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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, espero que todos se encuentren bien, disculpen la demora con este capítulo, es semana de parciales en la universidad ;-;

En fin, espero que disfruten la lectura<3

Aunque quiso faltar, y lo consideró bastante, no lo hizo por dos razones: su padre estaría en su casa y no quería mostrarse afectada por lo sucedido, siendo esta última la que finalmente logró que se levantara de la cama. Estaba dolida y hecha mierda, claro que sí; pero no iba a permitir que Tatiana viera que le había hecho daño; en cambio, quería que viera exactamente lo contrario, que notara lo impasible e indiferente que estaba ante lo que sucedía, o al menos eso buscaba aparentar. Su postura era firme, su mirada seria y su rostro impasible, quería volverse una auténtica princesa de hielo y mostrarse indiferente ante todo y ante todos, en especial frente a esos ojos color miel.

Hey –levantó la mirada y se topó con la azul mirada de Christina, quien tenía un rostro preocupado y apenado, notó sus párpados ligeramente hinchados y un par de ojeras bajo sus ojos–. ¿Cómo estás?

– Se te está haciendo costumbre llegar temprano –respondió seca volviendo la atención a su libro. A pesar de que la rubia no había hecho más que ayudarla, en ese momento no tenía humor para nada–. Estoy bien, así que deja de mirarme así.

Christina no respondió, entendía por qué Emily se comportaba así, ella tampoco estaba con sus mejores ánimos; sin embargo, eso no impedía que se preocupara de igual forma. Sin saber qué hacer, pero con ganas de seguir allí, solo atinó a sentarse en la carpeta vacía que estaba al lado. Se quedaron en silencio un rato, Christina intercalaba su mirada entre distintos sitios del salón y el perfil de Emily leyendo, no quería interrumpirla, pero sentía la necesidad de abrazarla y seguir confortándola, pues sabía que estaba destrozada; sin embargo, se imaginaba que Emily era de las que no les gusta el contacto físico cuando están sensibles.

– ¿Te gusta el chocolate?

– ¿A qué viene eso tan de la nada?

– Tengo chocolate –se quitó su mochila de la espalda y la posó sobre sus piernas, buscando la golosina. Una vez la hubo encontrado la posó en la carpeta de Emily–. Comer algo dulce libera endorfinas.

– No necesito-

Just take it –la cortó sabiendo que pensaba devolvérselo–, de igual manera tengo más en casa, a mis padres y a mí nos gustan los dulces.

– Ya te dije que estoy bien –suspiró frustrada, odiaba que le tuvieran pena.

– Solo es un regalo –la mirada de Emily siguió dura y escéptica sobre ella–. Si me lo das te voy a abrazar.

Emily giró los ojos y, a regañadientes, aceptó la barra de chocolate; definitivamente no quería tener contacto físico con nadie en ese momento, pues sabía que se echaría a llorar otra vez. Entendía que Christina solo estaba preocupada por ella, pero ese trato la exasperaba, no le gustaba; sin embargo, era un hecho que la rubia había sido un gran apoyo para ella, le debía una por lo que había hecho. Trataría, solo un poco, de dejar que Christina la apoye y conforte, pues veía en sus ojos auténtica preocupación, intentaría acostumbrarse y no a huir de ellos.

– Gracias –susurró con el tono de voz más bajo que tenía, pero fue suficiente para que Christina la escuchara en el silencioso salón–, por todo.

 La rubia no respondió, sabía que no era necesario que lo hiciera, Emily también lo prefería así, solo atinó a sonreír y dejar que el silencio volviera a envolverlas. Se mantuvieron de ese modo hasta que, luego de transcurrido unos 10 minutos, alguien más se acercó hasta ellas.

– Parece que mi sitio fue robado –bromeó Joseph posando su mochila sobre la carpeta en la estaba sentada Christina.

– Es cómodo, pero sentándome al frente no podría jugar en mi celular cuando me aburro, así que te lo devuelvo –contestó a la par que se levantaba.

– Se agradece, creo – rio por un momento, luego giró su atención hacía Emily, se acercó a ella y le desordeno ligeramente sus cabellos con la mano–. Hey, ¿cómo estás?

–  Estoy bien, gracias –quitó suavemente la mano de su pelirrojo amigo y le sonrió, queriéndole asegurar que eran verdad sus palabras–. Llegaste más temprano hoy.

–  Estoy tratando de mejorar mi puntualidad –se encogió de hombros, era una clara excusa y Emily lo sabía–. Tengo algo para ti.

Cogió su mochila y sacó de ella una pequeña bolsa llena de bolitas de chocolate, eran de una marca europea que no se encontraba fácilmente en esa ciudad. Joseph volvió a acercarse a Emily y dejó el dulce sobre su carpeta.

– Son tus favoritos, le pedí a mi tío de Europa que me mandara unos cuantos hace un tiempo, así que tengo más en mi casa, así que me convertiré en tu proveedor de chocolate.

– ¿Qué les pasa hoy con el chocolate a ustedes? –suspiró negando para sí misma, pero sonriendo enternecida por el gesto que habían tenido ambos para levantarle el ánimo.

– ¿Ustedes? –repitió confundido y volteó a ver a Christina– ¿También trajiste chocolate?

– Una barra de chocolate que mis padres compraron en uno de sus viajes –contestó encogiéndose de hombros–. En mi casa solemos tener bastantes dulces, así que pensé en compartir algunos.

– ¿Quieres hacer un intercambio? –propuso sonriendo y un brillo especial en sus ojos– Chocolate europeo contra el chocolate americano.

Oh, interesting –una llama competitiva se prendió en ella–. Are you sure? América es famoso por la variedad de golosinas, y sus chocolates son especialmente aclamados.

–  Reconozco eso, pero estás subestimando el deleite y fineza del chocolate europeo, ¿no lo crees?

– Puede ser, acepto tu desafío, pero necesitamos alguien unánime para esto –fijó su azul mirada en Emily, volteó a ver al pelirrojo quien la miró con una sonrisa cómplice.

Ambos pensaban lo mismo.

Emily había caído en la tentación y no pudo evitar abrir el chocolate que le dio Joseph para comenzar a comerlo, había ignorado por completo la conversación que tenían Chris y Joseph para concentrarse en disfrutar el dulce que tenía entre sus manos; sin embargo, cuando iba a comer la tercera bolita de chocolate sintió unas insistentes miradas sobre ellas, levantó la vista y se encontró con una Christina y un Joseph observándola expectantes con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¿Qué?

– Decidido, serás la jueza del encuentro.

– ¿Qué yo qué? ¿De qué hablan?

– Nos ayudarás a elegir cual chocolate es mejor –resumió Joseph con una sonrisa–, solo una amante del chocolate como tú puede ayudarnos.

– No soy una amante del chocolate, no me incluyan en sus extraños planes.

– ¡Claro que eres una amante del chocolate! –aseguró Joseph– Recuerdo que en uno de mis cumpleaños cuando hubo esa fuente de chocolate en la mesa tú-

– Bien, bien, me gusta el chocolate, para –lo cortó con las mejillas sonrojadas por la vergüenza de haber recordado ese hecho de su niñez–. Pero eso no quiere decir que lo coma a montones.

– No será tanto, solo una probada de cada uno –aseguró Christina, quería distraer a Emily lo más que pudiera de la realidad y pareciera que Joseph buscaba lo mismo, así que tenía que convencerla–. Come on, dulces gratis, endorfinas, chocolate de calidad.

– Compañía de dos personas que te estiman mucho y que, encima, son muy apuestas –agregó Joseph–. Yo creo que es una oportunidad de una vez en la vida.

Christina y Joseph siguieron insistiendo tanto que, al final, a Emily no le quedó de otra más que aceptar; aunque más que querer hacerlo, solo quería callarlos de una vez. Ambos sonrieron triunfantes, comenzaron a hablar acerca de dónde y cuándo, decidiendo al final que sería en casa de Christina el jueves luego de clases. Asimismo, prefirieron mantenerlo solo entre los tres, no es algo que hayan acordado hablándolo, sino que todos asumieron lo mismo; pues, tanto Christina como Joseph, sabían que aquello era más que nada para animar a Emily.

Ni Joseph sabía que Christina había consolado a Emily, ni Christina sabía que Joseph había ido a ver a Emily para confortarla también. Sin embargo, ambos tuvieron en claro que tenían el mismo objetivo: querer apoyarla. No fue necesario que hablaran sobre el tema, el solo estar ahí, conversar y ver la intención del otro fue suficiente para comprenderlo todo.

Continuaron su animada charla, o bueno, Chris y Joseph la continuaron, Emily solo los ignoraba mientras trataba de concentrase en su lectura y comía algunos chocolates, además que no tenía el mejor ánimo para intervenir, pero tenía que admitir que escuchar las ocurrencias de esos dos lograba devolverle la sonrisa entre ratos. Sin embargo, todo se vio arruinado e interrumpido cuando, luego de escuchar algunos murmullos de otros alumnos, los tres dirigieron su atención a la entrada del salón. Emily volvió a sentir el nudo en su garganta y la frustración en sus puños, borrando la ligera sonrisa que tenía para cambiarla por una mueca de disgusto y sintiendo el chocolate que tenía en la boca como el más amargo que alguna vez probó.

Ahí, pasando por la entra del salón, se encontraba Tatiana con una sonrisa, o al menos un intento de, junto a Ryan, quien la tenía abrazada por los hombros con su brazo derecho. Justo detrás de ellos venían David, Marcelo, Fernanda y Camila, todos hablando animadamente y molestando a la pareja. Caminó cada uno a su respectivo asiento y siguieron hablando entre ellos, uniéndose una que otra persona a su círculo.

Christina, Joseph y Emily veían en silencio la escena desde la esquina en donde se encontraban, sin intención de acercarse. La primera alternaba su afilada mirada entre Tatiana y Ryan, apartando la vista mientras lanzaba un bufido lleno de ironía e irritación. El pelirrojo, por alguna razón, se sentía lejano a su usual grupo de amigos en ese momento, además, su prioridad ahora era otra más importante que hacer vida social. Emily, por su parte, solo aguantó ver la escena unos dolorosos 5 cinco segundos, luego no pudo soportar más la sonrisa de la ojimiel por las espinas que le causaba en el corazón y en la garganta, apartando la mirada con el ceño fruncido y el ánimo por los suelos. El ameno ambiente que antes les envolvía había desaparecido por completo.

– Quien diría que Tatiana se echaría novio, ¿no? –preguntó Joseph desinteresado. No tenía malas intenciones, nada de eso, él no estaba al tanto de lo que pasaba, al fin y al cabo; solo quería acabar con el tenso ambiente que se había formado de repente con algún tema casual.

Espero y esperó, pero luego de varios segundos sin obtener respuesta desvió la mirada del grupo para dirigirla a ambas chicas, notando recién que tanto Emily como Christina tenían cara de pocos amigos, ambas con el ceño fruncido y un claro fastidio en sus rostros. Las miró con duda, no comprendía el porque su humor se había enervado tan de repente cuando hace unos minutos estaban hablando animadamente. Quiso preguntar, pero la dura mirada que tenían ambas hizo que se tragara su duda y se abstuviera, solo le quedaba interpretar el silencio como un “no tengo ganas de hablar del tema”.

– Sin duda, fue muy inesperado –contestó finalmente Christina con una voz seca e irritada.

El timbre del inicio de clases finalmente sonó, algo que hizo suspirar aliviado a Joseph. Christina se despidió de ambos para dirigirse finalmente a su sitio, en su camino se topó con el subcapitán, quien iba saliendo rumbo a su salón. Posó sus azules ojos en él, haciendo contacto visual con sus ojos color oliva. Ryan le sonrió, pero Christina solo giró los ojos y pasó de él, ignorándolo por completo. Al llegar a su carpeta se sentó y soltó un suspiro frustrada, de nuevo estaba irritada.

– ¿Y ese suspiro? –preguntó Camila divertida.

Nothing, I’m just tired –le regaló una pequeña sonrisa y comenzó a sacar sus cuadernos de la mochila. Camila no se tragó lo que le había dicho, pero decidió no hablar de ello por el momento.

– Vaya, ¿nueva mochila? –intervino Marcelo inclinándose para adelante, llamando la atención de Tatiana– ¿Qué le pasó a la otra?

– De casualidad le cayó café ayer –respondió sin interés mientras recordaba el incidente de ayer. En una expresión de su estrés hizo un mal movimiento y derramó la taza que traía en sus manos sobre su maleta–. Dejando de lado la cartuchera, creo que los demás terminó mojado. La deben estar lavando ahora, por eso estoy usando esta de momento.

– ¿Y tus cuadernos? –preguntó Tatiana en un susurro y un imperceptible temblor en su labio inferior, Christina la miró con sorpresa, no esperaba que le dirigiera la palabra luego de la discusión que habían tenido– ¿Qué pasó con tus cuadernos?

– Se mojaron también, aunque no tanto –la miró extrañada–. Solo saqué la cartuchera, luego dejé la mochila en la lavandería con todo dentro para que la limpiaran. ¿Por qué?

Sintió su corazón acelerarse y un sudor frío recorrer su nuca, su rostro palideció, una mezcla de frustración e impotencia nació en su pecho haciéndole apretar los puños, tragar grueso y formar un nudo en su garganta.

– Tat, ¿qué pasa? –Christina se inclinó hasta ella para tomarla del hombro y buscarle la mirada, mirándola con sus ojos llenos de duda y genuina preocupación; sin embargo, no fue capaz de responder, tenía la mirada perdida y las esperanzas destrozadas.

La rubia la zarandeó un poco del hombro para que respondiera, pero eso nunca ocurrió. Al final, tuvo que alejarse a regañadientes luego de que su tutor entrara en el aula para iniciar con la charla matutina de cada día, pero de vez en cuando lanzaba miradas a Tatiana para buscar alguna respuesta o pista que le dijera el porqué había reaccionado de esa forma. No encontró la razón, pero el extraño actuar de la ojimiel solo confirmaba sus sospechas de que algo malo estaba pasando.

Al llegar la hora del primer receso Christina pensó en intentar hablar con Tatiana otra vez, pero se detuvo en cuanto vio a Ryan en la puerta del salón esperando a la ojimiel. Se cruzó de brazos y frunció el ceño, quedándose parada en su sitio solo viendo como Tatiana se dirigía de manera casi automática hacia el subcapitán en cuanto sonó el timbre, no pudo evitar bufar con molestia cuando vio a éste besar el cabello de Tatiana y volver a pasarle un brazo por sus hombros.

 – ¿No vienes? –dirigió su azul mirada hacia Camila, quien seguía parada al lado de su carpeta. No se había percatado que todos los demás ya se hallaban de nuevo al lado de la pareja.

– Creo que esta vez paso, tengo que terminar algunas cosas de la tarea –contestó con una sonrisa apenada. No quería estar con Ryan cerca en ese momento, y eso significaba distanciarse de sus amigos también.

– ¿Qué tarea? –preguntó escéptica llevando sus manos a la cintura.

– Algunos ejercicios de Lógica –Camila la observó unos segundos y luego soltó un suspiro, sabía que solo era una excusa, pero tampoco iba a presionar para que le dijera que sucediera.

– Bueno, si acabas antes te nos unes –le regaló una última sonrisa y finalmente fue a alcanzar al resto del grupo que ya habían abandonado el salón hace un buen rato.

Soltó un suspiro pesado. Si era cierto aquello que decían que con cada suspiro dejabas escapar un poco de felicidad, pues entonces ya había perdido bastante felicidad en menos de dos días. Se dio media vuelta y notó a Emily y Joseph aún en sus asientos, sabía que ellos también iban a quedarse, cogió una manzana de su mochila y se encaminó hacia ellos.

Hi.

– Hey –saludó Joseph mientras comía unas galletas. Christina pasó su mirada hacia Emily, pero esta estaba con la mirada fija en su libro y una expresión de pocos amigos.

A pesar de que David se había acercado a ellos y les había dicho para ir juntos a la cafetería, ambos declinaron la oferta. Joseph pensó en ir con ellos y, de paso, animar a Emily con las tonterías de todo el grupo, pero al ver la expresión de la ojiazul entendió al instante que ella no tenía ni ganas ni intenciones de ir a la cafetería. No entendió muy bien el porqué, pero no necesitó preguntar razones tampoco, simplemente se negó y decidió quedarse allí con Emily.

Christina y Joseph comenzaron a charlar tratando de integrar a Emily y, aunque no consiguieron que se uniera a la conversación, lograron robarle efímeras sonrisas con alguna que otra tontería. El tiempo se les pasó volando y, sin notarlo, el receso había finalizado.

La siguiente clase pasó tranquila y sin contratiempos hasta que sonó la campana que indicaba el inicio del almuerzo. Tanto Christina como Joseph decidieron quedarse nuevamente en el salón, repitiendo lo mismo que habían hecho en el receso; sin embargo, justo cuando la rubia se acercaba hacia donde estaban el pelirrojo y Emily, esta última fue llamada por el profesor para que la ayudara con algunas cosas. Chris y Joseph se ofrecieron para ayudar también, pero Emily se negó rotundamente a que la acompañaran, sabía que solo estaban preocupados por ella, pero no quería que se volvieran su niñera, solo deseaba un momento para ella sola y dejar de sentirse asfixiada.

– Que terca –renegó Christina sentándose detrás de Joseph una vez Emily se hubo ido con el profesor–, si la ayudáramos sería más rápida.

– Ella siempre ha sido así, no dejes que te afecte tía –se encogió de hombros mientras sacaba una mandarina de su mochila–. No quiere que estemos sobre ella todo el tiempo.

Se quedaron en silencio por largo rato, pero luego Christina retomó la palabra.

– ¿Te dijo lo que le pasó?

– No, ¿y a ti?

– No exactamente…

– ¿Tiene que ver con Tatiana? –Christina volteó a verlo interesada, indicándole con sus ojos que siguiera con la suposición que tenía– Es que ellas suelen estar juntas, pero hoy ni siquiera se han dirigido la palabra, Tatiana ni siquiera ha venido a ver porque está así. ¿Se pelearon o algo?

– Es complicado –atinó a responder luego de unos segundos de meditar–, es a Emily a quien tienes que preguntarle, no a mí.

– Pues sí –soltó una melancólica risa por lo bajo–. No me esperaba que tú te acercarás a intentar animarla, pero me alegro –giró su rostro hacia Christina y le regaló una sonrisa–. Ella siempre suele guardarse las cosas y aguantarlas sola, pero entre los dos de seguro podemos lograr que se apoye en nosotros –Joseph levantó su puño y agrandó su sonrisa–. ¿Socios?

Christina le devolvió la sonrisa y, luego de pensar que Emily era exactamente como Tatiana, levantó su puño y lo chocó con el del pelirrojo.

– Socios.

Mientras tanto, Emily había terminado de ayudar al profesor a llevar algunos cuadernos, pero ahora se encontraba haciendo otro recado: llevaba unos papeles de su profesor, que supuso era algún tipo de examen médico, hacia la enfermería para dárselos a Amanda. Había que admitir que Emily había pensado que su profesor solo era un vago por no llevárselos él mismo y que el corregir las tareas era solo una excusa, claro que no lo diría, solo acataría lo que le pidieron; sin embargo, le venía bien estar distraída y caminar sola por los pasillos.

Al llegar a la enfermería encontró a Amanda ordenando algunas cosas en un estante, ésta le invito a pasar y dejar los papeles en su escritorio. Cuando hubo culminado con lo que le pidieron Emily se despidió dispuesta a irse, pero la voz de la doctora la detuvo.

– ¿Cómo te encuentras? –la tomó desprevenida, pero supo al instante que se refería al día de ayer.

– Mejor, gracias por lo que hizo.

– ¿Quieres hablar de ello? Además de doctora, también soy una buena psicóloga.

– Gracias, pero no es necesario –realmente no quería recordar el tema ni tener a más personas preocupadas encima, ya tenía suficiente con Christina y Joseph.

– Bueno –se encogió de hombros y metió sus manos en los bolsillos de su bata, estaba preocupada, pero no podía obligarla a hablar de sus problemas, aquello no traería nada productivo–. Si necesitas algo o cambias de opinión, no dudes en venir a verme.

– Lo tendré en cuenta –dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y procedió a retirarse.

En su camino decidió ir antes a los servicios, tenía ganas de ir desde que sonó la campana, pero recién finalmente tenía tiempo. Entró al baño, pero nada más ingresar se quedó pasmada en su sitio cuando, al alzar la mirada, sus azules ojos se encontraron con los mieles ojos de Tatiana. Se le secó la garganta y se le cortó la respiración, quiso correr lejos, pero sus piernas no le respondían.

Tatiana se había separado del grupo con la excusa de ir al baño, necesitaba tiempo para estar sola y refrescarse, si seguía un segundo más con el brazo de Ryan sobre su hombro sentía que iba a devolver lo poco que había comido ese día. Agradeció infinitamente que sus amigas no la hayan acompañado por estar tan entretenidas con la charla y su comida, realmente necesitaba tiempo para ella. Quería demorarse adrede, así que se dirigió al baño que más alejado se encontraba y se tomó su tiempo en refrescar su cara y lavar sus manos una y otra vez; sin embargo, no esperaba encontrarse a Emily para nada. Tenía a tan solo unos pasos esos azules ojos que tanto adoraba y esa piel que tanto le encantaba, pero a pesar de que quería acercarse no lo hizo, temía que sea tan solo una ilusión de su cansada mente que desaparecería en cuanto la rozara con sus dedos.

Se quedaron mirando en silencio, ninguna se sentía con la suficiente fuerza para decir algo, ni siquiera estaban seguras de qué decir. Sus miradas se enfrentaban, sus cuerpos temblaban y sus respiraciones eran entrecortadas, el ambiente que las rodeaba era pesado y tenso, incluso algo asfixiante. La primera en reaccionar fue Tatiana, dio un paso el frente buscando acercase, pero automática e inmediatamente Emily dio un paso atrás.

– Em-

– No digas nada –la cortó abruptamente y, aunque su voz sonaba dura y afilada, también se distinguía pena en ella–, solo…no digas nada.

Se dio media vuelta dispuesta a irse de allí, un segundo más frente a esos ojos color miel sentenciara su llanto sin tregua otra vez y no quería repetir esa escena de nuevo. Tatiana, sin embargo, al ver la espalda de Emily dispuesta a alejarse sintió un vacío en su pecho y una angustia terrible, no pensó en sus acciones, dejó que sus impulsos tomaran el control y se lanzó hacía Emily, tomándola de la muñeca e impidiéndole que avance.

– Espera, por favor –rogó con voz ahogada–, yo-

– Suéltame –intentó zafarse, pero, como siempre, Tatiana tenía más fuerza que ella–. Déjame ir, no tengo nada que hablar contigo.

– Emily, yo…

– Para.

– Lo siento, yo no-

– No digas nada, por favor –aunque trató de impedirlo, unas traicioneras lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Su voz era más ahogada y rota también, perdiendo la firmeza que tenía en un principio–, solo suéltame y déjame en paz.

A Tatiana se le encogió el corazón en cuanto vio a la persona que amaba llorar, sintiéndose peor que basura al saber que ella la causa. Contrario a los deseos de Emily, Tatiana la atrajo hacía sí para envolverla en un abrazo, sosteniéndola con fuerza y tratando de fundirse con ella; sin embargo, lejos de aceptar y corresponder el gesto, Emily solo empezó a forcejar para deshacerlo mientras más y más lágrimas caían de sus ojos.

– Perdóname –susurró mientras ella también lloraba–, perdóname Emily, lo siento.

– No me interesan tus disculpas, solo suéltame de una maldita vez y vete con Ryan –escupió con oído y queriendo alejarse de esos brazos que, alguna vez, consideró el lugar más cómodo para dormir–. Déjame ir maldición.

– Lo siento –seguía repitiendo entre susurros con una voz rota–, en serio lo siento, no quiero dañarte, yo te quiero Em-

Lo siguiente que se escuchó fue un estrepitoso sonido, uno que la obligó a callar.

No pudo terminar de decir su nombre.

Antes de que pudiera hacerlo, la cara de Tatiana fue volteada debido a la fuerte cachetada que le asestó Emily, una que le dolió hasta el alma no solo por la fuerza, sino por la carga emocional que llevaba. Aturdida y desorientada, finalmente soltó a la ojiazul y se llevó la mano a su, ahora, sonrojada mejilla.

– Nunca vuelvas a decirme eso –su mano levantada temblaba, pero su mirada, aun con los ojos llorosos, era fría y afilada–, no quiero más mentiras de ti.

Con esa última advertencia Emily abandonó los servicios, dejando a sus espaldas a una Tatiana desconcertada y turbada llorando en silencio con el corazón hecho añicos y la mejilla adolorida.

 

Notas finales:

Gracias a todos los que se dan tiempo de leer, espero que les haya gustado el capítulo :)

Cuídense y quedense en casita.

Saludos, nos leemos pronto<3


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