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Quédate a mi lado por SoyUnUkulele

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En todo este tiempo Otabek había aprendido una cosa en estos últimos días: los omegas son complicados. Yurio se lo había demostrado en todo el tiempo que habían vivido juntos -tres años-, y ahora ese tonto japonés hacía exactamente lo mismo.

¿Cuantos días habían pasado ya? ¿Tres, cuatro? Tal vez más. ¿El enojo de un omega duraba tanto?

Para resumir todo, Yuuri no le volvió a dirigir la palabra en todo ese tiempo, pasaba de su lado como si no existiera, se pavoneaba a sus anchas por toda la sala, cocina o comedor e ignoraba completamente quién era el verdadero dueño de esta casa, vale, eso sonó demasiado machista. Pero el kazajo decidió no rendirse, oh claro que no, le demostraría al chico que Otabek Altín no es de esos que se quedan de brazos cruzados a las órdenes de los omegas, él era un alfa hecho y derecho y llamaría su atención aunque fuera lo último que hiciera.

¿Y cómo lo logrará? Se preguntarán ustedes... Mientras Yuuri lavaba los platos el kazajo estaba ahí en medio, se había dado cuenta que uno de los lugares favoritos del japonés era la cocina -más bien a todos los omegas les gustaba estar ahí y más cuando están enojados...su Yurio se la vivía ahí cuando discutían-, bueno, pues él mejor que nadie sabía lo hastiante que es tener que lavar los platos y chocar tu codo con el brazo de alguien más, lo veía, el japonés soltaba un sonoro suspiro cuando lo hacía, negaba suavemente, respiraba hondo, contaba hasta diez y seguía con su quehacer. Era ahí cuando Otabek salía de la cocina con una sonrisa victoriosa.

Otra de sus tácticas -la cual siempre funcionaba era apretar las tapas de todos los botes y vasos cerrados, las mermeladas, el aceite, la pimienta, el orégano, la canela, etc., se partía de la risa cuando veía al japonés intentar abrirlos sin éxito. Cuando veía marcas rojizas en las huesudas manos del chico se acercaba y le ayudaba. No había mejor forma de romper su dignidad que esa.

Ese día en particular, Yuuri despertó de un humor malo, demasiado malo, ¿cómo lo sabía? De la misma forma en la que se daba cuenta cuando el chico estaba tranquilo, con su forma de cocinar; si estaba alegre y de buen humor solía hacerle un par de detalles al plato, decorarlo con alguna cosa chusca y colorida. Otabek le había apodado Lady Florecita por su excesivo abuso de esa figura; hacía flores en la ensalada, al huevo estrellado le daba forma de flor (o al menos lo intentaba), en el waffle hacia una flor de chocolate, a la manzana la rebanaba de tal forma que esta adoptara la forma de una flor, etc., etc., etc...Él no hacía muchos detalles con su comida...el huevo le salía con forma de huevo.

Cuando Yuuri estaba enojado la comida salía mucho más desganada y por un momento te hacía dudar si era comestible, pero había que tener cuidado cuando comías su ensalada, podía tener trozos de madera por la fuerza que se ejercía sobre el picador...como ahora, la única diferencia es que encontró un trozo de picador grande, así que dedujo que estaba mucho más molesto que antes.

El kazajo dejó el trozo de madera a un lado de su plato y giró el rostro levemente, encontrando a Yuuri de espaldas y fregando los platos con brusquedad. Era momento de actuar. Se levantó de su lugar y caminó con paso suave hacía él, asomando su rostro por sobre el hombro de este. Efectivamente, el chico se estaba descargando con sus pobres trastes.

—Oye...con cuidado — se quejó el kazajo, siendo vilmente mandado por un tubo por parte de su compañero. Otabek resopló suave, se dejó caer sobre la alacena y cruzó los brazos, adoptando un porte relajado. —.  Has estado ignorándome por mucho tiempo, si hice algo mal por favor dímelo... — Yuuri siguió ignorándolo. El menor pasó una mano por su cabello corto, desmarañándolo más. — ¿Es por el beso que te di aquella vez? — los músculos del japonés se tensaron pero no dijo nada. Había dado en el blanco. —De verdad que lo siento, sabes, estaba borracho y lo hice inconscientemente, no quería besarte, creí que eras alguien más— dejó una larga pausa a la deriva en la espera de que Yuuri dijera algo, pero nada— Sólo quería decirte que lo siento

El japonés dejó de fregar el mismo plato y flotó en su propia mente, analizando lo dicho por el menor, luego suspiró y siguió lavando como si nada hubiera ocurrido. Otabek simplemente negó con la cabeza.

— ¿...me seguirás ignorando? De verdad que no quería llegar a esto... —se incorporó de la alacena y se dispuso a abandonar la cocina, pero antes de ello y aprovechando la dureza del japonés levantó el brazo y de un solo manotazo desató la ira contenida de Yuuri.

¡OTABEEEEEEEEEEEK! rugió el chico, dejando todos los platos en el lavabo para ir en persecución del kazajo. Le había dado una puta nalgada.

 

 

 

 

._._._._.

 

 

 

 

 

— ¡Wow, Beka! De verdad que te conseguiste una fiera, te ves muy guapo con ese ojo morado —halagó JJ con una enorme sonrisa, recibiendo así a su amigo que no traía los mejores humores.

— ¿...tú lo crees? — Otabek levantó la ceja ante eso, ingresando a la casa de Jean con un aura claramente tensa a su alrededor.

—A decir verdad no... — el kazajo rodó los ojos ante eso mientras tomaba asiento junto a su compañero canadiense. —Oye chico ¿qué te ocurrió en el rostro?

Otabek le observó con el ojo que sí estaba medianamente bueno, levantó la ceja y señaló su propio rostro con coraje. — ¿Ves esto? Yuuri lo hizo...me lanzó una lámpara cuando llegamos a la habitación

—¡Jajaja! ¡Wow! ¿Enserio hizo eso? — JJ se inclinó hacia adelante y susurró. —-¿La de mesita o la de lava?

—...la de lava

—Auch...pero bueno... ¿qué le hiciste para que reaccionara así? — JJ hizo una mueca de dolor con la boca, sin saber si era bueno reír o llorar por la suerte de su mejor amigo.

—Le di una nalgada

El canadiense casi escupió la cerveza al oír esto —¡¿Qué hiciste qué?! ¡HAHAHA! — La fuerte risotada que soltó sólo provoco que Otabek bufara con fastidio — ¿Amigo pero por qué?

—Lleva todo este tiempo ignorándome, no me habla, no me mira, es como si no existiera— confesó al fin el kazajo, extendiendo los brazos con exasperación.

—¿Y eso qué? ¿No es eso más fácil? Cada quien con su lado y eso...

—No JJ, tengo dignidad, además he vivido solo todo este tiempo, ¿de qué sirve que el niño este ahí si va a trátame como una piedra en el camino? Nada cambiaría.

—Vale, vale...creo que ya entendí...pero al menos dime qué fue lo que le hiciste para que reaccionara así –y no hablo de la nalgada, sino lo que sucedió más atrás-

Otabek bebió lo último de su cerveza, hubiera pedido otras más pero había prometido volver sobrio —Le besé en la noche después de salir de la fiesta de Carla

JJ volvió a casi escupir la cerveza. -¡¿QUE?! ¡Otabek! ¡Pero que prendido estás!- el kazajo tronó la boca con cierto disgusto. —Me imagino que necesitas consejos para que el chico te vuelva a hablar

— ¿Consejos de alguien con un retraso mental severo? No gracias...

— ¡Ay claro! Que para eso están los amigos, escucha, lo que tienes que hacer es llevarlo a algún lugar bonito, que se yo, llévalo a algún bar, un paseo romántico bajo la luna, cántale una canción, a mí me funciona bien con Minami

—Sí, pero la única diferencia aquí es que no quiero enamorarlo. Por cierto, ¿cómo te va con el chico ese? — preguntó Otabek para desviar el tema de la conversación

—Ahhh...mejor de lo que yo creía, sabes, creo que él es el indicado, no sé, tiene algo que te hace decir "Wow, de aquí soy", sabes, el otro día estábamos...

Y así, el canadiense comenzó una charla eterna mientras Otabek asentía cada cierto tiempo, fingiendo que escuchaba lo que su amigo decía. Las palabras de este se distorsionaban con la lejanía, la mente del chico estaba muy ocupada trazando un plan como para escuchar las barbaries de JJ. "—Al parecer no eres tan retrasado como creí... —"

 

 

 

 

Al fin estaba en casa, hoy las clases habían estado demasiado pesadas a causa de los próximos exámenes finales, aparte que en el trabajo tuvo que hacer circo maroma y teatro para quitarse a sus amigos de encima porque decían querer "conocer al novio", ¡Dios no!

—Makkachin, ya llegue... — susurró con un desánimo intenso, pero el perro no corrió a recibirle como antes, algo extrañado el japonés volvió a llamarle, está vez desde la sala. — ¿Makkachin?

— ¡YUURI! ¡YUURI! ¡AUXILIO! ¡VEN RÁPIDO QUE UNOS LADRONES SE LLEVAN A TU CHUCHO! — un terrible grito hizo estruendo en la sala a tiempo que múltiples ladridos lograron asustar al japonés de sobremanera.

El chico tomó cualquier objeto de la sala -una lámpara- y corrió como poseído hacia la habitación de Otabek, entrando de una patada y agitando el objeto al aire mientras echaba una y mil maldiciones al aire. — ¡Makkachin! ¡Nadie se va a llevar a mi perro! ¡¿Dónde están animales?! — el chico se quedó paralizado al ver nada más que al kazajo subiendo el cierre de su chamarra y a su querida mascota echada en la cama, ambos tranquilos y a sus anchas.

—Ah, funcionó. — Otabek le regaló una sonrisa mientras le quitaba el objeto y lo lanzaba a la cama —Deja eso, me vas a picar el único ojo bueno. Ten. — el menor le echó un suéter de lana a los hombros. —Ahora, vámonos

A Yuuri no le dio tiempo de reaccionar hasta que el kazajo lo arrastró de los hombros, directo hacia la salida. —Oye...e-espera... ¿q-qué...? ¡¿Pero qué rayos estás haciendo, hijo de la reputa madre?! ¡Suéltame animal! — gritaba con desesperación mientras se retorcía entre los brazos de Otabek, intentando soltarse de su firme agarre.

—Nop, vas a salir conmigo, caminaremos bajo las lindas estrellas en un paseo romántico y hablaremos de tu estúpido enojo hacia mí— abrió la puerta de golpe y sacó al japonés primero— ¡Makkachin, tú cuidas la casa! — un ladrido de "buena suerte" se escuchó antes de que se cerrara la puerta.

El kazajo decidió no utilizar la motocicleta, una porque hacía frío y otra porque Yuuri se retorcía tan fuerte que, de haberla utilizado, se hubieran dado un buen azotón en el pavimento. Aun así Yuuri no paraba de gritar cosas como "¡auxilio! ¡Me van a violar! ¡Ayuda!" mientras el kazajo le seguía empujando con una cara que denotaba perfectamente su estado aburrido, como si no estuviera pasando nada de nada, dejando que los peatones se detuvieran a observarles con diversión y sorpresa; en Verona casi no se veían cosas como esas…

—Bueno, llegamos — Otabek soltó tan repentinamente a Yuuri que este casi cae de espaldas al suelo.

El chico hizo circo maroma y teatro para no tropezar, recuperándose enseguida y encarando al alfa que había osado secuestrarlo.

—¡Oye! ¿Pero que te pasa? Sacarme de la casa de esa forma...sobornándome de que se estaban robando lo único valioso que poseo...es tan...tan... ¡Ay! ¡Pero llegando al departamento te voy a dar otra paliza en tu ojo bueno que...! — Otabek simplemente se mantenía expectante a la lejanía, ajeno a los reclamos y amenazas de su compañero, como si esperase algo más importante que el enojo de Yuuri— ¡Me estás escuchando siquiera!

Otabek no contestó, simplemente le tomó de los hombros y le giró, mostrándole la vista más hermosa que el japonés jamás había visto.

No se había dado cuenta, pero el menor le había llevado a una zona donde las luces de la cuidado alumbraban al unísono, como pequeñas estrellas tan cercanas que casi podías tocarlas, haciendo un contraste fantástico con el cielo despejado y los verdaderos astros esparcidos por él, haciendo una silenciosa competencia sobre quién brillaba más, si la ciudad o ellas.

—…Oh por Dios... — susurró con suavidad, cubriéndose la boca con sus manos frías. Con semejante vista el enojo acumulado en todos esos días se esfumó como el papel siendo sutilmente desecho por el agua hasta desaparecer completamente. Su corazón estaba al cien, ni siquiera la puesta de sol de aquella vez podía hacer competencia con lo que sus ojos veían ahora.

El kazajo metió las manos a los bolsos de su chamarra y suspiro hondo y pausado. —Hermoso ¿verdad?

—...precioso... — susurró Yuuri embelesado. —Tú ¿...porque me has traído hasta aquí...?

—Bueno, ignorando el hecho que esta es una zona la cual jamás había visitado ya que según por aquí fue donde Romeo y Julieta se vieron el segundo día de conocerse...quería que fuera como una especie de disculpa — Yuuri dejó de ver la ciudad para observar al kazajo con asombro y extrañeza—Has estado enojado, y te confieso que no es agradable regresar a tu casa y que la única compañía que tienes este molesta y prácticamente pase de tu como si no existieras...escucha Yuuri, yo no quiero ni pido tu atención, sólo...no me ignores más por favor, con un simple ‘’hola, ya estoy en casa’’ me es más que suficiente.

Fue ahí donde Yuuri cayó en cuenta de su error. Otabek era alguien solitario que necesitaba compañía, no la había pedido antes –tal vez por orgullo- pero al crear un lazo entre ambos la ansiedad de un poco de atención le obligó a hacer estas cosas, a llevarlo a él, ¡a él! El chico que se supone detesta a una zona hermosa y romántica sólo para disculparse como es debido. Otabek ha estado haciendo bien y él no lo comprendía hasta ahora.

Yuuri desvió la mirada, dejando que un par de mechones oscuros se balancearan en su rostro con la fresca brisa nocturna—...Otabek...discúlpame...fui un gran tonto, no, no volveré a pasar de ti más. Pero si me vuelves a hacer enojar te juro que te agarraré a lamparillazos— eso último lo dijo con una sonrisa traviesa.

El kazajo sintió como una molesta presión soltaba su pecho. Al parecer las cosas con Yuuri habían mejorado ya...o eso creía.

Ambos volvieron su vista a la ciudad de luz, dejando que los minutos corrieran suaves por encima de sus cabezas. Sin dudas un momento que valía la pena inmortalizar.

 

*Brilla ciudad, brilla sólo para mí. Brilla ciudad, tanto hay por descubrir…de ti, me enamoré al tocarte por primera vez; mi sueño al fin se hará realidad. *

 

El japonés comenzó a tiritar suavemente, el suéter de lana no era suficiente para protegerle de la sensación de frío. Otabek lo notó y por ello se acercó a él, echándole el bazo al hombro, compartiendo juntos un cálido y extraño abrazo.

 

*Brilla ciudad, es lo que todos quieren ver. Dentro de un bar, entre la nube de humo y de la multitud: amor, lo que buscamos es amor entre tú y yo…*

 

*Correr*

 

*Buscar*

 

*Tocar*

 

*Bailar*

 

Yuuri aceptó gustoso el extraño abrazo, permitiendo que el menor frotara sus manos en sus brazos casi esqueléticos, logrando arrancarle una sutil sonrisa.

 

*A los ojos mirar, el cielo encender, el mundo abrir y ver respuestas, la voz que dice “Aquí estoy” que todo irá bien.*

 

*No me importa saber dónde acabaré, lo que necesito es la locura. El boom boom del corazón…*

 

El japonés dejó caer la cabeza hacia atrás, recargándose en el pecho del kazajo para impregnarse aún más de su olor y calidez.

 

*...creo que me quedaré. Brilla ciudad, brilla solo para mí. Brilla ciudad…*

 

*Nunca has brillado así *

 

-—Yuuri... — el mencionado hizo un sutil movimiento con la cabeza, dando a entender que le estaba escuchando. —Duerme conmigo esta noche

 

—...

 

¿Dónde estaba la lámpara cuando más la necesitaba?

 

 

 

 

 

 ._._._._.

 

 

 

 

 

Era increíble la evolución de estos días tan agitados.

Tiempo atrás Otabek era un alma solitaria y amargada que siempre mantenía el ceño fruncido y a la defensiva, contra todos y todo. Con la repentina llegada de Yuuri pues... seguía amargado y a la defensiva...pero ya no estaba solo.

Sonaría cursi si decía que el japonés llego como un rayo de sol a sus días nublados -o como generalmente JJ se expresaba de Minami- pero cierta parte de ello era verdad. Yuuri apareció en un momento crucial de su vida, no era lo que se esperaba pero estaba meramente satisfecho.

Yuuri podía ser odioso en cierta forma, pero era muy alegre y ciertamente su increíble calidez le había otorgado un momento de paz, además no era ruidoso y su aura tan débil le hacía pasar desapercibido, así que el chico no ocupaba mucho espacio ni tampoco era molesto -excepto cuando le hacía enfadar-.

La rutina de ambos se asemejaba un poco, Yuuri cocinaba y hacia el aseo del hogar, Otabek limpiaba zonas difíciles y mantenía en orden su habitación; después, el japonés se iba a la florería, dejándolo a él solo con el perro; a una hora determinada el kazajo salía a vagar por ahí y regresaba antes de las siete para recibir a Yuuri quien regresaba de la universidad, cenaban, conversaban -se insultaban- un poco y Otabek se retiraba al trabajo. Una rutina tan simple y sencilla como esa.

Yuuri no se aburría, el chico no era exigente y casi no salía de casa, a diferencia de Otabek, Yuuri prefería mil veces la cómoda sala con un rico café y un libro que pasear por las calles de Verona, que bien las calles eran unas obras de arte arquitectónicas, al japonés no le daba disfrute estar entre la gente.

— ¿Yuuri? ¿Cuándo dormiremos juntos?

—Cuando yo me muera...más tres días después... — sentenció el japonés sin despegar su mirada del interesante libro que le mantenía distraído y tranquilo, añadiéndole su inseparable taza de café que bebía a sorbos y en silencio.

Otabek se dejó caer en el sofá, recargando su cabeza en una de las patas de Makkachin, quien al instante comenzó a mover la cola. Después de haber pedido que durmieran juntos aquella noche Yuuri le lanzó otra lámpara cuando regresaron a casa. No le pedía con mala intención –bueno…si pero no-, era irónico que Yuuri durmiera en la sala, podría enfermarse. Pero el japonés no escuchaba, seguía rehusándose a la idea de estar cerca de Otabek y, sobre todo, dormir en su cama. ¿Porque debería hacerlo? Apenas llevaban unas semanas estando juntos y este mal parido ya se lo quería echar...

Otabek soltó un sonoro suspiro. — ¿Qué quieres hacer ahora? — preguntó suavemente.

—Leer y tomar café— fue la sentencia final de Yuuri mientras bebía otro sorbo.

Su compañero rodó los ojos, a este paso moriría de aburrimiento. Se levantó del sofá y estiró su cuerpo con ganas— ¿No quieres salir a algún lado? —- el japonés negó suavemente. —Entonces saldré yo, ¿puedo llevarme al perro? — Yuuri asintió sin despegar la vista de su libro. Otabek llamó al caniche y este se levantó de un salto. —Te lo devolveré vivo y enterito, lo prometo

—Ah...si...vivo y ente...espera, ¡¿Qué?! — pero ya era tarde, cuando Yuuri reaccionó Otabek había salido de la casa con el perro. — ¡Otabek! ¡Devuélveme a mi perro!

 

 

 

 

Se acercaba la temporada de invierno y eso a Otabek se le había olvidado, bueno, no era de extrañar el frío que había comenzado a correr de forma inesperada, eso era cosa de todos los días, pero sí sintió confusión cuando las luces navideñas adornaron toda la avenida principal. —Vaya, vaya...debo de revisar más el calendario...

No estaba muy lejos de casa, si llevaba a Makkachin más lejos y tardaba en regresar Yuuri le volvería dar con la lámpara en la cabeza y esta vez podría perder un ojo.

El perro trotaba alegre junto a él, ignorando el dolor punzante en la cabeza del kazajo que comenzaba a ser molesto e intenso, por esa razón necesitaba salir, se sentía mal físicamente. Yuuri no lo sabía, pero el chico sufría de intensos dolores de migraña gracias a las sustancias tóxicas que solía meterse en el cuerpo; si Yuuri llegaba a enterarse era capaz de internarlo en un centro de rehabilitación para drogadictos, aun cuando su adicción había sido superada desde hace mucho.

Perro y humano llegaron a una pequeña plaza no tan concurrida donde Otabek se vio en la necesidad de tomar asiento en una pequeña banca de metal. Agarró su cabeza con cierta fuerza y rezongó, si no hacía algo la cabeza le explotaría.

Respiró profundo un par de veces antes de soltarla, entonces su vista se fijó hacia el frente, gran error...

Un enorme cartel de colores blanco y azul resaltaba en la pared de ladrillos y piedra con una simple inscripción.

 

"La leyenda del ballet clásico YURI PLISETSKY interpretando:"

 

"EL LAGO DE LOS CISNES"

 

 

El dolor de cabeza no fue competencia para el terrible escozor de garganta y los latidos de su corazón dolido. Su mente se bloqueó por unos instantes que le parecieron eternos y todo a su alrededor se detuvo. ¿Qué hacer? ¿Maldecir a un cartel con la imagen del ser al que más amaba en la vida? ¿Hablar con él como un loco que perdió la razón? Tal vez confesarle lo mucho que lo amaba, que, aunque le rompió el corazón, aún seguía haciéndolo con cada uno de los pedacitos.

Sus ojos sombríos recorrieron la carita angelical de su amado, no había cambiado nada, que bien tenía el pelo más largo y la cintura pequeña aún seguía siendo Yuri, su lindo Yuri.

Quería ir con él, verlo, abrazarlo, besarlo y decirle que no lo soltaría jamás, ni aunque el mundo quisiese lo contrario para ellos.

 Otabek sabía que estaban unidos por algo mucho más fuerte que el hilo rojo del destino o la marca predestinada, estaban unidos en alma y espíritu. Pero había algo en su corazón, muy en el fondo y enterrado que se retorcía de disgusto, que gritaba que no, que se alejara, que se quemaría si se acercaba a esa criatura llena de luz y fuego.

El kazajo dejó escapar una sutil risa de derrota, al parecer seguía siendo un esclavo de Yuri.

Makkachin se sentó junto a él y recargó su hocico en la rodilla de Otabek, este le acarició las ojeras suavemente. —...descuida chico...estoy bien... — mintió con una sonrisa torcida.

 

 

 

 

 ._._._.

 

 

 

 

 

 

Yuuri había terminado ya su segundo libro cuando un mensaje de Pichit le interrumpió.

VEN A MI CASA! ¡GUANG TERMINÓ CON LEO Y AHORA ESTÁ A PUNTO DE CORTARSE LAS VENAS CON UNA LECHUGA!’’

Ese simple WhatsApp le hizo levantarse de un salto, cubrirse con uno de sus suéteres de abuelito y tomar el autobús hacia la casa de su amigo tailandés, quien vivía no muy lejos de ahí. Tocó con desesperación su puerta y esperó; se sentía mal por su amigo chino, sabía lo mucho que quería a Leo, es más, eran predestinados así que se suponía no debían de separarse.

La puerta se abrió al fin. —Pichit...vine tan rápido como pu... —- un fuerte tirón a su brazo cortó la frase a medias. Yuuri fue adentrado al departamento de golpe antes de ser rodeado por sus amigos.

— ¡Yuuri! ¡Conseguimos boletos para el ballet "El lago de los cisnes! ¡Ven tú y tu novio con nosotros! —

—... ¿ah? — Los ojos del japonés se posaron en todos los presentes, viéndolos en perfecto estado -sobre todo a Guang- — ¿Q-Qué...qué está...? ¿No se supone que Guang y Leo...?

—Ah, no es verdad, lo dijimos nada más para que no te tardaras en venir— dijo el chino como si nada.

—Estábamos entre decirte que la prueba de embarazo de Minami dio positivo o eso... — completo Pichit con una sonrisa.

—... ¡Son unos hijos de...!

— ¡Yuuri, vamos a ver el lago de los cisnes con tu novio! — Pichit volvió a cortarle la frase mientras seguía jaloneando su brazo. — ¡Por favor, y prometemos jamás volver a jugar contigo así!

El enojo del japonés se fue por unos momentos al escuchar eso, como si les fuera a creer eso...lo más importante ahora era librarse de la idea de llevar a Otabek al lago de los cisnes.

—Pero...no creo que tenga tiempo... — mintió con cierta torpeza.

—Ándale Yuuri, convéncelo de ir, Leroy irá también con nosotros, y Leo y Chris, ¡todos los amigos de tu noviecito irán! Además, será un buen momento para convivir y conocernos más. — Pichit y los demás se veían demasiado animados, ¿quién era él para quitarles esa emoción?

—V-Vale...lo intentaré... — prometió. Los demás dieron un grito de victoria, comenzando a buscar la ropa adecuada para asistir a tan importante evento que se presentaría en uno de los teatros más hermosos de Verona.

Cuando Yuuri regresó a casa eran más de las siete y Otabek ya estaba ahí con su perro. Entró en la casa y quitó su abrigo de cuadros. —Hola... — saludó sin muchas ganas.

—Hey... — saludó el kazajo sin despegar sus ojos del libro que horas atrás había estado leyendo Yuuri. —Oye...está bueno esto...

Yuuri rió de forma muy sutil ante ello, se acercó al menor y tomó asiento junto a él. Makkachin se acercó casi en seguida y se acurrucó en las piernas de Yuuri, siendo gustosamente recibido por su dueño —Otabek... ¿puedo decirte algo? — El kazajo asintió sin dejar de ver el libro —Mis amigos te quieren conocer...creen aun en la mentira de que eres mi novio y pues...les da curiosidad de saber con qué clase de persona he estado viviendo

— ¿...A sí? Está bien... ¿cuándo vienen...?

—No vienen, vamos a ir. Nos invitaron al teatro a ver el Lago de los Cisnes— Otabek dejó de estar concentrado en la lectura, subió los ojos y se fijó en las facciones asiáticas del omega —No vayas si no quieres, puede que esas cosas no sean lo tuyo, podemos hacer que te vean en algún otro lado...-

—No, vamos— Yuuri se sorprendió al ver la repentina aceptación del kazajo. No se veía muy entusiasmado pero sus ojos estaban más brillantes que antes —Vayamos a ver el lago de los cisnes con tus amigos

—Ah... ¿estás seguro? — preguntó el japonés sin lograr salir de su asombro.

—Claro, ¿porque te pones así? Yo también disfruto el ballet...verlo claro... — Otabek volvió a su lectura como si nada hubiera pasado, haciendo que Yuuri hiciera lo mismo.

—No...Yo solo decía — el japonés recargó su cuerpo en el sofá, mucho más tranquilo y relajado.

—Lo haré con una condición— una sonrisa sutil escapó de los labios de Otabek, provocando que Yuuri le mirara extrañado —Que duermas conmigo de ahora en adelante

—...¡¿Que?! — Yuuri se levantó de un salto, molesto y avergonzado. —¡No! ¡No, claro que no! ¿Por qué tanta insistencia en dormir conmigo?

El kazajo se encogió de hombros, continuando con su lectura —La cama es grande, no se me cae justo que yo duerma en la cama y tú en el sofá. Descuida, no te haré nada y si quieres puedes meter al perro en medio

Yuuri le miró un poco más tranquilo pero no por ende menos molesto. A veces no comprendía la mentalidad de Otabek, simplemente era un misterio —Vale...lo haré, Makkachin y yo dormiremos contigo... — susurró derrotado.

—Bien... — completo el kazajo.

—Bien...

 

 

 

 

 

 


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