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Cuando la noche se encontró con el día por Pandora09

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Puedes maldecir la oscuridad, o simplemente encender una vela.

Varg Vikernes

 

 

 

BaekHyun se tragó un jadeo cuando sus pies descalzos resbalaron debido al aceite que corría por los troncos bajo ellos y sintió que las lágrimas en sus mejillas se evaporaban con más rapidez de la que su cuerpo las producía.

Escuchaba los vítores y los rezos de la gente que lo observaba desde el otro lado de la cortina de humo y llamas, por lo que centraba toda su atención en el crepitar del fuego y la sangre que corría por sus brazos desde los cordeles que inmovilizaban sus articulaciones.

Quiso llorar y suplicar misericordia, pero nadie escucharía a un demonio como él.

- Tú eres vida, Baekkie –había dicho alguien en sus sueños, pero ahí estaba, a punto de morir juzgado por posesión demoniaca.

Un sonido ronco escapó de su garganta, la mezcla de un grito y un sollozo, muriendo en la resequedad de su interior. Parpadeó varias veces, intentando enfocar su mirada en algo más aparte de las iridiscentes llamas, pero se sentía tan cansado y sus ojos ardían incluso más que las lengüetas acariciando su piel desnuda.

- Po-por favor…

Sobre su cabeza, la Luna le sonreía en el cielo.

Recordó tantas noches solitarias, con aquel astro plateado como única compañía.

Byun BaekHyun le había tenido pánico a la oscuridad, pero se refugiaba bajo los rayos plateados cuando su romántica salvadora coronaba la noche, sentía como si algo en el cielo le dijera que ese era su lugar. Durante el día, adoraba al astro rey y su suave calor, envidiaba a quienes podían pasear libremente por las praderas y bañarse en los ríos, mientras que él vivía oculto en un cobertizo para que nadie pudiera encontrar al niño maldito que vivía con la prostituta del puerto.

Su madre, la mujer más dulce y decidida que había conocido, la única capaz de darle cobijo cuando solo era un niño asustado muriendo de hambre en un callejón, fue apedreada por las mismas personas que hoy clamaban su nombre hasta verlo arder.

Todas las cosas buenas que BaekHyun había conocido, como el amor de una madre y el calor del Sol en un día de verano, se le estaban prohibidas.

Byun BaekHyun era como la noche, frío, solitario y oscuro. Al mismo tiempo, era todas las cosas que le aterraban. Temía de la noche, oscura y profunda. Temía de la soledad, morir sin nadie a su lado y ser olvidado. Le aterrorizaba la profundidad infinita del cielo sobre su cabeza, que de noche parecía incluso más colosal.

El hombre de sus sueños era brillante, como el Sol en su cenit, cálido y pacífico.

Pero esa noche, cuando el fuego consumía los jirones sucios y desgastados de la sábana que cubría la parte inferior de su cuerpo como única vestimenta, odiaba todo lo que representaba calor. Los leños consumiéndose, las esquirlas de fuego dispersándose por la brisa y las lengüetas cada vez más cerca de su piel, el aroma a aceite quemado, todo le parecía agónico.

La sequedad de su garganta no se comparaba a esa que había experimentado en sueños, que era casi placentera, ahora sentía que su cuerpo entero estaba en llamas, la piel en carne viva y cenizas corriendo en lugar de sangre. Todo en él era agonía y tortura.

Con los ojos resecos, observó el cielo, preguntándose si ese brillo enceguecedor eran las puertas del cielo abriéndose para él, para recibirlo en la gloria eterna del Padre, pero uno de los leños cayó rompiéndose en pedazos, soltando chispas y esquirlas ardientes en todas las direcciones, quemando su piel y chamuscando el vello de su cuerpo.

¿Por qué, incluso en las cosas en las que debía encontrar dicha, solo lo esperaba la miseria?

Tosió y sintió el polvo de las cenizas rasparle la garganta hasta quitarle el aliento y los deseos de vivir.

- Ma-madre…

Intentando cerrar los ojos para sumergirse en la inconsciencia, recordó a su madre, la única persona que le había demostrado algo de afecto en sus miserables veintiún años, su cabello oscuro, largo y ondulado. Fue la mujer más hermosa que BaekHyun vio alguna vez y la más divertida, con ese acento grave que, con el tiempo pudo descifrar como la canción de cuna más dulce del mundo. Ella fue una rechazada, una extraña con costumbres aún más extrañas. Libre, en un mundo lleno de prisioneros de la fe. Libre, con deseos de ver a todos igual de libres que ella. Justa, pero no ciega por la justicia divina que torturaba a Baek, libre como un espíritu que siente el viento rozarle la piel y el agua bañarle el alma. Libre y justa, como BaekHyun siempre quiso ser. Pero él creció oculto en un cobertizo, cubierto de abandono, paja y oscuridad.

La mujer que lo trajo al mundo, una completa desconocida temerosa de Dios y fervorosa creyente de las costumbres occidentales que habían encontrado un nicho de pecadores en esa parte del mundo, decidió que no podía criar a un bastardo y lo abandonó junto a un río a morir de hambre y frío en caso de que ninguna bestia quisiera apiadarse de él y utilizarlo de alimento.

La prostituta lo rescató, luego de asegurarse de que, en tres días, nadie volvía por él. Desde entonces fueron inseparables, ella lo alimentaba y Baek iluminaba su vida con su presencia. A ella nadie la quería, a excepción de los hombres que buscaban sus servicios en las noches. BaekHyun escuchaba y contenía la respiración para que nadie descubriera que existía. A veces, cuando las noches eran demasiado oscuras, tarareaba en silencio hasta quedarse dormido cuando el Sol comenzaba a iluminar el cielo.

En sus sueños, un juego de manos firmes y cálidas lo acunaban.

Deseó que esos sueños fueran realidad, que ese calor que recorría y maltrataba su cuerpo fuera el calor que consumía su alma cuando se sentía perdido.

- No eres un niño perdido, Baek –había dicho la voz de sus sueños y él quería aferrarse a ese pensamiento, a esa idea de que la vida le deparaba algo más que fuego y agonía, pero ahí estaba, ardiendo hasta la muerte, perdido en medio de la nada, enfrentándose en soledad al destino al que esas mismas palabras lo condenaban.

Tantas veces, cuando el cobertizo se iluminó con su tristeza, deseó ser la Luna y habitar el cielo, con la esperanza de encontrar ese Sol cándido que tanto anhelaba. Tantas veces despertó desorientado y destrozado por solo hallarlo en sueños y nunca en la realidad.

Soltó un jadeo y sus respiraciones se volvieron cortas y erráticas, desesperado por tomar algo de aire y no morir. BaekHyun no quería morir, no cuando el humo oscuro ocultaba la luz de las estrellas y le impedía ver el cielo, ¿cómo podía ir a casa si no encontraba el camino? ¿Cómo podía encontrarlo a él si los Astros no le mostraban la dirección?

Gimió en agonía, cansado de rogar por esa piedad que se le estaba prohibida, cansado de intentar vivir en un mundo que lo despreciaba, cansado de respirar el aire contaminado por la raza humana. Cansado, tan cansado de todo.

Cuando fijó la mirada en la inmensidad sobre su cabeza y su propia luz ahuyentó el humo y las llamas, una sonrisa triste surcó su rostro y se dejó arrastrar a la inconsciencia y la muerte, con la mente plagada de pensamientos sobre el Sol uniéndose a la Luna en el cielo infinito, soñando con el día en que eso pasaría. Soñando con ese día que nunca llegaría.

 

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- Mierda, estamos tan cerca –masculló ChanYeol acariciándose el pecho y gimiendo bajito.

- ¿Cómo sabe que estamos cerca? –preguntó JongDae por lo bajo, caminando a unos pasos detrás de él y aplastando sonoramente las hojas secas de suelo.

- Lo siente –respondió Suho a su pareja, tomándole la mano sin que ChanYeol se diera cuenta-, siente el dolor.

JongDae frunció el ceño y guardó silencio durante unos minutos, pero no lo suficiente como para que ChanYeol o cualquiera de los tres matonianos se sintiera realmente cómodo con su humana presencia. ¿Por qué no podía ser igual que Lay, que caminaba en silencio a unos metros de distancia?

- Tú –apuntó a Suho con su mano libre y le golpeó el pecho-, ¿lo sentiste también?

En la penumbra del bosque, Suho le guiñó un ojo y le acarició el cabello, sonriéndole dulcemente y apretando su mano.

- El único dolor que recuerdo existió antes de encontrarte.

ChanYeol gruñó y gimió al mismo tiempo, confundiéndose con su propia reacción. Generalmente le alegraba ver a su líder feliz, al igual que a todos los matonianos que encontraban a su compañero, pero en ese momento estaban tan amargado y envidioso que quiso golpearlos. Todo lo que sentía era el calor de las llamas que nunca antes había sentido, porque él era fuego y ese era su hábitat natural, pero lo que sentía era el dolor de BaekHyun, el ahogo y la pronta muerte de su humano.

- Por favor, Baek, resiste un poco más.

- ¿Falta mucho? –JongDae volvió a hablar y ChanYeol se estremeció.

- No sé hasta cuándo debemos soportar que nos den información a medias.

- Estamos cerca –susurró Suho y el alto podía adivinar que en su cabeza también estaba maldiciendo al Protector Único de la Memoria, pero no podía reconocerlo en voz alta.

- Sabemos que estamos cerca porque con cada paso duele más, no porque alguien nos haya dicho dónde encontrarlo.

Más que dónde, a ChanYeol le preocupaba en qué condiciones iba a encontrar a su humano, si el dolor que él estaba sintiendo era solo una fracción del que el humano debía soportar, BaekHyun realmente estaba rozando la muerte definitiva.

Y el pensamiento de que su humano muriera antes de siquiera haberlo visto una vez lo llevó a acelerar el paso y jadear en busca de aire. Había historias, cientos de leyendas sobre los mal llamados Amantes Malditos y le aterraba la idea de ser uno más, de que BaekHyun muriera sin haber conocido la verdadera felicidad.

- ¡Oh, mierda! –exclamó luego de tropezarse con una raíz sobresaliente y acelerar el paso-. ¡Lo huelo!

Y el humo que comenzaba a hacerse visible por encima de la franja de árboles decía casi tanto como su olfato.

Poco a poco, sus pasos rápidos y largos lo llevaron a un claro donde todo se iluminaba como a mediodía. Sus pies temblaron y su cuerpo entero se sacudió cuando encontró el origen de aquella luz platinada y la cortina de humo negro que ocultaba una inmensa hoguera. La sangre hirvió en sus venas al ver que el mismo elemento del que estaba hecho su espíritu, torturaba al humano al que los Astros eligieron para acompañarlo en el camino de la vida.

El fuego lo rodeaba por completo y la gente a su alrededor simplemente miraba y sonreía, creyéndose los grandes salvadores de la humidad cuando estaban cometiendo el acto más barbárico que ChanYeol hubiera visto, estaban asesinando a un inocente.

Una mano intentó detener sus movimientos tomándolo por el hombro, pero se zafó rápidamente del agarre y caminó hacia las llamas. Escuchó gritos de palabras que no comprendió y lo que debían ser rezos cuando ni su piel, ni su cabello o su ropa reaccionaron al calor del fuego, pero ignoró todo lo que no pertenecía a la pequeña criatura que se esforzaba por dar sus últimas respiraciones antes de entregarse por completo al infinito.

BaekHyun se veía tan pequeño y estaba tan herido que ChanYeol quiso llorar ante la injusticia humana. A su alrededor el humo se dispersó hacia el cielo, mientras que las llamas retrocedían y se convertían en inofensivas brazas ardientes. Quería apagar el fuego, pero el calor de su alma le impedía hacerlo sin cobrar venganza.

Rápidamente, cortó las cuerdas que inmovilizaban a BaekHyun y lo envolvió con la capa que colgaba de su espalda, el humano no reaccionó a su tacto ni siquiera cuando se encontró a distancia segura de la hoguera.

ChanYeol lo sacudió y llamó su nombre con suavidad, hasta desesperarse y soltar gritos desesperados porque BaekHyun no respondía.

- ¡Malditos bastardos! –gruñó encarando a los humanos que, atónitos, observaban su acto heroico.

Suho, con ayuda de JongDae, evitó que alguno de ellos escapara, mientras Lay comenzaba a sanar las heridas de BaekHyun y le pedía a los Astros por algo de tiempo.

ChanYeol le pidió al líder y su pareja que dejaran ir a los humanos, sorprendiéndolos por tal pedido, creyendo ingenuamente que él dejaría ir a los culpables del sufrimiento de BaekHyun.

Apenas uno de ellos dio un paso alejándose, las llamas consumieron su cuerpo hasta carbonizarlo.

- ¡Demonio! –gritó uno de los humanos, apuntándolo con un objeto en forma de cruz y los demás soltaron alaridos aterrados.

ChanYeol simplemente rió y los cercó con más fuego del que sus ojos nunca habían visto.

Segundos después, el claro se llenaba de gritos desesperados y agónicos.

- Chan… ¡ChanYeol! –el grito de Lay lo sacó de su propio regocijo y lo devolvió a un BaekHyun que tosía con humo escapando por su boca y nariz.

- Baek, Baek… -llamó su nombre con suavidad luego de arrodillarse a su lado, el humano tosió un par de veces antes de que sus ojos encontraran al matoniano y brillaran de forma incandescente.

- Lle-llegaste –su voz era ronca y baja, nada comparado al tono agudo y alegre que habitaba sus sueños, pero más real que cualquier ilusión creada por su mente.

BaekHyun estaba ahí, vivo, mirándolo con esos ojos marrones cubiertos de lágrimas y felicidad, clamando su nombre bajito para que la realidad no lo golpeara y se lo quitara de golpe.

ChanYeol lo estrechó entre sus brazos, ignorando las órdenes de Lay de ser cuidadoso, él solo quería sentirlo y creer que por fin, después de atravesar el universo en su búsqueda, lo había encontrado.

- Estoy aquí, Baek, estoy aquí.

Pasados varios minutos y con ayuda de Lay, el humano consiguió fuerzas suficientes como para ponerse de pie, incluso si no las necesitaba porque ChanYeol estaba ahí para sostenerlo en cada paso que daba. Entonces se encontró con las cenizas de lo que hasta hace apenas unas horas eran los pueblerinos que decidieron quemarlo en la hoguera.

ChanYeol vio la sorpresa y el dolor en sus ojos, pero no había miedo en su mirada y se sintió orgulloso de que ese pequeño humano que le temía a la oscuridad se hubiera enfrentado con tanto temple a la crueldad de su propia raza.

- ¿Los mataste?

- He quemado demasiados puentes para iluminar mi camino hacia ti, Byun BaekHyun, ¿qué es un pueblo más en esta juerga pirómana?

Para su sorpresa, BaekHyun sonrió y recargó la cabeza en su pecho, suspirando audiblemente. ChanYeol agradeció que sus compañeros le hubieran dado un momento en privado con su humano, de esa forma pudo apreciar mejor su etérea belleza bajo las luces de la noche.

- Siempre fuiste como el Sol para mí, en el mundo de oscuridad en que habitaba, solo en mis sueños encontraba la luz del día.

- Yo solo seguí una estrella, Byun BaekHyun, que me trajo hasta este sistema para demostrarme que en la oscuridad del universo, un pequeña Luna brillaba en la noche, llamándome para unirse a mí –acarició su cabello y sacudió las hebras chamuscadas, abrazó su cintura y se sumergió en el aroma ahumado de su cuello-. Todo lo que soy, BaekHyun, todo lo que fui y todo lo que seré, es tuyo para hacer de él, lo que tus deseos dicten.

Baek sonrió y se aferró con fuerza a las extrañas ropas que cubrían al más alto, sintiendo esa calidez que solo creyó existente en su imaginación.

- No me abandones solo en la noche y seré tuyo por toda la eternidad.

Enternecido por el temblor en las palabras del más bajo, ChanYeol tomó su barbilla y lo obligó a mirarlo a los ojos, perdiéndose en la profundad tibia de sus orbes marrones y agradeciéndole a los Astros por haberle concedido a ese humano en especial. Recorrió sus pómulos y sus mejillas hundidas, sus labios agrietados y las marcas que se desvanecían en su cuello, su cuerpo cargaba con las medallas de una vida repleta de sufrimiento, pero su mirada demostraba el fuego de la luz, esa luz que lo guió a través de las interminables nebulosas del espacio. No había dolor en esa luz, no había sufrimiento ni espera, ChanYeol sabía que ahí solo estaba su hogar.

Así como BaekHyun veía en ChanYeol y su fuego el calor de un día de verano, ChanYeol veía en BaekHyun la luz plateada que le indicó el camino a casa.

Ahí, en la penumbra de un claro cubierto del aroma de la carne chamuscada, el día y la noche se encontraron en un suave y delicado beso que selló sus destinos.


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