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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaa
 
¿Cómo están? Yo espero de todo corazón que muuuuuy bien. 
 
Como ven, no estoy muerta, por si alguien llegó a creer que sí. Sinceramente y desde lo más profundo de mi oscuro corazón les pido una disculpa por tardar tanto en actualizar. Es solo que me costó demasiado poder terminar este capítulo. Ha sido muy difícil el bloqueo y créanme que me siento terriblemente culpable. 
 
A quienes leyeron el capítulo anterior: LindAngel, Irisita_99, Roo348 y Aran_Luz (tienes mi cora), perdonen que no los haya respondido, pero desde luego que los leí. Han sido una gran y hermosa fuente de motivación para seguir escribiendo. Los quiero mucho queridos lectores, los llevo en mi corazón. Muchísimas gracias por sus palabras. 
 
Los persones son propiedad de Tadatoshi Fujimaki. Por los horrores ortográficos, 10 mil millones de disculpas. Ya saben  estoy pendeja y ciega, pero más pe deja. 
 
Sin más que decir excepto que, espero de todo corazón que el cap sea de su agrado, los dejo leer.
 
 
PD: POR FAVOR LEAN LAS NOTAS FINALES. 
 

 

UNKNOWN
 
—Capítulo 18—
 
Fake Protagonist
 
 
 
 


 
 
Fresita yacía de medio en la cocina, justo en frente de esa ventana que daba hacía el mar, observando la tan esplendida vista que era el cielo nocturno. Tras él, Daiki terminaba de llenar con bebidas una hielera. Alcohol más que nada. 
 
El moreno, una vez acabado lo que hacía, se quedó observando al peli-rojo. En verdad no podía saber en que lugar yacían perdidos sus pensamientos, pero quizá tal vez tenía una vaga idea. Últimamente lo veía mucho así, pensando, en silenció, preocupado, dándole vueltas y vueltas a ese asunto que atormentaba su cabecita de fósforo. 
 
Realmente, Daiki no podía entender como un tipo como Fresita podía verse tan adorable a sus ojos, y sin embargo lo hacía. Lo veía y solo quería jugar con sus mejillas y llenarle de besos el rostro. Y sí, quizá juguetear con sus estúpidas cejas… solo quería verlo sonreír. 
 
Sentirlo cerca.
 
Oh, ¿Qué clase se brujería le había hecho? 
 
—¿En qué piensas? —Se posó detrás suyo, rodeando su vientre con ambos brazos. 
Por un momento, el de cejas raras se asustó, pues incluso había olvidado que Daiki yacía también en la cocina. Luego, dejó reposar sus manos sobre las del moreno que lo rodeaban. 
 
—Quiero… quiero hacer algo por ellos. 
 
Aomine sonrió. Justo lo que había creído.
 
—Están siendo idiotas y tengo muchas ganas de golpearlos. ¡Te juro que quiero agarrarlos de los pelos y estrellarles la cara en el suelo! —Parecía un gatito rabioso. Sus cambios eran tan graciosos y fascinantes para Daiki—. Pero… no sé porqué no puedo estar del todo enojado. 
 
—Es porque eres un buen chico —Aomine le plantó un besito en el cuello que le provocó cosquillas. Fresita sonrió. 
 
Una risita suave, bajita. Un sonido hermoso que hizo revolotear por completo el corazón del moreno. El peli-rojo se liberó de su abrazo solo para girarse y encararlo. 
 
—En verdad quiero ayudar —En sus ojos rojizos había una chispa de determinación. 
 
—Lo sé. 
 
—Piensas que debería solo dejarlo, ¿No es así? —Aomine no dijo nada—. ¡Bruto! —Manolo le dio un manotazo en el brazo. 
 
—¿Por qué tanta violencia? —Su tono era de total indignación—. Creí que habíamos dejado eso en el pasado... Me dueles —Una mano en su pecho, dramatizando. 
—Me dueles más tú a mi. 
 
Daiki hizo un sonido, una mueca en su expresión como si acabaran de aplastarle el pecho y fracturaran todas sus costillas. Toda una fingida indignación. 
 
—¡Oh, no! —Una mano en su frente—. Dígame, mi príncipe, ¿Qué he hecho mal? —En sus ojos, una falsa desesperación.
 
Fresita se mordió el labio para no reír. 
 
—Existir —Dijo. 
 
—¡Aaah! —Ambas manos del peli-azul se dirigieron hacia el pecho de este, como si estuvieran arrancando su alma. 
 
El peli-rojo no pudo más con la mueca exagerada de Daiki, por lo que soltó a reírse. 
Y ahí estaba de nuevo. Ahí estaba el motivo de sus tonterías. La encantadora sonrisa de Fresita. A Aomine realmente no le importaba verse como un tonto si con ello podía vislumbrar esa preciosa sonrisa en ese rostro tan hermoso. 
 
Él también sonrió, embobado. 
 
—Eres un idiota exagerado —El de cejas raras se limpió una lagrimita. 
 
—Sí —Daiki aceptó—. Así de idiota me tienes. 
 
La expresión del chico cambió. La sonrisa se esfumó y en cambió hubo sorpresa en su mirada. Sus mejillas se pusieron muy rojitas. Desvió la vista mientras se mordía el labio inferior tratando de ocultar una risita. 
 
Ese estúpido seguro sabía perfectamente lo que sus palabras provocaban en él. 
Maldito bastardo astuto. 
 
—No digo que no lo intentes —Aomine se acercó de nuevo. Lo tomó de la cintura y lo hizo girar para nuevamente abrazarlo por la espalda—. Sé que quieres ayudar —Su barbilla reposó en el hombro del peli-rojo—, yo también quiero hacerlo. Son también mis amigos. 
 
—¿Pero? —Fresita jugueteó con las manos de Daiki que rodeaban su cintura. 
 
—Como te dije antes, son tercos como solo ellos —El moreno suspiró—. Cuando algo se les mete en la cabeza, nadie puede hacerlos cambiar de parecer, y ya que su madre está involucrada, parece una perdida de tiempo el solo pensarlo. 
 
»Aún así, si quisieres intentarlo, te ayudaré. Solo quiero que estés preparado si las cosas no van como esperas. 
 
Fresita guardo silencio mientras bajaba un poco la mirada. ¿Es que acaso en verdad no podía hacer nada por ellos? No, no, seguramente algo podría intentar. ¡No podían ser tan imbéciles, joder! 
 
¿No podían, cierto? 
 
A pesar de que, en efecto, podían ser unos grandísimos idiotas, el peli-rojo de cejas raras aún creía en ellos. 
 
Aomine, teniendo una idea de su debate mental, lo hizo girar de nuevo para tenerlo frente a frente, lo tomó de ambas mejillas e hizo que lo viera a los ojos, entonces le sonrió. Era una sonrisa tierna con un poco de complicidad. 
 
—Hagámoslo —Daiki lucía de repente muy motivado—. Aunque están siendo unos idiotas, ellos también merecen ser felices. Somos sus amigos después de todo, para eso estamos, para hacerlos volver al camino si se desvían.  
 
El rostro del peli-rojo se iluminó con una sonrisa que ya había derribado completamente todas las murallas que Aomine se había autoimpuesto. 
 
—Intentaré hablar con ellos —Fresita dijo con una sonrisa—. Pero si no resulta, al final creo que terminaré dándoles un derechazo. 
 
—Oye, eso tiene sentido —Aomine meditó—. Muchos han querido hacerlos cambiar de opinión en varias ocasión respecto a tal cosa, pero nunca funcionaron. Quizá lo que realmente necesitan es un golpe que, claramente, nadie se atrevería a dar —El peli-rojo asintió solemnemente, entiendo el porqué de ello—. Pero temó por tu seguridad. 
 
El muchacho de cejas raras bajó un poquito la mirada, sonriendo de una manera algo dulce y tierna, con cariño. 
 
—Sinceramente, no creo que ellos fueran a lastimarme de ninguna forma. 
—También lo creo. 
 
Inexplicablemente, todos lo habían notado, había una especie de conexión entre ellos. Era algo que en verdad era muy difícil poner en palabras. Pero cualquiera podría verlos y pensar en que tenía un lazo muy fuerte, el resultado de años de convivencia y cientos de montones de momentos y experiencias… pero ellos acababan de conocerse. 
 
Era casi como si… 
 
Aomine frunció el entrecejo, observando los ojitos de Fresita viéndolo directamente. En ese momento se olvidó de lo que fuera que estuviera pensando, pues toda su atención se centró en esos irises carmesí, en esos labios entreabiertos, suaves y humedecidos, que parecían estarlo incitando. 
 
Sin pensarlo demasiado, lo besó. 
 
Un beso calmado y extremadamente dulce. Un beso suave, como si se tomará todo el tiempo del mundo para saborear sus labios y grabar en su memoria cada trozo de piel, cada movimiento de su boca. Cuando se alejaron, lo hicieron despacio y solo luego de que Aomine depositara un último piquito. 
 
Daiki lo observó a los ojos, sintiendo que el brillo carmesí en sus irises atravesaba su corazón. Incluso si nunca lo hubiera dicho, el hecho de que Fresita gustaba de él era tan claro. Su expresión era como un libro abierto pidiendo a gritos silenciosos ser leído.
 
El moreno en realidad no era una persona que supiera como demostrar su afecto, era torpe y, sí, muy bruto y tosco. Pero en serio estaba esforzándose. Y no sabía que expresión estaba haciendo en ese momento, pero esperaba que fuera la correcta para que al peli-rojo no le quedara duda de cuan profundo se había colado en su corazón. Porque no solo se había colado, sino que se había autoproclamado dueño absoluto de este. 
 
Y Daiki era un tonto, pero no iba a negar que era completamente cierto. 
 
De repente, una dolorosa necesidad azotó su corazón. Las palabras nunca dichas por su boca brillaron intensamente en su cabeza.
 
—Fresita yo…
 
—Ustedes son tan jodidamente lindos —Alguien interrumpió. 
 
Manolo, que había estado inmerso profundamente en la mirada de Aomine, pegó un grito, el cual sonó más como un chillido de rata. 
 
Él, sin pensar en sus palabras, dijo:
 
—¡Tú! ¡Hijo de perra desgraciado! —Gritó, girándose hacía la puerta y señalando a Kuroko con el dedo—. ¡Un día de estos vas a matarme! ¿¡Y sabes qué!? ¡Voy a volver como fantasma solo para hacerte miserable por el resto de tu maldita vida! 
 
Tetsuya primero estaba sorprendido por la forma tan fluida en la que el peli-rojo hablaba inglés, y porque estaba hablando en ingles; pero luego, tuvo que morderse los labios pues la expresión y la forma en la que Fresita había reaccionado resultaba de lo más gracioso, tanto que casi soltaba una carcajada.
 
Y, claro, su reputación no podía estropearse. 
 
Aún así, el chico pudo observar claramente que se burlaba de él, pues en sus irises de cielo una chipa delatora brillaba.
 
—¿¡Qué es tan jodidamente gracioso, eh!? —Aomine, orgulloso de su rápida reacción, sujeto a tiempo al de cejas raras antes de que le saltará encima a Tetsu cual gatito endemoniado—. ¡Suéltame, maldita sea! ¡Antes de que me mate lo voy a matar yo a él! 
 
Daiki no estaba muy seguro de lo que decía, porque era un asco para el inglés, pero suponiendo que quería que lo soltará, obviamente no lo soltó. Pobre de Kuroko si llegaba a hacerlo. 
 
El moreno estaba pensando en replantearse ese pensamiento de que un tipo tan grande podía ser tan lindo. Jodido impulsivo, y ¿Por qué carajos tenía tanta fuerza? Estaba retorciéndose en sus brazos como poseído y, era duro admitirlo pero, le estaba poniendo las cosas difíciles. Y aún así Aomine lo observó y terminó de confirmar, que no es que no lo supiera ya, pero ahí, en ese preciso instante, estuvo 100% seguro de todo. 
 
Porque, incluso si Fresita parecía el rey demonio gato, a él le continuaba pareciendo la cosita más tierna que había visto en su vida. 
 
Sí. 
 
Efectivamente. 
 
Aomine Daiki había caído completamente por un chico peli-rojo de estúpidas cejas de langosta… 
 
Y no lo lamentaba en absoluto.
 
Es más, estaba agradecido. Porque Fresita era ese amor que negó y al que le puso muchas excusas a lo largo de su vida, pero que anhelaba desde el fondo de su corazón. ¿Parecía un amor algo impulsivo? Claro, eso nadie podía negarlo considerando las circunstancias pero, ¿cómo podía Daiki ignorarlo si ese destino en el que había creído toda su vida estaba ahí, justo frente a él? 
 
—Eres tan malditamente perfecto —El moreno creyó que había pensado, sin embargo había hablado en voz alta. 
 
La furia del peli-rojo se esfumó de golpe y en su lugar hubo un monumental sonrojo en sus mejillas en cuanto sus ojos giraron hacia el chico de cabellos azulados. Aomine se sintió totalmente cohibido por la mirada sorprendida y luego tímida de Fresita, pero no apartó la vista. Solo le sonrió, y el de cejas raras sonrió en respuesta con sus mejillas sonrosadas, sosteniéndose la mirada lo que pudo haber sido toda una vida. 
 
—En serio son tan lindos —Kuroko dijo de nuevo, seguido de un click, pues inevitablemente había capturado tan bonito momento con su celular. 
 
La magia en los ojos carmesí desapareció en un suspiro en cuanto él los giró hacia un lado y observó a Kuroko con fastidió. 
 
—¿No te ibas ya?
 
Tetsuya lo miró con seriedad un momento, luego para sorpresa de Fresita, sonrió. No era una sonrisa deslumbrante, enorme o llena de emociones. En realidad era tan solo una minúscula curvatura en la orilla de sus labios; sus ojos lucían relajados, pero también un poquito tristes. 
 
—Lo siento —Dijo el peli-celeste, y no hubo necesidad de explicar porqué se disculpaba, Manolo lo supo incluso antes de que dijera alguna palabra. 
 
La mirada del chico cejas de langosta se relajó de inmediato. 
 
—No te preocupes, no importa. 
 
—Sí lo hace… —Kuroko bajó los ojo un segundo, luego volvió a alzar la mirada—. Estaba enojado y no me importó si te lastimaba. En realidad me dio satisfacción… y eso no esta bien. Tú no tienes la culpa de nada, no tenía porque rematar contigo.
 
—Kuroko, en serio está bien —Intentó hacerle entender—. Entiendo como te sientes y sé que no ayude mucho al pegarme tanto a Akashi. Debí saberlo pero fui muy idiota y no me di cuenta. 
 
—Es que ese el asunto. Yo lo supe desde un principio. Él jamás pensó en ti con esas intensiones, y tú nunca lo viste de esa forma. Tus ojos siempre se desviaban a Aomine-kun, no entiendo como nadie lo había notado. La tensión sexual era tan fuerte —Tanto Daiki como Fresita se sonrojaron—. Fui un imbécil, y lo siento. No tienes la culpa de nada. Tienes tus propios problemas como para que venga yo y te agregue uno más. ¿Me perdonas? 
 
El peli-rojo no estaba molesto ni nada por el estilo, no creí que hubiera necesidad de perdonar nada, pero entendía que Kuroko necesitaba eso. Él no aceptaría solo dejarlo pasar, así que Fresita decidió dejar de insistir en ello. 
 
—Está bien —Suspiró—. Te perdono. 
 
—Gracias. 
 
La sutil sonrisita en los labios del de ojos claros se agrandó un poquito más. Fresita le sonrió de regreso. 
 
Aomine, que estaba de brazos cruzado mientras se había mantenido al margen de la conversación, también sonrió al verlos en mejores términos, pues en los últimos días ellos apenas y se había dirigido la palabra. 
 
—¿Te marchas ya? —Preguntó el moreno, ganando la atención de ambos chicos. 
 
Los amigos llevaban varios días teniendo ya fuera una parrillada a la orilla de la playa con el mar y el cielo nocturno como único espectador, o teniendo intentos de fiestas a orillas de la alberca; o tan solo viendo películas todos acurrucados en la sala de la casa. Y esos momentos realmente habían resultado muy acogedores… al menos para la mayoría. 
 
Pero, por otro lado, Kuroko salía cuando ellos comenzaban con sus reuniones. No sabían específicamente a dónde o qué hacía, pero era tan claro como el agua que salía con ese chico que había conocido en el bar hacía días, y que luego había vuelto a ver después de la pelea con Seimei. 
 
Las cosas habían estado realmente tensas desde la discusión con Akashi. 
 
Si con Fresita apenas había hablado, al dueño de casa ni siquiera lo había volteado a ver. Y Seijūrō no es que intentara hacer algo al respecto. Más bien parecía que solo se había dado por vencido en lo que sea que había querido hablar con él antes de que discutieran. 
 
Era sumamente incomodo y frustrante verlos tan alejados. 
 
—Yo… 
 
—¿Tienes que ir? —Fresita lo interrumpió. Los ojos celestes se clavaron en él—. ¿No puedes quedarte al menor por hoy? 
 
Tetsuya guardó silenció. 
 
—Sí los hermanos idiotas te molestan, los golpearé —Insistió, alzando el puño para demostrar que hablaba en serio. 
 
El peli-celeste lo meditó un momento antes de sacar su celular del bolsillo, escribir un mensaje y enviárselo a Nash. 
 
—Incluso si no están haciendo nada, ¿Podrías golpearlos por mi?
Aomine y Fresita sonrieron. 
 
—Claro. 
 
 
~•§•~
 
 
 
En el horizonte, la calma del mar reflectaba el intenso resplandor de la luna como un enorme y hermoso espejo natural; las olas en la playa emitían un tranquilizador sonido como una relajante canción de cuna. 
 
Con las relucientes estrellas sobre sus cabezas como el más perfecto tapiz, Akashi veía a Fresita y Tetsuya caminar hacía los demás mientras cuchicheaban y reían entre ellos, al menos el peli-rojo, como si de repente fueran los mejores amigos. Tras los chicos y con una sonrisita dibujada en los labios, Aomine cargaba con la hielera llena de bebidas. 
 
Pero, claro, Seijūrō no le prestaba ni la más mínima atención al moreno, pues esta estaba en la figura de cabellos celestes junto al chico de cejas raras. 
Tetsuya se veía muy guapo. Hermoso. Como siempre se veía a ojos del dueño de casa. 
 
La sorpresa al verlo fue inmediata, todas las voces se callaron a su alrededor y era como si un farol de reluciente luz blanca lo enfocara a él y solo a él. Pero Kuroko ni siquiera lo veía. Decir que no dolía era la mentira más grande que Akashi podría decirse a si mismo. ¿Por qué mentirse? Al menos podía ser sincero consigo. 
 
Dolía. 
 
Dolía más de lo que creyó. 
 
Él estaba ahí, tan, tan cerca… pero era como si un abismo monumental los separa. 
Y era su culpa. 
 
Era su culpa por no tener el valor de echar a un lado la voluntad de su amada madre y buscar él mismo su felicidad. 
 
Que cobarde. 
 
Aunque, por un momento, había tenido la seguridad de intentarlo… pero entonces la relación se había ido por el retrete y todo estaba mal. Todo estaba muy mal con Tetsuya y no tenía idea de cómo arreglarlo. ¿Qué debía hacer? ¿Qué tenía que decir? ¿Cómo podía acercarse de nuevo? Kuroko ni siquiera lo veía a los ojos, ni siquiera le dirigía una sola mirada. 
 
Akashi había pensado en todo lo que había ocurrido hasta ese momento, en como siempre el único lastimado parecía ser Kuroko. 
 
¿Acaso era lo mejor? 
 
¿Debía solo dejarlo y que buscara felicidad con alguien más? 
Realmente era la mejor opción para Tetsuya. 
 
Ya lo había lastimado demasiado. 
 
Y, aún así, la idea de él estando con alguien más le retorcía las entrañas… pero no tenía ningún derecho a reaccionar de esa forma. No eran nada. Y no lo eran porque Akashi así lo había decidido desde el inicio. 
 
Ya había tomado una decisión hacía mucho, ¿Qué hacía dudando? Ya había hecho muchas cosas por ello. Si ahora cambiaba de opinión, significaría que lo que había hecho no valía nada.  Que la tristeza de Tetsuya no tenía ningún sentido. 
 
No. 
 
Akashi tenía que darle un valor.
 
Si había hecho daño a Kuroko entonces debía seguir hasta el final. Para que esa tristeza significara algo. Para que lo que había hecho no hubiera sido por nada. 
Solo… debía dejar las cosas como estaban, era mejor si Tetsuya lo olvidaba. 
 
Un suave golpecito en su brazo le hizo volver de sus pensamiento, giró la mirada hacía un costado encontrándose con los ojos dorados de Kise. El rubio le sonreía sin separar los labios, sus irises parecían sin brillo. 
 
—Si tienes la oportunidad… —Comenzó a decir él, desviando la mirada una vez había obtenido su atención—, ¿Por qué la tiras a la basura? 
 
Akashi siguió la dirección en la que sus ojos veían. 
 
Frente a ellos hacia un lado, Kazunari le daba de comer en la boca a Kasamatsu, que susurró algo al oído del otro y luego ambos sonrieron. 
 
Seijūrō dirigió la mirada a sus manos sobre sus muslos. 
 
—Es demasiado complicado —Respondió. 
 
—¿Realmente lo es? 
 
Antes de que pudiera responder, escuchó como su hermano soltaba una queja. Al alzar nuevamente la vista, lo vio acariciando su brazo mientras Fresita se encaminaba en su dirección. Le sonrió al tenerlo en frente, pero Manolo en lugar de corresponder el gesto le dio un puñetazo en el brazo, al igual que había golpeado a Seimei.
 
El dueño de casa sonrió confundido mientras acariciaba su extremidad. 
 
—¿El golpe por qué? 
 
Pero el de cejas raras no respondió, en su lugar, el alto chico se giró en dirección de Kuroko mientras le mostraba un pulgar arriba, a lo que el de cabellos claros le dio un gesto igual. 
 
Y, por una fracción de segundo, los ojos de Seijūrō y los ojos celestes de Tetsuya se encontraron. Él lo miró con un gestó de molestia antes de girar el rostro muy digno. 
Akashi, con tan solo ese gesto, sintió un terrible revoloteo en el pecho. Kise emitió un sutil risita al ver su reacción. 
 
—Si te tardas demasiado, Akashicchi, realmente se puede volver muy complicado al punto de no tener vuelta atrás. Y Créeme, no quieres eso. 
 
 
~•§•~
 
 
 
Kuroko tomó asiento sobre las mantas que estaban dispuestas en la arena, justo al lado de Momoi. Fresita y Aomine se pararon frente a la parrilla, asando más carne para las hamburguesas que preparaban; la hielera con bebidas la habían dejado a un lado. 
 
Él era consiente del ambiente, cualquiera podía darse cuenta. 
 
A un lado de Satsuki estaban Kazunari y Kasamatsu, este último se encontraba recostado sobre los muslos del primero, siendo alimentado por él. A un costado de ellos yacía Seimei. Frente a ellos, en hilera, estaban Kise, Akashi y Midorima. Murasakibara estaba junto a este último.  
 
Solo había que verle la cara a los tres anteriores para saber lo incomodo de la situación.  
 
—Todos se ven tan patéticos —Kuroko dijo, y luego agregó—. Excepto ustedes dos —Señaló a Yukio y Takao—, ustedes se ven tan lindos juntos —Él les guiñó un ojo, a lo que ambos chicos sonrieron. 
 
Estuvo a nada de reírse en cuanto las palabras terminaron de salir de su boca, pues en la cara de Kise y Midorima se reflejaron demasiado claro sus sentimientos. Como si les hubieran dado un puñetazo en la entrepierna. 
 
—. Y definitivamente ustedes tampoco —Kuroko continuó. Sus ojos de inmediato viajaron a los tortolos frente a la parrilla. 
 
Al igual que en la cocina, Aomine nuevamente yacía de pie detrás de Fresita, abrazándolo por la espalda mientras el peli-rojo le daba un bocado de su hamburguesa. Los dos se detuvieron a medio camino y viraron la vista en cuanto Kuroko los nombró. 
 
—Tengo un nuevo nombre para ti, Aomine-kun. 
 
El moreno alzó una ceja mientras Fresita de repente parecía muy interesado. 
 
—Garrapata-kun. 
 
Kazunari así como Monolo, se atragantaron con el poco de comida que tenían en la boca. Satsuki, Yukio y Kise soltaron una pequeña risita. Shintarō  pareció no prestar nada de atención. Murasakibara no entendía la gracia, solo continuaba comiendo mientras veía a sus amigos reír. Tanto Seijūrō como Seimei le dieron una mirada molesta a Aomine, quien torció los ojos a un lado mientras le daba un tic en el ojo.
 
—Sigue así, Tetsu, y no me culpes si terminas ahogado en la orilla de la playa. 
 
Ante sus palabras, el entrecejo de Seijuro incrementó mientras la expresión de Seimei cambió a una risita malévola.
 
—En eso —Dijo él—, sería para mi un placer el formar parte. 
 
Kuroko le dirigió una mirada ácida al peli-rojo menor.
 
Viendo que las cosas parecían ir por un camino que no estaba planeado, Fresita decidió intervenir para tratar de aligerar un poco las cosas, pues si seguían así, terminarían en una pequeña batalla campal. De hecho, la idea sonaba un tanto divertida si la veía por el lado positivo, pero tratándose de los chicos presentes era más seguro que más de alguno terminaría en el hospital. 
 
—¿Qué tal si hacemos algo diferente esta noche? —Todos los presentes le dieron su atención—. No es que no haya sido divertido las noches anteriores, pero creo que es bueno cambiar de aires de vez en cuando. 
 
El primero en apoyarlo, desde luego, fue Akashi mayor, seguido a él fue Seimei. Entusiasmados, Kise y Takao estuvieron de acuerdo, seguidos por Momoi y Yukio. Atsushi simplemente se encogió de hombros mientras que Midorima no dijo nada. 
 
—¿Qué propones? —Aomine le dio un besito en el cuello ante la mirada rabiosa de los hermanos Akashi, él les dio una sonrisa cínica. 
 
—El Rey dice. 
 
Los ojos de los amigos cambiaron de dirección dirigiéndose hacia Kuroko, que había respondido por el chico de cejas raras.
 
Una risa por parte de Seimei los hizo mirar hacia él.
 
—¿Qué clase de juego estúpido es ese? —Dijo él—. Sin duda solo tú propondrías algo tan idiota.
 
—Yo creo que es divertido —Fresita respondió al segundo.
 
—De hecho, es una excelente idea —Seimei se retractó de inmediato—. Hagámoslo.
Kuroko le dirigió una mirada disimulada a Fresita, guiñándole un ojo, quien le correspondió con una risita apenas visible. Aomine, que de hecho los había visto, negó con la cabeza mientras se reía de todo el asunto. 
 
Pobres de sus amigos.
 
No tenían ni idea de en lo que se estaban metiendo. 
 
—Solo que se me ocurrió que podíamos hacerlo de forma diferente —El de cejas raras hablo de nuevo. 
 
—¿Diferente cómo? —Seijuro dijo, interesado.
 
—Con cartas.
 
—¿Tiene siquiera alguien alguna baraja? —Yukio preguntó. 
 
De nuevo, fue Tetsuya quien respondió.
 
—Ah, mira, que casualidad. Yo tengo un manojo en mi bolsillo. 
Entonces, hubo una compresión general, incluso el despistado de Murasakibara notó el complot en todo el asunto. 
 
«Tiene todo planeado». Aomine estuvo seguro que todos pensaron.
 
—¿Cuáles son las reglas? —Seijuro preguntó a Fresita con una sonrisa amable, cobardemente no pudo preguntárselo a Kuroko, pues era él quien había propuesto el juego. 
 
—Es muy fácil —El de cejas raras prosiguió a informar—. Somos once, así que sacaremos exactamente once cartas del manojo: A, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 Y K, El Rey. 
 
»Revolveremos las cartas boca abajo y luego cada uno de nosotros tomará una sin mostrar a nadie qué carta sacó. Quien obtenga el rey podrá obligar a los números que quiera, a hacer lo que se le antoje, eso sí, como no se sabe quién tiene cada número, será todo al azar. Hechos los castigos, entregamos las cartas y hacemos todo de nuevo. 
 
Seijūrō mantuvo la sonrisa en los labios, pero esta titubeó un poco. 
 
Sonaba a un juego planeado con tantas mañas.
 
Y, aun sabiendo que las cosas podían ir realmente muy mal para él, no se opuso en ningún momento.
 
—De acuerdo… hagámoslo. 
 
 
~•§•~ 
 
 
 
Kise agradecía demasiado el cambio de ambiente que había propuesto Fresita.
Los días anteriores para él habían sido un intento constante por esconder sus emociones frente a Yukio. En verdad esperaba estarlo haciendo bien, pues a veces el dolor en su pecho se volvía demasiado intenso. 
 
Dolía como no pensó fuera a hacerlo.
 
Cada vez que Kasamatsu y Takao se deban mimos. Cada vez que sonreían con complicidad. Cada vez que se sonreían. Cada vez que eran dulces con el otro. 
Todo era como si a él le estuvieran arrancando poco a poco el corazón con las manos. 
 
Le dolía y le daba mucha, demasiada envidia. Quería ser él y no Takao. Quería que Yukio acariciara su rostro como lo hacía con Kazunari. Era horrible… se sentía horrible. 
 
Pero aun así nunca intentaría algo para cambiar de lugares. No podía hacerlo. No podía ser tan maldito como para estropear eso que brillaba en los ojos de ambos; solo podía sonreír y estar feliz por ellos, fingiendo que todo estaba bien aun cuando no lo estaba para él. 
 
No lo estaba porque estaba enamorado de Yukio… pero ya era tarde. Y aun si intentaba algo para separarlos, ¿Quién le aseguraba que Yukio iba a amarlo? Solo terminaría odiándolo por ser un maldito egoísta. Kise no quería que lo odiara. Podía soportar que no lo amara, podía soportar verlo siendo feliz con alguien que no era él, porque, después de todo, solo quería verlo sonreír… pero nunca podría soportar que lo despreciara y se alejara. 
 
Siempre se había imaginado como el protagonista de una preciosa historia de amor con el amor de su vida. Por supuesto, Yukio tenía una historia de amor, pero Kise jamás estuvo destinado a ser protagonista con él, solo un personaje secundario. Desde luego era horrible, pero aceptaba su papel si eso significaba estar cerca de él. 
 
Solo eso le quedaba, amarlo en silencio y desearle felicidad. Tragarse sus sentimientos y sonreír para que él no se sintiera mal. Porque no podía hacer solo desaparecerlos de la noche a la mañana, no podía hacer que disminuyeran… estos contra su voluntad solo aumentaban.
 
Y se sentía como un traidor con Takao por amar a su pareja siendo amigos. Pero no podía solo dejar de hacerlo, si pudiera ya se hubiera arrancado esos sentimientos. Si pudiera solo hacer que dejara de doler lo habría hecho. 
 
Así que agradecía a Fresita y Kuroko que cambiaran un poco de aires, pues al menos por ese momento, su mente podía solo enfocarse en el tiempo con sus amigos. En divertirse junto a ellos y reír genuinamente.
 
—¡Vamos, Takao! —Yukio alentó. 
 
—¡Tú puedes, Takao-kun! —Satsuki lo secundó. 
 
—Fondo, fondo, fondo —Kuroko dijo. 
 
Aomine sostenía la pierna derecha de Kazunari, mientras que Murasakibara sostenía la izquierda. Al peli-negro mencionado lo tenían colgando de cabeza mientras él se tomaba dos cervezas súper frías al mismo tiempo.  
 
—¡Vamos, Takao-kun! ¡Wuuuu! —Satsuki sonreía muy animada. 
 
—Sin votar nada, Takao-kun —Kuroko yacía frente a los tres chicos con su celular en la mano, claramente no podía dejar pasar la oportunidad de grabar a su amigo haciendo tal locura.
 
Takao trataba de tragarse todo el líquido de ambas botellas, pero claro, era imposible que un poco de líquido no se derramada. Y para la mala suerte de Kazunari, el poco líquido que se derramó ingresó directamente en su nariz, haciendo que se atragantara y escupiera lo que tenía en la boca. 
 
Kuroko, gracias a sus increíbles reflejos, logro esquivar a tiempo todo el escupitajo que Kazunari lanzó. Aomine y Murasakibara, al ver el estado del peli-negro decidieron ponerlo en el suelo mientras él tosía. 
 
—¡Ja! —Se burló entonces Daiki, se carcajeó unos segundos en su lugar antes de enderezarse y, sin perder la sonrisa en los labios, extender la mano con la palma hacia arriba—. Paguen —Exigió, tamborileando los dedos hacia sus amigos.
 
Yukio, Satsuki y Kuroko se lamentaron, pero de inmediato sacaron algunos billetes y se los entregaron. Unos segundos después, ya más tranquilo, Takao se acercó a él y le entrego también su parte de la apuesta que habían hecho, pues él había estado seguro que podría con el reto. El moreno se burló en su cara.
 
—Gracias, caballeros… y Satsuki, ha sido un placer hacer negocios con ustedes. Takao soltó un resoplido molesto, realmente había pensado que podría con el reto/castigo que Kuroko le había puesto. Fresita se acercó a él, poniendo una mano sobre su hombro. 
 
—Ya habrá otra oportunidad —Le dijo, divertido. Kazunari le sonrió. 
 
Luego de ello, los chicos que estaban de pie tomaron asiento en círculo junto a los que ni se habían mosqueado: los Akashi y Midorima. Le dieron las cartas a Takao y fue el turno de este para revolverlas e iniciar el juego de nuevo. Estuvo un momento barajeando, tomándose su tiempo para revolverlas bien. En ese pequeño lapso, Aomine, que se había sentado junto a Shintaro, le sonrió travieso mientras extendía la mano de forma disimulada, como si estuvieran pasándose algo de contrabando; el peli-verde sacó su billetera y le dio unos billetes mientras se acomodaba los anteojos como si no pasara nada. 
 
Como si él también no hubiera apostado a favor de Takao. 
 
Kise, que parecía ser el único que se había percatado del pequeño intercambio, sonrió divertido y un tanto triste por Midorima… oh, lo entendía tan bien.
 
Finalmente, el manojo de cartas fue puesto en el centro del círculo y cada uno procedió a tomar una.
 
—¡Oh, sí! —Para sorpresa, fue Seimei el primero en hablar luego de que todos tenían su carta.
 
Su pequeño festejo fue señal clara de que él tenía el Rey. También fue obvio quien sería su blanco. 
 
Kise se sintió un tanto preocupado por Kuroko, Satsuki mostró una expresión igual a la suya, pero Tetsuya en cambio lucía complacido con que fuese Seimei el portador de la carta del Rey. Desde luego él esperaba ser el blanco del hermano menor, lo que significaba que quizá y tenía un plan para contrarrestar cualquiera fuera el castigo.
 
Aunque, claro, todo el juego era completamente al azar. Seimei no podía realmente saber qué carta tenía Kuroko, y este nunca podría saber quién tendría cada carta o qué castigo pondrían.
 
—Bueno, bueno, bueno —Seimei se puso de pie, palmeando mientras una sonrisa malévola se dibujaba en sus labios.
 
—Seimei —Dijo Seijuro, advirtiendo a su hermano. Si se atrevía a pasarse del límite, le iría mal.
 
Su hermano resopló con expresión fastidiada y un claro: «Le quitas lo divertido a la vida, hermano», en sus ojos bicolor. 
 
—Tenía que ser Akashi/aguafiestas-kun —Kuroko dijo, para sorpresa de sus amigos, quienes lo vieron entre divertidos e incrédulos.
 
Akashi mayor estaba tratando de ayudarlo.
 
Pero, desde luego, Kuroko ya no quería nada de él, ni siquiera su ayuda. No estaba pidiéndola así que no la quería ni necesitaba. Aun así, Seimei le bajó a sus deseos desquiciados, al final parecía tenerle algo de mie… de respeto a su hermano, por lo que decidió calmarse por él.
 
—Bien, como sea… Ryōta —El aludido dio un brinquito—. Ve por unos huevos a la cocina. 
 
El rubio, totalmente confundido, se puso de pie y sin rechistar emprendió marcha hacia la casa. De hecho, alejarse al menos unos pocos minutos resultaba un gran alivio. Fingir siempre que no le importaba ver a Yukio y Takao era demasiado agotador. Se permitió tomarse algo de tiempo, caminando a un ritmo algo lento. En la casa, incluso tomó asiento unos segundos, soltando un gran suspiro mientras recostaba la cabeza en la isla de la cocina. 
 
Todo era demasiado difícil. 
 
Si tan solo pudiera hacer que se detuviera. 
 
Nuevamente se puso de pie y fue hacia el refrí, no le dijeron exactamente cuántos huevos debía llevar, así que tomó un paquete de seis y volvió a la playa. 
 
—Al fin, me hice unos años viejo esperándote —Seimei le hizo mala cara en cuanto estuvo de vuelta. Kise se limitó a un bajo lo siento antes de volver a su lugar—. Bueno, todos sabemos qué pasará —El hermano menor habló de nuevo, la sonrisa había vuelto a sus labios. 
 
Sí, todos lo sabían.
 
—Tetsuya —Llamó—, ponte de pie mientras te restriego mis huevos a la cara.
 
Satsuki abrió la boca, sorprendida. Takao soltó una risotada y, sintiéndose un traidor, Fresita se cubrió los labios para no reírse a viva voz. Aomine, junto a él, no se contuvo por ambos. Yukio negó con la cabeza mientras se reía de medio lado, Kise hizo una expresión entre divertida y avergonzada.
 
Midorima resopló, sonriendo de medio lado sin ocultar su, por increíble que sonara, diversión. Atsushi se preguntaba el porqué desperdiciaban la comida, Fresita podría hacer un rico desayuno con ellos. 
 
Por otro lado, Seijuro le lanzó a su hermano una mirada matadora. Este estuvo unos segundos sonriendo socarrón mientras se lanzaban miradas asesinas con Kuroko, hasta que finalmente sintió el aura siniestra que rodeaba a su hermano.
 
—Ejem —Carraspeó la  garganta—. Es decir,  el rey dice que te mantengas de pie mientras te lanzo estos huevos —Alzó y bajó varias veces la cajita mientras continuaba sonriendo. Era mínima, pero obtendría una pequeña venganza por todas las que Tetsuya le había hecho en el pasado.
 
—Alto, alto, alto… stop, detente —Fresita se puso de pie frente a él haciendo movimientos con sus manos mientras hablaba—. Así no es el juego, Seimei. No puedes decirle a alguien en específico qué hacer, tienes que decir un número de carta y la persona que lo tenga, lo hará. 
 
El Akashi menor borró de su rostro la sonrisa maniática que le dirigía a Kuroko y en cambio puso una mirada incluso hasta dulce en sus ojos de dos colores. Una de sus manos se alzó y acarició suavemente la mejilla de Manolo. Aomine parecía escurrir veneno desde los ojos ante tal escena; pero el de cejas de langosta no se alejó, solo sonrió de regreso.
 
La diferencia de altura era sumamente graciosa, pensaba Takao.
 
—Si gustas luego te llevo al veterinario, Fresita-kun —Kuroko dijo, interrumpiendo el momento—, no te vaya a pegar la rabia el perro ese.
 
A Kazunari, que se había recostado en los muslos de Yukio, parecía estaba dándole un ataque epiléptico debido a la risa. 
 
El aura siniestra de Seijūrō dio el bajón, en sus labios una risita. Todos los amigos sonrieron. Dejando de lado la tensión fuerte que llegaba a formarse debido a esos dos, y más ahora que Kuroko le había agarrado incluso más odio a Seimei por lo que le había hecho a su hermano, tenían momentos que realmente resultaban muy divertidos. 
 
O al menos para quienes eran espectadores, puesto que Seimei sentía que una vena le iba a explotar en la frente debido al coraje. Pero solo cerró los ojos e inhaló hondamente… se las iba a pagar muy pronto.
 
Sonrió, dejando libre la mejilla de Fresita.
 
—Que la persona que tiene el «A», se ponga de pie —Ordenó. Nadie se movió por unos segundos hasta que, para sorpresa de los amigos, Kuroko se levantó. La sonrisa de Seimei se hizo más grande—. ¿Ven? 
 
Los Ojos de Fresita buscaron los de Kuroko, luciendo preocupado, pero el peli-celeste lo calmó dándole una pequeña, diminuta sonrisa de lado y guiñándole un ojo. 
 
Por orden de Seimei, y vaya que le encantaba que el chico hiciera lo que le dijera sin rechistar, retrocedió unos cuantos pasos para que los fragmentos de huevo no fueran a darle a nadie más que a Kuroko. Al parecer tenía algo de consideración. 
 
Ellos se vieron a los ojos sin parpadear. Un hermoso atardecer contra un precioso cielo despejado. 
 
Seimei debió suponerlo. 
 
Tuvo que a haberlo esperado. 
 
En cuanto tomó el primer huevo entre sus dedos y la sonrisa en sus labios se hizo más grande, todos aguantaron la respiración. De cierta forma resultaba gracioso imaginar a Kuroko con los restos de huevos en la cara, si, claro, todo fuera un juego normal. Pero todos sabían que Seimei lo hacía con maldad, como una forma de humillar al peli-celeste. Había una diferencia. 
 
El Akashi menor lanzó el huevo y, lo que sucedió después, dejó a todos unos segundos confundidos. 
 
Kuroko Tetsuya, en sus años de escolar, había sido muy bueno jugando baloncesto, aún lo era de hecho. Y tenía una particular forma de compensar su falta de habilidad física. Puede que no tuviera el talento y las habilidades que Aomine tenía, o que todos los allí presentes tenían, a excepción de Momoi, pero sus extraordinarios pases fueron capaces de ponerlo a la par de ellos, jugando en el mismo equipo por años.
 
Así que, en cuanto Seimei lanzó el primer huevo, él puso en práctica dichas habilidades. Nadie de sus amigos lo había esperado y mucho menos Midorima. Pues en cuanto el huevo estuvo a nada de él, usando esas mismas habilidades, lo desvió de su cuerpo lanzándolo de regreso, pero un poco desviado.
 
—¡Agh! —Fue todo lo que Shintaro alcanzó a decir. 
 
Kuroko había lanzado el huevo directo a su cara, tomándolo totalmente desprevenido y provocando que se fuera de espaldas. Cuando sus amigos voltearon a verlo, él estaba desparramado en la arena con restos de huevo en toda la cara.
Fue entonces que la comprensión del suceso llego a todos.
 
Como era de esperarse, el primero en reaccionar fue Takao, quien en medio de una estridente carcajada, se puso de pie y abrazó a Kuroko antes de dejarse caer dramáticamente en la arena para retorcerse de la risa a gusto. Yukio lo veía sin ocultar su diversión; en parte por Midorima y en parte por la reacción de Takao.
 
Satsuki y Kise apretaban los labios para no carcajearse, pero fallando de vez en cuando, por lo que tuvieron que cubrirse con las manos. Seijuro, a un lado de la victima de Kuroko, tenía una pequeña risita en el rostro. Aomine y Fresita se reían por un lado. Murasakibara parecía por primera vez divertido. 
 
Kuroko se veía orgulloso. 
 
Mientras tanto, Seimei había quedado unos segundos perplejo, pero luego una vena se había hinchado en su frente. 
 
—No puedes esquivarlos —Alegó, apretando los labios mientras hablaba, parecía estarse seriamente controlando. 
 
Kuroko le sonrió de medio lado, una sonrisa minúscula que lleno aún más de cólera al Akashi menor.
 
—No lo esquivé. Solo lo desvié —Se encogió de hombros—, en ningún momento dijiste que no podía hacerlo.
 
—¡Bien¡ no puedes desviarlo hacia Shintaro. 
 
—Okay. 
 
Kazunari no se había calmado cuando ya estaba retorciéndose aún más. Pues la siguiente vez que Seimei lanzó un huevo, incluso más fuerte que la vez anterior ya que estaba molesto, como Kuroko había aceptado, no le regresó el huevo a Midorima, se lo regreso a él, a Seimei.
 
El chico se fue de espaldas al igual que había hecho Midorima, quien de paso aún continuaba desparramado en la arena, con sus anteojos empapados de restos de yema y clara de huevo y pensando en el basto Universo e infinitas posibilidades de cómo asesinar a Kuroko Tetsuya.
 
Todos los presentes comenzaron a reírse. Murasakibara incluso se atragantó un poco con su comida. Seijūrō no ocultaba el placer de que pusieran en su lugar a su hermano. Las risas no disminuían, haciendo que la cólera en Seimei aumentara en proporciones desmesuradas. 
 
Se puso de pie, con la ira hirviendo su sangre, y le lanzó de nuevo otro huevo a Kuroko. Pero, una vez más, el peli-celeste lo desvió. 
 
Kise calló su risa de golpe y en cambio pegó un gritito en cuanto fue él la nueva victima. Satsuki, que estaba junto a él, hizo un sonido de asco al un poco de yema caer en su boca. A Takao estaba dándole un fuerte ataque de tos por tanta risa. 
 
Todos se veían divertidos, a Excepción de Seimei, que estaba más molesto con cada segundo que pasaba. 
 
—¡Ya deja de regresarlos! —Exigió, mientras lanzaba otro. 
 
Seijūrō sonreía de medio lado un segundo y al siguiente se encontraba viendo el hermoso cielo nocturno con sus preciosas estrellas resplandecientes, preguntándose qué rayos había pasado. 
 
—¿Ya no es divertido eh-nanodayo?
 
El peli-rojo giró el cuello, a su costado Midorima continuaba tirado en la arena… y ahora Akashi le hacía compañía. 
 
Y entonces dos destellos de luz los dejaron momentáneamente desorientados. Cuando miraron hacía el frente, tanto Kuroko como Seimei yacían con sus celulares en mano y sonriendo de medio lado; Seimei aún con restos de la Yema, la clara y el cascarón. Los dos acaban de tomarles fotografías.  
 
Al percatarse que ambos hicieron lo mismo, ellos se vieron a los ojos con gestos agrios, sosteniéndose la vista unos segundos antes de girar el cuello muy orgullosos. 
 
—Tú ganas esta vez —Admitió entonces Seimei, casi mordiéndose la lengua. Su enojo había disminuido considerablemente al ver a su hermano desparramado en la arena y con una expresión en su cara toda estúpida. 
 
Así, los amigos continuaron disfrutando de toda clase de castigos. Desde unos leves hasta unos un poco más agitados. Con el alcohol en la sangre las cosas se volvían mucho, demasiado más sueltas.
 
Como el caso de Satsuki, que terminó totalmente desnuda. Claro, Murasakibara había sido lo suficientemente considerado como para darle su playera, que le quedaba justo como un vestido. Y ahora él yacía semi desnudo mostrando su torso. 
 
También el de Midorima. Que había terminado nadando solo en ropa interior, a regaña dientes y luego de una negación rotunda, y no totalmente desnudo como se había planeado en un inicio porque, segundo Kuroko: 
 
—No, el rey dice que mejor te dejes la ropa interior —Había dicho el peli-celeste—, nadie quiere ver tus miserias. 
 
Los amigos se había reído, pero Kazunari le había dado un codazo disimulado a su amigo sombra. Al parecer sí había alguien que quería ver sus miserias. Que, claro, realmente de miserias no tenían nada. Había sido tan gracioso ver como tiritaban sus dientes cuando regresó a la playa, de paso no tenía permitido colocarse su ropa. Prendas que Seimei, Kise y Seijūrō habían utilizado para limpiarse aprovechando que estaban sin uso. 
 
Así que ahí estaba, solo con ropa interior y abrazándose para entrar en calor.
 
O el caso de la tremenda bofetada que Kuroko le había dado a Seijūrō, con tanto placer que hasta se le había iluminado la cara cuando dijeron su número. Su cuello incluso había hecho un «Crack» con lo violento que giró, toda la palma de Tetsu había quedado marcada e inflada con su contorno. El dueño de casa no dijo nada, pero era tan obvio que le dolía que resultaba sumamente divertido ver sus muecas aguantándose. 
 
Y no era como si a Kuroko no le hubiera dolido, porque sintió que se había quebrado algo, pero, claro, valió toda la maldita pena.
 
También, claro, estaba el raro castigo de Aomine y Kasamatsu.
 
—El rey dice que el número 4 —Había comenzado Takao, con un nuevo turno para él—, se baje los pantalones y la ropa interior y se ponga en cuatro para que el numero 7 le de una buena nalgada. 
 
La expresión que había hecho Yukio fue tremendamente épica en cuanto su cuello giró cual robot buscando los ojos azules de Kazunari. 
 
—Upsi —Dijo el chico, sacando la lengua de forma adorable mientras se tocaba una mejilla. 
 
Fresita, retorciéndose de la risa, casi había estrangulado a Kuroko para que grabara tremendo momento. Claro, Kuroko pensaba grabarlo incluso sino le decía. Satsuki había soltado una carcajada mientras ella también grababa. 
 
Kise se cubrió el rostro con ambas manos. Sus mejillas estaban totalmente rojas mientras sufría un terrible debate entre verle las nalgas a Yukio o no. Al final terminó separando sus dedos para ver un momento. 
 
Midorima, Seimei y Murasakibara hicieron una mueca. Seijūrō sonreía de medio lado. 
 
Al final, Yukio se subió muy rápido la ropa, sintiéndose sumamente avergonzado. Su rostro estaba totalmente rojo, como nadie lo había visto antes. Ryōta tuvo el pensamiento que se veía tan lindo así de apenado.
 
—Te voy a dejar como Halcón desplumado —Había Daiki amenazado a Takao. Este solo continuaba riéndose. Porque, claro, él se había retorcido de la risa viéndolos. 
 
Entonces, no dejando que sus palabras fueran vacías, Aomine había correteado al peli-negro. Cuando lo agarró, lo sostuvo como costal de verduras mientras este gritaba y pataleada, y lo fue a tirar al agua. Kazunari regresó empapado hasta los calzones y temblando, pero sonriendo. Nada le quitaría la sonrisa esa noche. 
 
A quién no se le quitó la sonrisa en un buen tiempo, fue a Kuroko. Realmente se había carcajeado tipo Takao lo hacía. 
 
En un  turno de Yukio, él había dicho que todos los número debían participar, a excepción de él. El castigo consistía en todos formar un círculo inclinados hacía el frente, entonces alguno de los tipos grandes debía lanzar un objeto al aire y esperar a ver a quien le caía encima. 
 
Lo que había escogido fue la enorme hielera que ya solo tenía unas cuantas bebidas. Le sacaron todo y se prepararon. Pero a la hora de la hora cuando la hielera ya estaba en el aire, todos salieron por patas arrepentidos. 
 
Pero Kuroko no dejaría pasar la oportunidad. 
 
Con una rápida checada hacía arriba, pudo saber la trayectoria del objeto, así que se movió de forma que se puso junto a Seijūrō, y entonces lo empujó con el hombro de modo que quedara justo debajo.
 
Akashi mayor no supo bien que había pasado hasta minutos después que terminó de reaccionar; estaba recostado en la arena y todos estaban rodeándolo, a excepción de Kuroko que se carcajeaba por un lado tirado en la playa, en compañía de Takao. Sei había quedado totalmente desconectado unos minutos y contemplando la nada debido al golpe. 
 
—¿Qué ocurrió? —Preguntó aún algo ido.
 
Y entonces la mayoría había estallado en carcajadas debido a su expresión toda conmocionada. Seijūrō también había reído aunque no sabía bien porqué. Y obviamente las fotografías por parte de Seimei y Kuroko no faltaron. Al menos en algo concordaban. 
 
Rieron, disfrutaron, se divirtieron juntos. Aprovecharon para vengarse y tontearon con lo que se les ocurrió, cositas demasiado leves, tontas. Incluso llegando a cosas un poco extremas.  
 
Y algo que había quedado claro era que cuando se trataba de Seimei y Kuroko, de alguna forma ambos sabían que número le tocaba al otro. O bueno, quién tenía cada carta en general. Por lo que habían iniciado una especie de guerra entre ellos. 
 
—El rey dice que el número 8 —Había comenzado Kuroko en un nuevo turno—, derribe una manzana en la cabeza del número 2…
 
—Ah, eso es fácil —Se había levantado rápido Aomine, preparándose pues él tenía el 8. Pensaba que quizá de una patada o con algún objeto. 
 
—¿Se te acabaron las ideas, Tetsuya? —Seimei se burló al momento que se ponía en pie, ya que el poseía el 2. 
 
Pero el peli-celeste no había terminado de hablar cuando lo interrumpieron. 
 
—… de un disparo —Acabó. 
 
Y todos lo vieron con cara de susto. 
 
—¡Wowowowo! Alto ahí, Tetsu, mi arma no es para esas cosas —Daiki se negó de inmediato. 
 
—Al fin se te fundió el cerebro eh, Tetsuya. Sino porque dices tremendos disparates —Seimei no estaba dispuesto a seguirle el juego. 
 
—Bueno —La sombra suspiró—. Supongo que Aomine-Kun no tiene tan buena puntería como ha presumido —Se lamentó fingidamente. Al moreno le dio un tic en el ojo—. Y, Seimei-Kun, está bien si tienes tanto miedo como para aceptar —En sus ojitos celestes había empatía falsa. Al heterocromático se le hinchó una vena en la frente—. Supongo que tendré que cambiar de castigo —Aceptó resignado. 
 
—¡Ve por tu arma, Daiki! 
 
—¡Voy por mi arma! 
 
Seimei y Aomine soltaron al mismo tiempo, cabreados. 
 
¿¡Que él no tenía buena puntería!? Daiki salió por patas dando fuertes pisotones mientras se iba a buscar su arma. 
 
¿¡Que él tenía miedo!? Seimei se cruzó de brazos furioso mientras esperaba el regreso del peli-azul. 
 
Internamente, Kuroko festejaba diabólicamente estilo Elmo. 
 
Los demás chicos negaron con la cabeza. 
 
Todo podía salir realmente mal. 
 
Sin embargo, las cosas habían ido absolutamente bien. Tal vez un poco de nervios por parte de Seimei, que había estado sudando frío mientras fingía que estaba perfectamente bien. Aomine, por su lado, no mostró ni una pizca de nerviosismo. Cargo el arma, apuntó y disparó. Así de fácil y la manzana había salido volando por un lado mientras el sonido resonaba en un eco. 
 
Kuroko había dado un fuerte chasquido de lengua mientras se cruzaba de brazos, como si realmente hubiera esperado que le atravesaran la cabeza al Akashi menor… 
 
Menudo chico diabólico.
 
Los amigos habían estados con los nervios de punta en todo momento y saltaron un profundo suspiro de alivio en cuanto todo estuvo bien. En cambio, Seimei y Aomine se habían pavoneado frente suyo, burlándose en la cara del peli-celeste totalmente victoriosos.  
 
Pero, claro, Seimei no iba a dejar las cosas así. Oh, no. 
 
Pasaron varios turnos hasta que al fin le toco a él el rey; algunos de los castigos fueron suave o extraños nada fuera de lo común realmente. Ah, pero ahora era su turno. Ooh era su turno. 
 
Y no es que el castigo fuera a ser algo demasiado complicado o imposible de hacer, de hecho tampoco era tan raro. Pero Tetsuya se las iba a pagar. 
 
¿Quería postre? Pues ahí le iba su flan de coco. 
 
—Que el número 6 —Dijo, sonriendo de oreja a oreja mientras veía al peli-celeste, quien torció los ojos a un lado con fastidió. ¿Con que mañas le saldría ahora?—, le haga un striptease al numero 9 mientras este esta sentado en una silla en medio de todos. 
 
Satsuki, Kise y Takao soltaron silbidos y vitorearon con la idea. De hecho ellos tres lucían algo ebrios, solo un poco. Fresita y Aomine se vieron a los ojos con complicidad, satisfechos con la idea, quizá podía ayudar en algo.
 
Midorima solo quería que ya acabara ese tonto jueguito. Murasakibara lucía ligeramente interesado. 
 
Akashi, que obviamente tenía el 9, veía su carta como si de una reliquia de inmensurable valor se tratase. Sus ojos lucían brillantes pero al mismo tiempo su expresión parecía de espanto. Kuroko por su lado, que había desviado el cuello irritado por la voz de Seimei, lo giró tan rápido que bien pudo haberse dislocado algo. 
 
¡Ese bastardo malparido! 
 
Seimei le dio una risita m de superioridad mientras alzaba una ceja en cuanto sus ojos hicieron contacto visual. Una vena se hinchó en la sien de Tetsuya; desgraciado hijo de perra. 
 
Se las iba a pagar. 
 
Ese hijo de puta se las iba a pagar. 
 

Notas finales:

YYYYYYYYYYYYYY
 
Eso fue todo por ahora. 
 
¿Qué tal? 
 
¿Qué les pareció? 
 
¿Les gusto? 
 
Sinceramente me reí como desquiciada en ciertas partes. No sé que les parece a ustedes pero me gustó como quedó este cap a pesar de que me costró mucho acabarlo. 
 
Y sí, lo sé, querían ver a Kuroko bailarle a Akashi  ¡Wajajajaajaj! 
 
No me odien mucho porque lloro. 
 
POR OTRO LADO MUY IMPORTANTE: 
 
Les cuento que estoy resubiendo este fanfic en Wattpad, junto con otros que ya tengo. Si pudieran apoyarme también ahí sería sumamente hermoso, y literalmente me harían llorar cabrón.  Así que ya saben. Además lo estoy editando para que quede más bonito <3
 
Además, se los juro, no sé si es mi celular o algo está mal con mi cuenta pero es tan difícil subir los capítulos. Literalmente estoy llorando mientras publico este porque me costó muucho. Tal vez parezca exagerado pero yo soy muy nerviosa.
 
Antes me gustaba mucho Amor Yaoi porque se me hacía muy fácil subir los caps, pero esto de ahora solo me genera ansiedad y muchos nervios porque apenas pude terminar el cap y estar batallando para subirlo me pone demasiado mal. Quiza cuando este al día en wattpad ya no publique aquí. 
 
Mi usuario es el mismo: RoronoaD-Grace. Por si quieren pasar.
 
Otra cosa. 
 
¿Cómo están? ¿Qué tal la están pasando? Sé que puede ser difícil pero por favor sigan las indicaciones establecidas y cuídense mucho, mucho. 
 
Creo que es todo por ahora. 
 
Que Raziel me los cuide mucho. Besos y abrazos de oso para todos. 
 
Hasta la próxima. 
 
Bye. 
 


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