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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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UNKNOWN
—Capítulo 33—
Fría desolación
 
 
 
 
—Dios... no pue-puede ser —Himuro gimoteó, un sonido lastimero que salió de su garganta mientras se cubría el rostro empapado de lágrimas. 
 
Todo cobró sentido entonces, el hecho de que Taiga se alterara tanto cuando Aomine lo llamó «Gatito».
 
Ese hijo de puta solía llamarlo así.
 
Otro sollozo escapó desde lo profundo de su garganta, y entonces se abrazó a sí mismo tratando de contener los aspamos en su cuerpo ante la visión de su hermano a total merced de ese maldito desgraciado. Las lágrimas se abrían paso desde sus ojos y recorrían sobre sus mejillas sin reparo, un profundo vacío en su pecho heló su sangre haciendo que se inclinara hacía el frente, desolado. 
 
Se mordió el interior de las mejillas para no gritar, porque no tenía caso hacerlo, sus gritos no traerían a Taiga de vuelta, no calentarían su cuerpo que se removía por los escalofríos debido al miedo por su hermano. 
 
Pero entonces un par de grandes y fuertes brazos lo rodearon con cariño y delicadeza. El frío desapareció de su pecho y el miedo por un momento se esfumó. Himuro intentó no reaccionar, no demostrar cuanto ese abrazo aliviaba su alma a punto de romperse; se sentía demasiado culpable consigo mismo como para permitirse el placer de disfrutar y ser consolado por ese toque... y aún así todas las murallas que intentó levantar se vieron brutalmente destrozadas en cuanto los labios de Atsushi susurraron contra su cuello. 
 
—Perdón, Muro-chin... 
 
Un nuevo ruidito brotó de los labios de Tatsuya, y antes de darse cuenta, se abrazó con fuerza al chico de cabellos morados mientras ocultaba su rostro en su pecho. Pudo sentir como la tensión que había habitado el cuerpo de Atsushi desaparecía, aliviado de que no lo alejara y en su lugar se aferrara a él. 
 
—Lo siento —dijo una vez más, la culpa carcomiendo su mente. 
 
—No es tu culpa, Atsushi —Himuro afianzó su agarre. 
 
—Si yo me hubiera dado cuenta que... era tu hermano y te lo hubiera dicho antes...
 
—No es tu culpa. 
 
—Pero yo... 
 
interrumpiendo una vez más sus palabras, Tatsuya se alejó un momento del pecho del enorme chico, quien estaba de rodillas frente a él mientras permanecía sentado en el sofá, lo observó un momento a los ojos, divisando en ellos su pena y la culpa que removían su pecho. Lo tomó de ambas mejillas con suavidad, haciendo que alzara el rostro cuando, incapaz de sostenerla la mirada, había desviado la vista hacia el suelo. 
 
—Atsushi —lo llamó, los ojos del chico lo miraron, parecía un cachorrito—, no es tu culpa... es mía. Por mi estúpido orgullo es que las cosas se volvieron de esta forma —Murasakibara intentó protestar, pero no lo dejó. Negó con la cabeza—. Fui un tonto contigo, te lastimé —uno de sus pulgares se movió, rozando con suavidad la piel de la mejilla de Atsushi—. Me sentía perdido y desesperado, aterrado por Taiga, enojado con su padre y yo... me desquité contigo. 
 
»Y eso no estuvo bien. Taiga estuvo tan cerca todo el tiempo, pero por mi testarudez lo alejé. No estaba enojado contigo, más bien era conmigo mismo y tú me hacías feliz... así que te alejé incapaz de sentir que lo merecía mientras mi hermano se encontraba quién sabía donde. Pero eso también fue una idiotez. 
 
«Soy tan estúpido», pensó para sí, bajando la mirada y sintiendo que las lágrimas de nuevo se apoderaban de sus mejillas. 
 
—Deberías estar enojado conmigo —susurró. 
 
Pero Atsushi no se sentía de esa forma, al contrario, estaba totalmente aliviado de que no lo odiara. 
 
—Jamás podría enojarme con Muro-chin —le dijo, al mismo tiempo que lo tomaba del cuello y la cintura, y una vez más lo atraía hacia su enorme cuerpo en un abrazo protector. Lo único que quería era hacerle saber lo importante que era para él.
 
Tatsuya se aferró a su espalda con fuerza mientras los hipidos y sollozos hacían templar su cuerpo. 
 
Aomine permanecía aún sentado en el suelo contra la pared, tenía el rostro oculto entre las rodillas y sus puños yacían apretados con mucha fuerza. Satsuki, junto a él, repartía suaves caricias sobre su espalda, ella podía sentirlo temblar bajo su toque, solo que no estaba segura de si era de angustia o de furia. Probablemente ambas opciones. 
 
Daiki se sentía como un idiota, ¿cómo había podido olvidarlo? Esa noche hacía meses atrás, había sido la primera vez que su corazón había en verdad revoloteado de emoción. Ver los ojitos de Taiga y escuchar su voz agradeciéndole sinceramente, habían despertado algo en él. Un salvaje instinto de protección. Si bien lo había dejado en el hospital durante la noche luego de saber que se encontraba estable, al día siguiente había ido ha buscarlo y ver como seguía, lastimosamente al llegar le informaron que se había marchado sin escuchar cuando le dijeron que era mejor que reposara un poco más. 
 
Si bien la decepción había hecho que se le oprimiera el pecho, también había sonreído al imaginar la escena. «Es terco», había pensado, y aunque estaba preocupado, se dijo que estaría bien. 
 
Daiki sentía los ojos arder, sus lágrimas quemaban como lava ardiente detrás de sus ojos. Pero se negaba rotundamente a llorar, y aunque se sentía totalmente impotente al imaginar que Taiga, y no solo él, Tetsu también, estaban con ese maldito, no podía permitirse perder la cabeza. Lo último que los chicos necesitaban era que se volvieran locos con la situación. Si alguien debía hacerlo, esos eran Himuro, Chihiro e incluso los gemelos que, aunque les dijeran que Taiga no era su hermano, ya era como si lo fuera.
 
Él lo que tenía que hacer era enfriar su cabeza. Necesitaba aclarar sus pensamientos para encontrar el camino a seguir. La respuesta correcta a lo que hacer a continuación. Ya luego podría llorar de alivio cuando lo tuviera de nuevo en sus brazos, pero no en ese momento. 
 
Seimei estaba pálido, su respiración era errática y sus ojos se movían de un lado hacía otro como maníaco mientras permanecía sentado en el sillón junto a Chihiro, su mente traicionándolo y mostrándole un escenario peor que el anterior. Hiro sostenía sus manos, que yacían totalmente heladas entre las suyas, mientras repartía dulces toques en el dorso de estas. No decía nada, no sabía qué decir. No creía encontrar las palabras correctas para calmar el vendaval que estaba azotando a su corazón. 
 
Y tampoco era como si pudiera hacerlo, ya que él no se encontraba mejor que su prometido. Tetsuya, su hermano, era uno de los chicos en peligro. No había forma de que estuviera bien. Sentía su corazón golpear como loco contra su pecho, tenía nauseas y no creía que fuera por el bebé, tampoco estaba tan seguro de si era Seimei el que temblaba o él.
 
De todos los amigos, el único que hablaba era Seijūrō, él caminaba nervioso en medio de la sala, su teléfono junto a su oreja. Seimei no entendía del todo lo que decía, pero sabía que estaba hablando con alguien que conocía que trabajaba en el FBI, estaba pidiendo su ayuda y la de sus contactos en la policía. 
 
Akashi pedía que los oficiales en el área cerraran todas las zonas de acceso a la cuidad y que vigilaran los caminos que se alejaban de esta. También le estaba dando la descripción de los chicos y el nombre completo del maldito de Nash. Las manos le temblaban y, aunque intentó mantenerse sereno, la voz lo traicionó mientras daba los datos. Cuando cortó la llamada, sus ojos buscaron de inmediato el rostro de su hermano, él estaba viéndolo. No dijeron nada pero ambos sabían que el otro estaba desesperado y se sentía perdido. 
 
Midorima se mantenía alerta, observando a su amigo sin hacer nada porque sabía que lo mejor era dejarlo manejar todo por si mismo, estaba totalmente nervioso y si no hacía algo, ese nerviosismo transmutaría en algo peor. No solo Taiga estaba en peligro, Kuroko también, y eso significaba que Akashi estaba peor de lo que podrían llegar a imaginar. Dos de sus personas más importantes corrían peligro, le sorprendía que no hubiera explotado ya. 
 
Seijūrō estaba perturbado, ansioso e incluso inseguro, ya había pasado un tiempo, nada le aseguraba que el hijo de perra de Nash no se hubiera marchado con ellos, por supuesto, eso no impediría que lo buscara hasta debajo de las piedras. El problema era que podían estar ya muy lejos, pero, aunque no lo hubieran hecho, tampoco sabía donde comenzar a buscar por sí mismo; podrían estar en cualquier lado. Si bien la cuidad no eran tan grande, tampoco era precisamente pequeña... Akashi sentía que estaba ahogándose, su respiración comenzaba poco a poco a acelerarse cada vez más. 
 
De repente, Aomine se puso de pie con brusquedad, asustando un poco a Momoi que trataba de consolarlo. Ante dicha acción, el dueño de casa volvió la mirada hacía él, topándose durante un segundo con los ojos azules del moreno antes de que este volteara el rostro y caminara de prisa hacia Kise, quien no fue capaz de ocultar su sorpresa y un poco de alarma al ver la expresión de su amigo. 
 
Daiki estaba totalmente serio, con los labios apretados y el entrecejo fuertemente pronunciado, en sus ojos había un brillo inquietante... asustaba un poco. 
 
—Ven conmigo, rubia —dijo con voz profunda, y luego lo tomó del brazo sin dejar si quiera que respondiera. 
 
Con las cejas fruncidas, Kasamatsu observó como Aomine arrastraba consigo a Ryōta escaleras arriba. Pareció pensarlo un momento antes de decidirse seguir al par por lo que, un segundo después, él fue tras ellos.
 
La escena había sido observada por la mayoría de los chicos, a excepción de Tatsuya se continuaba aferrado a Atsushi y escondiendo su rostro en el pecho de este. Momoi iba a decir algo al respecto, pero fue cuando Chihiro también se paró de prisa y, antes de que Seimei pudiera decirle algo, este salió corriendo hacía el baño que se encontraba en la primera planta, dejando a todos algo desconcertados. 
 
Fue entonces que Seimei reaccionó del pequeño trance en el que se encontraba perdido, también se puso en pie, ansioso. Sus ojos bicolores buscaron a su hermano una vez más, dándole una mirada angustiada, antes de marcharse tras su prometido. 
 
Seijūrō también hubiera ido con él para asegurarse de que su cuñado se encontrara bien, era el hermano de Tetsuya después de todo, de no ser porque el teléfono, aún en su mano, vibró tan repentinamente entre sus dedos que estuvo a nada de lanzarlo contra la pared. Ojeó rápido la vista previa de las notificaciones, encontrándose con que su padre le había enviado varios archivos desde Whatsapp... 
 
El corazón le dio un vuelco en el pecho y sintió también la bilis subirle por la garganta al entender que esos archivos eran fotografías... fotografías de su hermano. Pasó saliva con fuerza, armándose de valor para abrir la conversación, sus manos temblaban de nuevo. Se tomó un momento para respirar, y entonces por fin abrió el chat de su padre. 
 
Sin embargo, antes de que descargara los archivos, la melodía de llamada resonó violentamente en toda la sala, haciendo que casi todos los ojos se clavaran en él. En la pantalla de su teléfono, el nombre de su padre se mostraba como si fuera un letrero de neón que le lastimaba los ojos y estrujaba su corazón. Paso saliva, y finalmente respondió. 
 
»—¿Seijūrō? —Masaomi habló primero—. Disculpa que me comunique contigo hasta ahora —dijo, y Sei no pudo ignorar cierta emoción y nerviosismo en su voz. Ninguno de sus hijos había querido hablar con él en semanas, quizá creía que significaba algo que ahora el mayor lo hiciera, y además con tanta insistencia. Sobretodo, que también preguntara por su hermano... realmente esperaba que no se resintieran con el chico, después de todo, él no tenía ninguna culpa de sus idioteces. 
 
—¿E-Está todo bien? —Akashi carraspeó la garganta. 
 
Puede que antes estuviera demasiado ansioso y desesperado por hablar con su padre respecto a su hermano, pero ahora que estaba sucediendo, sentía un nudo en el pecho ante la situación. 
 
»—Sí... solo un pequeño contratiempo con un imbécil que se cree demasiado listo —el cambio en el tono de su padre no pasó desapercibido. Su secretaría había dicho que se reuniría con un futuro inversionista, al parecer las cosas no salieron del todo bien—. Pero dime... ¿Estás realmente interesado en conocerlo? -a su hermano. 
 
Akashi tragó con fuerza. 
 
—... Sí. 
 
Hubieron unos segundos de silencio antes de que Masaomi respondiera. 
 
»—... Bien, bien —sonaba aliviado, incluso tuvo la sensación de que sonreía—. Te envié las fotografías que me pediste, solo hay pequeño detalle... no son recientes, son de hace unos años —Sei, confundido por ello, iba a preguntar el porqué, pero Masaomi se adelantó—. Siendo sincero, Seijūrō, probablemente no me creas, pero hasta hace un par de meses no tenía idea de que él existía —quizá creía que sus hijos pensaban que todo ese tiempo había seguido en contacto con la madre del chico. 
 
Sei ni siquiera lo había pensado.
 
—Pero... ¿Por qué no son fotografías recientes? ¿Es que acaso él no quiere tomarse nuevas? 
 
Desde el otro lado le llegó un resoplido molesto. 
 
»—Lo cierto es que ni siquiera he podido verlo ni hablar con él en persona. El imbécil con el que se crio no ha parado de poner excusas idiotas una tras otra —al hablar, el desprecio en su voz era palpable. Akashi no podía evitar sorprenderse ante la forma en la que su padre, un hombre siempre tranquilo y educado, acababa de expresarse. El hombre del que hablaba debía de ser alguien absolutamente despreciable como para que a Masaomi no le importara perder la fechada de hombre correcto—. El niño ni siquiera le importa, solo quiere salvarse el pellejo y cree que puede lograrlo al chantajearme con él. 
 
—El "inversionista" —concluyó Akashi en un instante—. ¿Dices que lo puso en la mesa como si fuera moneda de cambio? 
 
»—... Sí. 
 
La rabia se instaló en el pecho de Seijūrō ante la afirmación de su padre; sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de su teléfono. ¿Cuan maldito tenía que ser ese hombre para tratar a su hermano como un objeto?
 
—Si ni siquiera has podido verlo —dijo, apretando los dientes—. ¿Cómo puedes estar seguro que es... mi hermano? —tal vez... tal vez el desgraciado solo trataba de engañar a su padre. Que no lo dejara verlo o hablar con el chico era sospechoso.
 
Todos sus amigos lo observaban atentos, y él se sintió algo cohibido ante ello. Incluso Tatsuya se alejó ya más calmado de Atsushi y lo observó un momento. «¿Tienen otro hermano?», Escuchó que le preguntaba al enorme chico, quien solo asintió.
 
Masaomi sonrió, haciendo un ruidito algo nervioso, incomodo.
 
»—Es razonables que pienses así. Es solo que... cuando vi las fotografías lo supe sin ninguna otra confirmación. 
 
El silencio se instaló entre ellos, ninguno sabiendo qué más decir. De todos modos, esa conversación entre ellos debían tenerla de frente y no por llamada, era solo que Akashi no estaba realmente seguro de querer cortar esta y abrir los archivos que le había enviado. 
 
Sin embargo no tuvo opción a elegir, al otro lado de la línea escuchó a la secretaría de su padre llamándolo.
 
»—Tengo que cortar la llamada —lamentó el hombre—, pero cuando vuelvas quizá... ¿Está bien si nos reunimos? 
 
La atención de Akashi se desvió un momento de la llamada, puesto que Seimei y Chihiro aparecieron de nuevo en la sala. Su cuñado no tenía el mejor semblante, lucía muy pálido, Sei estaba repartiendo suaves caricias en su espalda y desvió la vista un momento para observar a su hermano, dándole con sus ojos bicolores una mirada ansiosa
 
»—¿Seijūrō? —Masaomi insistió. 
 
—Está bien —aceptó—. Hablaremos cuando regrese. 
 
Seimei ayudo a su prometido a sentarse pero él se mantuvo de pie en dirección a su hermano. Luego de una muy breve despedida, Akashi corto la llamada mientras soltaba un suspiró y se pasaba la mano por el cabello, peinándolo hacía atrás con dedos temblorosos.
 
—¿Y bien? —su hermano dijo, impaciente, estaba aún de pie cerca de Hiro, los dedos de sus manos estaban entrelazados—. ¿Te dijo su nombre? 
 
Akashi apretó los ojos con fuerza a la vez que hacía una mueca y se masajeaba el puente de la nariz... se le había olvidado preguntar. 
 
—Envió unas fotografías —dijo en cambio. 
 
—¿E-Entonces? —los nervios haciendo mella en cada parte de su cuerpo—. ¿Lo viste? 
 
—...No —exhaló Akashi—, justo cuando iba a revisarlos papá llamó. 
 
Seimei soltó un resoplido. 
 
—Jodido viejo inoportuno —dijo. 
 
Y luego ambos se quedaron callados, porque no había necesidad de decir más, los dos sabían lo que ocurría en el corazón del otro. Los nervios, las ansias, pero también el miedo. Seimei sintió los dedos de Hiro apretar su mano con más fuerza antes de soltarla, él busco su rostro y encontró a su prometido sonriéndole suavemente sin despegar los labios, alentándolo a que fuera junto a su hermano para que así ambos pudieran ver las fotografías. 
 
Sei le sonrió y finalmente fue junto a Akashi. Los hermanos se vieron a los ojos mientras contenían el aliento. El mayor, con manos temblorosas, alzó su teléfono e ingresó de nuevo al chat de su padre, allí, los archivos los esperaban a ambos sin ninguna prisa. Akashi finalmente los descargó, pero, cuando al fin iba a abrirlos, Seimei dijo: 
 
—¡Espera, espera! —Seijūrō lo vio inhalar y exhalar en varias ocasiones, así como también frotarse el rostro con ambas manos. Soltó un profundo suspiró y habló de nuevo—. Ya.
 
Akaashi asintió.
 
El tiempo pareció detenerse un instante y entonces abrió el primero de los archivos... y fue como si le hubieran arrancado el corazón desde la espalda. 
 
Un ruidito escapó de la garganta de Seimei, un jadeo mezclado con un gemido lastimero tan profundo, que Hiro sintió que fue a él a quien acababan de atravesarle el corazón. 
 
—Hijo de puta.. —susurró Seimei, llevándose las manos al rostro y retrocediendo un par de pasos, como si le hubieran dado un puñetazo en el hígado—, ¡Hijo de puta, hijo de puta! ¡Aaaahhh! —gritó, doblándose sobre si, un gritó cargado de angustia que le erizó la piel a más de alguno. Y luego otro, y otro, y entonces los gritos fueron reemplazos por sollozos llenos de dolor. 
 
Mareado, Hiro se levantó y corrió hacía su prometido, lo rodeó fuertemente con sus brazos y sintió de inmediato como temblaba con violencia, Sei se aferró a su cuerpo al sentirlo a su lado. Las lágrimas en el rostro de Hiro no tardaron en hacer su aparición, acompañando a las de su pareja. 
 
No tenía que decirlo, ya sabía la respuesta tan solo con su reacción. 
 
Akashi observó a su hermano siendo abrazado por su prometido, ambos de rodillas en la alfombra... pero no podía escucharlos, los oídos le zumbaban con los latidos de su corazón. Él se dejó caer en el sofá, sus piernas eran incapaces de sostenerlo en pie un segundo más, sentía una presión tan fuerte en el pecho que resultaba difícil respirar correctamente, estaba jadeando. 
 
La visión de su hermano se vio repentinamente interrumpida por otro cuerpo frente a ellos. Midorima se arrodilló y le habló, pero Akashi tampoco lo escuchaba, lo veía borroso... se sentía mareado.
 
—Akashi... Akashi —Shintarō lo llamó con notable preocupación. Pero su amigo no decía nada, ni siquiera parecía escucharlo, solo estaba ahí, perdido mientras las lágrimas se escapaban de sus ojos una tras otra, lágrimas de tristeza y amargura. 
 
Midorima no pudo evitar tener un déjà vu. 
 
Lucía igual que cuando su madre murió.
 
Sin pensarlo, atrajo a Seijūrō hacía su cuerpo y lo abrazó con fuerza, las lágrimas empaparon de inmediato sus ropas, sin embargo, su amigo no gritaba, ni maldecía, solo lloraba en silencio. La desolación que se había pintado en su rostro y el de Seimei era todo lo que necesitaron los amigos para saber qué habían visto en esas fotografías. 
 
Momoi se cubrió los labios y sollozó, sintiendo el dolor de sus amigos como suyo, Takao fue con ella y la abrazó, sintiéndose de la misma forma. Atsushi bajó la mirada, sus ojos violetas brillaban de tristeza, y Tatsuya... Tatsuya no entendía del todo lo que estaba ocurriendo. 
 
Solo podía ver desconcertado la reacción de los gemelos, el dolor en sus miradas, la desolación... de alguna forma también le dolía aunque no estaba seguro del porqué. Quizá podría decir que por verlos tan afectados conociendo sus personalidades, pero había algo más. Solo sabía que la repuesta estaba allí, en el celular de Akashi, así que no pudo evitar quedársele viendo al aparato cuando Midorima se lo quitó al gemelo mayor de las manos y lo colocó en la mesita, la pantalla estaba aún encendida. 
 
Antes de darse cuenta, Himuro alzó la mano y la guio hacía el teléfono, sus dedos se cerraron sobre el y lentamente lo atrajo hacía sí, y luego sus ojos grises se posaron sobre la imagen que lo saludaba. 
 
Un estremecimiento trepó como una araña sobre la columna vertebral de Himuro, y luego se paseó en todo su cuerpo haciéndole tiritar.
 
En la pantalla, la hermosa imagen de un niño de no más de diez años se mostraba. El pequeño yacía de pie en medio de una cancha de baloncesto callejero en pleno atardecer. En su rostro aniñado una sonrisa hermosa iluminaba su expresión, sus dientecitos expuestos a excepción de uno que faltaba, y en sus ojitos una alegría palpable. Él sostenía con orgullo un balón bajo su brazo derecho mientras que con su mano izquierda hacía el signo de «Amor y Paz». 
 
Una fotografía preciosa, una imagen realmente muy, muy bella. 
 
Una fotografía que Tatsuya reconocía. 
 
Y la reconocía porque era una de las favoritas de su tía Kioko, ella misma la había tomado una tarde cuando ella y su madre los habían llevado a jugar. 
 
Ese niño hermoso y que parecía resplandecer en la fotografía, era Taiga, su hermano, cuando él apenas tenía diez años. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Kuroko despertó lentamente, pero sin llegar a abrir sus ojos pues sentía tan pesados los parpados, que incluso pensó que quizá se había echado pegamento por accidente. Pero eso no tenía ningún sentido pues, que recordara, en ningún momento había manipulado tal material. 
Le dolía el cuerpo, la cabeza, sobretodo el rostro. Soltó un jadeó adolorido y luego se frotó ambos ojos con suavidad para tratar de dispersar la pesadez de estos.
 
Y fue entonces cuando lo escuchó. 
 
Susurros incomprensibles que le helaron la sangre.
 
Con esfuerzo, al fin abrió sus celestes ojos solo para descubrir que se encontraba en total oscuridad, alarmado, quiso incorporarse del frío y duro piso en el que se encontraba desparramado, pero entonces notó un objeto pesado y metálico que yacía alrededor de su tobillo, y no solo de este, también tenía uno en su muñeca izquierda de la cual no se había percatado. Ambos tintinearon contra el suelo cuando se movió.
 
—¿Pero que mie...?
 
Nootravez, nootravez, nootravez...
 
Los susurros llegaron de nuevo a sus oídos, aunque en lugar de sentir miedo, fue angustia la que llenó su pecho en esta ocasión. 
 
Sintiendo como todas sus alarmas gritaban a la vez en su cabeza, trayendo consigo el acelerón de los latidos de su corazón, enfocó los párpados tratando de acostumbrarse a la oscuridad que lo rodeaba. Poco a poco, algo fue tomando forma. Una sombra yacía no muy lejos suyo. Unos momentos más y era capaz de distinguir la amplitud de la habitación desolada en la que se encontraba; no muy grande, pero tampoco demasiado pequeña. De nuevo, sus ojos se enfocaron en la sombra que lo acompañaba y la cual no había dejado de susurrar. 
 
Estaba encorvada sobre si, apoyada en la pared mientras abrazaba sus piernas y ocultaba su rostro entre estas, su figura se removía debido a los espasmos. El tintineo incesante le dijo al de cabellos celestes que la sombra se encontraba en las misma condiciones que él, encadenado de un tobillo y una muñeca. 
 
No le tomó realmente nada reconocer la silueta sollozante, pero no por ello fue menos doloroso. Tetsuya sintió que se le encogía el corazón al distinguirlo temblar, sollozar y susurrar como si se encontrara en un trance del cual no podía salir. 
 
—Taiga-kun —Kuroko le llamó, tratando de no asustarlo de más, pero Taiga no pareció escuchar, ni siquiera reparar en su presencia—. Taiga-kun —insistió... nada.
 
Sintiéndose terriblemente mareado, Tetsuya se puso de rodillas y lentamente gateó hacía el chico de cabellos rojos, las cadenas arrastrándose consigo; la fricción provocada del metal contra el piso generaba sonidos escalofriantes. Al llegar junto a su amigo, el chico sombra intentó posar una mano sobre su hombro para traerlo de vuelta, pero antes de que pudiera hacerlo, Taiga por fin notó su presencia. Sin embargo, parecía no reconocerlo. 
 
Taiga le dio un manotazo antes de que pudiera tocarlo. 
 
—¡No! —le gritó, y su voz estaba llena de miedo y desesperación. Las cadenas crujieron en lo que él se alejó de su toque, arrastrándose sobre su trasero hacia atrás para así poner toda la distancia que podía entre ambos. La espalda del chico toco la pared contraría, y él soltó un nuevo sollozó al tiempo que volvía a enrollar sus brazos alrededor de sus rodillas, protegiéndose a sí mismo—. ¡No te acerques, no, déjame! ¡Noo!
 
—T-Taiga-kun... —Tetsuya sollozó con él. No podía ver del todo su expresión, pues la habitación continuaba estado a oscuras, pero sus acciones y su voz lo decían todo—. S-Soy Kuroko... soy t-tu amigo —aún con el nudo en la garganta, intentó hacerle entender que no le haría daño. 
 
Lentamente fue acerándose de nuevo.
 
—¡Porfavor, porfavor! ¡Nooo! 
 
—Soy Kuroko... soy yo, Taiga-kun... 
 
—¡NO! —Taiga pataleó, quiso retroceder más pero la pared se lo impidió, aunque de haber podido la hubiera atravesado, todo con tal de alejarse del dolor y de quien, él pensaba, era su agresor—. ¡Aaaahh! —gritó, aterrado. Un grito tras otro. Una suplica desesperada.
 
Tetsu se arriesgó, sabiendo que no debía ser brusco con él en ese estado, pero estaba desesperado por hacerlo volver de ese mundo de pesadilla en el que vagaba sin poder encontrar el camino de vuelta. Acortó la distancia que los separaba, desapareciéndola totalmente y entonces lo rodeó con sus brazos a pesar de los gritos y de los pataleos y manotazos de Taiga. Incluso cuando el codo del chico se incrustó en sus costillas, Kuroko no lo soltó. 
 
Lo pegó contra su pecho tratando de ser lo más suave posible en medio del propio retorcijón que había dentro de su caja torácica. 
 
Él estaban tan, tan frío.
 
—Taiga-kun, por favor... por favor... —susurró, sintiendo como sus propias lágrimas empapaban su rostro. 
 
Taiga no dejaba de retorcerse, llorando y perdido entre sus recuerdos. Sus sollozos y quejidos rebotando entre las paredes en esa habitación oscura y fría, partían en pedazos el corazón de Tetsuya. 
 
—P-Por favor, Taiga-k-kun... por fa-favor... —suplicó—, soy Kuroko, soy Kuroko...
 
—¡D-Dejamee! —sus gimoteos eran dolorosos de escuchar. 
 
—Soy t-tu a-amigo —Tetsuya hipeó—, soy tu amigo... 
 
Se sentía impotente y desolado, sin ninguna idea de qué hacer para hacer reaccionar a su amigo de cabellos rojos. El pecho le dolía al saber que se encontraba tan mal, tan perdido en toda la mierda que habían hecho de él, de su mente. No sabía cómo ayudarlo. Si tan solo Akashi o Aomine estuvieran allí, ellos definitivamente sabrían qué hacer, ellos... 
 
Kuroko inhaló con fuerza. 
 
Eso era.
 
Incluso si no estaban allí, ellos podían ayudar. 
 
—Taiga-kun —llamó, carraspeando la garganta, tratando de que su voz no temblara esta vez—. Soy Kuroko —dijo—, soy amigo de Akashi-kun y Seimei-kun, ¿los recuerdas? —susurró con suavidad. 
 
Entre sus brazos, sintió a su amigo estremecerse, como si la mención de los gemelos realmente hubiera removido algo en su memoria. Tetsuya inhaló con fuerza, esperando que así fuera, porque si no lo era, no sabía qué más hacer. El chico de cejas raras continuó retorciéndose, negándose a su toque, pero, Kuroko notó con satisfacción, había disminuido su resistencia, como si estuviera cediendo. 
 
—También soy amigo de Aomine-kun —continuó, su voz era dulce, calmada, como si le hablara a uno de los niños de la guardería en la que trabajaba—. ¿Recuerdas a Aomine-kun? 
 
De repente, Taiga se quedo muy quieto en su lugar, sus manos yacían aferradas a las de Tetsuya que lo rodeaban con protección, mientras sus piernas permanecían muy quietas estiradas sobre el frío piso cuan largas eran. Entonces comenzó a temblar de nuevo, al mismo tiempo que inhalaba con fuerza y un gimoteó terriblemente doloroso escapaba de lo profundo de su garganta. 
 
—¿Da-Daiki? —susurró, su voz era de gelatina. 
 
—Soy Kuroko, Taiga-kun, soy Kuroko... —dijo, esperanzado. 
 
Taiga se rompió. 
 
Kuroko creyó que no podía ir peor, pero estaba tan equivocado. 
 
Taiga le clavó las uñas en los brazos cuando se aferró a él, desolado, y luego le siguió el llanto lleno de dolor, los gemidos y sollozos, los gimoteos salían de las profundidades de su alma rota, destrozada. Los hipidos golpeaban las paredes de la oscura habitación y rebotan de vuelta hacia los oídos de Tetsuya; se sentía como si lo golpearan dolorosamente directo en el pecho. Le fue imposible sostener un sollozo atorado en su garganta. 
 
—¡K-Kuroko! —dijo Taiga, con voz temblorosa—. ¡Kuroko... fue él! ¡Fue é-él! —se escuchaba aterrado, desesperado, casi de nuevo perdido en sus recuerdos—. ¡Fu-Fue él... él...! ¡Él...! —el miedo le impedía hablar correctamente—. ¡Fue Nash...! ¡Nash!
 
Su cuerpo se removía con espasmos, pataleaba levemente, como si en su mente se encontrara de pie y de repente cayera hacía un precipicio sin fin. 
 
La oscuridad estaba tragándoselo. 
 
—Lo siento, lo siento —Kuroko ocultó el rostro en el cuello del chico, sus lágrimas solo saliendo con libertad y dolor— lo siento... 
 
La culpa le provocaba un retorcijón en el estómago y un terrible nudo en la garganta. Estaban allí por él, por haber sido tan idiota y dejarse engañar, por haber confiado en un maldito desconocido que había sido convenientemente amable con él. Gimoteó al recordar lo que había ocurrido quién sabía cuanto tiempo atrás, en la sala de la que supuestamente era la casa de Nash y su hermano, aunque probablemente Silver ni siquiera lo era. 
 
Después de que Taiga reaccionara, Kuroko lo había visto observar detenidamente a Nash, entre curioso y cauteloso. Y Nash, con esa maldita facilidad con la que lo había engañado, continuó haciéndolo descaradamente, el muy maldito había lucido genuinamente preocupado y paciente con Taiga. Hasta que Taiga de pronto se había puesto de pie, pareciendo ansioso. 
 
»—Volvamos, Kuroko —pidió, luciendo como un perrito—. Por favor. 
 
»—¿Estás seguro? —Tetsuya no había olvidado lo terrible que lucía cuando los encontró a él y a Nash en el parque. Tampoco que su amigo había estado desesperado por alejarse de los chicos, en especial de Aomine-kun. 
 
»—Sí —dijo—. Quiero ver a Daiki —confesó, sonriendo genuinamente—. En serio quiero verlo —sus ojitos rojizos brillaban de ilusión.
 
Fue entonces cuando todo se retorció para mal. 
 
Ante su confesión, Tetsuya volvió la mirada hacia Nash, justo cuando la fachada de este desaparecía de golpe. La mascara de preocupación que había usado todo ese tiempo se esfumo para no volver, en su lugar una sonrisa que le retorció la espalda se le dibujo aterradoramente. Él dio un paso hacía el frente y luego otro, alejándose de la puerta de la cocina y yendo hacía ellos. 
 
»—Bueno —dijo, e incluso su voz sonaba distinta—. Esto desde luego ha sido divertido —sonrió, una sonrisa filosa, escalofriante, sus ojos brillaban libidinosos, observó Kuroko con repulsión—. Pero ya estoy harto de este maldito juego. Es hora de que vuelvas a mí... gatito —se saboreó los labios. 
 
El estremecimiento que le atravesó el cuerpo a Taiga y le retorció la columna, fue todo lo que Kuroko necesitó para entender la situación, aún así la expresión de terror puro dibujado en cada poro de su rostro terminó por confirmarle. Horrorizado de pies a cabeza, antes de darse cuenta el cuerpo del chico sombra se movió con rapidez, plantándose delante de Taiga para intentar protegerlo.
 
Al tenerlo frente a frente, Nash le sonrió. 
 
»—¡No te atrevas a acercarte más, maldito! 
 
»—Oh, Kuroko, Kuroko, Kuroko —dio varias palmadas—. Querido, ingenuo y estúpido Kuroko —el rubio se burló de él—. Tengo que en serio agradecerte. Lo has traído de vuelta a mí —sus palabras le dieron nauseas, sintió los ojos arderle al no sentirse capaz de negarlas. Era cierto, era su culpa—. Muchísimas gracias. 
 
Y luego todo se volvió confuso. 
 
Antes de darse cuenta se encontraba tirado en el suelo, de medio lado, con un terrible dolor atravesándole el rostro y la cabeza dándole vueltas y vueltas. Antes de que todo se volviera oscuro, sus celestes irises observaron como Taiga, totalmente pálido, intentó arrodillarse a su lado, pero entonces Nash lo sostuvo por un brazo y lo hizo verlo, solo para entonces asestarle un puñetazo en el rostro que lo hizo desfallecer de inmediato entre sus brazos. 
 
Entonces la oscuridad trepó sobre su cuerpo y se lo tragó. 
 
De vuelta una vez más a esa desolada y aterradora habitación, el llanto de Taiga golpeaba las paredes sin piedad, rebotando y haciendo eco en una melodía fúnebre. Kuroko tenía el rostro oculto en el cuello del chico, abrazándolo aún desde atrás por el cuello. Las propias lágrimas acompañaban el lamento del enorme chico, que no había dejado de temblar. 
 
Amargamente, Tetsuya había entendido que las torturas no habían sido lo único que Nash le había hecho Taiga. Lo había sospechado antes, ya que todos eran muy cautelosos con el chico, pero no se atrevió a preguntar, sin embargo, en esa sala al ver la expresión del hijo de puta de Nash, lo supo.
 
—D-Daiki... Daiki —Taiga sollozó—. ¡Daiki....! —le llamó a gritos. Los gimoteos y espasmos cubrían su cuerpo, las lágrimas no se detenían, el dolor en su llanto era tan profundo que Kuroko quería ser capaz de poder sostenerlo entre sus manos y arrancárselo de golpe-. ¡Daiki... Daiki, p-por favor! ¡Por favor ayuda...me!
 
Pero no podía hacerlo. 
 
Se sentía tan inútil e impotente. 
 
Sin embargo, incluso si no era tan alto o fuerte como sus amigos, prometió que no dejaría que Nash hiciera lo que quisiera con Taiga. Lucharía con uñas y dientes, y más le valía a ese hijo de perra no subestimarlo, porque a la mínima oportunidad que Tetsuya tuviera, iba a arrancarle los ojos con sus propias manos.
 

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