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Quédate a mi lado por SoyUnUkulele

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Notas del capitulo:

¡MUCHOS MESES SIN ACTUALIZAR! ¡AHHHH!

Su servidora no ha muerto, solo termino la preparatoria y ahora no sabe que hacer con su vida de trabajadora a tiempo casi completo ;-; 

En compensacion, empieza un maraton de capitulos, subire tres esta misma noche, asi que, ¡Disfruten!

 

 

 

Yuuri llevó la taza de café humeante a sus labios y le dio un fuerte sorbo, ese era el único sonido que había en la esquina de aquel café bar, el único sonido que rompía levemente la situación meramente incomoda.

Otabek soltó el humo de su cigarro y le echó una ligera ojeada al japonés, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, parecía un pescado, pero no le culpaba ni se burlaba de él -bueno si, un poquito-, la noticia de que ambos sí eran predestinados le tuvo que haber caído como balde de agua helada, debía de darle su espacio y dejar que analizara toda la información poco a poco.

Yuuri tosió ligeramente después de dejar la taza en su sitio, levantó la mirada y descubrió al kazajo observándole. — ¿...porqué...? — volvió a toser, su voz había salido áspera y cerrada gracias al llanto que había soltado momentos antes; la aclaró levemente y prosiguió. — ¿Por qué me ocultaste algo tan importante...?

—No quería alterarte.

Yuuri frunció el ceño ante esa aclaración —Bueno...has logrado alterarme, me lo dijiste tarde...

—Lo sé, fue mi error — reconoció Otabek, volviendo a llevar el cigarro a sus labios para chupar el humo —Me disculpo, enserio...pero sentí que no era buena idea el decirle a un completo extraño que su persona predestinada es alguien a quien no conoce y que la química entre ambos es muy mala

Yuuri arrugó el entrecejo y desvío el rostro, costaba admitirlo pero era verdad, aun así el japonés quería, no, necesitaba una razón para molestarse, fuera una estupidez o no.

Ambos chicos se mantuvieron en silencio un rato más, perdidos en la extraña calidez que brindaban los aromas entremezclándose lentamente. Una de las ventajas de los que estaban predestinados era que poseían la capacidad de relajarse con la esencia ajena; ni la droga más poderosa ni el mejor café molido lograba un efecto como ese. Si por ellos fuera se hubieran mantenido así por mucho tiempo más, detendrían el tiempo y ni el odio ni las diferencias existirían, sólo estarían ellos y la paz que se brindaban inconscientemente.

El japonés volvió a sorber lo último que quedaba de su café a tiempo que Otabek apagaba su cigarro en el cenicero.

— ¿Sabes...? — susurró Yuuri sin atreverse a ver al kazajo —Te odio, mucho

—Tú tampoco me caes muy bien que digamos... — contraatacó Otabek con el ceño marcado, claramente molesto por la repentina confesión.

—Pero... — Yuuri interrumpió cualquier signo de defensa de parte del menor —Eres mi predestinado, y aún tengo una razón para vivir...así que debemos de permanecer juntos, si o si...

— ¿Qué propones? — el kazajo recargó su brazo en la mesa y se inclinó levemente hacia Yuuri, como si estuviera a punto de escuchar el secreto más importante del mundo entero.

—No sé...estaba pensando que podría quedarme en tu departamento...

—No jodas...

—Otabek —la voz de Yuuri fue dura, autoritaria. Su cuerpo se enderezó y los finos ojos se posaron en Otabek, quien en ese instante se preguntaba ¿ese chico, realmente era Yuuri? — ¿Crees que me da gusto esto? Estoy igual de asqueado que tú por la idea, tal vez hasta más, ¿O que propones tú? A ver, ¿tienes una mejor idea?

Yuuri había logrado callarle con una pregunta bastante difícil de hacer. Otabek dejó de fruncir el entrecejo y suspiró. —Podríamos vernos en algún lado cada cierto tiempo

— ¿Y hacer qué? No tengo mucho tiempo, mi día es algo agitado y el ir solamente a vernos sin decir o hacer nada sería un desperdicio.

Otabek lo miró con asombro y reproche — ¡Por favor Yuuri! El día tiene 1440 minutos, es imposible que no puedas dedicar uno a una cuestión de vida o muerte

—Uhm...en realidad no quería sonar brusco pero ¿acaso mis sentimientos no son obvios como para no dedicarte un pequeño minuto de esos 1440?

—Vivir juntos sería peor... — comenzaba a hartarse de la situación, ¿los japoneses eran así de difíciles o solo era porque Yuuri le odiaba? Tal vez eran las dos cosas.

—Sobreviviremos mejor si lo hacemos...al menos hay que intentarlo, ¿Qué te parece un mes? si en un mes no logramos acoplarnos acudiremos al plan B, que es lo que tú propusiste

El kazajo recargó su cuerpo en la silla. Tenía muchísimas propuestas para oponerse a la idea de tener al japonés todo los días de su miserable vida de vago ahí, en el único lugar donde podía ser verdaderamente "Otabek", no el amargado, el Dj, el sarcástico o el enemigo/amigo de todos, simplemente Otabek, y ahora Yuuri vendría a arrebatárselo todo; bueno, tampoco quería victimizarse, Yuuri también tenía una vida que arriesgar por vivir con la persona que –al parecer- más odiaba; ambos estaban atrapados en la misma bolsa.

Metió la mano a su bolsillo y sacó un nuevo cigarro, encendiéndolo y colocándolo entre la perfecta hilera de dientes blancos, dándole una fuerte calada y permitiendo que el humo le raspara la garganta al pasar.

Yuuri permanecía inmóvil y a la espera de que el kazajo dictara su decisión. ‘’—por favor...di que no... —" la misma mente del japonés se contradecía con sus palabras, era tonto, pero muy en el fondo no quería vivir en la misma casa que él, sobre todo dormir en la misma cama donde semanas atrás hicieron eso...la sola idea de acercarse a ella y aspirar de nuevo el aroma entremezclado del sudor, sangre y sexo le revolvía el estómago hasta provocarle arcadas.

Otabek se dio su tiempo para expulsar el humo por la boca, formando bonitas figuras que se iban perdiendo en el aire. —Bien, vivirás conmigo siempre y cuando no te metas con mis cosas...

"—...mierda... —"

 

 

 

 

 

._._._._.

 

 

 

 

 

 

—Me voy a mudar...

 

La noticia les había caído a sus amigos como relámpago enviado por el mismísimo Cristo. — ¿QUEEE?

Tanto Minami, Pichit y Guang saltaron sobre el pobre japonés, invadiendo su espacio personal y arrebatándole el aire. — ¡¿Como que te vas?! ¿Por qué?

— ¡Ya vez Minami! Te dijimos que la esfera de porcelana de su abuela no era una pelota de béisbol —un fuerte coscorrón de parte de Pichit provocó en Minami un fuerte llanto.

— ¡Pero si parecía una! ¡Ay Yuuri perdóname! — chilló el más pequeño del grupo con los ojos aguados.

Yuuri sonrío, algo incómodo por la escena —Tranquilos chicos, no fue por eso, es que yo... — tragó saliva bruscamente, Otabek y él habían llegado a un acuerdo de vivir un mes juntos y simular ser pareja ante los demás, sería raro de que Yuuri llegara con sus amigos y les dijera algo como: " saben que, me mudaré contra mi voluntad, descuiden, el chico está lejos de ser alguien lindo y bueno pero tiene moto y dinero. Me quito la virginidad gracias a que Pichit me hizo beber sake, pero no lo culpo; viviremos juntos gracias a que somos predestinados y si no estamos cerca el uno del otro nos morimos.". Claro, Yuuri lo hubiera dicho con un tono mucho menos desgraciado porque ¡por favor! Es Yuuri, no existía otra buena razón para decir las desgracias con amabilidad.

—Viviré con mi predestinado — y aquí vemos a un Yuuri mostrando su sonrisa de "puta vida, tierra por favor trágame...con amabilidad."

Ahora sí, las miradas que todos le lanzaban era un poema total, parecía como si estuvieran presenciando la venida del Mesías en vivo y en directo, hasta Lilia había dejado de golpear a Georgi y veía a Yuuri con los ojos abiertos como platos. ¿A caso era raro que el marginado Yuuri Katsuki tuviera novio? Al parecer sí.

—Ejem... ¿muchachos? — la voz preocupada de Yuuri hizo "clic" en sus mentes.

Respiraron profundamente y dieron el grito que retumbó en la tierra, en los cielos, en el infierno y en el universo entero —¡¿AHHHHHH?!

—¿Yuuri? ¿Predestinado? — Pichit no salía de su asombro, estaba feliz por su amigo, al fin había encontrado a su alma gemela. – ¡Ay! qué alegría me da oír eso

"—A mí no... —" pensó el japonés mientras ensanchaba su sonrisa.

—Yuuri, creí que te quedarías soltero y virgen, es más, ya hasta estaba preparando mi altar por si la iglesia te hacía el llamado para volverte papa— mencionó Guang mientras se recargaba sobre el mostrador y lucia su sonrisa divertida.

"—Ese era mi sueño hasta que un estúpido tasajo me lo quito... —"

—Yo creí que conseguirías novio cuando adelgazaras— Minami recibió un codazo "discreto" en las costillas por parte de Pichit luego de haber mencionado eso.

"— ¡No estoy gordo! Es mi exceso de ternura (?—"

— ¡Bueno, el caso está que te felicitamos mucho! — El moreno rodeó a Yuuri y le dio un cariñoso abrazo y beso en la frente —Dime, ¿para cuándo es la boda?

Estaba más que seguro que una sensación nauseabunda le enroscó el esófago ante la pregunta. — ¡P-Pichit! Es muy pronto

—Está más que seguro que yo tiraré las flores ¿verdad? — preguntó Minami.

—Mila y yo vamos a escoger tu vestido Yuuri -y tú lo pagas- — propuso el chino con una enorme sonrisa a tiempo que la pelirroja asentía enérgica.

¿Le habían escuchado al menos?

Su turno terminó tan sólo unos minutos después de esa charla, pero parecía que sus amigos no le dejarían en paz; aún tenía una maleta entera que empacar y se suponía que hoy iría a ver a Otabek, pero ele ahí, encerrado en un círculo de humanos preguntones que insistían en ir hoy mismo a buscar el vestido. Se hubiera quedado ahí todo un día de no haber sido por el claxon de una motocicleta y el sonido del poderoso motor lo que los obligó a todos a salir de la florería, viendo con asombro al kazajo montado en su increíble vehículo y cubierto por su chamarra de piel negra, unos lentes negros y su casco. Tan varonil como él sólo.

Otabek se giró hacia el grupo de amigos mientras retiraba los lentes de su rostro, observando con semblante serio y desinteresado al japonés que más avergonzado no podía estar —Sube — le ordenó, entregándole el otro casco el cual Yuuri tuvo que atrapar a fuerzas.

El japonés estuvo a punto de refunfuñar, pero no quería montar un numerito enfrente de sus amigos, así que simplemente obedeció, escuchando con cierta vergüenza los susurros de admiración de todos. "Dios...si fuera mango me lo chupo..." era lo que se decían entre ellos. ¡Dios no, qué asco!

Subió a la moto, temblando como vil gelatina, intentó hacerse el valiente y terminó así. —Sujétate bien— El japonés simplemente se sujetó de la chamarra de Otabek y este negó suavemente —Que terco... — farfulló antes de acelerar, saliendo disparado y formando una nube de polvo y aire que aturdió a los ahí presentes.

Yuuri no tuvo un mejor trato, al momento que la motocicleta se adentró en las calles abrazó fuertemente al kazajo de la cintura y gritó un "¡NO QUIERO MORIR!”, llamando la atención de algunos peatones y lastimando los tímpanos de Otabek.

— ¡No grites joder! Y cuidado con mi chamarra, no me la vayas a arrugar... — reclamó el menor mientras hacía un esfuerzo sobrehumano para no distraer su atención del camino. Las calles de Verona no eran peligrosas, pero aún con eso debía de ser precavido, uno nunca sabía.

Yuuri mantenía sus ojos fuertemente cerrados, aferrado al kazajo como si su vida entera dependiera de ello –y en realidad eso era verdad...-, pero la suave brisa que acariciaba sus pómulos y sacudía su cabello le invitó a abrir uno de ellos, encontrándose con la mejor escena de su vida. Está de sobra decir que Yuuri jamás se había subido a una moto, el golpe de adrenalina que le provocaba cuando Otabek rebasaba con una destreza casi terrorífica hacía que su corazón golpeara con fuerza. Le encantaba, no, más que eso, estaba enamorado de la moto y los paisajes fugaces que este regalaba.

Otabek lo sintió y no pudo evitar que una sonrisa se pintara en sus labios — ¿Hermoso, verdad? —preguntó.

Yuuri asintió en contestación —Si...me gusta... — susurró, embelesado.

—Bueno, pues me es una pena decirte que hemos llegado a mi casa— el kazajo se había adentrado a una pequeña residencia con construcciones modernas, era diferente a lo que Yuuri estaba acostumbrado a ver. Los colores blanco y negro resaltaban una vivienda de alguien que tenía buena economía.

Ambos bajaron de la motocicleta y el japonés acompañó a Otabek a guardarla antes de que este le invitara entrar a su hogar.

Un fuerte olor a cigarro le hizo retroceder un paso y llevarse la manga de su playera a la nariz; a comparación del estilo de fuera la casa por dentro era un caos, ropa regada por todo el lugar, platos sucios, cajas vacías esparcidas por toda la sala y una misteriosa mancha café que se extendía en una esquina del techo de la sala. Yuuri no sentía curiosidad por saber qué era eso.

—Lamento el desorden, apenas salí del trabajo y no me dio tiempo recoger — se excusó el kazajo mientras guiaba al mayor por la sala, llegando con él al comedor.

—Ah...no...Descuida..."¿apoco trabajas...?" — Yuuri levanto una ceja, critico a lo que sus ojos veían. Tomó asiento en el comedor y esperó a que Otabek hiciera lo mismo.

—Bueno...está de sobra decir que en esta casa se pondrán reglas para evitar que nos aniquilemos ¿verdad? — el japonés asintió ante ello, dándole a Otabek la oportunidad de continuar. —Bueno, es sencillo realmente, rebusqué estos últimos días la respuesta para que nuestra convivencia sea...pacífica, así que aquí está: no te metas con mis cosas personales y yo haré lo mismo contigo. Cabe decir que entre tú y yo no hay nada, no te quiero, no me gustas, ni siquiera me agradas, y creo que tú sientes lo mismo. — Yuuri volvió a asentir. —Ok, jamás te amaré, jamás me amaras. Quiero que quede bien claro esto Katsuki Yuuri, yo estoy enamorado de alguien más, esa persona no está por aquí ahora pero si, por azares del destino regresa, no dudaré en dejarlo todo e ir con ella... ¿vale? — Yuuri volvió a asentir, sorprendido de ver cómo Otabek tenía sentimientos fuertes por alguien más —Por eso no me gustaría que formaras sentimientos tiernos por mí, porque no los corresponderé jamás

El mayor arrugó el entrecejo ante eso —Yo JAMÁS m enamoraría de alguien como tú...

Bueno...en esos momentos la curiosidad de Yuuri también estaba de por medio, ¿de qué persona estaba hablando ese hombre? ¿Tenía novia y la engañaba? ¿O tal vez...era alguna ex?

Fue solo una pequeña chispa de curiosidad lo que logró prender fuego demasiado rápido, descubriéndose a sí mismo y con todo el coraje del mundo que sentía una necesidad infinita por saber que era lo que Otabek había vivido, pero él sabía mejor que nadie que no había que meterse con el enemigo si no quería terminar derrotado....

 

 

 

 

._._._._.

 

 

 

 

Si a Yuuri le dieran la oportunidad de enumerar los momentos más incómodos y horribles de su vida, sin lugar a dudas este sería el primero.

El japonés había estado cerca de dos horas de pie frente a la gran cama desecha y llena de montañas de ropa -ni siquiera sabía si estaba limpia o no-, cama donde había perdido su virginidad.

Tragó saliva.

Ni loco se acercaría ahí, Dios sabía cuántos virus y gérmenes se alojaban en ese cochinero.

Suspiro pesado, la sola idea de haber perdido ahí lo más valioso de su cuerpo le carcomía los huesos y le provocaba una sensación nauseabunda; cerró la habitación de golpe, alejándose de ella lo más rápido que sus piernas le permitían, dedicándose a explorar el departamento para distraer la idea de que aún tenía tiempo y podía escapar; el lugar donde ahora viviría era notoriamente más grande que su departamentito, parecían de esas casas para recién casados.

"Quiero que quede bien claro esto Katsuki Yuuri, yo estoy enamorado de alguien más, esa persona no está por aquí ahora pero si por azares del destino regresa no dudaré en dejarlo todo e ir con ella... ¿vale?" Yuuri frunció el ceño al recordar la encantadora plática que habían sostenido momentos antes de que Otabek saliera a trabajar. Así que él también esperaba a alguien...era una verdadera lástima que nadie le haya dicho aún que eso es una pérdida de tiempo...los amores del pasado no regresan jamás.

El japonés regresó a su punto inicial: la sala. Ahí Makkachin le esperaba con la cola moviéndose alegremente. Después de que el kazajo se fue Yuuri no perdió tiempo y fue por sus pertenencias, entre ellas su inseparable caniche. Tomó asiento junto al perro y volteó hacia el reloj de pared, eran apenas las diez de la noche, ¿qué haría ahora? Faltaba mucho para que Otabek regresara, no era que le interesara su presencia, simplemente no le gustaba mucho estar en una casa ajena completamente solo, además, hoy era sábado y no iría a la universidad.

Recargó su cuerpo en el respaldo del sofá, tomó el control de la T.V. y la encendió, perdiéndose entre los miles de programas que ofrecían. Al final optó por una película de 1922 de blanco y negro. Yuuri sentía cierta fascinación por ese tipo de cintas, a los pocos minutos el chico se perdió en las escenas que mostraban un filme de terror, aunque gracias a los avances tecnológicos se vivían cosas mejores en el cine Yuuri lo veía más como algo artístico.

La película concluyó y el japonés volvió su vista al reloj. Las once y media, el tiempo corría despacio. Volvió a buscar películas y se dedicó a verlas todas, una por una, repitiendo escenas y adelantando otras; vio de todo, terror, suspenso, romance, comedia, erotismo, todo lo que el cine blanco y negro le ofrecía hasta caer rendido sobre el sillón y con el caniche durmiendo entre sus piernas.

Otabek regresó a casa rondando las cuatro de la mañana, borracho y muy agotado. Pasó el pórtico a tropezones, pateando todo lo que se le ponía enfrente, entró a su recámara sin caer en cuenta del omega que dormía en el sillón; se desvistió con torpeza mientras caminaba hacia el baño, encendió el agua para llenar la bañera y se introdujo en el agua fría con todo y el pantalón de mezclilla, dándose el lujo de llorar y maldecir como siempre lo hacía cada que estaba ebrio y recordaba al gato ruso.

 Pero en esta ocasión no estaba solo, Yuuri despertó de golpe cuando el kazajo comenzó a gritar sus lamentos, levantándose casi de golpe y corriendo al cuarto de este, ignorando la repulsión que le provocaba estar ahí.

Entró al baño y le vio, encogido y tembloroso, tan vulnerable y frágil que por un momento dudó si era el Otabek que conocía.

—Oye... — el kazajo no emitió ningún sonido, se mantuvo en su misma posición y con las manos cubriendo su cara. Yuuri se acercó a él con suavidad, inclinándose a su altura y dando gracias al cielo por que el menor aún poseía sus pantalones. Le tocó el hombro y sintió la piel en exceso fría. —Otabek...estás helado...sal de ahí, te prepararé café si quieres

El kazajo le escuchó y negó. —...odio el café... — susurró con la voz cortada, delatando así el hecho que había estado llorando. Dejó que sus manos cayeran con suavidad a un costado de su cuerpo y se giró bruscamente hacia Yuuri, observándole detenidamente. Tal acto tomó desprevenido al japonés que dio un ligero salto hacia atrás y una corriente electrizante se escabulló traviesa por su columna. Ambos se sostuvieron la mirada por unos breves segundos hasta que Otabek decidió cortar el momento tomando las mejillas de Yuuri con sus manos mojadas y frías, estampándole un beso rudo y desesperante.

El japonés sintió un fuerte tirón en el estómago ante la acción, abrió los ojos desmesuradamente cuando los helados labios del kazajo comenzaron a succionar los suyos con erotismo. Una mezcla de asco y emoción emergió de sus entrañas mientras luchaba desesperado por alejarse, pero el kazajo parecía no querer ceder, tenía mucha más fuerza que él, agregando que el aroma de Yuuri le hacía sentir un hambre voraz de querer enterrarse de nuevo en esos bien formados glúteos y profanarlos una y otra vez.

Yuuri olfateó el deseo de Otabek, sustituyendo la repulsión por terror total. Las imágenes de una noche difusa se presentaron de nuevo, encendiendo su deseo por huir y encerrarse en algún lugar lejos del kazajo.

Las temblorosas manos de Yuuri tentaron alrededor de donde estaba acuclillado, buscando algo con que defenderse mientras la pegajosa lengua de Otabek se adentraba a buscar la suya. Tal acción fue suficiente para que un jadeo ahogado fuera emitido por la garganta de Yuuri, fue una extraña mezcla de excitación bizarra, un sentimiento que ni los besos más apasionados de Víctor habían logrado en él, era algo mucho más peligroso y emocionante.

Antes de que sus manos llegaran al bote de shampoo el kazajo dio fin a aquel húmedo beso, permitiendo que la saliva del japonés escurriera por su barbilla y le diera un toque mucho más inocente y erótico de lo que ya era.

Yuuri temblaba violentamente, sintiendo una maraña de emociones y sentimientos encontrados dentro de su cuerpo ¿por qué había hecho eso? Más preocupante ¿por qué le había gustado? Aunque esa última pregunta si tenía respuesta: por su aroma, el kazajo poseía la habilidad de hacer con Yuuri lo que quisiera y este no opondría resistencia gracias a la hormona.

Otabek regresó a su posición inicial, como si el beso no hubiera sido la gran cosa realmente —...vete de aquí...

Yuuri tardó un buen rato para reaccionar, se levantó tambaleante y salió de ahí. Los labios los sentía entumecidos y la corriente electrizante no se iba de su cuerpo. Asustado, el japonés corrió a la cocina y se lanzó al bebedero, llenó un vaso con agua y estuvo cerca de treinta minutos lavando el interior de su boca, intentando eliminar todo rastro del sabor del kazajo en ella, pero era imposible.

Víctor sabía a fresa...Otabek sabía a cerveza y cigarro…

Yuuri amaba las fresas, pero sentía repulsión por el sabor amargo de la cerveza y el humo del tabaco le ahogaba...tal y como la presencia de Otabek lo hacia.

No había necesidad de ser un genio para darse cuenta que con eso Yuuri odiaría aún más.

Esa fue la noche más tortuosa de Yuuri, ignorando el hecho que durmió en la sala con Makkachin aplastándole todo el tiempo; la sensación asfixiante de los besos de Otabek aún sobre sus labios y el interior de su boca le motivaba a reclamarle y decirle una y mil maldiciones al kazajo cuando llegara la mañana, pero al verle con los ojos hinchados y un semblante deprimente se contuvo.

Yuuri llevaba más de tres horas esperando cuando el kazajo apareció. El chico estaba acostumbrado a despertar temprano, su reloj natural le obligaba a levantarse del sofá cuando el enorme reloj moderno marcó las nueve y sin importar el hecho que se estaba muriendo de agotamiento (N/A: como yo en estos instantes :'D).

Al ver a Otabek salir de su habitación y envuelto en una sábana se puso de pie casi enseguida, caminando hacia la cocina y sirviendo una taza de té de canela -ya que al kazajo le desagradaba el café-.

—Otabek, espero que te sientas mejor... — decía mientras le agregaba unos cubos de azúcar a la bebida y salía al comedor. —Ten, bébete esto, te hará bien— el chico dejó la taza humeante en la mesa y volvió a su lugar, observando al menor que estaba abrumado y algo confundido.

— ¿...que me...?

—Llegaste borracho y te metiste en la bañera con el agua fría "y casi me violas." — Explicó Yuuri mientras llevaba la taza de café a sus labios y sorbía de ella.

Otabek levantó la ceja izquierda sin dejar de sobarse la nuca, parecía que no recordaba nada de lo que ocurrió anoche, y eso el japonés agradecía profundamente.

—Si quieres siéntate y descansa, yo arreglaré la casa — propuso el mayor. Otabek ocupó su lugar cerca de la taza de té, asintió levemente sin borrar la mueca de dolor en su rostro, parecía que tenía dolor de cabeza. Yuuri se levantó de su lugar y camino a la cocina, de un cajón extrajo una pastilla y la dejó a un lado del kazajo. —Tómatela, te hará bien— el japonés retomó sus quehaceres matutinos tal y como lo hacía cuando vivía solo, dejando a Otabek con una expresión de "¿Yuuri eres tú?", pero no reprochó nada, estaba tan molido que aceptaría cualquier cosa con tal de descansar un rato más.

En todo lo que restaba de la tarde el japonés barrió la casa, limpió, enceró y tiró los montones de basura que el kazajo había acumulado en todo este tiempo, ¿hacía cuando que ese hombro había tocado una escoba tan siquiera? A Yuuri no le molestaba limpiar, le servía para no morir de aburrimiento, pero aun así le era algo incómodo que Otabek tuviera un departamento bonito y no lo cuidase, Yuuri podía tener casa humilde pero limpiaba hasta el último rincón de ella.

Cuando la migraña hubo pasado gracias al medicamento, el kazajo se logró dar cuenta del cambio que sufrió su departamento. Cuando vivía con Yuri este era el que se encargaba de parte de la limpieza, desde que se fue a Otabek le valió un pepino el mantenimiento de su departamento, hasta ahora...

—...de verdad que no tenías que hacer esto... —susurró mientras se acercaba al japonés que descansaba en el sofá con una bolsa de basura a punto de ser desechada.

Yuuri levantó una ceja mientras le miraba serio. —Se supone que también viviré aquí...no pienso quedarme en un basurero, hagamos un trato, tú dejarás de venir borracho a la casa a cambio de que yo todos los días limpiaré, desde la sala o cocina hasta debajo de tu cama ¿qué te parece?

Otabek frunció el ceño mientras tomaba asiento cerca del japonés, a Yuuri le daba cierta gracia verlo. Parecía recién levantado, nada que ver con el guapo y rudo chico de la motocicleta y con su chamarra de piel negra; ahora era alguien común, de pelo despeinado y ojeras debajo de los ojos. —Yo puedo hacer eso, tú encárgate de tus asuntos

Yuuri rodó los ojos al escuchar aquello —Llevas mucho tiempo viviendo solo y no lo has hecho. Vamos, es una oferta tentadora, no llegar borracho a la casa a cambio de que yo limpie como un esclavo... — dramatizo con una sonrisa.

Otabek pudo haberse molestado o fruncido más el ceño de no haber sido porque tomó ese gesto tan cómico que una ligera sonrisa escapó de sus labios. Negó suavemente mientas bajaba la mirada. —Bien...no llegaré borracho a la casa — aceptó.

El japonés casi saltó de la emoción en su lugar, el temor de ser posiblemente violado se esfumó casi al instante; era una locura, pero muy en el fondo algo le hacía creer en las palabras de aquel chico.

Yuuri se levantó de su asiento con el ánimo más elevado —-Bueno señor...usted se queda aquí, sacaré a pasear a mi perro —Makkachin movió la cola y saltó directo hacia dónde Yuuri estaba, dando un ladrido de emoción.

Otabek los miró alejarse por breves segundos antes de volver a hablar—Yuuri— el mencionado se giró hacia él, Otabek desvió la mirada levemente y tragó saliva antes de atreverse a volver el rostro al frente. —Siento haberte besado anoche—

Un silencio casi sepulcral llenó la habitación, el japonés sintió como perdía todos los colores de la cara y al parecer el kazajo lo notó porque le lanzó una sonrisa burlesca —...y ya comenzabas a caerme mejor... — masculló enfadado antes de salir de la casa definitivamente, cerrando de un portazo.

Ya protegido en la soledad de su departamento, Otabek se dio el lujo de acostarse en su propia sala, observando el techo como siempre lo hacía, a la espera de alguna señal divina o algo que se le pareciese, pero nada, ni siquiera había recibido un mensaje del estúpido JJ, ¿que estará haciendo ese cara de gorila? Seguro saliendo con el amiguito de Yuuri.

Giró el cuerpo y atrapó la almohada, enredado sus piernas en ella y escondiendo la cara; aspiró hondo y su nariz se llenó de un sutil olor a café. Al parecer Yuuri había pasado ahí la noche —…huele a Yuuri... — susurró ensimismado antes de arrojar la almohada lejos, provocando que está chocara con el televisor. —...odio el café...

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Nos leemos en un rato!

 


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