Una dulce melodía se escuchaba desde una de las habitaciones de la mansión, mientras un joven de ojos celestes y cabellera rubia se ocultaba detrás de uno de los muebles, esperando que el objeto de su admiración no se percatara de su presencia. Hace algunos días la sinfonía lo había hipnotizado, haciendo que su amor por el joven que la estaba interpretando, creciera aún más.
La primera vez que escuchó aquella melodía, había sentido como su corazón era acariciado hasta lo más profundo de ser. Mientras escuchaba, el joven se detuvo a recordar el momento en el que empezó a ver a su mejor amigo como algo más.
– ¿Cuándo sucedió? – se cuestionaba él mismo. Aún recordaba la última guerra santa, casi pierde a su ser más querido al ser poseído por Hades. En ese momento de dolor lo entendió, lo que sentía por Shun no era una simple amistad, él en verdad lo amaba. Su mente sólo pensaba que no quería que nadie lo separase de Shun, para él era lo más preciado. Pero a pesar de esto, no podía armarse de valor y decirle todo lo que su corazón guardaba en su interior, el miedo a ser rechazado era más grande.
El joven se encontraba absorto en estas cavilaciones y no se percató que la melodía se desvaneció. Se sorprendió aún más al encontrarse con dos esmeraldas que ahora estaban frente a él, adornando esa hermosa sonrisa que amaba y que anhelaba ser su único dueño.
– ¿Qué haces aquí Hyoga? – Preguntó el dueño de las esmeraldas con una dulce sonrisa y fue imposible que el joven no se sonrojara.
– Yo sólo, este, no sé – Empezó a balbucear, quien no pudo ocultar el ligero sonrojo que empezaba a aparecer. Estaba rojo de la vergüenza, cómo no pensó que Shun lo descubriría y ahora no se le ocurría ninguna excusa creíble, así que dijo lo primero que pensó.
– Este, a mí me gusta dormir detrás de los sillones, de hecho, descubriste mi escondite, aquí vengo a tomar mis siestas. – Hyoga empezó reírse con cierta aprensión, esperando que Shun se tragara su excusa.
– Eso no lo sabía, quizá algún día pruebe dormir aquí – Esto lo dijo con su característica candidez y Hyoga se puso más rojo, esa sonrisa lo estaba matando. Eso no pasó desapercibido por Shun, quién empezó a preocuparse. – Hyoga estás todo rojo, ¿te encuentras bien?, parece que tienes fiebre, iré a buscar a Saori para que llame al doctor.
Shun se levantó para buscar a Saori, cuando Hyoga lo jaló del brazo y besó los labios que tanto anhelaba. En ese beso depositó todo el amor y pasión que llevaba dentro, esperaba que Shun lo detuviera, pero para su sorpresa este le correspondió. Este era el momento más feliz para Hyoga, se había arriesgado a ser rechazado, pero en su lugar Shun le correspondía, pensaba que sí ese era su último día de existencia podía morir feliz, en los brazos de su amado.
Cuando se separaron, Hyoga buscó los ojos de Shun y tomó sus manos, quería decirle todo lo que llevaba dentro de sí, pero las palabras no salían. – Después de todas las batallas y todos los enemigos contra los que nos enfrentamos, ¿por qué aún me congelo frente a ti? – pensaba intentando hacer que las palabras salieran.
– Hyoga te amo – Shun rompió el silencio con esa frase, sacando a Hyoga de su ensimismamiento. Para este momento Hyoga sólo pensaba que se trataba de un sueño, del que no quería despertarse.
Como aún no podía hacer que las palabras salieran de su boca, lo que hizo fue besarlo nuevamente, recostando a Shun sobre el suelo y lentamente fue depositando besos sobre su cuello, para pasar a su oído y susurrarle – Te amo Shun, eres lo más preciado para mí, no dejaré que nadie nos separe, siempre estaremos juntos. – Una vez dicho esto, se separó de su oído para buscar esas esmeraldas que lo hacían enloquecer para después toparse con esa sonrisa que tanto amaba, y nuevamente lo volvió a besar.
Ese fue el beso que dio inicio a su relación, haciendo que esta florezca cada vez más. Cuando tuvieron que enfrentar a todos y anunciar su relación, Hyoga cumplió su promesa de luchar para que nadie los separe. No fue fácil pero poco a poco todos aceptaron su relación, incluso Ikki, quien fue el primero en oponerse. No se podría decir que comieron perdices como en los cuentos de hadas, pero si aprendieron a respetarse y amarse cada día más.