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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Penúltimo capítulo gente, espero les guste<3

Para cuando el día escolar hubo finalizado los cuchicheos y susurros acerca de la foto y del vídeo que se habían viralizado se apaciguaron bastante, aunque el segundo seguía siendo tema de conversación en varios círculos, pues la ausencia de Ryan no pasó desapercibida y mucho menos cuando el equipo de básquet se reunió para su práctica. El rubio, ahora ex subcapitán, no se apareció, pero el entrenador notificó que, por motivos personales, estaría de baja en el equipo.

Claro que esos “motivos personales” nadie se lo creía, era obvio que tenía que ver con todo el escándalo que hubo en la mañana.

David y Marcelo fueron interrogados por otros miembros del equipo sobre lo que había pasado, pero se limitaron a dar respuestas vagas y cortas sobre el asunto. No querían hablar del tema, en especial David, seguía sintiéndose traicionado por quien, alguna vez, consideró uno de sus mejores amigos. Pero, por suerte la tanda de preguntas que los asaltó no duró mucho, el entrenador se estaba encargando que la cabeza de todos estuviera en el entrenamiento y no en los chismes.

Seguían teniendo un público notable en su entrenamiento, aunque algunos estaban más por la curiosidad de lo sucedido con Ryan que para brindar su apoyo moral al equipo. Además, esperaban también encontrar ahí a Tatiana y, tal vez con algo de suerte, a Emily; sin embargo, ni ellas, ni alguien más de aquel grupo, se encontraba presente en las gradas.

Habían considerado la opción de quedarse, claro está, pero fueron los mismos chicos que entrenaban ese día quienes dijeron que lo mejor era que vayan a casa temprano. Había sido un día largo en más de un sentido y, si bien el tema se había atenuado, quedarían algunas bocas sueltas que podían toparse si se quedaban más de lo necesario.

Ni Tatiana ni Emily se molestaron en replicar, sus amigos tenían razón; además, era cierto que estaban exhaustas luego de soportar tantas preguntas y miradas. Emily les sonrió agradecía, pero Tatiana los abrazó a cada uno para agradecerles por todo su apoyo, haciendo una promesa de silenciosa de contarles lo que sucedió un día de esos.

Charlaron un par de minutos antes de que los chicos se desviaron hacia sus respectivos campos para empezar su entrenamiento. Las chicas que quedaron y Joseph continuaron su camino hacia la salida mientras se planteaban la idea de salir un día de esos.

En realidad, la idea vino de Tatiana y fue secundada por Emily. Dijeron que sería bueno cambiar de aires y, de esa manera, poder hablar de manera más tranquila acerca de lo que pasó. El resto estuvo de acuerdo al instante.

Al atravesar el gran portón no se separaron de manera inmediata, sino que siguieron hablando acerca de la posible salida, cosas sobre cuándo sería y a dónde podrían ir. Dieron varias ideas, pero no acordaron nada fijo, aún tenían que hablarlo también con el resto de los chicos.

Fue justo en ese momento cuando ya se estaban despidiendo que Emily notó una figura conocida acercarse por detrás de Camila, quien estaba frente a ella. Se desconectó de la conversación para poder fijar su vista en esa persona que se acercaba rápidamente al grupo y poder confirmar si era realmente quién creía que era.

— ¿Padre…?

Fue una pregunta hecha en un susurro y sin un receptor en específico, pero fue suficiente para que el resto del grupo le prestara atención y tratara de encontrar que era lo que veía con detención.

No obstante, para cuando el grupo se giró, Leo ya se encontraba a un paso de ellos, y con otros dos pasos más ya estaba frente a Emily. Su mirada era glacial y su expresión se arrugaba en clara molestia. Parecía estar haciendo un esfuerzo descomunal para no gritar en ese preciso momento.

No dijo nada por un rato que pareció eterno para los adolescentes que lo rodeaban y que podían sentir la tensión aumentar en el aire. Su mirada no se movía de su hija quien, en cierto punto, fue incapaz de seguir haciendo contacto visual por lo pequeña que comenzó a sentirse frente a su progenitor.

A Emily ya no le cabían dudas: su padre lo sabía. ¿Qué era lo que sabía? Pues, lo más probable, es que solo sea el chisme y portada amarillenta con la que estaba circulando la foto. Tal vez, incluso, ni siquiera haya leído de lo que iba, tan solo vio la foto y saltó a sus propias conclusiones. ¿Habría visto el vídeo también? No tenía idea, pero si lo había hecho, parecía que no le había dado mucha importancia si estaba molesto con ella y no con el rubio.

— Entra al auto, ya.

Era una clara orden simple y concisa, pero logró helar la sangre de más de uno por el tono serio y seco que había empleado. Casi daba la impresión que quien se atreviera a desobedecerlo sería asesinado en el acto, a pesar de que eso, claramente, no iba a pasar.

Emily quiso negarse, quería levantar la cabeza y enfrentarse a su padre tal y como dijo que lo haría. Pero, ¿cómo lo haría si ni siquiera era capaz de encararlo? Tenía la penetrante mirada de su padre pegada en ella, lo sabía sin siquiera levantar la cabeza, y el solo saber eso le hacía temblar. Su corazón golpeaba con fuera su pecho y los músculos de su espalda se tensaron, todo su cuerpo en ese preciso momento le gritaba ‘peligro’.

— ¿Tengo que repetirme?

El miedo que sentía se intensifico, sabía lo que vendría si lo hacía repetir la orden y no era muy agradable. A pesar de que no quiso, su cuerpo, de manera casi inconsciente y guiado por el instinto primitivo de la supervivencia, comenzó a caminar con dirección al auto. Aún tenía la cabeza gacha, pero sabía que todas las miradas estaban sobre ella.

Odiaba sentirse tan impotente.

— Espere.

La voz de Tatiana le hizo detenerse casi al instante, pero esa indicación no iba para ella, sino para el hombre quien, al oírla, se giró con desinterés, pero prestándole atención por mera educación.

Cuando Tatiana tuvo encima de ella la mirada glacial del hombre tuvo un deja vu acerca de las primeras interacciones que había tenido con Emily. Ahora entendía que era de familia, aunque los ojos de su novia le parecieron mucho más amables; a diferencia de los ojos azules que la miraban ahora, solo le transmitían presión e indiferencia.

— Usted es… ¿su padre, no? —Leo no respondió y Tatiana lo tomó como una afirmación tácita—Si esto es por la foto y el vídeo, entonces debe saber que Emily no tuvo la culpa de nada en todo eso. Es más, si vio el vídeo debe saber que ella fue la víctima, así que con quien debe estar molesto es con el otro chico, no con ella.

Leo no sabía de qué vídeo le hablaba la ojimiel, pero esperó que igual terminara de hablar para que él pueda irse al fin sin parecer descortés.

— No es tu asunto, niña —volvió a girarse para irse, pero Tatiana se adelantó y se puso frente a él, cubriendo con su cuerpo a Emily.

— Por favor, escuche —dijo seria y mirándolo decidida. A Leo se le hizo conocida esa mirada, pero no podía ubicar de dónde—. Con quien debe molestarse no es con Emily, ¿acaso no vio lo que pasó? ¡Ella es la víctima!

Su grito logró llamar la atención de varias personas que pasaban por ahí, Emily se giró a verla y, al igual que el resto de sus amigos, se sorprendió por su actuar. La Tatiana de hace unos meses se hubiera quedado callada y con la mirada baja, no hubiera expresado su opinión en voz alta y menos si aquello significaba ser el centro de atención.

Leo, al notar que cada vez más personas se detenían a mirar. gruñó por lo bajo aún más fastidiado que antes.

— Escucha, no tengo tiempo para esto, yo hablaré lo que tenga que hablar con ella.

Quiso avanzar, pero cada que lo intentaba Tatiana se lo impedía, no quería que se acercara a Emily, sabía que le haría daño.

Él no era de las personas más pacientes y esa niña que tenía en frente lo estaba haciendo llegar a su límite. Y, por si fuera poco, el resto del grupo también rodeó a Emily impidiendo que se acercara a ella por cualquier lado. Suspiró frustrado y miró molestó a la ojimiel que había incitado todo eso. Por primera vez se dio el tiempo de verla bien; su rostro seguía haciéndose más familiar, pero al cabo de unos segundos no tardó el reconocerla.

La otra chica de la foto.

Como si hubiera recordado el motivo de su ira, Leo volvió a arrugar su rostro en molestia, pero esta vez se concentró en Tatiana quien, al hacer contacto visual con su glacial mirada, no pudo evitar sentir su corazón acelerarse de miedo. El hombre se acercó a ella dispuesto a encararla y decirle que no se volviera a acercar a su hija, pero en cuanto dio su primer paso alguien lo detuvo tomándolo del hombro.

Stop it, Leo.

Ahí estaba John, respiraba agitado y parecía que acababa de correr para poder llegar a tiempo. A los pocos segundos apareció Adela igual de agitada y se situó al otro lado del ojiazul para tomarlo del brazo.

— ¿Qué mierda piensas que haces?

— Ustedes no se metan.

Quiso quitárselos de encima, y pudo hacerlo con Adela, pero John era una historia distinta. Cada que intentaba zafarse de su agarre el otro se afianzaba más a su hombro. Por un momento comenzaron a forcejear hasta que, en cierto momento, John cambió su posición y comenzó a hacerle una llave a Leo, inmovilizándolo en su totalidad. Leo trató de zafarse, pero nunca pudo ganarle en fuerza a su viejo amigo.

De no saber el contexto de lo que pasaba, aquellos dos se verían como un par de hombres adultos jugando a las peleas.

Dejando a los hombres de lado, Adela se adelantó y se situó frente al grupo de adolescentes, quienes habían dejado de lado su seriedad para mirar con desconcierto y sorpresa la escena frente ellos.

Sorry, este hombre tiene problemas. But it’s okay, nosotros nos encargamos de él.

What are you doing here, mom?

— Estábamos almorzando y Leo salió corriendo de la nada —suspiró mientras negaba para sí misma—, no se veía bien, así que lo seguimos. Pero demoramos porque teníamos que pagar y pasar un poco de tráfico del centro.

— No sabía que se habían vuelto amigos.

— No “nos volvimos amigos”, ya éramos amigos hace años —aclaró sonriendo dejando atónitas tanto a Christina como a Emily. Adela levantó su mirada y la fijó en la ojiazul que estaba a las espaldas de todos—. Conocíamos a tu mamá, era una mujer encantadora.

No se esperaba eso. Es decir, siempre estaba encantada de saber más cosas sobre su fallecida madre, pero solo no esperaba hacerlo ese día. Adela agregó un “eres su viva imagen” a su frase, lo cual logró que sintiera espinas en su garganta.

— ¿Se conocen hace mucho? —preguntó Chris.

— Es una larga historia, pero vamos a contárselas —miró a Tatiana y le sonrió—. Tú también apareces en la historia.

— ¿Eh? ¿Yo? —se señaló confundida y Adela rio.

— Es una historia que valdrá la pena escuchar, pero por ahora —se giró y vio a su esposo haciéndole una nueva llave a Leonardo, suspiró—…Déjenme calmarlos primero, ¿vale? Ustedes pueden ir yendo.

Y dicho esto la mujer se giró para encaminarse hacia la pequeña pelea que estaban teniendo los dos hombres para comenzar a alejarlos del portón a una esquina, lejos de todas las miradas y oídos curiosos.

Está de más decir que el grupo no supo cómo reaccionar en ese momento. Incluso Fernanda, quien solía tener bromas para todo, y Camila, quien solía tener un remate sarcástico para cualquier situación, no estaban seguras de qué decir.

Al final, fue Joseph quien tomó la palabra, aunque no de la mejor manera. Intentó bromear con la situación, pero las chicas lo miraron con duda y sin un ápice de gracia en ellas. El pelirrojo volvió a callarse, pero su mal chiste había sido suficiente para romper el hielo y sacar a las demás chicas del pequeño trance en el que estaban.

La primera en irse fue Camila. La ojicafé no era fanática de hacer mandados, pero cuando recibió una llamada de su hermana diciéndole que comprara unas cosas en el centro encontró la excusa perfecta para salir de esa situación. Al colgar se despidió de todos y se retiró diciendo que tenía que comprar unos globos y papeles decorativos para una sorpresa que su hermana quería hacerle a su novio.

 Fernanda, aprovechando la situación, no demoró en seguirla. La capitana del equipo de vóley dijo que también tenía que comprar unas compras así que se iría junto a Camila. Se apresuró hacia su amiga y entrelazó sus brazos. Amas chicas se despidieron y abandonaron la escena con un paso apresurado, casi temiendo que, si no se iban, otro suceso inesperado las detendría.

Los cuatro que quedaron intercambiaron una mirada entre ellos mientras una pregunta tácita se hacía en el aire: ¿y ahora qué? A unos metros de ellos –pero mucho más alejados que antes– se hallaban aún los tres adultos que habían aparecido de la nada. Leonardo ya no estaba forcejeando con John, sino que ahora estaba de brazos cruzados hablando con la pareja, quienes parecían querer convencerlo de algo.

Emily se quedó viendo a su padre y lo molesto que se veía, sobre todo cuando recién había llegado. Sabía que, en cuanto estuviera sola con él, tendrían una gran discusión otra vez, y no estaba segura de si no se llevaría una cachetada por todo el asunto.

— Estarás bien, eres más fuerte que antes.

Levantó la mirada asustada en cuanto sintió una mano en su cabeza y se topó con los verdes ojos del pelirrojo. Joseph la miraba con cariño, pero no del tipo romántico, sino que se trataba de un amor más familiar, como si fuera un hermano mayor tratando de consolar y darle ánimos a su pequeña hermanita antes de que saliera de su zona de confort.

Emily no contestó nada, sabía que su sincera sonrisa era suficiente para que su amigo captara el silencioso ‘gracias’ que quiso transmitirle con el gesto. Joseph asintió satisfecho y, luego de revolverle por última vez sus negros cabellos, dejó caer su mano.

— Sabes que si algo pasa siempre puedes contar conmigo.

— Y conmigo —se apresuró a decir Tatiana—, sabes que siempre estaré para apoyarte.

— ¿Qué pasa, Tat? ¿Celosa?

— ¡Ja! Ni un poco, hace tiempo te superé.

Joseph se llevó la mano al pecho y comenzó a sobarse justo donde estaba su corazón mientras repetía que eso había sido un golpe muy bajo, aunque su sonrisa dejaba en claro que tan solo estaba jugando.

— No te conviene enemistarte conmigo, puedo darte material inédito de Emily.

— … Sigue hablando.

— ¿Podemos irnos ya?

La petición de Emily, la cual había hecho con intención de que la conversación entre su mejor amigo y su novia terminara, fue ignorada. Tatiana y Joseph se vieron en vueltos en una amena conversación sobre un álbum inédito del pelirrojo donde tenía fotos de la pequeña Emily.

Emily hacía de todo para distraerlos, pero poco o nada podía hacer. En su último intento desesperado se giró a Christina para pedirle ayuda, pero la rubia se hallaba viendo su teléfono y totalmente ajena a la conversación que se estaba teniendo.

— Creo que deberíamos irnos —soltó Christina de un momento a otro llamando la atención de Tatiana y Joseph.

— ¡Al fin! ¡Gracias!

— ¿Tienes que ir a tu casa?

No, tengo que ir a la tuya.

— ¿Qué? —la rubia se encogió de hombros y le pasó su celular para mostrarle una breve conversación que estaba teniendo con su mamá.

I don’t know. Tan solo me dijo que fuéramos Emily y yo a tu casa.

Al oír la mención de su nombre Emily también se asomó para poder leer la conversación. Tal y como había dicho la rubia, en su conversación con Adela ésta le decía que las tres se dirigieran a la casa de Tatiana y que ya luego irían ellos.

Nadie entendía porque tenía que ser la casa de Tatiana. Si se hablaba de tamaño para que pudieran conversar, la casa de Christina era mucho más apropiada, incluso la de Emily –aunque dudaba que su padre estuviera a favor de la idea–. Quiso que Christina le preguntara la razón, pero para cuando mandó el mensaje la mujer ya se había desconectado.

Sin respuestas y con mucha intriga, las chicas se miraron entre ellas. Estaba la opción de no ir y dirigirse cada una a sus hogares, pero, dado que una orden de madre, era difícil no hacerle caso. Además, sentían que la conversación que tendrían iba a ser muy importante como para ignorarla o posponerla.

Joseph hizo un puchero al ser excluido, pero era lo suficientemente maduro como para entender que se trataba de un tema personal y familiar. No insistió, tan solo se despidió de sus amigas, les deseó lo mejor y se retiró.

Las tres chicas decidieron ir en el auto de Christina. La rubia le indicó al chofer que las llevara a la casa de Tatiana y, en menos de 20 minutos, ya se encontraban fuera del apartamento de la ojimiel.

Al entrar lo primero que hizo Christina fue dejar su maleta en el sillón y dirigirse a la cocina.

Please, dime que tienes comida, estoy muriendo de hambre.

— Tengo algo de fruta.

Nothing more?

— Pensaba cocinar, pero voy a demorar.

Entró a la cocina seguida de Emily y se dirigió hasta el refrigerador. Examinó lo que tenía mientras hacía una lista mental sobre lo que podría cocinar con lo que tenía a la mano. Por suerte, ayer había ido de compras mientras regresaba del evento deportivo, así que tenía su despensa llena y un montón de ingredientes a su disposición.

Ella también tenía hambre, así que optó por algo rápido de hacer: un saltado. Comenzó sacando una pechuga, un par de vegetales, algunas salsas y papa. Emily se acercó para ayudarla a llevar todo a la encimera. Tatiana se cercioró que tenía todo lo necesario para el guiso, también haría algo de arroz para acompañarlo.

— Ahorita vengo, voy a cambiarme. No quiero ensuciar mi uniforme mientras cocino.

— Creo que ya no es necesario que cocines.

Confundida, Tatiana se acercó hasta Christina y se asomó para poder ver lo que su amiga leía en su celular. Había recibido otro mensaje de su mamá diciéndole que ellos llegarían en una hora llevando comida para que ellas coman.

— Me dijo que tenía que ser en tu casa porque aquí se encuentra un álbum.

— ¿Qué álbum? —preguntó aún más confundida que antes. Ella no recordaba tener ningún álbum, y aun si lo tuviera, ¿por qué eso era importante en ese momento?

Christina no respondió al instante y Tatiana no podía leer lo que Adela le había mandado puesto que esos mensajes estaban más arriba en la conversación. Fue luego de un par de largos segundos que la rubia bajó su celular para mirar a su amiga directo a los ojos.

— Un álbum de tus padres, dice que es probable que se encuentre en alguno de los cajones de su cuarto.

Un click se hizo en su mente y fue como si un recuerdo que ella hubiera enterrado de manera inconsciente saliera a flote luego de años: su padre amaba la fotografía. Y cómo no lo haría si era eso en lo que trabajaba. No recordaba mucho, pero su imagen casi siempre venía acompañada de una cámara entre sus manos.

¿Cómo no iban a tener un álbum familiar con la obsesión que tenía su progenitor con las fotos? Se le hubiera hecho raro el que no lo tuvieran; pero claro, como todo lo demás que le recordaba al pasado, Tatiana había sellado todos esos recuerdos en la habitación principal.

Sintió un nudo en la garganta y sus ojos aguarse, negó de manera inconsciente mientras retrocedía con lentitud.

— Yo…yo nunca entro a la habitación de mis padres.

— ¿No crees que ya es hora? —Christina tomó su mano para impedir que siguiera retrocediendo— Ha pasado mucho tiempo, Tati.

Negó con más fuerza intentando soltar su mano para retroceder, el pánico de no poder huir le estaba matando. Un temblor involuntario surgió en su cuerpo y no se detuvo hasta que unos brazos la rodearon por detrás en un gentil abrazo.

— Tranquila, está bien —susurró Emily en su oído trayendo con su voz una calma casi inexplicable en el corazón de Tatiana—. No te obligaremos a nada, pero que sepas que estaremos ahí cuando lo necesites.

Poco a poco su respiración se calmó y sus músculos se relajaron. Se acurrucó más en el toque de Emily mientras un tembloroso suspiro salía de sus labios. Su rubia amiga la mirada con una suave sonrisa, y sin darse la vuelta sabía que Emily también le estaba regalando el mismo gesto.

Ninguna de las dos chicas agregó nada más, pero Tatiana sabía que ese silencio estaba secundado por un ‘te apoyamos’ que solo hizo que su garganta se llenara otra vez de espinas.

Para ser honestos, tenía miedo y quería salir huyendo, de no ser porque Emily la abrazaba y Christina tomaba su mano ella hubiera salido corriendo, tal y como lo llevaba haciendo por diez años. Era mucho más sencillo de esa manera, al fin y al cabo, tan solo barrer todo bajo la alfombra y pararse sobre el bulto con una sonrisa.

No obstante, sabía que no podía hacerlo por siempre, aun si lo quería. Sabía que, tarde o temprano, tendría que darle la cara a su pasado y cerrar ese duelo inconcluso que llevaba cargando.

Quería cambiar y lograrlo, pero no estaba segura de cómo hacerlo. Ese día en el colegio sintió que un poco de ella comenzaba a cambiar; sin embargo, estando ahora en su casa, pensó que tal vez no lo había hecho de verdad. ¿De dónde había sacado la fortaleza para enfrentarse a Ryan y al padre de Emily antes?

El apretón que devino de las dos chicas que la acompañaban fue su respuesta: estaba siendo fuerte porque tenía personas que la apoyaban y que quería proteger. Estaba cambiando porque hacerlo significaba poder preservar una sonrisa en el rostro de las personas que quería. Pero no era solo por eso, no solo era por los demás, sino también por ella misma. El haberse levantando y enfrentar de frente lo que vino hizo que se sintiera orgullosa de sí misma y del cambio que estaba realizando.

Estaba avanzado no solo por los demás, sino también por ella misma.

En ese momento quería volver a avanzar, quería poder rememorar ese momento y decir que pudo superarlo y dar un pequeño paso para lograr cambiar. No sabía si podría hacerlo sola; por ello era una suerte que no lo estuviera.

Tomó un suave respiro y, aun con un poco de temblor en su voz, habló.

— Hay mucho polvo en el cuarto de mis padres, así que les daré algo de ropa para que me ayuden a buscar —levantó la mirada y sonrió apenada—, ¿está bien?

Emily y Christina intercambiaron sonrisas antes de responder un entusiasta “sí”.

 

 

Notas finales:

El siguiente es el capítulo final y luego un epílogo.

Lo estaré subiendo todo este finde.

Nos estamos leyendo<3


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