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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaa.

¿Qué tal? ¿Cómo están? Yo espero que muuuuy bien.

Mi intensión era subir el capítulo más luego, pero surgieron algunas cosas que claramente lo impidieron. Pero aún así, aquí estoy con el nuevo capítulo. Hefe confesar que creí no lo lograría, ya que tuve un pequeño bloqueo, ¡pero lo hice! ¡Yeyy!

A quienes leyeron el capítulo anterior, y a quienes me dejaron su hermoso comentario: Angélica y LindAngel, ¡¡Muchas gracias!! Los adoro al 10000 millones por ciento. Por los horrores ortográficos, dos mis disculpas. Ya saben, estoy ciega y pendeja… pero más pendeja. 

Sin más que decir excepto que, espero por el ángel y el cap sea de su agrado, los dejo leer.

 

 

UNKNOWN

—Capítulo 12—

Fuego y Pólvora

 

 


En el comendor, un silencio sepulcral yacía instalado entre todos los chicos.

De todos los habitantes de la casa, Atsushi era el único que parecía no notar la tensión que había. Él se encontraba desayunando tranquilamente en la isla de la cocina pues, debido a la presencia del otro Akaxi, alguien se quedaba sin lugar en la mesa. Y, desde luego, el heterocromático no sería quién se quedaría fuera.

Este se encontraba sentado en uno de los extremos de la mesa, desayunando tranquilamente. Claro, no era ajeno a las miradas que algunos le dirigían de vez en cuando, tampoco de las que se mandaban entre ellos.

La situación era extraña, pues el único sonido que se escuchaba era el del tintineo de los cubiertos de quienes trataban de llenar sus estómagos vacíos. Entre ellos, el otro Akaxi. Quien parecía personalmente encantado con esta.

A su costado derecho, Kise yacía sentado. Él permanecía completamente inmóvil en su lugar y con una expresión vacía en su mirada. Sus ojos fijos en su delicioso desayuno; sus manos sujetando los cubiertos a un costado, pero su mente paseando por algún lugar lejano del universo. Tenía todo el cabello desordenado, y ni siquiera se había cambiado la ropa del día anterior.

Junto a él, Momoi permanecía tranquila mientras llevaba bocados a su boca, aunque su mirada se desviaba a cada cierto tiempo hacia Kise y Midorima. Al otro costado de ella, Aomine se tardaba demasiado tiempo masticando un solo bocado, parecía completamente irritado pues apretaba los dientes y de vez en cuando soltaba algún gruñidito de gatito.

El peli-verde estaba a un lado del Moreno y Seijūrō, quien yacía en la otra abecera de la mesa. El médico aún estaba en pijamas, con los cabellos alborotados y ojos de pescado muerto. Sus mejillas y nariz se encontraban sonrojadas y debajo de sus ojos, bolsas oscuras se habían formado. Lucía terrible.

Al otro extremo de la mesa, Fresita estaba junto a Kuroko, quien estaba junto a Kazunari, quien a su vez yacía a la par de Yukio. Este se encontraba a un costado del otro Akaxi.

Cuando el peli-celeste bajó, Langosta no se aguanto la risita burlona al ver sus cabellos disparados en todas direcciones y su expresión de «Matenme». El de cejas raras, adoptando el papel de «Madre», les había preparado algo para la resaca, pero parecía no haberle hecho efecto a ninguno de los tres: Kise, Kuroko y Shintarō.

Quienes mejor lucían, por supuesto, eran los Akashi. Son su perfecto porte, su perfecto rostro y sus perfectos modales en la mesa. Tetsuya se había abofeteado al ingresar al comedor. No recordaba haberlo visto en la madrugada, así que creía que aun estaba algo borracho al ver doble.

—¿Por que no te das contra la pared? Quizá si la golpeas lo suficientemente fuerte, yo desaparezca —Se había burlado el otro Aka-chin.

Y entonces Kuroko había tenido la certeza de que no era su mente jugándole una mala pasada. Sino la fastidiosa presencia del otro Akaxi.

—Oh no, llamen a Control de Animales —El peli-celeste dramatizó, extremada y obviamente fingido—. Una víbora se metió en la casa.

El heterocromático había sonreído, pero no se trataba de una sonrisa linda. Era una sonrisa cargada de veneno, su aura era pesada y bastante obvia. Resultaba fácil darse cuenta que estaba por romperle el cuello a Kuroko. Y quizá lo hubiera hecho, de no ser por la risotada que Fresita soltó.

Se cubrió los labios para intentar ocultarlo, pero claro que que todos los presentes se habían dado cuenta.

El otro Akaxi había virado sus ojos bicolores hacia el y, hasta cierto punto, resultó un tanto aterrador. Quizá la furia del chico recaería en él. Pero entonces toda esa aura maligna se esfumó. Así, sin más. En su lugar, una mueca divertida se instaló, quizá también un poco altanera.

—Tú —le dijo, viendolo directamente a los—, en serio me caes muy bien.

Y, a diferencia de la última vez, Fresita correspondió el gesto y sus palabras.

—mmm... —se encogió de hombros—. Y quizá tú a mi —ambos se sonrieron.

Luego de lo sucedido en la madrugada, extrañamente habían formado un vínculo.

La mueca indignada de Kuroko hubiera resultado épica si su expresión hubiera cambiado. Pero la resaca lo tenía tan mal que solo podía pensar que no le importaba tanto. Aunque sí que hizo una nota mental: debería pedirle, sacárselo a puñetazos si era necesario, el secreto a Langosta para conquistas Akashi's.

A Aomine, por su lado, le había dado un tic tan severo en el ojo izquierdo que, sin que nadie se diera cuenta, se había dado un manotazo para intentar detenerlo. Genial. Lo que, maldita sea, le faltaba.

De vuelta en la mesa, Takao desviaba la mirada de vez en cuando y de forma sutil hacia Shintarō. No podía evitar sentirse preocupado al verlo estornudar y sorber la nariz. Él no tenía idea de que se había dado un chapuzón en la piscina, así que desconocía el porqué había caído enfermo de un momento a otro. ¿Por la salida de la noche anterior, quizá? ¿Le sentó mal la brisa que llegaba desde la playa?

Una mano acariciando el dorso de la suya le hizo dar un pequeño brinquito. No hacia falta girar la vista al dueño de esta para saber de quien se trataba. Aún así, los ojos de Takao voltearon hacia un costado, topándose con los irises azulados de Yukio.

Este se había percatado de la forma en la que observaba a Shintarō. Y, si era sincero, no podía culparlo, él también estaba preocupado por Kise, quien parecía completamente ido mientras obseraba el plato con su desayuno, el cual ni siquiera había tocado. Lucía bastante mal, como si hubiera visto al diablo en persona.

Lo vio reaccionar un momento, solo para girar un poco la mirada y observar su mano y la de Takao unidas, pues estas estaban sobre la mesa. El rubio fruncio las cejas, pero no en molestia o algo así, sino en una expresión de puro dolor. Sus ojos parecieron estar a punto de desbordarse en lágrimas. Yukio sintió su corazón estrujarse ante dicha visión. Odiaba verlo así, claro que iba a dolerle… pero era necesario.

Kuroko tenía los ojos torcidos hacia su nariz.

Bueno, no tanto así. Pero le dolía tanto la cabeza, que sentía que en cualquier momento le iba a estallar en cientos de pedazos, bañando a todos con su sangre y sesos…

Eso era jodidamente desagradable, pero no pudo evitar la satisfactoria imagen mental del otro Akaxi gritando como niñita histérica mientras se limpiaba la boca y rostro. Era genial imaginar que, hasta después de muerto, continuaría jodiéndolo.

Un estornudo por parte de Midorima hizo que todos enfocaran sus ojos en él. Realmente estaba terrible: con sus ojos verdes rojizos, su rostro colorado, su nariz moqueando, sus cabellos todos desordenados y una pijama completamente arrugada.

Kazunari, que en realidad no hacia mucho que había llegado junto a Kasamatsu, se carcomía la cabeza buscando una respuesta al porqué de su tan mal estado. Shintarō no era de los que se enfermaban, pero ahí estaba él, escurriendo de la nariz y entornando los ojos, tratando de enfocar la mirada en su plato de comida pues no tenía sus anteojos. Quería preguntar, pero no se atrevía. No creía tener el derecho, y se odiaba por eso. Eran amigos, antes que nada, claro que podía estar preocupado y querer saber.

—Este desayuno —el heterocromático tomó la palabran, captando la atención de todos—, esta excelente —elogió, cosa que era muy extraña en él—. ¿De que Restaurante de cinco estrellas te sacó Seijūrō? —Preguntó al de cejas raras.

El chico le dio una sonrisa incómoda como respuesta. Los ojos bicolores se percataron de dicha incomodidad, suposo entonces que quizá no era Chef, solo un muy, muy buen cocinero. Pero eso solo hizo que su curiosidad aumentara. ¿De dónde había salido ese chico? Hace unos días ni siquiera existía en sus vidas. ¿Qué había ocurrido para que se volviera tan cercano a Seijūrō.

—Oh, es cierto… no me he presentado —dejó los cubiertos en el plato y limpió la comisura de sus labios con una servilleta. Esa simple accion parecia todo un arte en él, haciendolo con gran elegancia—. Mi nombre e…

—CofcofIdiotacofcof —Kuroko Interrumpió.

—Me llam…

—Cofcofimbécilcofcof.

Fresita intento no demostrar su diversión, pues podía ver claramente como el mal humor del heterocromático aumentaba. Un tic en el párpado y una vena hinchada en la sien, su aura se ponía cada vez oscura.

—Soy Aka…

—CofcofEstupid…

Kuroko no pudo terminar, pues ahora fue el otro quien lo interrumpió.

Manolo pegó un brinco y un chillido de rata escapó de sus labios. El otro Aka-chin había tomado en cuchillo de sus cubiertos y, antes de que siquiera pudiera procesarlo, le había lanzado el utensilio a Kuroko. Este, por suerte y a pesar de su estado post-borrachera, logró quitarse de la trayectoria del proyectil a tiempo, pero aún así, este paso silvando muy cerca de él. Fresita, por una fracción de segundo, había creído que se le incrustaría en un ojo. O peor, que le daría a él.

—Manten esa lengua inmovil dentro de tu sucia boca, Tetsuya, si no quieres que te la corte —él no bromeaba.

El peli-celeste creyó que no la libraba esa vez, se había asustado en serio. Su corazón latía como loco. Pero nunca se lo demoraría al heterocromático. Jamás le daría esa satisfacción.

—Soy un alma libre, no puedes decirme que hacer.

La expresión furiosa del otro se acentuó. Tetsuya en serio lograba sacar su demonio interior. Su sangre hervía de furia. Tan solo quería tomarlo del cuello y romperselo. Pero inhaló y exhaló profundamente tratando de tranquilizarse, era consciente del cierto espanto que le había provocado al chico con cejas de langosta.

Carraspeo la garganta.

—Como te decía —sus ojos buscaron los de Fresita, regalándole una sonrisita cuando se clavaron en el otro, tratando de quitarle la obvia tensión que sentía luego de dicha escena—. Mi nombre es Akashi Seimei, soy, claramente, hermano de Seijūrō.

—U-Un placer Aka…

—Oh, dime Seimei. O Sei, así me llaman mis amigos.

—¿Tienes amigos?

Kuroko pregunto, fungiendo asombro.

Pero, a diferencia de antes, Sei no lució molesto, de hecho, una sonrisita maléfica se dibujo en sus labios.

—De hecho, solo una persona me dice Sei —dijo, sin perder la sonrisa—. Tú hermano cuando me lo cojo —escupió con veneno, sus ojos malvados fijos en Kuroko.

De repente, fue como si a Tetsuya lo hubiera poseído un demonio.

—¡Hijo de puta! —Gritó tan enojado como Manolo no lo había visto antes.

La situación se volvió caótica.

Kuroko cálculo y vio sus opciones. Si gateaba sobre la mesa y se lanzaba sobre su cuello, resultaba más rápido que si solo se levantaba de la silla y rodeaba a todos los de ese lado, así que eso hizo.

Se subió sobre la mesa y gateo lo más rápido que pudo para llegar hacía el bastardo de Seimei, pero no pudo avanzar mucho pues Fresita lo atrapó a medio camino.

—¡Sueltame! ¡Lo voy a matar!

Todos tuvieron que alejarse un poco de la mesa, pues los manotazos y pataleos que lanzaba Tetsuya hacían que la vajilla junton con el desayuno saliera volando en todas direcciones. Todos excepto dos personas, Kise y Midorima, el primero se encontraba ido mientras veía como Yukio intentaba proteger a Takao de todo lo que salía volando. Y el segundo porque se encotraba tan mal fisica y mentalmenre, que no terminaba de entender que pasaba.

Era increíble la fuerza que de pronto Kuroko tenía, pensó Manolo. Le estaba resultando bastante difícil el poder controlarlo y, cuando creyó que se le iría de las manos, Aomine ya estaba ahí, del otro lado de la mesa, ayudándolo a sostenerlo.

Sus ojos se cruzaron tan solo un segundo, pero el peli-rojo sintió su corazón dar un brinco.

Estúpido órgano necio.

—Tetsuya, ya basta —Seijūrō intentó, inútilmente, hacer que se calmara—. Tetsuya, he dicho que te detengas… estas destrozando la vajilla.

Sus palabras tan solo avivaron más el fuego.

—¡Claro, eso es lo único que te importa! ¡La estúpida vajilla!

Seijūrō suspiro.

—Claro que no, Tetsuya —sus ojos, un tanto molestos, se fijaron en su hermano—. Seimei, disculpate ahora.

Seimei se cruzó de brazos, dibujando una sonrisita socarrona en sus labios. Sus ojos clavados en Kuroko.

—No me digas que hacer. De todos modos, ¿Por qué debería disculpame? Solo estoy diciendo la verdad —su sonrisa se ensanchó—. Gime mi nombre como loco cuando se la meto.

—¡Infeliz maldito!

—Ah, como sea —el heterocromático se encogió de hombros—. Ya puedes estar tranquilo, eso se acabó.

Quitó los brazos cruzados de su pecho, e hizo un gesto de manos quitándole toda la importancia al asunto.

—¿Qué? —Kuroko y Seijūrō dijeron al mismo tiempo.

La furia del peli-celeste se esfumo de golpe. Seijūrō estaba completamente serio y, quizá, un tanto pálido.

—¿Qué dijiste? —Kuroko preguntó.

La sonrisa del heterocromático se volvió más grande.

—¿Eres sordo o solo eres estúpido? —su mirada venenosa y su sonrisa altanera—. Estoy diciendo que la absurda y tonta relación que teníamos tu hermano y yo, se acabó.

Los ojos celeste observaron al heterocromático en completo silencio, lo que que parecieron minutos estresantes para loalos presentes que los veían, pues no estaban seguron si es que Kuroko se le iba a lanzar al cuello o no. Pero, al final, Tetsu tan solo comenzó a bajarse de la mesa muy tranquilo, pero los presentes continuaban observandolo muy atentos, sobre todo Akashi, Aomine y Fresita, estos dos últimos alertas por si, después de todo, decidía que si se le tiraría al cuello.

Pero nada pasó, Kuroko simplemente tomó de nuevo asiento en su lugar, rodeado de un caos de comida tirada en todos lados y pedazos de la vajilla destrozada.

—Ja —fue lo primero que dijo, cruzándose de brazos y mostrando una carita de satisfacción monumental—. Así que al fin entró en razón y te mando al carajo.

—Oh, querido Tetsuya, puedes creer lo que tú quieras, pero lo cierto es, que fui yo quien la terminó. Chihiro no estaba de acuerdo, incluso me suplicó.

—Ya quisieras que lo hiciera.

—Oh, pero lo hizo.

El entrecejo de Tetsuya se arrugó.

—Mientes.

—Sabes perfectamente que yo no miento.

Sí, Kuroko lo sabía muy bien, para su mala suerte.

—Hubieras visto su rostro cuando se lo dije. Se puso tan pálido como el papel, sus ojos normalmente aburridos estaban tan expresivos. Podía leerlo muy fácilmente.

A Tetsuya se le estrujó el corazón. Su respiración se volvió un tanto pesada. Él sabía muy bien que la relación de su hermano y Seimei era extraña. El heterocromático era un bastardo impulsivo y temperamental, incluso cruel. Y Chihiro era alguien bastante tranquilo que no le gustaba resaltar, que evitaba cualquier cosa que fuera problemática.

Y aún así ellos estaban juntos desde hacía años. Llevando su romance bastante bien a pesar de sus personalidades.

Kuroko no lo entendía. Pero aún así, Chihiro estaba completamente enamorado de Seimei. Y, hasta dónde él creía, Saimei también lo amaba. Odiaba aceptarlo, pero ellos se veían increíbles juntos, y tan enamorados.

¿Entonces por qué...?

—¿Y aún así terminaste con él?

—Y aún así terminé con él… —sus ojos se desviaron hacia un costado, evitando la mirada de su ex cuñado.

Los ojos celeste de Kuroko ardieron. Su hermano debía estar destrozado.

—Pero… ustedes iban a casarse —susurró muy bajito. Aún incrédulo.

Seimei no dijo nada esa vez. Permaneció en silencio y completamente serio. A ojos de todos parecía frío y que la reciente ruptura con su prometido no le afectaba, Kuroko incluso lo veía como si fuera un desalmado. Seijūrō parecía molesto y dolido.

Pero fresita lo observaba con tristeza.

Él desde luego no sabía nada de la relación entre Seimei y Chihiro pero, incluso así, él podía ver brillar en sus ojos una chispa de tristeza tan profunda, que le estrujaba el corazón. No estaba serio y frío ante su ruptura, como si no le importara en lo más mínimo. Era todo lo contrario.

Parecía que iba a llorar por tanto dolor.

¿Entonce por qué?

¿Si lo amaba tanto, por qué rayos terminó con él?

¡Incluso iban a casarse, maldita sea!

¿¡Qué carajos sucedía con todos ellos!?

Primero Midorima, luego resultaba que Akashi, incluso Kise, y ahora también Seimei. ¡Eran una maldita bola de estúpidos!

—¿Por qué? —Tetsuya necesitaba entender.

—Porque —la mirada bicolor cambió, quizá algunos no notaron la diferencia, pero lo hizo. Pasó de estar triste a completamente furioso—, a diferencia de Seijūrō y Shintarō…

Ambos susodichos pegaron un brinquito en su lugar, hasta el peli-verde que estaba tan mal.

—Detente, Seimei —su hermano advirtió, entendiendo en un segundo los motivos del heterocromático—. Detente.

—No, dilo. Quiero saber —Kuroko insistió—. Dilo.

Seimei clavó sus ojos en los de su hermano, molesto, triste. Estaba herido y en lugar de buscar una cura, deseaba herir a los demás. Que sintieran lo que él estaba sintiendo.

Centró su atención en kuroko, sonriendo cínicamente.

—Porque a diferencia de Seijūrō y Shintarō —repotió una vez más—, yo no pienso casarme con Chihiro solo porque a mi padre le conviene.

El silencio reinó. Kuroko estaba en blanco.

—¿Qué?

—Oh, realmente eres estúpido.

—¿Qué se supone que eso significa? —Kazunari preguntó, con una idea en la cabeza que se negaba a creer.

Yukio, aún junto a él, apretó fuerte su mano. Kise se mordió el labio inferior ante dicha acción.

La atención de Sei se desvío hacia el oji-azul, sonriendo burlón al ver su mano y la de Yukio unidas. Ahora entendía el porqué Shintarō se había emborrachado y que Ryōta pareciera haber visto un fantasma. Bueno, ellos lucían terribles. Pero por la preocupación que Seimei pudo observar en los rostros de los peli-negros, sospechaba que había gato encerrado.

Así que querían darles una lección. Oh, pobrecillos.

—Ya callate, Seimei —el dueño de casa dijo, apretando los dientes.

—Estoy diciendo que, Seijūrō y Shintarō —sonrió burlón a su hermano—, van a casarse.

El Shock por la información fue general.

Kuroko inhaló con fuera, sintiendo que lo que ingresaba en sus pulmones no era oxígeno, sino cuchillas que destrozaban su pecho. Comenzó a sentirse mareado. No, no. No podía ser cierto, Akashi no podía casar…

Giró la vista, buscando en los ojos de Seijūrō la mentira. Él le sostuvo la mirada, serio, pero entonces luego de unos segundos, esta se desvío. Y solo eso necesitó Kuroko.

Sus ojos celestes instintivamente buscaron los azules de Takao, él veía hacia Midorima, quien parecía haberse recuperado de manera súbita de su post-borrachera y chapuzón en la piscina. Tetsuya no sabía si podía verlo claramente, pero los dos se observaban entre sí.

—Que idiota soy —susurró, soltando una pequeña risita que de divertida no tenía nada. Solo amargura había en ella—. Que idiota soy.

—Kurok… —Fresita, junto a él, intento llamarle al mismo tiempo que posaba una mano sobre su hombro.

Pero el oji-azul se puso de pie de golpe y, sin que nadie pudiera hacer absolutamente nada para detenerlo, salió corriendo del comedor.

—¡Tetsuya! —Akashi se levantó, con toda la intensión de salir tras él, pero Manolo lo sostuvo por la muñeca, deteniéndolo y observándolo con enojo.

—A menos que vayas a decirle que esa tontería nunca sucederá, ni se te ocurra seguirlo —apretó el agarré.

Seijūrō separó los labios, intentando decir alguna cosa, pero al final solo bajó la mirada hacia el piso y tomó asiento de nuevo.

Fresita intento no sentirse tan decepcionado.

La puerta que daba hacia afuera se escuchó abrirse y cerrarse, indicando que Kuroko había salido no solo del comedor, sino también de la casa.

El siguiente el levantarse fue Kazunari, quien no dijo nada más que darle una última mirada a Midorima. Yukio fue tras él ante la mirada asiosa de Kise, quien se debatía en el sentimiento de los celos y la preocupación por Takao. Al final, él tampoco hizo nada.

—Ay, que dramáticos —Seimei hizo una mueca entre asqueada y divertida.

Fresita le sacó un brinquito a más de alguno cuando, con las manos en puños, azotó con fuerza la superficie de la fina mesa, ahora llena de restos de comida. Se levantó de su lugar, emitiendo un aura increíblemente mortífera que, a Aomine le pareció, era idéntica al aura que emitían los Akashi cuando se enojaban en serio.

—Tú… —dijo, rodeando las sillas de ese lado y yendo hacia la cabecera de la mesa, hacia Seimei.

El heterocromático lo observó desde su lugar, sonriendo. Pero no una sonrisa como la de hacía unos segundos. No. Era una sonrisa alegre en serio. Sus ojos bicolores brillando por verlo acercarse. Parecía que lo recién sucedido había pasado hacia siglos, pues el cambio en su expresión era más que evidente.

—T-Tú… —repitió, aún con las manos en puños, estos temblaban de tan fuerte que los apretaba.

—¿Yo? —Custionó divertido una vez lo tuvo junto a él, lo observó desde abajo.

¡Tú, grandísimo maldito hijo de perra!

Y, sin que Seimei se lo hubiera esperado, Fresita enterró su puño en su mejilla, golpeándolo tan fuerte que lo tiró al piso junto con su silla. El golpe pareció resonar en cada parte de la casa.

«Oh, ese fue un excelente derechazo», Aomine pensó para sí, sintiendose orgulloso.

 

Notas finales:

Yyyyyy eso fue todo por ahora. 

¿Qué tal?

¿Qué les pareció?

¿Les gustó?

Yo espero de todo corazón que sí.

Jejeje, alguien tenía que poner a ese pendejo en su lugar. 10000 millones de puntos para Taiga <tres.
En este tampoco hubo mucho interacción del AoKaga, pero ya verán, ya verán, se viene lo chido.

¡¡Wijijiji!!

Ojalá y el cap sí les haya gustado, ya saben que pueden hacérmelo, 7u7, saber por medio de un comentario, el cual estaré muy feliz de leer y responder. Y si no, pues también pueden hacérmelo saber, yo los acepto. Su odio o amenazas de muerte, lo que quieran.

Que Raziel me los cuide mucho, besos y abrazos de oso. 

Byeeee.


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