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Yo en ti por Mascayeta

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Aún no tenía muy claro lo ocurrido al final de la audiencia, tan solo recordaba dos cosas que le indicaban que pronto su destino se definiría. La primera el que Tadachi le pidiera confiar en él sin importar lo que hiciera o dijera, ya que todo sería para su bien; la segunda que la última audiencia y su veredicto se darían en quince días.


Era consciente que con las últimas pruebas presentadas por el abogado de la contra parte, estaba condenado a la pena de muerte. El delito de abuso carnal aunado al de doble homicidio, le sentenciaba a concluir sus días de una manera que ni siquiera en los momentos más dolorosos de su relación con Takano, paso por su mente: Ahorcado.


Al ver que los hombres terminaron de descargar las cajas en la alacena, paso a firmar el pedido y entregarles la orden. Era extraño que llegaran tan tarde, pero como le había comentado el que aparentemente ostentaba el cargo de supervisor, el camión tuvo una falla en el motor que los retraso. No muy contentos, los guardias se vieron obligados a permitirles el paso, era eso o quedarse sin alimentos por la siguiente semana y no querían ser linchados por los presos. Al ser Yokozawa el encargado de bodega, no tuvo más remedio que acompañarlos.


Al salir los dos cargueros, Takafumi cerró la reja marcando el código de seguridad, el golpe seco en su cabeza lo hizo caer. Colocando su mano sobre la herida giró para dar la cara a sus agresores. Escasamente pudo reponerse para sentir un nuevo impacto en su rostro. A sus oídos los insultos y frases despectivas llegaban acompañando cada una de las patadas y de los puños. El tiempo se detuvo en su cabeza, el dolor era tanto que lo único que se fijó en su mente fue la imagen de Hiyori y Zen el primer día que fue a la casa de los Kirishima. Cerró los ojos y se dejó hacer, ¿para qué resistirse? No era cobardía, simplemente les facilitaría terminar su misión.


El jefe del grupo lo tomo del cuello del ensangrentado mameluco, Yokozawa devolvió la mirada sin emoción alguna, esto solo logro que el hombre se enfureciera levantando el puño para volver a golpearlo, pero antes de poder hacerlo la tos del ojiazul provocó que su saliva saliera con sangre salpicando su cara.


-  ¡Imbécil! - gritó arrojándolo con fuerza. El golpe de su cabeza contra el suelo  aumento el dolor. Escuchando la orden, el asesor de ventas sintió como era empapado por un líquido ámbar que presagiaba su fin. Así que tampoco moriría colgado de una viga...comenzó a reír ante la mirada perpleja de sus perpetradores. El sonido del zippo plateado que sostenía quien los dirigía, le hizo callar - Espero sigas burlándote en el infierno.


Los disparos sonaron fuertes y claros. Sin embargo, el fuego dio inicio envolviéndolo todo...


La mujer dio por finalizada la llamada metiendo su celular en la pequeña cartera que hacía juego con su traje. Sonriendo fue a saludar a la pareja que se acercaba felicitándola por el nombramiento de su marido. Después de tantos años en la política, al fin el padre de Sakura era el representante al congreso por el partido al que pertenecía. Esa noche, rodeados de aplausos, pudo tener la perfecta familia que siempre añoro. Posando para la fotografía que saldría en los diarios, ella, su esposo, su nieta y la feliz pareja de Zen y Leiko, lucirían como los dignos representantes de las buenas costumbres y la moral. La única mancha que podría empañar su felicidad acababa de ser limpiada.


Pasaron a la mesa para continuar con la celebración, el sonido del i-phone de Hiyori con una de las canciones de su grupo preferido de J-pop hizo que la niña pidiera permiso para contestar cuando vio la pantalla. Kirishima la siguió por la expresión en su rostro. Antes de poder preguntar, su hija giró para entregarle el teléfono. Las respuestas monosilábicas de su padre no presagiaban nada bueno, cuando corto la comunicación, le pidió ir por sus cosas, debían volver a casa inmediatamente.


Zen realmente estimaba al padre de Sakura, no lograba entender el odio que su ex suegra le tenía, pero por respeto a él estimo conveniente anunciar una emergencia familiar para poder retirarse. Condujo en total silencio, no era conveniente causar un accidente por no poder controlar la reacción de Hiyo. El celular de la niña recibió un mensaje con una dirección, al leerla supo que ahí era donde debía dirigirse. Una vez llegaran, le contaría.


Hiyori observó a su padre, sabía que estaba buscando las palabras correctas, el instante preciso para decirle lo que le preocupaba. No era el lugar, él manejaba demasiado rápido y cualquier comentario podría terminar en una segunda tragedia. Colocándose los audífonos escuchó y vio las imágenes de la página de Marukawa, el reporte lo nombraba como una de las víctimas. Su estado de salud era desconocido, pero los ojos de su otousan no presagiaban nada bueno... y entonces comprendió que ese era su signo: No podría nunca tener una madre. Ellas solo le duraban dos años.


Por eso, era la última vez que permitiría que su padre se enamorara, que alguien se acercara a su familia de dos para querer establecerse ocupando un lugar y un título que estaba maldito. Después de esa noche siempre serían solo ellos... y lejos de ahí, porque le pediría a Kirishima que se marcharan.


Recordó a Sorata, su pequeño minino quedaría con sus abuelos o quizás se lo devolvería a Takano-san. Pero no lo llevaría... nada los acompañaría... porque si quieres empezar de nuevo debes dejar todo tu pasado atrás... y a sus escasos doce años, Hiyori terminó de madurar. Borró cualquier sentimiento de su niñez. Porque con la muerte de Yokozawa, esta había quedado enterrada.


Al igual que las de su padre, las lágrimas habían comenzado a salir sin hacer ruido solamente resbalaban por las mejillas de los dos castaños. Cuando llegaron a la puerta del hospital se miraron en complicidad. Descendieron tranquilos, pasaron entre los fotógrafos, las cámaras y los periodistas, saludaron a Isaka mientras Asahina trataba de contener a los medios, con la mano dijeron hola a Takano y Onodera, para seguir hasta donde Tadachi quien hizo una pequeña reverencia con la cabeza y fijo la mirada en la falsa sonrisa que le daba la pareja.


El abogado se sintió culpable, pero era mejor así. Abrió la puerta, y el trio desapareció para recibir el reporte de la policía.


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