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Lo que deseas. por AGR

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Notas del fanfic:

Informo que los personajes de Saint Seiya no son míos.

La historia del fic es original y es de mi auditoria.

Lo que deseas.

 

03:00 p.m

El papeleo siempre resultaba ser tedioso cuando se debía de hacer un informe detallado de alguna escena del crimen, nunca dejaba de ser un fastidio y eso lo sabía muy bien Seiya Takahashi, quien se quedaba hasta altas horas de la noche en el Departamento Policial, un trabajo que le alejaba de la vida social, pero resultaba ser bien remunerado por ser uno de los pocos detectives que se especializaba en casos sin resolver.

Con un lapicero en la boca y el escritorio lleno de fotos, se mantenía interesado en ese caso, uno poco usual, no había evidencia, armas, testigos, no tenían nada. Según lo que había dicho una mujer fue que escuchó voces, como susurros que provenían del pasillo pero era poco creíble ese argumento ya que la anciana padecía de sordera, así que lo descartaron aunque Seiya no lo hacía, debía ser verdad y por alguna razón le creía a la mujer.

El característico sonido de su móvil le hizo salir de sus pensamientos hechos un rompecabezas con tanto que hacer. Miró el número reconociendo este de inmediato, su pareja le llamaba y no era para menos con lo tarde que era, pero al final ambos vivían de ese salario.

- Takahashi.

Espetó su apellido al responder sin dejar de ver las fotos y apuntando uno que otro dato que le podía servir para llegar a una de sus tantas conjeturas que solo le hacían llegar al mismo lugar. Pero la voz al otro lado de la línea le dejó sin aliento y un nudo en el centro de su pecho, por un instante se vio obligado a pensar que era una broma de mal gusto, pero para su suerte el hombre que le platicaba es muy real.

Motel Venecia, habitación 23, segundo piso.

Apenas logró agarrar su chaqueta ya luego se la pondría, pero antes que pensar en su persona debía saber la verdad, misma verdad que podría cambiar el rumbo de la vida al lado de su pareja.

Media hora duró de la Estación hasta el antes mencionado motel, mostrando su placa al llegar cuando el dueño quiso impedir su entrada a esa habitación. Por unos segundos que se volvieron eternos cerró los ojos para volver abrirlos, sin poder dar crédito a lo que miraba.

La sonrisa de Milo, se sesgó de sus labios dejando libre a su amante Aldebarán para que fuera a intentar explicar lo inexplicable a Seiya que no mostró más que decepción en la mirada y ese gesto que muchos ponen al sentir asco de otra persona.

-Seiya, sabes muy bien que te amo y Milo no significa nada para mí. Tienes que creerme.

-Estás desnudo, te he escuchado decirle que solo estás a mi lado por deplora. Quizá esto sea mi culpa, no lo sé realmente. No deseo verte más Aldebarán.

-Si es lo que deseas no te rogaré, pero al menos deja que vaya por mi ropa a casa.

No citó ni una palabra, solo giró sobre sus talones saliendo a la fría noche de aquel hotel. La llamada de Milo era suficiente para comprobar lo que ya sé imaginaba, resultó cierto que eran amantes y ahí estaba la realidad golpeando una vez más su orgullo.

La noche parecía enfriar más al punto de sentir sus dedos entumecidos cuales frotó un poco antes de entrar al vehículo, negando con su cabeza lo estúpido que era en solo pensar que su vida sentimental era perfecta, pero ya nada se podía hacer ya que el tiempo con Aldebarán había terminado de la forma más cruel.

Arrancó el vehículo permitiendo que las lágrimas cayeran impertinentes mojando sus mejillas, mientras que se perdía en la imagen impregnada de ellos dos sumidos en acto de lujuria. La mirada arrogante de Milo le dejaba en claro que él no era nada en la vida de Aldebarán y quizás tenía razón, nunca fue suficiente.

El sonido insistente de Bitter sweet symphony de The Verve que puso en su móvil, comenzó a romper las constantes imágenes de ellos revolcándose en la cama. La pantalla azul dejaba ver el número de su ahora ex-amante, no se iba a exponer a escuchar las mentiras fabricadas por algún experto en la promiscuidad, ya se las sabía de memoria y si le ponía atención de nuevo terminaría rogando y perdonando para continuar en un círculo vicioso del que no logra escapar, pero algo en su interior le dijo que ya no hay más oportunidad ni humillación a su persona. El dinero era el factor amor de la relación, seguro estaba comprendiendo que Milo no le soltaría ni un solo cheque o eso deseaba creer.

-¡Maldito seas!, solo déjame en paz.

Golpeó con exasperación el volante gritando para sí mismo, perdiendo por segundos la visión en la carretera, hasta observar que estaba a centímetros de matar a una persona que vagaba por la orilla de la carretera. Giró a como pudo impactando de costado en un árbol.

Un hilo de sangre se comenzaba a deslizar por su frente manchando la blanca camisa, sin duda el choque no fue tan violento pero tendría sus consecuencias. Maldiciendo bajó del vehículo, los nervios a flor de piel todo se estaba derrumbando a sus pies.

Observó como el hombre que estaba por matar se mantenía de pie en la carretera sin moverse un ápice dándole la espalda. Caminó hasta el sujeto con cierta cautela ya que a esas horas los violadores, asesinos y otra clase de escoria salían a delinquir.

-Casi nos matamos por su culpa. ¿Por qué demonios caminas por la carretera?.

-Debías de prestar más atención al camino. Es momento de irme.

Seiya por un instante se sintió indignado por la desfachatez del sujeto que le culpaba por lo sucedido y si bien era cierto, ambos eran responsables de la circunstancia que se presentó. De alguna forma estaba molesto quizá de visualizar como el desconocido comenzaba a marcharse con paso firme, seguro pero sin prisa.

Este llevaba puesto un traje negro bastante elegante como si viniese de un matrimonio y él siendo el novio, sus cabellos azules parecen ser rebeldes ya que van por todas direcciones, pero no lograba verle de frente, solo puede lograr enfocar que es alguien bien cincelado como un atleta por la fisonomía de su cuerpo. Pero un frío extraño recorrió su cuerpo al sujetar su brazo evitando que este continuara caminando.

La enriquecida voz profunda del desconocido le lleno los sentidos, de alguna forma le excitaba, se sorprendió así mismo en pensar de esa manera o más bien sentir tal reacción.

-Será mejor que regreses por donde viniste, Detective.

-¿Cómo sabes que soy un detective?

-¿Te importaría soltarme?, como dije anteriormente debo irme.

-Si deseas puedo llevarte, de esa manera evitarás que otro conductor se lleve tremendo susto.

En una intersección giró tal como su acompañante le informó. La carretera no tenía asfalto, era de lastre por lo que se vio obligado a bajar la velocidad, no recordaba haber pasado nunca por ese lugar, la falta de iluminación era un evidente peligro y esa palabra le hizo crisparse ante el pensamiento de que quizá no fue buena idea ofrecer a ese sujeto llevarle a su hogar.

Constantes preguntas saltaban, pero ninguna con respuesta, ¿será un asesino?, comenzaba a sentir una vez más esa tensión y el silencio perturbador no aliviaba las dudas. Luego de golpe regresaron las imágenes de Aldebarán con Milo fundidos en esa cama del motel, pero fue la voz del extraño que le hizo volver a la realidad.

El camino de lastre le dejó justo en la entrada de una casa muy pequeña y bastante descuidada, cubierta por enredaderas y mucho monte. No se lograba apreciar con exactitud el lugar, pero al final no era de si incumbencia indagar sobre ese lugar, solo necesitaba irse cuanto antes.

Aparcó el vehículo bajando de este, notando como el hombre caminaba rumbo a la puerta haciendo un sonido escalofriante al abrir esa puerta.

-No soy un asesino, te lo puedo asegurar, puedes entrar a beber un té, dudo que Aldebarán te esté esperando, está muy entretenido con Milo.

-¿Disculpa?, ¿cómo sabes de Aldebarán y Milo?

-¿Quieres entrar?

Las cosas cada vez se volvían más extrañas y su estómago lo sabía bien ya que cuando algo malo estaba por suceder siempre se le encajaba esa sensación pesada. Apretó en su chaqueta la pistola que siempre suele llevar y por extraño que parezca siguió al hombre.

De inmediato el aroma a polvo y a putrefacción golpeó con fuerza su nariz, la oscuridad no le dejaba observar con cautela las entrañas de esa vieja casa. Pronto la luz iluminó la estancia, algo pequeña para su gusto, pero lo que le llamó mucho la atención fue una enorme cruz que colgaba en una de las paredes y en una mesa un libro grande abierto por la mitad, unas cadenas que colgaban de las vigas separadas con grilletes oxidados.

¿Qué era ese lugar?, ¿quién era ese hombre?, caminó a la salida pero la puerta no se movía de su lugar. Pero su cuerpo se contrajo cuando unos brazos se envolvieron por su espalda acariciando su pecho, esos labios suaves y húmedos recorriendo en su cuello hasta la oreja y ese aliento que se escapaba en susurros.

-Este es mi hogar, quien soy no debe preocuparte Seiya Takahashi, todo lo que tienes que hacer es sentir lo que te puedo ofrecer.

-No comprendo nada. Debo irme.

Pero sus pensamientos y ansiedad fueron succionados cuando su boca fue atacada por ese ardiente beso que el extraño regalaba, haciendo crecer más ese picor de lujuria. Sus ojos se mantuvieron cerrados pese que algo le decía que debía retirarse, pero su cuerpo no respondía a esa orden.

Correspondiendo a esos demandantes besos, se vio expuesto y a merced del hombre que le despojaba de su vestimenta, pero él se mantenía intacto, por lo que intentó descubrir ese cuerpo más no pudo hacerlo cuando este se lo ha impedido. Que más daba si uno estaba vestido y el otro no, solo necesitaba alejar ese fuego que se había encendido en la piel con pocas caricias y el viaje delicado de esa lengua serpenteando por su pecho.

-No puedo hacer esto. Tengo que irme.

En un lapso de cordura le empujó desesperado por ponerse la ropa y salir de aquella casa vieja cuyo aroma fétido estaba acentuado en toda ella. Volvió a intentar abrir la puerta cuando un frío terrible caló hondo en su ser.

La vos enriquecedora del hombre se escuchaba gruesa como un eco ensordecedor que no podría provenir de un humano, se dio la vuelta empuñando el arma que logró conseguir, mientras que luchaba con atar sus pantalones, pudo ver como el viento entraba majestuoso elevando las viejas cortinas y su sonido solo lograba dar un tinte de terror a la situación que estaba padeciendo al lado de ese hombre que sin moverse de su lugar ya emanaba una extraña energía.

Ahora entendía que era un demente y él debía buscar la forma de irse o bien pedir refuerzos. 

-¿Irte?, ¿Piensas dejarme?, te equivocas Seiya, no soy un demente.

-Disculpa pero no somos nada y no tienes derecho a retenerme. Será mejor que abras la puerta y olvidemos esto.

-Eres mío desde el momento en que accediste por voluntad propia venir a mi casa y entrar en ella.

Los adornos comenzaron a elevarse para luego estrellarse en la pared con fuerza, las luces se apagaban y encendían como si alguien estuviera jugando con ellas. Todo era extraño y sin una explicación racional. Fue cuando pudo ver la verdadera apariencia siniestra del extraño comprendiendo que era la primera vez que le podía ver. Su boca se secó haciendo que retrocediera cuando este avanzaba al mismo tiempo, disparó varias veces pero las balas pasaban por ese cuerpo.

Su rostro como sus manos parecías secas, con capas de polvo, no podía más y corrió hasta la segunda planta teniendo algo de dificultad cuando las gradas cedieron bajo su peso cayendo a un costado. El fétido hombre se le acercó y no pudo soportar el miedo que crecía dentro. Estaba realmente aterrado y solo quería salir de esa casa, volver a su vida, a ese trabajo que le apasionaba y ahora estaba en una extraña película de terror.

-Déjame ir, te lo suplico.

-¡Shhh!, no tienes que suplicar, ni tener miedo, vamos mírame amor. Soy Ikki Kido, al que por tantos meses has estado buscando.

Sus manos estaban temblando, mientras que se atrevía abrir sus ojos para encontrarse con aquel hermoso moreno que le sonreía y levantaba del suelo solo para abrazarlo, el olor a muerte no llenaba el lugar, pese a seguir con la apariencia, algo no andaba bien y lo sabía. Pero no comprendía a lo que se refería conque le estaba buscando, él no conocía a nadie con ese nombre ni esa apariencia.

Luego todo se acumuló en sus recuerdos.

Seis meses antes

-No me importaría ser la pareja del mismo demonio con tal de que me ame.

-¿Quieres un trago más?

-Sí, por favor.

-No deberías pedir algo así, se te puede cumplir.

-Espero que sea así, de esa forma podría terminar con Aldebarán para siempre.

-¿Puede ser la muerte quien te llegue amar?

-¿Si eres la muerte acepto?, ¿Cómo te llamas?

-Me puedes llamar Ikki Kido.

- Seiya Takahashi.

Cada palabra extraña que Ikki le había espetado era el resultado de lo que ahora estaba viviendo, tambaleante se alejó de aquel caliente cuerpo para comenzar a vomitar, no estaba seguro de todo eso, por meses le intentó contactar pero el teléfono que le había dado, pero solo le mandaba al correo de voz y en más de una ocasión dejó el mensaje, pero sus llamadas nunca fueron devueltas.

“Ikki, soy Seiya una vez más, espero que me llames, la verdad que lo he pensado bien y quiero estar contigo.”

Cubrió su boca aterrado ante la idea de estar muerto, no quería estarlo tenía mucho porque vivir y no podía. Se sobre saltó al sentir esos carnosos labios que le besaban la mano para luego atacar sus labios.

El sol comenzaba a colarse por la ventana la mañana resultaba fresca y pudo ver como las puertas se le abrían para dejarle el camino libre, con miedo avanzó observando el vehículo con las puertas abiertas y el camino de lastre.

Sesgando una sonrisa en los labios se marchó. 

-Esto es solo el comienzo de una vida y muerte juntos.

 

-FIN-

   

Notas finales:

Hola!

Espero que les guste este fic.

No soy buena en cosas de terror, pero al menos hice un intento.

Para esas personitas que me han pedido algo de esta materia les dejo este pequeño fic.

Kisus pervertidos. 


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