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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Hola, lamento mucho la demora, tengo trabajos en mi universidad que no me dejan tiempo para nada :( Agradezco infinitamente su paciencia<3

Espero que disfruten la lectura :)

Emily había sido educada para presentar modales impecables en la mesa, desde usar adecuadamente cada cubierto hasta la manera en cómo llevar el alimento a su boca, tenía que saber comportarse cuando acompañaba a su padre a ciertas reuniones con otros socios, y aunque ya no era muy frecuente, se le quedó instaurado esta costumbre. Sin embargo, en aquella mesa Emily no tenía muy claro qué hacer, estaba rígida en la silla con la mirada puesta en su plato y sin saber acoplarse a la conversación que tenía Christina junto a sus padres.

Le resultaba extraño aquel ambiente tan animado y cálido, ella apenas y recordaba haber tenido una comida así cuando su madre aún estaba en vida. Emily solía comer sola en su casa, ciertas veces estaba con su padre, pero nunca intercambiaban más que un saludo cordial o preguntas automáticas. En casa de Tatiana el ambiente solía ser así de animado también, pero era otro tipo de intimidad.

Levantó tímidamente la mirada y la fijó en Christina, la rubia hablaba animada y reía sin pena ante la mirada atenta de sus progenitores. No pudo evitar sentirse un poco celosa de la relación tan afectiva que tenían.

– ¿Y tú qué piensas al respecto, Emily? –preguntó la mujer mayor, tomándola desprevenida.

– ¿Eh? –se sonrojó avergonzada, no tenía idea de lo que estaban hablando– Bueno, yo…

– Creo que Emily nunca ha pensado en estudiar en el extranjero –respondió Christina en su lugar, Emily lo agradeció mentalmente–. ¿O sí?

– Por el momento he estado viendo universidades de aquí, hay algunas que son buenas enseñando administración de negocios. Pero no he pensado en ir al extranjero.

– ¿Así que quieres estudiar administración?

– Es necesario si quiero hacerme cargo del negocio de mi padre –sonrió apenada mirando al hombre que le había hecho la pregunta. Ella no había tenido voz ni voto para elegir a que quería dedicarse, su padre le había impuesto aquella profesión desde que empezó la secundaria.

– Eso no es lo que te pregunté –soltó una ligera risa–. ¿Es lo que tú quieres?

– Eh… Yo supongo que no me disgusta –ni siquiera había pensado en su futuro; o, mejor dicho, no había pensado lo que ella quería para su futuro, pues sentía no tenía caso sabiendo que su padre no aceptaría otra opción profesional–. La verdad, no he pensado mucho en ello.

– No hay apuro cariño –dijo Adela sonriéndole con ternura–, puedes tomarte tu tiempo, es una decisión difícil para toda persona decidir a qué quiere dedicarse.

– Lo sé, muchas gracias –le sonrió devuelta, sintiendo una indescriptible calidez en el pecho.

– Pero es tu vida, no la de tu padre –agregó John–, no lo olvides.

Emily asintió, sonriéndole ahora al hombre mayor y sintiendo la misma calidez que antes, se preguntó si aquello sería afecto fraternal. Le recordó a cuando su madre la consolaba y le hacía mimos cuando era pequeña.

– Y a todo esto, ¿a qué se dedica tu padre, Emily? –preguntó Adela curiosa.

– Dirige una empresa minera, aunque él no hace trabajo de campo. Se encarga más de la parte diplomática, por decirlo de alguna manera, cierra contratos, discrimina proyectos y esos temas.

– Vaya, debe ser una persona ocupada entonces.

– Alguna vez dijiste el nombre creo –mencionó Christina haciendo memoria–. Era…

EmKlett's Company –completó ella.

– ¿Tú nombre?

– No, tengo entendido que es por el nombre de mi madre, se llamaba Emma.

Christina y Emily siguieron manteniendo su pequeña charla siendo completamente ignorantes de la expresión de desconcierto que había adornado el rostro de los dos mayores. John y Adela intercambiaron miradas, confirmando con sus ojos que ambos pensaban lo mismo. Volvieron los ojos hacia Emily y no pudieron evitar mirarla enternecidos, sin duda era la viva imagen su vieja amiga. Ya lo habían pensando antes, pero recién habían confirmado lo pequeño que era el mundo. Una ligera sonrisa se asomó en sus rostros, una que combinaba nostalgia y un toque de melancolía.

– ¿Por qué no vamos estudiar al extranjero? –propuso Christina animada.

– ¿Vas a estudiar en el extranjero?

Yes! Hotelería, entonces podré ayudar a mis padres a abrir más de nuestra cadena de hoteles en más países. ¿Y sabes que será lo mejor de todo eso? –Emily la miró escéptica esperando alguna estupidez– ¡Cada que viaje a un lugar, tendré donde quedarme gratis! Dime si no es el mejor plan de vida que escuchaste alguna vez.

– Me sorprende lo imaginativa que eres a veces.

– Chris, ya te dijimos que el negocio familiar no es un juego –intervino John volviendo a su expresión animada de antes.

It’s okay, dad. Seré seria; además, soy mejor cerrando acuerdos que tú, mamá piensa igual.

Wha- Is that true, honey?

– Hoy habrá tartaleta de fresa de postre, ¿no es lo mejor? –sonrió Adela nerviosa evitando la mirada de su esposo– Emily, querida, espero que te guste.

– Eh, sí, gracias –contestó evitando no reír por la expresión que estaba haciendo el sr. Medran. Aunque Christina no fue nada discreta y se lanzó a reír.

Siguieron teniendo una amena charla mientras disfrutaban el postre. Finalmente, Emily logró acoplarse a aquel ambiente tan animado y acogedor, los padres de Christina eran agradables y simpáticos, era sencillo hablar con ellos. Lamentó el tener que irse luego de media hora, se estaba haciendo tarde y debía volver. Se despidió de ambos adultos son una sincera sonrisa y ellos le devolvieron el gesto junto a un cálido “ven cuando gustes”, luego fue acompañada por Christina hasta su carro.

– Gracias por lo de hoy –susurró Emily antes de llegar hasta donde estaba su camioneta.

– ¿Por qué?

– Por todo. El chocolate, decirme lo de Tatiana, la cena, tratar de anime en el colegio también.

– Ew, para, es raro que seas amable conmigo –Emily la miró molesta, pero Chris solo se encogió de hombros–. Solo hice lo normal. En todo caso, ahora debemos centrarnos en Tatiana, debemos conseguir información de ese rubio. Empezamos mañana.

Emily asintió y, luego de despedirse, finalmente se dirigió hasta donde estaba el vehículo esperándola. El trayecto a su casa fue corto, tranquilo y sin contratiempos. Al llegar agradeció que su padre aún siguiera en su oficina, últimamente estaba reuniéndose con un posible socio y andaba más ocupado de lo normal. Saludó a Natalia y, luego de informar que ya había cenado, se dirigió a su habitación.

Dejó su mochila en su escritorio y se lanzó a su cama, se sentía exhausta. Habían sucedido muchas cosas y recibido mucha información, cerró los ojos intentando procesarlo todo, apareciendo nuevamente en su pecho aquel sentimiento de culpa. Tatiana estaba haciendo todo eso por ella, para poder mantener la relación que tenían en secreto. ¿Y qué fue lo que Emily hizo? Darle una cacheteada.

No tenía pensando hacerlo, pero su cuerpo actuó antes que su mente, tan solo recordarlo hacía temblar la palma de su mano. Quiso regresar en el tiempo y cambiar lo que había hecho, abrazarla en lugar de golpearla. Quería besar sus labios y susurrarle al oído que la quería, que aún la quería. Quería escucharla reír y que Tatiana diga su nombre en un suspiro. Quería envolverla entre sus brazos y acariciar su castaño cabello, quedarse dormida a su lado y despertar con su ronco buenos días. Quería tomarla de la mano bajo la mesa de la cafetería e intercambiar discretas sonrisas.

Quería ver a Tatiana.

Quería a Tatiana.

Se levantó de golpe de la cama y caminó ansiosa hasta la puerta, pero en cuanto tomó el pomo se detuvo de golpe. ¿Qué iba a hacer? ¿Ir a la casa de Tatiana? Era tarde y mañana tenía clases, no tenía ninguna excusa para salir. E, incluso si encontraba una, ¿luego qué? ¿Decirle que estaba al tanto de todo? ¿Qué Christina y ella la iban a ayudar? Era absurdo, hace menos de una hora había quedado con la rubia en ser discreta, no podía ser así de impulsiva o podría arruinar todo.

Se tragó sus ganas de ir con la ojimiel y se dio media vuelta. Exasperada, se lanzó a la cama y hundió su cara entre las sábanas, sintiéndose completamente frustrada e impotente. Para intentar distraerse tomó su celular, pensó en mandarle un mensaje a Tatiana, pero nuevamente las palabras de Christina resonaron en su cabeza, la rubia había sido clara en no tratar de llamar ni mensajear a Tatiana. Nuevamente evitó hacer algo impulsivo y solo se limitó a responder los mensajes que le había mandado Joseph.

«Solo es por ahora, pronto volverá a ser todo como antes», pensó dándose ánimos internamente. «O eso espero…»

El resto de la noche se la pasó avanzando algunas tareas hasta que el sueño finalmente le ganó, se sentía ansiosa y el estudio siempre lograba distraerla. Aunque al día siguiente le pasó factura el haberse desvelado, pues le costó despegarse de su cama. Salió un poco más tarde de lo usual, aunque no lo suficiente como para preocuparse de llegar tarde.

Cuando llegó al salón ya se encontraban unas que otras personas, pero nadie con quien ella se relacionara; es decir, ni Joseph ni Christina estaban presentes aún. Caminó hasta su carpeta y se sentó, sacó un libro y comenzó a leer; sin embargo, no podía concentrarse del todo en su lectura. Cada tanto, de manera disimulada, miraba de reojo la entrada, esperando ver una cabellera castaña asomarse. Pero lejos de visualizar a quien quería, su pelirrojo amigo se hizo presente y se acercó hasta ella con una sonrisa.

Joseph empezó una animada conversación con ella, preguntando curioso por la “charla de chicas” que había tenido con Christina. Emily solo le restó importancia y dijo que la rubia solo había hablado tonterías y que luego le había ayudado con la tarea. Quiso desviar el tema y obviarlo, pues no se sentía cómoda mintiéndole a su mejor amigo, pero el pelirrojo seguía insistiendo en el tema.

No es que Emily no confiara en Joseph, era todo lo contrario. Era su mejor amigo y obviamente confiaba en él; pero, por alguna razón, le costaba sincerarse con él respecto al tema de Tatiana. Esa era la principal razón por la cual hizo desistir a Christina en hacer que él las ayudara, aunque también era cierto el hecho que era alguien impulsivo y nada discreto.

Emily fijó su atención en su amigo de la infancia mientras este le contaba alguna trivialidad y no pudo evitar preguntarse qué es lo él diría si se enterara que estaba en una relación con Tatiana. Nunca habían hablado de ese tipo de temas, al menos no en profundidad, hubo alguna vez uno que otro comentario suelo, pero nada preciso que delatara lo que pensaba al respecto. Emily veía a su amigo como alguien de mente abierta, una persona amable que no discriminaría a alguien por su preferencia sexual; sabía que era una alguien bueno, pero aún así tenía miedo de contarle.

¿Qué le diría? ¿Qué pensaría? ¿Seguirían siendo amigos como siempre o algo cambiaría? ¿Comenzaría a mirarla con desagrado? ¿La ignoraría y evitaría relacionarse con ella?

Tenía muchas dudas en su cabeza y poco valor para encontrarles respuesta.

– Hey, tía, ¿me estás escuchando? –Joseph agitó la mano frente a su cara, sacándola de su trance.

– Sí, sí, lo siento –negó sonriendo, apartando sus dudas–. Me decías que tu madre intentó cocinar y casi explota una olla.

– ¿Y sabes por qué fue eso? ¡Se olvidó que había puesto a hervir unas patatas! –exclamó riendo– Las patatas se arruinaron y ya no pudo hacer el puré, así que solo pedimos algo de comer.

– Son un caso –comentó riendo–¿Por qué tu padre no le enseña? Él cocina muy bien.

– Lo ha intentado, pero parece que simplemente no se le da bien.

– ¿A quién no se le da bien qué? –preguntó Christina apareciendo repentinamente detrás de Joseph, asustando al pelirrojo– Ups, sorry.

– Joder, mi corazón –susurró llevando una mano a su pecho.

Emily y Christina no pudieron evitar comenzar a reír; y a pesar de que Joseph las miró molesto, pronto se les unió también. Los tres empezaron una animada charla y, diferente al día de ayer, esta vez Emily participaba más en la conversación. Este cambio no pasó desapercibido por Joseph quien, si bien se sentía feliz por ver mejor a su amiga, también sintió un poco de desconcierto al pensar que él no fue del todo útil para que aquello fuera posible.

La congoja en el rostro de su amigo no pasó desapercibida para Emily, estuvo a punto de preguntarle sobre ello cuando notó a una cabellera castaña asomarse por el umbral de la puerta. Sintió su corazón palpitando con fuerza y haciendo eco en sus odios, sus manos temblaron involuntariamente y su boca se secó. Ignoró la conversación que estaba teniendo, posando toda su atención en Tatiana.

La ojimiel entró con la cabeza gacha y una débil sonrisa. Y, claro está, con Ryan abrazándola por sobre los hombros. A pesar de que el subcapitán reía y hablaba animado junto con David y Marcelo, quienes entraron justo detrás de él; Tatiana se mantenía callada y sin levantar la mirada, reaccionado solo cuando oía su nombre ser dicho.

Era claro como el agua: Tatiana no se sentía a gusto. Su expresión decaída, sus hombros tensos, su desinterés y falta de energía delataba lo incómoda que se encontraba ante la cercanía de aquel rubio. Pero no solo eso, en su rostro se dibujaba una mueca de disgusto cada que Ryan se acercaba a ella, pero esta era tan fugaz y disimulada que lograba pasar desapercibida, pero no para Emily.

Apretó los puños y frunció el ceño, sentía la ira apoderarse de ella y llenándola de energías para ir y golpear a ese imbécil para alejarlo de su ojimiel. Y estuvo a punto de hacerlo, pero antes de ponerse de pie sintió una mano en su hombro. Enojada, volteó a ver a quien le había frenado, encontrándose con los azules ojos de Christina, la rubia había notado sus intenciones. Estuvo a punto de reclamar, pero con solo la mirada Christina cortó todas sus protestas. Aunque quiso ignorarla, sabía que tenía que contenerse. Inhaló, exhaló y respiró profundo, calmando finalmente sus impulsos; aunque aún estaba fastidiada, por lo que regresó su atención a su libro para distraerse. Al verla, Christina solo suspiró con una sonrisa y negando para sí misma. Joseph, por su parte, no entendía qué era lo que había pasado.

El timbre sonó dando inicio a la clase. Christina se despidió de ambos y fue hasta su carpeta. Saludó a Tatiana cuando se sentó, pero la ojimiel solo le devolvió una débil sonrisa y un asentimiento. Se notaba exhausta, incluso estaban comenzando a aparecer ojeras bajo sus ojos. Christina sintió su corazón encogerse en cuanto la vio así, quiso tanto abrazarla y consolarla, pero se aguantó las ganas, ese no era el momento, aún no lo era.

Dos horas transcurrieron hasta que finalmente empezó el primer receso. Como se estaba haciendo costumbre, Ryan no tardó en asomarse por el umbral de la puerta y Tatiana, casi de manera automática, caminó hasta él en cuanto lo vio, recibiendo un beso en la mejilla por parte del subcapitan como saludo. Christina vio el acto con disgusto desde su carpeta, y podía apostar a que Emily estaba haciendo lo mismo.

– ¿Vienes? –preguntó Camila, sacándola de sus ensoñaciones. Dudó por un momento que responder, pues si quería obtener información de Ryan, lo mejor sería estar cerca de Ryan, aunque significara tener que aguantar su hipocresía y cinismo durante 15 minutos. Sin embargo, el unirse tan repentinamente al grupo podría levantar sospechas en el subcapitán y no quería arriesgarse.

– Hoy paso –sonrió apenada–, tengo…

– ¿Tarea? –completó ella viéndola escéptica. Christina asintió–. Vaya tarea más larga la tuya–comentó sarcástica–. Avísame si necesitas algo entonces, tal vez pueda ayudarte en esa tarea.

Christina la miró con duda al notar el tono en que lo dijo, intentando asimilar la indirecta que venía en esa frase. Camila se estaba ofreciendo para ayudarla, ¿no? ¿Tal vez estuviera al tanto de lo que pasaba? ¿o solo lo dijo por decir? Antes de que pudiera preguntar al respecto Camila ya había se había ido para alcanzar a los demás. Pensó en ir tras ella, pero nuevamente se contuvo, no era el lugar ni el momento. Ya luego encontraría el momento para hablar.

Tomó un sándwich de su mochila y se encaminó hacia Joseph y Emily, quienes también habían declinado la oferta de ir a la cafetería. Se sentó en la carpeta ubicada detrás de Emily y, ya casi como una rutina, empezó una conversación trivial con Joseph mientras que Emily intercalaba su atención entre ellos y el libro que leía. Se le veía más animada y eso sonreír internamente a la rubia.

Y mientras en ellos tres tenían una amena charla, en la cafetería se notaba también un ambiente animado. Esa semana, luego de que Ryan y Tatiana anunciaran que estaban saliendo, varios integrantes del equipo de basquetbol se habían comenzado a sentar con el resto del grupo. La mesa, que en principio parecía grande, ahora carecía de espacio. Y, como había más personas, había también mucho más ruido.

– A ver, a ver, cállense –exclamó David, pero no nadie le hizo caso– ¡Que se callen de una vez!

– Oigan tarados –Ryan palmeo la mesa con ligera fuerza haciendo un pequeño estruendo que logró llamar la atención de todos–. El capitán quiere hablar, cállense.

– Por eso te amo Ryan.

– Vas a poner celosa a Tatiana, no digas eso en público –bromeó Fernanda, haciendo reír a todos en la mesa.

– Perdón Tat, me controlaré más –esperó una reacción de su amiga, pero la ojimiel apenas y sonrió débilmente. David soltó un suspiró, hace unos días que la notaba desanimada–. Bueno, iba a decir que, como todos saben, se acerca un partido importante con otra escuela, por lo que a partir del lunes de la próxima semana comenzaremos a entrenar interdiario luego de clases –sus compañeros de equipo protestaron–. ¡No he pedido su opinión malditos vagos! Es más idea del entrenador que mía, así que no hay objeciones. Me llamó en la tarde y me dijo que les avisara a todos.

– Falta casi un mes para el partido –replicó Mateo, uno de los integrantes del equipo–. ¿No podemos solo alargar las prácticas del sábado?

– Cuando estemos cerca al partido podemos empezar a quedarnos –sugirió Gonzalo, otro de los integrantes.

– David acaba de decir que son órdenes del entrenador, no podemos hacer nada –repitió Ryan.

– Exacto, gracias, por algo eres mi subcapitán favorito.

– Soy tu único subcapitán.

– Por eso –no pudo evitar reír al recibir un leve golpe en el hombro de parte de Ryan–. No, pero en serio chicos, es mejor así, no debemos tomar a la ligera ningún partido. Mañana no habrá práctica, dijo el entrenador que nos tomemos este fin de semana, empezaremos el lunes.

– Bueno –Mateo suspiró resignado y fijó su atención en Fernanda y Camila–. ¿Vendrán a vernos, chicas?

– ¿A sus entrenamientos? –preguntó Camila, Mateo asintió emocionado– No creo, tengo cosas más interesantes que hacer.

– Que mala eres, ¿qué hay de ti Fer?

–¿Pasar una hora y media de mi vida viendo hombres sudorosos pasándose una bola? No están Cole Sprouse ni Chris Hemsworth en ese equipo, así que pasó. Además, el equipo de vóley también empezará entrenamientos.

– ¿En serio? No tiene sentido que Tatiana sea la única chica –se echó en la mesa con los brazos cruzados–, ya está apartada para Ryan ella, no es justo.

– Eh, ¿tú irás Tat? –preguntó incrédula Fernanda mirando a la ojimiel, quien también se veía dudosa y desconcertada.

– Duh, claro que irá –contestó Gonzalo en su lugar–. Ryan estará, así que irá a verlo jugar.

– No tienen que estar pegados como chicles –dijo Camila rodando los ojos.

– Eso dependerá de ella –intervino Ryan volteando a ver a Tatiana, la tomó del hombro y se acercó a su rostro–. ¿Vendrás a verme, amor?

Todos posaron su atención en ella, expectantes por su respuesta. Sintió su estómago revolverse por los nervios y, sobre todo, por la cercanía del rubio, sentir su asqueroso aliento en su mejilla la llenaba de náuseas. Sabía de antemano su respuesta, definitivamente no iba a ir a esas prácticas, no estaba obligada a hacerlo tampoco, después de clases se suponía que no tenía que fingir nada. Sin embargo, el apretón en su hombro le hizo temblar, fue solo un estrujón suave y fácilmente visto como un gesto de confort; pero ella sabía que no era así.

Apretó los puños bajo la mesa, sintiendo total impotencia y aguantando las ganas que tenía de golpear al cínico de Ryan. Tragó grueso y bajó la mirada, incapaz de hacer contacto visual por tener miedo a dejar escapar el temor de sus ojos.

– Yo…tal vez me quede de vez en cuando.

– ¿Lo ven? Se los dije –Gonzalo se cruzó de brazos y suspiró–. Yo también quiero una novia que vaya a verme.

– ¿En serio no vendrán ustedes? –volvió a preguntar Mateo esperanzado mirando a Fernanda y Camila.

– Bueno… –Fernando lo pensó unos segundos– Supongo que podría quedarme los mismos días que Tat y si no coincide con los entrenamientos del equipo de vóley.

– ¡Genial! –celebró Mateo y fijó su atención en Camila– ¿Tú no te animas tampoco?

– Lo siento, yo de verdad tengo cosas que hacer –se disculpó apenada.

Mateo volvió a lamentarse, pero pronto estuvo discutiendo con Gonzalo acerca de a que otra chica más podrían invitar a verlos. El resto de la mesa también volvió a su animada charla, la única que no participaba era Tatiana, ella se mantenía callada con la mirada puesta en su paquete de galletas, del cual a penas había probado una. La ojimiel solo respondía si la llamaban dando vagas sonrisas o respuestas monótonas, luego volvía a su semblante desanimado.

Si pudiera correr lejos de aquella mesa ya lo hubiera hecho, pero sentía que llevaba una pesada cadena que la amarraba al rubio. Ryan tiraba y jalaba de ella cuanto quisiera, y Tatiana no podía reclamar nada porque, además de estar encadenada, estaba esposada y con la boca cubierta. Cada vez era más asfixiante aquella situación, se preguntaba cuánto más aguantaría. ¿Se supone que duraría así hasta la graduación? Apenas había pasado poco menos de una semana y ya le había parecido una eternidad.

Era tan irónico. Antes, cuando era Emily quien se sentaba a su lado y la tomaba de la mano de manera discreta bajo la mesa sentía que el tiempo pasaba volando. Cuando la veía sonreír y luego la besaba, las horas parecían durar tan solo un instante. Cuando Emily se recargaba en su hombro y la abrazaba para ver películas, sentía que la noche llegaba muy deprisa.

A pesar de que en ese momento Emily ya no quería saber más de ella, Tatiana seguía soñándola todas las noches sin su consentimiento, seguía recordando sus besos y sus caricias, seguía mirándola discretamente en clase, seguía suspirando cuando escuchaba sus participaciones en la clase.

A pesar de todo, la seguía queriendo.

A pesar de que Emily la había golpeado, y bien merecido se lo tenía, su corazón la seguía añorando.

Tatiana la extrañaba tanto que no le cabía en el pecho.

Soltó un pesado suspiro conteniendo las lágrimas que amenazaban salir raudas de sus ojos. Negó para sí misma y, de manera muy discreta, se limpió la humedad de su vista, atrapando justo a tiempo una rebelde lágrima. De igual manera todos estaban demasiados metidos en la charla que mantenían, dudaba que alguien notara la melancolía de su mirada.

Sin embargo, Tatiana no se dio cuenta que, desde hace buen rato, Camila había mantenido su atención ella. Sin saberlo, la tristeza que tanto se esforzaba en esconder fue expuesta ante los ojos cafés de su amiga.

 

Notas finales:

Espero que el capítulo haya sido de su agrado, nuevamente disculpen la demora :( probablemente vuelva a demorar pues, como dije, tengo trabajos de la U, así que desde ya agradezco la paciencia<3

Saludos, espero que todos se encuentren bien y se estén cuidando.

¡Nos leemos pronto!


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