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Yo en ti por Mascayeta

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Flash back Kirishima

- Lo siento, no fue mi intención, de verdad, lo siento.
- Bien, hay que ver el lado bueno de las cosas, por lo menos te detuviste antes de que tu "amiguito" te hiciese pasar una vergüenza.

Kirishima se sonrojo por lo directa de la frase. Era cierto, su ego no estaba lo suficientemente fortalecido en ese momento como para haber quedado en ridículo con la chica.

Alenka lo miro detallando cada una de sus facciones, era un perfecto hombre maduro con pinta de modelo. Si tan solo no estuviese enamorado. Continuando con la deliciosa cena, pensó si de pronto su hermana siempre había tenido razón, y que esa frase que repetía cada vez que se enfrentaba a un fracaso amoroso no era más que la conclusión de sus múltiples experiencias "todos los hombres buenos son casados o gay", y con el que compartía la velada cumplía las dos premisas.

El restaurante donde se hallaban era uno de los exclusivos del sector, la cena acompañada por una magnifica conversación y la historia amorosa del castaño ahuyento cualquier posible incomodidad por el evento acaecido en el auto horas antes. Más por curiosidad que por verdadero interés, Alenka pidió conocer a la persona de quien tanto le hablaban. Casi se atora cuando vio al peliazul. En su cabeza la perfecta imagen de revista mostraba a los dos hombres en una situación que solo un ciego no entendería...

Pero eso había sido antes de estar en la cárcel, antes de separarse después de su aniversario..., devolviendo la fotografía, la chica entendió que no era quien para juzgarlo. Las personas al igual que las circunstancias, cambian y desgraciadamente, el amor no es inmune a ello.

Eran las 11:00 p.m. cuando abandonaron el restaurante, sabiendo que nunca más volverían a verse. Tras un abrazo y un pequeño beso en la mejilla, Alenka se alejó del editor, antes de que no pudiera oírla, giro para hacerle una pregunta:

- ¿A qué le temes Kirishima-san? - el hombre suspiró para hablar lo suficientemente duro para que lo escuchara.
- A qué no me crea, que no me acepte...
- Es la respuesta equivocada Zen - riendo regreso para susurrarle al oído, en su intento de aproximarse mancho el cuello de la camisa con el labial carmín - Tienes miedo de no aceptar lo que no sabes de él, porque quizás te darás cuenta de que ya no te necesita.

Fin flash back

Las palabras de su fallido intento de infidelidad tomaron sentido cuando en aquella sala escucho como los testigos hablaban de lo que ese año había sido la vida de Yokozawa. Tan aislado en su propio mundo se mantuvo que hasta ese momento se enteró de la enfermedad del ojiazul en Nueva York en su primer mes y durante la cual, Usami fue su soporte. De cómo pudo negociar la elaboración de varios animes por la asesoría de Yasuda. De la ayuda que brindo a Henmi pagando la operación de la madre de su subordinado. Incluso hasta el chico de Libros Marino había estado en contacto con él, ayudándolo con ilustraciones de varias carátulas y en pago, Takafumi le procuró los contactos para una exposición de sus pinturas. Cada historia le confirmaba que la única persona que lo había dejado solo era él... que ridículo, y se jactaba de amarlo.

Yokozawa había seguido con su vida, salió del agujero en que tratando de salvarlo, el mismo Kirishima lo había hundido. Tal vez era tiempo de dejarlo seguir, permitirle conseguir una relación que le proporcionara todo aquello que él no podía brindarle, estar con alguien que lo alejara de tantos celos y envidias.

Su respiración comenzó a volverse irregular, le estaba dando un ataque de pánico... y como para que no se arrepintiera de lo que estaba pensando hacer, lo vio... vio a Tadachi deslizar su mano de manera sensual sobre la espalda del vendedor para acercarse y hablarle al oído. La sonrisa del abogado antes de levantarse le confirmo lo que intuía, y muy dentro de sí, era consciente de que quizás, el jurista era su mejor opción.

Antes de marcharse, antes de abandonarlo definitivamente, de terminar con la historia de un amor que empezó con un chantaje, que fue forzada por su maldita forma de no parar hasta conseguir lo que quería, de un amor que manipulo aun utilizando a su propia hija... cerró los ojos y agacho la cabeza. Dicen que tu vida pasa frente a tus ojos al momento de morir, para él ese instante había llegado.

Por su mente desfilaron cada uno de los eventos ocurridos desde que se casó con Sakura, la sensación de seguridad y tranquilidad que le dio la castaña, era tan diferente a las dudas que le generaba Takafumi. Era lógico, porque al fin y al cabo, ella era quien se le había confesado. Pasaron las memorias de los años en que su partida lo consumió dejándolo como "un inútil a cargo de una niña", frase que su suegra le había lanzado cuando quiso quitarle a Hiyori. La mujer que lo obligo a casarse sabiendo que Leiko lo odiaba, la mujer que le hizo desbaratar el altar que tenía para su propia hija, aduciendo que no era digno de venerar su recuerdo.

También recordó cuando lo observó por primera vez, como no pudo sacarse de la mente los ojos azules llenos de orgullo pero que transmitían tanta melancolía. Añoró cada grito, cada desprecio, cada beso, cada gemido... cada vez que lo tomo, los tenía impregnados en el alma, Porque si "el primero en enamorarse es el que pierde", él ostentaba ese galardón.

El suave roce de una mano conocida lo hizo volver a su realidad, volteo el rostro para encontrarse con unos ojos similares a los suyos:

- Vamos, es hora de que mi nue... de que tu "linda esposa", sepa de lo que eres capaz por él.

Zen observo a Yokozawa dirigirse al banquillo, su cuerpo era el reflejo de lo poco que dormía y la tensión del miedo de estar sentado ahí, próximo a ser atacado y tal vez destruido por el abogado de la madre de Sakura. Al sentarse busco entre los presentes…, su rostro se ilumino cuando sus ojos se encontraron, regalándole esa sonrisa que solo el editor general de Marukawa Manga conocía, esa que sin darse cuenta le daba cuando terminaban de hacer el amor.

Takafumi paso su mano por el cabello negro azulado, Kirishima vio su boca como la primera vez que lo hizo suyo, como una respuesta a sus preguntas, el vendedor se humedeció los labios, y el castaño lo entendió: No había de que temer porque Yokozawa estaba tan metido en su piel como él en la suya.


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