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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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UNKNOWN
—Capítulo 32—
Presagio
 
 
 
 
—¿Reconoces a esta persona? —había dicho Reo al mismo tiempo que le mostraba una fotografía.
 
Tatsuya inhaló con fuerza mientras un frío helado le recorría la columna y lo hacía tiritar. Sus ojos de repente ardían, las ganas de llorar fueron brutales. 
 
¿Cómo podría no reconocerlo? 
 
Era su hermano.
 
Era Taiga.
 
Llevaba tantísimo tiempo esperando una noticia de él, cualquiera, por más mínima que fuera. Solo había deseado que un jodido mensaje apareciera en su celular, aunque no dijera nada más que un «Estoy bien», así como la vez anterior. Pero nada había llegado y él se había sentido tan, tan preocupado e incluso se encontró pensando en lo peor. 
 
Ansioso, asustado, desesperado y triste, había sentido todo a la vez e incluso más. Y ahora, ahora un nudo se formaba en su garganta mientras en sus pupilas se reflejaba la hermosa sonrisa de su hermano en esa fotografía. Oh, era una grandiosa foto. Taiga lucía feliz, muy, muy feliz. 
 
El alivió en su cuerpo hizo que sus ojos ardieran y tuvo que poner ambas manos en el mostrador porque sus piernas se sintieron muy débiles de pronto.
 
Taiga estaba bien. 
 
Podría llorar, en serio podría ponerse a llorar en ese momento, ahí en frente de ese investigador desconocido y también enfrente de los clientes en la cafetería. 
 
—Por tu reacción, asumo que sí —Reo Mibuchi le dijo, esbozando una sonrisa satisfecha. Devolvió la fotografía a su lugar. 
 
—Y-Yo... —Tatsuya tuvo que inhalar con fuerza para calmar a su corazón, que revoloteaba como loco en sus costillas haciendo que su pecho doliera—. Sí —dijo—, lo conozco, claro que lo conozco. Es mi he... 
 
La puerta por la que Hyūga se había perdido se abrió de nuevo, trayéndolo a él de vuelta. Tenía su teléfono en la mano, lo que significaba que la tan esperada llamada había sido realmente breve. Él los observó a ambos intercaladamente, y frunció el entrecejo al ver a Himuro algo inestable. 
 
—¿Estás bien? —dijo, yendo hacía él mientras veía recelosamente a Reo Mibuchi—. ¿Debería echarlo a patadas? 
 
—¡No!... No, estoy bien. No hace falta que lo hagas.
 
Reo lució indignado, el del lunar se veía como si supiera que, de hecho, el otro si era capaz de hacer lo que decía. Vaya servicio... aunque no era como si él estuviera allí como un cliente más. Alzó una ceja al ver como Junpei le ponía una mano en el hombro a Tatsuya y le hablaba de nuevo sin dejar de hacerle a él, Reo, mala cara. Parecía un perro gruñón. 
 
—Tengo que salir —informó—. ¿Puedes hacerte cargo de las cosas aquí, junto con Riko? 
 
—Ah... sí, sí, claro. 
 
—Gracias... intentaré no tardar mucho. 
 
Se marchó ante la mirada de ambos chicos. Y luego los ojos grises de Tatsuya se desviaron hacía Reo Mibuchi. 
 
En realidad, Himuro no se sentía capaz de hacerse cargo del negocio en ese momento, y todo gracias a la presencia del de ojos verdes. La sorpresa y alivio por su hermano habían azotado con tanta fuerza su cuerpo, que su mente se vio cubierta por una neblina de esperanza que no le dejó ver más allá de sus emociones. 
 
Sintiendo que su corazón se nublaba de nuevo, llamó a Riko, una chica de cabellos castaños y cortos, que se encontraba sirviendo una orden en una mesa frente a los ventanales, ella le hizo un ademan de que esperaba un momento mientras acaba de acomodar el pedido, entonces fue con él de inmediato. 
 
—¿Qué ocurre? Vi a Hyūga irse algo exaltado —sus ojos castaños se posaron en el investigador, dándole una ojeada de cuerpo completo. 
 
—No es nada, iba a reunirse con un proveedor —concluyó Tatsuya, no creía que existiera otra explicación. Riko asintió—. ¿Podrías... hacerte cargo un momento del lugar? —ella alzó una ceja—. Yo... necesito hablar con él en privado —señaló a Reo con un movimiento de cabeza, y Riko vislumbró en sus ojos una suplica no dicha.
 
—Sí, no te preocupes —ella le sonrió. 
 
Tatsuya entonces guio al investigador hacia la puerta que daba a la sala de descanso. Allí, tomaron asiento uno frente al otro y Reo colocó su carpeta sobre la mesa que estaba entre ambos. No dijo nada durante los primeros segundos, sus ojos verdes se habían dedicado a estudiar el rostro de Himuro, su semblante, también sus manos que se movían nerviosas y su pierna, que no dejaba de removerse inquieta; finalmente soltó un suspiro, y entonces las palabras fluyeron. 
 
—Él está bien —dijo primero, porque por las ansias de Tatsuya y la información que Akashi le había proporcionado, era fácil adivinar que el chico frente suyo había estado muriendo de la preocupación. Pudo ver en sus ojos un brillo de alivió y esperanza en cuanto habló.
 
Tatsuya Soltó un suspiró, cerrando los ojos un momento, y luego sus parpados se abrieron y sus irises grises se clavaron en Reo.
 
—¿Dónde está? —inició con el interrogatorio, su cejas fruncidas, su voz fue dura—. ¿Con quién está? ¿Por qué esta con esa persona? ¿Quién te contrató? ¿Por qué rayos están investigándolo? 
 
Reo casi trabó los ojos; bueno, era claro que querría saber todo lo relacionado al de cabellos rojos y de porqué se encontraba él allí. Suspiró. 
 
—¿Quién es él? —pregunto de vuelta.
 
Himuro arrugó más las cejas. 
 
—No debería saberlo ya, señor investigador. Es su trabajo, ¿no? —respondió arisco. 
 
Los ojos de Reo se torcieron hacia un lado. 
 
—Está bien, escucha —se rindió, la verdad era que ese trabajo ya lo tenía de los nervios, solo quería cerrarlo de una buena vez y mandarlo todo por el retrete—. Mi cliente es una persona poderosa y confiable, lo conozco desde hace años, así que si piensas que la razón por la que investigo sobre el chico es por motivos perversos, descártalo. Lo único que mi cliente quiere, es ayudarlo, y créeme... deberías estar agradecido. 
 
Una persona poderosa, Tatsuya sintió que se le retorcían las tripas. «Taiga, ¿en qué rayos estás metido», pensó. Por otro lado, Reo tenía razón, debía estar muy agradecido porque, por primera vez en meses, tenía una pista de su hermano. 
 
—Han sido realmente frustrantes las últimas semanas tratando de dar con su origen, incluso comencé a pensar en cosas absurdas, pues no había podido dar con nada de información acerca de él... y luego, gracias a la maldita suerte que aún no me ha abandonado, tu nombre salió en la ecuación... así que, preguntó de nuevo. ¿Quién es él? 
 
Himuro lo observó con una mirada recelosa y desconfiada. Sí acaso el tal Reo pensaba que al decirle eso Tatsuya le iba a contar toda la vida de su hermano, estaba totalmente loco. Sin embargo... Reo Mibuchi era el único que podía darle respuestas en ese momento. 
 
Suspiró, sabiendo de ante mano que si quería información acerca de Taiga, él también debía soltar algo. 
 
—Para que sepas —dijo, y luego sonrió—, por supuesto que no ibas a encontrar información de él en Japón —se burló—. Es extranjero. 
 
Reo puso los ojos en blanco, y Tatsuya no pudo evitar burlarse aún más al ver su expresión y saber que había reprimido un grito de frustración. 
 
—Mierda —fue todo lo que dijo durante unos minutos, mientras se masajeaba el puente de la nariz—. Eso lo explica —soltó en un gruñido. 
 
De repente, el celular de Himuro comenzó a vibrar en su bolsillo, sacándole a él un gran susto. Reo Mibuchi ignoró el sonido, pero él no pudo hacerlo, por lo que sacó su teléfono y observó las notificaciones. Soltó un suspiró de resignación al ver el número que había registrado como «Molestia». Era de nuevo esa persona que le enviaba videos y mensajes de Atsushi. 
 
Himuro apagó su celular sin ver los mensajes y luego lo lanzó a un lado, no tenía tiempo ni paciencia en ese momento como para desperdiciarlo con Atsushi.
 
—¿Con quién está? —Tatsuya comenzó de nuevo a interrogar, centrando su vista y atención solo en el hombre frente suyo—. ¿Qué hace con esa persona? —con cada palabra su tono de voz era más molesto—. ¿Confiable, dices? —se cruzó de brazos—. ¿Qué tan confiable puede ser una persona que manda a investigar a otra? Seguramente Ta... —calló de golpe, mordiéndose el interior de las mejillas; casi soltaba el nombre de su hermano. 
 
Reo lo observó con una ceja alzada y ojos entrecerrados. 
 
—Seguramente el chico sabía lo poco confiable que es tu cliente, por eso omitió algunas cosas al hablarle. ¿Por qué otro motivo lo haría? Yo lo conozco perfectamente y sé que es un buen chico. Si no le habló con confianza, por algo será... y son totalmente estúpidos si creen que voy a contarles algo acerca de él.
 
Tatsuya tenía sus cejas fruncidas y sus labios torcidos hacía un lado en una mueca molesta y totalmente desconfiada, sentimiento dirigido hacia el investigador y hacia el cliente de este. 
 
Sin embargo, contrarió a lo que hubiera esperado fuera la reacción de Reo Mibuchi, el hombre lo observó en silenció sin decir nada. Después de unos segundos, Reo desvió la vista hacía sus manos, que reposaban en sus muslos. Su actitud solo logró que Himuro se pusiera muy nervioso, una repentina sensación de incertidumbre le oprimió el pecho; las manos comenzaron a sudarle. 
 
—No debería ser yo quien lo diga... —el investigar habló por fin, sin verlo aún—, pero dado que mi trabajo consiste no solo en averiguar quién es este chico, sino también en encontrar a su familia, y viendo que eres el único a quien he encontrado, pero ya que luces lo suficientemente cercano y preocupado por él... te lo diré. 
 
Himuro paso saliva con fuerza y se humedeció los labios, sus ojos fijos en cada gesto y moviente del cuerpo de Reo. 
 
—No es que el chico haya omitido información a propósito. De hecho, no le dijo absolutamente nada a mi cliente, y no es porque no haya querido o desconfiara de él... simplemente no recordaba. 
 
—... ¿Qué? —Tatsuya estaba totalmente confundido—. No entiendo. 
 
Reo inhaló profundamente y luego soltó todo el aire. Entonces comenzó a contarle toda la información que su cliente le había proporcionado. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
—Dime la verdad, Satsuki... —Aomine dijo, él yacía con su cabeza recostada en las piernas de su amiga de cabellos rosa. Ambos se encontraban en la habitación del moreno, en la cama de este—, soy un imbécil, ¿cierto? 
 
Satsuki sonrió de forma triste y comprensiva. Entendía que los pensamientos de Dai-chan eran en ese momento su peor enemigo. 
 
—Dai-chan —ella dijo mientras su mano acariciaba con dulzura los cabellos azules de su amigo—, no fue tu culpa. No había forma de que supieras que las cosas terminarían de esta manera. 
 
Aomine se incorporó, girándose y clavando sus irises azules en los rosa de su amiga. 
 
—En eso te equivocas —respondió—. Sí lo sabía, y lo ignoré. 
 
Ella le sonrió sin despegar los labios, sus irises fijos en el rostro de Aomine. La expresión de él era de aflicción total y arrepentimiento, culpabilidad y absoluta preocupación. Jamás creyó que lo vería así. Es decir, la verdad era que Dai-chan había tenido momentos en su vida algo complicados respecto a sus padres, pero ni en esa ocasión mostró la expresión que ahora se dibuja en su rostro. 
 
Una mano de Momoi se alzó, ella la guio hacía una de las mejillas de Daiki y acarició su piel con ternura, allí donde el golpe que Cereza le había dado era visible. Un pequeño enrojecimiento que comenzaba a tornarse un moretón.
 
—Sabes que no es así, Dai-chan —sus ojos azules se mostraron dolidos—. Tú jamás harías algo para dañar a Fresita... porque lo amas demasiado. 
 
Aomine no pudo evitar sonrojarse ante las palabras de su mejor amiga. No fue algo tan vistoso, pero, incluso en su piel morena, el color rojizo resaltó. Momoi le sonrió una vez más. 
 
Lo cierto era que no tenía idea de qué había pasado, pues Aomine no había hablado desde que regresaran de las canchas de baloncesto, pero ella estaba segura que su amigo jamás quiso hacerle daño al de cabellos rojizos.
 
—Yo... yo solo no creí que podría arruinarlo tan fácilmente. 
 
—No arruinaste nada, no fue tu culpa... solo tienes que darle un poco de tiempo. Te aseguro que él se siente igual que tú, culpable por haberte lastimado. 
 
—¿Cómo podría haberme él lastimado? 
 
—Bueno, Dai-chan, te abofeteó. 
 
Daiki observó a Satsuki durante largos segundos, tenía el entrecejo fruncido; ella vio en su mirada que se encontraba confundido, como si no entendiera de qué estaba hablando. Y luego vió sus cejas alzarse, comprendiendo al fin. 
 
—No, no hablaba de eso —ahora era Satsuki la que lucía confundida—. Eso no importa, ni siquiera lo recordaba... me refiero a que otra vez hice que recordara algo desagradable. 
—¿Otra vez? 
 
Los ojos azules de él se desviaron hacía un costado, mordiéndose el labio.
 
—¿Recuerdas el incidente en la cocina? Cuando recordó que lo habían... —calló, no podía decirlo. Pensar en ello era demasiado doloroso. Pero no necesito decirlo, Satsuki supo de inmediato a qué se refería; ella asintió a su pregunta—, fue mi culpa —susurró—. Yo lo besé sin su consentimiento, lo asusté tanto que él... él recordó. 
 
»Yo me prometí que no le haría daño, Satsuki —él la vió, sus ojos azules brillaban, estaban rojizos—, pero termino haciendo lo contrarió. Soy un grandísimo estúpido. 
 
Sí, así era. Era un bastardo idiota, un impulsivo que no podía cerrar la boca. Debió verlo, tuvo que haberse dado cuenta de lo que sus palabras habían despertado en él. Otro maldito recuerdo que solo lo hería. 
 
Era solo que... todo había estado tan bien. Estaban felices, disfrutando y pasándola grandioso. Y Fresita se veía tan feliz, tan radiante. Y luego él y su maldita boca que no podía mantenerse cerrada. No creyó que algo pudiera salir mal, en ese momento sentía que podía hacer cualquier cosa con Cereza a su lado... pero lo había arruinado. 
 
Lo único que hacía era herirlo cada vez más. 
 
En sus recuerdos estaba vívida la imagen de él, asustado, aterrado, mientras lo veía sin verlo realmente. Porque desde luego no lo había visto a él, de nuevo se había perdido en esos malditos recuerdos que Aomine solo quería arrancar de sus memorias y tirarlos a un costado de la carretera. Si tan solo pudiera protegerlo en lugar de causarle más daño. 
 
¿Qué clase de novio era? 
 
El peor de todos, probablemente.
 
Grandísimo idiota.
 
—Dai-chan, sabes que él no estaba asustado de ti, no puedes culparte por algo que no hiciste. 
 
—Es verdad —aceptó, lo entendía, por supuesto que sí—, pero... se supone que soy su novio, yo tendría que hacerlo muy feliz. Y aún así continúo haciéndole daño aunque todo lo que quiero es protegerlo. Yo tendría que ayudarlo, no hacerlo sufrir al hacer que recuerde cosas dolorosas. 
 
—Lo sé, Dai-chan, pero debes entender que, incluso si quieres protegerlo de todo daño, en algún momento todos sus recuerdos van a volver, y no podrás evitarlo por más que lo intentes. A veces simplemente las cosas pasan y no tenemos control sobre ellas; incluso un detonante puede ser algo que no tenga ningún sentido. Sin embargo, cuando ese momento llegue, puedes estar allí para él. Ser su apoyo. 
 
»Entiendo que sientes que es tu culpa, pero no lo fue. Ninguno de los dos es culpable. No puedes permitir que eso te aleje de él. Al contrario, demuéstrale que estás allí sin importar qué. 
 
»No creo que él te culpe tampoco. Solo debe de estar asustado, pero no de ti, Dai-chan, sino de esos recuerdos, y también debe de sentirse culpable por su reacción. Solo debes esperar que se calme un poco, deja que Tetsu-kun hable con él. Pero tú también debes de tranquilizarte y calmar tu mente, así, cuando él vuelva, puedas hacerle ver que estás con y para él. 
 
Daiki la miró durante segundos si decir nada. 
 
—¿Qué haría sin ti, Satsuki? —dijo finalmente, él la abrazó, la pegó a su pecho y la estrujó con cariño—. Probablemente ya me hubiera tirado de cabeza en las escaleras. 
 
—Tú haces eso y espero a que sanes, solo para lanzarte de nuevo yo misma. 
 
Aomine sonrió junto con Satsuki un momento, antes de volver a recostarse en sus muslos y permitir que ella de nuevo acariciara sus cabellos; sus dedos deslizándose entre sus hebras azules se sentían como una canción de cuna susurrada dulcemente al oído. 
 
Intentó calmar su mente y su corazón, para que cuando Kuroko y Fresita volvieran pudiera disculparse como era debido y también calmar las inquietudes que seguramente habían estado atormentado la mente de su novio, así como había pasado con él. 
 
 
~•§•~
 
 
 
—¿Quieres quedarte quieto por un maldito minuto? —Seimei le dijo a Seijūrō con el entrecejo fruncido y una mueca en los labios—, le vas a hacer un jodido agujero a la alfombra. 
 
Claramente la alfombra no importaba para nada en ese momento, Seimei simplemente ya estaba harto de ver a su hermano dar vueltas una y otra vez sin detenerse. Entendía su preocupación, él se sentía de la misma manera, pero en lugar de ayudar, solo hacía que se pusiera más de los nervios. 
 
El de ojos bicolores se encontraba en uno de los sofás en forma de «L», el mediano, junto a Chihiro. Ante sus palabras, el mayor detuvo su caminata y se fijó en él, su semblante y cada musculo de su cuerpo delatababa su preocupación. 
 
Afuera, el sol comenzaba a ocultarse, el atardecer filtraba en los ventanales tonos amarillentos y naranjas que se reflectaban en el rostro del Akashi, dando un cierto aire apocalíptico a la situación.
 
—No está respondiendo —dijo él con el celular en su mano, como si eso lo explicara absolutamente todo—. Tetsuya no es un insensible como para tenernos al limite con la preocupación de está forma.
 
—¿Y qué insinúas? ¿Qué ocurrió algo más? —Seimei se puso de pie, encarando a su hermano—. No seas tan malditamente paranoico, Seijūrō. ¿Crees que eres el único preocupado? Estoy lo suficientemente ansioso como para que vengas tú y lo empeores. 
 
—No creo que se trate de algo malo —Kise, sentado junto a Kasamatsu en uno de los extremos del sillón en forma de «L», el más grande, dio su opinión, los gemelos pusieron su atención en él—. Recuerdo la expresión de Fresita... estaba asustado y arrepentido. Quizá simplemente no tiene el valor para ver a nadie en este momento, en especial a... —no lo dijo, pero todos sabían de quien hablaban—._ Creo que solo debemos darles tiempo y esperar. 
 
Seijūrō cerró los ojos un momento, tratando de tranquilizar su mente, finalmente suspiró y se dejó caer en el sofá más pequeño. Midorima, que estaba de pie junto a la chimenea de decoración, fue hasta su amigo y posó una mano sobre su hombro a modo de consuelo. Él sabía perfectamente que el chico significaba mucho para Akashi. 
 
Takao los observó en silencio, sentado en el sofá más grande, justo en medio de Kise y Chihiro, por primera vez en un tiempo no tenía nada que decir, ni sentía ganas de reír. 
 
Más allá, cerca de la puerta que daba hacia la cocina, Murasakibara se encontraba sentado en el suelo y recostado contra la pared, en sus manos yacía el celular de Fresita; antes del partido, había visto que lo guardó en una de las tantas bolsas que habían llevado. Sus ojos morados se encontraban fijos en la pantalla de este, veía los vídeos que le había enviado a Muro-chin. 
 
Los chequecitos estaban azules, lo que significaba que ya había visto los mensajes, sin embargo, no había respondido absolutamente nada... como siempre. 
 
Pero, aunque eso dolía, no era por ese motivo por el que veía lo que Fresita había enviado. Al igual que todos, también estaba preocupado, sin embargo, a diferencia de sus amigos que podían libremente expresar como se sentían, para él era difícil, por lo que esa era su forma de demostrar su preocupación. Sus irises violetas se notaban tristes mientras escuchaba a Cereza cuestionarle cosas y se veía a si mismo en la pantalla. 
 
—Dime exactamente lo que pasó —_Akashi dijo, y Atsushi alzó la mirada dándole su atención. 
 
Seimei soltó un suspiro profundo antes de dejarse caer de nuevo junto a su prometido. 
 
—Estaban jugando —comenzó—, estaban bien, estaban asquerosamente bien, ¿Sí? Se estaban divirtiendo a lo grande jugando contra el otro, y luego solo... todo se fue en picada. De repente Cereza ya no sonreía pero Daiki sí, y entonces Cereza comenzó a gritar y Daiki solo... continuó diciendo quien sabe que cosas y luego... lo abofeteó. Cereza lo abofeteó. 
 
»Ese maldito bastardo —Sei gruñó, molesto con el de cabellos azules. Lo único que quería en ese momento era tomarlo del cuello y rompérselo—. Mierda, hubieras visto su expresión, lucía tan, tan perdido y asustado, culpable. El imbécil de Daiki tiene toda la culpa, ¿Por qué tendría que sentirse Cereza culpable? 
 
—En realidad no sabes lo que pasó —Takao por fin acabó con su silencio. Simplemente no lo cabía en la cabeza cómo, voluntariamente, Aomine podría haberla jodida. Todos eran testigo de lo mucho que ambos se querían. 
 
—Por favor —Seimei soltó un resoplido—. ¿Entonces qué? ¿Dices que es culpa de Cereza? No me hagas reír. 
 
—¿Por qué tiene necesariamente que haber un culpable? —inesperadamente, fue Midorima el que intervino. Lo cierta era que Takao tenía razón, ninguno de los allí presentes tenían idea de lo que en verdad había sucedido y, para ser sincero, el de anteojos no creía que Aomine hubiera querido simplemente cagarla a lo grande. 
 
—¡Por que lo hay! —exaltado, Seimei se puso de pie de nuevo—. ¡Y es el bastardo de Dai...! 
 
Sus palabras se vieron interrumpidas por una mano sosteniéndolo de la muñeca, al girar, se encontró con la mirada oscura de su prometido, que aún yacía sentado en el sofá. Hiro estaba serio, pero unos segundos después le sonrió sin despegar los labios. 
 
—Tengo un poco de sed —le dijo. 
 
Seimei soltó otro profundo suspiro, calmándose.
 
—Te traeré un vaso con agua. 
 
—Gracias. 
 
Akashi no le prestó mayor atención a la discusión que había estado a punto de tornarse peor frente a sus narices, pues sus pensamientos continuaban puestos sobre su teléfono y sobre Tetsuya no respondiendo sus llamadas. 
 
Kise probablemente tenía razón, todo indicaba que quien no quería hablar con nadie en ese momento, era Cereza. Y ¿por qué querría hacerlo? Luego de que Chihiro mencionara lo del parecido del chico son su padre, todo el maldito día él junto con Seimei habían tenido una expresión como si todo su mundo se estuviera yendo a la mierda. Lo último que querría Fresita era sentirse más agobiado de lo que era seguro ya se sentía. Que pedazo de imbéciles habían sido. 
 
No culparía al de cabellos rojizos si se había hecho una idea equivocada de la actitud de ambos. Después de todo, no estaba ciego como para no notar la expresión que el mismo Fresita había hecho con la reacción de él y Seimei; y mucho menos era como si se hubieran tomado un momento para explicarle porqué parecían querer darse un tiro entre las cejas con el arma de Daiki. 
 
Pero, el problema no era ese. 
 
Y es que Kuroko no era ningún insensible. Él sabía, él tenía que saber que estarían muy preocupados. Y si bien hacía bien al respetar la decisión de Cereza, eso no significaba que él no podía comunicarse con ellos para informar. Si no quería responder la llamada, al menos hubiera enviado otro mensaje, como el primero y el único que había enviado informando que regresarían después en Taxi... pero es que un solo mensaje no era suficiente, no lo era. 
 
Mierda, la preocupación iba a terminar por volverlo loco. 
 
La sensación de angustia que le había oprimido el pecho a verlos regresar a todos, exceptuando a Cereza y Tetsuya, había sido terrible. Y además sus expresiones no habían ayudada demasiado, en especial la de Daiki. No podía evitar sentirse ansioso y, bueno, también desesperado. Reo apagó su celular y su padre, maldita se, tan solo le había enviado un mensaje diciendo que lo llamaría luego, pues había surgido un asunto importante.
 
¡Eso también era importante, con un demonio! Mierda... no era tan difícil, solo tenía que responder la jodida llamada y contestarle una simple pregunta. Lo que obtendría de ello, bueno, él tendría que hacerse cargo de eso por su cuenta. Pero no, el señor ni siquiera se había dignado a ver la respuesta que Akashi le había dado a su mensaje, donde le pedía el nombre de su hermano y una fotografía.
 
Parecía que el maldito universo estaba empeñado en confabular en su contra. 
 
Akashi apretó el celular en sus manos con fuerza, luego decidió intentar llamar una vez más. Sin embargo, sus dedos se detuvieran a medio camino de ello, pues un sonido fuera de la casa capturó toda su atención. 
 
Era el inconfundible gruñido del motor de un auto. El corazón de Seijūrō dio un vuelco en su pecho, de repente quería vomitar mientras escuchaba como el auto aparcaba en la entrada; el motor se apagó.
 
Habían regresado. 
 
Cereza y Kuroko había regresado al fin. 
 
Se puso de pie de prisa, frente suyo, Seimei hizo lo mismo, igual de ansioso como su hermano se encontraba. Akashi tragó con fuerza, conteniendo las ganas de salir corriendo hacia la entrada, pues era consciente que una bienvenida demasiado efusiva solo lograría que Cereza se pusiera más ansioso. Sin embargo, Seijūrō se prometió que hablaría con él como era debido, pues no quería que pensara que repudiaba la idea de que fuera su hermano, incluso si al final esperaba que no lo fuera. 
 
Pero eso no necesariamente significaba que lo odiara, solo que, de serlo, Akashi probablemente lloraría, que desde ya quería hacerlo aunque no había confirmado nada, y pediría perdón por lo que le sucedió, aunque no tuvo culpa alguna o control sobre ello. 
 
La puerta principal abriéndose con fuerza hizo que se sobresaltara, y luego una voz que absolutamente reconocía inundo sus canales auditivos... sin embargo, la voz parecía alterada mientras hablaba y sus pasos se acercaba por el pasillo hacia la sala, y entonces le tomó a Akashi apenas una milésima de segundo entender que se había equivocado. 
 
Reconocía la voz, sí, pero no era ninguna de las que había esperado que fueran. 
 
Las personas llegaron a la sala y, frente a sus ojos, quien se quedó de pie examinando a cada uno de los amigos en esta con su mirada gris, no era otro que Himuro Tatsuya, el amigo de Atsushi, y detrás de él, el dueño de la voz que había reconocido, Reo Mibuchi. 
 
La decepción se apoderó de su pecho y lo oprimió, e hizo que omitiera un detalle sumamente importante en la situación. ¿Por qué estaban ellos allí? ¿Por qué habían llegado juntos?
 
El primero en reaccionar ante la inesperada aparición, fue Murasakibara, quien como resorte comprimido se puso se pie y, en apenas un instante, atravesó la distancia que había desde la puerta de la cocina hacia el final del pasillo que daba hacia la puerta principal. 
 
—Muro-chin —dijo el chico enorme, en sus ojos brilló una chispa de incredulidad y esperanza que le hizo dibujar en sus labios una sonrisa que era demasiado bonita y extraña de observar en su rostro. Una que Tatsuya conocía bien y sabía que el chico guardaba para sus postres mientras los cocinaba. Pero que también, la mayoría del tiempo, eran dirigidas a Tatsuya cuando él no se daba cuenta. 
 
En su rostro la expresión era clara; ingenuamente, Atsushi creía que había ido hasta allí por él. 
Pero no era así... 
 
Los ojos grises de Tatsuya lo observaron abiertos y brillosos, sus fosas nasales se movían debido al movimiento de su respiración forzada. 
 
—Tú... —dijo, con los dientes apretados, sus puños se apresaron con fuerza mientras alzaba la mirada y la ensanchaba con la de Atsushi. Él era tan, tan enorme como lo recordaba. Himuro parecía querer decir muchas cosas, su mirada lucía atormentada, molesta y dolida... pero al final no dijo nada más. 
 
Atsushi observó el rostro de Muro-chin, sintiendo una extraña presión en el pecho. Él estaba enfadado, no era tan tonto como para no darse cuenta; temblaba, también, y sus ojos estaban rojizos e hinchados. Él había estado llorando, era claro. Murasakibara alzó una mano, intentando acariciar su rostro, no sabiendo que ocurría ni porqué se sentía tan desolado al verlo así de mal, pero, si le daba la oportunidad, él quería aliviar su pen...
 
El rostro de Himuro se desvió del camino de la mano de Murasakibara, evitando así su toque, pues la expresión esperanzada del de cabellos morados era difícil de observar, además, estaba seguro que su caricia quemaría, y no quería sentirse peor de lo que ya lo estaba. Su preocupación se sentía como si le atravesaran el pecho con una lanza.
 
Sus irises, en cambió, obtuvieron un nuevo objetivo, por lo que no pudo ver la expresión desesperanzada de Murasakibara. Aunque, siendo sincero, en ese momento le importaba en lo más mínimo como el chico se sintiera.
 
—¿Dónde está? —preguntó con agresividad, observando directamente a Akashi. 
 
—¿Disculpa? —Seijūrō se mostró genuinamente confundido.
 
—¿Dónde, maldita sea, está? —Tatsuya, más que preguntar, exigió saber. 
 
—¿Te puedes calmar un poco? —Reo, a un costado de Himuro, posó una mano en su hombro tratando de tranquilizarlo. Sin embargo, el chico del lunar le dio un manotazo para luego avanzar amenazante hacía Akashi. 
 
Seimei se metió en su camino sin vacilar, evitando así que llegara hasta su hermano, por lo que ambos se enfrascaron en una lucha de miradas que auguraba nada bueno como desenlace. 
 
Antes de que algo desagradable sucediera, Akashi sostuvo a su hermano del hombro y lo movió hacia un costado, lo último que quería era riñas sin sentido. Y para asegurarse de ello, Chihiro se sostuvo de su brazo para así calmar los instintos asesinos de su prometido. 
 
Entonces, Akashi se plantó frente a Himuro. 
 
—¿Te puedes explicar, por favor? —dijo, lo más calmado que se podía expresar—. Si te soy sincero, no estamos en una buena situación en este momento, y lo último que quiero son más problemas.
 
Himuro soltó un gruñido antes de retroceder dos pasos, solo para luego revolverse el cabello con total frustración mientras le daba la espalda al dueño de casa. Inhaló hondamente, calmándose. Era consciente que su presencia allí parecía no tener ningún sentido y, en lo que a los amigos concernía, estaba armando problemas sin razón.
 
Giró de nuevo, encarando una vez más a Akashi. Ahora estaba más calmado, pero no menos ansioso. 
 
—¿Dónde está Taiga? —Preguntó. 
 
—¿Taiga? —Akashi arrugó las cejas.
 
—Mi hermano —Himuro confesó—. El chico que ha estado con ustedes por semanas. 
 
Atsushi retrocedió un paso, como si de repente le hubieran dado un puñetazo en la boca del estómago. No fue el único que pareció haber sido golpeado, los gemelos en especial, lo observaron con sus ojos muy abiertos, sus labios temblaron y, por un segundo, pareció iban a decir algo, pero las palabras simplemente no salieron. 
 
Todos: Midorima, Takao, Chihiro, Kise, Kasamatsu... todos lo veían con total incredulidad, pero nadie dijo nada. Nadie tenía las palabras correctas. 
 
—¿Qué dijiste? —dijo entonces otra voz, una que Tatsuya por supuesto conocía, pero que no había estado presente hasta ese momento. Al girar en la dirección de la cual provenía, se topó con los ojos azules de Aomine Daiki, quien lo observaba desde el final de las escaleras que daban al segundo nivel. 
 
El moreno había escuchado el auto estacionarse abajo y, esperanzado de que fueran Kuroko y Fresita, había salida corriendo de la habitación sin esperar a Satsuki, quien recién estaba poniéndose a su lado...
 
Pero no era ellos, era Himuro Tatsuya, el chico del que Murasakibara estaba enamorado. 
 
—¿Qué fue lo que dijiste? —repitió, pero no necesitaba que lo dijera de nuevo, había escuchado perfectamente las palabras que había dicho. Fue más bien algo para si mismo—. ¿Qué tú eres qué de Cereza?
 
Los ojos grises de Tatsuya lo miraron con agresividad. 
 
—El chico que ese idiota atropelló... —señalo a Kise, escupiendo el insultó sin pena. Ryōta desvió la mirada sintiéndose atacado, pero sin ningún argumento de su parte para debatir—, es mi hermano. Y su nombre es Taiga. 
 
Taiga. 
 
El nombre rebotó en las paredes, haciendo eco en todos lados al Himuro haber hablando con voz fuerte. Él los miró furioso, sin piedad, creyendo que eran imbéciles al solo verlo de vuelta pero sin decir ni una sola palabra. 
 
—¿¡Y bien!? —rompió él el silencio, viendo que nadie más se atrevía—. ¿Van a seguir viéndome como estúpidos o van a llevarme con mi hermano? 
 
Los amigos se vieron entre ellos, y luego vieron a los gemelos, después a Aomine y, por último, a Atsushi, que estaba tan pálido como el papel y parecía querer vomitar. El silenció continuó reinando, porque lo cierto era que todos estaban tan sorprendidos como para decir algo. La revelación era algo que desde luego ninguno había esperado, y mucho menos en esas circunstancias. 
 
—¿Reo? —Akashi al fin dijo algo, por fin parecía estar saliendo del estupor de la noticia. 
 
El investigador asintió a su pregunta no formulada, y Sei no pudo decir nada más al no saber realmente cómo sentirse por la revelación. 
 
Viendo que nadie parecía querer llevarlo con Taiga, entonces Himuro lo buscaría en cada maldito rincón de esa jodida casa. 
 
—¡Taiga, Taiga! —comenzó a gritar, llamando a su hermano—. ¡Taiga! —caminó frente a los gemelos, empujando a ambos por el hombro y dispuesto a ir hacía el segundo nivel, pero entonces el dueño de casa lo sostuvo por un brazo, evitando así que continuara avanzando. Tatsuya se giró, dando un tirón a su brazo para así soltarse del agarre—. ¡No me toques! 
 
Akashi alzó ambas manos a cada costado de su rostro en señal de paz, lo último que quería eran problemas con el hermano de Cer... con el hermano de Taiga. 
 
Su nombre era Taiga. 
 
—No tiene caso que armes un alboroto buscándolo —le dijo, calmando sus propios nervios. Himuro iba a responderle, pero Akashi continuó—, Taiga no está en la casa —Sei vio como una llama de furia osciló en los ojos grises del chico—. Está con Tetsuya, en el pueblo —pero una vez más impidió que hablara, no quería que esa llama se volviera una llamarada incontenible que quemaría todo a su paso solo dejando destrucción.
 
Tatsuya cerró los ojos e inhaló profundamente unas cuantas veces, calmando su histeria. Él lo sabía, lo que estaba haciendo era demasiado, pero simplemente no había podido calmar sus impulsos.
 
Cuando Reo Mibuchi le contó todo, la rabia, la impotencia, el miedo y la desesperación se apoderaron de su cuerpo. Sintió cada musculo temblar y las lágrimas rodar por sus mejillas como un circulo compuesto por miles de agujas que se incrustaban en su piel, inyectando veneno que lo quemaba desde dentro; la presión en su pecho dolió, y él soltó un sollozo lastimero. Antes de darse cuenta, estaba arrastrando a Reo hacia el auto de este y exigiéndole que lo llevara a la casa de Akashi. 
 
En el vehículo, los segundos pasaban con dolorosa lentitud mientras sus ojos grises observaban al otro lado de la ventana, sin observar realmente, y sus pensamientos le carcomían el alma. 
 
¡Lo sabía!... Él lo sabía. Sabía que no había sido normal el cómo desapareció. Todo había sido claro y nadie había querido verlo. Él mismo también quiso no hacerlo, porque enfrentarse a ese hecho supondría algo que no quería y no podría soportar. Y ahora... 
 
Ahora tenía que hacerlo. 
 
Y Taiga, por dios, Taiga. Había sufrido tanto, soportó tanto él solo, mientras Tatsuya solo estaba en casa, durmiendo cómodamente. 
 
Los gimoteos habían sido incontenibles, y agradeció que Reo Mibuchi no dijera nada y solo continuara conduciendo, porque no estaba seguro de haber podido hablar correctamente o de si quiera prestarle atención a lo que sea que hubiera dicho. 
 
Sus ojos se abrieron de nuevo y observaron a los gemelos, en especial a Akashi. Todos los chicos pudieron darse cuenta que él todavía estaba muy ansioso, pero estaba haciendo lo posible por calmarse. 
 
—Bien —dijo, cruzándose de brazos, su tono de voz ya no era tan brusco. Realmente sonaba más tranquilo—, llámalos, diles que vuelvan. 
 
Akashi sintió como si le hubieran dado una bofetada. 
 
—E-Es... —titubeó—. Tetsuya... no está respondiendo las llamadas.
 
Cerca de las escaleras, Aomine se había recargado contra la pared más cercana y luego se dejó deslizar hasta estar sentado en el suelo mientras se cubría el rostro. Ante las palabras del dueño de casa, él dio un respingo y alzó la mirada, totalmente perturbado. 
 
Seijūrō había dicho: «No estamos en una buena situación en este momento», cuando Tatsuya llegó. Y el ambiente ya de por si estaba algo lúgubre cuando piso la sala. Los gemelos estaban intranquilos y Aomine lucía en ese momento como si quisiera vomitar, y además tenía un golpe en la mejilla que ya estaba amoratado. 
 
Kuroko y Taiga no estaban, y Akashi dijo que el de cabellos celestes no respondía las llamadas, lo que significaba que desde luego ya habían intentado contactarse con él en repetidas ocasiones. 
 
El color en el rostro de Tatsuya bajó varios tonos, el piso de pronto parecía inestable. 
 
—Algo sucedió... ¿No es así? —dijo, en un hilo de voz. 
 
Nadie dijo nada, lo que solo confirmó su sospecha. 
 
—Fuimos a jugar baloncesto —Satsuki, dando un paso al frente, tomó la palabra, Himuro la miró de inmediato—. Todo había estado muy bien, él lucía muy feliz... 
 
—¿Pero? —Tatsuya alzó la voz. 
 
Momoi iba a responder, pero Aomine se puso de pie y la detuvo, poniendo una mano sobre su hombro, estaba seguro que ella había hablado para intentar quitarle a él la culpa. Pero era el hermano de Fre... Taiga, no podía mentirle. 
 
—Estábamos jugando uno a uno —comenzó, poniéndose frente a Satsuki y haciendo que todos lo vieran. Sus amigos también iban a escuchar por primera vez lo que diría a continuación—. Estábamos bromeando para desconcentrar al otro, quien metiera el último enceste ganaba. 
 
Himuro asintió, sabía que Taiga era competitivo y jamás querría perder, no era alguien que hiciera trampa, pero si bromeaba en pleno juego, era porque de seguro se había sentido totalmente cómodo y en confianza. Lo que significaba que él y Aomine se habían hecho muy buenos amigos... es más, hasta pudieron haberse vuelto rivales; había visto jugar a ambos y estaba seguro que Taiga estaría encantado con el reto que era enfrentarse a Aomine Daiki. 
 
—Taiga... dijo algunas palabras cariñosas —Daiki continuó, y entonces Himuro arrugó las cejas—, y yo me sobresalté porque no había dicho algo parecido antes. Así que intenté devolverlo, pero diciendo cosas... sucias...
 
El entrecejo de Tatsuya estaba tan arrugado que parecía una sola ceja, estaba viendo a Daiki como si acabará de salirle un tercer ojo en la frente. No solo él, Seijūrō y Seimei lo veían de la misma forma. 
 
—Fue una palabra... creí que era inofensiva. Solo era un apodo cariñoso que pensé era adorable —bajó la mirada un momento—, solo que no lo era.
 
»Fue como si activara un interruptor en él, uno que evocó recuerdos que estaban escondidos en su mente. No lo supe de inmediato porque no creí que algo como «Gatito», fuera malo, así que insistí. Continué llamándolo de esa forma incluso cuando él me gritó que no lo hiciera. Como necio y estúpido, no me callé, y solo seguí haciéndolo... Entonces me abofeteó, y solo ahí lo entendí.
 
El hermano de Taiga lo miró, si antes estaba molesto, ahora lucía... confundido. 
 
Que el bastardo de Aomine estuviera soltándole cosas sucias a su hermano no era agradable. Él era un tipo totalmente experimentado y Taiga solo era un muchacho obsesionado con el Básquetbol; lo imaginó y lo odió. Pero... ¿Cómo podría un apodo simple como «Gatito», alterar tanto a Taiga al punto de que lo golpeara? 
 
No lo entendía, así que miró en dirección de Seijūrō tratando de encontrar en sus ojos una explicación, pero lo que encontró fue a los gemelos totalmente pálidos. Claramente ellos sí que sabían de qué hablaba el moreno.
 
Antes de que Himuro pudiera preguntar qué estaba sucediendo, Seimei se le adelantó. 
 
—¡Eres un maldito imbécil! —gritó, yendo hasta Daiki y tomándolo por el cuello de la camisa—. ¡Sabía que tenías la maldita culpa! ¡Hijo de puta! 
 
Ante los ojos asombrados de Tatsuya, se armó un total escandalo mezcla de gritos e insultos en el que Midorima y Seijūrō intentaban alejar a Seimei de Aomine, que decía o hacía absolutamente nada, más que ver hacía abajo mientras Kise y Momoi intentaban apartarlo de la fiera enfurecida que era el menor de los gemelos. 
 
Y él solo podía sentirse totalmente confundido sin saber de qué maldita sea se estaba perdiendo. 
 
—¡Pedazo de mierda! —Continuó Seimei, mientras su hermano y el de anteojos lo sostenían—, ¿¡Tienes alguna maldita idea de cómo se debe de sentir en este momento!? ¿¡Entiendes lo que hiciste, cabrón!? ¿¡Acaso siquiera recuerdas cómo se puso la última vez que recordó algo, eh!? ¡Eres el peor maldito novio del mundo! ¡No puedo creer que estuve a punto de aceptarte! 
 
—¿¡Qué mierda acabas de decir!? —el gritó que Tatsuya soltó se sobrepuso a los de Seimei, y entonces él lo vió, y su enojo pareció menguar un poco. 
 
Lo miró sin decir nada, solo respirando con fuerza. Todos estaban viéndolo de nuevo.
 
—¡Repite lo que maldita sea acabas de decir! —exigió, pero no hubo respuesta, por lo que su atención cambió de objetivo—. ¿¡Te atreviste a ponerle las manos encima a mi hermano!? —gritó viendo a Daiki—. ¿¡Qué mierda te pasa!? ¡Solo es un chico que apenas va a cumplir diecinueve años y tu eres un... un...! —Aomine, que de por sí ya lucía demasiado atormentado, palideció de sobremanera al escuchar las palabras de Himuro—. ¡Eres un bastardo! 
 
El enojo y la indignación casi lo hicieron llorar de nuevo, pero él se frotó los ojos con fuerza, negándose a mostrarles a todo ese grupo de imbéciles sus lágrimas. 
 
—¡Dime dónde están! —le exigió a Akashi—. ¡Yo mismo iré por él y nos largaremos de este sitio! —no iba a permitir que Taiga permaneciera en esa casa un día más, mucho menos que Aomine Daiki continuara aprovechándose de su querido hermano. Sin embargo, de nuevo, nadie dijo nada—. No puede ser... —susurró entonces Himuro, entendiendo de inmediato su silencio y las miradas a un costado, evitando encararlo—, no saben donde están. 
 
A Tatsuya estaba doliéndole muy fuerte la cabeza. Atsushi, que estaba detrás de él, totalmente callado y sintiéndose como un grandísimo imbécil, lo vió tambalearse lentamente hacía un costado, por lo que de inmediato corrió a su lado y lo sostuvo por los hombros con cuidado. Lo sintió dar un pequeño respingo debido a la sorpresa de su toque, por lo que el enorme chico estaba ya preparado para recibir sus gritos como respuesta, pero en lugar de ellos, Himuro no dijo nada y solo caminó cuando Atsushi lo guio a uno de los sillones, donde tomó asiento. 
 
—¿Quieres un poco de agua, Muro-chin? —le pregunto Atsushi, totalmente preocupado. Muro-chin no dijo nada los primeros segundos, se mantuvo en silencio mientras con ambas manos se cubría el rostro ocultando así su frustración. Entonces, finalmente asintió, aceptando. 
 
Murasakibara corrió de inmediato a la cocina y, antes de que alguno de los chicos en la sala se atreviera a decir alguna otra cosa, este volvió con un vaso lleno de agua. Se lo dio a Tatsuya y él lo aceptó, tomando todo el vital liquido de un solo trago. Los ojos violetas de Atsushi no se apartaron de su rostro, y Tatsuya pudo ver su expresión reflejado en sus pupilas cuando le devolvió el vaso totalmente vacío. Él estaba genuinamente preocupado, arrepentido también. 
 
Himuro se quedó viéndolo a los ojos un momento, consciente de que Atsushi no le había ocultado el paradero de su hermano a propósito. Dios, él sabía que incluso las palabras que le había dicho y por las que se había enojado, no eran malintencionadas. Atsushi no era malo, solo tenía memoria selectiva, así que lo más segura era que ni siquiera recordara el rostro de su hermano, después de todo, apenas lo había visto un par de veces, y no era como si hubieran interactuado. 
 
Había dicho esas palabras porque se había sentido excluido, probablemente. Y es que desde que Taiga llegó a Japón, Tatsuya pasaba más tiempo con él que con Atsushi... y luego, cuando su hermano desapareció, toda su atención estuvo en ese hecho y ya no más con el enorme chico... seguramente había estado celoso y solo quería que Himuro le diera un poco de atención. 
 
Pero aún así no podía evitar sentir dolor en su pecho, pero no por el enorme chico, sino por sí mismo, pues Taiga había estado tan cerca todo el tiempo, pero por culpa suya, por su maldito orgullo, no lo había siquiera notado. 
 
Cerró los ojos un momento, al abrirlos, una vez más desvió la vista y clavó sus ojos en Akashi. Siempre le había parecido el más racional y confiable de todos. 
 
—¿Qué está pasando realmente? —dijo, ya más calmado. Toda esa situación era tan absurda y estresante, enfrentar todo de golpe era demasiado—. ¿Por qué mi hermano está allí afuera, solo y probablemente mal? Según lo que dijo tu hermano. ¿Qué es lo que recordó? —un problema a la vez, un problema a la vez. 
 
Akashi abrió la boca para decir algo, pero sus labios temblaron, supo de inmediato que no tenía el coraje para hablar de algo tan delicado con él hermano de Taiga. Él mismo se sentía demasiado afectado sabiéndolo, asimilándolo. Además de que no era algo que se le decía a cualquiera sin el consentimiento de la victima y... Taiga no lo recordaba, así que tampoco podía ir y preguntarle y que de nuevo se pusiera mal, así que no se lo había dicho a Reo, por lo que claramente Tatsuya no sabía nada.
 
—Pero no está solo —Kise, siendo el que menos había esperado que hablara, dijo—. Akashicchi te dijo que estaba con Kurokocchi. 
 
Himuro soltó un resoplido. 
 
—Claro, con Kuroko. 
 
Y entonces un gritito.
 
—¡Ah! —Era Satsuki—. ¿Y si están con el amigo de Tetsu-kun? 
 
Un foquito pareció iluminarse en la cabeza de Chihiro, quien se había mantenido al margen de toda la situación hasta el momento, sintiéndose también algo mareado. 
 
—Mi hermano recibió una llamada antes, ¿recuerdan? —dijo, viendo a los chicos que habían estado en las gradas, a Seimei en especial, que se había burlado de su tono de llamada—. Escuché que susurró algo acerca de verse en el parque. 
 
—¡Sí! Ese tendría que ser el dios griego —Takao, junto a Midorima, apoyó—, es el único amigo que tiene aquí. 
 
Daiki, a quien Momoi sostenía por uno de sus hombros, había paseado su mirada azul en cada uno de sus amigos al hablar. Él sabía de quién hablaban, porque sería un imbécil de no hacerlo, puesto que había sido el problema principal de los celos de Akashi, pero, siendo sincero, no tenía idea de cómo lucía. Ese día en el bar, cuando él planeaba ir detrás de Fr... Taiga, Kuroko los había detenido a él y Sei, y luego los había regañado. Después, en el momento en el que Tetsu se dio la vuelta para irse a buscar al de cabellos rojo, Aomine también lo había hecho, solo que para ir directo a la barra a atorarse de alcohol. Minutos después, Akashi se le había unido. 
 
Así que en realidad él no había visto todo ese encuentro con él "dios griego", por lo que, en lo que a él concernía, solo era un completo desconocido y no podía evitar sentirse ansioso ante la idea de que fuera él quien estuviera junto a Taiga, y no el mismo Aomine, quien era su novio.
 
—¿Cómo era que se llamaba? —preguntó Kise. 
 
Y entonces los amigos se vieron entre sí, encogiéndose de hombros y negando con la cabeza, porque ninguno recordaba a Kuroko llamándolo por su nombre, más que "dios griego". 
 
Sin embargo, a pesar de ello alguien dijo su nombre: 
 
—Nash-kun —susurró Seimei. Por pura inercia, él había volteado a ver la pantalla del celular de Tetsuya cuando recibió la llamada, por lo que alcanzó a leer el nombre que tenía el contacto—. Su nombre es Nash —dijo con más fuerza, para que todos escucharan. 
 
El estremecimiento que retorció la espalda de Himuro ante la revelación del gemelo menor, no pasó desapercibido para la mayoría de los amigos, porque ellos tenían puestos los ojos en él, sin embargó, a la hora de hablar, fue otra persona quien lo hizo. 
 
—¿Nash? —era Aomine—. ¿Nash Gold Jr? —todos los ojos puestos en él, nadie dio una respuesta porque ninguno conocía su nombre completo—. ¿Cómo luce? —indagó entonces Daiki mientras arrugaba las cejas.
 
—Es muy alto, rubio y tiene unos ojos muy... nauseabundos —Daiki clavó su atención en Himuro, pues fue él quién acababa de dar la descripción. Ambos lucían como si les acabaran de dar un puñetazo en el hígado—. ¿Lo co-conoces? 
 
—S-Sí... bueno, no necesariamente, pero jamás olvidaré a ese maldito —el enojo en su voz era palpable—. Hace casi un año, hice un reporte de un hijo de puta que estaba drogando chicos en un bar, para quien sabe que porquerías —gruñó, sintiendo asco—. Luego él apareció y me amenazó, dijo que me iba a arrepentir si no eliminaba el reporte... pedazo de mierda, como si fuera a hacerlo. 
 
Los gemelos, Seijūrō en especial, estaban viéndolo con horror puro.
 
—Yo lo conocí hace unos m-meses —Tatsuya tomó la palabra, estaba realmente muy pálido, sudaba, sus ojos lucían histéricos—, había quedado de verme con Taiga en una cafetería, ya que al fin pudo escaparse un tiempo de su padre, cu-cuando llegué, Nash estaba... él estaba tratando de invitarle una bebida. 
 
»Pero Taiga estaba muy incomodo, así que lo espante diciendo que g-gritaría que era un acosador. Él me hizo mala cara y luego se fue... solo que, Taiga no es que estuviera ansioso, parecía tener miedo. Lo interrogué y entonces me confesó que hacía un par de meses atrás, estuvo metido en un problema con un tipo que le dio dro-drogas en una bebida —Himuro apretaba tanto los puños, que sus uñas estaban comenzando a dañar la piel de sus palmas—. Dijo que no recordaba su rostro, pero también que no había pasado a más porque alguien lo había ayudado y llevado al hospital... 
 
»El problema era que, aunque no recordaba el rostro del tipo, si recordaba su voz... y sus ojos. Y eran los mismos asquerosos ojos del tipo que estaba con él cuando llegué —una lágrima acida resbaló por su mejilla, llegando hasta su mentón y cayendo al vacío—. Yo estaba furioso, quería romperle el cuello, lo enfrenté y le dije que se alejara de mi hermano... Pero ese hijo de puta, sin una maldita pizca de vergüenza, continuó apareciendo frente a él, incluso tuvo el descaro de averiguar donde vivía y hablar con su padre —escupió las palabras con repulsión—. Se atrevía a verlo de una forma tan asquerosa y Taiga estaba... él tenía miedo. Tenía mucho miedo incluso si se hacía el valiente y no me decía nada. 
 
»Dios... no pue-puede ser —Himuro gimoteó, un sonido lastimero que salió de su garganta mientras se cubría el rostro empapado de lágrimas. 
 
Ahora entendía, ahora recordaba porqué esa palabra, «Gatito», lo había alterado tanto. 
 
Ese hijo de puta solía llamarlo así.
 
Aomine se soltó del agarré de Satsuki y retrocedió, pálido y tambaleante, hasta de nuevo estar contra la pared mientras sentía que le faltaba el aliento, allí, se perdió profundamente en sus pensamientos, buscando entre toda la maraña que eran sus recuerdos, y entonces finalmente llegó a esa noche helada, esa en la que vió como el bastardo de Nash arrastraba consigo a un pobre chico que apenas y podía mantenerse en pie, pero que aún así luchaba con todas las fuerzas que le quedaban para no ser llevado. 
 
Un chico de cabellos y ojos rojizos. 
 
Taiga. 
 
Ese chico era Taiga.
 

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