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RENACER [1872!Stony] por WooHo Shin

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«Navidad significa "nacimiento", es de aquellas palabras que enseñan más de lo que deberían. Te recuerdan porque razón estás aquí, vivo; y, por qué un día más... es importante.»

 

***

 

El aturdimiento dentro de su cabeza era como el pan de cada día. Lo convertía en un revoltijo de temblores y malos ratos. Odiaba la sensación, y aun así, nunca hacía nada para cambiarlo. Porque más que aquello, Tony odiaba saber con exactitud lo que ocurría a su alrededor, en ese pueblo bordeado de desierto llamado Timely.

Su cuerpo se estiró de a pocos, sus piernas y brazos, antes entumecidos, se relajaron gracias a ese casual movimiento matutino. Parpadeó seguidamente de bostezos que ofuscaron sus sentidos, acompañando a aquello con la desorientación causada por la considerable cantidad de alcohol que en su organismo corría. Y, a pesar de que apenas y podía soportar la luz chocando con sus ojos, aún era capaz de distinguir las voces cerca de él.

Como aquella que rugía con gravedad.

—No necesitas ocho pistolas, si apuntas bien, Otto —Tony podía oírlos a través de la madera y poco le importó. En ese olvidado pueblo desértico las muertes y los salvajes linchamientos eran tan cotidianos como la indiferencia hacia ellos.

Además, a él nunca le afectaba aquellos actos.

—El plomo es barato, Sr. Lester. —el castaño jaló las solapas de su propio abrigo hasta llevarlo cerca de sus oídos, apretando con fuerza.

—Ya cállense —susurró.

— ¿Dónde está...? —un golpe seco seguido de una exclamación de dolor se coló entre los agujeros de la pared de madera, llegando a sus cansados oídos. Gruñó molesto. Detestaba las molestias de esta naturaleza tan temprano por la mañana.

— ¡Justo aquí!

Más golpes, más gritos y más dolor que lo desorientaba. Se giró sobre sí mismo varias veces intentando relajar su cuerpo y mente sin lograr ninguno de los dos.

—Podías haberte ido, Rogers. Ahora te colgaremos en la calle.

Las voces bajaron su intensidad de repente, y mientras hablaban entre ellos mismos Tony podía gozar de un momento de silencio que su cuerpo exigía. Relajando sus propios músculos se tomó la tarea de volver a descansar.

—Lester tenía razón, gordito.

Pero no podía, su mente insistía en prestar atención a sus alrededores, escuchando cada detalle como si importara. Como aquella voz que de algo le sonaba conocida. Suave, pero con agregados de disimulada paciencia que escondían un lado salvaje.

— Una bala bien dirigida cada vez es mejor.

Otro disparo.

No le sorprendía, la verdad.

—Tira el colt que dicen llevas en el chaleco. Despacio.

—Te arrepentirás, Rogers.

—La pena no fue hacerlo antes. ¡Fisk, baja aquí!, ¡Estás bajo arresto por obstrucción a la justicia! La ley afecta a todos. ¡Todos en Timely, salgan! ¡Podemos recuperar el gobierno ahora! ¡Durante mucho tiempo hemos mirado a otro lado! ¡Roxxon, Fisk y sus asesinos nos atemorizaron! ¡Salgan de las casas!, ¡Salgan! ¡Pidan ser libres! ¡Digan "no" al robo de tierras, digan "no" al robo de agua!

Ahí lo entendió, al menos un poco. Aquella voz era más que solo conocida. La voz era de...

—Ugh, ¿Steve? —su estabilidad sufría un pequeño problema que le impidió moverse más de la cuenta. La mano con la que intentó apoyarse no aguantó su peso, tirándolo devuelta al piso.

— ¡Líbrense del yugo de la tiranía y la corrupción!, ¡Recuperemos Timely hoy!, ¡No teman reclamar las calles y pedir un país libre!

Su cuerpo, luego de intentar moverse otra vez, logró alcanzar la ventana junto a él para ver, a través de ella, como Steve volteaba levemente su cabeza, su rostro rabioso enfocaba un solo punto a la lejanía. Stark, llevado por la curiosidad, también dirigió su vista a aquello. Un hombre de cabello largo y tez oscura peleaba contra otros dos. A contar por la fuerza que parecían tener aquellos, era de lejos una pelea justa.

— ¡Quietos! —bramó Steve, con la cólera llenando cada uno de sus poros.

Y otro disparo más se escuchó.

—Me agrada que llamaras a todos, Rogers. Así podrás despedirte —después de oír la socarrona voz, Tony escuchó un disparo más fuerte que cualquiera que haya sonado antes que dejó mudo al pueblo en solo un segundo.

Una bala de plomo atravesó salvajemente el pecho del sheriff desde atrás, obligándolo a caer de rodillas con el aire cortado de un tajo. Tony se levantó con rapidez esta vez, con el pulso presionando su muñeca y cada tramo de su piel de una forma casi dolorosa. Y luego corrió fuera de su hogar.

Aún podía hacer algo, quizá.

—Solo tú creías en esa estrella en tu pecho.

—Vete al infierno.

—Bueno,... tú primero.

— ¡NO!

Otro disparo, que no resultó como esperaba, atravesó el espeso aire entre él y ese monstruo con una diana pintada en el centro de su frente. Esa bala impactó a medio metro del rostro de Bullseye; y este, con el tiempo que le regaló al equivocarse, le dirigió la sonrisa más asquerosa que sus ojos pudiesen ver. Porque escondían victoria en ellos, una batalla ganada a costa de alguien importante para él.

—Sr. Stark. Una sorpresa verle de pie—la sonrisa plasmada en su rostro enserio le enfermaba—. Quizá vea borroso. Apúnteme a la diana en mi frente si puede.

Y lo iba a hacer, sin dudar, si no fuera por las manos femeninas que le jalaron del abrigo hacia atrás. Cuerpos finos le taparon la visión de aquel hombre y sus voces le regañaron llenas de esa lástima que el pueblo parecía guardarla solo para él.

—Ya hubo demasiada sangre.

— ¿En qué pensaba Rogers?

—No es culpa suya. —se referían a Lester, creyendo en tonterías que a él le enojaban, porque le defendían, a ese monstruo, como si Rogers no fuera el hombre que estaba muerto ahí, en medio de la nada.

—Déjenme ir —su voz podría ser confundida con una súplica, y poco le importó. Quería asesinar al malnacido que se atrevió a matar a Rogers. Al hombre que se atrevió a abrir una brecha más en su ya destrozado corazón.

—Te matarán también —mencionó una de ellas, con sus finas manos tomando fuertemente de sus solapas, prohibiéndole, con mucho esfuerzo de por medio, que se moviera.

Tony fulminó al hombre de traje negro con sus profundos ojos grises desde donde se encontraba. Y este, le devolvió la mirada que a diferencia de la de él mostraba la diversión que no parecía querer ocultar.

—Puede llamarme cuando quiera, señor Stark.

Otra vez esa mueca. Deseaba desaparecerla con un disparo en el rostro, si fuera capaz de hacerlo.

—Le dejamos morir ahí —dijo, con la voz jugándole una mala pasada—. Estamos malditos.

—Vamos a sacar a Stark de aquí. —Una de ellas intentó jalarlo. Natasha, a un lado de él, le quitó el arma de las manos, dedicándole una mirada cálida que escondía el mismo dolor que de seguro reflejaban los suyos propios.

No se dejó empujar. Quedándose en medio de ellas, observando como el tumulto de gente en la calle de al frente se dispersaba para dejarle paso a su amigo Banner que venía corriendo con la respiración errática.

— ¡Señores, piedad! ¡Dejen que examine a Rogers!

—No será necesario, doctor Banner. Ya está muerto —la presencia de Fisk sorprendió a más de medio pueblo, en él, solo causó que el gesto en su rostro se endureciera—. Otra vez debo limpiar el pueblo.

¿Alguien pudo haber sido capaz de llamar héroe a ese tipo algún tiempo atrás? Ahora, para cada habitante en ese pueblo, era la pura escoria que les gobernaba. Era la mierda con la crueldad necesaria para lanzar con sus dos grandes manos el cuerpo sin vida de Rogers al chiquero de los cerdos. Tony pudo ver de lejos, como esos animales salvajes se acercaron al cuerpo de su mejor amigo. Y nadie hizo nada.

Nadie.

La forma de puño en sus manos no fueron capaces de reflejar la ira e impotencia que corría por sus venas.

—Todas las tareas del sheriff son ahora del alcalde, el honorable Wilson Fisk —Lester detuvo su andar por un momento, viendo con fingida dolencia la insignia de Rogers tirada sobre la arena—. Rogers creía en la estrella, y este es el resultado. Así que, déjenla en el suelo. Donde pertenece.

Recordaba voces torcidas y llantos desconsolados después de las doce del mediodía. ¿De quiénes serían? No lo sabía y poco le importaba. Su temblorosa mano llevó el pico de la botella a sus labios, en ese usual movimiento que le devolvía el aturdimiento que necesitaba en este momento. Esto era, en muchos sentidos, mejor que cualquier cosa. La sensación de impotencia le atormentaba, y él ya no quería sentirlo. Así que, nadie podía culparlo de querer expiar sus penas. Después de todo, la única persona que lo alejaba de los malos vicios ya no se encontraba ahí para quitarle, con el ceño fruncido, la botella de las manos.

Un hombre de piel trigueña junto a una sonrisa de satisfacción en su rostro apareció en su rango de visión caminando en una trayectoria cercana a su propia ubicación. El ágil cuerpo del hombre se movió en dirección a la caja grande y malograda de madera que, en su momento, fue la mayor atracción de ese pueblo. La máquina capaz de revelar el impreciso futuro. Su famosa creación que de un día para otro, igual que su inventor, perdió el brillo que antes le caracterizaba.

—Pierdes tu tiempo. Está roto.

—Sí, aquí hay algo estropeado —una mínima sonrisa gobernó bajo la sombra que se dibujaba en el rostro de aquel hombre—. Pero no es tu autómata.

Tony chasqueó la lengua, harto de escuchar de diferentes voces la misma frase.

—Aquí está «La Visión del Futuro», cortesía del mayor inventor Anthony Stark.

— ¿Cómo diablos...? —Tony volteó a ver como la ficha con la fortuna impresa en él escapaba de la máquina; y aun así, el señor se iba, como si no fuera por aquella razón a la que vino— ¡Hey!, ¿no quiere leer su fortuna?

—Ese futuro es suyo, señor Stark.

Tony pudo notar la luz cegándole cuando el hombre giró en la esquina más cercana. Quiso gruñir y maldecir pero ninguno de los dos logró escapar de su garganta a tiempo. Harto ya de todo ese rollo misterioso, con sus dos manos sirviéndole de apoyo sobre el piso de madera, se levantó para ir por aquella nota impresa en el delgado papel.

Fue cuestión de tiempo y uno que otro trastabille que pudo llegar frente a la descuidada caja de madera. La observó por un largo momento antes de decidirse a coger la pequeña hoja y le costó, varios segundos más, tener el tino para leerla.

«Dolor y miedo impregnan su futuro. Aprovechar una oportunidad más para cambiarlo es la decisión que debe aprender a tomar»

Se rio muy fuerte.

De aquellas risas que hace años no soltaba. Extrayéndola desde el fondo, raspando su garganta con las últimas fuerzas que le quedaban. Y luego cayó al piso, con las lágrimas, que estuvo conteniendo todo ese maldito tiempo, bañándole el rostro.

Era un completo idiota.

¿Cómo podría hacer lo correcto ahora? ¿Su futuro se llenaba de miedo y dolor? Tremendas tonterías. Justo ahora no podía sentirse de la mejor manera. Lleno de vida y...

Pura mierda.

 

***

 

 


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