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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Nuevo capítulo. 

Los personajes le perteneces a Tadatoshi Fujimaki.

 

UNKNOWN
—Capítulo 27—
Akashi Shiori

 


Takao tenía una sonrisa en el rostro, y era tan resplandeciente, que Midorima estaba realmente tentado a detenerse frente a alguna tienda y comprar anteojos oscuros. Era como si el mismísimo sol brillara a su costado y llenara su corazón de un calor rico, de un sentimiento que lo hacía sentir que flotaba sobre una superficie muy suave.

Ellos estaban en el auto del de anteojos, Kazunari en el asiento de copiloto. Era de mañana y avanzaban en la autopista con dirección hacía la casa del de cabellos negros... y Shintarō mentiría si dijera que no estaba tan nervioso que hasta podría vomitar. Sin embargo, que ninguna duda quedara de que estaba totalmente seguro de lo que estaba haciendo.

Lo había entendido, por fin se había dado cuento luego de esos días interminables de agonía por el noviazgo de Takao y Kasamatsu. Era un imbécil, un total idiota.

Ver al chico que amaba con alguien que no era él fue como si cayera sobre cientos y cientos de lanzas de puntas afiladas que atravesaban sin piedad hasta su propio ser. No había sido nada lindo, había sido horroroso y no estaba dispuesto a que continuara de esa forma. Quería a Takao a su lado. Quería que sus besos fueran solo suyos. Quería hacerlo sonreír con esas sonrisas que iluminaban su rostro y lo hacían lucir aún más hermoso de lo que ya lo era.

Cuando fueron a ese bar, para que Aomine y el de cabellos rojos tuvieran su cena romántica, había sido una verdadera tortura, una más de las tantas que había soportado ya.

Takao estaba hermoso, como siempre lo había sido. Bailó con Yukio toda la noche, y bebieron, charlaron y sonrieron y se veían felices. Y también lucían tan hermosos juntos. Admitirlo para sí fue lo más duro que Midorima pudo hacer... y dolió tanto.

No pudo hacer más que emborracharse mientras se repetía una y otra vez que era lo que se había buscado al ser tan cobarde y no poder ser sincero con su madre, y sobretodo con Akashi.

No quería casarse con él.

No quería casarse con nadie que no fuera Takao Kazunari.

Pero ya estaba con alguien más. Era demasiado doloroso saber que sus sonrisas no eran dirigidas hacía él.

Shintarō era un pésimo bebedor, y aun así había estado emborrachándose esos días porque necesitaba algo que llenara el agujero negro que crecía en su pecho. Además, quizá borracho obtendría más valor para hacer lo que debió hacer desde el inicio. Negarse a ese absurdo y tonto matrimonio. Tal vez ahora ya no importaba porque Kazunari estaba con Yukio, pero no iba a dejar que pasara un día más con ese estúpido compromiso. No quería hacerlo, no iba a hacerlo, y si su madre en verdad lo amaba, tendría que entender que el único que decidía sobre su vida, era nadie más que él mismo.

En su estado de ebriedad, sus pensamientos aún dominaban. Sus verdaderos deseos. Así que cuando estuvieron de vuelta en la casa, no pudo mantenerse callado y decidió ir a hablar con su madre. Por supuesto no lo dejaron, y agradecía eso, porque si decidía conducir en ese estado de ebriedad, posiblemente hubiera terminado con el auto dentro de la piscina.

Además, de haberse marchado, se hubiera perdido del mejor baño de burbujas que había tenido en toda la vida. Y no era como si se hubiera bañado con algún jabón especial o aromatizante. Lo verdaderamente fantástico fue el hecho de recuperar la consciencia y toparse con la sonrisa de Takao mientras le lavaba el cabello.

Midorima no tenía los anteojos de adorno, desde luego que tenía problemas en la vista, pero cuando la lucidez volvió a su cuerpo en ese cuarto de ducha mientras estaba metido en la tina, su visión al ver a Kazunari jamás había sido tan clara ni siquiera cuando usaba sus anteojos.

Fue como una aparición divina. Una criatura tan hermosa sonriéndole amablemente.

No pudo hacer más, mas que observarlo totalmente embobado. La borrachera había desaparecido en su mayoría, pero aún había alcohol en su cuerpo, decidió que simplemente culparía a ese hecho el que se quedara quieto y solo disfrutara de las manos de Takao masajeando su cuero cabelludo, o cuando sus dedos tomaron la esponja y tallaron su pecho y espalda.

En algún momento se preguntó si es que acaso estaba soñando, porque desde hacía demasiado tiempo Takao no le dirigía miradas tan amables. Seguro lo odiaba tanto por haberle roto el corazón... pero entonces allí estaba. Él era tan hermoso, tan bello y deslumbrante, pero sobretodo, amable. ¿Cómo podría Shintarō no haberse enamorado de él?

Que idiota había sido.

Cuando el baño terminó, Kazunari lo llevó hacía la cama, donde secó sus hebras verdes con una toallita más pequeña. Le había puesto a él una bata y lo hizo sentarse en la alfombra junto al colchón, mientras el pelinegro se sentaba detrás de él en la cama y frotaba sus cabellos húmedos. Midorima se había sentido como un gato mimado. Su corazón no dejaba de latir desbocado dentro de su pecho.

»—Duerme un poco, Shin-chan —Takao le susurró mientras lo recostaba en la cama, arropándolo y sonriéndole.

Hacía tanto que no lo llamaba de esa forma, que si quiera le hablaba con cariño, que el de anteojos había sentido una fuerte presión en el pecho al imaginar que, cuando despertara, todo pareciera como si hubiera sido solo un hermoso sueño. No quería que las cosas volvieran a ser igual que antes. Era doloroso, era sofocante.

»—No te vayas —su mano, antes de darse cuenta, había viajado hacía la muñeca de Takao, sosteniéndola con delicadeza—. Por favor, no te vayas-nanodayo.

Takao lo miró a los ojos durante eternos segundos, y Midorima creyó por un momento ver en esos hermosos ojos azules algo de esperanza. ¿Por qué? ¿Por qué tendría esperanza? Luego creyó que estaba viendo cosas que no eran, solo era su corazón que lo anhelaba. Se arrepintió entonces de pedirle que se quedara, seguramente para Kazunari sería una molestia, y también podría ser que Yukio estuviera enojado... ellos eran pareja después de todo.

Soltó su muñeca al mismo tiempo que desviaba la mirada y sentía como su corazón se llenaba de desdicha, pero antes de que dijera palabra alguna, Takao tomó su mano de prisa y dijo:

»—Claro que sí, Shin-chan —la sonrisa en sus labios había sido hermosa, sus ojos brillaban emocionados—. Me quedaré a tu lado —susurró con dulzura.

Midorima creyó que velaría por él hasta que se quedara dormido y luego se marcharía. Quizá tomaría asiento en la cama solo un momento. Sin embargo, grande fue su sorpresa al verlo alzar las sabanas y recostarse a su lado, acurrucándose a su brazo. Había sentido su rostro arder al tenerlo tan cerca, al sentir su calor contra su cuerpo, y su corazón había comenzado a latir tan deprisa que lo sentía latir en su garganta; probablemente Kazunari podía escucharlo latir desenfrenado.

«Que no sea un sueño -rogó-. Por favor que no sea un sueño». Aunque, de serlo, sería el sueño más maravilloso que haya tenido alguna vez.

Había dormido plácidamente con él a su lado. Y luego, horas después, cuando despertó, Takao reposaba sobre su brazo mientras se abrazaba a su cintura, dormido aún. Ambos se habían dejado arrastrar por Morfeo. Midorima tardó un segundo en procesar la situación y recordar todo lo que había pasado horas antes.

Despertar con Kazunari a su lado fue hermoso, él era hermoso, era precioso. Tan bello que no sabía exactamente cómo describir cuan magnifico era.
Se había tomado un momento para contemplar su rostro dormido. Lucía tan sereno y lindo. Demasiado lindo. Sus manos no pudieron quedarse quietas y antes de darse cuenta, sus dedos acariciaban dulcemente la piel de su mejilla, sacándole un lindo suspiro. Takao se removió contra su cuerpo, abrazándose aún más a él.

Entonces sintió una mirada sobre su cuerpo. Sus ojos verdes de inmediato buscaron en la habitación, no tardó nada en encontrarse con la mirada molesta de Kasamatsu. Él lo veía desde el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, y su entrecejo fruncido.

Shintarō intentó enderezarse, pero Takao lucía tan hermoso y calmado mientras dormía, que no quiso despertarlo.

»—No es lo que piensas-nanodayo —dijo rápido.

»—¿Y qué se supone que es entonces, si no lo que pienso? —el entrecejo de Yukio estaba profundamente mercado, y apretaba los dientes mientras hablaba.

Midorima intentó explicarse, echarse él toda la culpa, porque era cierto. Había sido él quien pidió a Takao que no se marchara y se quedara a su lado. Lo último que quería era que se metiera en problemas por su culpa.

Kasamatsu lo había observado sin perder su semblante molesto. Y luego hubo un momento en el que se alejó de la puerta y caminó hacía ellos, que aún yacían en la cama. Shintarō se había puesto totalmente rígido ante su mirada severa, estaba totalmente al tanto que el chico tenía su carácter. Si él decidía lanzarle un golpe, el de anteojos no iba a esquivarlo. En realidad, hasta podría agradecerle. Sin duda alguna lo merecía.
Pero en lugar de ello, Yukio le regaló una sonrisa al estar a su lado.

»—No estamos saliendo —dijo, y Shintarō quedó totalmente en blanco—. Él solo estaba tratando de darte celos, imbécil.

Midorima no pudo decir nada, no pudo hacer más que observar estupefacto a Kasamatsu. El agujero negro que de a poco succionaba su ser se detuvo de golpe, solo para después comenzar a funcionar de nuevo, pero en reversa. La esperanza que el de ojos verdes había perdido ya, lo cacheteó con fuerza y le gritó que era un idiota y un grandísimo imbécil, pero que aún así tenía una oportunidad con Kazunari.

Un sonido escapó de su garganta, un ruidito que sonó como un jadeo de sorpresa y un sollozo.
Yukio había resoplado al mismo tiempo que sonreía.

»—No vayas a cagarla de nuevo... o te voy a romper los anteojos cuando te estrelle la cara contra la pared, y luego te daré una paliza —le advirtió con total seriedad, antes de darse la vuelta y salir de la habitación.

Pero antes de cerrar la puerta se detuvo y giró sobre tus tobillos. Shintarō lo observó señalarse los ojos con los dedos índice y medio, y luego señalarlo a él un par de veces, como diciendo: Te estoy vigilando. Entonces finalmente cerró la puerta y se marchó.

Midorima había quedado un momento desconcertado, pero no tenía dudas de que Kasamatsu cumpliría su advertencia, así que un escalofrío le recorrió toda la espalda. Pero entonces, luego de ello, había sonreído tan ampliamente como nunca lo había hecho, que hasta había terminado con el rostro adolorido.

Lo que siguió después fue él levantándose a toda prisa, ya sin importar si despertaba a Takao, de todos modos tendría que interrumpir sus sueños así que estaba bien, aunque tampoco es como si se hubiera levantado sin nada de delicadeza. De todos modos, lo que hizo que Kazunari despertara por completo fue el fuerte golpe seco que resonó en la habitación, provocado por el enorme cuerpo de Shintarō al caer fuertemente contra la alfombra luego de que se levantara tan rápido, que pasara llevándose las sábanas y estas obstaculizaran sus piernas al querer avanzar.

Al asomarse a un costado de la cama, preocupado mientras se tallaba los ojos, Takao se topó con la escena de Midorima peleando con las cobijas al querer levantarse. Y la escena era tan graciosa que no pudo evitar burlarse, aunque se cubrió de inmediato los labios creyendo que el de anteojos estaría tan avergonzado que seguramente estaría molesto y soltaría algún insulto.

Pero enorme fue su sorpresa cuando Midorima se puso de cuclillas frente a él, sonriéndole. Y oh, carajo, se veía brutalmente guapo, tan malditamente atractivo. El solo hecho de que sonriera tan abiertamente ya era de por si un suceso de lo más irreal, sin embargo, lo que dejó a Takao flotando un momento en el cosmos fue la frase que le siguió a dicho gesto:

»—Te ves tan hermoso cuando sonríes-nanodayo. 

Kazunari entonces escuchó a una rata chillar en la habitación, sin embargo, no vio ningún roedor correr por ahí, así que llegó a la conclusión inequívoca de que había sido él quien había hecho ese sonido tan patético.

Shintarō sonrió una vez más antes de al fin liberarse de las sabanas, y de inmediato fue al armario en busca de algo que ponerse, no sin antes chocar con la puerta de este pues en realidad no veía muy bien.

Y sin embargo a Takao lo había visto tan claramente.

Se apresuró a vestirse sin importarle que Takao estaba en la habitación y podía verlo totalmente desnudo. Y no era como si hubiera sido un problema, puesto que Kazunari se había quedado tan perdido en el infinito luego de que Shintarō lo alagara y le sonriera, que simplemente no había prestado atención a nada más.

Finalmente, vestido y con nuevos anteojos en su rostro, urgió a Kazunari en que debían marcharse de prisa. El de ojos azules había salido de su trance solo para no entender para nada la situación, pero se dejó guiar por el de cabellos verdes luego de que lo tomara de la mano y le dijera que tenían que marcharse rápido.

Y, claro, aunque Takao estaba más que dispuesto a ir al fin del mundo con él, estaba totalmente desconcertado por todos los recientes sucesos, así que, en medio de la sala se soltó del agarre lo más suave que pudo y exigió a Shintarō una explicación. Pero Midorima al verlo ahí de pie en medio de la sala, solo había dicho:

»—Vamos, Takao, iré a hablar con mis padres-nanodayo —que era lo que había estado pensando desde el día anterior y de lo cual la mayoría era consciente. Sin embargo, había una razón más importante que el hecho de romper el compromiso que tenía con Akashi—. Necesito que me acompañen a pedir tu mano-nanodayo —y esa sin duda era el comprometerse con quien de verdad amaba.

Por supuesto, ese era Takao Kazunari.

—Shin-chan —el chico sol dijo a su costado, haciendo que volviera de sus pensamientos en los cuales no sabía cuanto tiempo llevaba perdido.

—Dime-nanodayo.

_¿No bajaras del auto? —Takao le sonrió, totalmente enternecido.

—Oh.

Realmente estaba tan perdido en sus recuerdos que no había notado que el auto estaba detenido en la acera frente a la casa de Kazunari. Por el espejo retrovisor pudo ver que el auto de sus padres también estaba estacionado.

Por la mierda, en serio estaba pasando.

Su pierna no se quedaba quita y las manos sobre el volante le sudaban, por no decir que su corazón parecía desesperado por romper sus costillas y salir de su pecho. Ni siquiera cuando habló con su madre se había sentido tan malditamente nervioso, aunque esa conversación había salido mejor de lo que hubiera pensado.
.
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Cuando Shintarō cruzó por la puerta principal de la mansión de los Midorima, una casa majestuosa, lujosa; tomando la mano de Takao con seguridad y determinación, lo primero que vio no fue al mayordomo, aunque él estaba a un costado, sino a su madre sonriéndole con cariño.

Ella era una mujer muy hermosa y elegante, de cabellos verdes, largos y sedosos, y ojos dorados que eran enmarcados por un par de anteojos. Su hermana menor, Kyomi, se parecía mucho a ella, y tenía sus ojos dorados, solo que sus cabellos eran negros, como los de su padre.

Al verla allí de pie y dando la sensación de que había estado esperándolo, Midorima supo que ella sabía porqué había ido a verla en medio de sus vacaciones. Además, tampoco era si fuera difícil el saberlo, no cuando había llegado de la mano de Takao.

—Hola cariño —ella fue hacía su hijo y lo saludo con un abrazo y beso en la mejilla. Midorima tuvo que inclinarse pues ella era mucho más baja que él.

—Hola, madre.

La mujer volvió la mirada hacía Takao, sonriéndole de la misma forma amable que lo había hecho hacía su hijo.

—Hola, querido.

—Hola, Señora Midorima.

—¿No habíamos quedado en que me tuteases? —dijo de forma amable. Era una persona muy dulce.

Takao carraspeó la garganta, sus mejillas se habían sonrosado.

—Hola, Kaori.

Kaori sonrió complacida.

Ella les pidió que la siguieran, el mayordomo detrás de ellos, y rápidamente los guio hacia la parte trasera de la mansión, donde un hermoso jardín perfectamente cuidado y lleno de rosas blancas se encontraba. Caminaron unos cuantos metros adentrándose en este, hasta que llegaron a un pequeño y bonito quiosco adornado de enredaderas y florecillas de varios colores. Tomaron asiento, los tres alrededor de una bonita mesa, y entonces Kaori le pidió amablemente al mayordomo que les llevaran algunos bocadillos y té.

—En seguida, Señora —el hombre dijo, era alguien mayor, en sus cabellos castaños las canas por la edad eran visibles.

—Gracias, Kenjirō.

Kenjirō hizo una reverencia antes de marcharse. Lo observaron perderse en la distancia, y cuando lo vieron entrar en la mansión, Shintarō habló:

—Madre, yo...

—Espera, Shin —Kaori lo interrumpió de prisa, llamándolo con el mote cariñoso con el que lo llamaba de niño, «Mi dulce Shin».

La sonrisa amable de su rostro de pronto había desaparecido, en su mirada dorada tan solo se podía vislumbrar pena y frustración. Se tomó un par de minutos para ordenar sus pensamientos y calmar su corazón agitado.

Junto a Shintarō, Takao entrelazó sus dedos con los de él con algo de fuerza. El de cabellos verdes sintió su nerviosismo a través de su toque.

Finalmente, luego de una honda inhalación, Kaori habló:

—Lo siento, Shintarō —fue lo primero que sus bonitos labios pronunciaron, nada más que llenos de arrepentimiento-. Lo que te hice ninguna madre debería hacerlo jamás, y tendré que vivir con ello toda mi vida.

—Madre...

—No tengo ninguna justificación —continuó ella, negando con la cabeza—, actué de manera egoísta, sin tomar en cuenta tus sentimientos. Solo pensaba en aliviar un poco el desconsuelo que atormentaba el corazón de Shiori. Y también el sentimiento de impotencia que sentía por no poder hacer nada por ella.

Shiori no solo fue su mejor amiga desde la infancia, ella era como su hermana, su familia. A su lado guardaba cientos, miles de recuerdos de toda una vida juntas. Risas, llantos y alegrías. Momentos absolutamente inolvidables e irremplazables.

Cuando ella supo de la infidelidad de Masaomi, su tracción hacía su familia, se derrumbó. Aún recordaba su rostro cuando fue a buscarla a su casa: Sus mejillas empapadas de lágrimas, sus ojos y mejillas enrojecidas por el llanto, todo el maquillaje corrido; sus cabellos despeinados, su ropa siempre perfectamente arreglada yacía arrugada y sucia... sus hermosos zapatos favoritos rotos del tacón.

Ella había caminado sola en medio de la noche.
Shiori había tenido un ideal en el amor, era alegre, soñadora y romántica, en sus ojos castaños siempre hubo un brillo tan hermoso, y cuando su cabello rojizo se ondeaba al viento, era como si se tratara de una visión divina. Cuando sus padres le dijeron del matrimonio con Masaomi, sintió su mundo derrumbarse, no quería casarse sin amor, ella soñaba con tener un romance de película, cursi y cliché. Sin embargo, eventualmente ella cayó ante su esposo.

Él siempre fue un caballero, nunca la trató mal y la respetaba, también era carismático, y realmente fueron buenos amigos, fueron confidentes, estaban en el mismo barco después de todo. Masaomi era un buen hombre, pero no la amaba, aunque ella se esforzó porque lo hiciera. Shiori siempre confió en él, le dio su espacio, pero también hizo su lucha por conquistar su corazón.

Y luego pareció que todos esos esfuerzos habían dado sus frutos. Una noche, luego de una cena que Shiori se había esforzado en hacer y en decorar el lugar para que fuera una agradable velada entre ella y su esposo, él se le quedó observando mientras sonreía y cuando ella lo notó y preguntó si sucedía algo, él le sonrió y le dijo que era hermosa, y luego la besó.

Esa noche fue muy especial, y fue la primera de muchas.

Cuando supo que estaba embarazada, lloró de felicidad; y lloró de nuevo cuando le dijo a su esposo y él quedó en shock y segundo, pero luego sonrió y la besó, por el brillo en sus ojos rojizos supo que la noticia lo llenaba de verdadera felicidad. Durante el embarazo, él la consintió en todo, y procuró que nada la perturbara. La cuidaba, la mimaba, fue tierno.

Y luego los gemelos nacieron, y fue aún más hermoso. Parecía que todo iba perfectamente y solo podía mejorar todavía más. Masaomi lucía feliz y orgulloso, y Shiori adoraba a sus hermosos bebés. El parto había sido difícil, pero al fin los tenía en sus brazos. Eran un matrimonio hermoso y unos grandes padres. Y así continuó durante los años siguiente, los gemelos crecieron en un hogar amoroso y padres que los adoraban. Nada parecía estar mal en una familia así de bella.

Pero entonces Masaomi comenzó a actuar algo distante luego de volver de un viaje de negocios a Estados Unidos que duró una semana. Él le sonreía, pero su sonrisa no era la misma, evitaba verla a los ojos y ya no tenían intimidad; continuaba siendo amable, pero Shiori sentía como poco a poco él se alejaba de ella... y ella no entendía nada. No tenía idea de qué estaba pasando, de qué había sucedido.

La incertidumbre carcomía su corazón y los pensamientos pesimistas no la dejaban dormir por las noches, pero se esforzaba por sonreír porque no quería que sus hijos se vieran afectados por sus emociones. Aún así ella se veía descuidada y algo enferma, no podía evitar pensar de más, incluso si se repetía una y otra vez que no debía darle tantas vueltas. Tal vez no era nada, quizá estaba viendo cosas que no eran; o puede que algo anduviera mal con los negocios y por eso Masaomi estaba un poco estresado. Quiso creer que todo estaría bien.

Pero no era así.

Un día, luego de meses con él mismo comportamiento, Masaomi le dijo que debían hablar, y Shiori trató de ser lo más positiva que pudo. Preparó una deliciosa cena, y se arregló hermosa solo para él. Uso un vestido que él le regaló, y también sus zapatos favoritos. Se veía tan hermosa.

—Él... —Kaori se detuvo un momento, Midorima podía ver como las lágrimas humedecían sus ojos—, le pidió el divorcio.

Midorima no pudo disimular su sorpresa. Akashi había mencionado algo acerca de ello, aunque probablemente ni él ni Seimei supieran en realidad todo lo que ocurrió esa noche.

Masaomi parecía nervioso, pero decidido. Ya había tomado una decisión y no pensaba retroceder. Quería el divorcio. Y Shiori más que encontrarse devastada en ese momento, estaba en shock. Su mente se quedó en blanco no solo procesando las palabras de su esposo, sino también encontrándole un sentido a ellas. Intentó encontrar el motivo para tan drástica decisión, busco y busco, en cientos de recuerdos guardados en su mente y corazón.

Pero no encontró nada.

Así que, con valentía y algo de enojó, ella lo enfrentó y le exigió le dijera qué estaba sucediendo. ¿Por qué quería el divorcio? Tenían una hermosa familia e hijos maravillosos, habían vivido momentos inolvidables, compartido recuerdos irremplazables... ¿Es que acaso no se amaban? No entendía, no cabía en su cabeza qué era lo que había sucedido.

Continuó exigiendo una explicación, algo, lo que fuera, solo necesitaba entender si es que había hecho algo mal.

Pero entonces Masaomi estalló:

»—¡No hiciste nada malo! —gritó, asustándola. Él jamás le gritaba, nunca le había alzado la voz en todos esos años—. ¡Lo único que siempre has hecho ha sido amarme y has sido una gran esposa y una excelente madre! ¡Jamás podrías haber hecho algo malo!

»—¿¡Y entonces qué es lo que sucede!? —preguntó ella también a gritos y al borde de las lágrimas.

»—¡Fui yo! ¡Fui yo, Shiori! ¡Yo te fallé! ¡Y ya no puedo verte a los ojos sabiendo que soy un desgraciado! ¡No puedo seguir haciéndote esto! —tiró de sus cabellos castaños mientras caminaba en toda la habitación. Su frustración era notable en cada movimiento de su cuerpo, en la expresión de su rostro. Entonces se detuvo de golpe, quedándose de pie al mismo tiempo que le daba la espalda—. Les fallé -susurró-. Todo es mi culpa. No lo merecías, no lo mereces... y yo no te merezco.

Shiori entonces lo supo sin que Masaomi lo dijera directamente. En todos esos meses la idea había bailado en su mente de manera incesante, pero se había negado a creerlo y trató de desecharla, aunque siempre volvía. La realización de que había tenido razón la golpeó fuertemente.

Un sollozó lastimero escapó de su garganta y cubrió sus labios de prisa mientras retrocedía un par de pasos. Las lágrimas entonces no tardaron en hacer su aparición. Se sintió de pie al borde de un abismo lleno de desolación, y el vértigo retorció sus entrañas y la hizo caer. Necesitaba sostenerse de prisa a algo, no quería caer en la oscuridad.

Quizá... quizá en realidad Masaomi no le había sido infiel completamente, tal vez él se había sentido tentado, pero no había cometido el acto. Era un buen hombre, amable y correcto, no había forma en la que la traicionara de esa forma. Puede que solo se sintiera culpable. Debía ser eso. Tenía que serlo.

Ella no quería creerlo, no quería aceptarlo. Su vida hermosa y perfecta estaba rasgada al punto de pronto partirse en dos. No, ya lo estaba, ya estaba destrozada y no tenía reparación alguna. Pero ella no podía verlo.

Se negaba a verlo.

»—¡No tienes que ser tan drástico! —parecía desesperada mientras limpiaba sus lágrimas y sorbía la nariz—. Podemos solucionarlo. Podemos hacerlo. Estaremos bien... ¿sí? Yo te perdono —le sonrió, pero era una sonrisa tan extraña—. Te perdono, mi amor —lo sostuvo del brazo con una mano mientras la otra buscaba sus dedos y los entrelazaba, aún sonreía.

Masaomi la observó en silenció, incrédulo de lo que escuchaba y veía. Ella no parecía la misma Shiori, claro que no lo sería en esa situación. Pero ella no estaba siendo racional, ¡Maldita sea! ¡Él la engañó! Ella tendría que estarle gritando que era un maldito desgraciado que se merecía lo peor en lo que pudiera pensar, ella tendría que estar también exigiendo el divorcio, y más que él.

No merecía su perdón, lo sabía, no tenía porqué dárselo. Él no podía perdonarse a sí mismo por ser tan hijo de perra. Pero al menos intentaba hacer lo correcto, aunqur ya fuera muy tarde.

»—Shiori... no hagas esto —rogó, negando con la cabeza mientras trataba suavemente de soltarse de ella—. No lo hagas.

»—Esta bien, amor —ella de nuevo se sujetó a su brazo—, el pensarlo no está mal, a veces simplemente no podemos evitar pensar de más. Lo que importa es que no lo hiciste, así que no hay ningún problema, pero entiendo que te sientes culpable y necesitas que te perdone, así que te perdono, todo esta bien.

La mirada desesperada de ella se clavó en su ser, y Masaomi se sintió como el más grande hijo de puta del jodido planeta. No pudo continuar viéndola a los ojos, sus palabras se habían clavado como lanzas en su pecho.

»—Saldremos adelante —continuó Shiori—, y esto solo será un recuerdo tonto del que nos reiremos después. Todo est...

»—¡No, Shiori! —Masaomi ya no podía escuchar nada más, la situación era nauseabunda—. ¡Esto no estará bien! ¿¡Es que no entiendes!? ¡Maldita sea, te engañé! ¡Te engañé, me acosté no una, sino varias veces con otra mujer!

»—¡No es cierto! —Shiori también estalló—. ¡Deja de mentir! ¡No es cierto, no es cierto! ¡No entiendo porque haces esto, tú jamás me engañarías! ¡Tú jamás me harías algo tan bajo, algo tan despreciable!

»—¡Me acosté con Kioko, Shiori! —saltó sin más, porque entendió que ella no iba a reaccionar a menos que se lo dijera de esa forma. Que bastardo era. Un total hijo de puta.

Eso no quería decir que la situación no fuera difícil, él se había equivocado, y de la peor maldita forma, pero no quería hacerla sufrir más. Ella debería estar maldiciéndolo, odiándolo, exigiendo ese maldito divorcio. Las cosas no tenían que ser así, porque incluso si su error le estaba costando su matrimonio, Masaomi no quería mentirle más de lo que ya lo había hecho.

Incluso si la verdad dolía, ella debía saberlo.

»—¡Te engañé! —habló de nuevo—, ¡Me acosté con Kioko en repetidas ocasiones! ¡Tienes que entenderlo de una buena vez! ¡Te fallé, Shiori, y no merezco tu perdón!

Shiori entonces se quedó totalmente callada, observándolo con sus ojos castaños algo desorbitados y sus labios entreabiertos. Su pecho se hinchaba con fuerza gracias a su respiración acelerada. Masaomi la vio perdida en sus pensamientos, sus ojos se movían de un lado hacía otro en lo que las lágrimas de nuevo hacían su aparición, acariciando la piel enrojecida de sus mejillas y manchadas con el delineador corrido.

»—Así que es eso... —ella susurró, sus palabras sonaron como un gemido lastimero—. ¡Así que todo esto se trata de Kioko! ¡Quieres dejarme para irte con ella, con esa maldita! —Le había costado tanto sacarla del corazón de su esposo para ella instalarse en el, pero ahora ella había vuelto para quitárselo. Tenía sentido que Masaomi hubiera caído ante ella. Kioko lo había tentado, esa zorra roba maridos.

Masaomi retrocedió un paso, indignado e incrédulo.

»—Maldita sea, Shiori, ¿escuchaste siquiera lo que te acabo de decir? ¡No se trata de ella! ¡Se trata de que te fui infiel, de que te engañé! —Como si él pudiera volver a verla luego de lo que habían hecho. De hecho, esperaba jamás encontrarse con ella otra vez.

»—¡Lo escuché perfectamente! —Estaba fuera de sí. No había palabras que Masaomi pudiera decir que la hicieran pensar racionalmente—. ¡Ella se te metió por los ojos y entre los pantalones y te convenció de dejarme! ¿¡Pero que crees!?... ¡Jamás te voy a dar el divorcio, Masaomi! 

El hombre no sabía que más decir, ella no lo entendía. Simplemente se negaba fieramente a aceptar los hechos... y todo era su maldita culpa, él era el único que la había orillado a eso.

»—Lo siento —no podía decir nada más—, lo siento, Shiori —pero sabía que eso jamás sería suficiente, el daño no podía ser reparado. Se había equivocado y ahora debía vivir con ello por el resto de su vida—. Tienes que darme el divorcio, es lo mejor no solo para ambos, sino para los niños también. Ellos n...

»—¡Nunca te entregaré a ella! —Shiori gritó, interrumpiéndolo. Ella se había esforzado tanto para ganarse su amor, tanto, tanto, y entonces esa perra solo tenía que aparecer para arrebatarle todo, sin esfuerzo alguno—. ¡Tú eres mi esposo! ¡Eres mío, solo mío! ¡Jamás permitiré que esa zorra se salga con la suya! ¡No te dejaré libre para que corras a sus brazos y te metas entre sus piernas!

Entonces ella se giró, y corrió, alejándose de él.

»—¡Shiori!

Pero ella no se detuvo, no volteó a ver hacía atrás, solo siguió corriendo hasta salir de la casa y llegar a la callé, donde solo continuó corriendo hasta que sus tacones se rompieron y ella cayó de rodillas, rasgando sus medías y lastimando su piel. Pero no se quedó allí, se levantó entre lágrimas y continuó corriendo sin mirar atrás.

—Shiori jamás fue la misma luego de ello —Kaori dijo derramando lágrimas.

Por supuesto su mejor amiga le había contado su versión de los hechos, y Kaori furiosa había ido a enfrentar a Masaomi. Él no dijo nada cuando se acercó hacia él y, junto con una retahíla de insultos, la dulce y amable Kaori le volteó el rostro de una bofetada. Furiosa le había gritado que iba a hacer que la prensa se lo comiera vivo. Masaomi le dijo que podía hacerlo, en realidad parecía aliviado de que ella tuviera el coraje de hacerlo, porque él era un cobarde.

»—Solo tú puedes hacerla entender —había dicho, esperanzado—. Sé que es mi culpa y quieres verme destrozado, y esta bien, puedes hacerlo, pero Shiori no está siendo racional, Kaori. Fui yo quien la orillé a esto y no tengo derecho a decirlo... es solo que no quiero lastimarla más...

Contrariada, Kaori no supo que pensar respecto a las palabras de Masaomi, así que, con el entrecejo fruncido le exigió que se explicara, y así él lo hizo. Le contó su versión de los sucesos de esa noche. Kaori no quiso creerle, él era un desgraciado infiel, un maldito traidor, así que salió de la oficina del hombre, donde había ido a enfrentarlo.

Sin embargo, aunque quiso estar del lado de su amiga, conforme los días pasaban, ella comprendió a qué se refería Masaomi.

Shiori parecía perdida, atrapada en la idea desquebrajada de su matrimonio perfecto y maravilloso. En su mundo, todo estaba bien, seguían siendo un matrimonio hermoso con dos hijos maravillosos y un esposo que la amaba. Kaori pudo ver todo en primera fila, como ella actuaba frente a sus hijos como si entre ella y Masaomi nada hubiera pasado. Ella siendo cariñosa y Masaomi... él veía a su esposa tan perdida en sus recuerdos de una vida perfecta, y lucía tan miserable.

Pero también, no todo era tan "fácil". Shiori tenía esos momentos en los que reaccionaba, en los que la realidad volvía a golpearla cruelmente. Y ella gritaba y lloraba y se lastimaba a si misma por el dolor en su pecho... y luego de nuevo volvía a perderse en su mente, desesperada por volver a esa vida tan hermosa que había tenido y le fue arrebatada.

Kaori en varias ocasiones quiso traerla de vuelta, intentó hacerle entender, en verdad trató de ayudarla, pero Shiori le dijo entre gritos si es que acaso la odiaba, porque no encontraba otra explicación para que le dijera todas esas cosas. Ella pensaba que quería arruinar su matrimonio, su vida. Con lágrimas en los ojos rogó para que la dejara ser feliz, y Kaori no pudo negarse.

—N-No supe qué hacer —Midorima vio a su madre quitarse los anteojos y limpiar sus lágrimas—. Ella era mi mejor amiga, mi hermana, y me sentía tan inútil —sollozó, colocándose de nuevo sus anteojos-. Un profesional comenzó a tratarla y darle medicamentos, no sabía qué más hacer por ella. Cada día lucía más perdida, más demacrada.

»Los momentos junto a Seijūrō y Seimei la traían de vuelta a ser esa mujer amorosa y dulce que siempre fue. Amaba a sus hijos y no importaba si su mente se encontraba perdida, siempre encontraba la manera de llegar a ellos... y había momentos en los que verlos sonreír la traía de vuelta a la realidad por lapsos de tiempo. Pero cuando se trataba de Masaomi...

Con él las cosas solo fueron de mal en peor. Se resignó a vivir de esa forma, tomándolo más bien como un castigo para si, viendo todos los días lo que le había hecho a la madre de sus hijos. Un castigo que con el paso de los años fue demasiado difícil, así que se oculto detrás de un escritorio, como un jodido cobarde, obligándose a trabajar hasta el cansancio, queriendo tomarse un tiempo, pero sin ninguna energía de querer volver a casa. Ya no había un esposo ni un padre cariñoso. No podía ver ni a Shiori ni a sus niños a los ojos.

Su humor fue volviéndose cada vez peor, y para no despotricar en nadie se aislaba hasta de sus hijos. Los niños de pronto ya no sabían como acercarse a él, las comidas eran incomodas y él, que no estaba tan involucrado con ellos desde hacía un tiempo, no sabía qué decir en su presencia, ni ellos tampoco, más que hablar de calificaciones perfectas y trabajos impecables. De pronto parecía que la única forma de hablar con él era obteniendo un gran logro.

—Era una situación sofocante —Kaori susurró, viendo sus manos que reposaban en sus muslos—. Ellos habían sido la familia perfecta y entonces... todo estaba arruinado —alzó sus ojos dorados y los clavó en su hijo y su novio—. Un dí...

El mayordomo apareció de nuevo seguido por dos muchachas que llevan consigo el té y los bocadillos. La señora de casa les sonrió amable y agradeció. Esperó a que se hubieran marchado para hablar de nuevo, aunque se tomó unos segundos antes de hacerlo.

—Un día, ella se veía especialmente feliz —Kaori dijo, sonriendo—, sus ojos brillaban y no dejaba de sonreír. No tenía idea de qué ocurría, pero no me importaba, mi hermana lucía radiante y eso era suficiente para mi. Ella me dijo que me acercara para decirme algo al oído, parecía una niña traviesa a punto de contar algo que había descubierto. Ella dijo: «¿Recuerdas la promesa que hicimos de unir nuestras familias algún día?».

Shintarō dio un respingo, Takao sintió como el agarre de sus manos se volvía más fuerte. Ahí estaba, su madre al fin iba a contarle la verdad de ese tonto compromiso. Al menos Kaori lucía tan arrepentida y dolida, ella sabía que había sido una estupidez.

—Entonces supe a que se debía su repentina alegría.

Shiori le dijo que había estado observando a los chicos desde hacía mucho tiempo, aunque Kaori no podía saber exactamente a cuanto tiempo se refería, pues su hermana sufría periodos de tiempo en los que no sabía ni donde estaba parada, lagunas mentales.

Ella le explicó lo que había descubierto. En su mente, Shintaro y Seijūrō no eran solo amigos de infancia, ellos se amaban también, de una forma romántica que no tenía nada que ver con amistad. Shiori se basaba en ello debido a que pasaban mucho tiempo juntos, y tenían esos momentos de complicidad, como cualquier otros amigos. Bueno, ellos eran mejores amigos, por supuesto.

Pero Shiori lucía tan entusiasmada contando su descubrimiento, como una niña hablando de un cuento de hadas. Dijo que probablemente ninguno tenía el valor de confesarse al otro, aunque estuvieran tan perdidamente enamorados; los chicos podían llegar a ser muy orgullosos.

—Creyó que necesitaban ayuda —Midorima se sentía mareado—, y estaba encantada de poder ayudarlos ella misma.... Como si fuera su hada madrina.

Así que pensó en la promesa que se habían hecho hacía años. Se le ocurrió mentirles y decirles que unirían familias por medio de un matrimonio, pero que aún no se decidían quienes serían: si Seijūrō o Seimei, o Shintarō o Kyomi. Por supuesto ella ya había decidido que serían los mayores, quienes estaba totalmente segura de que estaban perdidamente enamorados.

Shiori en verdad creía que estaba ayudándolos.

—Lo s-siento —Kaori gimoteó, las lágrimas resbalaban por mejillas de nuevo—. No pu-pude decirle que no. Y-Yo sabía que no estaba bien... dios, ella era un ejemplo de cómo las cosas podían s-salir mal. Pe-Pero yo... ella se veía tan feliz, tan radiante que, por un momento, se sintió como antes de que todo saliera mal —guio una de sus manos hacía la mano de su hijo que reposaba sobre la mesita—. Perdóname, Shin... lo siento mucho. Debí decir que no, negarme desde el inicio. Era solo que, yo esperaba que no sucediera.

—¿A qué t-te refieres? —su mano se giró, y entonces sostuvo la de su madre con fuerza.

—Masaomi, él, no estaba de acuerdo. Se negó fervientemente desde el inicio... no quería que su hijo pasara por lo mismo que él. ¿Por qué crees que se postergó por tanto tiempo? Él comenzó a discutir mucho con Shiori a partir de ese momento, lo que hizo que ella empeorara. Y además yo... cuando hablaba con ella trataba de persuadirla sutilmente. Sabía que, si era muy brusca o insistente, solo haría que su estado se volviera peor.

Las peleas con Masaomi solo hicieron que el estado de Shiori fuera en picada. Él casi nunca estaba en casa, pero cuando volvía discutía con ella y ello hizo que todo empeorara; Shiori sufrí lagunas mentales muy prolongadas, y aunque también volvía en si con más frecuencia, esas veces eran terribles. Ella solía llorar demasiado al recordar el verdadero estado de su matrimonio, y solía lastimarse. Arañarse los brazos y piernas, tirar de sus cabellos hasta arrancarlos, golpearse. Pero, cuando se perdía de nuevo, recordaba siempre acerca del compromiso.

Las sonrisas volvían y la alegría de estar "ayudando" a su hijo estaba ahí otra vez. Ese brillo en sus ojos. En esos momentos, Kaori hablaba con ella cuando de nueva cuenta Masaomi se negaba a aceptar algo tan absurdo como el matrimonio de Seijūrō, ella le aconsejaba que dejara que se calmara, que podían tomarse el tiempo para preparar la ceremonia, no había prisa. Aunque siempre veía con ella revistas de bodas y hablaban de lo hermosa que sería. Veían Menús para el banquete, salones para la celebración luego de la boda. Arreglos florales y trajes para los chicos.

—Tuve que haber sido firme. Debí decirle la verdad. Solo intentaba... solo quería... y luego ella murió, Shin, yo... yo...

Shintarō soltó la mano de Takao y se puso de pie, yendo hacia su madre, donde se arrodillo frente a ella y la abrazó. Kaori lloró aún más fuerte en los brazos de su hijo mientras le pedía perdón una y otra vez. Sabía que la situación había sido terrible para él. Cuántas noches no debió haber perdido el sueño creyendo que tendría que casarse con su mejor amigo si amarlo más que como un hermano. Cuanto tormento tuvo que soportar en silencio.

Resultaba aún peor el hecho de saber que ella y su debilidad lo había llevado a ello.

Pero Midorima no la odiaba. Entendía por lo que tuvo que pasar y le dolía. Era cierto que debió negarse, pero sabía que había sido muy doloroso para ella, así que no la culpaba. Él, por amor a su mejor amigo había estado dispuesto a casarse con él para ayudarlo a cumplir el ultimo deseo de su difunta madre. Sabía que a veces se hacían tonterías por las personas que se amaban. Aunque ahora había recapacitado, y esa boda jamás se llevaría a cabo.

También era cierto que había sido cada vez más difícil el pensar en ese matrimonio. Realmente había perdido el sueño en demasiadas ocasiones. Sin embargo, lo más difícil siempre fue negar su amor por Takao, y lastimarlo a él en el proceso. Cada vez que repetía que no lo amaba sentía como si estuviera tragándose cientos de alfileres que se incrustaban sin piedad en su garganta. Pero luego ese sufrimiento que le había provocado a su amado se le había sido devuelto multiplicado.

Verlo junto a Kasamatsu había sido terrible, y emborracharse había sido la única manera de poder soportar ese dolor. Ni siquiera recordaba escuchar a «Oha Asa» y conseguir sus lucky ítem, porque no creía que ni toda la suerte del mundo fuera a ayudarle a recuperar a Takao. Si en verdad lo hubiera perdido, Midorima no sabía cómo podría haber él terminado, pero era totalmente seguro que nada bien.

—Ya no te atormentes, Madre —Shin acariciaba son suavidad la espalda de su madre, consolándola y haciéndole entender que ahora todo estaba bien—. Ya no te culpes, por favor.

Aún llorando y en los brazos de su hijo, ella asintió. Lloró todavía más al saber que Shin era tan bueno y la perdonaba por haber sido una terrible madre. Él la continuó abrazando hasta que las lágrimas dejaron de brotar y los gimoteos dejaron de remover su cuerpo. Y luego Kaori estaba calmada, entonces ella se alejó del cuerpo de su hijo y él limpió de sus mejillas el rastro de sus lágrimas derramadas. Ella también había sufrido mucho con ese compromiso.

—Madre... necesito pedirte dos favores —Midorima parecía algo nervioso, pero también firme—. ¿Podrías darme ese "Lucky Ítem", que Padre te dio?

Kaori lo observó primero con sorpresa, pero ella luego asintió, y entonces comenzó a llorar de nuevo. Su niño había crecido tanto.

Takao, que había estado tan solo de espectador en ese momento, estaba llorando. La escena y todo lo dicho por su suegra había sido algo doloroso. Había sentido en su pecho el dolor que la mujer había sufrido en todos esos años; y si bien había estado muy molesto por el tonto compromiso, ese enojo había menguada casi en su totalidad.

No había entendido nada de lo que Shin-chan le había pedido a Kaori, el «Lucky ítem», pero la escena de ella asintiendo y llorando de nuevo mientras sonreía había sido muy tierna.

—¿Cuál es el segundo favor? —Kaori dijo ya un poco más calmada.

Entonces vio a su hijo inhalar con fuerza.

—Que tú y Padre me acompañen a ver a los padres de Takao para pedir su mano.

Kaori comenzó a llorar de nuevo, feliz de que su niño pudiera ser feliz con la persona que en verdad amaba. Por supuesto que asintió. Nada la haría más feliz que acompañar a su hijo en un momento tan importante en su vida.
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Y entonces ahí estaba, frente a la puerta del hogar de Takao y muerto de los nervios. Sin embargo, sabía que todo estaría bien, Kazunari estaba a su lado tomando su mano, nada podía salir mal si lo tenía junto a él.

Notas finales:

Eso todo por ahora.


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