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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

NUEVO CAP, HOY HAY DOBLE ACTUALIZACIÓN, ESTA ES LA PRIMERA

UNKNOWN
—Capítulo 29—
Ese espacio rectangular


—Sí sigues observándolo así —Chihiro le dijo a su prometido, yacían sentados uno frente al otro—, le harás un agujero en medio de las cejas.

Ambos, junto a los demás amigos, se encontraban en una bonita cafetería esparcidos en varias mesas del lugar, desayunando, tal y como Aomine había dicho que harían. Ellos estaban en una mesa, así como Takao y Midorima en otra y Kise y Kasamatsu de igual forma. Los únicos que estaban juntos en un grupo de más de dos, eran Daiki, Fresita, Satsuki y Kuroko.... Y, claro, Murasakibara, que estaba solo en otra mesa con la superficie llena de platos de comida y postres.

Seijūrō no estaba a la vista, de hecho, no estaba en el lugar ni en sus alrededores. Y eso se debía a que él no los había acompañado. Seimei trató de que sus ojos no reflejaran amargura ante la expresión de tristeza que Fresita había hecho en cuanto su gemelo anunció que tenía algo que hacer, que se apresuraría a acabar con ello y luego los alcanzaría en las canchas. Tuvo que desviar la mirada cuando los ojos rojizos del chico giraron en su dirección.

Era difícil verlo.

Sin embargo, allí en la cafetería, Cereza trataba de actuar como si nada hubiera pasado antes. Seimei lo veía sonreír junto a Aomine mientras este le daba bocaditos de su desayuno directamente en los labios con un tenedor; a veces depositando besos en su mejilla mientras limpiaba alguna migaja, otras susurrándole al oído y haciéndolo sonrojar. Mierda, se veían tiernos. Pero no era por ello que el Akashi menor no le quitaba la mirada de encima. Desde luego no era eso.

Mierda... era una putada. Entre más lo veía más parecido le encontraba con su padre.

Era horroroso el solo pensar en que realmente se tratara de su medio hermano. Y no porque sintiera que él tuviera la culpa de que su madre ya no estuviera a su lado, aunque admitía que, antes, no quería saber absolutamente nada de ese chico, ni siquiera su nombre... lo que le revolvía las entrañas era que Cereza se había ganado su cariño, había convivido con él y sabía que era buena persona. Aunque también era cierto que no sabían nada de él, más que su personalidad al vivir juntos ese tiempo.

Pero, desde lo profundo de su pecho, sabía que él no había hecho nada malo. Y el saberlo, el tener esa certeza, solo hacía todo más difícil. Porque él no merecía lo que le habían hecho, lo que el maldito enfermo que lo tuvo retenido le hizo.

Solo el ya ser consciente de todo el daño que le habían hecho y teniéndole tanto cariño como le tenía, a pesar de no ser nada de él, ya era demasiado difícil. Su corazón ya estaba agrietado.

Si en verdad resultaba ser su hermano, el alma se le iba a destrozar.

 

~•§•~

 

 

Por algún motivo desconocido para él, al momento en el que sus ojos rojizos divisaron las canchas de baloncesto que había dicho Aomine, su corazón dio un vuelco terrible en su pecho.

Fresita se bajó de la motocicleta de Daiki como si estuviera en una especie de trance, sus piernas solo se movieron, guiándolo hasta su destino, y una vez él estuvo de pie en el centro del rectángulo, sus ojos observaron cada parte de este. Las líneas trazadas, en su mente se repetía el nombre de cada una: Líneas de banda y lateral, línea media y circulo central, línea de 3 puntos, línea de tiro libre. Sus ojos contemplaron la zona restringida y luego el tablero, el aro. No tenía un balón en sus manos y aún así lo sentía en las yemas de sus dedos, su circunferencia, la textura.

En sus oídos resonaba la emoción, la euforia de una multitud gritando luego de un enceste. El eco de sus gritos, el rebote del balón, el chillido de los zapatos sobre la duela. Los latidos de su corazón.

Se giró de prisa en dirección de Aomine, él estaba justo detrás, observándolo con una sonrisa enternecida en el rostro y con un balón en sus manos; cuando Fresita volteó hacía él, lo lanzó y el chico lo atrapó de inmediato. Lo sostuvo con cuidado, casi con adoración, y luego lo hizo girar en la punta de sus dedos como si fuera un experto, guiándolo de dedo en dedo y luego de regreso.

Y entonces, ante los ojos llenos de asombro de Aomine, Fresita comenzó a hacer regates como un experto mientras se volvía y corría hacía el aro... y luego saltó, saltó alto y con fuerza. Por un momento, un pequeño instante, se sintió como si el tiempo se hubiera detenido. No. No el tiempo. El tiempo continuaba corriendo con normalidad, fue como si Fresita se hubiera detenido en el aire mientras sonreía y sostenía el balón en sus manos. Finalmente clavó un enceste con gran potencia, con perfección. Y fue absolutamente asombroso.

Una vez sus pies estuvieron de vuelta en el suelo, el corazón del chico latía con fuerza, su pecho se inflaba y se vaciaba y sus manos temblaban de emoción. Cuando de nuevo volvió la mirada hacía Daiki, sus ojos brillaban. Lo tuvo claro entonces, el porqué había tanta emoción en su corazón que se desbordaba de su pecho.

—No me gusta el baloncesto... —le dijo, refiriéndose a la pregunta que su novio le había hecho antes, en la cocina de la casa—. Lo amo. Amo el baloncesto, Daiki.

Y entonces sonrió, y era una sonrisa enorme y deslumbrante que opacaba al mismísimo sol de medio día. Lucía hermoso, y se veía tan, tan feliz. Pero al mismo tiempo había cierto alivió en su mirada, en sus labios curveados, como si un por un momento hubiese creído que nunca más podría jugar baloncesto de nuevo. Pero entonces ahí estaba, en medio de una cancha, y no estaba solo, estaba con Aomine. Su novio.

De forma inconsciente llevó una mano a su pecho, hacia el lugar donde el collar de plata sostenía su anillo. A veces hacía eso, Daiki había notado, sostener su anillo mientras sus ojos reflejaban cierto anhelo. Inconscientemente buscaba algo, y ese algo era necesario para que toda su alegría estuviera completa. La persona que le había obsequiado la cadena debía ser alguien muy especial, y Aomine era consciente de no ser capaz de reemplazarla, pero no quería hacerlo. Quería ser especial para Fresita a su manera.

Daiki fue hacía el de cabellos rojos, ambos aún sonreían de forma hermosa, se sostuvieron de las manos mientras Aomine acariciaba la piel del dorso de las manos de Cereza. Entonces algo cruzó por la mente del moreno; fue un pequeño destello, como una revelación.

—Tal vez... —comenzó, callando un momento y rememorando la forma en la que Cereza había sostenido el balón y hecho la clavada, ese poderoso salto y ese hermoso enceste-, quizá eres un jugador profesional.

Fresa quedó en silenció unos segundos, procesando las palabras de Daiki.

—¿Tú crees...? —dijo luego, sus ojos reflejaban sorpresa, pero también una esperanza repentina—. ¿En verdad podría serlo?

—¡Por supuesto! —Aomine soltó sus manos y caminó por su costado, pasando de largo a su novio y yendo hasta donde el balón se había perdido un momento, una vez en sus manos se apresuró a volver con el chico langosta. Sonreía—. Quiero decir, tu técnica fue asombrosa, diste un salto espectacular; me robaste el aliento por un momento, en serio. Si no estuviera seguro de estar ciento por ciento sobrio, diría que acabo de ver un ángel... ¡Dios! En realidad, podría jurar que vi alas brotar de tu espalda durante un segundo.

Un suave sonrojo afloró hermoso en las mejillas de Fresita, logrando ensanchar su sonrisa deslumbrante y haciendo que se viera muy guapo.

—Cállate —él le dio un manotazo en un brazo a su novio, todavía muy avergonzado, pero sonriendo. Estaba feliz, en serio muy feliz—. Hace no mucho estabas inconsciente en la alfombra de la sala. Sobrio, sobrio, no creo que estés, pero eso explicaría tus alucinaciones...

—Pero Aomine-Cursi-kun no es el único que lo vio —la voz de Kuroko dijo, él yacía detrás de ellos. Les había sacado un pequeño susto pues ambos estaban perdidos en su pequeño mundo. Giraron en su dirección encontrándose no solo con el chico fantasma, sino también con Kise, Kasamatsu y Yukio-. Yo también lo vi, Fresa-saltarina-kun.

—Todos estaban inconscientes de borrachos —debatió el de cabellos rojos, sintiendo un tic en el ojo debido al apodo que Kuroko le había soltado—, me extrañaría que no vieran cosas.

—Borrachos o no —Kise tomó la palabra—, lo cierto es que eres muy hábil jugando baloncesto, y todos lo vimos.

El sonrojo en las mejillas del chico langosta estaba aumentando en proporciones considerables. Sabía que estaban siendo amables con él por lo sucedido en la cocina de la casa, pero aún así, ser elogiado por ellos se sentía asombroso.

Y, bueno, lo cierto era que sí. Su salto y clavada se habían sentido espectaculares, y estaba totalmente seguro de que lo habían sido.

—Aunque, en realidad... —Yukio habló, estaba en medio de Kise y Takao—, tampoco es que eso diga mucho respecto a si eres un jugador profesional o no.

Por sus palabras se ganó una mirada fea por parte de Kise, por lo que solo se encogió de hombros, sin embargo, un codazo directo a las costillas por cortesía de Kazunari le hizo ponerle mala cara al chico halcón, cosa que este ignoró.

—Habrá que recolectar más información entonces —Takao tenía una sonrisita torcida en los labios, una mano descansaba en su cintura.

Todos vestían con ropas deportivas, pues ya que Aomine había dicho que jugarían un mini torneo, iban muy bien preparados. En la distancia, se podía ver a Seimei llevando consigo una hielera llena de bebidas que habían preparado, él estaba de pie muy quieto observando en su dirección, su expresión mostraba genuino asombro, lo que significaba que él también había visto la clavada que hizo. A un costado suyo, Chihiro y Satsuki conversaban, en el otro, Midorima le daba un sermón a Atsushi acerca de la mala alimentación que llevaba; apenas una media hora antes se había devorado el desayuno para cinco personas, y ahora no perdía tiempo en meterle mano a un montón de chucherías.

Al menos, pensaba Shintarō, cuando Himuro estaba a su alrededor podía mantenerlo un poco a raya, sin embargo, ahora que no estaba, Murasakibara solo hacía lo que venía en gana. A veces se sentía como si estuviera feliz de que nadie lo controlara... pero en otras ocasiones lucía como si esperara que Tatsuya apareciera y lo regañara y le prohibiera comer chucherías, y, sin embargo, al rato el mismo Himuro le daría una pequeña y única golosina mientras le decía que se moderara más.

El de cabellos morados no le prestaba mayor atención, él, al igual que el Akashi menor, tenía la mirada en dirección de Cereza. Se veía interesado en lo que hacía, tal vez demasiado. Quizá solo estaba esperando que continuara ayudándole con Muro-chin, pero con Atsushi nunca se sabía. No decía mayor cosa. Midorima observó en la dirección que veía, y desde luego se encontró con Takao y los demás chicos.

Ambos fueron en busca de ellos.

—Formaremos equipos de dos —estaba diciendo Takao. Él, cuando vio llegar al de anteojos, de inmediato se sostuvo de su brazo como forma de decir que, por supuesto, ellos eran uno de esos equipos. Su prometido desde luego aceptó.

—Entonces... —Kise pareció dudar por un momento, pero encontró el valor necesario para decir lo que deseaba al observar a la parejita a su lado-, Kasamatsu-sempai y yo seremos otro equipo.

Él no esperó a que Yukio dijera alguna palabra, tal cual como Takao se había prendido al brazo de Midorima, así mismo Ryōta lo hizo con Kasamatsu. Este se mostró sorprendido un momento, alzando la mirada para encontrarse con que el rubio no lo veía, pero parecía muy nervioso y al mismo tiempo firme.

—Sí —respondió de forma suave, dibujando una pequeña sonrisa en sus labios.

—Y claramente... —fue el turno de Aomine para hablar, él tenía aún el balón en sus manos mientras pasaba un brazo sobre uno de los hombros del de cabellos rojos a su lado. Estaba sonriendo—, nosot...

—Yo quiero estar con Fresa —la aburrida y desinteresada voz de Murasakibara se le adelantó, él tenía la mano alzada, como si hubiera estado pidiendo la palabra. El enorme chico caminó hacía los novios, rodeándolos y posicionándose detrás de ellos para luego poner una mano sobre el hombro de Daiki y empujarlo lejos hacia un lado.

El moreno trastabilló y estuvo a punto de caer debido a la fuerza con la que Atsushi lo había alejado de Fresita. Él se giró hacía el de cabellos morados con una expresión de molestia infinita, solo para entonces toparse con que sus enormes brazos rodeaban los hombros de su novio.

SU NOVIO.

Una vena se hinchó en la frente del policía. Murasakibara Atsushi se iba a enterar de quién era Aomine Daiki.

—Está bien —aceptó Cereza, sonriendo divertido.

La mandíbula de Aomine estuvo a punto de dislocarse por la sorpresa. Se cruzó de brazos, absolutamente indignado mientras ahora la mirada de molestia iba dirigida hacía ambos chicos.

—Él lo pidió primero —Le dijo el de cabellos rojizos solo encogiéndose de hombros. Daiki lo observó con ojos entrecerrados, juzgándolo. Para su sorpresa, Atsushi le mostró la lengua, lo cual solo provocó indignarlo más; le sacó el dedo medio de vuelta.

—¡Bien! Como quieran —Aomine lanzó manotazos al aire, solo para luego caminar hacia Kuroko y abrazarlo por el cuello, pegándolo a él—. De todos modos, juego mejor con Tetsu, somos un excelente dúo.

—Por favor no me metan en sus peleas maritales —el chico fantasma intentaba alejarse de su amigo, solo logrando que el abrazo alrededor de su cuello se apretara cada vez más.

—¿Ah, sí? —Fresita se movió de enfrente de Atsushi, colocándose a su lado y abrazándolo por la cintura mientras el de cabellos morados también lo abrazaba por el cuello. La diferencia de altura eda de alguna forma tierna. El chico langosta alzó la barbilla, desafiante-, Murasakibara y yo nos llevamos muy bien, así que estoy totalmente seguro de que podremos sincronizarnos a la perfección.

Aomine parecía estar a punto de matar a alguien.

—N-No respiro... Aomi...ne-kun —Tetsuya, que estaba comenzando a ponerse azul, daba manotazos al brazo del moreno intentando que lo soltara.

—Pues aún así —Daiki soltó a su amigo fantasma, quien dio una bocanada de aire una vez libre mientras el moreno daba un paso al frente, también desafiante—. Tetsu y yo les daremos una paliza.

Fue el turno de Fresita de soltarse de Atsushi y dar dos pasos hacía su novio.

—No antes de que Murasakibara y yo los hagamos comer polvo.

Y entonces ambos se enfrascaron en una interminable lucha de miradas amenazadoras, en la que ninguno de los dos pensaba ceder, pues no querían que el otro ganara. Ellos estaban cerca, muy cerca, un paso y simplemente podían dejar su pelea de lado y comerse a besos.

—¿Qué rayos hacen? —le susurró Yukio a Kise, ellos dos junto a Takao, Midorima y Atsushi observaban a sus amigos con un gran signo de interrogación flotando sobres sus cabezas, Kuroko por su lado estaba pensando seriamente en dejar al bastardo de Aomine-kun por cuenta.

—No tengo idea —susurró el rubio, encogiéndose de hombros.

—¡Consíganse un cuarto y vayan a coger! —Kazunari les gritó, él estaba sonriendo totalmente divertido—. La tensión sexual que se cargan está haciendo que yo también quiera ir a perderme a algún arbusto con Shin-chan.

Midorima enrojeció, pero no dijo nada, solo acomodo sus lentes mientras carraspeaba la garganta.

Los novios desviaron un momento su atención hacía el chico halcón, un segundo les bastó para procesar lo dicho por este, y luego fueron ellos los que enrojecieron. Se observaron de vuelta mientras la intensidad con la que se veían se multiplicaba. Por un instante pareció como si fueran a saltar sobre el otro con toda la intensión de meterse la lengua hasta la garganta...

Pero entonces desviaron la vista al mismo tiempo, con una expresión muy digna, y luego giraron sobre sus tobillos y caminaron hacía el lado contrario, por lo que ninguno fue capaz de ver la sonrisita en los labios en el otro.

—Tal vez es para darle sabor al juego —le dijo Kise a Kasamatsu, este hizo una mueca, tenía sentido para él.

 

~•§•~

 

 

—¿Ustedes no jugaran? —Hiro les preguntó a Momoi y Seimei.

Los tres estaban en las gradas dispuestas a un costado de las canchas. Habían unas cerca de un árbol, por lo que tenían una perfecta sombra gracias a sus ramas y hojas.

—Prefiero quedarme y hacerte compañía, Hiro-kun —Satsuki le sonrió al chico. Ella sabía que, aunque su expresión se veía desinteresada, él se sentía totalmente culpable de la más que evidente tensión entre Seimei y Fresita, por lo que prefería mantener algo de distancia del chico para no hacerlo sentir incomodo.

—¿Tú? —el de cabellos grises giró hacia el Akashi.

El chico no le respondió de inmediato, su atención estaba en los amigos que estaban más allá en las canchas, conversaban de formar equipos al parecer, algo acerca de cómo llevarían los partidos y quienes jugarían primero. Desde luego Chihiro sabía porqué Sei no jugaría, pero sabía que él podía ser muy orgulloso a veces, por lo que no admitiría nada, así que le daba la opción de inventar alguna excusa.

—Yo... —titubeó—, si yo juego no sería divertido, obviamente los haría comer polvo a todos sin ninguna piedad y sin oportunidad de vencerme.

—Claro —Hiro rodó los ojos.

—Hay que dejar que se diviertan, que crean que son buenos.

—Lo que usted diga, señor "Soy absoluto, puedo ver la totalidad del futuro".

Seimei se sonrojó un poco, pero no dijo nada más.

Satsuki tan solo los había observado con una sonrisa dulce en los labios. Ella siempre había encontrado fascinante su relación. Más que la mayoría que no lograba entender como Chihiro se había enamorado de Seimei, a la de cabellos rosas se le hacía muy romántico, pues, aunque ellos no parecían ser compatibles con sus personalidades, en realidad se complementaban tan bien.

A pesar de las diferencias, habían hecho que su relación se mantuviera a flote sin mayor problema; dejando de lado el drama del rompimiento, claro. Satsuki encontraba hermoso la clase de persona que Seimei era cuando estaba con Hiro. Era tan diferente, tan amoroso... alguien totalmente enamorado.

El observarlos hacía que extrañara en demasia a su novio, siempre lo extrañaba, claro, pero mucho, mucho más al ver a la parejita a su costado.

 

~•§•~ 

 

 

Seijūrō estaba pensando seriamente en lanzar su teléfono por la venta para que se hiciera añicos al estrellarse contra el suelo. O bien podría él estrellarlo contra la pared para liberar un poco de su frustración.

«El número que usted marcó se encuentr...». Alejó el celular de su rostro y casi lo lanzó al piso, pero a tiempo se contuvo y en su lugar simplemente lo tiró al sofá que yacía en su despacho, mueble en el que luego tomó asiento dejándose caer totalmente frustrado.

¡Maldita sea!

Sus manos se alzaron hacia sus cabellos, enredándose en sus hebras rojiza y tirando de estas sin saber qué más hacer. Ya ni siquiera sabía cuantas veces había intentado conectar una maldita llamada con su padre. ¡Mierda! Después de lo que había hecho quien debía estar rogando por hablar con el otro debía ser Masaomi, no él.

Solo necesitaba hacerle una maldita pregunta, solo eso. Solo quería una respuesta antes de que los cabellos fueran insuficientes y en su lugar se arrancara las uñas debido a la frustración. Cerró los ojos con fuerza, llevando sus manos hacía su rostro y ocultándolo de nadie por un tiempo.

De hecho, él ya lo había pensado, que Fresita se parecía a su padre, pero fue un pensamiento pasajero que en su momento le resultó absurdo, así que lo lanzó a lo más profundo de su mente sin exteriorizarlo un instante, solo enviándolo a los dominios del olvido y dejando que allí permaneciera.

Pero entonces, cuando Chihiro lo dijo en voz alta, se sintió como si hubiera caído de cara dentro de una laguna de agua absurdamente fría desde una gran altura. Por su espalda bajó un escalofrío que le caló hasta los huesos y lo hizo sentir mareado; lo vió en la expresión de su hermano, que él se sintió de la misma forma tras las palabras de su cuñado.

El pensamiento, ya exteriorizado y con horror, no parecía tan absurdo...

Pero era terrorífico.

Sonaba irreal, sí, pero al mismo tiempo tenía tanto sentido, el parecido con su padre, la sensación de comodidad que sentía a su lado, ese apego, ese sentimiento constante y extraño de que lo conocía sin haberlo visto antes... era solo que Seijūrō no deseaba que lo tuviera. No quería que tuviera sentido, porque entonces significaría que ese chico al que había visto aterrorizado mientras se daba cuenta que no sabía ni su propio nombre, ese muchacho que con horror descubrió las heridas en su cuerpo, el mismo al que habían mantenido cautivo y sometido a quien sabía qué torturas, y a quién había escuchado gritar perdido por el miedo... ese chico del cual habían abusado sexualmente era... era su hermano, su sangre.

Soltó un gritó que murió ahogado entres sus labios y las palmas de sus manos, y luego tomó su teléfono de vuelta y marcó el número del secretario de su padre. El sonido de los timbrazos salidos desde la bocina parecía martillar su cerebro... y luego una vos.

»—Buenos días señor Aka...

—Necesito hablar con mi padre —interrumpió de inmediato, esperanzado de poder al fin contactarlo—. Es urgente.

»—Lo entiendo, señor, pero su padre se encuentra en una reunión muy importante con un futuro inversionista, y pidió no ser interrumpido por ningún moti...

—¿¡Qué parte de que es urgente no entiendes!? —Akashi se puso de pie muy rápido, gritando y con la respiración agitada. Al otro lado de la línea solo hubo silenció durante algunos segundos, entonces Akashi habló de nuevo—. Mierda -susurró para sí, dándose cuenta de lo imbécil que estaba siendo. Tomó asiento de nuevo—. Lo lamento, disculpa... _sonaba profundamente arrepentido.

»—No se preocupe, señor Akashi... cuando la reunión finalice, le diré a su padre que de inmediato se comunique con usted.

—Gracias. Por favor dile que es urgente... y perdona de nuevo.

Cortó la llamada sintiéndose como un grandísimo idiota. Que él se sintiera desesperado no significaba que tenía que ir y despotricar contra cualquiera que se pusiera en su camino. Que imbécil había sido. Cuando viera de nuevo al secretario de su padre, le pediría disculpas como era debido.

Estaba desesperado y la situación no era de gran ayuda. Su padre no respondía y de Reo no había obtenido nada cuando lo llamó, más que un:

»—Estoy investigando una pista —Había respondido de inmediato en cuanto la llamada conectó—, pero no tengo nada concreto aún. Te enviaré un informe completo en cuanto confirme o no la información con la que cuento.

Entonces corto sin más, ni siquiera lo había dejado decir una sola palabra. Reo Mibuchi era amigo suyo, y además también un investigador privado que estaba ayudándole a descubrir la identidad de Fresita. Los informes de su parte no decían nada, el chico no aparecía por ningún lado y eso incluso frustró al mismo Reo. Era como si realmente hubiera salido de la nada, pero eso no podía ser posible, todos tenían un origen. Así que Reo le dijo que no iba a descansar hasta dar con una jodida pista.

Y al parecer realmente lo había logrado.

Solo que el muy bastardo no le había dicho de qué iba la jodida pista y, desde el momento en el que cortó, la llamada ya no había vuelto a entrar... intentó e intentó una y otra y otra vez, pero nada. Así que no tuvo más opción que intentar contactar con su padre, pero al final fue la misma historia.

Mierda.

Si ninguno de los dos se ponía pronto en contacto con él, estaba seguro de que iba a volverse loco.


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