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Yo en ti por Mascayeta

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Los cerezos comenzaron a florecer antes de que se diera cuenta. Llevaba tanto encerrado que ya no importaban los días, aparentemente su caso como el de tantos, quedaría en uno de los archivos de "por resolver".


Tadachi llevaba buscando al principal testigo de la madre de Sakura desde que habían sido encarcelados, pero parecía que la tierra se la había tragado. Cada vez que recordaba lo escrito por la chica que había salvado del acosador en el metro, le daban ganas de golpearse contra una pared. Era tan ciego ante las intenciones de la gente, que tal vez por eso Kirishima siempre terminaba disgustado por la ingenuidad con que actuaba.


Nuevamente su mente traía el nombre del editor general de Marukawa, desde que lo recogió en ese bar el día que Takano lo rechazo, no podía sacarlo de su cabeza, y  tampoco de su corazón.


Solo Dios sabe que trató de olvidarlo en Nueva York llenándose de trabajo, igual que lo hizo una vez estuvo de vuelta a Tokio. Actualmente que sospechaba que Kirishima salía con otra persona, procuro atestar cada uno de los espacios de su tiempo allí encerrado con tantas actividades, que incluso el director del reclusorio había tenido que diseñarle un plan especial para que no enfermara. Sin embargo, la verdadera razón de mantenerse ocupado era no ahogarse en la rabia de imaginárselo besando y acariciando a otra, o peor aún, a otro.


Tratando de retomar algo de su tranquilidad, hecho hacia un lado la imagen del castaño para recapacitar en lo dicho por Tadachi mientras pegaba las nuevas fotografías mandadas por Hiyori. Si lograban encontrarla, la sentencia iría de tres a cinco años por la violación de Takano. Pero si eso no ocurría, el cargo de homicidio que aducía el abogado de la madre de Sakura podría ser tenido en cuenta como una realidad. De ser así, de allí saldría para el cementerio, el problema era saber cuándo.


Por eso había decidido solo tener contacto con Masao y, tras las lágrimas y ruegos de su hija, con ella. Miro la pared repleta de imágenes, dibujos, menciones de honor y una que otra carta. Aunque cada vez era más difícil tener esperanzas, la niña le daba el aliciente para ver una luz en el fondo del túnel en que estaba metido. Pero si salía ¿cuál sería su destino? Otra vez la voz de Zen sonó en su cabeza "cruza el puente cuando sea el momento".


Extrajo de debajo del colchón las fotos gastadas de tanto tocarlas y besarlas de quien lo hizo entender que el amor era más que dolor. Desafortunadamente, en ese instante podría jurar que se equivocaba. Extrañaba tanto sus labios, sus risas, sus bromas. Acaricio el rostro del castaño. El corazón se aferra en ocasiones a una ilusión, y su amor por él se había convertido en eso.


 


Tadachi observó a la mujer que tenía en frente. El perfecto maquillaje y peinado. El traje de marca, los ademanes elegantes. Parecía salida de una película, representando un papel; es decir, ella era totalmente falsa.


Las demás pruebas fueron dadas al abogado, había fotos de Yokozawa en situaciones aparentemente comprometedoras con Takano, con un chico castaño de Marino Libros y con su remplazo como jefe de ventas de manga en Marukawa. Sin darle importancia alzo los hombros pidiendo explicación por lo mostrado.


Leiko pidió permiso para encender un cigarrillo, odiaba que las mujeres fumaran, pero no era quien para impedírselo.


- Zen firmo los papeles de divorcio – el abogado siguió sin entender el punto, era hábil en hallar los motivos ocultos, pero en ella algo no encajaba del todo. – Mi matrimonio acabo el día que Yokozawa entro a la cárcel, pero su relación finalizo cuando usted fue contratado.


- ¿Yasuda? – la mujer asintió. – Eso es irrelevante, igual ellos ya solo los unía la niña.


- No sabe lo posesivo que puede ser Zen con él. Cuando pueda verlos juntos, escucharlos hablar, lo entenderá... - Leiko parecía perdida en un recuerdo, sin querer desaprovechar el momento, Masao empujo más con otra pregunta.


- ¿Tanto ha compartido con ellos para asegurarlo? – saliendo del trance en que se hallaba, la mujer limpio una lágrima indiscreta que amenazo con correr por su mejilla. El abogado noto por primera vez los lentes de contacto que tenía.


- ¡Deje el caso! – Entrego un sobre a Tadachi, retomando su papel, – las pasare como prueba, ella también desapareció después de ser atormentada por Yokozawa.


Tadachi miró la serie de seis fotografías que mostraban a su cliente acosando a una persona con cabello castaño oscuro. En ninguna se veía la cara de esta, además que al igual que las otras, se advertía que estaban seleccionadas estratégicamente para dar la impresión qué se requería.


- Si Kirishima terminó la relación con usted, ¿por qué seguir hundiendo a Yokozawa?


- Una persona como él se lo merece. Acabo con la vida de una chica como Matsumoto y de esta otra muchacha de la cual no sabemos ni su nombre – extendiendo la mano para despedirse, termino. – Sabe que perderá el caso, eso sería una mancha en su reputación de abogado perfecto. Piénselo.


- Tenga por seguro que eso no pasará. Yokozawa Takafumi quedara exonerado de los cargos. Saldrá libre para rehacer su vida con los que ama.


Una vez solo, Masao procedió a revisar la evidencia que usarían en contra del asesor en ventas de Marukawa para la próxima audiencia. Había algo que no encajaba, no eran solo las imágenes; tomando el texto escrito por la joven que buscaban como único testigo en contra del presunto abuso sexual de Yokozawa, lo leyó nuevamente. ¿Qué relación la unía con la familia de Sakura? Fue cuando noto la fecha de las fotografías, por alguna razón todas parecían ser tomadas en los meses siguientes a la desaparición de Matsumoto.


No se percató de cuantas horas llevaba revisando el material, hasta que una tromba de 160 cm, cabello castaño claro y voz delgada, entro a su oficina sin siquiera anunciarse lanzándose en un abrazo porque ese día vería después de tantos meses a su oniichan.


Hiyori estaba tan emocionada que olvido cualquiera de sus buenas costumbres. El abogado solo correspondió la muestra de afecto con una gran sonrisa. Esa niña era especial. En ese instante escucho la voz del padre de la pequeña, Kirishima Zen le había acompañado para poder conversar sobre los avances en el caso.


Pidiéndole a la castaña que esperara afuera, procuro recoger lo que Leiko había llevado. Al ver una de las fotos, Hiyori rio:


- No sabía que Onodera-san y mi oniichan fueran amigos ¿cuándo les tomaron esta foto?


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