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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

AQUI EL SEGUNDO CAP, ESPERO LOS DISFRUTE. 

FELIZ NAVIDAD A TODOS. 

UNKNOWN
—Capítulo 30—
Gatito

 


Kasamatsu había tenido razón en algo, Fresita no pudo evitar pensar. El hecho de ser tan bueno no significaba que fuera profesional. Los cuatro chicos frente suyo eran asombrosos, y no eran profesionales.

Habían acordado que jugarían como mínimo cuatro partidos cada equipo. Si eran más que eso dependía de las victorias. El ganador del primer encuentro se enfrentaba al siguiente equipo, y el ganador de este a la dupla restante; con un tiempo de veinticinco minutos cada encuentro. En el primer sorteo para ver quien se enfrentaba primero, habían quedado los equipos de Kise y Midorima; el ganador del primer partido jugaría contra Aomine y Kuroko, y el campeón de este contra Fresa y Atsushi.

El siempre desinteresado Murasakibara parecía haber tomado un suero que lo había vuelto parlanchín, pues fue él quien se encargó de narrarle el despliegue de jugadas que se mostraba ante sus ojos. No solo de Kise y Yukio, sino también de Midorima y Takao; con algo de asombro había descubierto que, en realidad, había algo que Murasakibara amaba aparte de los dulces y la comida chatarra. El baloncesto. Por ello estaba también emocionado por jugar.

—¿Quién creen que gane? —había preguntado el chico langosta sin quitar la vista del frente, a nadie en particular. Recibió varias respuestas, pero nada concreto que aclarara la duda.

Es decir, por un lado estaba Kise, con una habilidad que simplemente lo había sorprendido. El chico era realmente muy bueno con el balón, y la forma en la que se sincronizaba con Yukio era asombrosa. Pero por el otro lado estaba Midorima y Kazunari; el de lentes lo había dejado con la boca abierta y un escalofrío recorriendo su cuerpo gracias a sus larguísimos triples y la forma en la que él y Takao parecían moverse como un solo ser. Él no había podido despegar la vista ni un segundo, absorto por la gran demostración de habilidades que se estaba llevando a cabo.

—Kise-chin es «La copia perfecta» —le dijo el enorme chico, luego de que el rubio imitara uno de los tiples de Midorima y lo dejara con la mandíbula caída—, es ágil y fuerte, y eso le permite copiar todos los movimientos que ve, incluso si solo lo ha visto una vez. Es su especialidad, así como los triples súuuper largos, son la de Mido-chin.

Así de asombrado como estaba, Fresita había sonreído con la explicación de Atsushi. Si bien al parecer su tono de voz era permanentemente aburrido, se podía notar cierto brillo en sus ojos violetas que denotaba su emoción y pasión por el baloncesto. Sobretodo, cuando se desvió de sus amigos un momento y en la conversación se coló Muro-chin. Y fue ahí entonces que el brillo en sus ojos destelló aún más.

Amaba el baloncesto, pero más amaba jugar al lado de su persona especial. Eso lo entendió por la forma en la que sus ojos, sin notarlo, se suavizaron cuando habló de los momentos junto al chico.

Según había entendido, en realidad no tenía tanto tiempo de conocerlo, no como con sus otros amigos al menos. Pero Satsuki le había dicho que Atsushi tuvo un período en el que no quería saber nada del Basket y solo se dedicó a hacer sus postres, pero cuando Himuro apareció, al verlo jugar quiso de nuevo pararse en medio de una cancha. No es que ella lo hubiera visto, sino que fue Murasakibara quien, sin darse cuenta, no dejaba de hablar de él.

Jugar a su lado le había devuelto el brillo que habían perdido sus ojos.

Era tierno.

Así que Fresita supo que tenía que hacerle saber a Himuro lo especial que era para el enorme chico, por lo que sacó su celular y, al menos por un momento, desvió la atención del juego entre Kise y Yukio contra Midorima y Takao. Lo grabó mientras hablaba, asegurándose de que continuara escupiendo sus emociones, y haciéndole preguntas sobre Himuro y lo que sentía cuando jugaba a su lado.

Finalmente su atención volvió al juego cuando Kise gritó emocionado porque al fin pudo marcar un diferencia de tres puntos contra el equipo de Midorima. Hasta que el juego finalmente acabó con la misma diferencia.

Y ahora, en ese momento, Ryōta y Aomine se batían a muerte.

—¡Vamos, Kise! —Fresita gritó desde las bancas. Aomine, que se encontraba en medio de la cancha con el balón en sus manos, sintió una vena latirle en la sien—. ¡Aplástenlos!

Kise, quien ya pensaba era asombroso, estaba demostrando que podía serlo aún más. Mucho más, pero...

Aomine, oh, vaya. Aomine era simplemente sensacional.

Es decir, sí. Los cuatro chicos eran asombrosos. Yukio y Kise ya lo habían demostrado, y Kuroko con sus asombrosos pases lo había dejado en blanco durante algunos minutos, pues no lograba entender cómo Daiki tiraba el balón hacia ningún lado y solo corría, pero cuando saltaba y lanzaba, la pelota ya estaba de nuevo en sus manos.

Y fue entonces que Atsushi le explicó de qué iba la «Misdirection» de Kuroko. Fresita entendió que, de hecho, la falta de presencia del chico era realmente útil. Satsuki, metiéndose a la explicación, le dijo que el chico fantasma había tenido también un periodo de depresión porque por más que practicaba no lograba mejorar en lo que amaba. Pero fue ahí donde Akashi intervino. Odiaba ver al chico tan decaído así que buscó una manera en la que podía estar de pie en medio de la cancha, de igual a igual con todos sus amigos. Y eso era la Misdirection.

Fresita estaba realmente asombrado de lo mucho que Tetsuya había cambiado su juego y también mejorado tanto, también se sentía muy orgulloso de él. A pesar de todo, no se dio por vencido en lo que amaba y disfrutaba.

Pero... incluso después de todo lo que había visto, de lo genial que eran los chicos, Cereza se sentía ansioso e inquieto. No porque se sintiera mal, era solo que, después de ver a sus amigos jugar unos con otros y observar de primera mano lo asombrosos que eran, solo quería... mierda, solo quería batirse en un uno a uno contra Daiki.

Y es que Aomine era, era...

Realmente Cereza no sabía cómo describirlo. Su estilo callejero y tan... libre, robaba el aliento. Su talento se le desbordaba por los poros, él era un.. era un verdadero monstruo. Poseía una absurda velocidad, era jodidamente fuerte y ágil, y manipulaba el balón con tanta habilidad, lanzándolo a la velocidad y dirección que le diera la gana, que hacía que pareciera tan, tan fácil. Por la mierda, de verdad era una jodida bestia. Se adueñaba de la cancha totalmente, haciendo movimientos nada comunes, fintas, jugadas que ni al caso y sobretodo, lanzando en momentos totalmente inesperados.

En realidad Fresita tuvo la impresión de que estaba presumiéndole, pero vaya maldita forma de hacerlo. Cualquiera quizá querría evitar sufrir una terrible humillación de su parte, pero no él, no Cereza. Aomine lo único que lograba con su impresionante y preciosa demostración de talento, era encender una llama dentro de su corazón que se expandía con cada segundo que pasaba, engullendo su cuerpo y llenándolo de excitación y ansias. Quería jugar contra él.

Mierda, deseaba tanto jugar contra Aomine.

Gritaba apoyo hacía Kise, pero la verdad era que su corazón deseaba que el ganador fuera su novio.

Por supuesto, todo el juego resultaba aún más asombroso gracias a Kise, quien realmente estaba jugando absurdamente sensacional, yendo mano a mano con Daiki y no dejándole las cosas tan fáciles. Anotando y cubriéndose el uno al otro. Era ciertamente ridículo y fascinante verlos en acción. Nadie podía culparlo de sentir cierta envidia del rubio al verlos a ambos sonreír disfrutando su encuentro... también quería que el moreno se divirtiera al jugar contra él.

Continuó observando fascinado, impaciente, el desfile de encestes y pases, jugada tras jugada. Los gritos de aliento para Kise y Kasamatsu resbalaban por sus labios hacia afuera, pero en su interior festejaba con más emoción los puntos que Kuroko y Aomine anotaban. Secreta, o no tan secretamente, disfrutaba la expresión fastidiaba del moreno cuando vitoreaba por las jugadas del rubio y compañía.

Esa también era una forma de provocarlo a dar más, picarlo para que le demostrara que estaba equivocado, y que definitivamente ganaría para hacer que se tragara sus palabras. Sí, Cereza en verdad esperaba que la victoria fuera suya, porque las ansias de jugar contra él solo aumentaban. Sus piernas no se quedaban quietas, moviéndose de arriba hacia abajo, las palmas de sus manos sudaban, sus dedos se enredaban entre sí, sentía la garganta seca.

No podía evitar que sus ojos se desviaran hacia el teléfono de Satsuki, donde yacía el cronometro que marcaba el tiempo restante del partido. Los veinticinco minutos estaban acabándose y ellos estaban empatados.

Y luego hubo este absurdo y absolutamente hermoso lanzamiento por parte de Daiki, en donde Kuroko le pasó el balón luego de una maravillosa jugada que en sincronía perfecta habían hecho. Aomine saltó, inclinándose hacía atrás, tanto que parecía que la jugada no llegaría a ningún lado, y Kise también saltó, intentando bloquearlo, pero el balón dejó las manos del moreno sin que el rubio pudiera hacer absolutamente nada. El tiempo pareció detenerse mientras contenía la respiración y el balón trazaba su camino hacia el aro. Un enceste hermoso que le daba a la dupla de Daiki y Kuroko la delantera.

Cereza no pudo evitar gritar:

¡Eso, maldita sea! —Se puso rápidamente de pie mientras alzaba el puño al aire y sonreía enormemente—. ¡SÍ! ¡Wuuuuuh!

Tarde se dio cuenta de lo que acaba de hacer. No fue hasta que sus ojos rojizos se ensancharon con los azules de Aomine que se dio cuenta que había tirado su fachada por el retrete. El moreno, al contrario de lo que creyó, no lo veía de manera engreída o presumida, de hecho él se veía en serio sorprendido por su efusiva reacción. Segundos después una sonrisa genuina se dibujo hermosa en su moreno y atractivo rostro.

—¡Para ti! —le gritó él desde la cancha, dedicándole su enceste. Llevó sus dedos hacia sus labios y lanzó un beso al aire.

Cereza enrojeció de golpe, todos estaban viéndolo y la mayoría sonreía por su arrebato, aún así estuvo a nada de salir corriendo, tirársele encima y comerle la boca a besos, Aomine era tan perfecto... pero logró contenerse. Por muy poco.

El juego continuó los minutos que restaban con más jugadas y encestes maravillosos por parte de ambos, pero más de Daiki, quien parecía acababa de renovar toda su vitalidad, adquiriendo incluso más potencia y rapidez que apenas unos minutos antes. Ser alentando por Cereza, que ya poco le importó fingir, hizo que diera todo para demostrar que podía ser mejor de lo que ya lo era. Además, el moreno también quería jugar contra su novio lo más rápido posible.

Y entonces por fin el encuentro terminó.

En cuanto Satsuki gritó que se había acabado el tiempo, Kise, Yukio y Kuroko se dejaron caer de espaldas en el concreto, sintiendo las piernas entumidas y la respiración por demás agitada, mientras que Daiki se quedó de pie, aunque con las manos en las rodillas, intentando regular su respiración. La diferencia era de seis puntos a favor de el moreno y el chico fantasma.

Cereza, por su lado, corrió directo a los brazos de Daiki, sonriendo enormemente, y se lanzó hacia su cuello, enrollando las piernas en su cintura aferrándose como un enorme Koala. Por supuesto, Aomine lo sostuvo sin dudarlo. Aunque, en realidad, si el chico langosta no lo hubiera hecho, estaba seguro que el que hubiera corrido hubiera sido él.

¡Maldita sea, Daiki! —Cereza gritó, alejándose un poco de su cuello y sonriendo aún, sus manos sostuvieron las mejillas del de cabellos azules—. ¡Eres una maldita bestia! —le dijo, y luego lo besó.

Un beso hambriento, desesperado. Aomine lo sostuvo con fuerza de los muslos, Fresa lo agarró de los cabellos, pegándolo más a sus labios, queriendo devorarlo por completo. Todo a su alrededor desapareció y ahora solo eran ellos, ellos y esa necesidad asfixiante de comerse a besos entre gemidos sensuales y leguas húmedas.

Sin embargo, aunque ellos parecían totalmente perdidos solos en su mundo, ciertamente no era el caso, todos podían verlos siendo absolutamente descarados.

—¡Ya, en serio! —Takao gritó desde las bancas—, ¡consíganse un cuarto! —pero ellos no le prestaron ni la más mínima importancia.

Exhaustos y sintiendo que las piernas iban a desprendérseles en cualquier momento, Ryōta, Tetsuya y Yukio se levantaron tambaleantes del concreto de la cancha, con rumbo hacía la rica sombra del árbol cerca de las gradas.

—Ugh —Kuroko hizo un ruidito al pasar al lado de los tortolitos y ver sus lenguas enérgicas asomarse un poco, mucho, en sus labios—, modérense un poco, depravados-kun, hay niños cerca —y por niños se refería a él mismo, claramente. Sin embargo, fue olímpicamente ignorado.

—Es tan romántico _Kise sonrió con corazones en los ojos, él y Yukio se apoyaban el uno en el otro. Solo habían sido dos juegos para ellos, pero es que un solo juego entre la "Generación de los milagros" o "El equipo arcoíris" era realmente agotador—. También quiero un beso apasionado como premio de victoria —suspiró.

Yukio, que desde luego, por supuesto, absolutamente, había escuchado sus palabras, sintió a su corazón acelerar sus latidos de cero a cien en un segundo.

Se había dicho que, si existía la mínima posibilidad de que Kise en verdad tuviera sentimientos por él, lucharía con fuerza. En esos días, esa mínima posibilidad se había vuelto una gran posibilidad.

Ya había dejado de ser idiota, por lo que entendía perfectamente el coqueteo que había entre ellos, y nerviosismo pero seguridad del rubio al soltarle alguna indirecta. Puede que al principio tuviera dudas, pero Kasamatsu lo tenía muy claro ahora.

—Bueno —habló, sin ningún titubeo en su voz—, solo tienes que ganar el siguiente juego... el resto déjamelo a mi —dijo, y de inmediato sus orejas enrojecieron, mientras el rubio ascendía al tercer cielo.

La voz interior de Kise resonó en su mente como silbidos de fuegos artificiales que estallaron en lo profundo de su subconsciente, ensordeciendo sus sentidos y dejándolo desorientado un momento. Tetsu estaba seguro de haber visto su alma escapar de su cuerpo.

Oh, todos eran tan tiernos a su manera.

Fueron hasta las gradas, donde tomaron asiento, gustosos aceptaron bebidas que Satsuki les ofreció y, en cuestión de nada, sus gargantas estaban siendo humedecidas como si llevaran años sin beber líquidos. Los tortolitos se quedaron más allá, en medio de la cancha, besuqueándose sin reparón y como si de eso dependiera sus vidas. Kise y Yukio de pronto parecía que se habían vuelto muy tímidos, Kuroko los observó un momento mientras ellos se veían de reojo, solo para sonreír tímidamente y luego sonrojarse. En verdad eran muy lindos, pero... oh, dios, ¿por qué no solo también se metían la lengua y ya?

Bueno, Tetsuya no era quien para hablar, aunque... él también podría hacerlo. Podía solo ir y tomar a Akashi del cuello y comerle la boca, nadie se lo impedía, solo él mismo. Sí. En serio podía hacerlo... no, lo haría. Lo haría. Cuando viera a Seijūrō nuevamente, terminaría con esa maldita prueba y solo correría a sus brazos, a sus labios. Deseaba más que nada estar con él y, si lo pensaba, era realmente absurdo todo el tiempo que ya había perdido... era momento de bajar las defensas y aceptar la victoria. Porque sí, maldita sea, era una jodida victoria para ambos, no había bando perdedor.

Una bonita sonrisa se dibujo en sus labios, una que nadie vio, pues cada uno estaba perdido en sus propios pensamientos.


~•§•~


Finalmente, después de un merecido descanso en el que la parejita se besuqueó todo lo que quiso, y en el que Seimei no dejó de lanzarle a Aomine miradas desagradables por estar de calenturiento con Cereza, miradas que el de cabellos rojos no notó y el Akashi agradecía, era momento de continuar con el último partido de la primera ronda.

Daiki versus Fresa.

Decir que estaban emocionados, era minimizar como realmente se sentían.

Estaban entusiasmados, absolutamente impacientes, las manos les temblaban de anticipación. Una sonrisa de permanente euforia parecía estar tatuada en sus rostros, pues por más que intentaron ponerse serios para el encuentro, simplemente la alegría se les desbordaba por cada poro en su piel.

Midorima se encargó de lanzar la pelota al aire para dar inicio al juego, y era tanta la concentración de Cereza, que todo ruido a su alrededor desapareció; sus ojos rojizos estuvieron fijos en el balón durante cada segundo desde que dejó las manos del de anteojos, casi podía escuchar su propia respiración. Fue como si hubiera sucedido en cámara lenta, pareció haber transcurrido una eternidad hasta que el balón llegó a su punto más alto, y entonces todo volvió a su ritmo normal y él saltó con potencia.

Apenas y tocó el baló con la punta de sus dedos, pero eso le bastó para arrebatarlo de las manos de Daiki en el primer toque. En el instante en el que sus pies estuvieron de nuevo en el suelo, Aomine ya estaba marcándolo, sin embargo, pudo tomar al moreno desprevenido gracias una finta que hizo con gran rapidez; fingió intentar pasar por el costado derecho del moreno, pero entonces, sorpresivamente dio giros con gran maestría sobre sus tobillos, como si bailara. En un instante estaba en el costado izquierdo de Daiki, y logró pasar al haber sido lo suficientemente rápido y ágil con sus movimientos.

Lo dejó atrás, y luego corrió hacía el aro que este defendía gracias a esa mínima ventaja que pudo obtener. Avanzó de prisa con una sonrisa en los labios, seguro de que podría anotar el primer enceste del partido. Aceleró con más potencia preparándose para hacer una clavada majestuosa, sin embargo, cuando estuvo ya en posición, el balón desapareció de sus manos.

No, no desapareció, fue Kuroko, apareciendo totalmente de la nada, quien lo arrebató de entre sus dedos. Fresita maldijo por lo bajo sabiendo que debió habérselo esperado. Sin perder tiempo, giró para intentar quitárselo y, para su sorpresa, el chico se encontraba a medio giro para hacer un «Pase de ignición Kai», para Aomine, quien, descubrió para aún más sorpresa, no lo había seguido en cuanto pudo pasar su defensa, sino que corrió en dirección contraria.

Daiki sabía que Kuroko le robaría el balón, por lo que no se molesto en perseguirlo.

¡Maldita sea!

—¡Mierda! —alcanzó a penas a decir, mientras intentaba detener el pase.

Sin embargo, nada pudo hacer más que observar impotente como el balón atravesaba la cancha a gran velocidad, directo hacía las manos de Aomine, quien con una sonrisa orgullosa atrapó el pase sin ninguna dificultaba. La diferencia de distancia era de un extremo a otro, nada le impedía ser él quien encestara los primeros dos puntos del encuentro.

Sin perder la sonrisa, continuó corriendo muy veloz, y luego se detuvo y saltó, haciendo una magnifica demostración de su hermosa técnica, la pelota dejó sus manos...

Y entonces un muro que desprendía un aura mortal se paró frente a él, y de un potente manotazo impidió que el balón siguiera la trayectoria trazada; en su lugar, terminó rebotando en el suelo hacía un costado más allá de la línea de banda.

Atsushi había jugado demasiadas veces a su lado, el número era incalculable, si alguien tenía la mayor posibilidad de bloquear sus tiros, ese era el chico de cabellos morados. En el momento en el que Daiki dio por hecho que los puntos eran suyos por haber recibido el balón robado a Fresita por parte de Tetsu, de hecho, los perdió. Cereza no era el único en la cancha, después de todo.

Con los pies de nuevo sobre el concreto, los ojos azules del moreno contemplaron como el balón rodaba lejos de ellos... no cualquiera lograba bloquearlo. Pero claro, era Atsushi de quien estaba hablando. La emoción de jugar con Fresita y mostrarle de lo que estaba hecho en el baloncesto, había ocasionado que se olvidará un momento de Murasakibara.

Pero eso no volvería a pasar.

—Eres un bruto, Aomine-kun —Kuroko, parándose a su lado, le dijo, mientras con la punta de los dedos le daba directo en las costillas.

—Tetsu maldito.

El moreno soltó un ruidito debido al golpe, eso había dolido. Acarició la zona lastimada mientras le daba una mirada fea a su amigo fantasma.

—¡Eso fue increíble, Murasakibara! —gritó entonces una voz detrás. Fresita pasó corriendo a un costado de ellos, sonreí enormemente cuando llegó junto a Atsushi. El enorme chico tenía su siempre aburrida expresión, pero sus labios se movieron hacia arriba levemente en sus costados cuando Cereza lo halagó; ese gesto hizo que el otro sonriera aún más ampliamente.

—¡Tch! —Daiki chasqueó la lengua ante tan desagradable visión...

En realidad solo estaba celoso, y su novio fue consciente de ello. Fue por ello que se volteó hacía él con la barbilla alzada en un mueca burlona mientras se apoyaba en su pierna derecha y llevaba una mano a su cintura.

_¿Qué pasó, Daiki? ¿Acaso te acaban de bloquear? —habló, aguantándose la risa—. ¿No eras imparable?

Una venita se hinchó en la sien del moreno, una sonrisa tétrica se dibujo en sus labios.

—Exclamó a quien le robaron con tanta facilidad el balón —contraatacó.

La sonrisa se borró en la expresión del de cabellos rojizos, en su lugar un tic se apoderó de uno de sus ojos. Una mueca en sus labios le dijo a Daiki que le había dado donde dolía, pero, siendo sinceros, a ambos le habían bajado los sumos durante un momento.

Se observaron con miradas firmes y retadoras, cada uno al lado de su compañero de equipo. Una llama aún más potente se había encendido en sus corazones, una llama que se extendió por completo a cada musculo y articulación, la sangre en sus venas hervía y corría de prisa.

En la distancia, se podía escuchar el vitoreo y silbidos por parte de sus amigos, que por supuesto se había emocionado con las primeras demostraciones de su juego, y todo indicaba que habría mucho, mucho más de donde habían salido estas.

—¿Vamos a continuar con el juego o seguirán teniendo sexo por telepatía? —Kuroko dijo, desquebrajando en miles de pedazos el silencio que se había instalado entre ellos.

El primero en desviar la mirada fue Fresita.

—¡Continuaremos con el juego! —gritó de prisa, tenía sus mejillas muy coloradas. Aomine por su lado solo sonrió de medio lado algo engreído. Con eso Tetsu supo que, de hecho, sus palabras no habían estado tan equivocadas. Claramente, aunque parecían molestos con el otro, se habían estado comiendo con la mirada.

Dado que ya habían perdido demasiado tiempo, tuvieron que reiniciar el cronometro reanudando un juego que prometía exprimirlos hasta los huesos. Pero, en realidad, no eran ellos dos los únicos emocionados, pues en la expresión de Atsushi se podía ver una chisma de excitación, y en los ojitos de pescado de Tetsuya se notaba su lado más competitivo. En definitiva, sería un juego realmente agotador, pero no menos emocionante.

 

~•§•~

 

Kuroko estaba agotado, no podía dar ni un solo paso, así que se dejó caer dramáticamente en el concreto en medio de la cancha sintiendo que tenía arena en los pulmones.

Agotador y una mierda.

Nunca en todos los años que jugó baloncesto en la secundaria había disputado un partido tan malditamente agotador. Ese dúo eran unas jodidas bestias. Por supuesto, de Aomine-kun ya lo sabía, y tuvo la idea de que Cereza sería un buen rival, por lo que quiso ponerse serio, pero jamás hubiera imaginado en lo que se estaba metiendo.

Ellos eran increíbles, con una habilidad y talento realmente asombrosos. Kuroko solo había conocido a una persona que era capaz de ponerse al tú por tú con Daiki, y ese sin duda era Kise-kun. Verlos jugar era hermoso, pero aún así se notaba cierta diferencia, nada realmente abrumador o muy marcado, pero sí había la suficiente distancia entre ellos como para que el moreno terminara victoriosos sobre el rubio.

Pero ver a Aomine jugando contra Fresa, eso... eso fue más que asombroso. Fue absolutamente magnifico.

Cuando Daiki dijo que ellos eran un buen dúo, no mentía, realmente trabajaban muy bien juntos. Y el chico langosta también tuvo razón respecto a él sincronizándose perfectamente con Murasakibara-kun. Los veinticinco minutos fueron totalmente de ir y volver sin parar de un lado al otro. Después de la disputa con la primera jugada que habían intentado cada uno, la competitividad se había triplicado. Fue realmente abrumador en algún punto.

Seguirles el pasó no fue fácil, ni para él ni para Atsushi. Hacía un tiempo desde que lo veía tan serio mientras jugaba. Ellos principalmente eran el apoyo del otro. Si bien si o si querían ganar, no se olvidaron de que eran un equipo, así que cuando se enfrentaban uno a uno, Aomine hacía pases espectaculares con Kuroko para lograr avanzar, y esto mismo hacía Cereza. Se unían con Murasakibara para bloquear a Daiki. Ambos hacían fintas y movimientos que incluso al chico fantasma lo dejaban un tanto abrumado por momentos, pero rápido volvía en si.

Perder la concentración significaba un error, puesto que los dos hacían pases de improvisto y si alguno se distraída, podían perder el balón. Pero, aunque para Tetsuya fue realmente agotador, la parejita si que estaba divirtiéndose.

Las sonrisas cuando jugaban de frente entre sí, los gritos y celebraciones en cada enceste.

Hubo una celebración de Fresita en especial que a Aomine, de hecho, le encantó. Puesto que luego de un difícil ir y volver sin ningún punto luego de tres intentos por parte de ambos sin ningún resultado, el chico langosta logró romper la racha de bloqueos, anotando unos magníficos dos puntos gracias a una aún más espectacular clavada.

Al parecer estaba harto de poder hacer nada desde debajo del tablero, por lo que el muy animal, pensó Tetsuya, saltó desde la línea de tiros libres. Y fue absolutamente magestuoso, por un momento pareció como si caminara en el aire. Todos habían aguantado la respiración desde el momento en el que saltó hasta que el balón atravesó el aro.

»—¿Cómo mierda hiciste eso? —Aomine preguntó, genuinamente asombrado.

Cereza se giró hacía él, también sorprendido por su hazaña.

»—¡No tengo idea! -Sonrió, y luego se lanzó hacia los brazos de su novio, por supuesto el moreno lo alzó del suelo con facilidad, correspondiendo la sonrisa del de cabellos rojos—. ¡Sentí que podía hacerlo, así que lo hice!

»—Pues estuvo asombroso.

»—¡Se sintió asombroso!

Entonces lo tomó de los cabellos y lo beso.

Fue un contacto breve, pero estuvo lleno de emoción, no hubo nada lujurioso en el, solo felicidad por parte de Cereza, y cuando este se alejó, los ojitos azules de Aomine lo veían con adoración. Desde las gradas se escucharon los silbidos así como exclamaciones de asombro debido a la reciente jugada, todos sabían que había sido jodidamente espectacular, y aún así se quedaban cortos en la descripción.

A partir de ese punto el juego solo se volvió aún más intenso. Kuroko y Aomine sabían que no podían distraerse ni un solo instante, pues entonces aparecía Fresa-saltarina-kun con otro salto brutal y los dejaba viendo estrellas en el infinito.

Sinceramente, agradeció cuando Satsuki gritó que quedaba solo un minuto para que finalizara el tiempo, pero luego se arrepintió, puesto que la intensidad volvió a multiplicarse. Ninguno quería perder... aunque, si le preguntaban, no tenía idea de que equipo había ganado.

Murasakibara, al verlo desparramado en el concreto, se apiadó de su alma. Fue hasta él y lo alzó como si fuera un juguete llevándolo bajo su brazo hasta las gradas donde yacían todos sus amigos. Ahí, Satsuki le dio una botella de agua y una palmadita en el hombro por haber resistido jugar con tales bestias.

—¿Es que ellos no se cansan? —Preguntó Yukio luego de unos minutos.

Ya habían pasado unos minutos y la parejita continuaba jugando. Poco les había importado que finalizaran los veinticinco minutos, pues, en realidad continuaron jugando uno a uno mientras todos descansaban en las gradas.

—En verdad jamás había visto a Aominecchi tan feliz al jugar uno a uno —Kise dijo con una sonrisa—. Finalmente encontró a su rival.

Todos asintieron de acuerdo, observando a los chicos correr de un extremo a otro en la cancha. Regateando, haciendo fintas, bloqueos y anotaciones. Más tiros sin forma por parte de Aomine y esos espectaculares saltos que hacía Cereza.

De forma silenciosa aceptaron dejar hasta allí las rondas, y solo dejarlos continuar jugando. Que se divirtieran, que continuaran disfrutando del juego del otro y su juego juntos. De alguna forma el solo observarlos era realmente satisfactorio. No tenían realmente un favorito, cada enceste lo celebraban con emoción, no importando si era por parte de Daiki o de Fresa.

Y luego un sonido diferente se unió a los amigos, la melodía del tono de llamada del teléfono de Kuroko. Seimei volteó a verlo con una ceja alzada una clara expresión de burla por la canción que tenía.

«Lil Boom - Already Dead».

Tetsuya le hizo una mueca de que le valía en los más mínimo su opinión. Tomó su celular y se alejó de sus amigos para poder responder.

 

~•§•~

 

—Hola —Tetsuya dijo al divisar a su amigo rubio en una de las bancas del parque que no estaba lejos de las canchas de donde él había estado jugando con sus amigos.

Nash alzó la mano en forma de saludo al mismo tiempo que le sonreía. Desde el instante en el que sus ojos se cruzaron, Kuroko supo que algo estaba mal con él. Su corazonada había sido acertado, pues al momento de respinder su llamada había escuchado su voz algo decaída.

—Llegaste rápido —le dijo el chico fantasma. Habían acordado encontrarse allí cuando el rubio le pidió verlo momentos antes.

—Sí, estaba cerca.

—¿Sucede algo?

—No... solo quería hablar un momento contigo —entonces se fijo en las ropas que Tetsuya llevaba—. ¿Interrumpo?

—Para nada —se encogió de hombros haciendo una mueca... y entonces se le ocurrió una idea—. De hecho mis amigos y yo estamos jugando en las canchas al otro lado de la calle.

—Sé de cuales hablas, hemos ido allí con Silver.

—Entonces.... ¿Quieres venir a jugar con nosotros?

Nash pareció pensárselo, pero Kuroko supo cual sería su respuesta incluso antes de decir palabra alguna.

—Yo... preferiría que habláramos solos tú y yo. ¿Se puede?

—Sí, claro.

El chico fantasma tomó asiento a su lado sin saber realmente qué decir. Se notaba demasiado que algo atormentaba la mente de Nash. Tenía dudas de si debía preguntar o no. Quizá el rubio solo quisiera hablar con él para distraerse y no pensar, o tal vez quería hablar con él sobre eso. No sabía.

—Nos vamos mañana en la mañana, así que quería despedirme.

—Oh... —Kuroko se sintió triste al escucharlo. Realmente le había tomado cariño a su amigo—. Pero... no tiene que ser un adiós —dijo—, podemos seguir en contacto y reunirnos algunas vec...

—Se supone que hoy hace un año íbamos a casarnos -soltó entonces Nash, sorprendiendo totalmente al chico fantasma.

Kuroko volteó a verlo con los parpados muy abiertos. Si antes tuvo dudas acerca de qué decir, en ese momento todas las palabras habían desparecido de su cabeza.

Mierda. Él realmente no lo había superado para nada.

—Ah, tienes razón —Nash suspiró, cubriéndose la cara un momento.

—No había dicho nada.

—Lo tenías escrito en toda tu expresión —Tetsu maldijo por lo bajó—. Soy patético, lo sé —suspiró una vez más—. Perdona si vengo a desahogarme contigo, estás en tu derecho de decirme lo miserable que luzco y que lo supere de una vez, Silver lo dice todo el tiempo.

—Está bien, Nash-Kun, puedes hablar conmigo —no sabía que más decirle.

En realidad sí que podía decirle muchas cosas, y la mayoría serían cosas crueles, pero eso no era lo que Nash quería escuchar en ese momento. Él solo necesitaba que alguien lo escucha desahogarse sin juzgarlo y sin decirle cuan patético era al no superar a su ex. Claramente eso él ya lo sabía.

—Te juro que lo he intentado, Kuroko, lo he intentado en serio —se lamentó—. Es solo que tantas cosas quedaron inconclusas entre Taiga y yo... todo, de hecho. Todo quedó incluso entre nosotros... no sé nada, no tengo idea de nada... no sé qué debería hacer...

«Taiga», así que así se llamaba el ex prometido y el bastardo que le rompió el corazón a Nash. Después de todas las cosas que el rubio le había contado de él, no solo Nash quería saber los motivos por los cuales solo desapareció, Kuroko también quería saberlo.

Y, dependiendo de su respuesta, probablemente lo golpearía.

 

~•§•~ 

 

 

Ver a Aomine jugar desde las bancas no se comparaba en nada a jugar contra él. Él ya lucía asombroso, pero vivir de primera mano cada uno de sus lanzamientos absurdos, sus fintas a alta velocidad, sus dribles mareantes, era asombroso. Su novio era absolutamente asombroso.

Mierda, podía agarrarlo y besarlo... aunque eso ya lo había hecho. En realidad podía pasar horas allí, perdido solo con él en su pequeño mundo, en ese rectangular de concreto se sentía a salvo, Aomine lo hacía sentir seguro. Allí con él no tenía que preocuparse de nada, solo podía centrarse en el balón en sus manos, en Daiki... en nada más. Sí pudiera, quisiera quedarse allí por siempre.

Sin embargo, aunque esos eran sus deseos, la realidad era que su cuerpo no podría resistirlo, y eso tanto él como Aomine lo sabían. De todos modos, no era como si no pudieran volver a jugar hasta el cansancio en otra ocasión. Habrían muchas más oportunidades en el futuro.

Por el momento, sus rodillas gritaban por un merecido descanso. Sin embargo, no se irían de la cancha sin tener un ganador.

—Quien meta el siguiente enceste, gana —Aomine dijo.

—Vas a perder —declaró Fresita con una sonrisa en los labios que en su expresión ya era permanente, él tenía el balón.

Estaban en medio de la cancha, a una distancia considerable del otro. Cereza regateaba en espera de una oportunidad para pasar sobre la defensa de Aomine, mientras que este no perdía de vista el balón, las manos le picaban por el momento perfecto para arrebatarlo del control de su novio.

—Ya quisieras, el ganador seré yo.

—Vamos, amor —el chico langosta le llamó, nunca le había llamado de esa forma, normalmente quien soltaba esas cursilerías era Daiki—. Sabes que te haré comer polvo.

Con satisfacción observó que había logrado su cometido. Daiki se mostró afectado durante un momento por sus palabras.

—¿Qué sucede, cariño?

Aomine intentó ignorarlo.

—¿Bebé? ¿Por qué no dices nada —Cereza no dejaba de sonreír divertido por la expresión del moreno—. ¿Acaso te comió la lengua el gato, cielo?

Y entonces Daiki finalmente sonrió.

—Nadie me comió la lengua —dijo—, pero ojalá tú me comieras la verga, gatito —le sonrió de medio lado, una sonrisa encantadora y sugerente.

La reacción de Fresa fue inmediata. La sonrisa de sus labios desapareció de golpe y, por un segundo, pareció perdido en su mente, y eso Aomine lo aprovechó. Cereza no alcanzó a reaccionar cuando Daiki estiró la mano y logró robarle el balón, corrió hacía el tablero ante los ojos rojizos de su novio, que solo pudo observar cómo la victoria se le iba de las manos en una fabulosa clavada por parte del moreno.

—¡De eso estoy hablando! —gritó Daiki, festejando su reciente victoria.

Al girar hacía Fresita, tenía una sonrisa por demás orgullosa en los labios. Claramente no pudo evitar presumir un poco, la victoria solo era la cereza del pastel a ese juego tan magnifico que habían tenido. Sin perder la sonrisa, camino hacía su novio con las manos extendidas a los costados.

Cuando Daiki llegó a su lado, Fresita solo lo veía sin articular palabra alguna.

—¿Qué sucede, gatito? —preguntó divertido mientras intentaba abrazarlo por los hombros—, ¿Acaso te co...?

No pudo terminar de hablar, pues Fresita había golpeado con fuerza su brazo, haciendo que dejara de tocarlo mientras retrocedía un paso.

—No me digas así —exigió él. Tenía los ojos muy abiertos, respiraba con algo de fuerza.

Aomine lo observó confundido, luego, en sus labios se pintó una sonrisa algo divertida. Ya entendía de que iba. Es decir, sí, al principio le había puesto "nombres", de una forma burlesca y grosera, pero ese no era el caso, lo había llamado de esa forma porque lo encontraba adorable.

Un adorable gatito.

—Oh, vamos, es solo un apodo cariñoso —le dijo, tratando de desaparecer la distancia que se había hecho entre los dos—. No te enojes... —estiró la mano hacia el chico, queriendo acariciar su brazo—, gatito.

Y entonces el sonido de un golpe resonó en medio de las canchas, seguido de gritos.

Aomine tenía el rostro volteado hacía un costado, Cereza acaba de darle un bofetada.

—¡Te dije que no me dijeras así! —su mirada parecía errática, tenía los ojos brillosos y el pecho se le hinchaba debido a su respiración acelerada, tenía los labios entreabiertos—. ¡No vuelvas a decirme así! ¡Nunca más!

Parecía como si estuviera a punto de llorar.

Aomine no necesito más, ni siquiera le dio importancia al dolor en su mejilla; supo que había algo más detrás de ese repudio hacía el sobrenombre. Hacía ese en especifico, puesto que jamás había reaccionada de esa forma con los otros con los que lo había llamado.

Malditamente solo una cosa llegaba a su mente como posible causa.

—Está bien —Aomine le dijo con un tono suave y tranquilizador, mientras alzaba ambas manos a la altura de sus hombros—. Lo siento, no te llamara de esa forma nunca más.

Intentó acercarse de nuevo para calmarlo con su toque. El chico estaba temblando, sus ojos lucían erráticos y perdidos, respiraba de prisa y con fuerza. Aomine sintió su corazón estrujarse.

—¿A-Amor? —lo llamó con calma, pero tenía un nudo en la garganta.

Intentó llamarlo de nuevo pero entonces fue interrumpido por Seimei, quien al ver lo que estaba ocurriendo se levantó de donde estaba sentado y corrió hacía ellos. Detrás suyo también habían llegado los demás amigos, todos lucían preocupados en verdad.

Seimei le dio a Daiki un empujón con el hombro, alejándolo de Fresita. A sus ojos heterocromáticos, el estado en el que se encontraba el chico era por culpa de Daiki. El moreno trastabilló debido al golpe, ganado distancia entre él y Cereza; su pecho se sintió helado.

El Akashi tomó las manos del chico y le habló con suavidad y sin alzar la voz. Lucía devastadoramente preocupado. Al principio, Fresita no reaccionó, pero entonces parpadeo en repetidas ocasiones, y hubo un pequeño brillo en sus ojos, luego volvió en si.

Se mostró algo asustado al ver a todos los chicos reunidos a su alrededor en medio de la cancha, luciendo sumamente preocupados. Pareció confundido durante un segundo al ver como sus manos era sostenidas por Seimei con cierta ternura en su toque. Sus ojos se alzaron y observaron a cada uno, hasta que finalmente sus irises se ensancharon con los de Daiki, quien estaba detrás del circulo de amigos sin intentar acercarse.

Lucía arrepentido, y dolido. Pero Fresa no entendió porqué tenía esa expresión hasta que vió su labio partido, y entonces recordó todo lo que había sucedido.

Lo había golpeado.

Él había abofeteado a Daiki.

Se soltó de las manos de Seimei luciendo aterrado y terriblemente culpable. Retrocedió, alejándose de los amigos como si el solo hecho de estar cerca fuera doloroso.

—¿D-Donde está Ku-Kuroko? —le preguntó a Sei, al ser de chico fantasma al único que no veía, estaba seguro que no era debido a su falta de presencia.

Los demás chicos no le quitaban la vista de encima, de verdad estaban angustiados. Aomine lucía como un perrito bajo la lluvia.

¿Por qué lucía tan arrepentido? Había sido él y solo él quien lo había golpeado.

—Dijo que iría al parque que está al otro lado de la calle —el Akashi respondió.

—Yo... i-iré con él —anunció, y entonces se giró de prisa y corrió sin mirar atrás.

Ir a buscar a su amigo era la excusa perfecta. Necesitaba maldita sea alejarse. El corazón le latía con fuerza, sentía que las costillas apretaban sus pulmones, dificultándole respirar.

¡Maldita sea!

¡Era un idiota!

Todo había estado tan bien, ellos habían estado disfrutando, divirtiéndose. Se había sentido tan feliz jugando con sus amigos, con Daiki. Su pecho estaba lleno de alegría desbordante. No creyó que se podía ser tan feliz, pero él lo era junto a Aomine.

Y entonces lo había arruinado todo.

¡Eran un maldito estúpido!

¿Y sí terminaba con él luego de ello?

Mierda.

Los ojos le ardían terriblemente. Sintió las primeras lágrimas resbalar por sus mejillas quemando su piel mientras atravesaba la calle y corría hacía el parque en busca de su amigo. Había sido una excusa para salir de allí, no importaba si no lo encontraba, pero en realidad la idea de llorar solo en el parte sonaba tan patética. Si pudiera hablar con Kuroko sentía podría calmar un poco el dolor que se expandía desde su pecho y llegaba a cada parte de su cuerpo.

Era difícil respirar, las lágrimas dificultaban su visión. Solo quería retroceder en el tiempo y no haber abofeteado a Daiki.

Se detuvo de golpe, respiraba con fuerza, el corazón le latía en la garganta, resonaba en su cabeza. Se sentía mareado, dolía.

Se cubrió los oídos mientras se ponía de cuclillas.

Solo quería que él dolor desapareciera. Quería olvidar.

Y entonces la escuchó. Escuchó la voz de Kuroko en la distancia. Se concentró en él, en el sonido de su voz para así calmar a su corazón agitado. Se puso de nuevo de pie mientras descubrí sus orejas. Sus ojos rojizos observaron en todas direcciones desesperado, buscando. Lo vió en la distancia, no muy lejos realmente. Estaba sentando en una banca detrás de un árbol y dándole la espalda. Sus cabellos era inconfundibles.

Se sorbió nariz y limpió sus lágrimas con fuerza, entonces fue hacía él.

Conforme se fue acercando, notó que no estaba solo. Había un chico rubio sentado a su lado, y lucía realmente alto. Seguramente era el famoso "Dios griego" del que Akashi estaba tan celoso. Él no lo había visto esa noche en el bar, y jamás le preguntó a Kuroko acerca de él. Realmente no le provocaba ninguna curiosidad.

Tal vez si los interrumpía se vería muy descortés, así que pensó en dar la vuelta y dejarlos solos... pero las manos le temblaban y no quería volver con los chicos, pero tampoco quería estar solo, así que restregó de nuevo las lágrimas en su rostro con ambas manos, y trató de tranquilizar un poco su corazón.

Finalmente se armó de valor y terminó de acortar la distancia que había entre él y los chicos.

—¿Ku-Kuroko? —le llamó.

El rubio amigo de Tetsuya estaba hablando, sinceramente no le puso nada de atención, pero al escuchar la voz de Fresita detrás de ellos, dio un respingó en su lugar y calló de inmediato.

Kuroko se giró, sorprendido notablemente por la reacción de su amigo y también por ver allí a Cereza.

—¿Fresa-saltarina-kun? —le llamó, extrañado de que estuviera allí y no jugando con Daiki—. ¿Qué haces aquí?

Su respuesta llegó en forma de una mueca de dolor en el rostro de Fresita. En realidad de todo su cuerpo. Temblaba y sus dedos inquietos no dejaban de enredarse y moverse en sus palmas. Estaba ansioso, asustado. Las lágrimás amenazaban constantemente con volver a escapar de sus ojos.

—¿Qué ocurrió? —se puso de pie preocupado, girando hacía un costado y pasando de la banca donde había yacido sentado.

—Yo... yo...

Kuroko intentó tomarlo de las manos, pero se detuvo de golpe a medio camino de ello. No porque se arrepintiera de lo que estuvo por hacer, sino porque Nash había hablado.

Sus labios había pronunciado una única palabra.

Un nombre.

Taiga.

Un escalofrió recorrió el cuerpo de Kuroko en cuanto reconoció el nombre que había pronunciado su amigo rubio. Giró hacía él de inmediato. Nash lucía pálido, como si acabara de ver a la muerte a los ojos, respiraba con fuerza.

Y entonces Fresita también habló.

Nash... —susurró, tan sorprendido como los otros dos chicos.

Tetsu volvió la mirada, sus ojos celestes abiertos en demasía. Su cabeza apenas duró un segundo en conectar todo.

Por la puta mierda.


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