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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Heey, última actualización del año.

Espero que lo disfruten<3

Empezó lento.

Suave.

Y lo más silencioso posible.

Pero pronto aquella ternura inicial fue reemplazada por la furia pasional que ambas tenían reprimidas.

Sus lenguas se buscaron sin descaro, queriendo volver a conocerse luego de tanto tiempo sin haberse topado. Sus cuerpos se presionaron más cerca, cortaron toda la distancia posible mientras que sus manos comenzaron a recorrer la figura de la otra.

De tanto en tanto se permitían separarse para tomar un poco de aire, no sin antes darle un ligero mordisco al labio inferior de la contraria; luego volvían a unir sus bocas.

A pesar de que ambas se besaban con la misma pasión y deseo, quien dominaba aquella situación sin duda era Emily. Arremetía contra la boca de Tatiana sin darle tregua, impidiendo que se separe de ella y haciendo que cada jadeo muera en su garganta. Mantenía una mano alrededor de su cintura sujetándola firmemente mientras que con la otra sostenía la mejilla de la ojimiel.

Quería tocarla más, explorar más de aquella bronceada piel expuesta frente a ella. Es más, lo hizo por un momento, pero se obligó a sí misma a mantener sus manos quietas antes de perder la cordura por completo. Pues, si seguían de esa manera, no solo iba a querer ir debajo de ese sujetador, sino también de la falda del uniforme.

Normalmente ella no era tan agresiva, solía pensar un poco más antes de actuar como lo estaba haciendo. Pero esta vez la situación pudo con ella, y no era solo por todo el tiempo que estuvo alejada de aquellos labios que tanto amaba, sino porque recordar a aquel rubio estúpido abrazar y besar a Tatiana hacía que su sangre hirviera de celos.

Tatiana era su enamorada.

Solo de ella.

El recuerdo de Ryan hizo que Emily soltara un gruñido por lo bajo y apretara con más fuerza el cuerpo de Tatiana, fundiendo aún más el beso que estaban compartiendo. Quería borrar todo rastro de manos ajenas de la piel de la ojimiel y reemplazarla con suaves caricias de sus palmas. Quería marcarla, dejar algún recordatorio que avisara a quien se atreviera a explorarla que aquella piel solo vibraba ante su toque.

Se separó un momento de Tatiana para que tomaran un poco de aire. Ambas se quedaron mirando completamente agitadas, embelesadas y excitadas. Era evidente el deseo reflejado en las pupilas de la otra, las ansias de sentirse y hacer más que solo compartir un beso. Y era frustrante no poder hacer más que solo juntar sus labios.

No obstante, eso no impidió que los mieles ojos de Tatiana miraran con suplicia a Emily, pidiéndole que, de alguna u otra forma, le diera al menos un poco de lo que anhelaba. Emily lo entendió, pero no actuó al instante, se quedó contemplando el rostro sonrojado y jadeante de la ojimiel, admirando sus labios entre abiertos y ensalivados por sus recientes besos, regocijándose por la expresión que había logrado poner en ella.

Sonrió satisfecha.

Era eso a lo que se refería: solo ella tenía la capacidad de lograr aquello en Tatiana.

Volvió a juntar sus labios, esta vez de manera mucho más calmada, aunque conteniendo el mismo nivel de pasión. Lo diferente ahora era que, en lugar de ser un frenesí, el beso era tan lento y acompasado que resultó tortuosamente delicioso para Tatiana. Y, pesar de que se sentía ansiosa, siguió el ritmo que Emily marcaba y se perdió en él por completo, sintiendo con cada movimiento como el cosquilleo en su entrepierna aumentaba. Tan pérdida estuvo en el beso que no notó el momento en que pasó de estar parada a estar con la espalda pegada a la pared y sentada en la banca donde había depositado la ropa que había ido a probarse.

Emily acunó ahora con ambas manos el rostro de Tatiana, dando ligeros mimos a sus mejillas mientras que, con la punta de sus dedos, jugueteaba un poco con los lóbulos de sus orejas. Aquello logró sacar uno que otro bajo gemido de Tatiana, pero, al igual que con todos sus demás jadeos, éste murió en su propia garganta.

Se separaron lo suficiente solo para tomar otro poco de aire, sus labios aún rozándose e intercambiando agitadas respiraciones. Poco o nada podían pensar en aquel momento, lo único que reinaba en sus cabezas era la cercanía de la otra. Emily se perdió unos segundos en esa dulce miel, Tatiana hizo lo mismo en el profundo mar que yacía frente a ella. No pudieron evitar sonreír con complicidad, riéndose en silencio al imaginarse lo tontas que debían verse haciendo esas cosas en un probador de centro comercial.

Con un suave movimiento, Emily movió una de sus manos hasta el castaño cabello de Tatiana, enredando sus dedos entre las hebras y tirando de ellas con ligera fuerza, solo la suficiente para logar que la ojimiel expusiera la piel de su cuello. Sin aviso ni demora, Emily dejó un camino de suaves y silenciosos besos mientras bajaba. Comenzó a besar y lamer el cuello de Tatiana con hambre, dando también traviesos y ligeros mordiscos de tanto en tanto. Eso sí, cuidando siempre de no dejar alguna evidencia de su crimen.

Tatiana, ahora sin la boca de Emily que la callara, hizo todo lo posible para sellar sus labios e impedir la salida de algún lascivo sonido, pero la lengua de la ojiazul no se lo estaba dejando fácil. Afianzó el agarre de sus brazos alrededor del cuello de Emily y retorció su cuerpo tratando de contener el placer, pero su cordura ya le estaba fallando. Y, en cuánto la boca de Emily cayó en el contorno de sus pechos, lo único que pudo hacer para reprimir el crudo gemido de su garganta fue morder el pálido cuello de Emily que estaba frente a ella, logrando amortiguar el sonido.

Sabía que no estaban siendo tan silenciosas como le gustaría, pero agradecía que el micrófono del rubio estuviera abrochado en su camisa y, por ende, debajo de las otras prendas.

Para bien o para mal, aquella mordida logró despertar algo de raciocinio en Emily. Se quedó procesando el leve dolor unos segundos a la par que normalizaba su respiración y trataba de que su corteza frontal calmara a su sistema límbico. Aspiró una última vez el aroma de aquella piel canela y se alejó con lentitud, casi como si le doliera hacerlo. Aflojó el agarre que tenía en el castaño cabello y, con suavidad y ternura, deslizó su mano nuevamente a la mejilla de Tatiana.

Se quedaron viendo en silencio con las respiraciones agitadas y las mejillas sonrojadas, sus pupilas aún reflejaban claro deseo, pero ahora, con un poco de su pasión desatada, era más fácil sobrellevarlo.

No supieron por cuánto tiempo estuvieron así, tan solo mirándose y olvidando el resto, pero hubiera sido un rato mucho más largo de lo que fue de no ser por el sonido de la cortina siendo corrida seguido de una leve tos fingida.

Tatiana y Emily se tensaron y dirigieron su mirada hacia donde estaba una tercera persona mirando. Estaban preparadas para dar explicaciones tontas y fingir que estaban haciendo algo más que no sea comerse la boca, pero en cuanto notaron a Christina con una ceja levantada y una sonrisa divertida no hicieron más que soltar un suspiro de alivio. La rubia negó para sí misma a la par que intentaba no reírse ni burlarse de la escena.

— Veo que la blusa te queda bien, darling. Creo que la blanca te favorece más, aunque la amarilla no está nada mal.

Tatiana tardó en hilar qué era lo que estaba pasando, pero en cuanto ató cabos se aclaró la garganta para seguir el juego.

— ¿T-Tú crees? Sigo pensando que el escote no me queda bien.

 — ¡Tonterías! Te queda divino, y los colores realmente te resaltan. Ten —lanzó una prenda que Tatiana atrapó con torpeza—. Eso también te quedará bien, pruébatelo y dime que tal, iré a pagar la ropa que elegí.

Christina miró a Emily y le hizo una seña para que saliera con ella. La pelinegra dio un leve asentimiento y, luego de darle una última mirada y sonrisa a Tatiana, se apresuró para llegar al lado de la rubia, coger su bolsa de libros que en algún momento había acabado en el piso, y abandonar con ella el probador

Una vez estuvo completamente sola, Tatiana se quedó mirando a la nada mientras dejaba que su mente procesara todo lo que acababa de suceder. Sus labios aún estaban ensalivados y palpitantes; podía sentir su cuerpo todavía vibrando y su piel hormigueando justo en el rastro de besos y lamidas de Emily; y el cosquilleo de su intimidad tampoco se había esfumado del todo.

Soltó un tembloroso suspiro y se recostó en la pared, sentía que sus piernas estaban demasiado débiles para sostenerse en ese momento. Se pasó una mano por su desordenado cabello, volviendo al temblar al recordar de manera involuntaria el agarre que hace unos pocos minutos se había acentuado en su nuca. Rememoró todo de nuevo, desde el inicio hasta el final, los toques del primer hasta del último segundo, todos los besos y caricias, el intercambio de miradas y sonrisas.

Y sonrió. Sonrió tanto que pronto sus mejillas estarían en peligro de adormecerse.

Pero no era la única.

Volviendo sobre sus pasos, Emily apenas podía disimular el buen humor con el que había abandonado los probadores. Sus labios y sus manos aún le hormigueaban, la necesidad de seguir tocando la piel bronceada de Tatiana seguía presente en ella, quería seguir besándola y teniéndola en sus brazos. Por un segundo pensó en regresar, pero para cuando miró sobre el hombro su parte racional finalmente estaba haciendo acto de presencia. Soltó un tembloroso suspiro y continuó siguiendo los pasos de Christina.

Trató de volver a su semblante habitual, pues sabía que su rostro, tal y como estaba, podría dar pie a preguntas curiosas. Y no era para menos: una sonrisa de oreja a oreja, las mejillas sonrojadas, el cabello ligeramente desordenado y su respiración agitada; esas eran las características más resaltantes que podrían hacer sospechar a alguien. Sin embargo, por suerte, el único alguien que se encontraba en ese momento era la rubia.

Christina no dejó pasar la oportunidad y lanzó bromas e indirectas a Emily, y a pesar que logró ganarse alguna que otra mirada de odio, no fue capaz de quitar aquella sonrisa tonta en su cara. Rodó los ojos y negó para sí misma con una sonrisa divertida. Sabía que se daría algo por el estilo entre Tatiana y Emily cuando planeó aquello, aunque no esperaba que se diera en esa magnitud.

Abandonaron los probadores y siguieron caminando sin prisa hacia la caja registradora. Christina en ningún momento paró de molestar a Emily, aunque sí cuidaba de ser muy obvia al respecto por si algún oído no deseado se encontraba cerca. En un principio a Emily le dio igual y mantuvo su feliz semblante, pero con cada paso que daba comenzaba a hastiarse cada vez más de la risa de la rubia. Por ello, cuando notó a alguien acercarse a ellas lo agradeció de sobremanera.

— Ahí están ustedes, las buscaba —dijo Camila deteniendo el andar de ambas—. ¿Alguna cree que pueda ayudarme a probarme esto? —levantó un vestido azul pastel— Intenté hace un rato hacerlo por mi cuenta, pero me cuesta subir el cierre de atrás.

Por un momento ni Christina ni Emily dijeron algo, intercambiaron miradas incrédulas y luego volvieron a mirar a Camila, quien las miraba con una expectante sonrisa.

— ¿Y Fernanda?

— Está formada en la caja y ya casi le toca, no le voy a decir que se salga. Y a Tatiana no la veo desde que entró al probador.

— Sí, le llevé un par de cosas más para que se pruebe, ya debe salir.

— Bueno, ¿entonces…?

Ambas ojiazules volvieron a intercambiar miradas. No es como si les resultara incómodo o molesto acompañar a Camila, sino que ambas no estaban seguras de ser, en ese momento, adecuadas para la labor. Por un lado, Emily dudada de que volver a los probadores con su piel aun hormigueando sea buena idea; por el otro, Christina se sentía nerviosa y culpable de ser ella quien ayudara con el vestido, aunque no entendía del todo porque se sentía así. Sin embargo, a pesar de que tenía dudas, ver aquellos ojos de cachorro en Camila hizo que un inconsciente “yo voy” saliera de sus labios.

Dejó a Emily con la ropa que pensaba comprar para que se formara en la caja y luego siguió los pasos de Camila de vuelta a los probadores. El camino estuvo envuelto en una charla trivial que Christina agradeció de sobre manera tener, ayudaba a apaciguar los nervios asentados en su estómago.

En menos de dos minutos ya se encontraban entrando a uno de los probadores libres. Camila entró primero mientras que Christina le pisaba los talones. La rubia se dio media vuelta para cerrar la cortina, y aprovechar para soltar un largo suspiro, y luego volvió su vista al frente. Sin embargo, no tardó en desviar la mirada completamente avergonzada y con un leve sonrojo.

— Oh, wow, sorry —susurró evitando que sus ojos vean el cuerpo semidesnudo de Camila frente a ella.

— ¿Eh? —paró de subirse el vestido y volteó para mirar a la rubia, notándola con la mirada fija en la pared y un rubor en sus mejillas. La miró con incredulidad unos segundos antes de que una sonrisa divertida se formara en su rostro— Vaya, no me esperaba que seas alguien que se avergonzara fácilmente.

Shut up, solo vístete.

Soltó una leve risa y luego volvió a seguir poniéndose la prenda. A diferencia de Chris, Camila se encontraba lo suficientemente cómoda que hasta incluso comenzó a tararear una canción que había escuchado esa mañana. Terminó de acomodarse el vestido y buscó el cierre en la parte trasera, subiéndolo hasta donde se lo permitió su elasticidad.

— Ahora sí, ¿podrías terminar de subirlo, por fa?

No respondió. Volvió a mirar a Camila y, un poco más calmada al verla con más ropa, se acercó a ella y posó sus manos en el cierre, subiéndolo lento y sin problema. Aunque le costó un segundo de más alejar sus manos del cuerpo de su amiga y darle el espacio necesario para que se mire en el espejo del probador.

— ¿Qué opinas? —preguntó mientras ella misma se examinaba.

Aun con cierta timidez, Christina despegó su mirada del piso y la posó en la ojicafé. Miró de pies a cabeza a Camila, dejó que sus ojos la recorrieran un par de veces antes de que sus labios se curvaran en una sonrisa.

Demoró un rato en responder, pero no por una mala razón: Estaba tan distraída e inesperadamente cautivada por la vista frente a ella que tardó en encontrar y acomodar las palabras que tenía en su cabeza.

— Te queda genial, te ves…realmente linda.

Camila dejó de alisarse la parte delantera y buscó la azul mirada de Christina, regalándole una amplia sonrisa que logró hacer saltar el corazón de la rubia.

Thank you —volvió a darse un par de miradas en el espejo y asintió complacida—. Sí, me gusta también, creo que lo compraré.

Volvió a pedirle a Christina ayuda con el cierre para quitarse el vestido, volviendo a avergonzarla, esta vez mucho más porque prácticamente le había pedido ayuda para desvestirse. A pesar de que a Camila le daba igual, la rubia esta vez esperó afuera a que terminara de ponerse su uniforme.

Abandonaron los probadores y se dirigieron hacia la caja donde se encontraron con las demás. Por suerte, Emily ya solo estaba a un turno de que le toque, por lo que no demoraron en pagar la ropa que habían comprado. Una vez que ya cada una estuvo con su propia bolsa de compras, se dirigieron a la salida del centro comercial para dirigirse, ahora sí, cada una a su respectivo hogar.

Al igual que en la venida, Christina se ofreció para llevar a cada una a su casa. Fernanda, Camila y Tatiana no demoraron en aceptar, pues un aventón nunca venía mal; sin embargo, Emily declinó la propuesta diciendo que Michael, el chofer de su familia, se encontraba ya esperando por ella. Y, dado que más temprano ella ya había guardado sus cosas en su propio vehículo, Emily tan solo se despidió con una leve sonrisa de todas y marchó para el lado contrario.

Hubo un par de comentarios, sobre todo de Fernanda y Camila, acerca de cómo Emily había llegado a ser cada vez más expresivas con ellas con el tiempo, también acerca de cómo habían extrañado aquellas salidas ocasionales entre ellas. Christina participó un poco en la conversación, aunque su atención estaba mayormente puesta en Tatiana y el cómo tenía la mirada aún puesta en el sendero por el que Emily se había ido. Se veía un poco triste y desilusionada, Chris se hacía una del porqué tenía aquella expresión en su rostro.

Luego de unos minutos William estacionó frente a las chicas y emprendió el viaje a cada uno de sus respectivos hogares. Dejaron primero a Fernanda, luego a Camila y, finalmente, a Tatiana. La ojimiel dudó un poco antes de abandonar el vehículo, pero al cabo de un minuto se despidió con un gesto de manos y bajó del carro.

Christina se recostó en el asiento del copiloto y soltó un sonoro suspiro. Había sido un largo día, pero sin duda lo había disfrutado, y esperaba que haya sido lo mismo para las demás. Esperó a que Tatiana entrara en el edificio para recién partir hacia su casa.

Aprovechando que el asiento trasero estaba libre, Chris tomó sus bolsas de compras y las acomodó atrás; pero, cuando levantó la vista, notó un par de sobres encima del cuero del asiento. Con duda y curiosidad, tomó ambos sobres de papel y los llevó consigo para examinarlos, aunque no demoró mucho en saber de que se trataba: la letra de Tatiana en la esquina de cada uno le dejaba en claro lo qué era.

Sonrió enternecida y, luego de acomodarse en el asiento, se hizo un recordatorio mental para darle a Emily el sobre que llevaba su nombre.

Mientras tanto, en otro lado de la ciudad, más específicamente en un lujoso apartamento de una zona residencial, un chico rubio y de ojos color oliva se encontraba con la mirada fija en su computadora. Tenía puestos unos grandes auriculares y una toalla alrededor de sus hombros. Tecleaba y clickeaba con rapidez y total concentración, luego se quedaba en completo silencio durante unos minutos y nuevamente, con frustración en su rostro, repetía el proceso.

A pesar de que buscaba escuchar el mínimo ruido, la grabación del micrófono inalámbrico apenas y podía distinguir algunas voces en cierto lapso de tiempo. Chasqueó la lengua con irritación. Cogió su celular y dejó un mensaje más a Tatiana, sumando ahora más de 25 mensajes y tres llamadas perdidas que no habían sido ni vistas. Esperó un poco a que esta vez el visto azul apareciera en el chat, pero luego de dos minutos volvió a tirar su celular a su cama al no obtener respuesta.

Golpeó ansiosamente su pie contra el piso y mordisqueó la punta de su pulgar derecho. Examinaba toda la situación y emulaba en su cabeza cada escenario que se le ocurría que pudo haber pasado en esos minutos en que la grabación apenas y captó algo de ruido. Las dudas comenzaron a llenar su cabeza a la par que un montón de sentimientos comenzaban a surgir en su pecho. El primero que identificó fue el miedo, miedo a ser atrapado en lo que había hecho y, por ende, juzgado y rechazado; luego reconoció el enojo, y este era mucho más fuerte. Enojo por haber sido desobedecido, enojo por haber cometido un error al haberle permitido ir, enojo por sentirse desafiado y no ser tomado en serio.

Se recostó en su silla y soltó un largo suspiro. Volvió a mirar la pantalla su ordenador con irritación. Quería golpearla, pero sabía que aquello solo le traería más gritadas de su padre, y suficiente tenía con sus miradas decepcionadas y sus comentarios comparándolo con sus hermanos. Se acercó nuevamente y cerró la aplicación de la grabación; en su lugar, fue a su carpeta de archivos y, luego de hacer una larga selección y poner algunas claves, dio con la foto que había tomado hace un tiempo. Al verla, la sonrisa socarrona y cínica retornó a su rostro.

— ¿Crees que puedes retarme y tomarme como un imbécil? —abrió el navegador e ingresó a un correo anónimo—¿Crees que puedes ignorarme y pasar de mí? Pues bien —cargó la fotografía y escribió un montón de destinatarios—, esto pasa cuando no me tomas en serio, perra.

Tomó el mouse y posó el cursor en el botón de enviar, pero cuando estuvo a un segundo de darle click la puerta de su cuarto se abrió de golpe asustándolo de sobremanera y obligándolo a alejar su atención de su computadora para posarla en la persona que había irrumpido en su cuarto. Por un momento pensó en mandar al diablo a la otra persona, pero en cuanto notó a su progenitor con una severa mirada toda intención de pelea fue reemplazada por un aura sumisa y temerosa.

— Papá, ¿qué pasa?

— Necesitamos hablar, Ryan —el hombre se alisó el traje, hace poco había llegado de una reunión de trabajo—. Puede que finalmente seas capaz de cooperar para la prosperidad de la empresa familiar.

Ryan lo miró con duda y totalmente desconcertado. Era la primera vez que su padre tenía la iniciativa de incluirlo en algo relacionado a la empresa, pues de que notó que no resaltaba en matemáticas ni que tenía buena relación con la gramática, su padre dio por sentado que él no sería útil para el negocio. Al menos no como sus hermanos, quienes eran unos eruditos de nacimiento.

El rubio esperó que su padre prosiguiera y le explicara la situación, pero lo único que obtuvo fue un gesto de cabeza para que se dirigiera a la sala. Luego de eso, su padre se retiró y lo dejó nuevamente solo.

Con su corazón más calmado y su mente más confundida, Ryan cerró lo que estaba haciendo y apagó la computadora para dirigirse con prisa hacia la sala principal. Dejar esperando a su padre nunca era buena idea.

 

 

Notas finales:

Que rápido se ha pasado el año. No ha sido el mejor año de todos, pero siempre es bueno rescatar las cosas positivas que nos pasaron. Por ejemplo, yo me siento feliz de haber retomado esta historia y haber sido constante con las actualizaciones. Y sí, puede que no hayan sido las más rápidas del oeste, pero, hey, de por sí tener constancia en algo es difícil.

Gracias a todos por su apoyo este año, por estar pendientes de las actualizaciones, comentar los capítulos, responder y reaccionar en mi twitter. Sé que parecen cosas pequeñas, pero para mí significan mucho, de verdad gracias<3

Espero que todos pasen un feliz Año Nuevo, que puedan celebrarlo con las personas que quieren (siempre cuidándose y festejando con consciencia) y que el año que viene esté lleno de buenas vibras para todos.

Ya nos estamos leyendo otra vez en estos días con el especial de Navidad e-e

Los loveo mucho, gracias por todo<3 


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