las uñas en sus maños hechas puños para contener toda la impotencia, melancolía y odio que sentía hacia sí misma en ese momento. Lo sabía, sabía que había destrozado a Emily, tan solo imaginárselo dolía, pero el que Christina se lo describiera llevaba su dolor a un nivel mucho mayor. Se lamento haber sido ella la causa del llanto de Emily, se sentía escoria por hacer llorar a una persona tan dulce y tierna como ella.

– ¿No piensas decir nada? –normalmente Christina era paciente, aún más cuando se trataba de Tatiana, pero esta vez su silencio solo lograba molestarla cada vez más. Esperó unos segundos más, dando tiempo para que su amiga de la infancia diga algo o trate de defenderse, pero Tatiana seguía con la mirada puesta en el suelo– Bien, entonces no tengo nada más que hablar contigo.

Cogió su mochila y se marchó sin despedirse, dando un portazo que expresaba el enojo que sentía. Cuando finalmente quedó sola, dejó que el llanto que tanto estaba reprimiendo saliera sin compasión de sus ojos, soltando gritos de impotencia y frustración, golpeando sus piernas por ser tan inútil y solo seguir dañando y siendo una carga para los demás. Cuando estaba en medio de su desahogo sintió su celular vibrar; entre espasmos y contracciones, logró sacarlo de su bolsillo y ver quien le había escrito.

<<Bien hecho, me alegra que hayas cumplido nuestra promesa amor.>>

Apretó los dientes y lanzó su celular hasta el otro extremo del sillón, realmente nunca pensó que era posible odiar tanto a alguien, pero ahí estaba Ryan, quien con un solo mensaje lograba irritarla como nadie nunca lo había hecho antes.

Christina, por su parte, ya se encontraba camino a su casa. Se sentía estresada, cansada e irritada, en vez de obtener respuestas de Tatiana solo había conseguido más dudas, y en lugar de encontrar soluciones, solo veía cada vez más problemas, no pudo evitar soltar un suspiro frustrado.

¿En qué momento todo comenzó a ir mal?

Hizo memoria: hace una semana todo estaba bien, Tatiana y Emily estaban como siempre siendo disimuladamente cariñosas entre ellas, todo el grupo estaba bien, bromeando y haciendo apuestas sobre la vida amorosa de Tatiana. Ahora que recordaba, la última apuesta fue sobre Ryan, al parecer David había ganado; pero antes de eso, ¿pasó algo más? Salidas, bromas, clases, nada parecía fuera de lo normal. «Aunque Tatiana recibió una carta el jueves, nunca contó nada porque…faltó al día siguiente», recordó poco a poco poniéndole cada vez más atención a aquel insignificante hecho. Desde ese día es que Tatiana estuvo rara, ¿con quién demonios se encontró? ¿Fue con Ryan? Nunca mencionó nada y ella había olvidado completamente ese hecho. Tal vez Ryan se le confesó en ese momento, pero si así hubiera sido el caso, entonces no tenía sentido el fin de semana que Tatiana pasó con Emily ni todo lo que le había dicho a ella el viernes sobre quererla.

¿Qué mierda estaba pasando?

– Eh, Miss Medran? –llamó William por tercera vez alzando un poco más la voz, obteniendo finalmente la atención de Christina– Hemos llegado hace un rato.

– Oh, lo siento, no me percaté.

Se bajó de la camioneta y, luego de despedirse de William, entró a su casa. Sus padres se encontraban en una reunión de trabajo y llegarían para la hora de la cena, así que ese día le tocaba almorzar sola. Saludó a su ama de llaves y, luego de indicar que bajaría en media hora para comer, se encaminó a su habitación. Se cambió su uniforme por unas ropas más cómodas y se lanzó a la cama, pensando inmediatamente en todo lo que había pasado, eran demasiados sucesos para menos de seis horas. Suspiró, ese día lo estaba haciendo mucho. Trató de volver a atar cabos en su cabeza, pero además de aquella carta no pudo recordar algo que también sea relevante.

Negó para sí misma y decidió darle un descanso a su cabeza, tantas emociones estaban provocando que le comience a dar una cefalea. Era momento de comer algo y relajarse, luego volvería a su papel de detective.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Joseph finalmente se encontraba en la casa de Emily, antes tuvo que ir su casa a dejar sus cosas, cambiarse y avisar a sus padres que visitaría a Emily, dejándolo marchar una vez hubo terminado de almorzar con ellos. Hubiera ido ni bien terminaron las clases, pero ese día había acordado almorzar con sus padres dado que era uno de los inusuales días libres que ellos tenían entre semana.

Hace mucho que no iba a aquel lugar, de pequeño solía ir mucho a pasar el rato ahí, pero luego del fallecimiento de la madre de Emily aquellas visitas comenzaron a ser cada vez menos frecuentes. Cuando volvió de España esperaba poder visitarla, pero Emily se negó aludiendo que no le gustaba tener visitas en su casa por el tema de su padre, algo que Joseph entendía bien el porqué, así que no objetó. Sin embargo, en aquel momento le importaba poco el señor Leonardo, estaba firme en ver a Emily, no iba a irse hasta hacerlo y corroborar que estaba bien.

Cuando tocó timbre y mencionó su nombre se escuchó una leve exclamación de asombro del otro lado, no lo entendió bien, pero la puerta fue abierta y él se permitió ingresar. Caminó por el camino de piedras que tenía el patio delantero hasta llegar a la entrada principal, iba a tocar otra vez, pero la puerta se abrió antes de que siquiera tocara la madera.

– ¡Joven Joseph! Ha pasado un tiempo, que agradable verlo después de tanto.

A Joseph le costó un poco reconocer a aquella mujer que lo miraba de manera maternal, pero luego de buscar en sus recuerdos sus ojos se iluminaron y una sonrisa nostálgica adornó su rostro.

– ¡Natalia! Ha pasado mucho en serio, no esperaba verte.

– Seré una trabajadora en esta casa por bastante tiempo todavía, espero que se acostumbre otra vez a mi rostro.

– Claro –aseguró riendo y posando su mano en el hombro de Natalia de manera afectuosa–, es bueno verte de nuevo, veo que estás bien.

– Usted también ha crecido bastante, incluso es más alto que yo ahora.

– Europa me hizo bien al parecer –bromeó y rio por un momento, pero luego su mirada se volvió seria y su voz se apagó–. Y… ¿Dónde está Emily?

Natalia sonrió de lado con una triste expresión. Dejó pasar a Joseph en la casa y, luego de ofrecerle algo de tomar y que este se negara, lo guio hasta la habitación de Emily, aunque sabía que el pelirrojo se sabía el camino de memoria, solo era parte de su trabajo acompañarlo.

– No ha salido desde que llegó del colegio temprano, traté de hablar con ella, pero dice que no le sucede nada, tampoco ha querido comer –se notaba bastante preocupada.

– Ahora hablo con ella, gracias Natalia.

– Gracias a usted, joven Joseph, por venir a verla.

El pelirrojo asintió y, luego de una leve reverencia, Natalia lo dejó solo para volver a sus labores. Inhaló y exhaló fuertemente, tomando fuerzas para la charla que se avecinaba, y entró a la habitación luego de tocar tres veces y anunciar su presencia. Encontró la habitación de Emily perfectamente ordenada tal y como la recordaba, aunque vio una bufanda tirada en una esquina, pero pasó de ella y se dirigió hacia la cama al notar que Emily estaba envuelta en sus sábanas.

– ¿No es algo temprano para dormir?

– Ya me parecía haber notado una voz molesta del otro lado de la puerta.

– Vaya recibimiento –rio por un leve momento, luego volvió su verde mirada hacía Emily, en su rostro se moldeó una mueca de preocupación–. ¿Qué ha pasado?

– Nada, ¿qué puede pasar?

– Pues algo muy gordo si has estado en tu cama desde temprano y no te has levantando a leer ni un libro.

– Estoy bien, Joseph.

– Claro, muy creíble.

Se quedaron en completo silencio, Emily suspiró cansada y se dio media vuelta, dándole la espalda a Joseph, provocando que éste también soltara un suspiro resignado. Sin preguntar, se sentó al borde de la cama y colocó su mano izquierda en el hombro de Emily, dándole unos ligeros mimos y un suave apretón en son de querer confortarla.

– Siento que no me cuentas muchas cosas; es decir, estoy acostumbrado a que suelas guardar tus asuntos para ti, pero desde que volví de España te siento mucho más…lejana. Eres mi mejor amiga, y joder que te quiero como no tienes idea, pero me gustaría que confiaras un poco más en mí. No está mal usarme de apoyo, ¿sabes? Si no quieres contármelo, al menos déjame consolarte.

El silencio volvió a hacer acto de presencia. Joseph no dejó de acariciar el hombro de Emily, pero en cierto momento notó que este temblaba ligeramente. Volteó a ver a su amiga y, aunque no pudo ver su rostro pues lo tenía oculto en la almohada, supo que estaba llorando. Se le encogió el corazón, Emily se veía tan vulnerable y su ahogado llanto se escuchaba tan triste que no pudo evitar recordar cuando, hace años, vio a su amiga en un estado similar luego de que falleciera su mamá. No esperaba, ni quería, volver a ver esa imagen de Emily, pero ahí estaba, sin una sola coraza y mostrándose en su estado más frágil.

– Oh joder –su propia voz sonaba ahogada, el llanto de Emily le dio ganas de llorar a él también, pero de impotencia por no saber cómo ayudarla–. Estará bien, estoy aquí, puedes llorar todo lo que quieras.

Se inclinó hasta rodear las sábanas que envolvían a Emily con sus brazos, quería confortarla no solo con un apretón en su hombro, sino con todo su cuerpo para que sepa que él estaba ahí para ella y que no pensaba irse. Emily escondió ahora su rostro entre los brazos de Joseph y, nuevamente ese día, se rompió en llanto.

Notas finales:

Gracias por leer, espero les haya gustado :)

¡Nos leemos pronto!


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