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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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UNKNOWN

—Capítulo 25—

Al otro lado de la línea

 

 

Tatsuya sintió su celular vibrar dentro de la bolsa de su pantalón. Las manos le picaron por sacarlo y ver de qué trataba la notificación que había llegado, pero estaba trabajando, podía sacarlo y revisar, pero no quería ser irrespetuoso.

Trabajaba en una bonita cafetería, esta se encontraba situada en un área realmente muy buena y era famosa por esos lares; postres deliciosos, bebidas aun más exquisitas; en sus alrededores había tiendas muy lujosas y complejos de apartamentos. Un área vip, se podría decir. Él a veces estaba en el mostrador y en otras ocasiones repartía los pedidos en las mesas. En ese momento hacía lo segundo, llevaba un pedido en una bandeja mientras ponía en sus labios una sonrisa que no le llegaba a los ojos.

Impaciente esperó fuera su hora libre para el almuerzo, probablemente no era nada, como en las veces anteriores. Pero quizá en esa ocasión al fin recibiría alguna noticia de su hermano.

Ese niño idiota. Cuando lo encontrara no sería tan indulgente como la primera vez.

La puerta de la cafetería se abrió, dándole ingreso a nuevos clientes. Él pasó saliva con fuerza al notar que, de hecho, no eran nuevos clientes. Eran esos malditos matones que el, desgraciadamente, padre de Taiga siempre llevaba consigo.  Vio a los sujetos ir hacia el mostrador, hablar con su jefe y luego este asintió. Lo que significaba que podía salir un momento.

Tatsuya suspiró, cansado. Llevó la bandeja que tenía en sus manos y se la entregó al dueño, este le sonrió sin despegar los labios.

—Si algo sucede solo grita, y ten por seguro que saldré y les romperé la cara. Esos gorilas no son tan buenos como creen que son.

—Gracias, Hyūga —Himuro le dio una sonrisa de lado, realmente sincera. No le cabía duda de que sería capaz de romperles la cara sin mucho esfuerzo.

Cuando salió, fue lo mismo que en ocasiones anteriores. El tipejo ese estaba dentro de su auto con la ventanilla abajo, no se podía dignar a siquiera bajarse del maldito vehículo.

—Himuro…

—Ahorrémonos toda la mierda de siempre —Tatsuya ya estaba realmente harto. Ya ni siquiera le importaba fingir cortesía ante ese maldito hombre. 

Los azules ojos del hombre lo observaron con seriedad y molestia. A Himuro le hubiera intimidado si no sintiera por él más que asco y rencor. Quizá antes le hubiera guardado respeto por ser el padre de Taiga, pero ya no. No después de lo que había hecho, de como lo usó como si se tratara de un jodido objeto.

—Dime dónde está —ordenó el hombre con voz autoritaria.

—No lo sé.

El tipejo se quedó en silencio, Tatsuya lo vio apretar los dientes. Estaba furioso. Si, bueno, él también lo estaba, y no se iba a dejar intimidar por ese maldito. En su cerebro aún estaba grabado, y jamás olvidaría, la expresión de Taiga cuando volvió la primera vez.

Lucía tan triste, sus ojos opacos, sin energía. Y no era para menos. El desgraciado lo golpeo en el rostro, sin remordimiento y brutalidad, y como si eso no fuera poco, le prohibió volver a jugar alguna vez baloncesto. Su hermano soportó los golpes y las palabras hirientes, pero cuando le quitó lo que más amaba, fue la gota que derramó el vaso.

—Y aun si lo supiera —Himuro continuó, inyectando con veneno sus palabras—, jamás te lo diría. No mereces tener un hijo como Taiga, y estoy tan feliz de que escapara de un miserable como tú.

Sus miradas chocaron con rabia desmedida, y luego el hombre sonrió, una sonrisa que solo auguraba peligro. Pero Tatsuya no le tenía miedo. El bastardo hizo lo que nunca hizo antes, se bajó de su maldito y lujoso automóvil, acomodándose el saco una vez de pie en la acera y peinándose el cabello negro hacía atrás.

No le tenía miedo, pero el hombre era intimidante, alto, de hombros anchos, con una maldita mirada asqueroso que lo veía como si fuera una cucaracha con esos malditos y desagradables ojos azules. No se parecía en nada a Taiga, y Himuro agradecía tanto eso.

—La única razón por la que he soportado tu falta de respeto, es por Alexandra —el semblante del tipejo se fue volviendo más sombrío con cada palabra—. Pero continua así, y harás que olvide por completo que tengo una deuda con ella.

—No digas el nombre de mi madre con tu asquerosa boca.

Una vena se hinchó en la sien del tipejo, y luego él sonrió de nuevo. Entonces alzó una mano con toda la intensión de enseñarle modales al maldito maleducado protegido de Alexandra. 

Antes de que su palma diera en el rostro de Himuro, una mano se cerró alrededor de su muñeca, con fuerza, impidiendo que siquiera se acercara y le rozara un solo cabello. 

—Espero que en verdad no pensaras poner tus manos sobre él, Nathaniel —dijo el hombre que había salvado al chico del lunar bajo su ojo. Su agarré se volvió más fuerte alrededor de la muñeca del padre de Taiga.

Él se había puesto frente a Himuro, protegiéndolo con su cuerpo.

—Kiyoshi. Que coincidencia verte aquí —Nathaniel dijo.

Los gorilas que lo acompañaban intentaron acercarse para poner a Kiyoshi en su lugar, pero Nathaniel alzo su mano, deteniéndolos, luego tiró de su otro brazo para soltarse del agarre.

—No hay ninguna coincidencia. Esta cafetería le pertenece a mi novio.

—Sí, tu novio. Quien también es el jefe de Himuro.

—¿Insinúas algo?

El hombre se rio con desagrado.

—¿Sabes? No me extrañaría que tú estés involucrado en este asunto. Es más, estoy seguro de que eres tú quien está ocultándolo de mi.

No hubo necesidad de decir un nombre, era claro que estaba hablando de Kagami. El único motivo por el que ese tipejo iba a ese lugar siempre era por Taiga. A Kiyoshi se le removían las entrañas al saber que había sido tan imbécil como para aceptar seguirle el juego a ese desgraciado.

—Después de todo, el que más se beneficiaba si él desaparecía, eras tú.

Kiyoshi apretón los puños con fuerza.

—Que te quede claro algo, Nathaniel —pronunció su nombre con absoluto desprecio—, no tengo nada que ver en la desaparición de Kagami —el tipejo hizo una mueca de asco al escuchar el apellido de su esposa—, y aun si así fuera, el único motivo por el que lo ayudaría sería por su bien, para librarse de un maldito como tú.

Tatsuya, que se había mantenido al margen de la conversación, ya estaba harto de escuchar a ese desgraciado. Se hizo a un lado, poniéndose frente a Kiyoshi.

—¿¡Por qué no pones una denuncia, si es que tanto quieres encontrarlo, eh!? ¿¡Acaso no te das cuenta de que no tenemos idea de dónde está!? ¡Él está solo ahí afuera, corriendo peligro!

—¿Corriendo peligro, dices? —sonrió de medio lado—. Solo es un niño berrinchudo que se va de casa si las cosas no van como él quiere. ¿Por qué debería molestar a la policía por culpa de un niño malcriado? ¿Crees que corre peligro? Te apuesto a que la muy puta está muy feliz.

—¡Eres un maldito! —Kiyoshi tomó a Tatsuya de la cintura antes de que pudiera saltarle encima a ese sujeto—. ¡Taiga no es como tú! ¡Acepta de una vez que no quieres que descubran que eres una mierda que solo quiere vender a su hijo al mejor postor para salvar su maldito pellejo!

Hubo sorpresa en los ojos azules de Nathaniel, y luego algo que podía describirse como un pánico momentáneo, observó a los costados, pendiente de si alguien ajeno a la conversación los estaba escuchando. Por supuesto, los gritos siempre llamaban la atención de los transeúntes.

—Así que estabas escuchando ese día —Dijo con furia.

—¡Sí lo hice! ¿¡Y qué!? ¡Tú solo lo ves como un objeto! ¿¡Es por eso que insistes tanto en encontrarlo de repente, no!? ¿!Ya le encontraste un nuevo pretendiente!? ¿¡Es eso, eh!? ¡Por que claro, si no funciona con uno buscas a alguien más! Recuerdo claramente lo feliz que estabas cuando supusiste que Nash estaba interesado en él… ¿¡Sientes siquiera un poco de remordimiento, tú, maldito bastardo hijo de puta!?

Nathaniel apretó los dientes mientras sus puños se cerraban con ira. Sin embargo, sus ojos se fijaron en los desconocidos que observaban en la distancia el alboroto. Incluso si era una avenida lujosa, los ojos curiosos no eran ajenos a tan acalorada discusión.

Se acomodó el saco son enojo, dirigiéndole a Himuro una mirada furiosa y amenazante. Como respuesta, el chico lo miró con odio y sin inmutarse, claramente todo el respeto que alguna vez le tuvo había desaparecido.

—No pienses que vas a librarte de mi tan fácil —espetó el hombre—. Yo que tú tendría cuidado.

—No te atrevas a amenazarlo —Kiyoshi puso a Tatsuya detrás suyo, protegiéndolo de nuevo, mientras él daba un paso hacia el frente de forma amenazante.

Sinceramente se sentía culpable por no haber podido proteger a ese niño, Kagami, pero no pensaba dejar que le pusieran las manos encima a su hermano.

—Solo decía —el tipejo le dio una sonrisa mezclada de asco y superioridad—. Estaremos viéndonos.

—Púdrete, maldito —Himuro intentó pasar al frente de nuevo, pero Teppei se lo impidió.

Lo último que vieron de Nathaniel, fue su auto perderse lejos.

Entonces finalmente Himuro pudo respirar con normalidad, sin embargo, duró solo un momento, pues la rabia volvió una vez más a hacer de las suya. Maldito. Mil veces maldito.

Kiyoshi observó el estado alterado de Tatsuya, por lo que con suavidad lo empujó por la espalda hacía el interior de la cafetería. Dentro de esta, un aún más nervioso Junpei parecía haber acabado con sus uñas. Él estuvo a nada de salir y darle una lección a ese desgraciado hombre, una que recordaría toda su miserable vida. Sin embargo, no hizo falta pues Kiyoshi había hecho su entrada como un maldito caballero, así que por el momento dejó las cosas en sus manos.

Claro, la preocupación por Himuro no es que fuera a menguar. Cuando lo vió ingresar a él y Teppei, se apresuro a ir a ellos. Se le removió el corazón al ver al chico temblar de rabia.

Dejó el lugar a cargo a otro de los empleados y junto a su novio, llevaron al de ojos grises a una zona de descanso detrás de la cafetería.

—Iré por un vaso de agua, ahora vuelvo —Kiyoshi se perdió un momento. Hyūga asintió mientras guiaba a Himuro hacía uno de los sofás, lo hizo tomar asiento mientras no dejaba de acariciar con suavidad su espalda, tratando de tranquilizarlo un poco.

—Ese maldito bastardo —dijo, apretando los labios—. ¿Cómo puede ser tan hijo de puta con su propio hijo?... No lo entiendo, Hyūga… n-no…

Hyūga lo abrazó, escuchando como sollozaba.

Cualquiera que lo viera diría que Tatsuya estaba exagerando las cosas demasiado. Otros quizá estarían de lado de Nathaniel, en no seguirle el juego a Taiga creyendo que este solo era un niño rebelde que no podría sentar cabeza o tomarse algo realmente en serio, que se dejaba guiar por los impulsos y después solo desaparecía. Había huido dos veces del matrimonio. Quien sabía donde yacía haciendo lo que le diera la gana… y con quién. Ya lo había hecho una vez, no era de extrañar que lo hiciera una segunda.

Pero ellos, esas personas no conocían el contexto. No sabían lo que Nathaniel estaba haciendo con Taiga.

—No tienen ni i-idea —Himuro sollozó una vez más.

La puerta se abrió de nuevo y por ella cruzó Teppei con un vaso de agua en sus manos. Tomó asiento en el otro costado de Tatsuya y le ofreció el vital liquido mientras repartía un poco de consuelo sobre su hombro.

La primera vez que Taiga se había escapado, Himuro estaba enojado con Taiga, pero más consigo mismo. Se preguntaba si es que acaso había hecho algo mal para que su hermano no confiara en él. Había estado muy preocupado también. Sin ninguna idea de qué rayos estaba haciendo el chico allá afuera, solo. Que recordara no tenía amigos, ¿y cómo los tendría? Apenas acababa de llegar a ese país, no conocía a nadie.

Pero entonces, apenas unos pocos días después, le llegó un mensaje de su hermano. No explicaba mayor cosa de su ubicación, pero sí porqué lo había hecho. Y fue entonces que Tatsuya lo comprendió, su enojo y preocupación había menguado de sobremanera luego de ello:

«No puedo hacerle eso a Kiyoshi, Tatsuya. Hyūga y él están enamorados. No puedo lastimarlos de esa forma y vivir como si nada después de eso. No te preocupes por mi, estoy bien. Tengo dinero suficiente para un tiempo. De todos modos, solo serán unos meses hasta que las cosas respecto a la boda se calmen… papá seguro está furioso».

En su celular el mensaje aun continuaba guardado. Ese y otros tantos más que había estado enviando constantemente en el transcurso de esos meses en los que se marchó. Si bien era cierto que estaba lejos, esos mensajes que enviaba calmaban la pena de su corazón, pues sabía que se encontraba bien y a salvo. Solo… le hubiera gustado celebrar su cumpleaños número diez ocho junto a él, y no solo enviarle un maldito mensaje.

Y, sin embargo, en ese momento daría lo que fuera por al menos recibir y enviarle un jodido mensaje.

Cuando al fin volvió, Nathaniel estaba furioso y no pudo ocultar esa furia. Tatsuya había estado con su hermano, así que en su memoria estaba grabado el sonido del puñetazo que ese maldito hombre le había soltado a Taiga tan solo verlo, Himuro se había arrodillado junto a su hermano, abrazándolo y protegiéndolo de ese infeliz mientras lo veía con repudio y le soltaba todos los insultos que florecían en su mente.

No hubo ni un abrazo o alguna expresión que denotara que había estado preocupado por él. Solo golpes.

»—¿¡Con quién estabas!? —Le había gritado luego, sin embargo, no había esperado realmente una respuesta—. ¡Eres una puta! ¡Una puta igual que tu madre!

Taiga enfureció luego de toda la mierda que había salido de la boca de su padre, y tanto el como Tatsuya habían defendido a la madre del chico, pero Nathaniel solo los observó con burla.

»—Si crees que puedes desafiarme, estás tan equivocado, Taiga. Que no se te olvide gracias a quién estás aquí —y luego dijo algo, algo que Tatsuya incluso aún no lograba del todo entender—. Pude solo dejarte tirado en la basura, pero en cambio mírate ahora… si haces esto de nuevo, no seré tan benevolente como en esta ocasión —y luego solo se marchó de la habitación, dejándolos solos y de rodillas en medio de la alfombra.

Ese maldito y asqueroso hombre.

Tatsuya había estado confundido, endiabladamente enojado y jodidamente confundido, a diferencia de su hermano, que pareció haber entendido muy bien toda la mierda que ese tipejo había estado soldando. Sus ojos rojizos estaban marchitos, vicios. Himuro le había limpiado la sangre que escurría de su nariz y su labio con su propia ropa, mientras derramaba lagrimas por su hermano; y aunque Taiga no lloró, la tristeza y dolor que reflejó su mirada le hizo doler profundamente el corazón.

Solo era un niño, maldita sea. Un niño.

La segunda ves que escapó de la boda, Tatsuya quiso ir a agarrarlo de los cabellos mientras lo llevaba de regreso a casa. Porque no podía ser posible que lo hiciera una segunda vez sin siquiera volver a decirle, pero, para ser sincero, Tatsuya debió haberlo esperado. Oh, maldita sea, él debió haberlo sabido. Y, de hecho, lo sabía, en serio lo esperó, solo que no estaba tan alarmado igual que la primera vez pues sabía que Taiga contactaría con él luego. Aunque, claro, todo hubiera sido mejor si tan solo le hubiera pedido ayuda…

Pero los mensajes jamás llegaron. Himuro esperó y esperó, pero nada. Aun esperaba por esos malditos mensajes, rogaba a quien fuera que maldita sea lo escuchara, que Taiga estuviera bien y que le enviara un jodido mensaje de una buena vez.

Sin embargo, siendo sincero, estaba aterrado y seguro de que algo había sucedido. Taiga nunca le haría eso, preocuparlo de esa forma. Más que solo fuera extraño el que sus mensajes jamás llegaran, el cómo desapareció de nuevo era lo que en verdad le preocupaba.

La vez anterior, había escapado por una ventana, por lo que la puerta tenía seguro por dentro y de pasó había dejado una nota. Si bien el detalle de la puerta abierta no tenía mayor interés, pues indicaba que esta vez había optado por otra vía de escape; si que era curioso el cómo la perrilla estaba forzada.

No tenía sentido, habían dicho que la puerta estaba abierta cuando fueron a buscarlo, que al ingresar no había nadie más que una nota en medio de la mesa. Pero ¿entonces porque había signos de que forzaron la puerta? Más que eso, Himuro encontró su celular tirado detrás del sofá que estaba en la habitación, roto.

Y, por si fuera poco, estaba la maldita nota.

Escrita con una asquerosa letra que no era la de Taiga.

Maldita sea, todo era tan claro... Y aún así nadie dudó de que había escapado de nuevo. Nadie le creyó, excepto Teppei y Junpei. Y Nathaniel, ese maldito hombre, no quiso poner una orden de búsqueda. El hijo de perra, como si de una broma se tratara, de alguna forma había hecho que ninguna denuncia de desaparición procesara.

Tatsuya había ido a la policía, pero no quisieron tomarle la denuncia alegando que el mismo padre del chico había dicho que no estaba desaparecido, que solo estaba haciendo un berrinche, y la policía no iba a perder el tiempo en esas cosas. Incluso Kiyoshi y Hyūga habían ido… pero nada.

Kiyoshi al menos no se quedó de brazos cruzados y se había puesto en contacto con un investigador privado, pero de eso hacía tantos meses… era como si se hubiera desvanecido en el aire, no había nada, nadie lo había visto después de la maldita y fallida boda.

Y como si la vida estuviera empeñada en joder la existencia de su hermano, Himuro había descubierto porqué Nathaniel estaba tan empeñado en casarlo.

Había ido a su casa, para rogarle una vez más que al menos dejara que la denuncia por desaparición procesara y se abriera un caso. Tal vez la policía podía hacer algo. No estaba muy seguro, siendo sincero le tenía más fe al investigador privado y este no había encontrado nada; era solo que estaba desesperado y una ayuda extra era bien recibida.

Se abrió paso en la casa incluso si no tenía permitido el paso. Lo sentía por el mayordomo, pero le importó poco si es que fueran a reprenderlo. Creyó que lo encontraría pronto pues al entrar había hecho un alboroto, así que pensó que Nathaniel aparecería con pinta de prepotencia y su actitud de «eres menos que un insecto delante a mi», pero nada.

Así que Tatsuya fue al lugar que creyó lo encontraría fácilmente: su despacho, pero tampoco estaba allí dentro. Sin embargo, se adentró en este dispuesto a esperarlo hasta que se le diera la gana; solo que algo captó su atención… ciertos archivos sobre el escritorio.

Parecían importantes y no pudo evitar ojearlos un poco. Sinceramente no entendía del todo de qué iban, pero eran extraños. Parecía ser información sobre una auditoria, pero en lugar de un informe, habían dos. Había varios documentos e información detallada, solo que algo no cuadraba, y eso sin duda eran las cifras en ambos documentos.

Es decir, la información era exactamente la misma, pero con cifras diferentes en cada uno. 

Nathaniel parecía tener en su poder más ingresos de los que se estimaba debería.

Más curioso aún, Tatsuya estaba dispuesto a indagar muy bien el tema, por lo que sacó su celular para tomar algunas fotografías, sin embargo, no pudo tomar ni una sola puesto que entonces escuchó la voz de Nathaniel acercándose por el pasillo. Parecía estar hablando por teléfono.

Himuro pudo haber fingido que solo estaba esperando, pudo haber tomado asiento en el sofá y luego hablar de que dejara que la denuncia procesara. Pero no pudo hacerlo en cuanto escucho la voz de ese tipo tan cerca.

Se escondió en el balcón, procurando que no lo viera al ingresar, y que también pudiera escuchar la conversación telefónica.

Nathaniel abrió la puerta de golpe, y estaba furioso.

»—¡Escúchame bien, maldita perra! —gritó a la persona del otro lado de la línea—. ¡No me importa si tu jefe te dijo que no pasaras mi llamada, tú la vas a pasar y punto! Dile a ese imbécil que le conviene.

Tatsuya no sabría del todo decir que sucedió al otro lado del teléfono, pero cuando el tipejo padre de Taiga volvió a hablar, sonaba más alegre.

»—Al fin te dignas a tomar mi llamada —Himuro lo escuchó reír—. Sabes perfectamente quien soy, por algo no querías responder… —silencio durante un momento, era imposible saber qué decía la otra persona en la llamada—. Escucha, no me importa lo que esa zorra y tú hicieron en el pasado, ya obtuvo lo que se merecía; lo que me interesa ahora es hablar de negocios. Tengo una oferta que no te gustará rechazar.

Nathaniel escuchó lo que la persona decía con tranquilidad. Tatsuya, asomándose un poco desde el balcón, pudo observar como en su rostro la expresión de superioridad no se borró en ningún momento mientras revisaba los documentos en el escritorio. Ese desgraciado.

»—Eso dices ahora, pero luego de que conozcas a mi hijo… estoy seguro que cambiaras de opinión.

Himuro había sentido nauseas de solo escucharlo, un asco tan gran grande que no quiso continuar escuchando más. Afortunadamente en ese momento el mayordomo toco la puerta y abrió un segundo después, solo para informarle a su jefe que él, Tatsuya, había ido a buscarlo y que debería de estar por ahí, rondando la casa. Después del informe Nathaniel le ordenó se que largara, y luego al fin pudo retomar la llamada.

»—Me temo que tengo visitas, pero podemos reunirnos en persona para hablar correctamente de negocios. A pesar de todo eres un hombre sensato, estoy seguro que tomarás la decisión correcta.

Después de ello ya no pudo escuchar correctamente, su cabeza daba vueltas y quería vomitar… era un maldito, no, era peor que ello. Era un hijo de puta malnacido.

Esperó hasta que el tipejo hubiera salido, y aun unos minutos después, para al fin salir de su escondite y largarse cuanto antes de ese lugar. En algún punto, cuando pasó por el primer nivel, se topó con ese hombre, pero solo paso a su lado, ignorándolo totalmente y dejándolo detrás de si con una mirada de molestia después de haberlo golpeado con el hombro.

Más tarde, luego de haber vomitado su estomago en el baño de su apartamento, la duda continuaba carcomiendo su mente, por lo que llamó a Kiyoshi y le pidió verse. Apenas unos veinte minutos después, tanto el castaño como su novio estaban al otro lado de su puerta.

Luego solo fue explicar lo que había visto y escuchado.

»—¿Recuerdas exactamente qué decían los documentos? —Kiyoshi repreguntó luego de que terminara.

»—No se mucho acerca de esas cosas —dijo sincero—, pero creo saber lo suficiente como para entender que algo estaba mal en sus cuentas. Esos documentos… tenían cifras que no cuadraban, ganancias muy elevadas para los proyectos a los que según correspondían.

Kiyoshi se había quedado en silencio, parecía estar recordando algo porque hubo un momento en el que su entrecejo se frunció de sobremanera, después cerró un segundo los ojos y al abrirlos, dijo:

»—Nathaniel estaba muy interesado en invertir con mi padre —comenzó—. Normalmente el matrimonio sería una forma de unir su empresa con la nuestra y obtener mayores ganancias como socios, pero él quería invertir. De hecho, parecía algo demasiado interesado en ello, aunque particularmente no necesitamos inversionistas con los buenos resultas en los números.  En algún momento creí que parecía sospecho y lo comenté con mi abuelo, pero él no le dio importancia.

»Mi abuelo y él habían hablado estrechamente del porqué Nathaniel quería que me casara con Kagami. Según no quería que su hijo se estresara con esas cosas, pues él estaba interesado en el baloncesto profesional y desde luego apoyaba a su hijo en su decisión —Tatsuya había soltado un bufido al escuchar eso—. Pero a pesar de ello necesitaba un sucesor y siendo sincero no quería que su único hijo estuviera con cualquiera.

»Dijo que sabía que yo era un buen hombre y que seguramente haría muy feliz a Kagami, también dijo que fue él quien lo había propuesto…

»—¡Eso es una mentira! —Himuro estalló.

»—Me doy cuenta claramente.

»—¡Ese maldito mentiroso! ¡Fue él quién lo estaba obligando!... No sé con qué, pero era algo suficientemente fuerte como para que mi hermano aceptara. Aunque al final no pudo hacerlo por ustedes —sus ojos grises lucían tristes. Hyūga se acercó a él para darle algo de consuelo.

»—Supe de inmediato que era mentira lo de apoyarlo, cuando nos conocimos lucía triste creyendo que tendría que dejarlo todo, su pasión. Fue por ello por lo que hablé con él y le dije que no permitiría que se alejara de algo que amaba.

»Algo siempre me incomodó en la actitud de Nathaniel, pero mi abuelo no veía ningún problema. Prácticamente quería invertir con nosotros y además de ello, hacerme su representante legal, dejarme a cargo de todo como su futuro yerno…  a mi abuelo eso le parecía fascinante, a mi algo totalmente absurdo.

»Pero, si tengo razón respecto a lo que me cuentas, entonces todo tendría sentido.

»—¿A que te refieres? —fue Hyūga quien cuestionó, arrugando el entrecejo. Tatsuya prestó total atención a la respuesta del castaño.

»—Creo… no, estoy seguro, que quería encubrir transacciones ilícitas en su empresa, y posiblemente usarme como chivo expiatorio. 

Lo que siguió luego de sus palabras fue una extensa retahíla de insultos por parte Hyūga y Tatsuya, indignados, furiosos. Himuro estaba tan enojado que su rostro se puso totalmente rojo mientras los insultos y maldiciones dirigidos hacía ese sujeto que se hacía llamar padre de Taiga, brotaban de sus labios sin detenerse.

Sus puños se apretaban con fuerza, sintiendo que podía llorar de la cólera y de la impotencia.

No le importaba Taiga en lo más mínimo. Estaba dispuesto a usarlo a su conveniencia sin tentarse el corazón, sin remordimiento alguno. Solo dándoselo al siguiente imbécil en su lista para poner a salvo su maldito pellejo. Y no quedó duda de ello, cuando unos días después Nathaniel se apareció en su nuevo trabajo exigiéndole le dijera dónde estaba Taiga.

Su plan ya estaba preparado, solo faltaba la pieza principal.

Malnacido.

Incluso si Tatsuya supiera dónde se encontraba su hermano, preferiría cortarse la lengua antes de decirle a ese tipejo su ubicación. Estaba realmente loco si creía que Himuro podría traicionarlo de esa forma. Él sí quería a Taiga.

—Estoy más tranquilo —anunció, volviendo de sus pensamientos.

Hyūga y Teppei se observaron a los ojos un momento, ambos habían estado ya fuera acariciando su espalda, o su cabello para que se calmara un poco. Aunque entendían que fuera difícil para él toda esa situación.

El chico de ojos grises aceptó el agua que Teppei había ido a traer, le dio un sorbo, y luego otro y otro. No había notado cuan reseca tenía la garganta hasta que el vital liquido se había resbalado de sus labios hacía adentro. Los novios se mostraron aliviados de verlo más tranquilo.

Tatsuya les agradecía tanto a ellos dos. Cuando Taiga escapó la primera vez, y después de haber enviado el primer mensaje, él no perdió tiempo en hablar con Teppei. Realmente aceptaba que era un buen hombre, y si bien lucía aliviado de que la boda no se había llevado a cabo, también estaba preocupado genuinamente por su hermano.

De todos modos había sido su prometido, y al menos él necesitaba saber qué había ocurrido.

De alguna forma fue algo sorprendente el cómo se había sonrojado luego de terminar de leer el mensaje donde hablaba del porqué se había escapado. Al parecer Teppei creía que ocultaba muy bien su amor hacia Hyūga, fue una total sorpresa para él el saber que Taiga lo había descubierto. Y más que solo descubrirlo, había realmente escapado para que él no tuviera que casarse con alguien a quien no amaba.

Aparte de ello, y fue aún más sorprendente puesto que Kiyoshi realmente lucía como alguien muy inteligente, fue el hecho de que no había comprendido del todo el mensaje de Taiga. Sí, entendió que habían sido descubiertos sus sentimientos… pero no que era correspondido.

No hasta que Tatsuya le había dicho que más le valía hacer algo respecto a ello, pues no iba a dejar que los esfuerzos de su hermano se vieran desperdiciados. Los muy tontos habían sufrido creyendo que no eran correspondidos, de ninguna forma dejaría que continuaran siendo unos tarados y se hirieran a si mismos.

Al final todo resultó perfectamente bien para ellos, y un anillo de compromiso yacía ahora en el dedo de Hyūga; a pesar de la fuerte oposición que el abuelo de Kiyoshi había mostrado y cierto chantaje emocional que había usado. La idea de unir empresas con Nathaniel sonaba muy jugosa, eso y que incluso Teppei sería representante legal de este. 

Kiyoshi de verdad era un buen hombre, y sentía que le debía demasiado a su abuelo, así que había sido realmente difícil para él, pero también era tonto, por lo que hab…

De repente, su teléfono vibró en el bolsillo, sobresaltándolo un poco. Entonces recordó que antes también lo había hecho; no creyó que fuera un problema en ese momento por lo que lo sacó para verificar de qué se trataba. La notificación que acababa de llegarle era, como imaginó, mensajes de actualizaciones disponibles o publicidad. Tatsuya trató de no lucir demasiado decepcionado.

Sin embargo, las primeras notificaciones que le habían llegado sí que eran diferentes. Varios mensajes de WhatsApp, mensajes de un número que no tenía agendado.

Sintiendo que su mundo daba vueltas y su corazón latió en su garganta, no perdió tiempo en verificar de qué iban. La decepción se apoderó pronto de su mente de nuevo, solo para luego sentir un nudo en la garganta.

El número tenía una foto de perfil de dos manos formando un corazón. Era algo tierno. Al abrir la conversación se había topado con una serie de fotografías y un par de vídeos de… Atsushi.

También había un mensaje de texto que, sinceramente, no tenía ningún ánimo de leer. Se sentía agotado física y mentalmente, no era justo que Atsushi continuara rompiendo su corazón de esa forma.

Bloqueó su teléfono y lo guardó de nuevo en su bolsillo, sin darle ninguna oportunidad.

Sin embargo, la tristeza no desapareció de su corazón. Himuro había intentado convencerse a si mismo de que quizá estaba siendo un poco cruel con el enorme chico; él había estado llamándolo en repetidas ocasiones y su voz se escuchaba tan triste… pero esos intentos habían sido en vano. Atsushi en ningún momento se había disculpado y, siendo sincero, Himuro no esperaba que lo hiciera. Atsushi no tenía idea de qué había hecho mal, más que eso, él no creía haber hecho algo mal.

De todas las personas, Tatsuya había esperado que el primero en apoyarlo fuera Murasakibara. El chico de cabellos morados había sido testigo en primera fila de sus miedos y desesperación por su hermano. Había hablado con él, explicado porqué estaba tan asustado.

¡Por dios! ¡Alguien le había hecho daño a su hermano y no tenía una maldita idea de quién podría ser, y mucho menos sus malditos motivos para ello! Nada llegaba a su mente incluso si ya se había martirizado de tanto pensarlo una y otra vez.

Atsushi lo había escuchado atentamente aún cuando solía ser tan desinteresado en todo excepto en sus postres y chucherías... Tatsuya nunca esperó las palabras que salieron de sus labios cuando le explicó lo que habían descubierto con Teppei y Hyūga.

»—Muro-chin es lindo —había dicho, con cara de concentración mientras comía un pedazo de pastel recién incluido en el mostrador de su tienda—, pero tan exagerado —añadió luego, el de ojos grises había sentido su estomago revolverse—. Es aburrido, solo hablas de eso todo el tiempo, estás volviéndote molesto.

Y ahí lo supo, Murasakibara en todo momento había estado del lado de Nathaniel y los que habían dicho que Taiga era un niño berrinchudo e impulsivo que huía de las responsabilidades que él mismo había aceptado, haciendo lo que se le diera la gana y solo desperdiciando el dinero invertido en la boda y el tiempo de todos.

No lo había dicho exactamente con esas palabras, pero dolió como si lo hubiera hecho. Y, en todo caso, si no pensaba de la misma forma que esas personas, su comportamiento era incluso peor. Porque si Atsushi pensaba que era molesto escucharlo hablar de lo mismo, eso quería que en realidad no le prestaba atención cuando creía que lo hacía, solo fingía.

Quien sabía qué cosas pasaban por su cabeza cuando escupía sus miedos y preocupaciones frente a él. Había pensado que lo entendía, que cuando lo abrazaba repentinamente era para darle consuelo… pero quizá en realidad solo lo hacía para que ya se callara de una buena vez, pues ya estaba harto de tanto escucharlo.

Himuro soltó una risita irónica, triste. Él creyó, en serio llegó a pensar que tenían algo, o al menos que algo podía darse; por ello fue que dolió incluso más.

Y ahora, ahora solo se sentía tan decepcionado.

 

~•§•~

 

—¡Tsk! —Fresita chasqueó la lengua, decepcionado al ver que no había obtenido respuesta en sus mensajes hacia Muro-chin.

Satsuki pegó un brinquito ante el poderoso sonido que hizo su lengua y dientes, ella yacía a su lado ayudándolo a preparar el almuerzo, y por ayudar se refería a pasarle algún utensilio o condimento que necesitase; con pesadez ella admitía que, si metía su mano en ellos, la comida se convertiría en una potencial arma de destrucción masiva… para el estómago de cualquiera.

—¿Malas noticias? —preguntó al ver su expresión abatida.

—Algo así —suspiró—. Muro-chin es peor que Chihiro.

—¿Lo es? —Momoi soltó una risita—. No conozco mucho a Himuro-kun, pero las veces que lo he visto con Mukkun parecía un chico muy agradable. En realidad, no creo que ni él ni Chihiro-kun sean chicos problemáticos.

—No me refiero a eso —sin ganas, Fresita guardó de nuevo su celular—. Es solo que cuando hablé con Chihiro, él estaba muy interesado en saber quién era yo y mi relación con Seimei… pero Muro-chin, él me dejó en visto.

—¿Quién te dejo en visto? —Aomine hizo su entrada mientras dibujaba en sus labios una sonrisa sensual.

—Chihiro-kun/Muro-chin —Satsuki y el peli-rojo dijeron al mismo tiempo.

Daiki les sonrió a ambos. Sin embargo, Momoi lo vio ir directamente hacía Fresita, él le dio un beso de piquito en los labios y luego lo abrazó por el cuello atrayéndolo hacia su musculoso cuerpo, solo para después darle otro besito en la sien.

Ellos comenzaron a hablar, pero Satsuki decidió ignorar un momento su conversación y solo dedicarse a observarlos. Una sonrisa sincera y sumamente tierna se dibujó en sus labios, y un sentimiento profundo inundó su pecho de orgullo.

Nunca creyó llegaría el día en el que vería a Dai-chan así de enamorado. Siempre lo quiso para él, pero no pensó que en verdad una persona llegaría a cautivarlo tan profundamente. Pero allí estaba, y no solo era él. La forma en la que ambos se veían, el cómo su atención solo estaba en el otro mientras sus ojos brillaban hermosamente.

Satsuki tenía un corazón romántico, además de que sentía un sincero amor hacía Aomine, era su mejor amigo, su hermano. Casi podía ponerse a llorar de la felicidad.

—¡Pero no me voy a dar por vencido! —Fresita declaró, enérgico.

—Esa es mi langosta testaruda —Aomine tenía una sonrisa orgullosa en la cara.

—¿Quién rayos es una langosta? —el peli-rojo le dio un golpecito en el pecho a su novio de manera cariñosa. El peli-azul sonrió, en sus ojos azules había un brillo de adoración.

En definitiva, Momoi podría llorar.

—¿Estás llorando? —Daiki preguntó de inmediato.

—… Sí.

—¿Por qué? —Aomine sonrió divertido, pero no en burla.

—Ya no soy la persona más importante en tu vida —dramatizó. Ella estaba bromeando, pero había algo de verdad en sus palabras.

Aomine le sonrió algo malévolo antes de ir hasta ella y abrazarla con fuerza mientras la alzaba en el aire y daba vueltas. Satsuki soltó un pequeño gritito de sorpresa, pero este pronto fue reemplazado por una linda sonrisa. Él la puso de nuevo en el suelo, entonces la tomó de las mejillas y le dio un beso en estas que resonó en toda la cocina de forma exagerada.

—¡No me llenes de babas, Dai-chan!

Cerecita los veía con una sonrisa tierna y divertida, mientras se cruzaba de brazos.

—Sé que no suelo decirlo, Satsuki, pero siempre serás la mujer más importante en mi vida, eres mi hermana.

Momoi quería llorar de nuevo.

Era cierto, él no solía decirlo y tampoco demostrarlo mucho, de hecho, no era tan cariñoso y tenía una personalidad difícil. Sin embargo, él estaba cambiando, y eso era gracias a Fresita. Las nuevas facetas de Aomine a veces la hacían creer que estaba alucinando, no era malo, solo difícil de creer considerando cómo era en el pasado. Pero podía acostumbrarse, ella estaba feliz de hacerlo.

Un Dai-chan sonriendo con verdadera alegría era un espectáculo increíble de ver. 

Al final, Daiki terminó abrazándolos a ambos por sí Fresita se sentía celoso y declaró que había suficiente Aomine Daiki para ambos, solo que Cerecita era el único que podría disfrutar de los placeres carnales que él tenía para ofrecer.

—Tengo más en mi repertorio que solo lo de anoche, bebé —dijo, guillándole un ojo.

—Eres un imbécil pervertido —el peli-rojo había terminado totalmente sonrojado, por lo que luego le dio un codazo en las costillas aprovechando que lo tenía tan cerca.

Su novio era un maldito sinvergüenza.

 


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