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Quédate a mi lado por SoyUnUkulele

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Notas del capitulo:

Aquí Lele reportándose~

Bueno, dejo esta nota para decirles que el intento de "musical" empieza aquí, así que ahí va una pequeña explicación: (''Nombre'') de esta forma anotare quien está cantando la estrofa para que no haya confusión :3 ahora los dejo y disfruten de este segundo capítulo ?

 

 

 

 

 

 

— ¡Vamos Yuuri! — Pichit había tomado su brazo y comenzaba a arrastrarlo contra su voluntad, aunque Yuuri se encontraba lo suficientemente aturdido como para reaccionar correctamente.

—Es tiempo de que salgas de tu escondite— Guang se unió casi en seguida, tomándole del otro brazo.

 — ¡Eres joven aún! Y la noche nos espera —Minami les esperaba en la puerta de la habitación del japonés, abriéndola de par en par cuando sus dos compañeros se acercaron lo suficiente.

 Mila ya se encontraba dentro de la habitación rebuscando en el armario del chico. —Dios...ya ni mi abuelito tiene este tipo de ropa... —sentenció con la ceja levantada y una mirada que decía ya no querer meter la cabeza ahí jamás.

 — ¡Yo tengo un conjunto de ropa de repuesto!- exclamó el tailandés, soltando de golpe a un muy consternado Yuuri y corriendo hacia su maleta. -tenemos casi la misma talla así que no habrá problema...- susurró mientras husmeaba entre sus múltiples cosas hasta dar con lo deseado, levantándolo de forma triunfante. — ¡Aquí!

— ¡Chicos! — exclamó Yuuri que ya casi le estaba dando asma ahí mismo. El asiático tenía un extrañísimo e imaginario centro de control en la cabeza que activaba la alarma de "Emergencia" cuando alguien invadía su territorio...y ahora todo su cuarto estaba prácticamente infestado, eran sus amigos si...pero esa no era razón para no hiperventilar. —A-aprecio mucho su preocupación... —intentó hablar normal, pero su voz sonó rasposa y nada clara. —Pero nunca acepté la invitación...

 —Tampoco la rechazaste — sentenció victorioso el tailandés. Yuuri giró violentamente el rostro y le miró con ojos de "cállate o te pego", provocando que el moreno riera con ganas. Se acercó confianzudo a Yuuri y pasó su brazo alrededor de su cuello aún húmedo por el reciente medio/baño. —Amigo~ como dijo una gran cantante: "Ya lo pasado pasado...no me interesa~"

—...Pichit...no empieces a cantar... — rogó el japonés, completamente derrotado.

—Bueno, pero entiendes lo que trato de decir ¿no? — el moreno llevo su mano libre a la cara de Yuuri para apretarle con los dedos la punta de su respingada nariz. —...Víctor...ese anciano no te merece, búscate a alguien mejor, con carro, que sea más joven y menos empalagoso, que si tenga pelo y que no envejezca tan rápido. — Yuuri le miró, preguntándose si estaban hablando del mismo Víctor. —Tal vez y en esa fiesta tengas un encuentro con alguien agradable, no te pido que ya comiences una relación, con una amistad agradable está bien, pero si necesitamos que salgas de tu burbuja reconfortante y que avances en la vida. Nos preocupas... — esto último lo dijo con un gesto triste, borrando ligeramente su sonrisa traviesa.

Yuuri sintió los vellos de su nuca erizarse ante ello, sus amigos podían ser unos grandísimos metiches, pero al menos estaban al pendiente de sus sentimientos y eso se los agradecía hondamente.

— ¿Quieres que te lo diga mejor con una canción? —el momento emotivo se rompió cuando el tailandés le preguntó aquello sonriendo.

—No...

— ¡Minami! Saca mi celular y pon la canción que ensayamos aquella vez— el chino asintió y corrió al bolso de Pichit, sacando el celular enseguida y conectándolo a la bocina.

—Enserio...no es nece...

''Pichit'':*Tú tienes la invitación, Tú tienes la dirección correcta. ¿Necesitas alguna medicación? La respuesta es siempre sí. Un pequeño encuentro casual, podría ser el único que esperabas. Solo tienes que apretar un poco más*

 

Pichit tomó a su compañero japonés de los hombros y literalmente lo arrastró hacia la cama, sentándole ahí de golpe.

Minami no perdió tiempo y corrió para jalar la toalla que cubría la desnudez de Yuuri, dejando que este pegara un grito nada masculino.

 

''Minami'' *Esta noche estamos en una misión, esta noche es la llamada del casting. Si esta es la verdadera audición...*

 

''Mila'' *Oh, Dios, ayúdanos a todos... *

 

''Pichit'' *Si tú haces la impresión correcta entonces todos sabrán tu nombre...estamos en el camino rápido.*

 

Guang tomó el conjunto de ropa de Pichit y se lo tendió a Yuuri, este rápidamente lo uso para cubrir sus partes nobles, cada vez más confundido, ¿enserio habían tenido tiempo para ensayar todo eso?

 

''Guang'' *Alguien en la multitud podría ser el único que necesitas conocer, el único para finalmente levantarte del suelo. La persona lista para ser encontrada. Haz lo que necesites hacer hasta que ellos te descubran.*

 

Yuuri bajó el rostro hacia las prendas, completamente avergonzado, la mirada de sus amigos caía sobre él como fuertes corrientes de electricidad. ¿Qué hacer y qué no hacer? ¿Tenía la suficiente confianza en sí mismo como para ir a un club nocturno? Si no lo intentaba nunca sabría la respuesta... Subió la vista levemente, dejando que una sonrisita tímida escapara de sus labios.

 

''Yuuri'' *¿Si alguien en la multitud es el único que realmente lo ve? ¿Mirando mientras el mundo sigue girando? Alguien en un lugar donde encontraré quién quiero ser, un alguien que solamente está esperando a ser encontrado...*

 

—Iré... — fue la respuesta más que definitiva.

— ¡Si! —gritaron todos a coro, levantando el brazo en señal de victoria.

Yuuri sonrío con determinación, levantándose de la cama para ir directo al baño y arreglarse. Los demás ahí presentes comenzaron a hacer caos, sacando y metiendo productos de belleza de sus mochilas.

— ¡Aquí tengo loción y un poco de desodorante! —anunció Guang, levantando los frascos al aire.

—Yo tengo un poco de colonia. — presumió Minami con una sonrisa zorruna, mostrando su colmillo levemente más grande.

—Hay peine y spray para el cabello~ con olor a cereza. — cantó Mila mientras agitaba la botella fría y el peine, sonriendo con gran emoción.

— ¡Está noche brillas! —gritó Pichit que seguía a su amigo de cerca, Yuuri se volvió hacia él y le lanzó una mirada seductora antes de cerrar el baño tras de sí, completamente confianzudo. Los demás corrieron a amontonarse en la puerta del baño, ansiosos de contemplar la obra de arte que estaba a minutos de salir del baño.

 ''Minami, Guang, Mila, Pichit ''*Alguien en la multitud podría ser el único que necesitas conocer, un alguien quién podría levantarte del suelo, alguien en la multitud podría llevarte donde quieras ir, alguien en la multitud podría hacerte. Alguien en la multitud podría llevarte. Levantarte del suelo, si eres alguien listo para ser *

 

 

 

 

._._._._.

 

 

 

 

 

—...saben chicos...recordé que deje el arroz hirviendo en la estufa...

— ¡Nada de arroz ni chismes! Te quedas aquí con nosotros que ya estamos haciendo fila. —Pichit se aferró con más fuerza al brazo de Yuuri, impidiendo así un posible escape.

Yuuri se encogió en su lugar tanto como le era posible, en ese instante solo deseaba hacerme más pequeño, más pequeño, más pequeñito y desaparecer. Y si lo de hacerse pequeño no funcionaba lo haría a la antigua: correr y salir huyendo. Aunque ese plan estaba igual o más frustrado gracias al fuerte agarre que Pichit ejercía sobre su brazo.

Tragó en seco. — P-Pichit...no me siento muy bien... — susurró con la voz temblorosa justo cuando faltaban dos personas para llegar a la seguridad.

 — Oh vamos Yuuri ¡te ves bien! lindo, simple, casual y a la moda. — animó el tailandés con una enorme sonrisa, viendo a su amigo lucir una playera de vestir blanca con las mangas remangadas, una corbata azul, pantalones negros, zapatos lustrados y el cabello levemente peinado hacia atrás, presentando una apariencia no tan formal, pero tampoco desaliñada. Yuuri podía ser un chico descuidado con su aspecto pero él mejor sabía que detrás de toda esa sencillez se albergaba un chico increíblemente atractivo.

Yuuri volvió a tragar en seco.

— Entradas

El japonés se paralizó casi en un segundo cuando la voz rasposa de un hombre carraspeó, comenzando a rezar el "Padre Nuestro" en todos los idiomas posibles; Pichit le había quitado los lentes según para que no perdiera el look, así que no veía más que simples manchas difusas, aun así, le estaba dando otra vez el "asma mental" gracias al golpe de adrenalina.

— Aquí está~ — cantó Minami mientras le tendía con una sonrisa la tarjeta violeta al hombre y Yuuri deseaba mentalmente y con todas sus fuerzas no ir a prisión... ¿por qué le llevarían a prisión? Ni él lo sabía...

— Bien, entren — fue la sentencia del hombre, quien se hizo a un lado del camino, dándoles así el acceso directo al club.

El grupo entró casi corriendo, arrastrando a un pobre japonés medio ciego. La música a todo volumen resonó en los delicados tímpanos del chico, quien llevó sus manos casi con urgencia a estos, intentando protegerlos un poco; las luces de neón y figuras humanoide y borrosas pasando de un lado a otro lograron aturdirle de sobremanera, preguntándose una y otra vez ¿él de verdad pertenecía a este lugar? Se sentía tan fuera de cuadro…

— ¡Oh amigo! Discúlpame, aquí están tus lentes

Fue casi como si estuviera presenciando en carne propia el tercer versículo del génesis: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz."

Cuando el tailandés regresó los lentes a donde pertenecían Yuuri encontró por un efímero momento algo de paz, la primera figura que vio fue un balcón alto y lleno de farolas de colores violetas y azules, en donde un chico hacía movimientos extraños en un aparato aún más extraño.

— Ese es Otabek, uno de los mejores Dj de la zona.- explicó Guang al ver el aturdimiento de Yuuri, el japonés se giró con asombro a su compañero al escuchar aquello. — Había oído rumores de que se retiró...me alegro volver a verle en acción…

El japonés hizo una perfecta ‘’o’’ con su boca. Ahora lo comprendía todo, estaba muy fuera de esta época. ¿Dj? ¿Qué clase de adorador a satán era ese? 

Se sentía algo –muy- aturdido al estar en un lugar como este, tan lleno de gente libertina que expresaban su locura en la pista de baile. Yuuri se tronó los dedos con evidente incomodidad, y para distraerse comenzó a observar el bar desde donde estaba de pie. La estructura en si no era fea, de hecho, si se omitían las luces cegadoras, el ruido incómodo y las personas amontonadas unas con otras, vestidas con ropas estilo ‘’mírame a la fuerza’’, el lugar podría ser perfecto para restaurante elegante, y de los caros. Tenía un estilo muy nocturno y misterioso, pero con las luces violetas, azules y rojizas el aire se sentía más cabaretero.

Finalmente se fijó en Guang, su pequeño amigo. Lucia muy adorable, con su playera de vestir rosada, unos bonitos pantalones negros y, al parecer, un poco de gloss labial rosa brillante y rubor en las mejillas…o tal vez era su belleza natural y él solo estaba viendo cosas.

— Yuuri, Guang ¿quieren beber algo? — el tailandés volvió de las sombras para atraer la atención de ambos amigos.

— Un whisky para mí, ya sabes cómo me gusta— pidió el chino con una sonrisa amable.

— Yo... ¿no puedo tomar simplemente agua? — preguntó Yuuri con nerviosismo, hacía mucho que no bebía y si lo hacía no quería sobrepasarse o haría un ridículo horrible frente a todos. Tenía una resistencia bastante baja con las bebidas alcohólicas y el que uno de tus amigos sea un adicto a subir los ridículas ajenos a internet no ayudaba mucho.

— Mejor aprovecha y pide un vaso de leche...vamos Yuuri, una copa no te vendrá mal, tienen sake, te pediré una copa. — sentenció el tailandés antes de volver a la barra y pedir las bebidas.

Yuuri suspiró, ¿para qué preguntaba si sabía que la respuesta sería así?

El tiempo que corría estando dentro del lugar parecía ir más lento, como si ese club fuera la entrada a una dimensión completamente diferente de la realidad, una dimensión que, lamentablemente, él no era partícipe. Para calmar sus ansias bebió, si, bebió, habiendo dicho bajo juramento no hacerlo lo hizo. "— fruta vida, diosito, mejor ya llévame. — " se dijo a sí mismo cuando llevaba el cuarto trago de sake. El japonés estaba recargado en una de las esquinas del lugar, viendo desde ahí a sus amigos socializando con otro grupo, entre ellos pudo notar al Dj con una mirada de "mátenme y acaben con mi sufrimiento", cosa que le provocó una sonrisa. Al parecer no era el único que estaba pasando un muy mal rato.

Al sexto vaso de licor el cuerpo de Yuuri se volvió caliente, demasiado caliente; con su mano retiró de forma lenta y delicada su estorbosa corbata azul mientras que con la otra peinaba hacia atrás su cabello. Avanzó con paso tambaleante hacia donde sus amigos estaban, Pichit fue el primero en notarlo, soltando una sonora carcajada y llamando la atención de todos los presentes.

— ¡Jajaja Yuuri! ¡Estás borracho! — exclamó con diversión.

Otabek casi escupió la bebida que estaba ingiriendo y se giró abruptamente hacia el llamado Yuuri "— ¿Yuuri? ¿También se llama Yuuri? — "

— No lo estoy... — jadeó el japonés con rudeza, arrastrando las palabras al hablar.

— Sí, si lo estás — Pichit sonrío más ampliamente. —. Mira, ellos son JJ, Chis, Leo el novio de Guang y Otabek. Muchachos, es él Yuuri —

Yuuri giró el rostro hacia ellos, dedicándoles una sonrisa demasiada coqueta. — Musho gusto~

Otabek frunció el ceño ante eso, refunfuñó por lo bajo, demostrando así su evidente molestia y se dedicó a beber de su botella de cerveza de un golpe, el mundo estaba infestado de muchos Yuris para su gusto. Jean en cambio dejó escapar un silbido ante el carácter tan atractivo del chico y Chis se acercó más a él, dispuesto a coquetear un rato. Leo...Leo nada podía hacer ya que Guang lo vigilaba de cerca, así que simplemente se conformó con decir "Joeputa que rico" en su mente.

— Oigan, ¿quieren bailar? — ofreció Mila. —Esa es mi canción favorita.

Los demás estuvieron de acuerdo con ello, viendo en eso una gran oportunidad para socializar. Chris no perdió oportunidad en invitar a Yuuri, buscando con ello algún chance en obtener algo más como su número telefónico, pero este se negó. — Ah...no, estoy cansado, yo los veré desde ahí... — habló sin dejar de arrastrar las palabras y, antes de que Pichit se opusiera a eso, el japonés ya había desaparecido entre la multitud.

Se dejó caer en la silla, suspirando pesado y sobándose la sien, la cabeza ya comenzaba a vibrarle con ganas; el ruido a su alrededor se volvió insoportable y las luces centellantes eran dolorosas para su cabeza. Se retiró los lentes de la cara y los dejó sobre la mesa, recostándose él mismo en esta, sintiendo el frio del vidrio sobre su frente y encontrando algo de alivio con eso; le hubiera gustado quedarse dormido un rato de no haber sido por una presencia ajena cerca de él, levantó el rostro con cierta brusquedad y se encontró con el Dj apunto de tomar asiento con él, ¿cómo era que se llamaba?

— Si te duermes aquí nada va a garantizar que no te harán algo. — habló con su voz seca y sin mucho interés.

El japonés simplemente se dedicó a escuchar con cierta atención sus palabras, embobado por el tono tan grave y varonil que el joven poseía, incorporándose un poco en su asiento y acomodándose en él para verle de frente. Ese hombre claramente era un alfa, uno muy imponente.

Otabek estaba concentrado en su cerveza, bebiéndola a tragos limpios y pasando el brazo por sus labios, ajeno a las miradas curiosas y algo idas del japonés.

— ¿De dónde eres?

El Dj lo miró por el rabillo del ojo ante la repentina pregunta. Le hubiera gustado no haber entablado conversación con el segundo Yuri y terminar su cerveza tranquilamente...pero eso no sería posible ahora. —Soy kazajo.

— ¿Un tasajo?

— Kazajo, sordo. De Kazajistán.

— Ah... — murmuró Yuuri, ignorando el insulto que le acababan de lanzar. Al parecer había molestado un poco al chico, pues su ceño estaba fuertemente marcado. Pero él, como todo borracho imprudente, no planeaba quedarse callado mucho tiempo. — ¿Qué edad tienes?

— ¿Esto es un interrogatorio? — Otabek desvió la pregunta con otra, intentando darle a conocer su disgusto. Si no funcionaba la indirecta se lo diría directamente, solo así los borrachos entienden.

— Nop~ solo quiero saber tu edad. No haré muchas preguntas, lo juro. — pidió Yuuri mientras abanicaba sus pestañas de forma coqueta pero graciosa.

Otabek suspiró frustrado. — Diecinueve. Ahora cállate.

— ¡Oh! Eres menor que yo... —el kazajo se giró sorprendido, encontrando al chico con una sonrisa deslumbrante. ¡Vaya! Había jurado que eran de la misma edad, ese chico se veía tan joven.

— ¿Cuál es tu edad? — preguntó Otabek de forma casi inconsciente.

— ¿Esto es un interrogatorio? — el japonés le imitó, añadiéndole una sonrisa traviesa mientras le quitaba la cerveza en un descuido.

— Tch...No me respondas si no quieres...oye, ¿qué haces? Eso es mío, cómprate el tuyo — reclamo el chico con claro enfado al verse privado de su cerveza.

Yuuri negó suavemente mientras llevaba la botella a sus labios y le daba un sorbo, sin despegar sus ojos de los de Otabek, viéndole de una manera más intensa, más insinuante. El menor se inclinó sobre la mesa para comenzar así una batalla de miradas demasiado... ¿sensual? No sabría cómo describirlo, muy en el fondo la faceta de chico coqueto de aquel desconocido le prendía demasiado, aunque no quisiera confesarlo. Su orgullo de hombre alfa se lo impedía.

Finalmente recibió su preciada botella de vidrio con una sensación demasiado electrizante en la nuca, ¿que había sido eso? Fue un contacto demasiado feroz para ser una simple guerra de miradas. Sea lo que sea le gustaba.

— ¿Yuuri, verdad? ¿Quieres ir a mi casa un rato?

La invitación le cayó desprevenido, si no estuviera borracho no hubiera captado la indirecta, pero ahora era diferente, el japonés desvío la mirada por unos segundos, observando de pasada a sus amigos completamente absortos en el baile, no se darían cuenta de su ausencia.

— Bien. Vamos.

 

 

 

 

 

._._._.

 

 

 

 

 

Sexo, sudor y sangre.

No es una mezcla muy bonita ni la que más deseas para disfrutar de tu primera vez, pero uno nunca se da cuenta cuando tu organismo está intoxicado por el licor que tu estúpido amigo tailandés te obligó a beber... ¿o no serán las caricias de aquel desconocido lo que le hacía lanzar todo el uso de razón por la borda? No le culpen, es el alcohol...aunque el joven desconocido también tenía parte de aquella culpa, sus dedos rasposos sabían dónde acariciar, como si supiera cada punto erótico para estimularlo y hacerle jadear con una voz que él mismo desconocía. Era tan, tan...uff...

Las imágenes eran difusas, agregándole el hecho que sin sus queridos lentes su vista se reducía a la de un simple topo, aun así sus demás sentidos estaban a mil por cien, su sentido del olfato por ejemplo, el olor tan embriagante de café y cerveza mezclado con un toque de canela era fuerte, escurría del cuello de aquel joven como si fueran gotas de sudor. Sin pensarlo mucho Yuuri enredó aún más sus bracitos en los anchos hombros ajenos y se acercó para besar y lamer el cuello salado, por instinto sus caderas se movieron y frotó su abdomen desnudo con el del contrario, deseoso de impregnarse más el aroma de aquel desconocido.

Aquel aroma que se parecía al de él.

—¡Ahh~!—  su ser se crispó casi al instante, sus nervios estaban centrados en su entrada que recibía con gusto al desconocido, expandiéndose para darle un mejor acceso y contrayéndose después de que este entraba completamente, repitiendo la danza una y otra vez.

—..uff...apretado... —  jadeaba la voz rasposa cerca de sus labios, volviendo a unirlos en un beso cada vez más húmedo y fogoso que terminaba en una guerra de lenguas por saber quién sería el dominante.

El aroma a sangre fresca provenía de entre sus piernas, Dios, si era virgen, así que lo natural era sangrar, lo extraño y algo bizarro era que al kazajo eso no parecía interesante, seguía golpeando frenético el cuerpo que se retorcía debajo de él, permitiendo que la cama diera fuertes rebotes en la pared. La espalda de Otabek también estaba sangrando, el japonés tenía unas uñas cortas pero bien afiladas parecidas a las de Yuri –su Yuri- con las que logró dejarle grandes arañazos. Dolía pero el instinto de terminar era aún más grande, tanto que lograba entumecer lo demás.

El pecho de Yuuri estaba mojado y lleno de líquido blanco, ¿cuantas veces se corrió en una sola ronda? Muchas, le apetecía limpiarlas pero no estaba en sus planes parar, al menos no ahora, su resistencia era aún mucha.

Llegados a un punto en donde el placer se había elevado hasta lo más alto el japonés perdió todo uso de razón existente y, con eso, todo lo demás se volvió negro y caliente, escuchando en la lejanía los golpeteos y sonidos lascivos que le encendían aún más.

 Yuuri despertó gracias a un fuerte dolor en su parte baja, se removió entre prolongados quejidos y bostezos. Sus piernas estaban acalambradas, las movía suavemente pero parecía que el dolor se intensificaba con eso.

— Ahg...la hora...la hora... — susurró mientras estiraba el brazo hacia dónde se suponía estaba su mesita de noche junto a sus lentes, pero no encontró nada. Abrió los ojos lentamente, creyendo que sus cosas estaban unos centímetros más alejadas de donde solía dejarlas, pero su sorpresa fue grande al no ver nada...realmente no veía nada, pero las figuras difuminadas le advertían que esa no era su habitación.

Se levantó casi por instinto, ahogando un grito de dolor al apoyar todo su peso en su retaguardia. El miedo comenzaba a darle un nuevo ataque de "asma". Si despiertas en un departamento ajeno, completamente desnudo y un dolor en la retaguardia...solo podía significar una cosa...

— Despertaste —  el japonés dio un ligero tumbo al escuchar la voz extraña, intentó enfocar su desgastada vista en el marco de la puerta del cuarto hasta dar con la figura de un muchacho al parecer sin playera y con una botella de cerveza que le miraba de forma ¿aburrida?

Yuuri cubrió aún más su cuerpecito desnudo y lleno de marcas y mordidas, temblando cada vez más violentamente. Ay no...Ay no...Ay no...Dio lo que más cuidaba y adoraba a un desconocido, dio su preciada virginidad... Yuuri era de esos poquísimos omegas que conservaban su florecita intacta para la persona correcta, aunque él dudaba muchísimo de conocer a su predestinado tenía ese sueño de ser un fiel virgen, aparte de saber que así le gusta al Espíritu Santo Yuuri deseaba ser un ejemplo para los chicos como él. Y ahora ese sueño se veía hecho trizas.

— Ah... — quiso hablar, preguntarle a aquel extraño si realmente le había tomado, pero su garganta se cerró casi al instante. Tosió un par de veces para aclararla pero parecía que el chico recargado en el marco de la puerta no era alguien realmente paciente, y ese detalle le puso aún más nervioso. — ¿U-usted y yo...de verdad...lo...lo? —

— ¿Que si tuvimos sexo? Si, lo hicimos. — fue la respuesta golpeada y nada agradable de parte del extraño. Con su brazo libre el chico señaló un pequeño pasillo. —Allá está el baño si quieres limpiarte...y por ahí salida, para que te vayas — dijo seco. Se dio la vuelta, dispuesto a abandonar la habitación, pero la voz del japonés le interrumpió a medio camino.

— ¡E-espere! — su voz había sonado aguda y molesta, lo odiaba, odiaba encogerse del miedo y verse impotente frente a aquel desconocido. — E-este...m...mis cosas están... —

— Por allá — el desconocido señaló una esquina de la habitación, Yuuri giró el rostro y vio ahí su ropa amontonada. —. Vístete y vete, mi moral no me permite tener a las prostitutas en mi habitación por mucho tiempo.

—...

Auch...eso sí que había dolido...

 

 

— ¡ES UN HIJO DE SU REPUTA MADRE! — Yuuri había llegado a su habitación hecho un torbellino de emociones negativas, ¿y por qué no? Un grandísimo estúpido que se llevó su virginidad le llamó prostituta, ¡a él! El chico que bien podía ser la segunda virgen María.

Pateó la puerta con coraje. — ¡estoy en casa! — gritó rabioso, provocando que el caniche huyera y se escondiera debajo de la mesa del comedor, pero eso poco le importó; cruzó la sala como huracán y entró a su habitación, cerrando de un portazo, se echó en la cama destendida y rompió en llanto. Yuuri Katsuki ganando un premio por mejor bipolaridad.

En todo lo que restaba de la mañana el japonés se dedicó simplemente a morder, golpear e insultar su pobre almohada que nada malo había hecho en la vida, ni siquiera revisó los mensajes tan insistentes de sus amigos, solo necesitaba un momento de paz, uno donde la palabra "prostituta" no sonara tan hiriente.

¿De verdad era una prostituta? Si Víctor se lo dijo estando borracho muchas veces y ahora ese desconocido lo hacía también entonces debía de ser verdad ¿no?

—...lo odio... — murmuró con coraje, comenzando a patalear y morder la almohada de nuevo. — a Víctor...al tasajo...a mi vida...a todos...

No fue hasta bien entrada la tarde que salió del cuarto, con los ojos hinchados y la tripa retorciéndose. Makkachin le esperaba en la puerta con las orejas hacia abajo, moviendo su esponjosa cola con suavidad. Yuuri volvió a llorar al ver a su perro ahí, tan fiel y leal. Se inclinó a su altura y le abrazó.

— Ay Makkachin, odio a todos menos a ti, tan lindo y bueno...no como maldito de tu ex dueño... —el perro ladró en contestación, como si entendiera lo que el chico trataba de decirle, provocando una suave risa en el japonés. —Jeje...ven mi niño, vamos a comer...

 

 

 

 

 

 

._._._.

 

 

 

 

 

 

 

Lunes.

Odiaba los lunes, ¿quién no los odia? Bueno, Yuuri no los odiaba antes, la pureza y dulzura del japonés era tal que solo existían dos cosas en toda la tierra que realmente odiaba: Víctor y que suspendieran las rebajas en el súper mercado. Ahora odiaba a todos por igual, si trabajo, sus amigos, el policía de la esquina, el chofer del autobús, al autobús en general, el cartel que solían colocar fuera de la florería donde mostraban a Lilia con el 85% de sus arrugas retocadas y una sonrisa claramente fotoshopeada. Desde que perdió su virginidad (hace como dos semanas atrás) su vida ya no era la misma, ahora le daba vergüenza entrar a la iglesia y rezar.

Suspiró por enésima vez en el día, hoy la florería no estuvo muy concurrida, era agradable en cierto sentido; a Yuuri le gustaban las flores, era lo segundo que más adoraba en el mundo aparte de Makkachin, su nombre era derivado de una. Su padre gustaba de plantar jardines, así que tenía esa afición desde pequeño.

A su mente llegó el recuerdo de aquellos días, cuando era un pequeño niño que corría feliz entre las orquídeas que plantaba su padre con esmero, envolviéndose en el sutil aroma de las flores. El japonés cerró los ojos y se recargó en la barra, con la mano sujetando su mentón, disfrutando del efímero momento de sentirse nuevamente en casa, ni siquiera escucho la campana que anunciaba la llegada de un nuevo cliente, o tal vez no le apetecía atender a alguien, que Pichit se encargara del comprador. Un curioso aroma a café le inundó las fosas nasales, rompiéndole el momento hogareño y abriéndole los ojos, encontrándose con una sorpresa desagradable.

Otabek, el chico de aquella vez estaba ahí parado, viéndole con los ojos levemente más abiertos. Se veía sorprendido, aunque tal vez no tanto como Yuuri.

El japonés se paralizó casi en un instante, ¿y ese loco que hacia ahí? Un temblor le recorrió el cuerpo a tiempo que el nerviosismo y coraje tomaban sus emociones ¿Y ahora, que hacia?  ¿Y si se escondía debajo de la barra? Eso se vería muy ridículo, tal vez si fingía cambiar de turno con Minami...aunque lo cambiaron hace cinco minutos.

El kazajo observó la tienda por unos segundos antes de caminar hacia los ramos de rosas, tomar un racimo y caminar con el hacia Yuuri, lanzándolo literalmente sobre la barra. —Cóbrame estas — ordenó con brusquedad.

El japonés le miró desafiante mientras tecleaba en la caja registradora, el cruce de miradas que ambos mantenían era muy diferente a las de aquella vez, el odio y desagrado era incluso mucho más palpable que el fuerte perfume a flores que rociaban en el lugar.

— ¿Que? ¿Son para tu mamá? — preguntó burlón el japonés mientras recibía el dinero.

— No, son para la tuya. — Otabek tomó el cambio y las rosas, dándose la vuelta dignamente y caminando hacia la salida, dejando a Yuuri con unos deseos locos de asar tasajo en el infierno(?

— ¡Yuuri! ¿Qué te pa...?

— ¡A MI NI ME HABLES MAL AMIGO! — con un grito Yuuri logró callar y dejar paralizado a su amigo tailandés. Se quitó de golpe su delantal de trabajador y lo lanzó encima de la caja registradora, yéndose a la bodega con la clara intención de no salir de ahí por un largo rato.

— Ay... — Pichit vio con preocupación cómo su amigo salía de su puesto, echando cuanta maldición al aire -siendo que Yuuri era alguien manso y de poca ira-. Minami y Mila se unieron a él casi al instante. — Creo que no debimos haberle llevado a esa fiesta... — - susurró el moreno y sus amigos asintieron en contestación.

Después del arduo trabajo en la florería llegaba el tiempo de ir a la universidad; él, como alumno cursante del último semestre debía dar el ejemplo y llegar temprano, aunque al parecer había llegado demasiado temprano. Después de retirarse del trabajo sin siquiera despedirse de sus amigos tomó un bus y viajó el corto camino que recorría para llegar a la institución, no era una escuela de reyes pero tampoco era mala...tenía una mala fama de vagos y marihuanos pero, una vez que te acostumbras a ello, lo siguiente es pan comido.

En su salón Yuuri contaba con una chica de confianza, Sala Crispino, una italiana morena bastante agradable y su hermano sobre protector y nada confianzudo llamado Michele. Con ellos se la pasaba medianamente bien, al menos no estaban indagando en sus cosas personales. Eran lo más cercano a amigos que tenía ahí en la universidad, por esa razón ellos solían hacer equipo cuando habían exposiciones de trabajo.

— Yuuri. — a mitad de la clase de filosofía la chica italiana susurró al oído del japonés, recibiendo su total atención. — ¿compraste la cartulina para la exposición de la última clase?

— ¿Cartulina? ¿Era para hoy? — la chica asintió algo apenada y el mundo para Yuuri se detuvo.

¡La cartulina! Se le había olvidado.

— Termina esta clase y salgo a buscarla... — susurró Yuuri, acomodando sus lentes nuevamente y regalándole una sonrisa. La chica volvió a asentir y le susurró un "gracias" antes de volver a su asiento que para su suerte era detrás del japonés.

Tal y como lo prometió, ni bien el maestro hubo salido de la clase Yuuri corrió afuera junto con Michele que, a insistencia de Sala, tuvo la obligación de acompañarle por la cartulina ya que, según ella, entre dos omegas se protegerían mejor de los peligros callejeros. Al menos Yuuri tenía la suerte de que Michele fuera un omega más robusto, así daba pinta de ser beta y le daba mayor seguridad emocional.

—Me siento como un niño de primaria buscando la cartulina un domingo a las once de la noche... —susurró Yuuri al sentir un deja vú en todo esto después de darle la segunda vuelta a la calle. — ¿Dónde venden cartulinas?

— ¿Cómo lo voy a saber? — susurró Michele que ya comenzaba a fastidiarle todo esto y lo demostraba con sus muy clásicos gruñidos.

— ¿Y si nos separamos? Así buscaremos más rápido... — el italiano aceptó la propuesta, encontrando en ello una oportunidad para impresionar a Sala por llevar la cartulina primero.

Así, Michele se fue al ala este y Yuuri tomó la ruta oeste, intentando no alejarse mucho de la escuela, era increíble para él como el buscar donde haya venta de cartulinas se volvía una misión prácticamente imposible, parecía como si el mundo hubiera conspirado contra él y se haya puesto de acuerdo para no abrir las papelerías ese día. Al darle la cuarta vuelta a la manzana se detuvo y comenzó a caminar sin un rumbo fijo, completamente exasperado; que Michele encontrara la dichosa cartulina primero, él daría un simple paseo por ahí.

A esa hora las luces de la ciudad ya comenzaban a encenderse y algunos negocios nocturnos se abrían, dando un escenario digno de película romántica.

Llegó a un pequeño parque y se detuvo un rato a admirar, nunca había ido a ese lugar antes, ni siquiera sabía que había un parque a unas cuadras de su universidad; el lugar tenía una leve esencia a café, suponía que era por los negocios donde abundaba la venta de ese producto. Sus pies comenzaron a moverse casi por instinto, siguiendo una de las pequeñas veredas y cruzando completamente el parque hasta llegar al otro lado.

En ese momento tan bonito y de disfrute a la vida no se le ocurrió nada mejor que joder más al japonés, porque de todas las cosas verdaderamente bonitas que se podían admirar ahí sus ojos se tuvieron que enfocar en el maldito desconocido de esa vez, Otabek, muy campante recargado en la moto y aspirando un cigarro de Dios sabe nada más de que estaba hecho.

"—Ay... —" murmuró en su mente después de paralizarse nuevamente. "—rayos...rayos...rayos...que no me vea...que no me vea...camina Yuuri, de reversa...de reversa, despacito, pasito a pasito...suave suavecito...que no te a visto el muy hijo de su... ¡ay! ya me vio... —"

Y así...el plan de escape de Katsuki Yuuri fue terriblemente fallido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Si voy rápido o tengo alguna falla díganme :'D

P.d: se habrán dado cuenta ya que los títulos de los capítulos no tienen nada que ver con la trama...por ahora(? Lo sé...no sé porque les pongo esos títulos...pero suenan bonitos(??

 

Los ama con toda el alma:

 

 

 

SoyUnUkulele

 


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