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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Una nueva semana había empezado y, con ella, la vuelta a la rutina laboral y estudiantil, las actividades en el colegio Nerethia Seal no eran la excepción. Sin embargo, si bien las clases se seguían llevando con normalidad, se acercaban competiciones importantes en el área deportiva donde se enfrentarían contra otras escuelas, razón por la cual muchos tenían la cabeza más metida en este evento que tendría cabida en poco más de un mes que en las clases, sobre todo aquellos pertenecientes a los clubes deportivos.

A decir verdad, esta competición no era nueva, se daba todos los años entre diversos colegios y en todas las áreas deportivas que compartían. Se elaboraba una especie de miniliga, dándose varios partidos hasta llegar a una final, el equipo ganador recibía un trofeo y artículos deportivos. Pero más que lo material, el verdadero premio era la oportunidad de sobre salir y mostrar las habilidades físicas para recibir recomendaciones de becas deportivas o llamar la atención de alguno de los cazadores de talentos que asistían a los distintos juegos. He ahí la razón por la cual muchos se hallaban entusiasmados y enfocados en sus prácticas.

David, Marcelo, Fernanda y Antonio se encontraban en ese grupo, aunque las razones de cada uno para encontrarse entusiasmados diferían entre sí. David y Marcelo, formando parte del equipo de basquetbol, buscaban ganar la final y obtener su revancha del año pasado luego de haber quedado en segundo lugar; y si bien David si estaba interesado en conseguir alguna recomendación para una beca deportiva, a Marcelo simplemente le gustaba jugar. Antonio, parte del equipo de futbol, disfrutaba jugar en el campo con sus amigos y quería ganar con ellos, aunque también buscaba impresionar a Tatiana al menos un poco. Finalmente, Fernanda, capitana del equipo de vóley, gustaba de competir y poner a prueba sus habilidades, pero sobre todo le gustaba apoyar y ayudar a sus compañeras, queriendo llevarlas hasta la final y ganar.

Los entrenamientos de cada club también diferían, intercalando diferentes días y con horarios distintos para que cada equipo pueda entrenar sin excepción. El equipo de fútbol y de básquet compartían los mismos horarios de entrenamiento; el equipo de vóley, por su parte, entrenaba los martes, miércoles y jueves, además de los fines de semana.

Los que no se encontraban en ningún equipo se encontraban un poco más tranquilos, pero el entusiasmo se contagió fácilmente en las aulas y pasillos, incluso profesores y tutores tuvieron un brillo de emoción en sus miradas cuando mencionaban el evento que se aproximaba. Por ello, cuando empezaron las prácticas luego de clases los entrenadores no se sorprendieron al ver alumnos quedándose simplemente para alentar a los equipos dando vitoreos y exclamando palabras de aliento.

Una de esas personas era Tatiana; sentada en el extremo izquierdo de una de las bancas, con excelente visión al campo donde entrenaba el equipo de básquet y con una mochila a sus pies. Sin embargo, en contraste a las demás personas, ella se encontraba callada y viendo sin verdadero interés el juego. De vez en cuando esbozaba una pequeña sonrisa cuando David o Marcelo realizaban alguna jugada, pero esta se desvanecía de manera instantánea cuando Ryan entraba a su campo de visión. Cada que el rubio encestaba o lograba una finta, ella no gritaba como las chicas sentadas a su lado, sino que sentía su estómago revolverse.

– Debe ser genial salir con Ryan –le habló la chica sentada a su lado y Tatiana dirigió su atención a ella.

– ¿Por qué lo dices?

– Es lindo y divertido, tiene buenas notas y es un excelente jugador –suspiró risueña al ver al rubio anotar otra vez.

«Y un completo imbécil», agregó mentalmente.

– Entiendo porque no lo rechazaste –siguió hablando–, ninguna chica lo haría.

«No entiendes nada, lo que más quiero es estar lejos de él».

– Mira, nos está mirando –levantó la mirada y se topó con la oliva mirada de Ryan, quien le regaló una de sus perfectas sonrisas luego de encestar. La chica exclamó mientras saludaba, Tatiana prefirió quedarse callada y controlar su ira ante tal cinismo–. Te envidio, mujer.

«Créeme, no tienes nada que envidiar».

Incapaz y carente de ganas de seguir la conversación, se levantó y se excusó al baño, encargándole la mochila que tenía a la chica de su lado. Caminó sin apuro, tomándose su tiempo en cada paso y deseando que a su regreso el entrenamiento ya haya acabado para poder regresar a su casa. En el baño también fue parsimoniosa mojándose la cara una y otra vez, incluso se quedó de pie simplemente observando a la nada para dejar correr el tiempo, suspirando con pesadez cuando decidió que ya tenía que volver.

– Con que ahí estabas.

Se asustó ante el repentino llamado cuando dio unos pasos fuera del baño, pero cuando giró sobre sí misma una leve sonrisa se formó en su rostro al ver a Fernanda y Camila. Se alivió al verlas, realmente necesitaba distraerse con alguna conversación que no envolviera nada relacionado con Ryan, y sabía que con ellas lo iba a encontrar.

– Pensé que ya se habían ido –dijo acercándose a ambas.

– Y nosotras pensamos que estabas en el entrenamiento del equipo de básquet.

– Mucha gente, mucho ruido –se encogió de hombros–, necesitaba un respiro.

– Te entiendo perfectamente, nosotras no pudimos soportar ni dos minutos ahí –concordó riendo Fernanda.

– Entonces, ¿qué hacen aquí?

– Buscándote –contestó Camila–. Nos aburrimos regresando solo nosotras, así que pensamos que quedarnos a ver el entrenamiento no era tan mala idea.

– Pero luego de todo ese bullicio se nos ocurrió algo mejor –Tatiana las miró con duda y Fernanda intercambió una cómplice sonrisa con Camila antes de continuar–. Hace mucho que no tenemos una salida solo de chicas, ¿no crees?

– Y con los chicos entrenando es la excusa perfecta –agregó Camila–. Así luego no nos dirán que los excluimos.

Tatiana sonrió con la idea y su rostro retomó un brillo entusiasmado, definitivamente prefería pasar la tarde con Fernanda y Camila en lugar de volver a ver un aburrido entrenamiento con ese rubio idiota que tanto la irritaba. Sin embargo, en cuanto pensó en Ryan la sonrisa se evaporó de su rostro.

– Sería genial, pero…estoy apoyando a Ryan y cuidando sus cosas –agachó la mirada, desmotivada.

– No te preocupes por eso –Fernanda la tomó por los hombros y empezó a caminar con ella–, por un día que te robemos no pasa nada. Igual, creo que tiene suficiente apoyo moral.

– Le envié ya un mensaje a David para que le avise también, todo está cubierto.

– Además, nos debes prestar atención también a nosotras –exigió con un puchero–, danos cariño también y no guardes todo para tu amorcito, maldita egoísta.

Rio de manera nerviosa, pero agradecida inmensamente con sus amigas por estarla raptando, por decirlo de alguna manera. No buscó objetar más, aunque tampoco es como si quisiera hacerlo, simplemente se dejó llevar por ambas fuera de las instalaciones educativas.

Fueron a un centro comercial que se encontraba a unos 20 minutos caminando. Entre charlas, bromas y risas, entraron a distintas tiendas a ver ropa, electrónicos, libros y demás cosas, terminando finalmente en el patio de comidas por algo de comida rápida para llenar sus protestantes estómagos. El tiempo se les pasó volando y, antes de que se dieran cuenta, casi tres horas habían pasado. El cielo ya comenzaba a cambiar de color y el aire, a volverse más frío.

– David pregunta si seguimos aquí –comentó Fernanda viendo su celular mientras tomaba un refresco–. Ya terminaron su entrenamiento.

– Seguimos aquí, pero no por mucho –respondió Camila–, se está haciendo tarde ya.

– Concuerdo –asintió–; además, no quiero soportar su hedor luego de que hayan estado entrenando tanto.

– Me leíste la mente. ¿Entonces nos vamos yendo?

– Sí, ¿vamos Tat?

– Claro –contestó mientras se ponía de pie–, tengo que terminar la tarea de mañana.

– Cierto, yo también –recordó con pesadez Fernanda estirándose luego de levantarse también–, que pereza.

– Son unas vagas, pensé que ya la habían hecho.

– Nos gusta sentir la adrenalina al hacerlo bajo presión y con límite de tiempo, ¿sí o no, Tat?

– Exactamente –concordó y las tres se echaron a reír.

– Pero esta salida lo valió, realmente necesitábamos una tarde de chicas –siguió hablando Fernanda–. A la próxima tenemos que invitar a Chris y a Emily también.

Ante aquella mención Tatiana no pudo evitar tensarse, hace días que no habla con ninguna de las dos, y la razón era más que obvia. La tristeza poco a poco comenzó a poblar sus ojos, cambiando su semblante alegre de hace unos segundos a uno melancólico, y aunque logró disimular su pena, agradeció que las otras estén yendo delante de ella.

– Ellas…–murmuró con inseguridad, pero logró llamar la atención de las otras dos, quienes voltearon a verla– ¿Ellas no estaban cuando ustedes se estaban yendo? A lo mejor hubieran venido también.

Fernanda y Camila intercambiaron una fugaz mirada y una sonrisa apenada adornó sus rostros. Entendían que existía un problema, solo que no sabían de que trataba, no tenían idea si es que esas tres habían discutido o algo parecido, pero el distanciamiento que se había formado era un claro indicador de que algo pasaba. Habían intentado sacar el tema mientras daban vueltas, pero luego de ver que la ojimiel era reacia a hablar al respecto, no quisieron entrometerse más; en su lugar, simplemente decidieron dar todo el apoyo moral que puedan.

– De hecho, sí nos topamos con ellas a la salida y hablamos un rato –contestó Fernanda y Tatiana fijó su atención en ella.

– En ese momento aún no teníamos pensando salir, pero tanto Christina como Emily no tardaron en irse –completó Camila–. Joseph estaba con ellas también, pero él se fue junto a Emily.

– Acordemos la siguiente salida de chicas para avisarles con tiempo –propuso Fernanda emocionada–. Tiene que ser un día que los chicos se queden entrenando, entonces, ¿qué tal el viernes?

– Este viernes no puedo, voy a estar ocupada con algunas cosas –negó apenada Camila–, pero si es de la próxima semana no hay ningún problema.

– Claro, por mí normal. ¿Tú qué dices, Tat?

Dudó por un momento. Sí, quería ir con ellas, lo prefería mil veces antes que quedarse viendo el entrenamiento del equipo de básquet; sin embargo, no estaba segura de sería la mejor idea salir con Christina o con Emily, en especial con esta última, dudaba mucho que quisiera estar cerca de ella ahora mismo luego de lo sucedido. Tenía ganas de volver a hablar con ellas, bromear y reírse de trivialidades como antes, pero después de lo de Ryan las cosas probablemente sean más incómodas que agradables. Además, de seguro Ryan vería raro que busque reunirse con ellas, o al menos con Emily, y lo último que quería era hacerlo sospechar, no quería tener que tratar con su humor cínico y psicópata.

– Christina dice que ella y Emily sí pueden ir el próximo viernes –dijo Camila ante la falta de respuesta de la ojimiel, observando su celular y escribiendo una respuesta a cambio.

– Vaya, eso fue rápido –Fernanda dirigió su mirada a Tatiana, quien se veía desconcertada, y sonrió ampliamente–. Entonces ya está decidido, salida de chicas el viernes de la otra semana, será mejor que nos hagas un hueco en tu apretada agenda con tu amorcito, porque no aceptaré un no por respuesta ahora que ya confirmamos todas.

– Eh, ah, claro –respondió casi de manera automática, totalmente incrédula. Su mente procesaba el hecho de que Chris y Emily habían aceptado. Sintió su corazón latir con fuerza ante la idea, aunque no sabía muy bien como sentirse al respecto. ¿Era algo bueno o era algo malo? La pregunta rondó por su cabeza un buen rato, pero independientemente de la respuesta, la emoción que sentía era genuina.

Fernanda y Camila sonrieron satisfechas, ensanchando aún más el gesto al notar como los ojos de Tatiana comenzaban a brillar emocionados. Retomaron su camino mientras seguían charlando de trivialidades hasta que tuvieron que separarse para ir cada una a su hogar; aunque la sonrisa que les había dejado su momento juntas perduró en ellas aún luego de despedirse.

Al día siguiente el ambiente en el colegio seguía lleno de entusiasmo. Los estudiantes que el día anterior se habían quedado a entrenar se hallaban comentando también con mayor emoción, aunque muchos estaban exhaustos por el arduo trabajo, Antonio era uno de ellos, pero eso no borraba la sonrisa de su rostro. Esa tarde le tocaba al equipo de vóley entrenar, por lo que ni bien sonó la última campanada del día Fernanda tomó sus cosas y, luego de despedirse de los demás, se dirigió a su entrenamiento.

Tatiana tuvo ganas de acompañarla y verla jugar, pasar tiempo el día de ayer con ella y Camila le había venido bien, necesitaba darse un respiro de todo, distraerse y pensar en algo que no sea aquel rubio estúpido. Sin embargo, antes de que siquiera pueda salir del salón para seguir a Fernanda, Ryan la interceptó en la puerta y se ofreció “amablemente” para irse juntos. Tragó sus ganas de mandarlo al diablo, respiró hondo y asintió resignada, pues bien sabía que esa petición tenía un trasfondo imperativo. Se despidió de su grupo luego de que hicieran un par de bromas sobre ambos y caminó junto con el subcapitán, aunque antes de salir del salón intercambió una fugaz mirada con Emily luego de sentir que la observaban, aunque la ojiazul pronto desvió la mirada. Sintió su corazón agitarse, pero, aunque quisiera, no podía ir hablar con ella en ese momento.

Tal como se lo imaginó, aquella vuelta juntos solo era para que Ryan le recordará acerca de su acuerdo, recalcándole que si mencionaba algo al respecto destaparía su relación, o ex relación, con Emily. Tratando de no levantar mucho la voz, le aseguró, luego de maldecirlo, que no se le había olvidado, a lo que él solo río y le besó su mejilla, provocándole náuseas automáticas. Tatiana aún se sorprendía de lo cínico que era y el cómo podía escupir tantas amenazas con un tono de voz amigable y una sonrisa de oreja a oreja. Ignorando sus dudas y su asco, soportó la compañía de Ryan hasta que, llegados a una parada de autobús, finalmente se pudo separar de él luego de tomar el bus que la llevaba a su casa.

Aún cuando se encontró solo, Ryan se quedó en el mismo lugar con la vista puesta en el vehículo al cual Tatiana había subido, deshaciendo su sonrisa a la par que este se iba alejando y perdiendo a la distancia. Una vez el bus salió completamente de su campo de visión su semblante se tornó serio e impasible, se dio media vuelta dispuesto a irse a su hogar, pero cuando estaba sacando su celular para escuchar música en su camino se vio interceptado por tres personas, quienes lograron hacerle pegar un grito del susto por la inesperada aparición.

– ¿Y esa cara tan seria? Tan pronto se separan y ya estás tan cabizbajo.

– Si te ibas a desanimar así hubieras insistido en acompañarla hasta su casa y no solo embarcarla, tarado.

Ryan tardó un segundo asimilar lo que pasaba, pero en cuanto lo hizo volvió a su semblante relajado y su sonrisa de lado.

– ¿Qué hacen ustedes siguiéndonos? Malditos acosadores.

– Teníamos curiosidad –respondió Marcelo encogiéndose de hombros–, se fueron tan rápido que pensamos que tenían otros…planes.

– No pretendas que puedes acaparar a mi dulce Tatiana, maldito –David lo tomó por los hombros y empezó a ahorcarlo juguetonamente–. Tengo que asegurarme que seas digno antes de darte mi bendición de padre.

– ¿Quién demonios quiere tu bendición? –trató de librarse entre risas, luego posó su mirada en la tercera persona– ¿Y tú? Me esperaba esto de estos dos, pero pensé que tú eras normal.

– También me preocupa que quieras poner tus garras en mi amiga –Camila se encogió de hombros–. Ya sabes, tienes cierta reputación formada.

– ¿Así piensas de mí? –fingió indignación– Me ofendes.

 – Yo también te lo estoy diciendo, imbécil –David apretó su agarre–. Hasta el matrimonio no vas a tocar a mi hija.

– ¡No voy a hacer nada! ¡Suéltame!

David se negó y Marcelo se unió a su broma, inmovilizando a Ryan de la cintura para abajo. Y mientras ellos se entretenían en su jugueteo, Camila solo se limitó a observarlos divertida aprovechando la ocasión para tomar una foto y enviársela a Fernanda, se abstuvo de enviársela a Antonio, pues sabía que su amigo aún estaba superando su corazón roto, y finalmente se la mando a Christina, escribiéndole un pequeño texto también.

En cuanto sintió su celular vibrar, Christina cerró la página que estaba revisando y abrió el mensaje que le acaba de llegar, sonriendo de manera inconsciente al ver que se trataba de Camila.

“Todo sigue en orden, cuando avance más con la tarea te aviso”

No pudo evitar bufar, se sintió como un general que estaba recibiendo el reporte de uno de sus subordinados sobre una misión. Escribió una pequeña respuesta y la envió, volviendo su atención a la página que estaba viendo con anterioridad. Revisaba una lista de artículos y sus variados precios, leía cada descripción con atención, pero seguía sin entender mucho. Se trataba de objetos que de los que no tenía noción alguna y se usaban muchos términos complicados, no pudiendo entender lo que diferenciaba uno del otro.

Revisó unas cuantas más antes de decidirse por uno aleatorio que tenía una buena calificación en la página; sin embargo, se topo con lo que, sabía, iba a ser un requisito difícil de rellenar. Esperaba que estuviera la opción de pagar en efectivo, pero solo estaba la opción para usar tarjetas de créditos para realizar la compra online. Tenía el dinero, sí; tenía la edad, también; pero sus padres habían decidido no darle una tarjeta hasta que terminara el año. Había protestado ante esto, aunque entendía la razón, ya había abusado de las tarjetas con anterioridad en Estados Unidos.

Resignada, siguió buscando sitios en internet, recomendaciones y reseñas acerca de los distintos modelos y marcas. Al ver que no podría comprar alguno en internet, pues no tenía tarjeta de crédito, procedió a buscar alguna tienda física de electrónicos donde los vendieran. No estaban realmente alejadas, en auto no le tomaría más de 20 minutos, aunque sabía que su compra tendría que esperar hasta el fin de semana. Detuvo su búsqueda en cuanto notó que ya había llegado a su hogar. Bajó de su vehículo y, luego de agradecer al chofer, entró a su casa. Avisó que iría a cambiarse y luego bajaría para almorzar.

Para cuando terminó su rutina de todos los días ya eran poco más de las 4 de la tarde. Apagó la televisión y se retiró a su habitación para empezar a realizar los deberes que tenía pendiente, aunque lejos de hacer la tarea, Christina prosiguió con su búsqueda de la tarde. Tomó screen de algunos modelos y guardó la dirección de algunos lugares. Se hizo un recordatorio mental para hablar con William y pedirle que aparte el sábado para ayudarla a transportarla a los sitios que había apuntado. Una vez tuvo todo anotado, procedió a tomar su celular para hacer una llamada, siendo en el tercer tono cuando fue atendida.

Hey.

– ¿Qué pasó?

– Tan seca como siempre –comento riendo–. ¿Tienes este sábado libre?

– ¿El sábado? –hubo una pausa al otro lado de la línea durante unos segundos– Sí, no tengo nada planeado.

Perfect! Entonces aparta tu tarde para mí, vamos a ir de compras.

– ¿Qué? ¿Compras de qué?

– Cosas que nos ayudaran en lo que queremos hacer, se me ha ocurrido algo.

Emily se quedó callada al otro lado de la línea, pasando unos tres segundos antes de que finalmente volviera a hablar.

– Entonces el sábado nos vemos.

 

Notas finales:

¡Hola! Gracias por darse el tiempo de leer y seguir esta historia, lo aprecio mucho<3 Espero que les haya gustado y haya logrado distraerlos un poco de lo que está pasando :)

Cuidense mucho juapos, nos leemos más adelante<3


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