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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaa.

¿Qué tal? ¿Cómo están? Yo espero que muuuuy bien… porque yo no. Me chingue la cintura y he estado de la verga. Con decirles que ayer, sábado, no podía ni levantarme sola de la cama, caminar era toda una tortura. ¡Pero ya estoy mejor! Los poshos imaginarios que sacrificó mi parabatai funcionaron.

Increíblemente sacrificar poshos imaginarios siempre nos funciona. 

Que loco. Ja.

A quienes leyeron el capítulo anterior, y a quienes me dejaron su hermoso comentario: Angélica y LindAngel, ¡¡Muchas gracias!! Los adoro al 10000 millones por ciento.

Por los horrores ortográficos, dos mis disculpas. Ya saben, estoy ciega y pendeja… pero más pendeja.
Sin más que decir excepto que, espero por el ángel y el cap sea de su agrado, los dejo leer.

 

UNKNOWN

—Capítulo 11—

Ese sentimiento

 

 


Eran casi las tres de la mañana cuando Manolo se despertó.

Despertó un tanto asustado y sudando frío, con la respiracion agitada y temblando. Y el hecho de que la casa se encontrará en completa oscuridad no le ayudó nada a su estado. Observó en todas direcciones no sabiendo, por un momento, donde se encontraba.

Un movimiento sobre sus muslos le hizo sobresaltarse, seguido de un suave gruñidito. Por un segundo más, se encontró confundido mientras observaba a Murasakibara dormir tranquilamente recostando la cabeza sobre sus piernas, pero entonces los recuerdos de la noche anterior fueron llegando uno a uno.

El peli-morado había estado encantado con la comida, disfrutando como niño pequeño mientras la preparaba, servía y devoraba. Al peli-rojo le resultaba bastante difícil asimilar que era un chico de casi veinticinco años. Con cada segundo que transcurría, la curiosidad del porqué Muro-chin ya no quería saber nada de él, aumentaba en cantidades extremas.

¿Qué se supone que había hecho para ganarse su rechazo?

Fresita no podía imaginar nada.

Por momentos, Murasakibara volvía a poner esa misma expresión de tristeza que le había visto mientras estaba sentado en la acera. Esa en la que parecía llorar sin derramar lágrimas. No podía evitar pensar en que si Atsushi estaba al tanto de sus sentimientos, pues, en un momento de la conversación, Langosta le había cuestionado qué tipo de relación tenían.

—Somos amigos —había respondido este—. Trabajos juntos, somos compañeros… aunque él dijo que iba a renunciar.

Y había dicho lo último con tanto tristeza que antes de darse cuenta, Fresita estaba acariciando sus cabellos y desordenandolos de forma cariñosa y animosa.

—Es gracioso —Atsushi le dijo mientras continuaba tratando de animarlo—. Muro-chin también suele hacerle eso a mi cabello —entonces pareció perderse un momento en sus pensamientos, pues se quedó callado un largo rato—. Tú comida es casi como la de él, aunque la de Muro-chin es más rica.

»Tienes un collar como el de él, y un anillo igual que el de él. Además de que comparten gestos y otras cosas. Es como si…

¿Era cómo si qué? Fresita tuvo mucha curiosidad de escuchar su respuesta, y generaba aún más el hecho de que Murasakibara haya fruncido el entrecejo, como si estuviera atando los cabos sueltos en su cabeza.

—Es como si… fueras una copia barata de Muro-chin.

A Fresita le había dado un tic en el párpados izquierdo.

—¿Disculpa? —Él dijo, indignado—. ¿Yo, una copia barata?

—Sí —Atsushi se encogió de hombros—. Muro-chin es más bonito, también cocina mejor y luce más lindo la cadena con el anillo. Además es más amable que tú. Tú por ratos te pones a gritar como loco con Mine-chin, y Muro-chin es muy calmado.

Fresita entrecerro los ojos, juzgándolo profundamente. Pero tan solo suspiro resignado al ver sus ojos morados llenos de ilusión y algo que, al parecer, Murasakibara no entendía.

Quizá por eso Muro-chin lo rechazó. Tal vez era porque él tenía los mismos sentimientos que el peli-morado, pero este no sabía qué eran. Atsushi lucía como alguien que no comprendía el amor, así que no le resultaría extraño que Muro-chin se haya rendido con él por eso mismo. O tal vez estaba tratando de hacer que él se diera cuenta de sus sentimientos, manteniendo distancia. Podía ser una estrategia.
O puede que en verdad el peli-morado haya hecho algo muy malo como para que ya no quisiera verlo.

Él quería saber, pero no interrogó a Atsushi, tan solo lo consintió un poco porque sentía que lo merecía. Ya luego le sacaría toda la información.

Luego de esa conversación en la cocina, ambos habían ido a la sala a ver un poco de televisión. En algún momento, el teléfono de Murasakubara había sonado, en la pantalla se mostraba la fotografía de Akashi. El peli-morado no dudó en responder y, debido a que había silenciado el televisor, Fresita escuchó muy bien la conversación.

El dueño de casa había preguntado dónde se encontraba y si lo había visto a él. Atsushi le respondió que estaban devuelta y que Fresita había cocinado para él, además de que en ese momento estaban en la sala, distrayéndose. Akashi se había quedado en silencio por largos segundos, como si algo le molestara; luego suspiró y le pidió al chico que por favor cuidara de él, Fresita.

Langosta recordaba haber sonreído enternecido ante tal petición, pero luego solo había bufado molesto. Perdonar a Akashi no iba a ser fácil.

Murasakibara se removió nuevamente sobre sus piernas, devolviendolo a la realidad, murmurando bajito y esbozando una pequeña sonrisa. A Manolo se le hizo algo tierno, parecía muy relajado. De nuevo, antes de darse cuenta, ya estaba acariciando sus cabellos mientras el otro permanecía dormido.

Era agradable verlo así de tranquilo, normalmente se le veía decaído o aburrido, sin ganas de nada, ni de unirse a cualquier cosa que pidieran sus amigos para distraerse. Pero en ese momento se veía feliz…

—Parece estar teniendo un buen sueño —dijo una voz.

¡Maldita sea!

Fresita pegó un fuerte brincó en su lugar, sintiendo que el corazón y los pulmones se le iban a salir por la boca.

El dueño de la voz soltó una risita.

Este se encontraba en un sillón individual casi frente al sofá donde él y Atsushi se encontraban. Parecía estar cruzado de brazos y con una pierna sobre la otra. El peli-rojo tan solo podía distinguir su silueta, pues la penumbra aún reinaba en el lugar. Aún así, reconoció muy bien su voz.

Maldición, Akashi —espetó molesto—. En serio, ya deja de imitar a Kuroko.

Akashi volvió a sonreír.

—Imitar a Tatsuya es lo último que querría hacer. Cocerle la boca quizá sí lo haga —Fresita arrugó el entrecejo, ¿qué?—. Escucharlo hablar me provoca jaqueca, un día bien podría cortarle esa lengua tan desagradable que tiene.

El corazón de Langosta aceleró con intensidad. Akashi de alguna forma parecía realmente hablar en serio y al mismo tiempo no. Su tono de voz al era extraño. Y si era una broma, en todo caso, ¿desde cuándo Akashi bromeaba de esa forma? Además, el Seijūrō que conocía jamás hablaría de Kuroko de esa forma… ni bromeando.

¿Quién carajos eres tu? —exigió saber.

Instintivamente, sus manos parecieron cubrir parte del cuerpo de Murasakibara, como si intentara protegerlo de un peligro inminente. Este continuaba dormitando feliz, sin ser consciente de la situación en el mundo real.

El extraño chico se removió en su lugar, pronto, estuvo de pie en medio de la sala. Lo observó desde arriba durante segundos que al peli-rojo se le hicieron horribles. Luego simplemente comenzó a caminar; la luz de luna ingresando por los ventanales de vidrio se reflejaron en él cuando pasó junto a estos.

Fresita vio, horrorizado, que era idéntico a Akashi.

¿Qué demonios?

El intruso con aspecto de Akashi se detuvo frente a una de las paredes, hubo un pequeño ruidito y entonces la luz se hizo de nuevo en toda la sala. Fresita soltó un jadeo de sorpresa al ver su aspecto pues, efectivamente, era idéntico a Seijūrō. Pero a su vez, parecían ser completamente diferentes.

Para empezar, el cabello de Seijūrō se encontraba un poco más largo, mientras que el de este chico estaba más corto. Sus ojos, eran de un tono idéntico al del dueño de casa, o al menos uno de ellos, pues el otro era un dorado oscuro, quizá tirando a naranja.

Y lo más importante, su mirada.

La mirada de Seijūrō era amable y tranquila.

Pero la de ese chico frente suyo, era la de alguien que podía estar hablando tranquilamente contigo y luego apuñalarte con unas tijeras en la cara antes de que te dieras cuenta.

No es que hubiera sentido miedo, era solo que sus ojos eran demasiado inquietantes.

¿Quién carajos eres? —Repitió.

El otro le obsequió una sonrisa sínica.

—Podría preguntar lo mismo.

Yo pregunté primero… ¿Quién eres?

Los ojos heterocromáticos del intruso lo observaron con intensidad, su mirada pasó de una inquietante a una que, Fresita creía, parecía en parte altanera y complacida.

¿Era de su agrado su actitud huraña y a la defensiva?

¿Qué no resulta obvio para ti el quién soy?

Fresita lo observó con ojos entrecerrados, molesto. Oh, sí que resultaba obvio. Pero él le había hecho una pregunta y debía responder. Quería que lo dijera con sus propios labios.

Por fin, el intruso soltó una suave carcajada. Quitándole increíblemente la tensión a la situación, lo que descolocó un tanto al de cejas raras.

Me agradas.

Sí, pues tú a mi no.

El heterocromático volvió a reír.

Definitivamente de agradas.

Fresita lo observó como si en lugar de ojos, tuviera babosas.

Entonces, la puerta de la entrada se abrió de golpe, sacándole un nuevo susto a Manolo, quien, olvidándose de lo sucedido horas antes, sonrió aliviado de ver al dueño de casa ingresar por el marco. Este se detuvo de golpe y alzó las cejas al percatarse de la presencia de su clon.

—Al fin llegas —dijo el intruso, con una risita el los labios. Quizá su intensión era parecer molesto por la tardanza, pero más bien parecía estarlo porque haya llegado y no por hacerlo esperar.

Akashi permaneció en silencio mientras observaba un momento al chico idéntico a él. Luego fue hacia Fresita, poniéndose de cuclillas frente a él. Observó dormitar a Murasakiraba unos segundos, luego sus ojos se clavaron en él. Parecían muy preocupados.

—¿Estás bien? —Cuestionó—. ¿Estaba molestandote?

Langosta negó.

—Estoy bien.

Sei le sonrió aliviado mientras acariciaba una de sus mejillas.

—¿Podemos hablas de nuevo respecto al matrimonio? No ahora, pero sí quisiera retomar la conversación.

El intruso arqueó una de sus cejas. ¿Matrimonio?

Fresita fruncio la cejas, recordando al fin lo que Seijūrō le había confesado. Lo observó molesto, pero tan solo duró unos segundos pues sus ojos, que parecían un tanto suplicantes, pudieron con él. Suspiró resignado.

—Está bien…

Al final, simplemente no podía enojarse del todo con él.

Akashi sonrió aliviado. En el fondo, había creído que lo rechazaría.

—Hasta ese momento, ¿podrias guardar el secreto? Por favor.

El otro muchacho, que continuaba observándolos, se cruzó de brazos sintiéndose completamente confundido, ¿Desde cuando Seijūrō conocía esa palabra? Por favor.

Fresita estuvo reacio un momento, luego solo asintió. Tampoco quería lastimar más a Takao, y mucho menos a Kuroko.

—Gracias.

—Solo lo hago por los chicos.

—Aún así, gracias —Akashí le sonrió con cariño.

¿Quién demonios era el peli-rojo de cejas raras? Se preguntaba el heterocromático. Nunca había visto a Seijūrō ser tan… pasivo con alguien. Si bien era el más amable de los dos, jamás decía gracias o por favor. Era como si desde siempre supieran que las cosas se harían como ellos quisieran, no había razón para agradecer o suplicar por algo.

Clavó sus ojos de dos tonos en el chico. Bueno, quizá entendía un poco a Seijūrō, lo cierto era que el chico resultaba algo atrayente. No sabría en si como explicarlo. Simplemente, por algún motivo, no podía evitar querer saber más de él.

—Atsushi —Akashi removió al peli-morado—. Atsushi.

—mmm… Muro-chin, no quiero ir trabajar, dejame… —lanzó un manotazo al aire.

Fresita soltó una risita, Akashi un suspiro.

—Por eso Tatsuya se hartó de ti, Atsushi —el intruso dijo entonces, un tanto fastidiado y viéndolo como si fuera una cucaracha. Sonrió con malicia; carraspeo un poco—. Atsushi —comenzó, con un tono de voz distinto—. Si te levantas ahora, luego del desayuno, podrás tenerme a mi como el postre.

El niño enorme reaccionó inmediatamente, levantándose como resorte de los muslos del de cejas raras. Giró el cuello en dirección del otro muchacho.

—Ah… es solo es el otro Aka-chin —dijo, volviéndose a recostar.

El otro Aka-chin puso los ojos en blanco.

Fresita no pudo evitar soltar una fuerte risotada.

Fue en ese momento, que la puerta volvió a abrirse, pero de forma aparatosa, por el marco cruzó un molesto Aomine cargando por un costado a un muy, muy, muy ebrio Kuroko.

El peli-celeste apenas y podía mantenerse en pie, por lo que Daiki lo llevaba sujeto por la cintura y con un brazo del más bajo sobre sus hombros. Manolo no creyó verlo nunca en ese estado, parecía estar llorando pero al mismo tiempo también parecía reír. Estaba soltando una retahíla de cosas inteligibles.
—Oh, eso es nuevo —El otro Aka-chin dijo, sonriendo maquiavélico.

—¡Pego xi es ed odo Akaxi! —Kuroko gritó al fijarse en él— ¿Ño ztavaz kom chijido?... ¡Wojuu! —intentó ir hacia Akaxi, pero estuvo a punto de caer si Aomine no lo hubiera agarrado.

El moreno tenía un severo tic en el párpado izquierdo y una vena hinchada en la sien derecha. ¿Por qué carajos tenía que ser él quien llevara a Tetsu? Pero no lo diría en voz alta, pues recordando sus opciones, Kuroko era el menos problemático.

—Si quieres, yo lo llevo a su habitación —El otro Aka-chin sonrió de medio lado, sus ojos de maniático brillando.

—Y un carajo que dejo que lo lleves —Respondió Daiki de inmediato—. Eres capaz de tomarle fotos y subirlo a alguna página de prostitución o algo por el estilo.

El heterocromatico bufo con molestia, solo para luego esbozar una sonrisita sínica.

—Bueno, de algo tengo que vivir ahora que estoy desheredado.

—¿Deseederaxo? ¿Niem xta deseederaxo? —Alguien nuevo atravesó la puerta, está vez era Kise.

El rubio, a diferencia de Kuroko, podía caminar, aunque tambaleándose. Fue hacia el otro Aka-chin, lanzándose a sus brazos en cuanto lo tuvo muy cerca.

—¡Exo xtam txiste! —Gritó, comenzando a llorar de forma escandalosa mientras restregaba su rostro mocoso y lleno en lágrimas en el cuello del más bajo.

Los ojos del heterocromatico estaban muy abiertos, su semblante era terrorífico. Ni siquiera había correspondido el abrazo de Ryōta, y tampoco se forzaba en fingir que resultaba quizá graciosa su actitud. Al contrario, parecía más furioso con cada segundo que pasaba.

—Alguien quitemelo de encima antes de que lo ahogue en la piscina —soltó, con un tono tan pesado, que el de cejas raras casi podía ver un aura oscura manando de él.

Fresita no pudo evitar pensar que hablaba en serio, muy en serio.

Fue Satsuki quien ayudó al chico rubio, yendo rápido hacia el para salvarlo de una muerte prematura.
—Ki-chan, vamos a tu habitación —ella dijo con dulzura, acariciando su espalda y quitándole los cabellos rubios de la frente—. Tienes que descansar.

—¡Dexo ez fam tixde! —Ryōta se desprendió del cuerpo del otro Aka-chin, moqueando, las lágrimas caían de su rostro sin detenerse; sus mejillas sonrojadas y sus cabellos sudorosos y revueltos.

—Lo sé, Ki-chan, es triste y doloroso. Pero te aseguro que te sentirás mejor luego de dormir.

Ella fue tan suave y comprensiva como podía serlo, Fresita se dijo. Y a él no le fue difícil entender el porqué. El rubio no hablaba del otro Akaxi y su situación, simplemente era un pretexto, pues hablaba de sí mismo.

Kise no estaba enamorado de Aomine, quizá lo estuvo pero de eso ya hacía mucho tiempo. Tal vez no lo mencionó, pero sí que se había fijado en la mirada de Ryōta cuando volvió de los baños. Sus ojos se veían tan tristes y él parecía a punto de llorar. No sabía si había pasado algo más luego de que se fuera, pero por el estado del rubio suponía que sí.

Debía ser muy duro para él haber presenciado como Takao y Yukio se besaban. A Manolo le dolía verlo así, pero en parte también le alegraba. Creía entender el actuar de Kuroko. Él era malvado. Sin duda alguna. Aunque se ocultara debajo de esos ojitos dulces y que no mataban ni una mosca. Pero también era cierto que era un chico amable y con buen corazón.

Sin duda quería lastimar a Shintarō y Kise, pero también quería ayudar a Kazunari y Kasamatsu. Si era sincero, los peli-negros se veían bien juntos, una linda pareja que pasaba casi por lo mismo y podrían apoyarse el uno al otro, pero el peli-rojo no creía que el verdadero objetivo de Kuroko fuera ese, el juntarlos.

Como el peli-rojo lo veía, Tetsuya estaba agotando todas las opciones antes de tirar la toalla.

Se merecían un escarmiento por idiotas, desde luego. Tenían que abrir los ojos de una buena vez. Que mejor opción que el dolor de un corazón roto. Pero Kuroko adoraba a sus amigos y lo que más quería era verlos felices.

Él en verdad era muy bueno.

Pero si con ello los chicos no cambiaban de actitud, si con ello no estaban dispuestos a luchar por el amor de Yukio y Kazunari, entonces no había nada que hacer. Tampoco podía obligarlos a estar juntos.

Oh, Kuroko mecería que alguien hiciera lo mismo por él.

Y, sin duda, ese sería Fresita. Akashi lo iba a escuchar seriamente cuando retomaran esa charla pendiente.

Sus ojos rojos observaron como Momoi se llevó a un llorón Kise Ryōta hasta su habitación, escuchó sus lloriqueos incluso luego de que subieran las escaleras y se perdieran en el pasillo de arriba. En la sala, un ebrio Kuroko se carcajeaba de uno de los cojines del sofá donde él se encontraba, señalándolo con el dedo índice y retorciéndose en los brazos de Daiki. Si le preguntaban, resultaba un tanto aterrador, aunque también sorprendente.

No creía que el peli-celeste fuera de los que se emborracharan.

Sin querer, su rojiza mirada se desvió hacia Aomine. Con un sobresalto, notó que los azules ojos de este estaban fijos en él. Manolo no pudo evitar rememorar los sucesos de hacía horas en el baño, sin querer y porque no tenía control de si, sus mejillas se colorearon de inmediato y su corazón aceleró de cero a mil en un instante.

¿Por qué? ¿Qué tenía Aomine Daiki que hacia su corazón latir tan fuerte y rápido? Era un completo idiota narcisista, imbécil egocéntrico… y aún así no podía evitar seguirlo con la mirada. No quería eso, no lo quería. Aomine sin duda le rompería el corazón.

¡Pero ese órgano idiota no entendía! Era masoquista, ¿verdad? No encontraba otra explicación.

Vio al peli-azul pasar saliva con fuerza, solo para luego desviar la mirada hacia cualquier lado. Fresita hasta podría decir que le vio un ligero sonrojo en las mejillas, pero sonaba demasiado irreal tratándose de Imbécilmine. Aunque ya lo había visto sonrojarse una vez… pero nada tenía que ver una cosa con la otra.

Sacudió la cabeza para despabilarse, no debía darle vueltas al asunto. Daiki solo quería burlarse de él. Fresita debía tener eso muy en mente. Aomine aprovechó la oportunidad para huir como cucaracha de la luz. Los vio también perderse en el piso de arriba, sin que sus ojos volvieran a cruzarse antes de subir por las escaleras.

«Oh, que divertido», pensó el de mirada heterocromática. Quien continuaba de pie en la sala y de brazos cruzados, aunque nadie haya decidido prestarle más atención. Él había notado la mirada que Fresita y Daiki se dieron. Una sonrisita se dibujo en sus labios.

Y entonces, sin la presencia sensual y completamente distractora de Aomine, algo captó su atención de Manolo. Alguien. Bueno, la ausencia de alguien.

—¿No les faltan personas? —Le cuestionó a Seijūrō, quien continuaba de puntillas tratando de despertar a Atsushi.

Los ojos de los Aka-chin se enfocaron en él. Seijūrō soltó un suspiro para luego dejar de insistir en despertar a Atsushi. Se puso de pie, soltando un nuevo suspiro, resignado.

—Kazunari y Yukio se quedaron un tiempo más. Dijeron que llegarían en la mañana —confesó, Fresita solo alzó ambas cejas. Que sospechoso sonaba. Bueno en parte explicaba el estado de Kise—. Shintarō esta en el auto. En una especie de trance; no es de los que beben, así que tomarse cinco tarros lo dejó noqueado.

Y, como si lo hubieran invocando, Los ojos rojos de Langosta captaron algo fuera de la casa, los ventanales de vidrio permitían ver perfectamente el jardín desde allí, y el reflejo de la Luna iluminaba muy bien. Fresita puso los ojos en blanco, sabiendo de antemano que sucedería.

Vio a Shintarō caminar como si de un zombie se tratara, arrastrando los pies y tambaleándose. Parecía estar murmurando algo pues sus labios se movían. Fresita no podía distinguirlo bien, pero se veía como si estuviera haciendo pucheros, llorando amargamente.

Y entonces lo inevitable sucedió.

Midorima se quedó sin suelo que pisar. Ni siquiera lo vio meter las manos como reflejo para intentar protegerse de la caída. Simplemente se dejó ir en la piscina como pieza de domino.

Los minutos que le siguieron fueron un caos.

Fresita gritó, alertando a los demás chicos de lo ocurrido. Atsushi se levanto de golpe de sus muslos, asustado por los gritos. Una vez comprendiendo la situación que el de cejas raras estaba gritándoles, los cuatro salieron corriendo hacia el jardín. En la orilla de la alberca, la silueta de Shintarō se observaba terminando de hundirse.

Murasakibara se lanzó dando un perfecto clavado, nadando hacia el fondo como un experto. Segundos después, emergió del agua llevando a cuestas al peli-verde, quien comenzó a toser de inmediato. Lograron secarlo mientras este temblaban y susurraba una y otra vez:

—N-Nanodayo, nanodayo-o, nanodayo, n-nanodayo —sus lentes habían desaparecido —. Na-Nanodayo, nanodayo, n-nanodayo…

A Fresita se le escapó una carcajada.

Se cubrió los labios de inmediato, pero era tarde, los otros tres chicos voltearon a verlo. Seijūrō le dirigió una mirada desaprobatoria, pero dicha mirada solo le provocaba más risa al de cejas raras.

—Lo xiemto —dijo, aún cubriéndose los labios y usando todo su autocontrol para no carcajearse.

Pero es que… ¡joder, era muy gracioso!

Midorima parecía vibrador mojado, susurrando «Nanodayo» una y otra vez, con la mirada medio perdida y una expresión bastante tonta. ¡Claro que era gracioso, carajo! El serio Midorima Shintarō en una situación un tanto penosa. Eso no se veía todos los días. Ya le quería ver la cara en la mañana.

Akashi suspiró, negando con la cabeza. Entre él y Atsushi levantaron al peli-verde para llevarlo dentro y tirarlo en la tina con agua caliente. Mientras los seguían de cerca, las miradas de Fresita y el otro Aka-chin se toparon unos segundos, pero tan solo ese tiempo fue suficiente, era como si ambos supieran lo que el otro estaba pensando. Antes de que dijeran alguna cosa, los dos soltaron carcajadas que ya eran imposibles de contener.

Akashi volvió la vista hacia ambos, regañándolos. Y quizá un tanto sorprendido por ver al Heterocromático sonriendo tan sincero.

—No es gracioso —les dijo él.

—¡Sí lo es! —Debatió Manolo


—Casi se ahoga.

—Pero no lo hizo —el de ojos bicolor remarcó lo obvio—. No te quedaste viudo antes de tiempo.
Akashi le dio una mirada molesta.

—Vi que tenías tu teléfono en las manos —Fresita le dijo al otro Aka-chin, ignorando completamente la tensión que pareció formarse un momento entre los chicos—. Dime que lo grabaste.

El otro Akaxi hurgo en el bolsillo de su pantalón unos segundos, luego sacó su celular y jugueteó con el otros segundos más, entonces al fin volteo el aparato, permitiendo que el de cejas raras observará.
En la pantalla, el vídeo que le había tomado a Shintarō se mostraba.

Los dos comenzaron a carcajearse nuevamente, mientras se ponían muy juntos observando la grabación y demás fotografías que el heterocromático había aprovechado para tomar.

Seijūrō los observó de reojo mientras avanzaban con Shintarō a cuestas, o mas bien, mientras Atsushi lo llevaba en un hombro como costal de papas. Un enorme, pesado y humedo costal de papas. Extrañamente, ellos dos parecían hablar como si de los mejores amigos se tratará. ¿Acaso al otro Akashi le sucedía lo mismo que a Seijūrō? Esa inexplicable sensación de familiaridad y nostalgia.

Normalmente él era muy arisco y podía llegar a ser muy cruel si alguien no le agradaba. Por no mencionar ciertos problemas que había tenido debido a su personalidad un tanto sádica. Él podía verse quizá tranquilo en ocasiones, pero a veces solo explotaba en cólera. Y no una cólera histérica sino… algo diferente. Su aura podía volverse realmente muy pesada y su mirada era tan fulminante e intimidante, que sabías que debías correr de inmediato o lo lamentarías.

Como esa vez en la que le clavó un lapiz en la mano a un compañero de clases, solo porque chocó con él, haciendo que votara el lápiz con el que dibujaba. Y, aún así, la única vez que Seijūrō lo había visto colérico, de esa manera en la que gritas y no sabes que hacer más seguir gritando y romper cosas, fue cuando se enteraron que su padre le había sido infiel a su madre y que, de dicha infidelidad, existía un hijo.

Pero ahí estaba él, sonriendo tan alegre como no lo había visto. Era hermoso… y perturbador. Tendría pesadillas, era seguro al diez mil millones por ciento.

—¡Oh, esta está genial! —Manolo lucía eufórico—. ¡Luce como si estuviera completamente drogado!

—Voy a imprimir esta fotografía y tapizare la pared con ella. También la subiré a Facebook y etiquetaré a todos sus conocidos, incluidos los médicos con los que trabaja. El encabezado dira: «¿Es este el hombre al que le confían su vida?».

Los dos soltaron otra risotada.

Oh, ese sería un día largo.

Seijūrō suspiro resignado.

 

Notas finales:

Yyyyyy eso fue todo por ahora. 


¿Qué tal?


¿Qué les pareció?


¿Les gustó?


Yo espero de todo corazón que sí.


Jee ¿alguién esperaba la presencia del otrl Aka-chin? Jejeje ¿Qué tal les ha caído? Aomine estará que se caga cuando vea que ahora los dos Akaxi se le pegan a Manolo, jajajaja.


Ojalá y el cap sí les haya gustado, ya saben que pueden hacérmelo, 7u7, saber por medio de un comentario, el cual estaré muy feliz de leer y responder. Y si no, pues también pueden hacérmelo saber, yo los acepto.


Que Raziel me los cuide mucho, besos y abrazos de oso.


¡Hasta la próxima!


Byeeee.


 


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