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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Ahora ustedes dirán: Parepi, después de tanto sin actualizar, ¿y lo primero que publicas es un especial? ¿Por qué?

Y yo responderé: Porque quiero y porque puedo, no me interesa que sea abril y que ya hayan pasado cuatro meses desde Navidad Bl

 

Espero les guste uu

Era diciembre. El último mes del año, los últimos 31 días de los 365, una de las épocas más festivas y esperadas por la mayoría.

Y es que, en diciembre, tanto la Navidad como la bienvenida al nuevo año eran fechas que, en la mayoría de los hogares, se esperaban con ansias, sobre todo en aquellas casas con pequeños correteando de un lado a otro. Y no necesariamente se tenía que ser parte de alguna religión para disfrutar de las celebraciones, tan solo tomar la oportunidad para pasarla con los seres queridos, ya sean familiares o amigos, era más que razón suficiente.

No obstante, existen ocasiones en que las personas no tienen ánimo de celebrar, ya sea porque se dieron circunstancias con las que no se está del todo contentas o porque no tienen una motivación intrínseca para hacerlo, y es completamente válido.

A veces, uno simplemente no tiene entusiasmo para algunas cosas, ¿cierto?

Por aquellas fechas, ese era comúnmente el caso de dos adolescentes: Tatiana y Emily. Si bien hubo un momento en sus vidas en que disfrutaban de aquellas celebraciones como la mayoría de infantes, con el tiempo y los acontecimientos que se dieron en sus vidas aquella magia y emoción fue apagándose con el tiempo.

No obstante, parecía que ese año las cosas se darían de manera distinta, pues no solo estaban juntas, sino que su grupo de amigos había planeado un intercambio de regalos para el día 23. Pensaban hacerlo el mismo 24, pero algunos estarían ocupados ayudando en las preparaciones para la cena de medianoche, y el 25 sería el mismo caso, pero ayudando a ordenar el desastre del día anterior. Por ello, el día 23 fue seleccionado como el día del intercambio.

Se habían organizado con dos semanas de anticipación: Era la primera vez que realizaban un intercambio de regalos y querían que saliera de lo mejor. Se pusieron de acuerdo en su chat grupal, realizaron un sorteo virtual, armaron una lista de deseos y decidieron que llevarían algo cada uno al intercambio para compartir. De esta manera, para cuando llegó el día, solo restaba ordenar lo que cada uno había traído y dejar los regalos bajo el árbol para cuando sea hora del intercambio.

Como se había hecho costumbre, la reunión se hizo en la casa de Christina. La rubia no tuvo ningún problema en ello, tampoco lo tuvieron sus padres cuando pidió permiso. Aunque si dio una extraña condición para que todos fueran admitidos en su morada, una que nadie esperaba y que causó tanto confusión como diversión en el resto del grupo.

— ¿Por qué tengo que ponerme un suéter navideño que solo usaría mi abuelo de 88 años luego de ser obligado por mi abuela porque sino, no le servía la cena?

— No te quejes —gruñó Marcelo—, al menos tu suéter es sobre un árbol de Navidad nevado, el mío es de Rodolfo el reno con la nariz fosforescente. ¿Sabes cuántos voltearon a verme cuando salí de mi casa?

— Nunca pensé usar el suéter que me regalaron unos amigos por coña en España por Navidad —Joseph bajó la mirada y miró el gran muñeco de nieve con gorrita que traía estampado—, esto es una desgracia.

— Ustedes pueden renegar lo que quieran, pero nada supera esta cosa con luces —dijo Fernanda señalando su suéter del trineo de Santa Claus que tenía luces led parpadeando en el contorno del dibujo— ¡Con! ¡Luces! ¿¡Sabes cuánto se rio mi hermana menor cuando comencé a brillar en medio de la sala junto al árbol de Navidad cuando apagaron las luces!?

Los tres chicos se quedaron en silencio admirando como las luces del suéter de Fernanda se prendían y apagaban. Intercambiaron una larga mirada entre ellos y asintieron de acuerdo.

— Sí, el tuyo es peor —dijeron al unísono. Fernanda resopló por lo bajo y giró los ojos sin ánimos de responder, no había nada que objetar ante aquella verdad.

La puerta ante ellos finalmente se abrió y se asomó una radiante Christina vistiendo un gran suéter de galletas de jengibre junto a un árbol de Navidad, además de llevar puesto un gorro Navideño. Los chicos esperaron que la rubia se hiciera a un lado para dejarlos pasar, pero ésta se quedó en su sitio con un semblante serio y examinando a cada uno de pies a cabeza. Se notaba que Christina estaba haciendo todo lo posible por no echarse a reír, pero en cuanto vio las luces en el suéter de Fernanda soltó la gran carcajada que llevaba aguantando hace rato.

— Sí, ríete todo lo que quieras, no me queda dignidad luego de haber venido en el transporte público con esto.

— Oh, man, this is amazing —dijo entre risas—. Todos tienen su suéter Navideño, tomen un gorrito de la entrada y siéntanse libres de entrar en mi morada.

Los cuatro entraron, tomaron uno de los gorritos de Santa Claus sobre la mesa para cada uno y caminaron hasta llegar a la sala principal. Allí, sentados en uno de los sillones, se encontraban Tatiana, Emily y Antonio viendo sin real interés una película aleatoria. La ojimiel llevaba un suéter de un pequeño arbolito navideño y un montón de regalos escarchados, la ojiazul traía un suéter de una casa de jengibre adornada con luces navideñas, y el chico llevaba un suéter de un Santa Claus con dos renos bailando a cada lado. Los tres, al igual que el resto de los invitados, llevaban cara de “¿por qué mierda estoy usando esto?” en sus rostros. Sin embargo, al notar el suéter de los demás, y sobre todo del de Fernanda, no pudieron evitar sentirse un poco mejor con lo que llevaban puesto.

Luego de un muy breve debate sobre el suéter más ridículo y una victoria magistral por parte de Fernanda, los recién llegados acomodaron sus regalos debajo del gran árbol que estaba en una esquina de la sala y dejaron los bocaditos que cada uno había traído en la mesa.

— ¿Y Camila? —preguntó Marcelo— Pensé que ya había llegado.

— Ya llegó, solo fue un rato a la cocina para ver las empanadas de pye de manzana.

— ¿Está cocinando aquí?

— Algo así. Me preguntó si podía hornearlo aquí para que sepa mejor, le dije que sí y entonces solo trajo ya la masa hecha.

Como si hubiera escuchado su nombre, pronto Camila apareció por el umbral de la puerta de la esquina vistiendo un delantal que tenía algunas cuantas manchas de harina. Saludó a todos con una sonrisa, pero se quedó observando fijamente a Fernanda por unos segundos antes de sonreír divertida.

— Y pensé que el mío era malo.

— Sí, solo ríete, a partir de mañana volveré a buscar mi dignidad.

Todos soltaron una sonora risa mientras que Fernanda solo se cruzaba de brazos y suspiraba resignada.

—Sigues con el delantal, Cami —dijo Christina divertida. La ojicafé bajó la vista y volvió a la cocina, saliendo luego de cinco segundos sin la prenda. Tenía un suéter de dos tazas de chocolate caliente con pequeños regalos alrededor y copos de nieve cayendo.

Se envolvieron en una amena charla hasta que decidieron acomodar finalmente los bocaditos que cada uno había traído en platos. De esta forma, terminaron con recipientes llenos de galletas, caramelos de dulce de leche, papitas y las empanadas de pye de manzana. De igual manera, se sirvieron gaseosa en unos vasos de plástico. Sin embargo, dada la ocasión, habían decidido comprar unas tres botellas de alcohol: dos de vodka y una de ron, y tal vez más tarde se animen a tomar un poco de vino.

Hicieron las mezclas respectivas de cada trago, cuidando de que no sea tan fuerte para que ninguno de los presentes sea noqueado tan rápido. Y, una vez que todos estuvieron satisfechos con el resultado y cada uno tenía su propio vaso, procedieron a dar inicio a su primer intercambio navideño de regalos.

Decidieron empezar dando los regalos solo por si, más tarde, estuvieran demasiados intoxicados para hacerlo de manera decente. Y, para hacerlo más ameno, cada uno tenía que describir a su amigo secreto mientras que el resto trataba de adivinar de quién se trataba, y si nadie adivinada, todos tomaban un sorbo de su vaso. Aunque nadie llegó a perder.

De esta manera, Marcelo le regaló a Tatiana un par de cuerdas de guitarra y una pluma; Tatiana le regaló a Camila un esponjoso y adorable peluche de gato; Camila le regaló a Antonio un elegante tomatodo; Antonio le regaló a Joseph una sudadera gris; Joseph le regaló a David un par de muñequeras y un par de pesas; David le regaló a Emily un par de libros de misterio; Emily le regaló a Christina un collar junto a su juego de aretes; Christina le regaló a Fernanda unas nuevas zapatillas deportivas; y Fernanda le regaló a Marcelo un videojuego para play.

Dado que habían hecho previamente una lista con opciones de regalo para cada uno, todos recibieron algo que querían. Aunque de igual forma hubo algunos que sufrieron a la hora de comprar el regalo. Emily, por ejemplo, además de sentirse exasperada por tener que regalarle a aquella pesada rubia, se sentía insegura acerca del modelo de accesorio que más le agradaría a Christina. También David había sufrido a la hora de elegir el regalo de Emily, pues, cada que veía un título, algo le decía que muy probablemente ya se encontraba en la colección de la ojiazul.

Una vez que todos tuvieron su regalo, empezaron, ahora sí, a tomar y comer todo lo que habían llevado. Claro que no lo hicieron así sin más, sino que hubo algunos juegos de por medio. Empezaron la tarde probando una baraja de cartas con un montón de retos, preguntas y minijuegos, algo que Christina había comprado por internet y que estaba deseosa por probar.

Desde el típico juego de un limón, medio limón y yo nunca; hasta el juego de pasar una carta de boca en boca. El castigo para quien perdiera era, obviamente, un buen trago de alcohol. Y es así que entre juegos, risas y bromas el tiempo se les pasó volando y la noche cayó sobre ellos.

Ninguno se encontraba realmente ebrio, aunque todos sí que estaban un poco picados. Tal vez a quien más se le notaba era a Emily, quien no estaba para nada acostumbrada al consumo de alcohol. Le secundaban David y Fernanda, aunque ellos de por sí ya eran bastante revoltosos, por lo que no podían decir si estaban embriagados o solo eran ellos mismos. Antonio y Marcelo reían y hacían bromas sin parar, poniéndose a cantar de tanto en tanto; Camila de vez en cuando se les unía junto a Christina. Sorprendentemente, Tatiana era la más lúcida de todos junto con Joseph, quien solo se reía de las tonterías de los demás.

— ¡Vamos a cantar villancicos! —exclamó Christina tomando el control del televisor— Así que voy a quitar esta shit y poner buena música.

— ¡No! ¡Déjame cantar el coro!

No!

¡Pero es Don Omar con Aventura! ¡No puedo fallarles y saltarme su coro!

I don’t give me a fuck. En esta casa, durante diciembre, es más importante el espíritu navideño que el poder reguetonero.

Y era cierto. La casa de Christina estaba llena de adornos navideños donde sea que miraras. Desde los espejos y las puertas, hasta la mesa y las sillas. Todo tenía un toque festivo. Y es que la familia Medran, además de ser unida, adoraba celebrar aquellas fechas festivas, por lo que a veces podían exageran un poquito con la decoración.

Christina forcejeó con Fernanda por el control de la televisión mientras que los demás solo reían divertidos. No fue hasta que Camila intervino para separarlas en que se llegó a un acuerdo mutuo de poner villancicos luego de que terminara la canción que estaba sonando.

Una hora entera se la pasaron tan solo escuchando villancicos. Primero los escucharon en español, luego Christina los buscó en inglés, y luego Joseph puso algunos clásicos en español España. Para cuando terminó de sonar el último villancico, los estragos del alcohol se encontraban ya más presentes en la mayoría, sumándose ahora Joseph a este grupo y dejando a Tatiana como la más lúcida.

Tal vez esto se debió a que, luego de acabar con el trago que habían comprado, decidieron tomar dos vinos más que la Christina sacó de la licorería de sus padres –se aseguró de pedir permiso con antelación, así que no se metería en problemas–. Entonces, mezclar vodka, ron y vino la misma noche puede que no haya sido la mejor idea.

Tatiana observaba y se reía de las tonterías de sus amigos, sintiéndose un poco rara por no estar ella en el mismo estado que ellos. Miró su vaso de vino que aún se encontraba medio lleno. No es que no haya tomado, pero presentía que no había caído debido a que se estaba dando pausas entre tragos y, entre bebida y bebida, tomaba un poco del agua que llevaba en su mochila. ¿O habían sido esas almendras que había comido temprano? ¿Si quiera era cierto el truco de las almendras?

Dejó esa duda existencial para más tarde, pues comenzó a sentir a Emily, quien dormitaba un poco sobre su hombro, comenzar a moverse. Se inclinó levemente, cuidando de no moverse mucho, para poder mirar más de cerca el rostro de la ojiazul. Emily se acurrucó un poco más en Tatiana, parecía que pensaba seguir durmiendo un poco más, pero pronto llevó una mano a su rostro a la par que comenzaba a abrir levemente los párpados.

— Hey, ¿cómo estás? —no recibió respuesta, solo un leve gruñido por lo bajo que le hizo reír. Emily se enderezó y miró a su alrededor un poco desorientada por unos segundos hasta que reconoció el lugar donde se encontraba.

— Entonces el intercambio con horribles suéteres no fue un sueño.

— No, bienvenida a la realidad.

Quiso responder, pero en cuánto trato de hacerlo sintió un pequeño mareo y un ligero punzón en su cabeza. Se inclinó hacia adelante y escondió su rostro entre sus palmas, buscando aliviarse un poco privándose de la luz y del sonido de afuera. Tatiana no tardó en inclinarse con ella y darle palmadas en su espalda en son de consuelo; estaba preocupada, sí, pero comprendía el que pasara eso. Emily no solía tomar y mucho menos emborracharse, por lo que era de esperarse que, en cuanto sobrepasara su bajo límite, no le sentara del todo bien.

— Deberías descansar un poco más, solo ha pasado media hora.

— No, estoy bien —y, como buena borracha, no admitiría que estaba mal—. Solo necesito algo de agua.

Sin ganas de contradecir, Tatiana solo atinó a alcanzarle la botella de agua de la cual ella estuvo bebiendo toda la noche. Emily no tardó en darle un buen trago y, sin bien la frescura le sentó de maravilla para apaciguar el amargo sabor de su boca, no era un bálsamo milagroso que la ayudaría a estar sobria al instante.

— Mojarte la cara también ayudará a que te despejes. O bueno, a mí siempre me ayuda.

En un principio Emily se mostró reacia a seguir el consejo alegando que se encontraba bien y; sin embargo, luego de un buen rato de sentir su cabeza dando vueltas no le quedó de otra mas que hacer caso. Se levantó del sillón con ayuda de Tatiana y, luego de que ésta le avisara a Christina a donde irían, fue llevada de la mano a uno de los baños cerca de la sala principal.

Por suerte el baño era bastante grande, por lo que ambas entraron y se acomodaron sin problemas. Emily se apoyó en el lavado y comenzó a lavarse la cara con agua fría mientras que Tatiana se dedicaba a darle suaves palmaditas en la espalda. Le alcanzó luego una toalla y dejó que la frescura del agua hiciera un poco de su trabajo.

— ¿Mejor?

— Supongo —contestó luego de unos segundos. Se dio la vuelta y se apoyó en el lavado, pasándose una mano por su inusual cabello desordenado—. Me siento pesada…y cansada…y con sed.

Tatiana soltó una leve risa, enternecida por ver aquella faceta de Emily que solo había visto en ocasiones muy raras y especiales. Por lo general, los roles eran al revés: Tatiana quien estaba mareada y Emily ayudándola a despejarse. Sin poder resistirlo, se acercó a ella y besó su mejilla, sobresaltando un poco a su novia.

— ¿Y eso?

— Oh, tu sabes, ese suéter te queda muy sexy.

Emily resopló por lo bajo a la par que negaba con una suave sonrisa. Levantó el rostro y fijó sus azules ojos en los de Tatiana, quien también tenía toda su atención puesta en ella. Se quedaron mirando con una juguetona sonrisa y un coqueto brillo en sus ojos.

— Entonces acércate para verlo mejor.

Agudizó su mirada y ensanchó su sonrisa. Entonces, con lentitud, Tatiana acercó su rostro al de Emily, posándose lo suficientemente cerca para intercambiar alientos y hablar entre susurros. Posó sus mieles en Emily y rozó sus labios con los de ella, pero sin terminar de sellar aquel beso que, estaba segura, la ojiazul deseaba. Solo roce tras roce sin llegar a nada más, provocándola e instándola a que sea ella quien cierre la distancia.

Y funcionó.

Emily suspiró exasperada y, sin poder aguantarlo más, sujetó la nuca de Tatiana con una mano mientras que, con la otra, agarraba el cuello de aquel espantoso suéter. Tal vez era el alcohol en su sangre o las ganas de besar aquellos labios, pero su paciencia era menos que de costumbre.

— No estoy para juegos, Vernacci.

A Tatiana no le dio tiempo ni de resoplar divertida antes de que Emily presionara sus bocas juntas en un ansioso beso, y entonces ya no pudo pensar en nada más. Llevó sus manos a la cintura de Emily, palpando con ligera fuerza y posesividad la zona mientras la ceñía más cerca de su cuerpo. Pudo escuchar un bajo gruñido de aprobación de parte de Emily ante la cercanía, algo que la hizo sonreír por lo bajo.

De igual manera, Emily no dejó sus manos quietas. Afianzó el agarre en la parte posterior del cuello de Tatiana; soltó el suéter navideño y, en su lugar, enredó sus dedos en el castaño cabello de Tatiana, volviéndolo un desorden en cuestión de segundos.

No pasó mucho para que su beso subiera de nivel, volviéndose cada vez más y más acalorado. Sus lenguas se buscaban y sus cuerpos se presionaban en busca de más sensaciones. Emily no supo en qué momento pasó, pero agradeció cuando sintió la puerta a sus espaldas, pues realmente necesitaba algo de lo que apoyarse. No sabía si era por la magnitud del beso o los tragos que había tomado, pero sus piernas comenzaban a sentirse débiles; por ello, no opuso resistencia cuando Tatiana tomó sus muslos y, con un firme agarre, le hizo envolver las piernas alrededor de su cadera.

Si bien hace años no estaba encantada con las clases de artes marciales y de autodefensa, Tatiana agradeció el haber formado cierta masa y fuerza muscular, de esa forma estaba segura de que podía sostener a Emily y dejar vagar levemente a sus manos sin el temor de caer. Agarró con firmeza el trasero de la ojiazul, sacándole un ahogado gemido ante la presión del toque y el roce de sus entrepiernas. Aprovechando el instante que se separaron para recuperar el aire, Tatiana se dirigió hambrienta a la pálida piel del cuello de Emily, quien le facilitó el acceso echando su cabeza hacia atrás. La ojimiel primero pasó su lengua, saboreando la exquisitez de aquella piel, luego su boca procedió a besar y morder sin reparo.

Emily estaba haciendo un esfuerzo descomunal para no dejar escapar gemidos demasiado fuertes que delataran lo que estaban haciendo; sin embargo, no era un trabajo para nada fácil. Sus cuerpos meciéndose en un vaivén sincronizado, el firme agarre en su trasero y la boca de Tatiana devorando su cuello hacía la tarea de mantenerse callada un verdadero desafío. Uno que estuvo a punto de perder cuando sintió un apretón en su seno derecho de no ser porque Tatiana volvió a subir hasta sus labios para callar el gemido con un fogoso beso.

En este punto ambas ya se encontraban completamente excitadas, sonrojadas y mojadas. Podían sentir la urgencia en ellas de llevar aquello hasta el final, de calmar la necesidad de sus entrepiernas que clamaban por ser atendidas, de satisfacer el anhelo de sus cuerpos de rozar piel con piel.

Nunca lo habían hecho en un baño, pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Se separaron un momento para recuperar algo de aire, pero solo se alejaron lo suficiente para volver a respirar. Sus labios seguían manteniendo un leve roce y sus alientos, ahora tórridos, aún se intercambiaban. Sus miradas permanecieron fijas en la otra, sin perder de vista ni por un segundo el brillo reflejado en sus pupilas. Conversaron solo con sus ojos, tal y como solían hacerlo en esos momentos de intimidad, y, luego de un par de segundos, tanto Emily como Tatiana sonrieron, una pizca de travesura y complicidad en sus rostros.

Con lentitud, Emily deslizó sus manos por el suéter, contorneando el cuerpo de Tatiana, hasta llegar al dobladillo y, sin pensarlo dos veces, las metió por debajo de éste, yendo directamente a por la piel del abdomen. Entonces, volvió a deslizar sus manos, pero esta vez hacia arriba, llevando consigo la ropa que, a esas alturas, resultaba más que molesta. Tatiana no se quedó atrás y, aguantando el escalofrío que le causaba las yemas de los dedos de Emily en su piel, tomó el dobladillo del suéter y comenzó a levantarlo.

Sus corazones latían con fuerza deseosos de vivir aquella fogosa experiencia.

Darling? Emily? ¿Todo bien? Llevan un buen rato ahí.

Se congelaron en sus posiciones deteniendo al instante el recorrido de sus manos en el cuerpo de la otra, incluso hasta aguantaron la respiración de manera inconsciente. Se quedaron mirando dubitativas acerca de qué hacer ahora, pues lo único que se les venía a la cabeza era una vaga sensación de déjà vu.

— ¿Están ahí? —Christina volvió a golpear con insistencia— Please, díganme que mi baño sigue siendo puro.

La cara de ambas se sonrojó hasta las orejas.

— E-Estamos bien, idiota. Es solo que Emily no se sentía bien, ella —pensó lo más rápido que pudo en alguna excusa—… ¡Ella está con ganas de vomitar!

Tatiana sintió la mirada asesina de Emily e hizo todo lo que pudo por ignorarla, pero estando a menos de 5 cm era algo difícil de hacer.

What? ¿Estaba tan mal? —preguntó con clara diversión— Necesito ver eso, déjame entrar.

— ¡Un rato!

Cuidando de no hacer tanto ruido, volvieron a ponerse en una posición decente estando ambas de pie y se arreglaron la ropa y el cabello lo más rápido que pudieron. Luego, Tatiana le hizo señas a Emily para que se arrodillara frente al inodoro, pues eso acreditaría su historia; sin embargo, luego de una clara negativa y ojos asesinos, tan solo hizo que se acomodara sobre el lavado y agachara la cabeza.

Todo eso en menos de minuto y medio, era un nuevo récord personal.

— Hasta que al fin —Christina ingresó al baño con los brazos cruzados y luciendo escéptica ante la situación. Dio un rápido chequeo al lugar y luego examinó a sus dos amigas. Por un momento su expresión no reflejaba nada, pero al cabo de unos segundos una divertida sonrisa se asomó en su rostro— Entonces, mareada, right?

 — Sí, bueno, tú sabes, no está acostumbrada a tomar.

— Ajá —intercaló la mirada entre ambas y, luego de reír por lo bajo, volvió a dirigirse a la puerta— Saben, hay lugares más cómodos que el baño para que…descansen. Arriba hay un par de habitaciones para invitados completamente vacías.

— Ah, eso…

— No será necesario —cortó Emily finalmente alzando la mirada tratando de lucir maread, aunque no tenía que esforzarse mucho, sí estaba mareada, al fin y al cabo—. Ya vienen por mí, dejaré de paso a Tatiana en el camino.

— ¿Seguras? Pueden quedarse si quieren.

— Estaremos bien.

Well —se encogió de hombros—. Entonces, ¿vamos a la sala con los demás por mientras? Acabo de servir una enorme jarra con agua para que todos tomen y se despejen.

— Sí, eso vendría de maravilla.

Las tres chicas caminaron hasta donde estaban los demás. Claro que todo el trayecto ni Emily ni Tatiana se salvaron de las discretas bromas ni de las indirectas de Christina sobre lo que había acontecido en el baño. La rubia lo sabía, era un hecho, pero aun así ninguna admitiría que estuvieron a punto de tener sexo en un baño de casa ajena.

En la sala todos los demás aún estaban haciendo un alboroto, pero nada comparado al bullicio de antes. David y Fernanda se encontraban más tranquilos, ambos cantando sentados las canciones que sonaban; Antonio revisaba su celular mientras que Marcelo dormitaba a su lado; y Camila y Joseph compartían una amena charla acerca de platillos españoles.

Con el ambiente más calmado, se dedicaron a hablar de trivialidades mientras terminaban la comida que quedaba y tomaban agua el resto de la reunión. Poco a poco, uno a uno fue retirándose ya a sus respectivos hogares. Y, tal y como había dicho Emily, no tardaron en pasar por ella, siendo la primera, junto a Tatiana, en retirarse. Se despidieron de todos con y abandonaron el lugar, no sin antes negarse una última vez a la invitación de Christina acerca de quedarse a pasar la noche.

A Tatiana, de hecho, no se le hacía mala idea. Tanto la habitación de Christina como la de los invitados era lo suficientemente grande y espaciosa para que ambas descansen sin problemas; sin embargo, Emily parecía decidida en no quedarse ni dejar que se quede. Sabía que Emily no era la mejor en lo que situaciones sociales se refiere, por lo que comprendía en algo su negativa; sin embargo, algo le decía que eso no era todo. Por ello, mientras ambas cruzaban el patio hasta el auto de Emily, no dudó en preguntar.

— ¿Por qué no nos quedamos? Será divertido hacer pijamada.

Emily no contestó al instante, meditó unos instantes su respuesta. Giró su cabeza y, con una juguetona sonrisa, se acercó al oído de Tatiana.

— Porque aquí ni tú ni yo podremos gritar tanto como queramos.

Una descarga eléctrica recorrió la columna de Tatiana y pronto sintió toda su excitación de hace 20 minutos volver a ella. Tragó grueso, nuevamente hambrienta y anhelante por la mujer parada a su lado, y asintió torpemente.

Ambas apuraron su paso y, una vez dentro del vehículo, Emily fijó el departamento de la ojimiel como su destino.

Mientras tanto, en la casa de Christina, Fernanda fue la última en retirarse de la reunión junto a David. Christina no pudo reprimir una risa cuando, al abandonar la casa, el suéter de Fernanda alumbraba el camino en la oscura noche. Sabía que aquella imagen lograría sacarle una sonrisa incluso dentro de 20 años.

Al volver dentro ayudó a ordenar el desorden que habían hecho en la sala a su ama de llaves, a pesar de que ésta insistía en que vaya a descansar. Recogió los platos, botó algunos envoltorios y alisó sus sillones; luego cogió su regalo, se despidió de su ama de llaves y se dirigió a su cuarto.

Estaba feliz, el intercambio de regalos salió mejor de lo planeado y pasó un buen momento junto a todos, aunque su corazón aún latía nervioso. Soltó un suspiro para tratar de calmarse y no pudo evitar notar aquella planta que había colgado en diferentes pasillos del segundo piso con la esperanza de que Tatiana y Emily pasaron debajo de alguna y así poder molestarlas un poco.

— Será mejor los saque pronto o tendré a mis padres besándose todo el rato, y no quiero ver eso.

— ¿No quieres ver qué?

Christina saltó del susto y dejó escapar un pequeño grito, su corazón solo pudo calmarse en cuanto reconoció aquellos ojos color café mirándola con diversión.

God. Tú en serio vas a matarme un día de estos, ¿has sido ninja en tu vida a pasada o qué?

— Ni idea, pero sería genial si fuera así.

— Te bañaste rápido.

— Es la costumbre —le restó importancia—. Gracias por prestarme tu baño, luego de usar la cocina una ducha viene genial.

Your welcome. So, ¿querías algo? ¿O por qué saliste?

— Solo te buscaba. Entonces, ¿qué era lo que no querías ver?

Well…—volvió a dirigir su mirada hacia el muérdago que colgaba del techo, Camila siguió su mirada y entonces comprendió un poco mejor lo que pasaba.

— ¿Muérdago? —la rubia asintió— Y supongo que no quieres darles una excusa a tus padres para estarse besando todo el tiempo, ¿cierto? —Chris volvió a asentir y Camila no pudo evitar reír.

— No es divertido.

— Para ti —volvió a reír y Christina rodó los ojos—. Pero es tierno, ¿no crees?

What?

Que tus padres sigan con esa vieja tradición, ya no muchos lo hacen, ni siquiera cuelgan un muérdago.

— No creo que lo hagan tanto por la tradición.

— Es una posibilidad, pero eso no le quita créditos —una suave sonrisa se extendió por su rostro mientras dirigía su mirada a la planta—. Besarse bajo un muérdago y que su amor sea bendecido, ¿no crees que es romántico?

No obtuvo respuesta, aunque tampoco esperaba obtener una. En algún momento, Christina se había distraído de la conversación y había pasado a admirar el perfil de Camila. Solo pudo volver a la realidad cuando notó a esos profundos ojos color café mirándola fijamente. No pudo evitar sonrojarse y desviar la mirada avergonzada por haber sido atrapada mirando.

Camila la quedó viendo con duda unos segundos, pero, aun estando confundida, no pudo evitar pensar en lo tierna que se veía esa faceta de la rubia, quien solía mostrarse confiada y presuntuosa. Cuando la veía así, no podía evitar querer molestarla y ver más de aquella faceta.

— Hey.

— ¿Mmh?

— Mira.

Aún avergonzada y con las mejillas rosadas, Christina solo dudó unos segundos antes de obedecer la petición de Camila, aunque aun evitando el contacto visual. Por ello, no vio venir el inesperado beso de la ojicafé. Solo duró un instante, menos de tres segundos capaz, y no fue más que un roce de labios, pero fue suficiente para tensar todo su cuerpo y hacer saltar su corazón.

Cuando se alejó y vio el rostro sorprendido de la rubia, Camila sonrió divertida y llena de ternura al ver como ahora Christina se sonrojaba hasta las orejas. Vio que quería decir algo, abría la boca y luego la volvía a cerrar sin emitir palabra alguna. Al parecer, la había dejado demasiado pasmada como para hablar.

— Es mejor mantener vivas estas tradiciones, ¿no crees? —se dio media vuelta y comenzó a caminar directo a la habitación de Chris, pero se detuvo luego de tres pasos y la miró por encima de su hombro— Y tranquila, el efecto romántico solo funciona en Nochebuena… o eso creo… En fin.

Camila continuó su camino mientras que Christina seguía procesando la sensación de aquellos labios sobre su boca. Fue tan fugaz, tan espontáneo y tan dulce a la vez que le estaba costando creer que si lo había soñado o era el alcohol haciéndola alucinar.

Tardaría en procesar que, este año, su presente de Navidad había llegado antes.

 

 

Notas finales:

Lo sé, lo sé, la mayoría (por no decir todos) de seguro esperaba más el capítulo que seguía y no un especial fuera de época. Estoy escribiendo los capítulos, ya tengo un par listos que solo tengo que corregir y subir, solo esperénme un poco más uu<3

Decidí subir estoy porque, tal y como dije en mi Twitter y según lo tengo planeado en mi cabeza, a lo mejor esta historia ya está terminada antes de diciembre, si es que mi flojera no me gana again jajaja

En fin, disculpen la demora, soy una vaga y el mundo es un caos, pero prometí acabar esta historia y eso haré. Gracias por su paciencia, comentaris y, sobre todo, por el solo hecho de estar detrás de la pantalla leyendo esto, significa mucho.

Los quiero, cuidense y nos leemos pronto<3


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