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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Holi, sé que he demorado, no tengo excusa, la flojera simplemente me puede uu

Gracias por su paciencia y apoyo, lo aprecio mucho de verdad<3

El ambiente en el restaurante era animado, la delicada decoración y la suave música de jazz de fondo volvían el lugar un sitio apacible y acogedor; de igual manera, el servicio y la comida eran también de excelente calidad, pues los platos eran deliciosos y el personal, sumamente amable y servicial. No se podía esperar menos de un local que estaba en el ranking 3 de los mejores restaurantes de la ciudad y era competencia directa de cierto famoso restaurante con cascada artificial.

No obstante, si bien el ambiente en general era agradable, en la mesa en donde se encontraban sentados tres adultos se podía sentir cierta tensión y pesadez en el aire. Intentaron primero obviar ese hecho concentrándose en sus comidas, luego trataron de hablar trivialidades y hacer pequeñas bromas, pero fue inútil para aligerar el ambiente. A pesar de eso, la pareja siguió tratando de llevar una conversación amena que acompañe la cena, pero el hombre pelimarrón y de mirada gélida no ponía mucho de su parte a la causa; por el contrario, se mostraba desinteresado y solo daba respuestas cortas cada que se le preguntaba algo.

John y Adela intercambiaron una incómoda mirada luego de la cuarta respuesta cortante de Leonardo, suspirando ambos por lo bajo. Si bien habían hablado sobre el tema y se habían preparado para afrontar aquel momento, no pensaron que su viejo amigo hubiera pegado un cambio tan drástico. Hasta cierto punto lo entendían: no habían hablado desde hace años y sabían que a Leo le tocó fuertemente la pérdida de su esposa. Aun así, esperaban encontrar algo de su viejo amigo, un poco de su viejo humor o locuacidad; pero, además de la apariencia, no encontraron nada más en él.

— ¿Fue un día pesado en el trabajo? —preguntó John, intentando nuevamente reavivar la charla.

— No realmente —contestó luego de unos segundos al percatarse de que la pregunta era para él—, fue como usualmente es.

— ¿Y siempre terminas así de apagado? —bromeó palmeando el hombro de Leo amigablemente— Ánimo, hombre, aún no somos tan viejos.

— Estoy como siempre —suspiró alisando su traje donde fue golpeado—, es solo que esto fue repentino, así que no estoy seguro de cómo tomarlo ni cómo reaccionar.

— Somos viejos amigos —intervino Adela—, no tienes que ser tan reservado con nosotros Leo.

— Viejos amigos con los que no he hablado hace años —levantó su mirada hacia la pareja y los observó con cierto recelo—. Así que, ¿por qué ahora?

— ¿Necesitamos un motivo para verte?

— Sabes lo que dicen: El tiempo es oro. Y creo que tanto ustedes como yo poseemos una agenda apretada.

— Y a pesar de eso, accediste a venir aquí con nosotros —acotó John sonriendo.

— Porque algo me decía que si no era ahora, esto se repetiría a futuro —contestó en un suspiro cansado—. Entonces, ¿de qué se trata todo esto?

— Nada en particular —se encogió de hombros—. Regresamos a la ciudad hace ya unos meses, terminamos de acomodarnos y de tratar un par de negocios, y nos pareció buena idea recordar viejos tiempos con un viejo amigo.

— No teníamos tu número, pero es una suerte que tu compañía sea conocida en toda la ciudad —agregó Adela tomando un sorbo de su copa de vino.

— Sí, que suerte —dijo con disimulado sarcasmo.

— Entonces, ¿cómo te ha ido todo este tiempo?

— Pues bien, mi vida va tranquila y espero que siga así.

— Conque sigues sin manejar bien las emociones fuertes, ¿eh? —bromeó John, Leo solo giró los ojos ignorando la burla— Pero me alegro por ti, parece que te va bien.

— Por lo que he escuchado, a ustedes tampoco les va mal. Su cadena de hoteles se ha hecho bastante famosa.

— No eres el único bueno para los negocios —aseguró Adela con un dejo de orgullo en su voz—. Estar en Estados Unidos tanto tiempo fue duro, pero valió la pena.

— Al menos laboralmente hablando —agregó John, sonando un poco decaído. Si bien agradecía el poder haber expandido la empresa, sabía que su pequeña Chris la había pasado mal los primeros años transfiriéndose seguido de escuela y estando lejos de Tatiana; además, el dejar a la ojimiel también fue duro, era como un miembro más en su familia.

— Hubo un par de contratiempos, pero pudimos manejarlo de alguna manera ­—Adela poso su mano sobre la de su esposo y le dio un suave apretón, regalándole también una sonrisa de apoyo cuando John alzó su mirada hacia ella—. Lo hicimos bien, y llegamos aquí.

— Siempre habrá sacrificios —concordó Leo mirando el contenido de su copa, sumergido en sus propios recuerdos—, lo importante es conseguir el éxito al final.

De manera inconsciente, el tono que empleó en decir esa línea fue más frívolo de lo usual, hasta podría decirse que soltó aquellas palabras con cierta apatía. A los pocos segundos reafirmó lo que dijo en un susurro, aunque más que decirlo para Adela y John, Leo pareció habérselo repetido a sí mismo, como queriéndose convencer de ello.

La pareja, un poco desconcertada y confundida, intercambió miradas, pero no para preguntar al otro acerca de lo acontecido, sino para confirmar si ambos coincidían pensando en la causa que había dado paso a aquellas divagaciones de su viejo amigo. No intercambiaron palabras, bastó el contacto visual y una leve sonrisa para que ambos entendieran que, efectivamente, tenían la misma idea acerca de lo pasaba. Y, discretamente, trataron de llevar el tema de la conversación por aquel rumbo.

— Entonces, además del trabajo, ¿qué más ha sido de ti? —preguntó John dándole un sorbo a su copa de vino— No creo que tu empresa te haya consumido.

— Pues créelo, he llegado hasta donde estoy no por holgazanear. Me he dedicado a mí trabajo todo este tiempo, no hay nada más que eso.

­— Are you seroius? —inquirió Adela— Sabía que eras un adicto al trabajo desde el colegio, pero no pensé que siguieras igual después de tantos años.

— Yo sí me lo esperaba, Leo es un idiota diligente y dedicado —negó sonriendo e ignorando la afilada mirada del ojiazil—. Si Emma estuviera aquí, ya te hubiera golpeado y sermoneado tres veces.

Lo soltó como una broma, con el tono más casual y simpático que pudo haber usado; sin embargo, eso no apaciguó el golpe que sintió Leonardo cuando escuchó el nombre de su difunta esposa. Ese nombre que no escuchaba en voz alta hace mucho, ese que trataba de evitar escuchar, ese del cual huía cada que se asomaba en su mente; le reavivaba memorias que quería olvidar, le recordaba la peor época de su vida, le hacía sentir culpa por no haber podido proteger a la dueña de ese nombre y le hacía darse cuenta que ni siquiera podía cuidar a quién aún tenía al lado. Se sintió abatido, luego irritado, pero cubrió todo aquello con una perfecta cara de póker, la misma que había practicado sin querer todos esos años.

— Sí, tal vez hubiera sido así —dijo luego de unos cuantos segundos, esperando que John y Adela pararan su leve risa. Leonardo estaba sonriendo, pero tanto su gesto como su mirada estaban vacíos.

Nuevamente, Adela y John intercambiaron una incómoda mirada, habían tocado una fibra sensible, pisaron una mina y ahora se enfrentaban a las consecuencias: un ambiente mucho más tenso y pesado.

— ¿Qué tal está tu hija? —preguntó Adela intentando apaciguar la situación— Ya debe ser toda una linda señorita.

— Está bien, enfocada en sus estudios.

— Tiene 17, right?

Sí, me sorprende que lleves la cuenta.

— Tiene casi la misma edad que nuestra Christina —habló John con cariño fraternal en su voz, un rasgo carente en el tono de Leo—. Sí la recuerdas, ¿cierto? La viste un par de veces cuando era pequeña.

— Oh, sí…ahora que lo mencionas creo que sí.

— ¿Cómo que “crees que sí”? ¡La cargaste cuando era una bebé! Lo mismo con nosotros con Emily —John se cruzó de brazos y negó para sí mismo con la cabeza—. Que mal tío eres, de verdad. ¿No tienes un viejo álbum con esas fotos?

— Yo… ¿lo tengo? —repitió con duda y desconcierto.

— Recuerdo bien que alguien no dejaba la cámara tranquila por aquella época —Adela hizo memoria por unos segundos—. Era Emma, o… Oh, creo que fue Clara quien estaba más emocionada al respecto y le pidió a Dante tomar fotos cada que tenía oportunidad.

— Sí, eso suena a ellos —John rio por lo bajo y volvió a mirar a Leo, quien se veía distante y pensativo—. Tal vez deberíamos encontrar ese álbum para que puedas hacer memoria.

— Tal vez… —susurró, pensando en los nuevos nombres recién mencionados.

A diferencia del de su difunta esposa, él no rehuía de esos nombres, pero hacía mucho que tampoco los escuchaba. Y el recordarlos ahora le hizo sentir una tremenda nostalgia, memorias de sus años de secundaria abordaron su mente, aquellos días en que la vida parecía un poco más sencilla a pesar de que seguía siendo un caos, cuando sonreír no le era tan difícil como ahora.

— Deberíamos preguntarle a Tatiana por él —Leo levantó la mirada y la fijó en John—, conociendo a Clara, lo debe tener bien cuidado y resguardado en alguno de sus cajones.

— ¿A quién? —preguntó confundido llamando la atención de la pareja.

— A Tatiana —respondió Adela, pero al ver que Leo no ubicaba el nombre una ligera sorpresa se adueñó de su rostro—. Oh my- ¿No la recuerdas? Es la hija de Dante y Clara.

— ¿Su hija? Pensé que aquella vez su hija también…

— Esa fue Estela, la mayor —contestó John con una sonrisa melancólica—. Tatiana es la hija menor, tiene 17 también. Y antes de que preguntes, sí, también la cargaste.

Intentó buscar en sus memorias, recordar a la pequeña a la cual se refería la pareja, pero sus recuerdos eran vagos. No sabía si tan solo tenía mala memoria o, inconscientemente, trataba de no recordar aquella época debido a la mala experiencia que devino después. Algunas escenas se le venían a la mente: una versión más joven de él junto a su difunta esposa de la mano, un joven John y una joven Adela, una risueña Clara y un emocionado Dante con una cámara en sus manos. Estaban en una casa, no sabía de quién, pero cada pareja tenía una bebé en sus manos con edades aproximadas, aunque ninguna pasaba del año. Todos riendo, haciendo tonterías como cuando estaban en el colegio, mimando a la hija del otro, tomando fotos en un intento inmortalizar aquellos días felices, al menos en papel.

Sí, eran un grupo de amigos unidos, desde el colegio lo habían sido. Ni cuando terminaron la secundaria y cada uno tomó un rumbo distinto en la universidad sus lazos se rompieron, siguieron manteniendo contacto y saliendo a menudo. Fueron de fiesta juntos, hicieron más de un viaje en grupo, asistieron a las bodas de cada pareja. Entonces…

— ¿Qué nos pasó? —cuestionó Adela en voz alta lo que los dos hombres también pensaban.

El silencio reinó en la mesa, cada uno respondiendo aquella pregunta en su mente, pero siendo incapaces de compartir la respuesta, a pesar de que tenían contestaciones similares. Una mezcla de añoranza y melancolía se asomaba en los ojos de cada uno, deseando regresar en el tiempo a esos momentos en que compartían sonrisas e intercambiaban bromas, volver a esa época en que en la mesa de los restaurantes eran seis y no solo tres.

— Pasaron muchas cosas —respondió John luego de buen rato—, cosas que no vimos venir y para la cuales ninguno de nosotros estaba preparado. Si bien nos comenzamos a enfocar en nuestras propias familias y trabajos, también tuvimos golpes y pérdidas, y cada uno tuvo su propia batalla para superarlo y seguir adelante a su manera. Y en esos momentos de superación es difícil mantener y cuidar algunas relaciones eficazmente al enfocarnos en nuestro propio duelo. Pero —hizo una leve pausa, sopesando las palabras que diría a continuación, y sonrió levemente—, no es nada que no se pueda reparar. Es decir, estamos aquí ahora luego de casi 10 años, ¿o no?

No hubo respuesta, al menos, no una hablada; lo único que hicieron tanto Leo como Adela fue sonreír levemente, repuestos de su nostalgia y melancolía luego del corto discurso de John. Era cierto, pasaron muchas cosas; pero, aun así, ellos estaban ahí, comiendo juntos luego de años. Animada nuevamente, Adela levantó su copa y la acercó al centro de la mesa.

— Un brindis por eso —propuso sonriente­—, por nosotros, que estamos aquí, y por los que no, pero siguen presentes.

Leo y John no tardaron en chocar sus copas con la de Adela, compartiendo un “salud” y una sonrisa. El ambiente luego de aquello se aligeró, ya no estaba la tensión ni incomodidad inicial, por lo que la conversación fue más fácil de llevar. La pareja seguía siendo quien lideraba la charla, sacando temas y bromeando de vez en cuando; Leo, por su parte, siguió un tanto reservado y callado, pero ya no era reacio para hablar ni contestaba secamente.

Eso sí, al menos cuando el tema familiar no era tocado, pues cada que se le preguntaba por su hija Emily, Leo volvía a ponerse a la defensiva y daba respuestas cortas, mostrando nuevamente desinterés. John y Adela entendieron que algo pasaba, un posible problema con la relación familiar que tenían; y, aunque estaban preocupados, decidieron no presionar al respecto, ya se reunirían más a menudo con su viejo amigo para indagar sobre ello y tratar, de manera disimulada, ayudar en el asunto.

Esa cena era solo para conocer el terreno; después de todo, las negociaciones nunca proceden luego de una sola reunión, ¿cierto?

 

 

Notas finales:

Lo sé, este capítulo es muy corto, en sí iba a tocar más cosas, pero sentía raro añadir algo más, pues se salía completamente de la temática de este capítulo. Por eso, decidí continuarlo en el siguiente y dejar que este tratara netamente de los padres.

Y no se preocupen wachos y wachas, subiré el siguiente capítulo hoy también, solo tengo que agregar un par de detallitos más y estará listo<3

Como siempre, gracias por leer y por tenerme paciencia, nos volvemos a leer en unas horitas<3

 


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