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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Tatiana salió apurada de su casa corriendo hacia la parada del autobús para poder tomarlo a tiempo. No había escuchado la alarma sonar y como consecuencia se había quedado dormida. Felizmente para ella logró tomar el autobús y, luego de su habitual recorrido, llegó a tiempo al colegio.

En realidad no es como si fuera a llegar tarde, pero se había acostumbrado a llegar temprano para poder hablar con Emily.

Entró por el gran portón saludando al vigilante y se dirigió a su salón a paso rápido. Al llegar, se quedó un rato parada al costado de la puerta, vacilando en entrar o no. Estaba ansiosa y nerviosa a la vez: no sabía si Emily se encontraba ese día en el aula.

Tomó una boconada de aire y se dispuso a entrar. Al hacerlo, lo primero que hizo fue dirigir su mirada al asiento de Emily, sus ojos no tardaron en iluminarse al notar que este se hallaba ocupado. Ahí estaba ella leyendo un libro como de costumbre.

Emily sintió una mirada sobre ella, pero aún sin levantar la vista sabía de quién se trataba. Soltó un suspiro resignado pues sabía que a continuación vendría una avalancha de preguntas.

Pasaron unos segundos en los cuales ninguna de las dos decía nada.

– Creo que se te está haciendo costumbre observarme de esta manera –dijo Emily.

Ante el repentino inicio de conversación Tatiana no pudo evitar dar un pequeño salto del susto.

– Lo siento –susurró ligeramente sonrojada.

Luego de dejar su mochila en su carpeta, Tatiana se dirigió hacia Emily y se sentó a su costado. Cuando levantó la mirada se topó con los azules ojos de Emily observándola fijamente, ante esto tuvo que tomar un poco de aire para poder hablar con esa profunda mirada sobre ella.

– ¿Por qué faltaste ayer? –preguntó directamente, algo que sorprendió ligeramente a Emily.

– Nada importante–contestó quitándole importancia al asunto y desviando la mirada a su libro–, solo algunos asuntos familiares.

– ¿Estás bien?

– Sí.

– ¿Y por qué te fuiste temprano el lunes?

– Eso también fue por asuntos familiares.

– … ¿Me estás diciendo la verdad?

– ¿Por qué habría de mentirte?

– Algo no me convence, ¿de verdad fue por eso?

– Ya te dije que sí.

– ¿Qué clase de asuntos familiares?

– Eso no es tu incumbencia –la insistencia de Tatiana comenzaba a fastidiarla.

– ¿No confías en mí?

– Simplemente no es tu incumbencia, así que no preguntes más sobre eso –su molestia aumentó. Realmente no le apetecía hablar ni recordar aquel tema.

Tatiana frunció el ceño. Le molestaba que Emily nunca le confiara nada, aunque más que molestarla, le dolía. Quería que confiara en ella, que le contará sus problemas y sus preocupaciones, pero sabía que aquello no sucedería, al menos no en ese momento. Soltó un suspiro resignado y dejó que su mirada divagara por el salón. Al cabo de unos segundos volvió a posar sus mieles ojos en Emily, examinándola; y entonces pudo notar que, a pesar de estar con la vista puesta en el libro, ésta no estaba leyendo pues sus ojos estaban fijos en algún punto cualquiera de la hoja.

Emily no podía leer, no se podía concentrar en la lectura pues las preguntas de Tatiana le hicieron pensar en el hecho de que ahora tenía una nueva madrastra, o como ella les llamaba: una  cualquiera viviendo en su casa. En su mente apareció la misma pregunta que se hacía cada día desde hace ya un par de años: ¿Cuándo acabará todo eso?

– ¿Enserio estas bien? –se sobresaltó ante aquella preguntada tan repentina. Alzó la mirada y se topó con el rostro de Tatiana a tan solo unos 7 cm del suyo, notando en esos mieles ojos un dejo preocupación. No pudo evitar que su respiración se detuviera por un segundo.

Al parecer sin que ella se haya dado cuenta, Tatiana se había levantado y posado frente a su asiento. Había flexionado un poco sus rodillas y posado sus brazos en la carpeta.

–S-si –respondió algo nerviosa–. Ya te dije que sí.

Aunque no la había convencido aquella respuesta no preguntó nada más, solo se dedicó a ver fijamente aquellos ojos azules, buscando en ellos quien sabe qué.

Ninguna se movía, ninguna decía nada, solo se dedicaban a explorar los ojos de la otra queriendo desvelar todos los secretos que guardaban en sus miradas.

Por coincidencia o por cosas del destino, ambas inconscientemente miraron los labios de la otra al mismo tiempo haciendo que recuerden a la vez los sueños y pensamientos que habían habitado su mente el día anterior. Un fuerte sonrojo cubrió sus rostros mientras que desviaban sus miradas a diferentes puntos del salón. El corazón de ambas se había acelerado, la imagen donde ellas unían sus labios apareció en sus pensamientos acompañada de un “acércate más”.

Tatiana retiró sus brazos de la carpeta y retrocedió unos cuantos pasos. Intentaba calmar su respiración, su corazón y sus pensamientos pues todos se hallaban alborotados, y estando cerca de la causante de aquel alboroto no iba a poder hacerlo.

Emily, por su parte,  se encontraba de igual manera: sonrojada y tratando de calmar sus sentidos. Intentaba sacar de su mente la imagen de la castaña que tenía frente a ella.

Pasaron unos cinco, diez, quince segundos en los cuales ninguna de las dos decía nada. El silencio se tornó incómodo y el ambiente algo pesado.

– Me alegro entonces –habló Tatiana tratando de hacer la situación menos incómoda– de que estés bien.

– Gracias…

El silencio volvió a hacerse presente otro largo rato.

– ¡Cierto! ¡Casi lo olvido! –gritó Tatiana de un momento a otro haciendo que Emily se sobresaltara y posará sus ojos sobre ella– He tomado nota de las clases a las que faltaste y, b-bueno, si quieres podría prestarte mis apuntes…

– ¿En serio? Gracias. Me será de mucha ayuda –respondió tratando de sonar serena–. ¿Podrías dármelos ahorita?

– ¡Sí! Espera solo un segundo.

Volvió rápidamente a su carpeta y buscó en su mochila sus cuadernos del día anterior; sin embargo, al cabo de unos momentos se maldijo internamente. Buscó por última vez pero, definitivamente, allí no se encontraba lo que buscaba. Volvió desanimada donde Emily con las manos vacías.

– ¿Qué pasó? –preguntó Emily al vez su rostro.

– Verás, resulta que-

No pudo terminar lo que iba a decir pues en ese instante un estruendo se escuchó en la puerta del salón, sobresaltándolas. Ambas dirigieron su mirada hacia el lugar de donde provino el ruido, encontrándose con un grupo de tres chicos que solo estaban jugando y bromeando entre ellos. Estos entraron al salón y al ver a Tatiana la saludaron alzando la mano, ésta devolvió el gesto y luego regresó su mirada a Emily con la intención de retomar la conversación de antes, pero cuando escuchó otras risas aproximándose paró en seco.

– No puedo creer que te hayas caído en las escaleras –dijo divertida de Fernanda mientras entraba al salón.

– En serio –comenzó a decir Camila entrando detrás de la primera–. ¿Quién se cae así?

– ¡Cállense! –exclamó Marcelo entrando último– ¡El que me cayera fue su culpa!

– ¿Nuestra por qué? –preguntó Fernanda tratando de no soltarse a reír a carcajadas– Nosotras no te dijimos que te caigas.

– ¡Ustedes fueron las que propusieron una carrera!

– Pero en ningún momento te agarramos o empujamos para que te calleras, ¿o sí? –inquirió Camila mirándolo divertida.

– Pues no, pero… –pensó que decirles, pero al cabo de un rato se rindió y solo desvió la mirada – Sigue siendo su culpa. Definitivamente, es la última vez que les hago caso.

– Siempre dices lo mismo.

Siguieron hablando divertidos por un momento mientras se dirigían a sus asientos. Tatiana los seguía observando, pero estos no se dieron cuenta hasta que llegaron cada uno a sus respectivas carpetas. Sus miradas se cruzaron, y fueron los amigos de la ojimiel quienes desviaron la mirada primero y siguieron hablando entre ellos. Tatiana desvió la mirada resignada mientras que soltaba un suspiro.

 Esto no pasó desapercibido para Emily, pero cuando iba a preguntar sobre eso otras voces llamaron la atención de la castaña.

– ¡Por favor! –se escuchó el ruego de David– ¡Enserio necesito que me prestes tus apuntes de historia!

– Ya te dije que no –contestó Antonio entrando a paso rápido al salón–, la última vez que te preste mis apuntes el profesor se dio cuenta y me gritó.

– ¡Eso fue en clase de lenguaje! –se adelantó a su amigo hasta posarse frente a él– Prometo ser más cuidadoso ahora.

– No correré el riesgo.

– ¡Te compraré lo que quieras a la hora de recreo!

– La respuesta sigue siendo no.

– ¡Te invitaré el almuerzo!

– Añade una galleta de chocolate a ese almuerzo y cerramos el trato.

Tatiana tenía puesta la vista sobre ellos, estaba algo divertida al ver que sus amigos nunca cambiarían.  Ambos chicos subieron la mirada, encontrándose con los ojos miel de la castaña. Pasó exactamente lo mismo que antes, los amigos de Tatiana desviaron la mirada y se dirigieron a sus respectivos asientos con la mirada gacha. La ojimiel los miró otros cuantos segundos antes de volver a fijar su mirada al suelo.

La escena nuevamente no pasó desapercibida para Emily.

– ¿Ha pasado algo con tus amigos? –preguntó fijando su mirada en ella.

– ¿Ah? – volvió la vista hacia Emily, aquella pregunta la había tomado por sorpresa – Pues…

Sin embargo, Tatiana no siguió hablando, solo desvió la mirada de nuevo al suelo y comenzó a sobarse la nuca. No sabía si contarle a Emily lo que había pasado; por un lado quería decírselo, quería contarle y poder pedirle algún consejo; pero por otro lado le avergonzaba hacerlo, pensaba que si se lo decía ella se aburriría de escucharla. Lo pensó unos momentos, y entonces se dio cuenta de algo: aunque ella no se lo dijera, Emily tarde o temprano se daría cuenta. Así que, ¿para qué mentirle? Mejor era si le contaba todo desde el principio, así también se ahorraba el enojo de la ojiazul por haberle mentido.

Ya decidida, Tatiana subió la vista y posó sus mieles ojos en Emily, quien la miraba expectante. Pero no pudo decirle nada pues justo en ese instante sonó la campana anunciando el inicio de clases.

– Después te digo –susurró la ojimiel antes comenzar a caminar hacia su asiento.

Emily no dijo nada y solo se limitó a asentir la cabeza. En cierta forma, le había sorprendido que le dijera eso, pensó que iba a ser más testaruda.

Una vez estuvo sentada en su carpeta, Tatiana comenzó a pensar en cómo le diría a Emily lo que había ocurrido con sus amigos. Le dio vueltas y vueltas buscando la mejor manera de hacerlo, pero al cabo de unos momentos se cansó de pensar en ello y decidió solo dejar que la conversación se dé sola. Se recostó en su carpeta y fijó su vista en su tutor quien estaba daba la charla de todas las mañanas, pero lejos de prestarle la debida atención su mente comenzó a divagar, y en una de esas divagaciones el rostro de Emily cerca de ella apareció en sus pensamientos. Inevitablemente un sonrojo se apoderó de sus mejillas, y trató de disimularlo escondiendo su rostro entre sus brazos. Intentó alejar esa imagen de su cabeza, aunque al final fue en vano. Pero de tanto pensar en eso, notó algo que antes pasó por alto.

«Acaso eso era… ¿una herida?» pensó levantando la mirada y posándola en Emily. «Probablemente solo me lo estoy imaginando».

Las clases empezaron sin ningún tipo de contratiempo y luego de tres horas finalmente sonó la campana anunciando el inicio del receso. Todos los alumnos salieron de sus aulas con dirección al patio o la cafetería, y los amigos de la ojimiel no fueron la excepción, salieron del salón sin siquiera mirarla. Tatiana solo suspiró ya resignada. Se levantó de su asiento, sacó unas galletas de su mochila y se dirigió hacia Emily, sentándose a su costado.

Estuvieron un rato en silencio, Tatiana solo observaba como Emily resolvía unos problemas en su libro.

– ¿Entonces? –preguntó Emily cerrando su libro y se girándose hacia Tatiana, quedando frente a frente– ¿Qué ha pasado?

– Bueno…–tomó un poco de aire antes de seguir hablando– He tenido una pequeña discusión con mis amigos.

– ¿Cómo sucedió?

– Pues, ese día cuando te fuiste fui a almorzar con ellos, entonces comenzamos a hablar y bromear entre nosotros y…

– ¿Y…?

– Comenzaron a decir cosas que me molestaron y yo solo, pues, les grité.

«¿Les gritó? Vaya, no me lo esperaba de ella. En serio debió molestarle lo que sea hayan dicho», pensó Emily.

– ¿Qué fue lo que dijeron?

– Dijeron…– hizo una breve pausa pensando bien su respuesta – Solo… cosas que me molestaron.

– Ya veo «Supongo que no quiere pensar en eso», pero me has sorprendido.

 – ¿Qué? ¿Por qué?

– No me esperaba que les gritaras, tú siempre fuiste de las que se quedan calladas cuando algo las molesta, siguiendo siempre a los demás sin dar su opinión –hizo una ligera pausa–. Has… cambiado.

– No creo que haya cambiado, pero… simplemente no quería que siguieran hablando de ti así.

– ¿De mí? –preguntó extrañada – ¿Estaban hablando de mí?

– ¿Q-qué? –se tensó y cayó en cuenta de sus palabras– No, ¿por qué lo dices?

– Acabas de decir eso.

– ¿Yo? Yo no he dicho nada.

– Estoy segura que de lo has hecho –su ceño se frunció.

– En serio, no lo hice.

– Tatiana – la llamó con voz seria, pero ésta no contestó, solo se quedó en silencio por unos segundos.

– Lo siento –contestó finalmente.

– Entonces –su tono era más suave ahora–, ¿me dirás de qué estaban hablando?

– Estaban hablando de ti, diciendo que eras fría y cortante y… –hizo una leve pausa antes de proseguir – Y que probablemente yo me aleje de ti porque no te soporte, incluso apostaron y eso me molesto…

Cuando finalmente confesó no pudo evitar que un ligero color carmín apareciera en sus mejillas. Apartó la mirada hacia un punto aleatorio para disimularlo.

Emily, por su parte, no pudo evitar que una expresión de sorpresa apareciera en su rostro, pero no por el hecho de que hayan dicho esas cosas sobre ella ya que esa no sería la primera vez que pasaba, sino porque ese acontecimiento tan trivial haya molestado tanto a Tatiana hasta el punto de llegar a dar la cara por ella. Su asombro pronto pasó a ser risa; no pudo evitar que una ligera y elegante, además de tierna, risa se escapara de sus labios, posando su mano en estos en un inútil intento de detenerla.

Tatiana la miró entre extrañada y fascinada. La primera porque no entendía el porqué de la risa, y la segunda porque era la primera vez que la veía reír.

– Vaya, ¿así que solo se trataba de eso?

– ¿A qué te refieres? O mejor dicho, ¿Por qué te da risa? –trató de darle seriedad a su pregunta frunciendo su ceño, aunque más parecía un puchero.

– Porque me sorprende que algo como eso te haya molestado –respondió mirándola a los ojos, aún algo divertida–. Pensé que se trataba de algo peor.

– ¡Eso es algo serio! –exclamó mientras sus mejillas volvían a sonrojarse– Que hablen de ti así es lo suficientemente malo para que me moleste.

– Tampoco es que sea algo nuevo. Varias personas hablan así de mí, pero la verdad la no me importa mucho.

– Pero tú no eres así, puedes parecer fría y distante, pero la verdad es que…eres bastante cálida y amable. Los demás lo verían si se dieran la oportunidad de conocerte.

Emily se sorprendió con la respuesta de Tatiana, no esperaba para nada que le dijera algo como eso. De manera inevitable, sus mejillas se sonrojaron.

– Si tú lo dices…– susurró mientras desviaba la mirada– La verdad no me interesa lo que piensen los demás.

– Lo sé, pero aun así no me gustó.

Se quedaron en silencio. Emily volvió la mirada y posó sus ojos en Tatiana. ¿Era por ella que se había peleado con sus amigos? ¿Por defenderla? En serio que no lograba entenderla del todo, pero en cierta forma le alegró que la castaña la haya defendido, aunque sea por cosas que para ella no tenían importancia. Soltó un suspiro mientras negaba con su cabeza. Volvió a posar sus azules ojos en Tatiana y una sonrisa se dibujó en sus labios.

– Tatiana –la llamó con un tono de voz tranquilo, suave y… ¿tierno?

– ¿Mmm? –levantó la mirada y la posó en Emily, y a los pocos segundos el asombro se asomó en sus mieles ojos.

– No me importa lo que digan los demás de mí, pero aun así gracias por defenderme –dijo mientras afianzaba más su sonrisa. Posó su brazo en su carpeta y seguidamente apoyó la cabeza en su mano–, fue algo lindo de tu parte.

Un fuerte sonrojo se apoderó del rostro de Tatiana mientras que sentía sus latidos acelerarse. Quería decir algo, pero las palabras simplemente no salían de su boca. Fue solo hasta después de unos segundos que finalmente pudo reaccionar.

– N-no tienes que agradecerme –contestó nerviosa tratando de devolverle torpemente la sonrisa.

– Aun así te lo agradezco –repitió haciendo que el sonrojo de la castaña aumentara–. Pero, gracias a eso te peleaste con tus amigos, lo siento.

– No te disculpes, las cosas se arreglaran.

– Te ayudaré a hacerlo.

– No es necesario, en serio.

– ¿Tienes alguna idea de cómo arreglar las cosas?

– Nada en especial, solo pensaba hablar con ellos a la salida –contestó suspirando al ver que había sido ignorada–. Aunque aún no sé exactamente lo que les diré.

– Solo diles lo que sientes y discúlpate. De seguro entenderán y las cosas se arreglaran.

– ¿Lo que siento?

– Sí, lo que sientes. Diles que te molesto lo que te dijeron pero que te sentías mal por haberles gritado. ¿No es así como te sientes?

– Pues, sí pero, ¿crees que resulte? –posó sus ojos en el suelo y cierta preocupación se apoderó de ella.

– Sí creo, después de todo son tus amigos, ¿no? Así que de seguro las cosas se arreglaran.

– Supongo que tienes razón –contestó un poco más animada volviendo a subir la mirada y posar sus ojos en la ojiazul –. Gracias Emily.

Una sincera sonrisa afloró en los labios de Tatiana, y esta vez fue Emily quien no pudo evitar sonrojarse.

Se quedaron así unos momentos, mirándose fijamente, explorando los ojos de la otra. Las sonrisas cómplices en sus rostros daban a entender que se sentían cómodas simplemente estando así.

En ese momento sobraban las palabras y bastaba el silencio.

Notas finales:

Recuerden que cualquier duda, sugerencia o/y opinión es bien recibida en los comentarios, a mí también gusta leerlos a ustedes <3

Nos leemos pronto, ¡saludos!


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