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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Nuevo cap. 

Los personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki. 

UNKNOWN
—Capítulo 27—
La frustración de Akashi y Kuroko

 

 

—Tetsuya, hoy estás hermoso —Akashi dijo con una sonrisa.

Era medio día y todos los amigos yacían en el comedor para dar inicio al almuerzo, a excepción de quienes habían partido en conquista del amor, según Kise. Akashi acababa de atravesar la puerta y había ido de inmediato hacia donde Kuroko se encontraba sentado; el dueño de casa permanecía con las manos hacía atrás, ocultando según él su obsequio, pero todos podían ver el enorme ramo de rosas en su espalda. 

—Para ti —dijo el de cabellos rojizos, entregando entonces las rosas negras que había mandado a traer especialmente para el chico fantasma en tiempo record. Rosas negras naturales no era algo que se compraba en cualquier florería.

Fresita, en el extremo contrario de la mesa, susurró: «Él es el diablo» a Daiki, bromeando acerca del color de rosas favorito de Kuroko, su novio asintió, apoyándolo. Aunque en realidad al cejas de langosta se le hacía demasiado romántico el gesto, y también las rosas negras. En el lenguaje de las flores, significaban pesar, dolor o mal augurio; pero también el cambio, el renacimiento, y así mismo significaba amor verdadero y eterno, porque simbolizaban un compromiso que iba más allá de lo físico, era algo espiritual que se podría resumir en «eres mío, o soy tuyo por siempre».

Así que era como si Akashi le estuviera diciendo que su antiguo yo había muerto, ese que se negaba a aceptar sus sentimientos e insistía en rechazarlo y hacerle daño en el proceso, pero en cambio su verdadero yo había tomado el control de sí y quería hacerle saber, sin lugar a dudas, que lo amaba hoy y siempre. 

Los ojos celestes del chico desprendieron un brillo momentáneo mientras sostenía las rosas en sus manos, que hizo que las esperanzas de Seijūrō se elevaran hasta el techo. Incluso sus mejillas se habían sonrojado haciéndolo ver tan, tan hermoso.

—Gracias… —Kuroko clavó sus ojos en él, algo tímido. Su mirada inocente era como un sueño perfecto—, pero dime algo no sepa, Akashi-frases-clichés-kun —el sueño se acabó de golpe—. Además, ¿hoy? ¿Bromeas? Siempre me veo espectacular —dejó el ramo de rosas en la mesa como si no importaran y procedió a devorar el delicioso almuerzo que Fresita había preparado. 

Seijūrō se quedó con una sonrisa nerviosa en los labios durante unos segundos, luego sus ojos se posaron en la mesa, en cada uno de sus amigos, quienes lo observaban con cierta compasión.
Tetsuya era tan cruel. 

Finalmente luego de algunos segundos el dueño de casa soltó un suspiro, se giró y atravesó la habitación hasta su asiento en la cabecera de la mesa. A un costado suyo, Cerecita posó su mano sobre el dorso de la suya y, cuando Akashi lo miró, le sonrió, animándolo. 

—No te rindas, ¿okay? —le susurró. Seijūrō tan solo soltó otro suspiro.

 

 

~•§•~

 

 

—¿Qué más debería hacer? Lo intento y no logro llegar a él. Es como si hubiera una pared invisible que nos separara.

Akashi se dejó caer desconsolado sobre el sofá que yacía en su despecho. A Fresita se le hizo gracioso porque se había visto todo dramático al hacerlo, como si estuviera viendo a una actriz en una obra de teatro. Él fue y tomó asiento en la silla que estaba frente al escritorio en la habitación. 

—Le he dado chocolates —el dueño de casa comenzó a enumerar—, globos, ahora rosas. Le he dicho lo hermoso que creo que es, que su belleza me deslumbra… pero él siempre me voltea todo.
—Bueno, Akashi, no esperabas que fuera tan fácil, ¿o sí?

—Por supuesto que no —suspiró, enderezándose en el sillón, solo para apoyar sus codos en sus rodillas y ocultar el rostro entre sus manos—, es solo que… no sé qué hacer. Soy pésimo en esto de conquistar o coquetear. 

En eso tenía razón, y también sentido. Es decir, Akashi era alguien asombroso en cuanto a habilidades de cualquier tipo: físicas, sociales; siempre que se hablara de negocios y la empresa de su familia, que le habían dicho en realidad no es que fuera una empresa en sí, sino que eran muchas cosas juntas: hoteles, restaurantes, supermercados tiendas de ropa muy cara y otras tantas más. 

Pero el nunca necesito coquear, porque era Akashi Seijūrō, si quería a alguien ese alguien se le entregaría en bandeja de plata. Aunque no era como si él se hubiera aprovechado de ser quien era para estar con quien fuera. El asunto era que jamás necesito usar el coqueteo con alguien, por lo que no sabía qué hacer. 

Y, para acabarlo de rematar, Kuroko no le estaba dejando las cosas para nada fáciles. Como Akashi había dicho, desde hacía un par de días había intentado acercarse a él; le había obsequiado chocolates deliciosos y muy caros, que el chico sombra había compartido con ellos; y también globos enormes con frases cursis escritas en ellos. Y ahora sus rosas favoritas…. pero nada. Kuroko no le daba el más mínimo chance. 

—Ya sé qué hacer —Seijūrō descubrió su rostro y se puso en pie—. Le daré todo a la vez —comenzó a caminar de un lado a otro en la habitación—. Globos, chocolates y rosas… —se detuvo y giró hacía Fresita, chasqueando los dedos—,  ¡y también un collar!... ¿O alguna prenda? —se llevó una mano a la barbilla.

El chico más alto soltó un resoplido. Tenía la idea de que Kuroko podía ser algo ostentoso, pero no cría que eso le importara mucho en ese momento. Aunque…

—Sí, haz eso —habló—. Pero primero invítalo a una cena en algún restaurante lujoso. 

—¡Eso haré! —los ojos de Seijūrō parecieron brillar—. Luego de regalarle más globos, chocolates y rosas, y el collar también. 

—No, no, no —Fresita negó insistente con la cabeza y sus manos—, olvida los obsequios por ahora. 

—Pero… 

—Nada de peros. Y también deja de adularlo tanto. 

Fresita sonrió travieso. Era cierto que entendía a Kuroko y lo que hacía, pero la verdad era que también quería ayudar a Akashi. De todos modos, el chico fantasma solo dijo que continuara motivándolo a que no se rindiera, y eso definitivamente era lo que el peli-rojo iba a hacer. 

—Escúchame bien, Akashi, esto es lo que vas a hacer.

 

 

~•§•~

 

 

Era entrada la tarde, ya casi el anochecer, cuando Akashi nuevamente se acercó a Tetsuya. Los chicos estaban viendo una película en el enorme televisor que yacía sobre la chimenea de decoración, mientras se acurrucaban, la mayoría, en uno de los caros sofás. Tenían trastos llenos de chucherías sobre la mesita de cristal y también habían ordenado comida rápida, y claro, también habían bebidas: con alcohol y gaseosas. 

Habían estado saliendo mucho esos días a emborracharse y liberar penas, estaba bien solo tener un día así, solo juntos viendo película, comiendo comida chatarra y bebiendo cerveza. Eso también era agradable, bastante de hecho. Además, horas antes habían estado jugando en la piscina. Había sido un día bastante agradable, se podía ver en sus rostros los rastros del sol. 

El dueño de casa caminó directamente hacia el de cabellos celestes, tal como había hecho a la hora del almuerzo, incluso ocultando sus manos en su espalda. Al verlo, el chico fantasma pensó: «Oh, aquí vamos de nuevo», mientras se preparaba para un nuevo rechazó. 

—Tetsuya —habló Seijūrō, parándose frente a todos y obstaculizando la vista hacia el televisor—, para ti —y entonces sacó de su espalda una única rosa roja. 

Kuroko observó el obsequio durante algunos segundos, todos lo hicieron, porque la rosa era algo demasiado simple para lo que Akashi llevaba días obsequiando al chico fantasma. 

Finalmente sus ojos celestes miraron al dueño de casa, y este le sonrió encantadoramente de una forma algo despreocupada pero malditamente sexy. Y Tetsuya sintió que se perdía en ese gesto, en su expresión, en sus ojos hermosos y seductores, pero sobre todo, en sus labios, esos que ya había tenido el placer de saborear. 

—Gracias —susurró, sin poder dejar de verlo a los ojos.

Se veía tan, tan apuesto. Había recién tomado un baño pues fue el único que no había disfrutado de la piscina, sus cabello aún estaba algo húmedos y él los había peinado con sus dedos hacía un costado. El aroma de su colonia llegó a sus fosas nasales, inundándolas de una aroma demasiado varonil y sexy.  

—¿Saldrás, Akashi-kun? —se escuchó preguntando antes de siquiera pensar en hacerlo. Iba vestido muy apuesto. Pantalón y zapatos de vestir negros, una playera blanca, lisa, y un saco igualmente negro. 

Tetsuya en verdad pensaba que ese tipo de atuendos eran muy sexys, y a Seijūrō le sentaban espectaculares.

Akashi le sonrió de nuevo, una sonrisita de medio lado entre dulce y algo insegura. 

—Es lo que espero, sí —le dijo él, y luego guardó silencio unos tantos segundos, dándole un poco de suspense a la situación. Y lo consiguió, los ojitos del chico sombra lo observaron algo ansiosos—. ¿Irías conmigo a una cita esta noche? —pidió finalmente, rebosante de nervios.

—Yo… —Kuroko dijo de inmediato, para luego guardar silencio rápidamente. Pasó saliva con fuerza y tuvo que morderse la lengua porque estuvo a nada de aceptar la invitación de Akashi. 

«Cálmate, maldito corazón traicionero», Kuroko se dijo a si mismo mentalmente. 

Sí, no podía aceptar incluso si lo deseaba con todo su corazón. Se había prometido que no se la dejaría tan fácil, él había pasado años esperando por él, nunca seguro de nada excepto de que lo amaba. Sintiéndose como si caminara siempre a la deriva con los ojos cubiertos por una venda… solo quería que se sintiera un poco como él lo había hecho, que entendiera que esperar por él todo ese tiempo, sin estar realmente seguro de cómo las cosas iban a terminar, había sido doloroso, ¿era malo al pensar de esa forma?  

Quería estar a su lado. Y aunque parecía que era divertido  verlo desesperado al no poder acercarse adecuadamente a él, lo cierto era que no. No era divertido porque sus rechazos eran un arma de doble filo; no solo Akashi resultaba herido, él también lo hacía.  Quería estar con él, los segundos, los minutos y las horas de esperaba eran dolorosas. 

¿Entonces porque no solo mandaba todo por el retrete y se lanzaba a sus brazos? Tetsuya no esperaba que lo comprendieran si lo decía… era solo que quería que Akashi apreciara más sus sentimientos hacía él, todo lo que había esperado. 

—Tan egoísta como siempre, Akashi-kun —dijo finalmente—. ¿Es que esos ojos que tienes ya se arruinaron igual que los de Midorima-bastardo-kun? —Akashi tan solo lo observó con una risita entre triste y resignada. Kuroko sintió a su corazón dar un vuelco debido a la culpa al ver su expresión. Sin embargo, continuó hablando—. Obviamente ya tengo planes con mis amigos, y no pienso cancelarlos por ti… así que no, no iré contigo. 

Akashi lo observó aún sonriendo durante un par de segundos nada más, luego suspiró y dijo: 

—Por supuesto, iré a cambiarme entonces —miró a todos los chicos acurrucados en el sillón. 

Murasakibara era el único que se encontraba en la alfombra entre varios cojines y con un bol con muchas chucherías entre sus largas piernas. De ahí, Fresita estaba junto a Daiki, siendo abrazado por este. Al lado de ellos estaba Tetsuya, y junto él yacía Satsuki, acurrucado a ella estaba Kise, y al lado del rubio, finalmente, Yukio luciendo algo desinteresado, pero bastante atento a la situación. Todos estaba cubiertos por una enorme sabana de color blanco que se veía totalmente acogedora. 

—Chicos —les dijo, hablándoles a todos—, tengan una agradable noche. 

Se giró y se marchó con rumbo a las escaleras, dejando a sus amigos algo desconcertados. 

—¿No vas a acompañarnos, Akashicchi? —Kise giró sobre el sofá, apoyándose sobre el respaldo, deteniendo al dueño de casa a medio camino en las escaleras. Akashi solo le sonrió. 

—Feliz noche, Ryōta —entonces finalmente se perdió en el segundo nivel. 

Kise volvió a enderezarse en su lugar, dibujando en sus labios un puchero absolutamente adorable a ojos de Kasamatsu. Todo ese enorme chico era adorable. 

—Eres tan cruel, Kurokocchi —dijo el rubio—. Si me preguntas, él es pésimo en esto —señaló la rosa en las manos de su amigo, aunque hablaba de todo en general—, hasta yo me doy cuenta que no es bueno coqueteando, pero se esfuerza por ti, por que te ama, y tú lo sabes pero eres tan malo con él en lugar de aceptarlo de una buena vez y ser súper felices juntos. 

Como cosa rara, todos estaban de acuerdo con Kise, así que asintieron a sus palabras de forma sincronizaba. 

—Sí, ajá, soy súper malo —Tetsuya respondió con voz monótona, no veía a nadie, sus ojos celestes estaban fijos en la rosa roja en sus manos, tentado a llevarla hacía su nariz y aspirar su fresco aroma—, mira quien lo dice —Kise abrió los labios en una mueca de indignación, al mismo tiempo que llevaba una mano hacia su pecho—. Como sea, Fresita-kun —llamó al chico sin verlo—, ¿tienes un momento? Quisiera hablarte de algo. 

El peli-rojo apretó los labios para que la sonrisa triunfadora que quería dibujarse en su rostro no lo delatara. 

—Dime —carraspeó él. 

—¿Podemos hablar en privado? 

—Por supuesto. ¿Vamos a mi habitación? —el chico sombra asintió.

Aomine vio a su novio perderse también en el segundo nivel junto a Tetsu. Sin embargo, antes, mientras caminaba detrás del de cabellos celestes subiendo las escaleras, no pudo continuar disimulando su sonrisa, por lo que Daiki lo contempló mientras cubría sus labios con una mano y formaba un puño de victoria con la otra. 

—El amor está en el aire —Ryōta suspiró, sonriendo feliz en dirección del moreno, quien se había quedado observando como idiota el final de las escaleras, aunque ninguno de los dos chicos era visible ya—. Nuestro Aominechi ha sido totalmente domado —se lamentó fingidamente. 

—Cállate, rubia —Daiki desvió la mirada hacía un costado, Satsuki podía jurar que le había visto un sonrojo en las mejillas. 

En otro tiempo, cuando aún permanecía ciego de sus propios sentimientos, Kise hubiera soltado una frase como: «Ven tú, Aominechi, y cállame a besos». Pero no, ya no era ese Kise tonto y necio, ahora sabía lo que su corazón en verdad anhelaba.

—Pero es cierto —el rubio habló de nuevo, con sus ojos caramelo brillantes de ilusión—, ¿verdad que sí, Kasamatsu-sempai? —se pegó hacia su costado, golpeando el hombro del chico de cabellos negros con el suyo, para así captar su atención—. Por cierto… que guapo te ves, esa playera azul combina con tus ojos  —sonrió. 

Tomado totalmente por sorpresa, Yukio, que estaba tomando una cerveza, se atragantó. Escupió un poco y tosió durante algunos segundos, antes de voltear a ver al rubio a su lado, este continuaba sonriendo, pero ahora lo hacía de una forma dulce, como si se le hiciera tierno el cómo había reaccionado. 

—Su-Supongo —tartamudeó, respondiendo a lo primero dicho por Kise. 

Ryōta lo había estado pensando, meditando en cómo debería acercarse a Kasamatsu. Primero que nada, eran amigos, lo último que quería era que, si se declaraba y era rechazado, las cosas se pusieran incomodas entre ellos. Además, no podía solo llegar y decirle: «Te amo», sin ningún tipo de aviso previo, Kasamatsu pensaría que era un idiota, y seguramente no le creería; además, con lo arisco que era, hasta podría darle un puñetazo por hacerle ese tipo de bromas. 

Así que la mejor opción para él, era poco a poco demostrarle cómo se sentía, darle señales tampoco tan sutiles porque no quería que se tardara cien años en darse cuenta. Por lo que, también desde hacía un par de días, venía halagándolo en la más mínima oportunidad y pegándose a él, sin ser realmente tan empalagoso. 

El problema era que Kise en realidad solía ser directo, si pensaba algo lo decía y punto, aunque a veces incluso no sabía qué pasaba por su cabeza, pero ahora no lo estaba siendo, por lo que Kasamatsu estaba algo nervioso con su reciente actuar, no sabiendo cómo realmente debía interpretar sus palabras y acciones. Es decir, todo pintaba a que Ryōta estaba intentando una especie de movimiento con él, y Yukio podía ir y besarlo como si no hubiera un mañana y la vida fuera a acabársele en un suspiro, pero ¿y si no? ¿Y si el rubio solo comentaba al azar para llevar las cosas bien con él? 

Lo cierto era que, sí, Yukio era muy inseguro respecto a Kise. Lo había visto durante años gritar a los cuatro vientos que estaba enamorado de Aomine sin ninguna vergüenza, seguro de que era su alma gemela y que se casaría con él. Incluso sí los chicos le habían dicho que en realidad sufría por él, Kasamatsu, era difícil la mayoría del tiempo, ¿sí? A veces incluso fantasioso. 

Por un lado su corazón le gritaba que Kise estaba coqueteando con él, pero su razón lo veía con burla mientras le decía que era un idiota y debía solo perder la esperanza… aún así, quería intentarlo. Si es que había en verdad una oportunidad de que estuviera él en su corazón, no quería ser un idiota y perderla. 

Kise enrolló sus brazos al suyo, y luego recostó su cabeza en su hombro, como si fuera la cosa más normal del mundo. Yukio se estremeció sin poder evitarlo, su toque quemaba. 

—Tu colonia huele muy rico —le escuchó susurrar. 

Yukio tragó con fuerza. 

—No me puse colonia —dijo, porque era tonto ponerse ya que pronto iría a dormir—. Debe ser mi jabón —agregó. 

Kise sonrió. 

—Es muy varonil… me gusta. 

Kasamatsu sintió a su corazón revolotear en sus costillas. Su vocecita interior chilló como rata en su cabeza. 

—Tu… —titubeó—, tu shampoo también huele bien —Ryōta se alejó de su hombro con rapidez, y clavó sus ojos caramelo en los azules suyos, brillaban y él estaba sonriendo de nuevo. Yukio se armó de valor—. También… te ves atractivo —alagó, sin perder el contacto visual. Sus ojos azules eran intensos. 

El rubio sintió su rostro enrojecer, las mariposas en su estómago mas bien parecían búhos esqueléticos retorciéndose como poseídos en su estómago. Avergonzado a más no poder, sus ojitos lo observaron tímido mientras susurraba: 

—Gracias… —para luego volver a recostarse en su hombro no sintiéndose capaz de verlo a los ojos sin escupir su corazón. 

Sin que el otro se diera cuenta, ambos sonrieron ilusionados. 

Satsuki, que estaba junto a Kise y desde luego había presenciado la escena de forma no tan disimulada, pero que ambos no habían notado pues estaban muy perdidos en su mundo, suspiró enamorada y con cierta envidia. 

—Porqué tienen que comer enfrente de los pobres —se lamentó

Aomine soltó un resoplido divertido. 

—Eso te pasa por no insistirle a tu peor es nada en que viniera —comentó. 

Momoi se cruzó de brazos y volteó a ver a su amigo con un puchero en los labios. 

—No podía insistirle —dijo ella—. Ha estado trabajando muy duro esperando obtener un ascenso, y casi lo tiene en el bolsillo. Sería egoísta de mi parte.

—Ese idiota no te merece. 

—Dices eso solo porque no te agrada —Momoi le dio un codazo en las costillas—. Es muy dulce y tierno conmigo —suspiró enamorada—, sabes que lo amo, Dai-chan. Realmente quisiera que te llevaras mejor con él. 

Dai-chan torció los labios en una mueca desagradable. Bueno, sí, sabía que ese tarado la trataba como ella se merecía siendo la diosa que era. Y más le valía que lo hiciera, porque sino le rompería todos los dientes y huesos del cuerpo.
—Lo intentaré —susurró de mala gana. 

Satsuki se lanzó hacía él en un abrazo de oso mientras llenaba de besos el rostro de su mejor amigo, este trató de quitársela de encima diciendo que era asqueroso, pero la chica se pegó más a él y sus besos en las mejillas de Aomine resonaron en toda la sala. 

Frente a ellos, en la alfombra, Murasakibara dijo: 

—Que molestos —mientras se llenaba la boca de comida chatarra con un gesto aburrido.

Pero la verdad era que el enorme chico de cabellos morados estaba celoso, incluso si él no entendía del todo el sentimiento. 

«Muro-chin», pensó, por milésima vez en el día.

 

 

~•§•~

 

 

Kuroko se dejó caer boca arriba dramáticamente sobre la cama de Fresita, teniendo especial cuidado de no lastimar la rosa roja que yacía aún en su mano.

El chico langosta soltó una risita divertida, Kuroko y Akashi eran tal para cual. 

Vio a Tetsu tener una pequeña crisis, en la cual comenzó a retorcerse en la cama como si de un gusano se tratase, pataleando al aire y moviendo la cabeza de un lado a otro mientras mantenía los ojos cerrados. Y, luego, repentinamente se detuvo y se incorporó de golpe, sacándole al de cabellos rojos, que estaba atrancado contra la puerta, un pequeño susto. 

—Creo que me acabo de volver a enamorar —declaró entonces el chico sombra. Se inclinó hacía el frente posando su codo sobre su rodilla, para luego recargar su barbilla en la palma de esa misma mano. Lucía agobiado—. Mi corazón late de prisa —cubrió su rostro. 

Por su parte, Cerecita alzó los puños al aire y gritó un: «¡Yes!»,  mientras se alejaba de la puerta e iba hacía la cama, donde ahora fue él quien se lanzó boca abajo, sonriendo muy feliz. Su enorme cuerpo rebotó un poco en el colchón.

—¡Ahora ve y díselo a él! —Fresita dijo, enderezándose y sentándose a su lado. Kuroko pegó un brinquito en su lugar, no dijo nada, lo que al chico langosta le dio mala espina—. Se lo vas a ir a decir a Akashi, ¿verdad? —preguntó, como respuesta solo obtuvo silencio por parte del de cabellos celestes—. ¡Kuroko! —el peli-rojo bramó, indignado. 

—¡Es muy pronto! —Tetsuya alzó la voz. 

—¡No puedes estar hablando en serio! —lo regañó. 

—¡Solo un poco más! —Kuroko en serio lucía afligido—. Solo quiero que entienda cómo me sentí todo este tiempo —rascó desesperado su cuero cabelludo—. No fue fácil para mi, ¿sí? No tenía seguridad de nada, pero siempre estuve esperando por él. Yo… solo quiero que comprenda que me dolió, pero que en serio lo amo y por eso no me rendí. Y sí él en verdad, en serio, al ciento por ciento, también me ama, tampoco va a rendirse por un par de rechazos —su respiración se había acelerado y sus ojos brillaban, estaban rojizos. 

Fresita lo observó en silencio, entendiendo de pronto lo que pasaba en la cabecita celeste de su amigo. 

No lo aparentaba, pero a pesar de todo él estaba inseguro, y lo único que quería era que Akashi le demostrara que en verdad estaba enamorado de él. Que estaba totalmente seguro de lo que hacía, que era real; porque una vez Kuroko le dijera que sí, no había marcha atrás. Él no iba a soltar su mano por nada del mundo. Tetsu lo amaba, y lo había esperado durante mucho tiempo, pero por eso mismo no quería nada a medias, quería el cien por ciento de Akashi Seijūrō. 

—Está bien —Cereza suspiró mientras posaba una mano sobre el hombro de su amigo—, pero deja de ser tan cruel, ¿quieres? No creo que Akashi haya sido malo contigo. 

—No, no lo fue —Tetsuya también suspiró—, quiero decir, sus rechazos dolían y a veces solo me ignoraba, y eso me hacía sentir muy mal, pero nunca fue cruel con sus palabras… así que supongo que puedo evitar hacerlo yo. 

—Bien.

—Bien. 

Silencio por parte de ambos. 

Fresita solo podía imaginar el revoltijo que había en la cabeza de Tetsu en ese momento, las ansias, los nervios, todo ese amor contenido durante tanto, tanto tiempo. Solo era cuestión de tiempo para que todo brotara sin que pudiera salvajemente sin poder ser contenido. 

—Bien, yo… —Kuroko se pudo de pie de pronto—, iré a poner a esta señorita hermosa en agua —sonrió nervioso y con un suave sonrojo en las mejillas, no esperó a que el chico de cabellos rojos respondiera, se apresuro a ir hacia la puerta y salió de la habitación. 

—Okay —dijo una vez solo, sonriendo por la actitud del peli-celeste. 

Algo que en verdad lo había sorprendido y pudo disimular perfectamente, fue el hecho de ver al chico sombra tan expresivo. Desde luego sabía que el chico no era insensible, pero debía sentirse sumamente frustrado como para no intentar siquiera conservar su reputación. Podía notar con ello que habían muchas, muchas casa en su mente haciendo un revoltijo de sus pensamientos.

Aunque, en realidad, eso se le hacía tierno.  

—Ya puedes salir —una sonrisa se le dibujo en los labios al peli-rojo.

Con atención observó cómo con lentitud la puerta del cuarto de baño se abría. Al otro lado del pedazo de madera se encontraba Akashi.  Fresita vio cómo luchó con fuerza por contener una sonrisa, pero fue débil y perdió totalmente. Él sonrió y sus ojos brillaron, y el chico langosta se sintió muy feliz por él. 

—¿Ves? —le dijo—, en realidad no quiere obsequios ostentosos ni caros. Solo te quiere a ti al cien por ciento. 

—Gracias… —susurró Akashi. 

La sonrisa del chico langosta se agrandó.

—¡Para eso están los amigos!

 

 

~•§•~

 

 

Cuando Fresita volvió a la sala para continuar viendo la película, Kuroko ya estaba allí, junto a Aomine. Pensó en ir de prisa junto a ellos para acurrucarse al brazo del moreno, pero en el proceso se topó con la figura de Murasakibara, quien observaba la televisión sin prestarle realmente ninguna  atención mientras estaba recostado contra el sofá, aún en el suelo. Tenía entendido, y ya le había quedado muy claro, que siempre lucía aburrido, pero esas semanas él se veían tan triste.

Sin pensarlo dos veces sacó su celular y tomó un par de fotografías. Luego, se apresuró a tirarse en el sofá junto a Daiki, Tetsuya tuvo que moverse rápido pues no quería ser aplastado por el enorme chico langosta. 

Kuroko y Aomine observaron cuando envió las fotografías a Muro-chin, junto con un mensaje que hablaba de lo mucho que Atsushi lo extrañaba y el cómo sufría por su despreció. También lo vieron soltar un poderoso chasquido y hacer una mueca inconforme al solo recibir un «visto», por parte del culpable de la pena de Murasakibara. 

—En visto otra vez —susurró casi haciendo un puchero.

—De hecho —dijo Kuroko—, me sorprende siquiera que los vea. 

—See —Daiki secundo—, Himuro parece muy tranquilo, hasta podrías decir que es amable, pero en realidad es un mando; y ni hablemos de cuando se enoja… es una fiera total —Tetsu asintió, de acuerdo con su amigo moreno. Fresita tan solo giraba el cuello de un lado hacia el otro, intercalando su atención en ambos amigos—. Pero, ahí donde lo ves, a Murasakibara le gusta que lo dominen. 

El chico fantasma soltó una risita, y no solo él, puesto que Kise, que estaba acurrucado aún a Yukio, y Satsuki, que estaba acurrucada al rubio, también se rieron mientras que Kasamatsu solo negó con la cabeza. Luego el chico sombra y Aomine chocaran palmas por detrás de Fresita. 

No era si ellos conocieran muy bien a Himuro, porque a Atsushi no le gustaba que ellos acapararan su atención, pero al menos con las veces que lo habían visto en la tienda se podían dar una idea de su carácter. 

Cereza los observó a ambos con ojos entrecerrados, no sabiendo si solo estaban bromeando o es que hablaban en serio. 

—Como sea —dijo entonces, encogiéndose de hombros—, no pienso rendirme hasta que Himuro responda los mensajes. 

—¿Apostamos, Aomine-kun? —Tetsu habló. El chico de cabellos rojos lo observó indignado. 

—Claro —aceptó Daiki, y ante ello su novio le dio un codazo en las costillas, por lo que el moreno se quejó—, iba a apostar a tu favor —se defendió él, haciéndose el dolido—. Nunca en la vida había conocido a alguien tan terco como tú, así que estoy seguro que lograras que Himuro hable con Murasakibara. 

Fresita le sonrió a Daiki, una mueca entre orgulloso y arrepentido por dudar de él. 

—Yo también quiero apostar —dijo entonces una voz que no habían escuchado en hacía un rato, Era Atsushi. 

«Así que sí pone atención», pensó Cereza.

Él niño grandote se giró en el suelo y sus ojos violeta observaron a Fresita, esperanzado, mientras le ofrecía de las chucherías que tenía en el bol en sus manos. El peli-rojo aceptó sin pensarlo. 

—Sí haces que Muro-chin vuelva a hablarme, te daré postres gratis para siempre. 

Hablaba totalmente en serio. Tanto, que el chico langosta le sonrió, tomando también de forma seria sus palabras, aunque de todas formas no pensaba rendirse con él y Muro-chin. Sí o sí lograría que se reconciliaran. 

—Trato hecho —respondió el chico langosta, feliz de poder ayudar. 

 

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