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Cosmic Love por Lady_yuu

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Notas del fanfic:

Fic de despedida.

 

Agradezco un montón a todos aquellos que han pasado a leer mis historias, a quienes han comentado y dando gracias al fanfiction porque, por medio del conocí gente increíble, gente amorosa y genial. A todos mis fandoms que participe, miles de gracias por todo.
No resta más que continuar con mi viaje y proyectos personales.

En esta fic plasme muchas de las cosas que me apasionan y gustan, excepto Camus, porque Camus no me gusta es el personaje que menos me agrada, sin embargo, es el elemento principal que desencadena todas las cosas que me gustan en este fic. ¿raro no? Lo sé, no me juzguen. Este fic tiene varias partes así que disfrútenlo, sobre todo los fans de este personaje.

Fic inspirado en la llamada Era de Acuario.

Advertencias: Lemon, yaoi, erotismo / Canon-Divergence  (es decir que se sitúa dentro del canon de la historia pero de forma paralela)

Disclaimer: Los personajes pertenecen a su respectivo autor.

Capítulo 1

Transición 

 

Then I heard your heart beating, you were in the darkness too

So I stayed in the darkness with you

 

Camus le confesó que estaba asustado. ¿Camus asustado? Camus que siempre es indiferente incluso con sus propias emociones; estaba a punto de colapsar su sistema nervioso. Pobre y desdichado Camus, no quería nada de esto. Lo oyó maldecir su constelación. No, Camus, no hagas eso, maldecir la constelación es igual a encerrar tu alma en el limbo; advirtió Afrodita. “¿Entonces, dime por qué? ¿Y si escapo, y si huyo? ¿Me ayudarías a escapar?” Sintió pena, porque Camus nunca ha expresado nada, él mismo consideraba a los sentimientos como estorbo.

Y sin embargo,  ese terror desconocido que apresaba al guardián de la onceaba casa, lo infectó. Camus se estremecía  como si una pistola apuntara su cabeza. Le recordó a los condenados a muerte, en la silla eléctrica, la guillotina, postrado en una camilla esperando la inyección letal. Era un suicidio, un asesinato, estaba condenado. O así lo considero.

- ¿Qué me sucederá?- preguntó Camus con nostalgia.

Afrodita no sabía que responder, aunque formaba parte de la mala suerte de Camus, ignoraba los acontecimientos sucesivos. Estaba con él porque tenía que pasar la transición de su signo al de él. Era otra víctima de la eclíptica.

- Milo, Milo dijo que tomaría mi lugar- desesperado recordó lo que el escorpio había prometido tres días atrás, cuando se enteró de su misión― Cambiaría el mismo curso de la Vía Láctea para posicionarla en escorpio y no verme sufrir. Tráelo, que lo haga él, que lo torturen a él y no a mí.

Sintió pena por su vecino, era egoísta al extremo de echar al fuego a uno de sus mejores amigos. También estaba confundido.  El miedo era común. ¡Miedo! Ellos no conocían eso, hasta ahora.  Un caballero no tiene miedo a nada, esta dispuestos siempre a entregar su vida. Miedo, esa palabra no existe para ellos. El miedo siempre es el aliado del guerrero, del mago y de todo aquel que no teme a la muerte. Afrodita ya no sabía cómo tranquilizarlo, debían darse prisa. La noche apenas empezaba y ellos aún no…

- No quiero esto… no lo quiero- sus lágrimas cayeron dentro de la armadura helada, creando pequeñas escarchas al caer en el metal.

Afrodita se sintió privilegiado por conocer el lado blando de alguien tan indiferente a la vida. Dio  pequeños golpecitos en la espalda a modo de consuelo. Porque no había palabras que salvaran su agonía. ¿Cómo decirle a las plantas que un día se secarán? Era el curso natural. Shion se lo dijo. “Es tu destino”

- Debo… debo prepararme- se alejó del sueco - es, es la misión más importante de mi vida- dijo con seguridad.

Aquello era más un castigo que una misión, un tormento. Pobre Camus, tuvo la mala suerte de nacer en el siglo XX y pagar las consecuencias de la civilización. Tuvo la mala suerte de nacer bajo la constelación que cambiará el rumbo de la galaxia.  Afrodita sabía que sobreviviría, era fuerte, decidido y frío. Eso debía ser suficiente, ¿cierto? Y es que su misión no era sencilla, iba más allá de romperse la madre con algún hijo de puta o viajar para encontrar reliquias y defender dioses. En esa misión iba toda su existencia, cuerpo, alma, esencia, energía.  Para Camus fue un sacrificio y es que, la forma en que se realizaría todo el evento era un ritual que lo remontó a las épocas donde: ritual=sacrificio. Era francés, sabía de eso, conocía los procesos ritualisticos. No quería convertirse en el buey sacrificado al diablo mientras la humanidad danzaba alrededor de su cadáver y bebían vino.

Él nació bajo el signo de Acuario y gracias a ello obtuvo el poder de la constelación, las llaves del templo de aguador, el don del frío y la bendición del cosmos. Porque es la constelación la que elige al caballero. Fue Beta Aquarii la que quiso renacer en Camus. Camus cree que fue por nacer pelirrojo, por sus jodidas pecas y ser francés. Ser pelirrojo era de mala suerte en su tierra natal, a muchos los asesinaban por tener el color del fuego. ¿Por qué? Nadie sabe, sólo el universo y sus leyes.  Ahora viajaría al lugar de donde todo proviene, el origen de los seres vivos ya sean infra-extra terrestres, de dimensiones, de cualquier parte del espacio. Atravesaría multiplanos dimensionales para llegar a la fuente creadora. Formar parte del Todo por un tiempo. ¡Mira, el Kybalion y la cábala tenían razón! Su alma abandonaría su cuerpo, haría un enorme viaje astral al centro de la Galaxia, eso fue lo que entendió. Taladrarían su cerebro con un montón de imágenes y colorearían su corazón, arrancarían lo que no necesita y luego lo arrojarían de regreso a la Tierra para trabajar como pudiera. Y seguro lo castigarían por maldecir la constelación.

- Lo que más me aterra no es el hecho de ir - comentó Camus caminando a la habitación de Afrodita, donde él ya había adornado el sitio para la transición. Un hermoso camino de pétalos de rosa y velas azules- es que, todo lo sentiré, percibiré aromas, sonidos, tacto...  Nadie sabe qué sucederá exactamente. - Su voz se entrecortaba- y me dolerá, el Patriarca me lo dijo. Cuando despierte todo mi cuerpo dolerá como si me hubieran herido, atravesado lanzas, disparado balas, roto mis huesos. No podré pelear, seré un maldito estorbo. ¡No quiero ser un inútil!

Sus gritos debieron escucharse hasta la sala del Patriarca  o quizá más lejos. Camus estaba furioso, pudo congelar el Santuario y dejarlos como estatuas de hielo para siempre. La temperatura comenzó a bajar, la escarcha apareció lentamente en las paredes y las armaduras. Camus cerró los puños y antes de estrellarlos contra un pilar, Afrodita lo abrazó para ahogar su grito y las malas palabras. La cabeza pelirroja quedo en su pecho. Camus no se movió, su cuerpo se tensó. Sintió el calor  de un signo  de agua, una especie de vapor humeante por todo su cuerpo. Justo lo que necesitaba, que algo ardiera y derritiera sus estúpidos cubitos que rodaban en sus mejillas. Lo abrazó más fuerte, intercambiando el miedo por paz.

El guardián de la última casa enredó sus dedos en la mata roja. Con cuidado, como si tuviera un objeto frágil en sus manos, levantó su rostro para besar su frente, los ojos y terminar con un suave beso en los labios. Camus estaba ahí para hacer el amor, tener sexo, follar, como quiera llamarle.

Ese era el proceso de transición.

Los anteriores caballeros de Piscis habían dejado sus energías en la armadura. La armadura tiene vida, ella sabe, ha visto y contiene la información de la Era de Piscis. La que se acaba, la que abandona la Tierra y deja a la humanidad sumida en un exorcismo. En ella nació el A.C y el D.C. La armadura de piscis está ansiosa por tirar esa mierda en otro lado. Fatigada por tanta miseria y resurrección. Ciclos constantes que no la dejaban en paz y transmitía todos esos cambios a sus portadores. De milagro Afrodita no se volvió loco cuando por primera vez la vistió.

Esa noche no pudo dormir, sentía a los peces moverse en su estómago. Uno le hablaba de lo material y el otro de lo espiritual. Después se acostumbró. Shion le explicó que pronto dejaría de sentirse como un bote de basura.

Por ello se cansaba a veces de cargar la armadura y mientras abría la boca de Camus para meter su lengua, pensaba en ello. En lo que él cargaría de ahora en adelante y los sucesores de Acuario hasta que, de la misma forma un Acuario hiciera la transición a Capricornio y así sucesivamente hasta que la galaxia explote.

- Déjame tomar aire- la voz de Camus fue ronca- no estoy acostumbrado a esto- Fue entonces que de sus ojos cayó la misma cascada del aguador que representaba- se amable Afrodita.

- Discúlpame, pensé que tú… ya habías hecho esto antes.

Para Afrodita era normal tener sexo. Era un hombre de veintitrés años y aunque no lo pareciera, tenía experiencia, no sólo con mujeres si no con hombres. No lo veía desagradable, para él, el cuerpo era un altar, un devocionario al que se debe atender y bendecir. Shura y Death Mask compartían esa idea y a veces terminaba con uno de ellos en la cama o con los dos al mismo tiempo; si estaba de buen humor. Camus lo ignoraba así como la mayor parte del Santuario. Afrodita al igual que sus compañeros, eran discretos en esos temas. A nadie le debe importar lo que hagan con sus culos y falos. 

- No, tampoco he estado con una mujer si te lo preguntas- respondió Camus sonrojado- debes saber que el sexo siempre me asusto.

- Lo siento, seré más amable - respondió cansado. Tampoco quería indagar. Camus era extraño, no le pareció rara su confesión.

“Sólo espero que no seas frígido porque te va a doler mucho” pensó al mirarlo. Camus era atractivo. Su cuerpo delgado y macizo, con pecas que le daban un aire inocente. Ahora las mejillas estaban del mismo color que su cabello y le daba ternura. Cuando era niño no podía estar mucho tiempo en el sol porque su piel era delicada, hasta que Shion le dio un par de ungüentos y se acostumbró al calor mediterráneo. Por eso le venía bien el hielo y la frialdad, se asociaba con su carácter y con Acuario.

- Quítate sólo el arnés y la falda de la armadura- ordenó Afrodita haciendo lo mismo.

Con las manos temblorosas, Camus obedeció. Miró al suelo antes que el dorso de Afrodita. La blancura de su piel brillaba y olía a rosas con sal. Sintió el aire fresco que se coló por la ventana abierta. Afuera las estrellas brillaban intensamente, como si cada una quisiera alumbrarle sólo a él. El tacto de las manos tibias de Afrodita en su pecho le dio escalofríos. Comenzó a sentir un frío espantoso, sus huesos dolían, las piernas se entumían y miró asustado a su compañero.

No había manera de echarse atrás. Bien sabía que la energía magnética nacía del acto sexual y era considerada la más poderosa. Por ella se transmitía toda clase de información, toda clase de conocimiento y sobre todo poder. Alienar la serpiente que corre desde la base de la espina dorsal hasta la cabeza, era un acto que sólo los más experimentados en el manejo del cosmos-energía, podían manejar.

Respiró agitado al sentir como su miembro era acariciado y lamido por Afrodita. Sus finos dedos con manicura abrían paso dentro de él. A su mente llegaron imágenes extrañas, acontecimientos lejanos y los peces nadando por el espacio. ¿Eso era la transición?

De repente, soltaba gemidos cuando Afrodita tocaba puntos clave y sonreía. Camus permaneció todo el tiempo sobre la cama. Todo lo hizo Afrodita, desde enseñarle a besar, a tocar su cuerpo y el suyo propio, a abrir la boca para recibir su semilla. Sus piernas y su cuerpo temblaron al sentir como entraba Afrodita con delicadeza y suavidad. Después todo se quedó en blanco y gemía fuerte bajo sus brazos.

Casi imposible creer que un hombre con aspecto tan delicado fuese una máquina para coger. Su cuerpo se abrió completamente a su compañero. No sólo para satisfacerse si no para dejar correr y fluir la energía sobre su cuerpo.

Camus se encontró pidiendo más, acariciando el sedoso cabello celeste que caía sobre él. Sus piernas aprensaron sus caderas, obligándolo a ahondar más en él. Sin creer en esa nueva faceta suya que mantuvo oculta, encerrada bajo llave porque lo consideraba denigrante. Ahora su cuerpo se estremecía con cada caricia. Quería sentir más ese hormigueo en su abdomen, la presión sobre sus puntos sensibles, escondidos entre sus órganos. Por eso gritaba más, rogaba por más, hasta que se descargaba sobre su abdomen y Afrodita quedaba exhausto.

Durante toda la noche hicieron el amor. Afrodita le enseñó no sólo el toque de un hombre si no muchas tácticas sexuales. A mitad de los descansos, Camus se encontró tocándose así mismo tratando de revivir todas esas sensaciones que se perdió por miedo. Luego, retomaban las acciones y Camus cerraba los ojos, dejándose envolver por los suaves movimientos de Afrodita y su aroma.

Estaba satisfecho que él fuese el primero.

Por la mañana, al abrir los ojos, lo primero que llegó a su mente fue su infancia. Su madre sentada en el sofá leyendo un libro mientras fumaba. Él la miraba esperando una palabra. Su madre siempre fue así, indiferente y resignada a cuidarlo. Era hijo de la amante de un escritor fracasado que después de escribir tres libros, su carrera cayó por culpa de ellos. Cuando llegó al Santuario fue la excusa perfecta para olvidar su triste pasado. Su padre lo visitaba pocas veces. Le daba dinero a su madre y jugaba con él. Sus ojos eran tristes y expresaban su necesidad de morir. Hasta que finalmente se suicidó cuando Camus tenía cinco años, meses antes de llegar a Grecia.  Pensar en su familia le produjo felicidad, aunque no haya sido la mejor. Aceptó que su madre se convirtió en un fantasma que aparecía ante él sólo para divertirse. Aún recuerda la felicidad que le causó al saber que ya no tendría que cuidar de él. “Será lo mejor, al menos con ustedes comerá decentemente. Me han quitado un gran peso” Dijo su madre. Antes de irse lo besó en la frente, nunca antes había sentido un beso tan frio y patético.

Su tristeza fue falsa así como su “Te extrañaré, Camus”

Había querido borrar ese doloroso hecho. Su madre nunca lo quiso y si lo hizo, fue de la forma más cruda e irresponsable. Hasta ese momento se dio cuenta que nació, sólo para atar a su padre. Aunque de nada sirvió, él nunca dejo a su familia y se terminó muriendo por cobarde.

Al menos él era un caballero y tenía honor.

Antes de las diez de la mañana, Afrodita lo bañó en su tina de porcelana. Con sales y lociones. Un aroma floral y mentolado lo hizo sus pirar. Con la misma delicadeza que le hizo el amor, lavó sus cabellos rojos, la espalda, el pecho y finalmente los pies. Con los pies tuvo especial cuidado. Pasó una tela blanca y mientras enjuagaba, los besó. Camus no se atrevió a preguntar el motivo de ese acto, pero sintió la misma sensación orgásmica cuando el sexo.

La iniciación estaba terminada.

- Ahora estás listo- le dijo Afrodita con una sonrisa triste al terminar la transición.

Una parte de él no quiso dejarlo ir, por eso hizo todo con lentitud. Los minutos para Camus eran una vida. No pudo evitar no sentir pena. El miedo que sentía el acuariano no debía ser sobrevalorado. Era terror puro. Donde ni la mente, el cuerpo, ni el alma respondían. Su piel se erizó de sólo pensar que Camus no regresará jamás.

- Huelo a lavanda- comentó Camus al aspirar su cabello. Quiso cambiar la conversación.

Afrodita no le respondió, volvió a besarlo. La confianza que se creó entre ellos había rotó todos las paredes, incluso podían comunicarse sin palabras. Una mirada, una caricia, bastaría para saberse. Como dos viejos amantes. Afrodita lo despidió antes de que subiera al templo del patriarca, donde desayunaría antes de la procesión.

Lo vio desaparecer entre las escaleras que daban a la Sala del Patriarca. Su andar era lento, no quería llegar a su destino, deseaba que se detuviera el tiempo por cada paso. Afrodita hizo lo imposible para que le pese tanto. Pobre Camus, iba a sacrificarse por el mundo, ¡no!, por el sistema solar. 

Era el elegido. 


Continuara... 

Notas finales:

Sí les interesa más saber sobre la era de Acuario, existen algunos sitios y videos donde a grandes rasgos les pueden informar. Mientras tanto gracias, si llegaron hasta aquí es por algo.

Al ser mi último fic me gustaría saber sus impresiones. Sin más saludos y gracias por leer. 


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