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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Después de que la campana sonara las clases empezaron, todo transcurrió con normalidad con los típicos gritos de los profesores y las bromas de los alumnos. Pasaron tres horas hasta que volvió a sonar la campana, esta vez anunciando el inicio del almuerzo. Los alumnos se dirigieron corriendo al comedor y, al igual que en el recreo, los amigos de la castaña salieron sin decirle nada. Tatiana volvió a suspirar resignada, pero luego de unos momentos negó para sí misma y se animó, cogió su pan y se dirigió hacia Emily. Ésta estaba sacando un sándwich de su mochila y ni bien terminó de ponerlo en su carpeta, se percató de que Tatiana estaba parada frente a su asiento mirándola sonriente.

– ¿Pasa algo? –preguntó extrañada.

– Acompáñame.

– ¿Acompañarte? ¿A dónde-

– ¡Es una sorpresa! –exclamó interrumpiéndola mientras cogía su muñeca y comenzaba a tirar de ella– Por cierto, no olvides tu comida.

Emily apenas pudo coger su merienda antes de que Tatiana comenzara a guiarla fuera del aula. Estaba confundida, trató de preguntar varias veces, pero solo recibía unas vagas respuestas que no le decían nada en realidad. También había intentado soltarse del agarre, pero Tatiana tenía más fuerza de la que aparentaba así que cada intento fue en vano. La idea de gritarle también le había pasado por la mente, pero cuando veía el rostro sonriente y lleno de emoción de la ojimiel desistía de aquella idea.

Luego de un largo rato caminando, terminaron finalmente detrás del edificio de artes. Emily se extrañó, y más cuando Tatiana comenzó a guiarla dentro del mini-bosque. Pasaron unos segundos andando y dando un par de vueltas hasta que finalmente se detuvieron.

– Llegamos – dijo Tatiana soltando la muñeca de Emily.

– ¿Aquí? –preguntó confundida. Exploró el lugar con su mirada, pero solo veía un montón de árboles – ¿Por qué querías traerme a este lugar?

– Porque hay algo más que solo árboles –se acercó al hueco de un árbol y sacó de éste un par de hamacas, quedándose solo una que era de un verde limón dado que esa estaba más limpia, la otra la volvió a guardar.

– ¿Qué es eso?

– Una hamaca–contestó sonriente mientras sacudía dicho objeto. Amarró un extremo al árbol hueco y el otro al clavo camuflado que estaba en otro árbol – ¡Ta dá! Listo para usarse.

Y como si quisiera demostrar que aquello funcionaba, Tatiana fue la primera en subirse a la hamaca. Una vez se acomodó miró a Emily y la hizo un gesto con la mano para que ella también se echara, pero ésta estaba incrédula mirando la escena.

– ¿Emily?

– ¿Has traído una hamaca al colegio?

– No he sido yo –aseguró sonriendo–. Encontré esto ayer cuando estaba dando vueltas por aquí, creo que eran de alumnos que estudiaron aquí hace ya un tiempo.

– ¿Cómo lo encontraste? Más bien, ¿qué hacías dando vueltas por aquí?

– No lo sé –confesó desviando la mirada hacia las copas de los árboles–, había discutido con mis amigos y tú no habías venido. Supongo que solo quería perderme un rato.

– Perderte el gran jardín de un colegio, definitivamente la mejor opción.

– Déjame ser –contestó riendo. Volvió a posar sus mieles ojos sobre Emily –. Ven, es suficientemente grande para las dos, y le he quitado casi todo el polvo que tenía.

– No quiero ensuciar mi uniforme.

– Por favor –puso cara de cachorro, y ante eso Emily no pudo negarse.

–...Bueno, supongo que por hoy está bien.

Caminó hasta la hamaca y con cuidado se subió en ella. En verdad era ancha puesto que ambas cabían sin problema, aunque sus cuerpos seguían estaban bastante cerca. Este hecho hizo ambas chicas sintieran una ligera presión en el estómago.

Cuando Emily finalmente terminó de acomodarse su mirada quedó puesta en las hojas de los árboles, mismas que impedían el paso de numerosos rayos de sol. Un sentimiento de tranquilidad se adueñó de ella y por un momento deseó que el tiempo se detuviera en ese instante.

– Voy a poner algo de música –dijo Tatiana–, ¿qué te gustaría escuchar?

– Algo tranquilo –contestó aún con la mirada perdida.

– Entendido.

Al cabo de unos segundos se pudo escuchar una dulce y suave melodía. Emily sonrió al instante cuando reconoció la canción, cerró sus ojos y se dejó que su cuerpo se relajara por completo. Tatiana también se relajó, pero ella mantuvo su mirada en la copa de los árboles. Se quedaron así unos momentos, simplemente disfrutando de la canción, hasta que la ojimiel comenzó a cantar.

Some day I’ll wish upon a star 

And wake up where the clouds are far behind me

(Traducción)

Algún día, pediré un deseo a una estrella,
y despertaré lejos de las nubes, dejándolas atrás.

Cuando Tatiana terminó de cantar ese pequeño verso, Emily continuó cantando el resto de la estrofa.

Where troubles melt like lemondrops

Away above the chimney tops
That’s where you’ll find me

 (Traducción)

Donde los problemas se deshacen, como gotas de limón.
Más arriba de las chimeneas,
allí me encontrarás.

Y entonces ambas cantaron juntas el coro. En ese instante se olvidaron de todo, de sus problemas, de sus preocupaciones; simplemente se dedicaban a disfrutar ese momento, disfrutar de la compañía de la otra.

Pararon de cantar a la par que la canción terminó de sonar, voltearon el rostro y se miraron con una cómplice sonrisa y un brillo especial en sus ojos. Estuvieron así un par de segundos, las palabras no eran necesarias en ese momento.

La lista de reproducción siguió sonando, las canciones eran tranquilas, con melodías suaves que acompañaban a la perfección aquel momento. Cantaban algunas canciones, en otras solo se quedaban en silencio meciéndose tranquilamente de un lado a otro.

Sin embargo, aquello no podía durar para siempre por mucho que ambas lo desearan. El sonoro ruido, el cual obviamente no era una canción de la lista, proveniente del celular de la castaña hizo que ésta chasqueara la lengua.

– Mierda –gruñó luego coger su celular y ver la pantalla –. Emily, tenemos que irnos ya al salón.

– ¿Por qué?

– Puse una alarma –contestó mientras bajaba de la hamaca –. Suena cinco minutos antes que la campana.

– Vaya, eres más precavida de lo que pensé –dijo bajando también de la hamaca.

– Es que ayer casi llego tarde al salón –confesó comenzando a desamarrar los nudos–, por eso decidí poner una alarma ahora.

– Retiro lo dicho, no eres tan precavida.

Luego de que Tatiana terminara de doblar y guardar la hamaca en el árbol hueco, ambas comenzaron a caminar de regreso al salón mientras comían sus meriendas. Llegaron justo unos segundos antes de que suene la campana, y entonces las clases siguieron su curso. Tres horas después el día escolar finalmente llegó a su fin. Tatiana arregló sus cosas y se dirigió al asiento de Emily, ésta se encontraba de pie mientras cerraba el cierre de su mochila.

– ¿Vamos? –preguntó Tatiana.

– Sí.

Caminaron dirigiéndose al gran portón; sin embargo, cuando se encontraban cruzando el patio Emily se paró en seco y Tatiana, quien se encontraba revisando unas cosas en su celular en ese momento, la miró extrañada frenando también su paso.

– ¿Qué sucede?

– Parece que te esperan.

Tatiana la miró extrañada, luego dirigió su vista al frente y, para su sorpresa, se topó con sus amigos a solo unos pasos de ella. Tragó grueso. Miró momentáneamente a Emily, ésta asintió con una leve sonrisa; y entonces comenzó a caminar. Cuando ya estuvo cerca de ellos paró en seco.

– Hola… –dijo Tatiana luego de un par de segundos de silencio.

– Hola…  –respondieron sus amigos.

Hubo una pausa, la ligera tensión en el aire se podía percibir.

– Lo sentimos – Camila fue la que tomó la iniciativa en la conversación.

– ¿Qué? –aquello la había tomado por sorpresa.

– No debimos decir esas cosas –continuó Fernanda–, disculpa.

– No, no –se apresuró a decir–. Yo soy la que debería disculparse, no debí gritarles de esa forma.

– No –negó Marcelo–, estabas en todo tu derecho de molestarte.

– Nosotros dijimos cosas innecesarias y que no eran del todo agradables –agregó David.

– Por eso perdón –dijo Antonio–. No era nuestra intención fastidiarte u ofenderla a ella.

– Sé que no era su intención, pero tampoco debí gritarles de esa forma.

– Está bien, nosotros tenemos parte de la culpa por eso –volvió a hablar Camila sonriendo de medio lado.

– Y también disculpa que no te hayamos dicho nada hasta hoy – Fernanda posó su mano en el hombro de Tatiana–. Simplemente no encontrábamos las palabras para hablar contigo.

– ¿Era por eso? Menos mal –suspiró aliviada–, pensé que estaban molestos o algo.

– ¡Al contrario! –contestó David– Nosotros pensamos que tú seguías molesta por lo que pasó.

– Claro que no, solo estaba preocupada sobre cómo hacer las paces con ustedes.

– Entonces todo bien. Ya hicimos las paces así que todo arreglado –Marcelo hizo una breve pausa y dirigió su mirada a la castaña–. ¿Verdad?

– ¡Si! –exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.

Luego de aquella respuesta los amigos de Tatiana la rodearon para luego atraparla en un abrazo grupal. Estuvieron así un rato hasta que la ojimiel comenzó a tratar librarse del agarre por la falta de aire.

– ¡Ya! ¡Ya! ¡Paren! ¡No respiró! ¡Me van a matar! –sus amigos le dieron un último apretón a antes de soltarla entre risas– Serán tarados.

Todos comenzaron a reír justo como lo hacían antes de aquella pequeña discusión.

– Pero aún nos falta una cosa por hacer –habló Fernanda–, ¿verdad chicos?

Todos, exceptuando Tatiana, asintieron por respuesta. Sus amigos la miraron unos momentos sonriendo, luego sus miradas se posaron en la persona que se hallaba algunos pasos más atrás de ellos. Extrañada, Tatiana giró la cabeza y sus ojos se encontraron con la figura de Emily. Volvió a dirigir la vista hacia sus amigos confundida, y éstos sin decir palabra alguna se dirigieron a donde se encontraba la ojiazul.

Cuando Emily se percató que se estaban acercando a ella borró la sonrisa que se había formado en su rostro al ver como Tatiana hacía las paces con sus amigos. No entendía porque estaban caminando hacia ella, se quedó inamovible en su sitio con su rostro inexpresivo.

Cuando los amigos de la castaña llegaron hasta donde se encontraba Emily, tomaron aire y hablaron al unísono.

– ¡Lamentamos haber dicho esas cosas sobre ti sin conocerte!

Tanto Emily como Tatiana se quedaron boquiabiertas.

– ¿Qué? –fue lo único que llegó a pronunciar aún confundida. Miró a Tatiana tratando de saber que pasaba, pero ésta solo negó con la cabeza dándole a entender que tampoco tenía idea.

– Lo sentimos –repitieron, y Emily finalmente pudo entender a lo que se referían.

– No tienen que disculparse, no tiene importancia.

– Aun así disculpa –dijo Camila–, no debimos decir esas cosas.

– Está bien, no tienen por qué preocuparse tanto por eso.

– ¿Entonces…todo bien? –preguntó Fernanda con algo de timidez.

– Sí, todo bien.

– ¡Genial! –exclamó sonriente David, pero se calló al instante pues pensó que podría molestar a Emily. Dirigió su vista hasta ella, pero lejos de una expresión de enojo, Emily lo miró un poco divertida por su reacción sonriendo de medio lado. Esto causo que un ligero sonrojo se apoderara de sus mejillas.

– Sí, genial –dijo Emily con tono amical y con una sonrisa de medio lado.

Ante esto el grupo se miró entre ellos y se sonrieron, luego dirigieron su mirada a Tatiana.

– Ahora sí, todo arreglado –aseguró Marcelo levantando su pulgar.

Después de eso, los amigos de la castaña se despidieron de ambas chicas y se dirigieron al portón para ir a sus respectivos hogares. Tatiana y Emily iban a hacer lo mismo, pero justo en ese momento un mensaje le llega a ésta última. Al verlo Emily frunció el ceño.

– ¿Qué pasó? –preguntó Tatiana.

– Nada importante –contestó guardando el celular en su bolsillo–, solo asuntos familiares de nuevo.

– Con que asuntos familiares… –repitió no tan convencida.

– Sí, exactamente –un suspiro de escapó de sus labios–. Por cierto, ¿podrías prestarme tus apuntes de las clases de ayer?

– ¿Los apuntes?

– Sí, los apuntes. ¿Me los podrías dar, por favor?

– Pues, sobre eso… –buscó alguna excusa que decirle, pero luego desistió y simplemente le contó la verdad – Lo siento, los olvidé en mi casa –admitió mientras se inclinaba para adelante y dejaba colgando sus brazos agachando la cabeza.

– Oh bueno, ¿Qué se le va a hacer? –suspiró resignada – ¿Me los puedes traer mañana?

– ¡Sí! –exclamó volviéndose a parar firme– ¡Definitivamente los traigo mañana!

– Gracias, nos vemos mañana entonces –se despidió, pero en lugar de ir hacia el portón, sus pasos se dirigieron hacia la biblioteca. Tatiana la miró confundida.

«¿Se está yendo a la biblioteca? ¿Pero no tiene un chofer que la está esperando afuera?», se preguntaba mentalmente. Al final le ganó la curiosidad y fue detrás de Emily.

 – ¡Espera! –la tomó de la muñeca, deteniéndola. Emily se giró para poder verla– ¿No irás a tu casa?

– Por ahora no iré a casa, hay algunos…

– ¿Asuntos familiares?

– Se podría decir que es eso –contestó desviando la mirada a algún punto del suelo.

Algo le decía a Tatiana que había otras razones por las cuales Emily no iba a su casa, pero por el momento decidió no preguntar más del tema pues parecía incomodar un poco a la ojiazul.

Hubo un par de segundos de silencio hasta que Tatiana finalmente volvió a hablar.

– Entonces…

– ¿Entonces…?

– ¿Por qué no vienes a mi casa?

– ¿A tu…casa?     

Notas finales:

Ya saben que cualquier duda, sugerencia u/y opinión es bien recibida en los cometarios, a mí también me encanta leerlos a ustedes <3 

Por cierto, para los que les interese, el nombre de la canción es Somewhere over the rainbow de Israel "IZ" Kamakawiwo'ole.

Nos leemos pronto, ¡saludos!


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