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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaa.


Como ven, estoy aquí con un nuevo capítulo que me hizo muy feliz escribir adfjasldkfjas ya verán porqué. 


Creo que no tarde taaanto como otras veces, y será mejor que se acostumbren pronto a ello, je je je. Y eso es porque estoy recibiendo ayuda de una personita muuuuuy especial que me motiva en mis bloqueos y me aplica la ley a la hora de escribir.


Red, besos en la cola.


Agradézcanle. Jeje.


De ahora en adelante espero ya no hacerlos esperar mucho con las actualizaciones, así que sonrían.


Muchas gracias a quienes me acompañan hasta el día hoy, sé hubo momento en los que pareció que estaba muerta, casi, y aun así esperaron un nuevo cap. En serio gracias por ello, muchas, muchas gracias.


Los personajes son propiedad de Tdatoshi Fujimaki-sama, esta vez no hay horrores espantosos en la lectura, lo sé, jeje, si hay alguno péguenme. Lo merezco.


Sin más que decir excepto que, espero y el nuevo cap sea de su agrado, los dejo leer.

UNKNOWN


—Capítulo 19—


Tiempo a solas


1ra. Parte


 


 


 


Aomine había permanecido riendo un poco más en la sala luego de que Kuroko hubiera desaparecido en el piso de arriba. Oh, cuanto más iba a reír cuando le mostrara los vídeos que había tomado. La cara de Tetsu sería épica.


Soltó un bostezó para luego estirarse un poco, algunos de sus huesos crujieron, jodido sofá incomodo. Se levantó, yendo él también hacía el segundo piso. Cuando abrió la puerta de su habitación, la acolchonada y suave cama lo tentó descaradamente a dormir cuantas horas quisiera. Daiki, que casi no había dormido por la bola de amigos borrachos que tenía y la maldita música a todo volumen que había puesto Takao, estuvo a nada de solo aceptar dicha invitación.


La cama lucía tan jodidamente cálida, suavecita. Pero aún así Daiki lo resistió con valentía, pues tenía algo mucho mejor que hacer que solo echarse a dormir.


¿Quién te conoce, sueño?


¿Quién necesitaba dormir?


Él no.


Sonrió de medio lado con ese gesto sexy y salvaje que solo él podía hacer, después ignoró la cama para luego solo desvestirse por completó dejando todo al aire, su bien formado y escultural cuerpo, y entrar a la ducha. Oh, benditas fueran las ropas que llegaban a descansar sobre su piel y ese delicioso liquido que recorría cada parte de este.


Ahí en la ducha, el agua fría y la emoción se llevaron su sueño y cansancio, llenándolo de una vitalidad que no desapareció.


 


~•§•~


 


En la cocina, Fresita hacía feliz el desayuno mientras un Akashi perdido en sus pensamientos observaba la taza de café que el peli-rojo le había preparado.


A Cerecita le resultaba un poco doloroso ver en ese estado al grandioso Akashi Seijūrō, le habían dicho. Después de todo le había tomado un gran cariño, pero también era gracioso.


«Ja, se lo merece por idiota».


Tenía que aceptar que era un grandísimo imbécil. Sin embargo, era de humanos cometer errores y ahora Akashi al fin se había dado cuenta del gran error que había cometido respecto a Kuroko. Fresita esperaría hasta que le bajara la resaca para hablar como se debía, para golpearlo como era debido.


Pasó un tiempo hasta que por fin el desayuno estuvo listo, en ese transcurso la mayoría de los borrachos se habían despertado, excepto Kise, que continuaba tirado en la alfombra, también Murasakibara. Aomine estaba en su habitación. A Kuroko lo había escuchado salir corriendo de la casa. El portazo que pego al salir se escuchó en todos lados. Él también ya lo iba a escuchar cuando regresara… si regresaba.


Los amigos en la mesa del comedor tenían una expresión horrible en la mirada, unos se querían arrancar la cabeza y otros parecían perdidos en el limbo. Seimei lucía como si muerto sentado y con los ojos abiertos.


Fresita se había quedado dormido, por lo que no sabía si había ocurrido algo más con los chicos. De todos modos, ya junto a Daiki podrían ponerlos a todos en vergüenza.


Sin embargo, el susodicho no hacía acto de presencia.


Cuando se suponía debían comenzar con el desayuno/almuerzo, ninguno se atrevió a probar un solo bocado. Takao intentó comer, pero entonces salió corriendo de la cocina directo a vomitar.


—Ese infeliz —Fresita puso una sonrisa algo tétrica mientras clava un tenedor en la mesa. A más de alguno le sacó un brinco. Satsuki se cubrió los oídos mientras soltaba un quejido.


Cuando Kazunari regresara, si regresaba, oh, más le valía que regresara, lo obligaría a comer otros cinco platos más.


—Si alguien más se atreve a salir del comedor sin haber acabado la comida que preparé, le daré el puesto de cocinero a Momoi.


Todos tomaron los cubiertos y comenzaron a devorar los alimentos. Satsuki ni siquiera se quejó por el obvio miedo a su cocina.


Fresita sonrió orgulloso.


—Bien.


Él también comenzó a comer.


—¡Buenos días, Familia! —Aomine cruzó la puerta del comedor con una gran sonrisa en los labios—. ¿¡Cómo estamos en este hermoso día!?


Sus amigos voltearon a verlo como si en lugar de ojos tuviera lombrices.


—Del asco al parecer —Aomine hizo una mueca—. ¡Como sea, no me importa! ¡Se lo merecen!


Todos los borrachos lo observaron feo.


—¡Ay, ya cállate! ¡Me va a explotar la cabeza! —Momoi quería enterrarle un tenedor en los ojos a su amigo.


—¡Fresita, haz que se calle! —Takao regresaba luego de sacar todo el alcohol que se había tragado en la noche, torcía los ojos por el dolor. El peli-rojo le regaló una mirada fea—. ¡Bésalo o algo! ¡Mámale el pito! ¿¡Qué se yo!? —Se sostuvo fuerte la cabeza.


—Estoy de acuerdo con eso —Dijo, sorprendentemente, Seijūrō. Él apretaba los ojos y se masajeaba en medio de las cejas.


Cerecita, que estaba bebiendo jugo entre risas, escupió todo el líquido en el rostro de Midorima. Incluso tan mal como se sentía, Kazunari no resistió la risita burlona ante dicho suceso.


—Por la mierda, al fin soy aceptado —Aomine, de pie en medio del comedor, estaba sonriendo incrédulo


Luego de un momento en el que la mayoría observaba al dueño de casa como si se tratara de una babosa con bocas en lugar de ojos, este reaccionó acerca de lo que había dicho.


—Me refiero a que cierre la boca.


Ah, eso tenía más sentido.


Pero a Daiki le valía totalmente a qué se refería. Con una sonrisa de oreja a oreja, algo realmente muy raro en él, caminó dramáticamente hasta Fresita, hizo que se pusiera de pie y lo besó en frente de todos mientras lo sostenía de la cintura.  El peli-rojo, totalmente avergonzado, no se hizo del rogar.


Seijūrō se sentía tan mal que simplemente no dijo nada.


—No coman en frente de un maldito hambriento —Kise pasó por la puerta, yendo de un lado a otro debido a la resaca. Tomó asiento en el primer lugar que vio vacío. Junto a Satsuki.


—No comes porque no quieres —A Kasamatsu, junto a Takao, siempre junto a Takao, se le escapó decir.  Aunque lo dijo tan bajó que solo el Kazunari escuchó, se vieron a los ojos un momento, sonriendo con tristeza.


Kise vio su mirada, y solo porque ya no quedaba nada de alcohol, sino hubiera vuelto a empinarse una botella sin importarle la resaca que ya estaba matándolo.


Los tortolitos continuaron besándose un poco más sin importar la entrada de Kise, hasta que una servidora le dio directo en la cabeza a Aomine, quien soltó un quejido.


—Ya deja de comerte a Cerecita, porque a la próxima te voy a clavar un cuchillo... en el Pito.


Aomine ni siquiera tuvo que voltear a ver para saber de quien se trataba. Seimei, claro.


—Aguafiestas —Susurró.


De todos modos, la sonrisa no desapareció.


—Fresita, ¿puedes ir a tomar un baño y ponerte bien guapo? Quiero que vayamos a dar un paseo.


Una sonrisa en los apetitosos labios del peli-rojo se dibujó.


—Pero el desayuno…


—No te preocupes. Deja a estos borrachos aquí, yo te llevare a un lugar con comida deliciosa… aunque quizá no tanto como la tuya.


—¿Sí?


—Sí.


La sonrisa del de cejas raras se amplio.


—Bien, ya vuelvo —Pasó por un lado del moreno y corrió hacía la puerta—. ¡No te vayas sin mi! —Lo escuchó gritar desde las escaleras.


—¡Claro que no!


Aomine estaba sonriendo como un bobo cuando sintió que alguien le lanzó otra servidora. Era Satsuki, que ya estaba harta de tanto grito. Cuando él volvió la mirada a sus amigos con una nueva sonrisita en sus labios, Akashi y Seimei lo veían furiosos.


Ni se te ocurra, Aomine Daiki —Dijeron ambos, con un tono de voz algo escalofriante. Por un segundo los vellos de su espalda se erizaron.


—Ni siquiera se me había cruzado por la cabeza —Dijo algo ofendido mientras arrugando el entrecejo. Es decir, era cierto que lo había pensando en algún punto, en muchos, pero no en ese momento—. ¿No serán ustedes los calenturientos?


Los hermanos desviaron la mirada.


—Eso ni lo dudes —Takao tenía una sonrisa maliciosa—. Recuerdo claramente como alguien casi se come a nuestro amigo anoche. Recordemos también que ese alguien esta comprometido. ¿Qué se siente que te pongan los cuernos justo en la cara? —Dijo, viendo directo a Midorima. El de cabellos verdes solo lo observó a los ojos.


Para sorpresa de los chicos Seijūrō se sonrojó levemente, no dijo nada.


—Si hablamos de calenturientos —Shintarō tomó la palabra, ignorando la pregunta de Kazunari—, hay otros dos que no se quedan atrás


Takao sonrió mientras soltaba un ruidito irónico, no creyendo que realmente Midorima estaba sacando el tema a asolearse


—¿Celoso, Mi-do-ri-ma?


El de anteojos se puso de pie yendo hacía la puerta, pero antes de cruzar por esta se detuvo y volteó a ver hacía el de ojos azules.


—¿Y qué si estoy celoso? —Luego se marchó.


Takao quedó en shock un momento antes de por fin reaccionar, el revoloteo en su estomago pareció calmar, irónicamente, las nauseas por la reseca, incluso el dolor de cabeza. Su rostro enrojeció y sus azules ojos brillaban mientras volteo a ver a Yukio. Este le sonrió incrédulo pero alegre. Luego, él volteo a ver a Kise de forma disimulada, aunque con claro anhelo en su mirada. Entonces bajó el rostro.  Aomine, que había visto dicha escena mientras alzaba una ceja, pensó:


«Ah, pero mira nada más, que buenos actores salieron». Luego solo sonrió.


Parecía que tenían un plan y que este estaba funcionando. Aunque por el momento, solo de un extremo.


Esperaba que al final todo les terminara bien.


De verdad lo esperaba.


—Como sea —El peli-azul aplaudió dos veces para llamar la atención de los chicos que quedaban en el comedor, ganándose nuevos quejidos por parte de Satsuki—. ¿Podrían hacerme un favor?


 


~•§•~


 


En el cuarto de baño, Manolo no tenía idea de para qué servían todos los productos en este. Aún así los uso pues saldría con Aomine. Quería pensara que era más apuesto de lo que ya lo era, según él.


Salió sintiéndose eufórico y súper vitalizado. Se tomó un poco de tiempo para elegir qué ponerse. Sacó toda la ropa que Akashi le había comprado y la evaluó. Se probó varios conjuntos, pero no logró decidirse, así que al final solo escogió al azar con los ojos cerrados.


Que Aomine no se sintiera tan especial. Obviamente ese bastardo sabía lo especial que era para Fresita, aún así tampoco había que subirle el ego hasta la Luna.


El peli-rojo comenzó a quitarse la bata blanca que usaba, congelándose totalmente al segundo de hacerlo.


Había estado tan feliz que casi lo había olvidado. Oh, si tan solo pudiera hacer que las cicatrices desaparecieran. Tomó el anillo que colgaba de su cuello y lo apretó con fuerza tratando de calmarse de la pequeña tormenta que se estaba formando en su corazón. Inhaló hondamente tratando lo mejor que podía de mantener la calma. Luego tomó todo lo desagradable en ese momento y lo escondió en lo profundo de su mente.


No quería arruinar ese día.


Se quitó totalmente su bata diciéndose que no eran realmente necesarias ya las vendas. Sería difícil, pero de verdad creía que en algún punto las cicatrices dejarían de doler en lo más profundo de su pecho, que verlas o mostrarlas sería algo normal. Un recordatorio de que estaba vivo, que no habían acabado con él.


Le sonrió al espejo. Pero luego arrugó el entrecejo sintiéndose algo incómodo con la delgadez de su cuerpo. Entendía que la había pasado mal y por ello estaba en ese estado, pero incluso si no fuera por ello no se sentía bien; era como si no fuera correcto para él verse tan delgado.


—Debería intentar ponerme un poco en forma —Susurró para sí.


¿Quizá inconscientemente recordaba que su cuerpo definitivamente era diferente? Al menos él sentía que era diferente. Había algunos indicios después de todo. Por ejemplo, si flexionaba un poco el brazo podía ver un bultito sobresaliendo. O sus piernas… sus piernas lucían fuertes.


—Sexys —Escuchó a Aomine susurrar una vez pensando que no estaba escuchándolo.


Sacudió la cabeza de un lado a otro, no era momento para estar pensando en esas cosas. Podía darle vueltas luego, ahora lo que importaba era que saldría con Daiki.


Sus mejillas se colorearon un poco sin poder evitar pensar para sí a dónde es que lo llevaría. No era que quisiera pensar de más, pero tal vez si quería pensar de más. Sacudió una vez más la cabeza y luego al fin decidió vestirse.


Tan solo unos jeans azules y una playera negra. Aparte de que el conjunto lo había elegido al azar, estaba bien, le gustaba como su cabello y ojos resaltaban. Le sonrió al espejo luego de posar un par de veces y al fin fue a la puerta, pero antes decidió regresar y colocarse un poco de colonia.


Lucia bien, pero sin resaltar. Se veía como una persona normal y corriente, no como la pandilla de súper modelos que parecían ser todos en esa casa.


Estaba arreglado lo justo para que Aomine no se sintiera tan especial, había que equilibrar las cosas de vez en cuando, aunque, si era sincero, no es que pudiera hacer realmente mucho con su apariencia. no tenía una belleza que había sido tallado por los mismos dioses, como ellos. Daiki le gustaba. Mucho, bastante. Era cierto que casi babeaba cada que lo veía, pero a veces no podía evitar preguntarse qué era lo que él vio en su persona.


Cuando al fin bajó las escaleras, el moreno lo esperaba sentado en uno de los sofás. Fresita estaba seguro de que esa escena la recordaría por siempre en su corazón.


Y fue porque en ese momento, cuando los ojos de Daiki se alzaron y lo vieron, Cerecita vio en ellos algo que hizo que sus ojos se humedecieran sin poder evitarlo. Porque no creía que fuera la gran cosa comparado con las bellezas que todos los chicos eran, pero Aomine lo vio como si fuera lo más malditamente bello que sus azules ojos habían visto jamás. Él estaba ahí, y hubo algo en su expresión, esa reacción de sorpresa, sus cejas alzándose, sus parpados expandiéndose; pero luego sus ojos estaban brillando y sus labios sonriendo de medio lado. Solo una pequeña curva hacia un lado, pero se veía tan guapo y lo veía como si quisiera besarlo y abrazarlo y protegerlo toda su maldita vida.


Era una mirada tan dulce que derritió su corazón.


Y Fresita se sintió abrumado por ello, porque no creyó que lo vería de esa forma. Pensó que solo bromearía o quizá se sentiría desilusionado por verlo tan normal. Pero no importaba como vistiera, siempre seria guapísimo a ojos del moreno, porque Aomine no veía sus ropas, él veía más allá de ello.


Daiki se puso de pie, esperando que Fresita, totalmente sonrojado, llegara hasta él. No le quitó los ojos de encima en ningún momento y la sonrisa en sus labios se amplió al tenerlo frente a frente.


—¿Por qué eres tan malo con nosotros, los simples humanos? —dijo, y Cerecita notó que sus pupilas estaban dilatadas.


—¿Qué?


—Tu belleza no es de este mundo.


—Eres tan… —Fresita no terminó, se cubrió el rostro, más sonrojado que antes, si eso era posible.


Era tan idiota, era un jodido y maldito cursi y quería golpearlo por soltar esas cosas tan estúpidas de la nada. Era un tonto. Un grandísimo tont…


Algo llamo su atención. Algo suave contra el dorso de sus manos que cubrían sus ojos, alzo la mirada por pura curiosidad.


Era una rosa.


Una rosa roja.


Los ojos de Fresita la observaron por largos segundos, carajo, era tan hermosa, realmente era muy linda, perfecta; luego su vista se dirigió hacia Aomine, la sonrisa de medio lado había sido reemplazada por seriedad y nerviosismo.


¿Por qué un hombre tan guapo como él se pondría tan nervioso?


—Fresita —Dijo—. Sé que soy tonto, y digo cosas muy estúpidas y jodidamente cursis que nunca en mi vida había pensado siquiera que diría… —Paso saliva, el peli-rojo no pudo evitar seguir el movimiento de su nuez—, pero aquí estoy, diciéndolas, y eso es solo por ti.


»Y, joder, eres tan hermoso, eres increíblemente hermoso ¿por qué eres tan jodidamente hermoso? Te veo y automáticamente es como si presionara un interruptor mental para encender la idiotez. Quiero verme genial a tus ojos y lo único que logro es verme como un imbécil… ya ni siquiera sé a qué quería llegar.


Fresita, con un sonrojo monumental en el rostro, solo atinó a darle un puñetazo en el brazo, por ser un idiota y por ser tan ridículamente cursi y hacerlo sentir apenado. ¿Por qué nadie la había dicho que era el día de «Avergoncemos a Fresita»?


—No necesitas verme para eso —Dijo él, sonriendo a pesar de todo—. Eres idiota por naturaleza.


Aomine hizo una mueca indignada, pero luego sonrió mientras acariciaba su brazo adolorido. Parecía estar jugando, pero en verdad había olvidado el punto. Realmente la belleza de fresita lograba resetear su cerebro.


—Mierda, ya recordé —Dijo de pronto.


Cerecita sonrió irónico, en verdad era imbécil. La vergüenza se esfumo por su idiotez.


—A lo que quería llegar era que, vi esta rosa tan hermosa y perfecta, y pensé en ti de inmediato… porque tú eres hermoso y perfecto, Fresita.


El sonrojo volvió de golpe.


—Mierda, y-ya cállate, maldito cursi —Se cubrió de nuevo el rostro con ambas manos. Era tan malditamente vergonzoso.


Aomine beso el dorso de sus manos y luego lo abrazó, susurrando una y otra vez que era realmente hermoso.


—Aww, son tan tiernos —Kazunari dijo, él estaba sentando en uno de los sofás viendo televisión y había presenciado toda la escena—. Hasta me dan ganas de vomitar por lo empalagosos que son, ¿No quieres vomitar tú también, Atsushi? —El chico de cabellos morados estaba sentado a su lado.


Y realmente si quería vomitar, pero no por la pareja. Antes de que Takao dijera algo más, Murasakibara salió corriendo hacia el baño. Realmente estaba disfrutando la primera resaca de su vida. Al contrario del peli-negro, que parecía totalmente renovado, en su rostro no había ningún solo rastro de la terrible resacaba que tenía en el comedor. Ahora parecía que brotaban florecitas en su cabeza y a su alrededor había un aura de amor y felicidad


—Oh, ya están en modo romántico —La voz de Kasamatsu lo distrajo un momento, el otro chico de ojos azules regresaba del comedor con un vaso de jugo en cada mano, le ofreció uno a Takao y luego tomó asiento a su lado. El chico de cabellos revoltosos no lucía tan mal como la mayoría, que seguro estaban tirados en sus habitaciones… o quizá no.


—Déjalos, el amor es tan bello~ —Kasamatsu manoteó al aire, espantando todas las flores y corazones que brotaban de Takao.


—¿Nos vamos? —Aomine habló de nuevo, obteniendo un asentimiento tímido por parte del peli-rojo. Lo tomó de la mano y ambos fueron hacia la salida


—¡Usen condón! —Escucharon que Takao les gritó.


Cerecita enrojeció aún más.


 


~•§•~


 


Fresita no había pensado realmente a qué lugar es que Aomine lo llevaría a comer, pero definitivamente no había esperado que lo llevara a comer hamburguesas de queso.


—Es que no sabes… —Había comenzado Daiki mientras iban ambos en la motocicleta de este.


cosa que era una real belleza, no sabía mucho de motos, pero hasta alguien sin conocimientos podría notar lo increíblemente preciosa que era, y él estaba llevándolo en ella. E iba ahí, abrazado a su cintura y con el rostro recostado contra su hombro, inspirando el delicioso aroma de su colonia jodidamente masculina y pensando en lo hermoso que se sentía todo y que ojalá durara para siempre porque era un momento realmente mágico, como una jodida y maldita película romántica… así que no escuchó lo que dijo Daiki en ese momento.


Pero no estaba quejándose, de hecho, le parecía tan maldita sea genial que solo podía sonreír sintiéndose como un idiota feliz.


—Rayos, huele delicioso —Dijo, y era verdad, el aroma le había hecho rugir el estómago. Y es que también tenían una pinta bárbara.


Ni siquiera era un gran restaurante, solo era un pequeño comedor en una calle concurrida y bonita, las mesas estaban bajo unas pancartas afuera, pero, joder, sentía que podía babear. Y cuando al fin probó las hamburguesas de las que al parecer Daiki había estado alardeando en la motocicleta, fue como si hubiera tocado el cielo.


—Mierda, están riquísimas —Soltó.


—Te lo dije —El peli-azul lucia orgulloso—. Pero, como dije, tu cocina es mucho más deliciosa.


Cerecita sonrió mientras se sonrojaba.


Aomine se había topado con dicho lugar en una de sus tantas vueltas en solitario. Nunca había sentido la necesidad de que alguno de sus amigos lo acompañara, pero en cuanto se enteró del amor de Fresita por las hamburguesas de queso supo que sí o sí tenía que llevarlo.


Estuvieron allí, comiendo una tras otra, Fresita atragantándose y con las mejillas llenas, como una jodida y tierna ardilla. Y era tan lindo que Daiki no podía dejar de verlo con ternura y sonreír como estúpido.  Porque ese parecía ser siempre su modo cuando se trataba de Cerecita… él siendo un total idiota.


Pero eso era lo que a Fresita dejaba más encantado. Podía avergonzarse y decirle que se callara, pero sus idioteces lo enamoraban más que él siendo totalmente genial. Claro, también tenía sus momentos en los que simplemente se veía como un maldito dios griego y entonces no podía evitar quedársele viendo como tonto. Como ese pequeño gesto que hizo mientras comían.


Al parecer tenia algunas migajas por las comisuras de los labios que no había notado, así que Daiki amablemente las limpió por él usando su dedo pulgar. Cerecita no había podido apartar la mirada a lo que hizo luego de ello. Llevó el dedo hasta su labio y lamió las migajas que había limpiado mientras lo veía a los ojos. Y fue tan jodidamente sexy el cómo su lengua se había paseado por su dedo casi en cámara lenta, que incluso se le cayó media hamburguesa que tenía en la mano por quedársele viendo todo atontado.


—Oh, mierda —Exclamó, limpiando de inmediato.


Aomine solo había soltado una risita que lo hizo enrojecer. El maldito sabía lo que provocaba.


Le dio una patada en la espinilla por debajo de la mesa, a lo que obviamente Daiki se quejó, pero no dijo nada. Sabía que lo merecía. Pero es que, a veces, aunque era consciente de que se arriesgaba, solo no podía evitarlo.


Quería abrazarlo y protegerlo de todo mal, que de eso no quedara la menor duda. Posiblemente le torcería el cuello al maldito que se atrevió a tocarlo si lo tuviera cara a cara… pero no era lo único que quería hacer, si era sincero.


Pero eso sí, jamás haría nada que Fresita no quisiera. Nunca daría ese paso si no estaba seguro que lo darían juntos.


 


~•§•~


 


—No es necesario, Aomine —Dijo de inmediato Fresita en cuanto ingresaron a la tienda a la que insistentemente Daiki había querido llevarlo. Una de venta de celulares.


Y claro, el peli-azul lo sabía. Había hablado con Akashi antes de salir y este le había hablado de lo terco que el peli-rojo podía llegar a ser, pero aun así no pensaba darse por vencido. No es que fuera la gran cosa tampoco, pero sabía que, aunque se negara, la idea le entusiasmaba un poco.


—Vamos, un celular puede ser de mucha ayuda. Sé que lo quieres.


—¿Para hablar con quién? Solo los tengo a ustedes y los veo todo el tiempo en casa —Fresita se cruzó de brazos.


Él tenía un punto a su favor.


—Oh, vamos —Aomine lo tomó de los hombros suavemente, acariciando de arriba hacia abajo—. No seas terco. Duele admitirlo, pero uno nunca sabe qué puede pasar, además sé que quisieras grabar tú mismo las idioteces que hacen los chicos.


El peli-rojo pareció pensarlo. De hecho, eso era justo lo que había sucedido en la mañana/medio día, cuando despertó y los vio a todos tirados en la alfombra y hechos un desastre.


—También podría servir para guardar momentos juntos, ¿no se te antoja llenar la galería con fotos nuestras?


Oh, joder, si quería.


—¿Sabes para qué puede servir también? —Daiki alzó las cejas de forma sugerente, lo que solo despertó la curiosidad de Fresita—. Para tus planes con Murasakibara.


—Continua —El de cejas de langosta parecía interesado.


—Puedo pasarte el número de Himuro, también el de Chihiro si quieres.


Estaba a punto de caer, Aomine podía verlo en sus ojos. En ese brillito ilusionado y en la pequeña sonrisita en sus labios.


—Podrías saber qué ocurrió exactamente y así ayudarlos.


—Bien —Aceptó de inmediato.


—¡Sí! —Daiki festejó alzando el puño a la altura de su rostro. Cerecita solo sonrió.


Bueno, tenía que admitirlo, Fresita sí que había querido un celular, era solo que no quería que gastaran su dinero en él. Pero al parecer ellos estaban encantados en hacerlo. Solo por ahora le daría el gusto… además, Aomine había sabido jugar sus cartas.


Luego de un tiempo en el que hicieron todos los tramites necesario para la compra, finalmente salieron de la tienda.


—Bien, ahora me veo en la obligación de llenar tu galería de recuerdos —Daiki dijo una vez puso un pie fuera.


Primero que nada, le pidió el celular y anotó su número en la agenda, luego le devolvió el aparato con una risita algo picara, lo que provocó que el de cabellos rojos le diera una mirada desconfiada.


—«El dueño de mi culito» —Leyó Fresita de inmediato en cuanto tuvo el teléfono en las manos. Sin pensarlo dos veces le dio un puñetazo en el estómago al peli-azul que lo tomó por sorpresa y lo dejó sin aliento un segundo—. ¡Lo sabía! —Gritó—. ¡Solo eres un bastardo caliente! —Lo señaló con el dedo índice, furioso y sonrojado hasta las orejas.


las personas que paseaban alrededor, turistas más que nada, volvieron la mirada hacia ellos de forma inevitable ante los gritos de Fresita.


—¡Dios sabe que quiero protegerte con mi vida… pero también te quiero coger! —Aomine cubrió sus ojos con ambas manos mientras soltaba hablaba, parecía tan afligido, como si acabara de confesar un pecado imperdonable.


—¡Cállate, bastardo calenturiento! —Cerecita soltó golpes dirigidos a los brazos del peli-azul mientras el sonrojo solo aumentaba, llegando hasta su cuello.


Los desconocidos que los observaron solo pudieron reír.


El modo idiota había superado su propio limite.


 


~•§•~


 


Pasada la vergüenza, Aomine había llevado a Fresita, que continuaba con el rostro tan rojo como su cabello, a dar una vuelta por todos los lugares bonitos que había descubierto en sus recorridos en solitario. De hecho, en si el lugar era bastante bonito ya, con calles adoquinadas y casas coloridas con ventanas llenas de flores o paredes con enredaderas.


Visitaron desde una pequeña tienda que vendía antigüedades, hasta un puesto de cerámica en miniatura. Y eso había sido totalmente fascinante, porque aparte de que todo había sido tan pequeño y bonito, Fresita jamás hubiera creído que a Daiki le parecieran lindas ese tipo cosas si no lo hubiera visto con sus propios ojos.


—Es solo que lo encuentro fascinante —Había dicho a una pregunta que Fresita no hizo, pero que había sido obvia en su mirada rojiza—. Son tan pequeñas y frágiles. Cuanto talento y paciencia se requiere para hacer este tipo de cosa con tanto detalle… 


Por alguna razón, Cerecita había sentido unas ganas muy fuertes de besarlo en ese momento, pero solo le dio un besito en la mejilla.


—Creí que solo eras un bastardo calenturiento, pero ya veo que no.


Daiki le dio una mirada de total indignación, pero luego le respondió con una sonrisa sincera. Tampoco es que lo haya negado.


También lo había llevado a un lugar cerca de la playa, donde vendían collares, pulseras y anillos hechos a mano. Había algunos que eran de cuero, tela, hilos de colores y cuarzo. Fresita había quedado fascinado. Pero hubo algo que hizo incluso que se le encogiera el corazón.


Aomine compró dos pulseras de color rojo y mientras le ponía la suya a Fresita, dijo:


—Sé que va en el dedo meñique —Comenzó—, pero incluso si se usan en la muñeca, podemos pensar en estas pulseras como nuestro hilo rojo.


Fresita se había quedado sin aliento un momento, observando en silencio la pulsera en su muñeca; no supo cuánto tiempo paso hasta que Aomine hablo de nuevo.


—¿Estas llorando?


—… No.


Daiki no dijo nada, solo lo abrazo con fuerza, pegándolo a su pecho para que escuchara que no era el único emocionado, pues su corazón golpeaba con fuerza sus costillas. Había estado tan maldita sea nervioso mientras lo decía, que estaba sorprendido por haberse escuchado tan casual.


Luego de ello, tal como había dicho Daiki, llenaron su galería con fotografías y videos suyos o lo que maldita sea fuera. Había fotos hasta de unas hormigas en una palmera. Fueron de un lado hacia otro, caminando mientras se tomaban de las manos, la motocicleta la habían dejado en un pequeño estacionamiento, visitando lugares a los que incluso Aomine no había ido, solo porque parecían interesantes y era divertido, tomándole captura a todo lo que creía que era hermoso.


Sin embargo, lo que más Fresita había capturado con la cámara, fue a Daiki. Aprovechó cada momento de descuido para sacarle una fotografía, porque realmente resultaba fascinante el chico que en realidad era. De igual forma, lo más hermoso para Daiki había sido verlo a él tan feliz y sonriente, pareciendo un jodido niño emocionado por cualquier cosa bonita.


Pero, la mejor parte de todo, según Cerecita, había sido el momento en el que habían ido en la motocicleta del peli-azul, con el viento contra su rostro y él aferrado a su cintura, abrazándolo con fuerza y recostado contra su espalda. Así como en ese instante, mientras iban de vuelta a casa.


En el cielo el sol comenzaba a ocultarse proyectando en las nubes un color rojizo precioso. Era una vista hermosa y un momento tan mágico que lo hizo sentir totalmente en paz e hizo que olvidara totalmente las cosas que habían estado en su cabeza.


No pudo evitar apretar su agarre en la cintura de Daiki, y no llego a verlo, pero el peli-azul sonrió antes de conducir con una sola mano solo para poder acariciar las suyas que se aferraban a su cuerpo. Una caricia tan dulce que le dio un vuelco en el pecho.


Aomine llegaba a lucir muy serio y genial, egocéntrico e inalcanzable, pero lo cierto es que era un grandísimo tonto jodidamente tierno y cursi. Y oh, joder, tenía una sonrisa tan hermosa que el corazón casi se le había salido del pecho en varias ocasiones. ¿Cómo era posible que hubiera estado soltero todo ese tiempo? ¿Es que acaso no se daban cuenta de lo hermosamente increíble que él era? Aunque, bueno, si consideraba el cómo se había comportado al inicio, no era extraño del todo.


Lo cierto era que había actuado como un completo idiota, y tomando en cuenta que todos parecían acostumbrados, quería decir que siempre había sido así. Pero entonces eso solo significaba que…


Actuaba así por él, como el mismo Aomine le había dicho antes de partir.


Inhaló con fuerza, dejando que ese pensamiento calara profundo en su interior.


¿Podía ilusionarse por esa confesión?


¿En serio podía?


Fresita se removió en la espalda de Aomine, solo para poder llegar a su cuello y darle un suave beso cerca de la oreja. De inmediato sintió al peli-azul estremecerse y la mano sobre las suyas se detuvo un momento de sus caricias.


—No me provoques de esa forma —Le escuchó decir luego de unos segundos, demasiado serio como para tomarlo por broma—. Es ya un gran tormento contenerme con acciones de las que no eres consciente. Con cosas como esta solo harás que te coma completo… y no quiero lastimarte —Susurró muy bajó lo último, el peli-rojo no escuchó.


A pesar de todo, a Fresita le costaba creer que Aomine realmente se sintiera sexualmente atraído hacia él. Y menos en las condiciones en las que se encontraba su cuerpo. No estaba realmente seguro de porqué lo había hecho, el beso en el cuello, pero en el momento en el que escuchó al peli-azul tan serio en su respuesta, algo se removió en su interior… tal vez… tal vez no quería que se contuviera.


Tal vez él también quería hacer algo más.


Se pegó más al cuerpo de Daiki, quería sentirlo tan cerca suyo como fuera posible.


—Aomine… te quiero —Susurró, pegado a su espalda y abrazado a su cintura. 


 

Notas finales:

Yyyyyyyyyyyy eso fue todo


¿Qué tal?


¿Qué les pareció?


¿Les gustó?


Yo espero de todo corazón que sí, yo estuve muy emocionada escribiendo esto. Y bueno, he de decirles que esperen el siguiente cap porque, pues uuf jeje


Ese estará más emocionante je je


Si el cap les si les gustó ya saben que pueden hacérmelo saber por medio de un bonito msj, no los respondo siempre, pero los leo, que no quepa duda.


Que Raziel me los cuide. Besos y abrazos de oso.


Hasta la próxima.


Byeee.


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